"Sin memoria"
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Solo un deseo perdura en la penumbra de sus sueños, aguardando el momento en que saldrá la verdad de sus labios.
Solo tiene un deseo que guarda en el centro de su corazón, para que nadie pueda tocarlo; aún queda el silencio que calla con recelo, siendo el vigía paciente que aguarda el día en que el náufrago al que tanto espera llegue.
Solo perduran esos pensamientos tan permeables como tangibles en la brecha de la soledad que acalla cualquier duda que tenga al respecto de sí mismo. Duda o dudas que suele tener si no se cree lo suficientemente capaz de ser el indicado, porque quizás no lo sea.
Solo quiere poseer esa esperanza en el sitio más recóndito de su ser, porque no quiere que nadie sepa lo que oculta entre los ceños fruncidos, los gritos, la ira, los insultos; los hombros fríos que muestra a los que lo lastiman. Solo aguarda. Aguarda. Aún no llega.
Sabe que no es suficiente para llenar los miles de huecos que él tiene y que ha acumulado con los años que llevan de conocerse. Sabe que no será suficiente en el enorme vacío que ha habitado en lo que unos llaman «amistad», pero que entre ellos lo nombran «rivalidad», aunque a él no le gustan los nombres en las relaciones interpersonales. Los nombres etiquetan, encierran algo que puede cambiar; algo que cambia todo el tiempo.
Los nombres enfrascan aquello que tiene la capacidad de modificarse y transformarse a su antojo. Lo que puede pegarse o separarse.
Sabe que Izuku es el rompecabezas que le falta. El único que necesita. El único que lo puede llenar. El único al que él puede esperar, incluso en la deriva de todo.
Izuku responde sus silencios, perdona, lo ve directo a los ojos y ve su verdad. Su verdadero yo. El yo que esconde, el yo que se flagela si él en gritos si él no está, el yo que aprendió a querer, el yo que lo hace vulnerable ante aquellos que lo quieren derrumbar.
Izuku es la pieza que falta.
Sabe cerrar sus huecos.
Con el tiempo, él también aprendió a cerrar los huecos, del mismo modo que busca eclosionar del capullo que lo resguarda en la espera.
La paciencia se agota fácilmente.
No es tan simple estar quieto en un mundo que constantemente se mueve, mientras que Izuku permanece en pausa a través de sus recuerdos. Ojalá pudiera ponerse en pausa para que la espera no sea tan agotadora, pero no cede a los factores externos. No cede a lo que los demás le dicen. No entienden a Izuku. Él sí lo hace. Nadie lo conoce mejor que él.
Es lo que los demás bastardos que hablan y hablan deben de entender. Los idiotas no entienden. Izuku no desapareció porque sí, o porque le viniera en gana hacerlo.
Izuku no es así. Se lo probó de mil maneras: cuando le dijo que lo quería, cuando tomó su mano y la apretó contra la suya creando un contacto íntimo más allá de las palabras, cuando besó sus labios y acortó la distancia mediante un abrazo cándido. Lo demostró al abrazarlo por las noches sin permitirle que tuviera frío; cuando besaba sus labios como si fueran irremplazables para él. Cuando pasaban juntos tardes enteras viendo videos de All Might que se sabían de memoria, pero aun así, Izuku analizaba las escenas.
Con un «Vuelvo pronto. Es una misión sencilla. Estaré en casa dentro de una semana» pasaron meses, mismos que fueron eternos para él, por la incertidumbre y sobretodo, porque Izuku prometió casamiento después de que el trabajo se redujera.
Lo prometió, por eso debía volver, es lo que pensaba.
Recuerda el día en que recibió la noticia de su desaparición y el cuerpo entero se le entumece. No se lo tomó muy bien. Al contrario, hizo lo posible por encontrarlo, pero pareciera como si la tierra se lo hubiera tragado. No había rastros de Izuku por ningún lado.
