"Coincidencia del destino (Parte 2)"
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Luego de haberle pedido a Izuku que saliera con él transcurrieron unos días, suficientes para que Katsuki agarrara la tarjeta de presentación de Izuku y lo añadiera a su lista de contactos.
«Idiota» Le puso.
Es cuestión de gusto haberle puesto de esa forma. Lo que había hecho era un acto insólito. Nada que ver con él, pero aun así le bastaba para encontrarse lo bastante satisfecho consigo mismo.
Ver el contacto de Izuku desde su celular ya era una dosis de felicidad. Su dosis de felicidad. Bien podría decirse que ese gusto por haber querido estar a lado de alguien muy fuera de sus estándares agrega una fuente de diversión, de madurez, de una poción de atracción y euforia que carecía de con sus antiguas conquistas.
Así pues, está complacido consigo mismo por haberse topado con un idiota como Izuku en sus momentos desagradables.
Sin embargo, los clientes llegaban, se iban y Katsuki continuaba sumido en sus pensamientos.
¿Llamaría a Izuku? ¿O no?
He ahí su dilema.
No quiere parecer tan desesperado por verlo. En primera instancia porque no sabe qué decirle para poderse ver; y, en segunda, Izuku no puede llamarle puesto a que no le dio su celular.
Está en desventaja por haber perdido dos oportunidades de darle su número. Aprieta el celular contra su palma. Es un calor intenso el que lo somete a divagar entre su estúpido dilema.
Detesta su falta de iniciativa en momentos como ese. Pausa el impulso múltiples veces para no gritarle a uno de sus clientes sobre por qué carajos no puede marcarle a su novio. Nuevo novio. Primer novio.
Se crispa cuando ve a sus tres amigos reflejados en el vidrio de la ventana de la peluquería. Esos idiotas lo fueron a buscar, dada la razón que desapareció del radar.
Sale del local, echo una furia.
—¿Qué hacen aquí?
—Vinimos a verte porque no contestas a nuestras llamadas— Bufa el pelirrojo. Kirishima. Su mejor amigo desde la preparatoria.
—Sí, de pronto desapareciste— Sigue el rubio. Kaminari. Su otro amigo de la preparatoria. Un maldito escandaloso y un completo idiota.
—¿Qué les importa si no les hablo en unos días?— Inquiere fastidiado.
—Claro que importa— Espeta Kirishima.—No sueles hacer eso. Dinos, ¿Ha pasado algo?
Katsuki gruñe desde la garganta.
—Nada.
—Te podemos ayudar, sabes, bro— Dice el de cabello negro. Sero. Otro maldito escandaloso y un completo idiota.
—No necesito ayuda—Escupe.
Los tres lo miran consternados por su actitud, mas intentan inmiscuirse en sus asuntos, los cuales Katsuki se muestra reticente a darles información sobre los eventos del pasado mes; no se siente preparado para decirles que tiene novio, porque reconoce que ellos saben que a él le gustan las mujeres y no los hombres.
Siente mucha frustración al no poderles decir enteramente lo que pasa en su vida. Estar en una situación donde todo es nuevo le da inseguridad comentarlo en voz alta; comentarlo y que sus amigos lo oyeran y emitieran sus opiniones. Katsuki detesta recibir esas respuestas que posiblemente podrían darse de esa manera por parte de ellos cuando no estaba listo para escuchar eso.
No obstante, decide ir a comer con ellos en su descanso. De todas maneras, llamar a Izuku puede esperar, en dado caso a que los nervios se esfumaran de su cuerpo. Aunque eso no ocurra en algún momento cercano.
Comieron comida tailandesa a unas cuantas cuadras de la peluquería. Estar acompañado de sus fieles amigos lo ayudaron a distraerse y permitirse pasar el rato.
Por otro lado, cuando se despidieron, estos se miraban más tranquilos con su mejorado aspecto y estado anímico menos hostil que el de antes de comer.
Sin embargo, ofrecieron estar ahí para apoyarlo en caso de que aquello que tiene en su mente llegue a molestarlo en demasía.
—Cuentas con nosotros— Le dijo Kirishima poniendo una mano sobre su hombro, reafirmando lo anteriormente dicho.
—Te podemos ayudar en lo que sea que necesites, en serio—Asegura Kaminari a la par de Sero.
Katsuki pone los ojos en blanco. —No creo necesitar su ayuda.
