"Coincidencia del destino (parte 1)"
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Tiene que ser una broma. Se dice.
La muchacha con la que pasó algunas noches, lo trataba como si se fueran a casar en algún momento. Lo jodido fue que ni siquiera le preguntó si quería eso o cuáles eran sus planes a futuro. Muy enojado por esto, cortó toda conexión con esa chica lo más pronto posible.
Chasquea los dientes a la par que sus pasos resuenan en la banqueta. Con las manos en los bolsillos, sus ojos rojos se tuercen mirando a ambos de la calle, frustrado, sí, frustrado porque odia que las personas se adelanten y se hagan ideas de él, como si no tuviera voz ni opinión propia.
A Katsuki eso lo cabrea.
Le cabrea que las chicas con las que pasa la noche o el rato lo tengan de prospecto a marido. Ridículo. Dice. Es una completa estupidez. Patea el piso con furia, escabullendo su cabeza entre sus hombros para que su conflicto no sea visto por otros.
Prefiere mantener esas cuestiones para él mismo, en caso de toparse con sus amigos en el camino.
Sus cavilaciones se detuvieron justo al escuchar unos gritos y unos balbuceos ininteligibles, haciendo que Katsuki se crispara por haber oído semejante interrupción.
Voltea en dirección de los ruidos. Un hombre de cabellos verdes rizados y ojos verdes era amenazado por unos bravucones de más o menos su edad.
Tuvo el impulso de no tomar cartas en el asunto, por que no le interesan los conflictos ajenos, mas el chirrido del hombre de rizos hizo que Katsuki le asestara un puñetazo al bravucón que estuvo por golpear el rostro del desconocido.
—¡Jódanse, bastardos!—Grita Katsuki.
—Oi, ¿Qué te pasa?
—¿Qué te pasa a ti, imbécil?
Katsuki le asestó otro golpe y gruñó ferozmente a los bravucones. Intenta ahuyentarlos, ya que no tiene la paciencia de lidiar con ellos en un momento como ese. Odia tener que recordar miles de veces el mismo discurso de repetirse en su cabeza.
La sangre le hierve y eso deriva a que quiera estrellar las cabezas de esos sujetos y marcharse de ahí. Detesta presenciar esa clase de escenarios cuando está tan cabreado.
El primero que golpeó se levantó y miró con gesto crispado a Katsuki, quien plantó los pies con firmeza, exudando la rabia contenida por los poros abiertos. Percibe los ojos verdes del sujeto que era el intimidado.
Lo ve por fracción de segundo y desenfoca la vista hacia el hombre de aspecto nada temible y que entornando los ojos hacia él, intenta provocarle algún tipo de miedo, del cual no apareció en él.
Katsuki sonríe ante la ridiculez de la situación, pues la falta de lucidez de estas personas lo ponía de muy mal humor.
—¡Lárguense, idiotas!— Amenaza; empuña las manos y muestra sus ojos inyectados en furia. —¡Estorban!—Su actitud logró que los bravucones salieran corriendo, dejando a un pobre hombre de ojos verdes temblando con las piernas enterradas en el suelo y sosteniendo un portafolio contra su pecho por su vida.
Sus enormes ojos lo miran expresivos, irradiando miedo y alivio. Los temblores de su cuerpo iban cesando a medida que Katsuki se acerca a revisar si no tiene heridas. Pero, al notar que lo único que tiene el hombre son sus ojos que no detienen el curso de mirarlo, aparta la vista y retrocede unos centímetros de su cercanía.
No lleva cinco minutos de haberlo visto y se siente incómodo con la adoración del verde de sus irises fijarse en él como si de un salvador se tratara. Sin embargo, el enfado abandonó un poco de su cuerpo, tras haber repartido golpes en aquellos desconocidos que no valía la pena seguirlos o reportarlos con la policía por atacar a un civil.
—G-gracias—La voz del hombre tiene una tonalidad aguda; quizás por el miedo.