Se asió de la ayuda del detective Tsukauchi, quien era su último recurso y única esperanza que le quedaba a esas alturas. Izuku no pudo haberlo dejado. Solo y con el anillo de compromiso en su dedo anular.
Lleva meses solo. El detective es su compañía más próxima. Fuera de eso, sus amigos ya no están de su lado, porque perdieron la fe de que Izuku estuviera en el radar.
Quizás todos son así cuando no se trata de una promesa de por medio.
Él lo aguarda no solo por la promesa, sino porque para él, solo está Izuku. No puede ser nadie más.
No obstante, el detective y él se pusieron a buscar por todos lados los posibles paraderos en los que pudo estar o pudiera estar su novio perdido. Descartaban uno y resumían su atención en otro. Katsuki hacía lo mejor por no gritarle a medio mundo cuando patrullaba.
Realmente se esforzaba por encontrar a Izuku, porque Izuku también haría lo mismo si fuera al revés. No descansarían hasta encontrar al otro.
Mientras piensa en el siguiente punto de búsqueda, pica un poco de verduras para asarlas en el sartén, tras marinarlas un poco con sal y pimienta.
Una llamada lo detiene de su labor y va por el celular que descansa en la mesa de la sala. Es el detective.
—Qué— Contesta, entreviendo la molestia de haber sido interrumpido en la única labor que lo distraía.
—Tenemos un avance— Dice. Y su voz se oye apurada.
Su corazón se acelera.
Un avance.
Traga saliva, sintiendo cómo sus manos comienzan a temblar.
—¿Qué tipo de avance?— Pregunta con la voz tensa. Las verduras en el sartén dejaron de importar.
—Lo vimos en una de las cámaras de seguridad—Informa. —Estoy seguro que es él. Hice las pruebas de la cara y todo coincide con la foto que tenemos. Es él.
Sus ojos se aguaron, embargado por la emoción que lo asalta. Lo sacude de pies a cabeza. Nadie había creído que Izuku aún estaba en el radar, más que él. Todos perdieron la esperanza. Lo dejaron solo.
«Es él»
Resuena en su cabeza, como ecos. Deja las verduras frías, agarra su chamarra y se pone los zapatos, llevándose el celular en la mano.
Su corazón bombea con fuerza, la sangre corre por todas partes de su cuerpo en un constante vaivén que lo hace moverse demasiado veloz como para notarlo. En su perspectiva, corre con una lentitud aburrida.
Llega agitado, sudando. El detective alza la vista del computador, sorprendido por su rapidez.
—¡Muéstramelo!—Exige.
El detective se retrae, apartándose del computador, otorgándole espacio suficiente para ver la grabación. Él asoma la cabeza en la pantalla del computador, donde el detective pone en marcha el video.
Al instante, aparece la típica multitud de gente que ocurre en Japón. Las personas se movían como una masa amorfa en la pantalla, hasta que una cabellera verde rompió con la monotonía de la multitud.
Se detiene. Ahí está. Ve con sus propios ojos que ahí está. Caminando. No lo pone en repetir, aunque quisiera hacerlo. Las ansias de encontrarlo en persona, tras comprobar que se trataba del real.
—¿Dónde lo encontraste?
—En la desviación hacia Musutafu.
Conoce ese lugar como la palma de su mano.
—Pero, Bakugo. No creo que Midoriya esté ahí en este momento. Las grabaciones las tuve esta mañana.
Le dirige una mirada de indignación.
—No me digas qué hacer— Gruñe.
—Hay que ser fríos, Bakugo. No te precipites en buscarlo. Ya pondré la orden para que las autoridades nos traigan a Midoriya personalmente.
—Tsk— Chasquea la lengua.
Fue frío durante todo el tiempo en que lo buscó y le dice que sea frío ahora. Tonterías. Sale disparado de la oficina del detective, corriendo con todas sus fuerzas, impaciente, pues la espera que tuvo que pasar fue demasiada.
