"Sentimientos al graduarse"

.

.

.

.

.

Graduarse significaba cerrar un ciclo para abrir otro nuevo. Izuku ve a quienes fueron sus compañeros durante los pasados tres años y sonríe embargado por una enorme nostalgia. Aprieta el rollo de papel que comprobaba que había terminado la preparatoria.

Los aplausos suenan a su alrededor, las voces pasan por un oído y salen por el otro, trayéndolo al presente.

Se tomó fotos con sus amigos, luego de intercambiar risas, recuerdos, frases como «Te vamos a extrañar», «Tenemos que seguirnos viendo» «No pierdas contacto con nosotros» «Mucha suerte». No mintió cuando dijo que también los extrañaría, pues aprecia su compañía, su valía, su influencia sobre su vida. Aprecia los años de convivencia y los que siguen.

Con gran pesar, acepta que el peso de la madurez no se compara con el crecimiento que tuvo con su amigo de la infancia, quien en su momento, fue el obstáculo más difícil que enfrentó sin conocimientos ni experiencia en la materia. Fue puro ensayo y error. De inicio y desenlace, porque todavía existían pequeñas piedras en el camino que impedían acercársele libremente.

Katsuki, Kacchan, es quien le gusta. Es el único que le dice «Deku» con cada sílaba y consonante bien pronunciada. Lo dice con esa aspereza ronca con la que su voz suele ser cuando habla. No se compara con el «Deku-kun» de Uraraka. Ni con el «Midoriya» serio y reservado de Todoroki. O con el «¡Midoriya!» Con el que sus compañeros y mentores exclaman cuando hace algo que no va con las normas, o simplemente cuando quieren saludarlo.

Izuku reconoce que ha permitido que el tiempo consuma su relación en una turbulencia extraña que no le pone nombre, porque no tiene nombre. Unos dicen que son "amigos" otros que son "rivales", pero Izuku no considera que sean la una y la otra.

Considera que están en terreno inhóspito, del que el nombre no existe, pues carece de sentido tenerlo.

Aprieta el diploma contra su pecho, a la vez que sus ojos ubican a Kacchan cruzarse en compañía de sus amigos escandalosos. Se codeaban en actitudes cercanas con Kacchan, que rehusaba toda clase de contacto con ellos, pese a que saben como es éste; que odia que lo toquen.

Kirishima, su mejor amigo, lo abrazaba por el hombro, mientras que Kaminari, su amigo que más lo cabreaba a Kacchan, lo tomaba del brazo libre, halándolo a su antojo. E Izuku los ve pasar y no evita que el pecho se le comprime por que no puede hacer eso.

Kacchan no le permite tocarlo. Nunca lo hace. Y en caso de que llegara a hacerlo, recibe una reprendida por parte de éste.

Kacchan es intocable para Izuku.

No obstante, no quiere rendirse. Es el día de la graduación y quiere confesarse porque sabe que Kacchan no lo querrá ver después de ese día. Considera que confesarse es parte de cerrar el ciclo que tras guardarse lo ata a los vívidos recuerdos de la preparatoria.

Aun así, rendirse no es una opción. Izuku ha sido persistente con Kacchan. Y lo seguirá siendo, porque Kacchan es el único que lo atrae, más allá de sólo las chicas, en general, porque a Izuku le gustan, mas no le atraen. Lo mismo con los chicos. Le agradan, piensa que son graciosos y buena compañía, pero tampoco le atraen. No logran hacer latir su corazón henchido de gozo con sólo mirar a esa persona.

Desconoce en qué momento llegó a sentirse así por Kacchan, puesto a que en la infancia consideraba ese sentimiento como normal, pero por factores sociales, ajenos a él, tergiversaron ese sentimiento en algo malo.

Sin embargo, gustar de Kacchan es lo que es. Carece de explicación, de sentido, de lógica. Simplemente es.

De pronto, sale del auditorio, tras despedirse de sus amigos, en busca de Kacchan. Tiene una oportunidad. Lo sabe. Tiene una oportunidad y decide aprovecharla, porque en la juventud no debe haber segundas oportunidades. Solo hay una. Al menos en su mundo así funcionan las cosas.