—No tienes por qué agradecerme— Chasquea la lengua y de un movimiento desinteresado de cabeza, desecha la amabilidad del sujeto. —Sólo pasaba por ahí.
—Aun así— Se levanta de un tirón, sin despegar los ojos de él. —Te agradezco sinceramente por haberme ayudado— Hace una reverencia, apretando el portafolio contra su pecho. Sus cabellos verdes revolotean a la vez que yergue su espalda.
Katsuki pone cara de incomodidad, pese a ignorar los gestos del contrario sin un ápice de vergüenza.
—Ya te dije que no necesitas agradecerme— Recuerda. Entonces el hombre lo mira con esos ojos de cachorro perdido y pone los ojos en blanco. Este tipo es un imbécil, piensa. No obstante, sigue ahí como un monigote oyendo a otro monigote hablador.
—¿Qué puedo hacer por ti?— Ofrece. —Para expresar mi agradecimiento, digo— Katsuki pestañea, frunciendo el ceño. ¿Acaso es idiota? ¿Cómo ofrecerse a hacer algo por alguien que apenas conoces? Es ridículo. A ese hombre le faltaban tornillos en el cerebro.
Sintió su estómago crujir y supo qué hacer para modificar el ambiente que lo descontrola.
—Cómprame algo de comer—Exige.
—¿Comer?¿Qué quieres comer?
—Sígueme y verás.
Katsuki comienza a caminar por la acera de la banqueta, sabiendo que el hombre que recién acaba de conocer, si es que eso se le puede considerar «conocer», iba detrás suyo sin emitir palabra alguna. Su silencio, por alguna razón, lo abrumaba.
Pone su desabrido humor en el borde.
Por un instante, quiere golpearlo y olvidar el asunto de la comida, pero su estómago sigue molestando, y sus pensamientos lo siguen molestando y… y Katsuki necesita distraerse de él mismo por un momento.
Se detiene en un pequeño local de buen aspecto. Despide un aire familiar. Katsuki le indica que entren, a lo que el hombre lo sigue sin inmutarse de su actitud de mala gana. Para ser un tipo que estuvo a punto de ser golpeado por unos bravucones, se muestra bastante compuesto a su lado.
Toman asiento en la mesa de la ventana. Al poco tiempo, un mesero les trae los menús, pero Katsuki sabe qué pedir y se adelanta a ordenar un plato de curry extra picante.
El hombre lo ve sorprendido por su rapidez e igualmente se apresura en pedir un plato de curry con menor cantidad de picante que el suyo.
El mesero se fue. Ahora, estaban Katsuki y el desconocido.
Otro silencio se formó entre ellos.
Katsuki puede sentir la incomodidad surgir entre ellos como un salpullido que si lo rasca comienza a crecer y es sumamente molesto.
Quiere evadir el silencio a toda costa.
—¿Qué hacías para que te atacaran esos inútiles?
El hombre alza la vista, asombrado.
—Sólo estaba caminando y de la nada aparecieron en forma de círculo para que no escapara— Responde. Sus manos trazan la narración, siguiendo la par de sus palabras en una secuencia expresiva.
—Tienes un portafolio— Apunta Katsuki. —Asumo que ibas saliendo del trabajo.
El hombre pone cara de «¿Cómo supiste?». Es graciosa. Katsuki aguanta la risa que busca emerger de su cuerpo.
Piensa que el sujeto al que salvó es muy expresivo. Como un libro abierto, compara. No oculta nada con sus gestos y sus ojos que hablan.
—Sí, iba saliendo del trabajo— Añade.
—¿En qué trabajas?
—Soy editor. Me dedico a editar los trabajos de los escritores…
—Sé qué es un editor, tonto—Interrumpe.
—Sí, pero iba a decir a qué me dedicaba.
—No quiero saberlo—Frunce el entrecejo en un nudo.
—Entiendo— Afirma; no se ve para nada ofendido. A Katsuki eso lo sorprende. —¿Puedo saber a qué te dedicas tú? Si no me quieres decir, entiendo perfectamente que apenas nos conocemos. Completamente válido. Tampoco te he dicho mi nombre, o mi edad… sí parecemos extraños.