Llega a la desviación que se hace en las paradas de autobús cerca de Musutafu. En el instante en que arriba, se pone a vigilar los alrededores en busca de la inconfundible cabellera de Izuku. Es el distintivo que dispone en esa situación.
Inhala y exhala. Necesita calmar sus nervios; así no podrá ver adecuadamente. Las personas pasan, cada una es diferente a la anterior. Las analiza y vuelve a buscar. No se detiene a pensar en una estrategia o en un plan para encontrarlo más fácil. Solo aguarda, como había aprendido a hacer en todos esos meses en que carecía del calor de su pareja.
Estuvo frío por el invierno que dejó en él.
Busca desesperadamente el calor que extraña, el que anhela sentir otra vez, como una bocanada de aire fresco.
¿Dónde estás? Piensa. Aparece, idiota. Empuña las manos, apretando la quijada. Pasan los minutos que se convierten en horas. El sol desciende en la penumbra del horizonte, reflejando sus colores anaranjados en la plaza.
Voltea a los lados, regresa la vista, después cambia de postura en el sitio y resume su labor. No se rendirá, así tendrá que quedarse postrado en esa plaza toda la noche.
Su mano navega a su anillo. Lo toca entre la yema de sus dedos. Le da un apretón, aferrándose al recuerdo y la posterior promesa que hicieron.
Puede oler el aroma de la brisa del mar invadir sus fosas nasales, similar a una caricia. Su mano tomando la suya, caminando por la arena bajo los intensos rayos del sol. El silencio cómodo que acompasaba el ritmo de sus pasos, sumidos en la contemplación de la naturaleza.
Esa vez habían decidido tomarse un descanso del trabajo, pues había sido extenuante para los dos, y apenas tenían tiempo para estar juntos. Izuku lo llevó a un hotel con vista a la playa, a las afueras de la ciudad.
Al mediodía caminaron por la costa, admirando las vistas y los olores que habían.
«Hace un buen día, ¿No Kacchan» Le preguntó Izuku.
Él dio un breve asentimiento.
De pronto, apretó su mano, entrelazando sus dedos. A él, eso le parecía normal, pues cuando Izuku no podía contener los nervios o la emoción, apretaba su mano con fuerza.
Lo interpretó que estaba feliz por estar solos en un lugar aislado.
«Es un buen día para estar juntos» titubeó; entonces supo que había algo en su pareja.
«Habla» Pidió.
Izuku lo ojeó con esos ojos expresivos y entendió a dónde quería ir Izuku con aquella conversación. Inhaló. Izuku transmitió sus nervios en él y ya no mantenía ese porte de serenidad que momentos atrás tenía.
«Hay algo que he estado pensando durante los últimos meses» Empezó, caminando más despacio. Él escuchaba. «Hemos estado juntos por cierto tiempo, Kacchan y nos conocemos desde que somos niños. Mis sentimientos por ti no han cambiado, ni mi perspectiva de ti. Sin embargo, quiero construir algo más contigo» Se giró, tomándolo de ambas manos. Sus ojos lo miraban a él. «No puede ser con nadie más, tienes que ser tú, Kacchan» Se sonrojó al escuchar eso. También pensaba lo mismo. «Quiero permanecer a tu lado; si me lo permites» Sacó la caja del bolsillo del short, y la abrió sobre sus manos, nuevamente atrayéndolas entre las suyas con firmeza. Sus ojos lo encandilaban con la fuerza que mantenían. «Prometo ser un buen compañero…uno que nunca te abandone, uno que no te cause problemas. Bueno, porque dices que me lastimo mucho cuando trabajo, así que trataré de no lastimarme tanto para no darte tantos problemas. Lo mismo digo para ti, aunque sé que no eres descuidado en el trabajo. Tu disciplina es de admirar. Pero por mi parte, me comprometo a estar a tu lado siempre, porque no quiero separarme de ti»
Lo mismo sentía él.