—Insistimos— Dice Kirishima en tono tenaz. Aprieta su mano contra su hombro, honorando su palabra. —No te calles lo que tienes guardado. Se te nota en la cara lo que estás guardando.
—¿Hah?—Vocea ligeramente incrédulo. —¿Qué me estoy guardando?
—Lo que sea, Bakugo— Cerciora su amigo pelirrojo. —Sabes que nos puedes decir lo que sea—Sonríe.
La confianza que sus amigos le tienen lo hace sentir menos miserable por los nervios que caen sobre él como losas.
Cuando se fueron, obtuvo el valor que carecía a raíz de sus ansias y agarra el celular para presionar el contacto de Izuku.
El sonido del otro lado del celular suena. Retumba contra sus tímpanos. Traga saliva, cerrando los párpados fuertemente.
—¿Hola?
La voz de Izuku rebota en el comunicador. Se le atoran los pensamientos, las emociones lo rebobinan, desajustándolo del valor que recién obtuvo.
Siente que las palpitaciones de sus ansias lo devoran.
—¿Quién es?
—Izuku— Pronuncia mediante una breve y abrupta exhalación. Desconoce los matices de sus emociones delatarlo.
—¿Katsuki?— Pregunta. —¿Eres tú?
—¿Quién más, idiota?
—¡Katsuki!— Exclama deleitado. —Me llamaste—Lo dice con mucho gusto. —¿Cómo has estado?
—Estoy bien—Refunfuña. No quiere mostrarse vulnerable, aunque es una ventaja no ser visto en persona.
—¿Qué puedo hacer por ti?—Ofrece en ese tono amable que lo pone en el borde.
¿Qué puede hacer por él?
Todo.
—Ven al 7-eleven— Ordena. —Esta tarde.
—¿Eh?
—En cuanto salgas del trabajo vienes, ¡Lo más pronto posible!
—¡Sí!— Grita en respuesta.
Katsuki cuelga sin despedirse. Las palpitaciones no se detienen, resollando por los aires. Por esa misma razón, siente que estallará de felicidad; es abrumador haber oído su voz, pese a no ver un ápice de su rostro en días. Días que para él fueron semanas largas y anchas, envueltas en pelo de sus clientes y ramen instantáneo.
Sí, una manera fantástica de pasar el tiempo.
Sin más dilación, llega al 7-eleven con las piernas temblorosas, la cabeza en miles de direcciones que podrían ocurrir. Imagina que Izuku lo abraza por detrás en un acto de sorprenderlo. Imagina que aparece frente a él, sonríe diciendo cuánto lo ha extrañado desde su último encuentro. Imagina que tomará sus manos, y las apretará reafirmando sus sentimientos por él. Imagina que caminarán por las calles de la zona residencial tomados de la mano.
Esos escenarios hacen que su corazón se agite.
Sopesa sus manos, balanceando sus pies empleando su peso en cada uno; estar inmerso en ensoñaciones es una cuestión a la que no suele estar acostumbrado a recurrir.
Cuando avista la cabellera verde aparecer en su rango de visión, desaparecen las imaginaciones y los pensamientos en relación a su encuentro.
La sequía en su interior desvanece cuando la lluvia cae encima de sus raíces secas y agrietadas que colman su impaciencia sobremanera.
—Katsuki— Pronuncia aterrizando en su cercanía. —¿Cómo estás?¿Llevas mucho tiempo esper-
—Andando—Interrumpe tajante, dando la vuelta.
—¿Adónde?—Dice nervioso.
Entra al 7-eleven, siendo seguido por este. Oye el sonido torpe de sus pasos a sus espaldas y sonríe al saber que pone a Izuku así.
—¿Vas a tomar algo?— Inquiere, a la vez que prepara una bebida fría para calmar el calor intenso que invade su cuerpo como un salpullido.
—¿Eh? ¡Oh! ¡Sí!
—¡Apresúrate!
Izuku brinca hacia atrás, sobresaltado. Es un adulto muy nervioso, piensa. Se sorprende por cualquier cosa que le dicen.
Él compra su bebida y sale a esperar a Izuku. No tiene la más mínima idea de cómo lidiar su encuentro o cita, o el nombre que tenga. A Katsuki no le interesan las etiquetas.
Izuku sale a los minutos en que Katsuki devora la bebida. Poco hace en bajarle la temperatura, pues cuando Izuku sale su temperatura corporal sube nuevamente; es abrumador. Ruborizado, regresa su atención a la bebida, sin dedicarle una sola mirada a Izuku; al menos, no de momento.