Katsuki estuvo por perderse en el pozo sin fondo de sus palabras, pues la velocidad con la que ejercía su manera de dirigirse a él iba mayor a su comprensión. Parece que su cerebro va más rápido que su cuerpo; en este caso, su voz.
—Hablando de las presentaciones. Debemos presentarnos.
Seguía hablando. Su mente recobra el sentido de lo que el hombre alardea y alardea. Su voz tiene un tinte extraño que se mete entre sus tímpanos, muy similar a una caricia suave en la piel. Su voz baila con efusividad, entremezclándose. Por alguna razón no le irrita tanto su voz como pensó.
—Mi nombre es Izuku—Presenta, señalándose a sí mismo con ambas manos. —Izuku Midoriya. ¿El tuyo?—Lo apunta con la mirada.
Katsuki aprieta los dientes, sintiendo que está en una cita a ciegas, pese a no serlo; distaba mucho de serlo.
—Katsuki— Pronuncia flojamente.
—Katsuki—Repite; su nombre suena tan suave a través de su voz. Sus amantes nunca le hablan con esa suavidad esperada en ellas; por lo general, pronuncian su nombre como si buscaran apropiarse de su persona, su mismísima intimidad. Decirle a alguien por su nombre supone un acto íntimo, seguro. Y él no es posesión de aquellos que osan pronunciar su nombre.
Oírlo decirle por su nombre se siente extraño.
Sacude esa extrañeza de su cuerpo.
—Bien, Katsuki— Dice Izuku. —¿Cuántos años tienes?
—21—Vuelve a emplear flojera en su respuesta. Este hombre. Izuku. No parece estar incómodo o molesto con su arrogancia. Se ve inmutable desde su lugar.
Los ojos de Izuku se abren de lleno. —Vaya— Suspira asombrado. —Soy mayor que tú. ¡Por quince años!
—Eres un viejo—Sonríe burlón.
—¡¿Yo?!—Se sobresalta.
Su sonrisa se amplía más.
Izuku es gracioso.
—N-no soy tan grande—Lo ve ruborizarse. —Tengo treinta y seis años. No me considero alguien tan grande. Muchos dicen que es una buena edad—Otra vez mueve las manos en un gesto desesperado por sacar la maraña de palabras que brotan de sus labios a una velocidad alta. Supersónica. —No me siento viejo. Al contrario, siento que tengo mucho que dar todavía—Hace puños con ambas manos y la expresión de determinación que pone le da risa. Vaya persona que terminó por encontrarse ese día: A un idiota muy hablador.
—Sí, sí. Que eres un viejo. Ya entendí.
—¡Ah! ¡No, no soy un viejo!—Chilla escandalizado. —Son treinta y seis años— «Treinta-y-seis» lo enfatiza con una energía hilarante, a la que Katsuki sonríe mofado de su actitud. —Treinta y seis. No es mucho.— Profiere. —Me siento fantástico. Te lo juro. Puedo moverme sin problemas— Flexiona los brazos y los extiende con facilidad.
—Ya veo que los viejos se pueden mover muy bien—Dice sarcástico.
Izuku lo mira incrédulo; con la boca abierta y los párpados arriba.
No pudo contenerse más y soltó una risita.
—C-cambiando de tema— Izuku tiene cara de que trata desviar el tema, pero Katsuki no quiere soltar la situación todavía. Le causa mucha gracia los gestos de aquel hombre. —No me dijiste a qué te dedicas precisamente. Me gustaría saber qué haces.
—¿Por qué?—Inquiere, repentinamente alerta de cuál es la intención de Izuku.
¿Acaso lo quiere conocer?
—Para poderte encontrar— Confiesa; sus mejillas se tiñen de rojo escarlata. Es brillante, distintivo. —Entiende que te acabo de conocer no hace más de una hora— Añade a falta de respuesta por parte de Katsuki. —Y que piensas que voy muy deprisa con mis preguntas y que doy muchas vueltas cuando trato de llegar a algo.