No le dio oportunidad de hablar más y aceptó la propuesta sin pensarlo. Cómo hacerlo si amaba a su pareja como a nadie más.
Pero como era Izuku, tuvo que terminar su discurso con la pregunta que se hace en una situación así.
«¿Quieres casarte conmigo, Kacchan?» Preguntó con esa cara de súplica que derretía su corazón. Lo derribaba como un bloque de cemento cayéndole en la espalda.
Izuku colocó el anillo y lo abrazó indefinidamente, llorando y diciendo lo agradecido y feliz que estaba por haber dicho que sí.
Le prometió ser un compañero que nunca lo abandone. Esa promesa pesa sobre él, porque significa lo especial que era la unión para ellos dos. Lo que conlleva estar juntos con los años que tienen de conocerse el uno al otro.
Con esa determinación con que dedica a su trabajo, se puso como halcón a mirar cada rincón de la multitud que poco a poco disipaba con el pasar de las horas.
El detective aparece detrás suyo. Le advierte que no haga cosas precipitadas y que regrese a la agencia, para esperar. Él se niega con un gruñido, regresa a su contemplación. Entre el frío del invierno que invade las calles, el sol aún calienta el alrededor.
Ansía que Izuku aparezca ante él, causando el revuelo que es capaz de provocar en él.
El detective insiste e insiste, mas no cede a sus sugerencias. Lo ignora, como lo hace con las personas que lo irritan.
Su atención se bifurca cuando ve a lo lejos del centro donde él se halla, la inconfundible cabellera verde; en un abrir y cerrar de ojos, lo reconoce al instante.
Su corazón da un vuelco, acelerándose. Lo ve alejarse. Y corre. Corre a él como la nieve.
—¡Deku!— Escapa de sus labios. Suena tan duro que hace girar al contrario. Voltea y pone gesto interrogante. Sus pecas, sus ojos, su cabello, su altura, su cuerpo. Es el mismo nerd de siempre. La cara de idiota que pone lo impulsa a lanzarse a abrazar su cuello. La inercia los obliga a caerse en el suelo, encima de quien identifica como su pareja. Lo abraza, conteniendo las lágrimas que brotan de sus ojos cristalinos, henchidos de la emoción.
Siente sus manos rodear su cintura, lo palpa; sube sus manos a su cuello, toca su piel. Lo estremece. Su tacto es cálido. Le devuelve el calor al cuerpo, mientras lo abraza, refugiando su cara en la curvatura de su cuello. Huele a menta; a bosque. Es su aroma.
—Deku, Deku— Articula. Su voz se desbarata. Las duras facciones de su rostro se suavizan. No puede detener la lágrima que logra salir de su ojo. —¿Dónde estabas, idiota?
—¿Qué?— Lo oye decir, asustado.
—¡Que dónde carajos estabas…!—Separa su cabeza de su cuello y lo ve a los ojos.—¿Dónde te habías metido? Explícamelo.
—Eh, n-no lo sé— Esboza una expresión confusa. Izuku no hace esas expresiones al verlo. Se supone que debería de estar feliz, que lo abrazaría, mas no oye nada de eso.
Izuku está diferente.
—¿Deku?
Izuku se sienta, con él sobre su regazo.
—Lo lamento— Dice en un tono demasiado formal, que lo asusta. —Pero no sé quién eres.
Le toma medio segundo entender qué dijo. De eso, pasa un segundo, dos, tres, cuatro. Un minuto.
Pierde el color del rostro y siente que algo se rompe dentro de él.
Debe ser una broma.
—¿Qué has dicho…?
—No sé quién eres— Repite. Esta vez duele oírlo.—Perdí mis recuerdos en un accidente y— Se rasca la nuca, apenado. —No recuerdo nada. Acabo de llegar a Japón ayer— Apenas procesa lo que dice. Cree que es una maldita broma. Una mentira. —Por lo que veo, me conoces— Es su pareja, cómo no conocerlo— ¿Sabes quién soy? A decir verdad, muchos parecen reconocerme, pero no entiendo a qué se refieren cuando me dicen "Deku" y lo acabas de decir. Me llamaste así. ¿Mi nombre es Deku?