Sería mucho para él hacerlo.
De pronto, Izuku comienza a hablar acerca de su vida fuera del trabajo. Comenta que rara vez tiene tiempo para él mismo y esos encuentros con él lo distraen mucho de sus responsabilidades. Dice que es algo bueno.
Sonríe para sus adentros ante la realización de ser parte de su vida. Ser integrado en su vida.
Pasaron el resto de la tarde hablando y conociéndose más, se dieron cuenta que tenían en común muchas opiniones compartidas. Desde el gusto por el actor All Might hasta las películas favoritas del mismo actor sobrepasaban cualquier conversación que había tenido con sus amigos.
Nadie tiene el mismo gusto que él en cuanto a películas respecta(más que Izuku). Es increíble las coincidencias que tienen, pese a ser tan diferentes en cuanto a personalidad, puesto a que sus personalidades diferían mucho de ser parecidas.
A partir de ese día quedaron de verse más veces. Cada cita mejor que la anterior. Katsuki se sentía más y más atraído por Izuku a niveles inimaginables, dado al impulso de querer pasar el tiempo a su lado. Volverlo a ver. Esas cosas que no suelen pasarle, porque casi nadie le interesa más que él mismo.
Aunque por otro lado, llegó a la realización de que no habían tenido un beso desde que empezaron a salir, por lo que en su siguiente cita se propuso obtener un beso de su parte.
Para esas instancias, se percató de sus sentimientos tanto intensos como efusivos respecto a Izuku y por eso decidió que se besarían tan pronto como tuviera una oportunidad de hacerlo.
Vio a Izuku en el habitual 7-eleven, compraron una bebida fría y salieron a caminar por la cuadra bajo las luces prominentes de la tarde. Tiene las manos entrelazadas, balanceando sus imaginaciones con la intención de evitar que sus gritos salgan de su garganta y espanten a Izuku con toda esa maldita incoherencia que estando bajo presión suele decir.
Tomaron la bebida fría. El viento sopla gélido, pese a estar a finales del verano. Izuku camina por delante de él, riendo y relajado, mientras degusta sorbos de la bebida. Por un instante, dice algo que lo exalta ("Me gustaría que me dijeras a qué te dedicas, porque nunca me lo dices"), a lo que estrelló su cuerpo contra la espalda de Izuku, quien de un rápido movimiento, gira, lo agarra del brazo para recuperar su equilibrio y es entonces, que el rechazo de ser tocado tan de repente lo abrumó tanto que empujó a Izuku, resultando esto en que el contenido líquido del vaso de Izuku cayera sobre su playera.
—¡Mi playera, imbécil!— Escupe.
Izuku palidece, escandalizado.
—¡L-lo siento! ¡Fue un desliz! ¡Lo siento!— Chilla. Trata de quitarle el contenido líquido manchado en la playera inútilmente, pero es imborrable. La mancha se expande entre más busca quitar la impureza.
—¡Ya déjame!—Gruñe. —Si sigues así te golpearé.
Si dejo pasar más tiempo no se podrá quitar la mancha, piensa. Necesito apurarme en irme a casa.
—¿Te parece si vamos a mi casa y te la limpio?
¿Huh?
Pestañea.
¿Qué dijo?
¿Ir a su casa?
—Sí, vente— Incita.
Sin poderse negar, acepta. La curiosidad de conocer el lugar donde vive Izuku es demasiado intensa como para dejarlo pasar con una patética excusa de que podrá limpiar su playera hasta que llegue a casa.
Para entonces, la playera estaría a un punto en que ni con el mejor jabón de limpieza se borraría la mancha .
Sin más, llegaron al departamento de Izuku, que era bastante acogedor. Los espacios pese a ser pequeños las cosas caben perfectamente unas con otras. Es justo como imaginó que el lugar en que Izuku residía sería.
Con una sonrisa de complacencia se dejó guiar por este rumbo a su habitación. Una cama de tamaño para una persona reposaba alrededor de unos libreros enormes de cinco estanterías lleno de libros de varios colores y tamaños.
—Puedes sentarte donde quieras—Indica.
Katsuki escoge la cama, justo en la orilla. Sus piernas flexionadas descansan sobre la colcha de color marrón claro. La solemnidad de la habitación rayaba en la sobriedad y la distinción (a su ver) de que la persona con la que decidió salir no es alguien joven, de ningún modo.