—Es lo que veo. Apenas te entiendo.
—Lo siento— Murmura precipitado. —Es un hábito mío. Tiendo a dar vueltas cuando hablo. ¿Lo ves?—Señala sonriendo. —Lo estoy haciendo ahora mismo. ¡Lo siento! De seguro, te estoy aburriendo.
No tanto como pensaba. Se dice. Eso no quita que sea un idiota.
—Llega al punto—Apresura.
—¡Sí!—Reacciona. —Quiero saber a qué te dedicas para poderte contactar… en caso de que necesite hablar contigo o verte. Lo que sea. Sólo quiero tener una referencia tuya para encontrarte—Lo mira a los ojos con una sinceridad flagrante. Una sinceridad que hipnotiza. —Aunque si no quieres, lo entenderé. No volveré a insistir después de esta comida de agradecimiento por haberme ayudado.
Antes de que Katsuki pudiera pensar qué decirle, la comida llegó a la mesa. El olor picante, espeso, humeaba el derredor de la mesa, creando una atmósfera tranquila, pese a las declaraciones echas por el hombre que acaba de conocer.
Y todavía que le resulta extraño toda la entera situación, Izuku no le causa un desagrado mayor que el de pensar que es un idiota y un inútil.
Sólo lo pone a reflexionar un poco sobre la mala suerte con sus amantes junto con el contraste de lo sencillo que resultaba tener una conversación con alguien.
La caballerosidad de sus actitudes lejos de irritarlo, brindaban confianza. Katsuki toma los palillos y comienza a comer. El hambre lo estaba matando y el curry de ese lugar es sublime.
—Anda. Come— Le dice a Izuku tras la espera de su parte.
Izuku toma los palillos y lo imita.
—No me dedico a nada en específico— Habla de pronto. Las orbes de Izuku se dirigen a él. —Sólo hago lo que esté al alcance o me garantice algún tipo de beneficio. Hago trabajos aquí y allá.
—¿Estudiaste una carrera?
—Nada de eso. Después de la preparatoria mi vida estudiantil acabó—Clarifica.
—¿No había algo a lo que te querías dedicar?
Hacía mucho tiempo que no le habían preguntado a qué quería dedicarse que olvidó la razón por la cual abandonó los estudios y se propuso a vivir en total libertad.
Ah… sí.
Le desagradaba ser el centro de atención del grupo. El mejor. De igual manera, no le diría totalmente a lo que se dedica porque ese trabajo no va con su imagen. Sí, además Izuku es un extraño. Un desconocido que recién vio. No le confesaría los secretos de su vida en aquella mesa, o en cualquier otra.
—¿Katsuki?
El par de irises verdes aguardan por oírlo. Katsuki gruñe al verse perdido consigo mismo que la comida sigue humeando delante de él y sólo lleva unos bocados del picoso curry. Toma otra cucharada y pasa un enorme bocado del curry para despejar su mente de aquella pregunta.
—No te incumbe— Espeta en tono brusco.
Izuku pestañea un par de veces y continua comiendo, sin presionar el tema. Hasta eso, era muy respetuoso con sus respuestas.
Terminaron la comida e Izuku pagó por todo. Una vez salidos del local, Katsuki estuvo por marcharse sin despedirse, mas Izuku lo retuvo del brazo, sorprendiéndolo.
No esperaba que Izuku fuera a detenerlo. O tal vez sí.
Repentinamente, contuvo sus músculos tanto como es posible. Los pensamientos se le bloquearon al ver la solemnidad con que Izuku lo ve encerrado en esos ojos expresivos clavando miradas con los suyos rojos.
—¿Qué quieres?—Inquiere Katsuki.