Su mundo se pone en pausa. Justo como hubo deseado. Ahora es él quien está en pausa.
Antes de no saber qué hacer, además de golpear a Izuku, aparece el detective para llevárselos. En el camino a la agencia, no dice una sola palabra. Está muy conmocionado por lo ocurrido momentos atrás.
Una vez llegados en la agencia, el detective comienza su interrogatorio, mientras él mira perdido el proceso con la boca sellada. No halla palabras para cuestionar, o formas de acercársele. No ha pasado una hora de haberlo visto, pero siente que aún siguen separados.
¿Por qué pasaba esto? ¿Por qué Izuku no lo recuerda?
Le duele el alma de saberlo. De entenderlo real y procesarlo en su estructura mental.
Se supone que deberían estar abrazados el uno del otro, que regresarían a casa y hablarían del tiempo perdido y de eso pasarían días enteros en la compañía del otro, recostados con las piernas enredadas y las manos entrelazadas. Mas eso no ocurría.
No entendía por qué.
Izuku se encuentra muy lejos de él, a pesar de que están en el mismo sitio.
Cuando el interrogatorio termina, el detective le da oportunidad de hablar con Izuku, quien lo espera con incertidumbre en su cara.
El primero en hablar es Izuku. No le extraña que Izuku siempre hable primero en todas las situaciones, incluso si no recuerda nada.
—Lo siento, otra vez— Inicia, centrando sus ojos en él. Siente que se estremece.—El detective menciona que tu eres la persona que mejor me conoce, y que sabrías contestar todas mis preguntas— Sonríe un poco. —¿Sabes? No ha sido fácil venir acá. Cuando desperté no me acordaba de nada. Ni siquiera quién era. O cómo fue que desperté en un continente desconocido, rodeado de personas desconocidas hablándome un lenguaje desconocido.
Escucha con calma. Su voz es tan gentil como sus recuerdos. Aviva el fuego de su relación, aunque no sea recordado por éste.
Lo dejaría hablar de lo que quisiera. Había extrañado tanto oír su voz, los sonidos de cuando murmura, grita, susurra, conversa.
—¿En qué lugar despertaste?— Indaga.
—En un hospital cerca del Amazonas.
—¡¿Hah?!—Exclama alterado.
Con razón no lo encontraron. Estaba muy lejos del foco de atención que tenían con las locaciones.
—Estuve ahí durante unos días, recuperándome, claro. Al poco tiempo, comencé a ver imágenes. Veía algunas locaciones en Japón, unos destellos verdes, un cabello rubio como el tuyo, unos ojos idénticos a los tuyos. El doctor que me trató me dijo que dibujara lo que recordara y en todas las páginas sales tu—Se sonroja. E igual él. —Por eso, cuando me abrazaste en la calle, no me asusté, porque te reconocí aunque no sepa quién eres o qué significas para mi, puedo suponer que eres importante para mi—Al silencio de él, añade—: ¿Estoy en lo correcto?
—Aunque no recuerdes nada, sigues siendo igual de inteligente, nerd— Bufa, conteniendo las lágrimas que amenazan con salir.
Así que hay esperanza.
Izuku sonríe.
—¿Qué otros detalles recuerdas?
—Solo eso.
Lo ve poner gesto pensativo.
—Sí, solo eso— Luego sonríe de nuevo.
Cree que no tendrán un mal inicio, por que lo recuerda, aun cuando no sabe el tipo de relación que tienen. Prefiere eso a no volverlo a ver. Al menos lo tiene de frente, cerca. Puede ver sus gestos en persona, su cara, su pelo, su cuerpo, su personalidad. Es el mismo, pero sin memoria.