Encuentra a Kacchan en la azotea, solo, y siente que está en una especie de declive. Izuku permanece estático en el umbral de la puerta que conduce a la azotea. Kacchan sostiene el diploma, mirando a la nada. Su pelo rubio danza con el vertiginoso vaivén del viento, apegando la cintura en el borde. Se ve tan celestial que no mueve un centímetro de su cuerpo.

Ni por asomo de duda, logra moverse.

¿Por qué está solo? No entiende. Se supone que sus amigos no lo abandonan, ni porque éste se los pide.

¿Qué hace ahí? Es un misterio. Un misterio que ensalza los labios taciturnos del rubio, que engalana sus facciones y curiosamente, sume a Izuku a contemplarlo a la par que oye la seguidilla de voces que brotan del pasillo. Son voces de los amigos de Kacchan.

Quizá lo dejaron solo un momento y van por él.

El corazón nuevamente se le comprime. Si no aprovecha esa oportunidad, no habrá otras. Debe sacudir las dudas de su cabeza y confrontarlo. Sí. Eso hará. Lo malo es que es más fácil decirlo que hacerlo. Abre la puerta, coloca el pie en la azotea, y el viento lo envuelve en su sitio. Las piernas flaquean, desbordando temor, incertidumbre. Presiente que en su desacierto, podría fallar en su resolución.

Ve a Kacchan girar la cabeza, e inmediatamente lo ubica. No hay escapatoria.

—Deku— Pronuncia e Izuku se estremece. —¿Qué haces aquí?

Izuku traga saliva, nervioso. Sumamente nervioso. Pudo regresarse y fingir que no lo había visto parado, pero se metió, decidido a confesarse. Si pudiera crear un hoyo en la tierra para desaparecerse, lo haría sin chistar. Siente que está perdido y que Kacchan es su brújula. Lo ha sido durante años. Se recuerda que es muy tarde para retractarse, así que camina, mueve los pies atraídos por la figura de Kacchan.

A su falta de respuesta, Kacchan frunce el ceño, poniéndose en retaguardia. Esas son sus reacciones, piensa. Son adorables.

No tiene un discurso planeado, ni nada que se le asemeje. Pero tiene a Kacchan delante de él; debe hacer valer sus sentimientos.

—Oi, te estoy hablando.

Izuku detiene su marcha, estando a escasos centímetros de Kacchan. Tanto que siente su aliento.

Lo ve por una fracción de segundo y lo besa. No es la mejor manera de externar sus sentimientos, ni de tratar a alguien tan preciado como lo es Kacchan para él, pero es la manera en la que manifiesta lo que estuvo guardando en las sombras durante tanto tiempo. Tanto que ha perdido la cuenta.

De inmediato siente a Kacchan tensarse, presiente que lo golpeará, pero no lo hace. Se queda quieto. Izuku lo hace a sabiendas que podría terminar su cercanía con él, pero no le importa. Lo besa, bañado de nostalgia.

De pronto, Kacchan devuelve el beso, apoyando sus manos sobre su pecho.

Esa no era la respuesta que esperaba.

Al separarse, ve el rojo de sus mejillas conjugar con el carmín de sus ojos. Y es hermoso.

—Me gustas, Kacchan—Confiesa, sin perder el hilo de la situación. —Te he querido desde hace mucho tiempo. No quería graduarme sin decirte esto.

Preparado para recibir un rechazo, ladea el cuerpo, dispuesto a marcharse, pero no contempla que Kacchan lo agarra del brazo, para volverlo a besar.

Kacchan lo besa, presionando sus finos labios rosados sobre los suyos. Siente su aliento contra la piel de las mejillas, el sonido proveniente de sus latidos al momento de abrazarlo por la cintura, uniendo sus cuerpos.

Tras separarse, Izuku, confundido por la actitud de Kacchan, lo mira buscando una explicación.

—Ya era hora, nerd— Murmura, mostrando una sonrisa de ganador. —Me hiciste esperarte mucho tiempo— Sus brazos rodean su cuello, mirándolo con esos ojos rojos que comandan una innegable presencia.

Una expresión de alivio surge del rostro de Izuku, que avergonzado de oír eso, sonroja.

—Te quiero, Kacchan— Sonríe gustoso.

Kacchan, coloca la palma de su mano sobre su mejilla, sin borrar su sonrisa de ganador de su rostro.

—Imbécil—Dice con tinte afectuoso. —Yo también te quiero, nerd.

Supo que tirarse al vacío valió la pena, pues Kacchan lo atraparía.