—Ten— Izuku saca algo del bolsillo de su traje, lo que parece ser una tarjeta de presentación y se la ofrece. Katsuki la mira fijamente. No sabe si tomarla o rechazarla; entonces, prefiere ver expresión de Izuku en busca de respuestas. Está sonrojado, pero sonriendo amablemente. Katsuki advierte su pecho dar un vuelco. —Sé que nos acabamos de conocer y que te he pagado una comida como agradecimiento por haberme salvado de lo que pudo ser un accidente. Pero— Carraspea. Asiente para sí mismo, dando un paso más cerca de él. —Me gustaría que tuvieras mi número, en caso de que necesites algo. Lo que sea. Por muy pequeño que sea. Estaré dispuesto a ayudarte. No tienes idea de lo agradecido que estoy por lo que hiciste esta tarde. Me has salvado de un despido si perdía lo que tengo en este portafolio—Señala el portafolio que está del brazo contrario. Suspira aliviado. —Es un escrito de un libro que estamos pensando en publicar. Pero esa no es la intención de mi ofrecimiento—Sacude la cabeza. —Mi intención es que me contactes en algún momento.
Sin pensárselo, arrebata la tarjeta de sus manos y la mete en el bolsillo del pantalón. Fue un acto inesperado.
Izuku se apresuró en sonreírle ilusionado.
—Espero recibir tu llamada en algún momento— Expresa. —Eres un chico muy amable y muy bueno conmigo. Muchas gracias—Otra sonrisa surge de sus labios y es luminosa. Sus mejillas sonrosadas contrastan con la piel blanca y las pecas negras que cuelgan sobre sus pómulos.
Katsuki se siente extraño.
Ese hombre, Izuku, le habla con tanta familiaridad, que por inercia aceptó la tarjeta. Ni siquiera planeaba aceptarla. Se advierte enrojecer del rostro, luego de aquella sonrisa plasmada en sus labios y haberlo visto marcharse a toda prisa.
Sin duda, tiene que ser una broma.
No puede pasarle eso luego de haber recibido incontables veces las mismas frases para después ver la sinceridad de Izuku plantarse frente a él con una firmeza y disposición admirables.
Le cabrea cuando las personas son así con él.
Le cabrea haber agarrado la tarjeta.
Le cabrea considerarlo siquiera para haber aceptado su ofrecimiento.
Le cabrea conmoverse con la facilidad de Izuku para hablar con él.
Gruñe.
No tiene ni palabras para describirlo.
Ese estúpido logró ablandarlo un poco.
Un poco.
Por la noche, lanzó la tarjeta por el suelo, molesto consigo mismo y la osadía de Izuku. Cómo osa meterse en su vida y darle una manera de volver a verlo.
—Ni creas que te llamaré— Murmura al aire. —¡Con un carajo…! ¡No lo haré!
Pasó una semana, luego dos, después tres hasta convertirse en un mes de haber conocido a Izuku. Y a esas alturas de su joven vida no puede creer que todavía tiene la maldita tarjeta de presentación del imbécil en sus manos.
Tiene que ser una broma. Se vuelve a decir. Tiene que ser una broma por andar pensando aún en ese inútil.
A partir de ese día su mente se ha negado a borrar la imagen de su rostro bañado en pecas y su manera amable de mirarlo. Carajo. Lo que menos puede olvidar es su voz. Esa voz de tonalidades agudas y graves que danza con cada frase que dice salpicadas con las emociones experimentadas en el momento.
Trató de convencerse que pronto se le pasaría. Pero no fue así. Se veía a sí mismo buscando a Izuku en el mismo barrio en que lo vio rodeado por esos bravucones que tampoco ha vuelto a ver y ni piensa verlos.
Gruñe.
Mueve las tijeras entre los mechones de su cliente, frunciendo el ceño. Esa era la profesión que no quería compartir con Izuku, porque le parecía bochornosa.
Los cabellos iban cayendo uno a uno por entre sus dedos.
—¿Puedes cortar las patillas? Me molestan— Le dice el cliente de mediana edad. Es un poco mayor que Izuku, piensa. Pero no tiene tanto pelo como él, recuerda. Izuku es una mata de pelo.
Asiente.
—¿Alguna otra petición?— Ofrece en tono brusco.