—Podemos empezar de nuevo— Propone Izuku. Él enarca una ceja, tomado por sorpresa. —Entiendo que no recuerde quién eres, pero siento— Pone una mano en su pecho, en la altura de su corazón. —Que te conozco de siempre, que eres especial para mi y tengo el deseo de— Sus mejillas se tiñen de rojo. —Abrazarte—Pasa saliva. —Quiero abrazarte—Él de igual forma se sonroja. —Siento que te necesité en todo este tiempo que estuve solo en un lugar muy lejano al tuyo. No paraba de pensar en que debía de encontrar a la persona que dibujaba en el cuaderno y se aparecía en mi mente. Mi cuerpo late por ti. Te necesita. Tenemos una conexión bastante fuerte, ¿No es así? Lo intuyo, lo siento aquí—Señala su corazón un tinte apasionado.
Incapaz de mantenerse sentado, se abalanza a abrazarlo. Es recibido por sus brazos, que lo acogen de la manera que solo Izuku saber hacerlo. Aun con su memoria desvanecida, sabe cómo sostenerlo fuerte y sereno.
—Eres un idiota— Espeta. —Te dejaste capturar por esos villanos y te vaciaron el cerebro. Nunca escuchas razones. Prometiste que no saldrías lastimado. Lo prometiste, estúpido—Lo aferra, aspirando su aroma. —Causaste demasiados problemas. A mi, sobretodo. Nunca escuchas nada de lo que se te dice, imbécil. La próxima vez que desaparezcas ya no volveré a buscarte. Te jodes.
—De acuerdo— Acepta. Su mano sube a acariciar su cabello. Siente que Izuku lo aprisiona con su cuerpo, afirmándole que está ahí y que no se marchará.
Al separarse, decide que se lo llevará a casa. Su casa. No importa que no recuerde nada, podrán crear recuerdos nuevos. Mejores. Podrán crear momentos donde haya más risas que llanto y donde las palabras se les den más fáciles que en el pasado.
Podrán llenar esos huecos, con aquello que ellos tenían.
—¿Me podrías decir tu nombre, por favor?—Pide Izuku.
—Katsuki—Responde.
—Katsu-
—Es «Kacchan» para ti.
—¿Eh?
—Tú me dices «Kacchan» no Katsuki.
Izuku parpadea, asintiendo. Procesa sus palabras con mesura, sonriendo.
—Kacchan— Pronuncia. Y su mundo comienza a avanzar de nuevo. Ya no está en pausa.
—Y ¿Yo? ¿Soy Deku?
—Eres Izuku—Replica. —Pero sólo yo te puedo decir "Deku", Deku.
—Pero, las otras personas estaban llamándome "Deku"
—Ese es otro Deku—Tantea. —Tú eres otro Deku. Mi Deku.
Izuku suelta una carcajada.
—Está bien— Izuku retrocede dos pasos de él, quien frunce el ceño con su gesto. —Es un gusto volverte a ver, Kacchan— Extiende su mano en señal de reconocimiento. —Estoy bajo tu cuidado otra vez.
—No puedo decir lo mismo de ti— Acepta su mano, tomándola entre la suya. —No siempre cumples con tu palabra, tonto— Le saca la lengua con travesura.
—Esta vez lo haré bien—Asegura sinceramente.
—Más te vale— Advierte en tono de burla. Con un apretón de su mano lo atrae de nuevo a sus brazos y se aferra a su calor. —Porque no te dejaré ir, aunque no recuerdes nada.
Izuku vuelve a reírse y lo abraza con más fuerza, asegurándole que permanecería a su lado, sin importar las condiciones, aun cuando el frío es largo, habrá tiempo para que salga el sol.
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NOTA: Este es el fic que mandé para un concurso de one-shots de la página que se llama "Página que sube y comparte Katsudeku y Dekukatsu" en Facebook por si gustan apoyarla.