Izuku salió de su habitación, regresando al cabo de unos instantes con camiseta en mano. —Ten, póntela—Ofrece. —Pásame tu playera para lavarla.
—¿Quién te crees que eres para decirme qué hacer?— Refiere.
Está tan nervioso que apenas puede disimularlo.
—No me voy a tardar en lavar tu ropa— Asegura.
Katsuki enarca una ceja, sospechoso.
—Te lo juro— Promete. Él se despoja de su playera, tras decirle a Izuku que ni se le ocurra verlo sin nada arriba; pese a ser hombres, siente una gran vergüenza mostrare a Izuku su cuerpo en un acto íntimo. Le tiende su playera, luego de ponerse la camisa que Izuku le trajo. —No tardo—Avisa y marcha a otra habitación.
Mientras tanto, toma asiento en la cama, mira con reticencia la camisa de color azul marino, holgada sobre su piel, apenas rozándola.
La lleva a sus fosas nasales e inhala el aroma que desprende frondosamente la ropa.
Huele a viejo, piensa. Cierra los ojos e inhala nuevamente. Es el olor de Izuku. Ruboriza.
Su corazón se hincha embelesado. En las semanas que lleva conociendo a su pareja no ha olido tan cerca su olor que invadiera todo su olfato.
Se regodea gozoso.
El momento de privacidad consigo mismo se ve interrumpido cuando Izuku regresa a la habitación. Katsuki se exalta visiblemente. —¡Oye toca antes de entrar!
—¡Pero es mi habitación!— Replica.
Dentro de su incredulidad toma asiento a lado de Katsuki. Mantiene sus manos sopesadas sobre su regazo. Sus verdes ojos mirando a los lados en búsqueda de alguna especie de señal o tema de conversación, mas fallaba, puesto a que ve nítidamente la frustración combinada con el nerviosismo del contrario.
El silencio se vuelve atronador. El sonido de sus palpitaciones erráticas, aumentan conforme siente el recorrido turbulento de su corazón bombear sangre por todo su cuerpo, que tiembla de la emoción. Tiembla por la novedad de la situación.
Traga saliva, dispuesto a romper el silencio.
—¿No vas a besarme?— Demanda con cierta obviedad en su tono.
Izuku salta hacia atrás, sorprendido.
—Qué.
—Llevamos saliendo más de cuatro meses y no nos hemos besado— Prosigue en el mismo tono. —Lo más lógico es que ya me hubieras besado.
Oye a Izuku pasar saliva, abriendo de par en par las orbes de sus ojos. Sus pupilas se clavan en las suyas, vacilantes. Los pómulos de sus mejillas se bañan de rosa, extendiéndose por las prominencias de sus pecas.
—V-vaya…—Exhala inquieto.
—¿No me vas a besar?— Exalta.
—N-no es eso.
—Entonces, ¿Qué estás esperando? ¡Bésame ya!
—Es que, bueno, yo no sé, no estoy seguro—Titubea.
Katsuki acorta la distancia, determinado en alcanzar su meta. No permitiría que las excusas patéticas de Izuku lo detuvieran.
—Si no me besas ¡Lo haré yo!—Advierte de sobre aviso.
—¡No!— Irrumpe Izuku, abalanzando sus manos en sus hombros. Esta acción detiene sus movimientos. Katsuki lo escudriña, expectativo. —Lo haré yo— Concede, en una voz aterciopelada que desconocía que existía. Su corazón dio un vuelco, acelerándose.
Izuku coloca sus dedos bajo su barbilla, alzando su rostro. La seriedad inminente devastó su determinación en una mirada.
Abochornado, empuja a Izuku. Esconde su rostro, girando la cabeza hacia el otro lado. —¡No hagas esas caras de galán de telenovela!
—¿Qué?
—¡Lo haré yo!—Determina. —¡Cierra los ojos!— Ordena.
Izuku se mira sorprendido, pero obedece. Cierra los ojos y aguarda pacientemente desde su posición.
Katsuki traga saliva, se acerca a escasos centímetros del rostro de Izuku y frena sus movimientos. Está demasiado tenso que no encuentra forma de moverse y besarlo.
Los labios rosados y finos del contrario lo estremecen ante dicha vista. Sus manos tiemblan y su respiración iba acompasada por los temblores producidos por las ansias de su cuerpo.
Había besado a tantas chicas antes, pero nunca a un hombre. Nunca a un hombre que le gustara.