—Este… no. Sólo serían las patillas lo que me urge que desaparezcan— Ríe. Es una risa estridente. Katsuki hace una mueca. Este hombre, aunque sea un cliente, no tiene ningún parecido a Izuku.
Termina con el cliente tras hacerle desaparecer las patillas. En su descanso, le surge un hambre voraz; entonces sale de la peluquería aprovechando que finalizó su turno. Tendría toda la tarde para comer y dormir si así lo quisiera. Rondó por las calles en busca de un buen local de comida picante, hasta dar con un 7-eleven, donde sabe que tienen amplio repertorio de ramen instantáneo.
—¿Katsuki?— Detiene su pie en el aire. Esa nota aguda de voz lo devuelve a un recuerdo no muy lejano y su corazón se exalta. Salta de su pecho y regresa, palpitando efusivamente.
Katsuki gira y lo ve.
—¿Izuku?
—¡Ah! Sí eres tu— Confirma. Su sonrisa amable lo encandila. —Qué gusto verte. ¿Cómo has estado?
—¿Qué haces aquí?—Lo señala con el dedo.
Está muy sorprendido por haberlo encontrado en sus rumbos. No esperaba ver a Izuku tan cerca de su casa. Traga saliva, sopesando sus manos en un arrebato por distanciar la inmensa gama de emociones que lo consumen.
—Vivo por aquí—¡No es cierto!. —¿Tú también vives por aquí? No te culpo. Esta es una buena zona para vivir. Tienes todo a la mano sin necesidad de ir tan lejos.
—Es que eres un viejo—Espeta.
Izuku abre la boca, perplejo. Le toma medio segundo recomponerse del adjetivo. —¡Katsuki!— Exclama. —No soy un viejo. Treinta y seis años es una buena edad—Hace un puchero, fingiendo estar ofendido. Katsuki se siente menos apresado por la ola de emociones que se empapaban en su cara y comienza por relajarse. —Cambiando de tema ¿Venías a comprar algo?
—Ramen.
Izuku sonríe.
—¡Yo también! ¿Te parece si vamos juntos?—Dice a la vez que abre la puerta del 7-eleven y hace a Katsuki entrar primero. Se abochorna; no suele estar acostumbrado a la gentileza de otras personas. —¿Qué ramen comes? A mi me gustan los que no tienen tanto picante.
—Los viejos no tienen tanta tolerancia al picante—Obvia.
Izuku hace un puchero. Toma el ramen con menos picante de la estantería y va a hacer fila. Katsuki sonríe de lado. Agarra su comida de la misma estantería y hace fila a lado de Izuku, quien mantiene su mohín a la vista.
—Ya quita esa cara. Asustas a la gente.
—¡Katsuki!
—¿Qué? Es la verdad. Te ves horrible—Mofa con una risita.
—Bueno, tu te ves bien— Dice, paralizando a Katsuki en su sitio. El matiz que pinta las mejillas de Izuku lo sacuden de pies a cabeza.
Quiso replicar, pero Izuku ya se encontraba pagando en caja. De pronto, lo ve coger su bote de ramen y paga por él también, sorprendiéndolo.
Habían pagado por su comida una segunda vez. Y por el mismo hombre.
Se acomodaron en la barra del 7-eleven a prepararse el ramen. Una vez sentados en las sillas, comenzaron a comer. El ambiente de afuera es ruidoso, a comparación de la placidez de adentro.
Izuku se puso a conversar con él sobre ellos mismos, tratando de conocerse. Resultando esto en que terminaran por encontrar pequeñas coincidencias entre sus personalidades opuestas. Entre estas, tenían en común el gusto por las películas de superhéroes, así como el coleccionar la mercancía de dichos superhéroes y presumirlas sin vergüenza en la cara del otro.
Tuvo que admitirse que pasó por el mismo efecto que la primera vez con Izuku. Las mismas sensaciones, la ola de emociones, el vuelco en el pecho, el ligero sonrojo de las mejillas. Todo apuntaba en dirección a ese hombre de treinta y seis años de nombre
«Izuku».
Katsuki no sabe cómo se llama eso, mas sabe que no puede dejar ir las oportunidades que rara vez se le presentan; y, si se tiene que aferrar a Izuku para entenderse, lo hará sin dudarlo.
Sea el nombre que tenga es algo que no puede describir, ni poner en palabras. Cualquier protesta que tenga muere en sus labios.
—¿Vas al trabajo?— Le pregunta a Izuku.
—¿Hm?—Asiente. —No. Me dieron la tarde libre, por suerte. He tenido mucha carga estas semanas con la nueva autora y apenas me da tiempo para descansar.
—Hm.
No quiere admitir, ni por asomo de duda, que está ligeramente complacido de realizar que Izuku dispone de tiempo libre para estar con él.
Sacude la cabeza, arrebatado por la pequeña posibilidad presentada.
—¿Tú tienes trabajo…?— La pregunta bailó en el aire sin llegar a concluirse.
—No…
Katsuki ruboriza irremediablemente sin poder frenarse. Ve que Izuku por su cuenta, está muy compuesto a su lado, pese a ese nerviosismo en su voz.
—¿Quieres pasar un rato más?
¿Acaso Izuku quiere prolongar el tiempo juntos? Y de ser así, Katsuki apenas puede ponerse un alto cuando las pesquisas de su pasado le hacen una mala jugada. Le recuerdan lo pésima pareja que es y la compañía tan superficial que puede proporcionarle a otros.
Él sabe que Izuku le pregunta esas cosas por cortesía, porque es amable. No porque realmente quiera pasar la tarde a su lado.
—Si no quieres, me iré a casa a descansar— Anuncia Izuku, ante su prolongado silencio. —He pasado un buen rato a tu lado— ¿Qué dijo? ¿Un buen rato a su lado? Un vuelco emerge de su pecho. Salta. Rebota. No entiende mucho sobre esas sensaciones, pero su mente exclama que es inaceptable permitirse dejarlo marcharse cuando procesa todo lo que le pasa en su compañía. En cuanto ve a Izuku girarse luego de despedirse, su interior se oprime. Percibe el universo aplastarlo. Devorarlo con sus garras, sus ataduras. Lo único que sabe y quiere, quiere realmente, es volverlo a ver.
De un impulso, comienza a correr tras la dirección a la que Izuku se marchó. Su respiración entrecortada rebobinaba su cuerpo, su estado de ánimo extático. Ve la cabellera verde y no puede evitar gritarle—¡Oi! ¡Idiota!— La espalda de Izuku se tensa, de pronto gira. El pecho le vuelve a saltar. Su cuerpo entera estalla en un torbellino de emociones. Es la primera vez a sus veintiún años que desea alargar el tiempo a lado de ese idiota llamado Izuku. —¡Me gustas!— Confiesa todo lo que lleva atorado. —¡Sal conmigo!—Grita con todas sus fuerzas que se estremece. E Izuku se sobresalta.
—¡Sí!—Reacciona, medio segundo después de su grito.
Un extraño silencio da lugar en los ruidos de sus gritos. El corazón de Katsuki es sonido que lo devuelve al presente, a la realidad. Los tímpanos amartillan contra su cerebro y es éxtasis total.
—¿En serio?— Balbucea sorprendido.
—Espera, qué— Escupe Izuku, boquiabierto. Luce pálido, tratando de agarrar el hilo de la situación, inútilmente.
—¿Saldrías conmigo?
Izuku empieza a murmurar una serie de palabras que no oye. Está feliz. No presta atención a lo que Izuku dice. El sonido de su voz desvanece virtualmente, mientras se hunde en su goce.
De pronto Izuku calla al verlo sonreír ligeramente y aprieta los puños, enderezándose.
—Sí. Está bien—Accede.
Ahora sí tendría una excusa de ver a Izuku cuando quisiera.
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NOTA: Inspirada en el manga de "Saenai Ojisan to Oresama Yankee-kun".
Esta es la primera parte del one-shot. Subiré la siguiente parte en la semana o cuando la tenga lista.