Cierra los ojos para acercarse, mas falla en el intento y queda paralizado por el miedo a lo nuevo. Sus nervios pueden más que su propia voluntad.
No obstante, por una fracción de segundo siente a Izuku moverse y en el momento justo en que decide abrir los ojos, sus labios perciben el contacto de otros similares tocar los suyos con gentileza y suavidad.
Una ráfaga de calor sedó su cuerpo enteramente, dejando únicamente sus labios como referentes en medio de la perdición que osaba perderlo de sus sentidos, tomando rienda suelta en el hemisferio de su barca.
Izuku fue por delante de él y besando sus labios, llega a acariciar su mejilla con pequeños trazos de sus dedos, pasando por las comisuras de sus pómulos, avanzando por la línea de su mandíbula.
Su tacto, tanto efusivo como cálido, cambia el curso de todas sus experiencia acumuladas en un solo momento. Muta a una experiencia totalmente diferente a lo que conoce.
Izuku separa sus labios de los suyos. Su aliento choca con sus labios entreabiertos; la sorpresa se hace evidente en su rostro cuando él abre los ojos y ve las lagunas verdes de sus irises contemplarlo a la espera de su reacción, en vista de que no articula nada.
—¿Katsuki?¿Estás bien?
—Cállate.
Transcurrieron unos segundos que para él fueron eternos. Izuku y sus silencios podían colmar su escasa paciencia sobremanera.
—Katsuki— Susurra, acercando su rostro a menos de un palmo del suyo. Su aliento se entrecorta ante la inmensidad de sus sentimientos desnudarlo y abrumarlo.
Tiembla, embargado por la emoción de volverlo a tener así de cerca.
El pitido venir de otra habitación paraliza a Izuku, quien estuvo por besarlo. —¡Oh!—Exclama, alejándose de él. —Ya está tu playera, Katsuki— Ríe nervioso. —Voy por ella.
—¿Huh?
Su cara se pinta de rojo, irritado. La confusión entremezclada con el disgusto de haberse interrumpido la atmósfera del ambiente solemne y conexo que tenían.
Izuku regresa diciendo que puso la playera en la secadora, al decirlo con esa sonrisa de idiota, lo fulmina con la mirada. No contempla el momento en que Izuku lo agarra de la barbilla y estampa sus labios en los suyos.
Sus músculos se tensan sin saber qué hacer con su cuerpo. Yace estático bajo el peso de Izuku, quien interpone su gigantesco cuerpo sobre el suyo, impidiéndole tener cualquier otro pensamiento que no fuera él.
Lo besa arduamente. Separa sus labios y los vuelve a besar con mayor fuerza, mayor profundidad. Él cierra los párpados, sintiendo un estallido de emociones y sensaciones agolparse unas con otras, tornando un aspecto maravilloso, sublime, inigualable e irrepetible.
Sus latidos amartillan contra su cerebro, durmiendo cualquier pulso errático que apartara su atención de lo que estaba haciendo. Siente la pasión con la que Izuku mete sus manos por sus cabellos, desbaratando sus mechones como si fueran mapas por trazar. Se entrega a ese sentimiento embalsamado de dulzura.
Había pedido un solo beso, pero se formaron más de uno solo.
Se iban acumulando con el pasar de los minutos, cifrándose ausentes del orden en que se daban o en cómo se fundía uno contra el otro en una batalla por quien besaba más.
Al separarse, respiraron el aliento del contrario, fundiéndose en los huecos que permanecían entre ellos.
Katsuki hunde su rostro en la curvatura de su cuello e inhala de él su aroma.
—¿Katsuki?— Pregunta Izuku, confundido y sigiloso en su abordaje.
—Te quiero— Murmura cauteloso. Suspira. —¿Tú?¿Cómo te sientes?
Aguarda impacientemente la respuesta de Izuku, mas no obtiene ninguna. Está por reclamar, pero los brazos de Izuku lo rodean por la cintura fuertemente.
Sus quejas murieron en sus labios.
—También me gustas— Corresponde. —Te quiero—Mete su mano y acaricia su cabeza.
Katsuki sabe que eso es sólo el inicio de un nuevo capítulo de su relación, por muy intrincada y reservada que era a raíz de la lentitud de su novio de dar el primer paso.
Katsuki sabe que podría acostumbrarse al ritmo de Izuku, pues él también disfruta de la lentitud con que las cosas se dan entre ellos.
Y cuando eso pase, sabe que será una explosión fugaz.
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NOTA: Pienso dejarlo hasta aquí.
