"Sentimientos encontrados"
.
.
.
.
Lleva rato sentado en el fondo de la alcoba. Sus pestañas delgadas encierran la inquietud de sus orbes rojas. El corazón le late con tal fuerza que siente que es lo único que puede escuchar. La oscuridad reina el sitio, siendo una corriente vertiginosa para sus pupilas de absorber con cierta quietud, debido a la rapidez con que sus pensamientos se agolpaban en su cerebro como un vertedero de emociones desperdiciadas en tonterías.
Sin embargo, no está solo. Siente la presencia ajena rumiar por la habitación oscura y se recuerda que debe permanecer fuerte y quieto ante la adversidad del otro sujeto.
—Tienen una hora para arreglar sus problemas. Ya hemos tenido suficiente de su silencio— Su estúpido mejor amigo(Kirishima) lo había engañado en la reunión de sus compañeros de preparatoria. Y lo encerraron con la persona que más había estado evitando durante los últimos seis años de haber concluido esa etapa de su vida.
—Solucionen sus diferencias— Añade su otro estúpido amigo (Kaminari).
Las risas del fondo parecen lejanos murmullos tras la puerta cerrada.
—Si en una hora no solucionan nada, los dejaremos encerrados toda la noche— Advierte Kirishima con una sorna digna de merecerse una explosión en su cara y ver qué pasa con esta. Contiene las ganas de volar el sitio a pedazos apretando duramente los puños, pues sabe que el lugar es aprueba de su poder, y quizá del poder del otro sujeto. Se recuerda que tiene nombre, pero decide abandonar la pequeña posibilidad de llamarlo por su nombre siquiera.
Se ciñe de sus párpados medio cerrados, centrando su atención en ver las suelas de sus zapatos. Una hora es fácil. Tiempo rápido. Sin embargo, es una eternidad a lado de quien en un momento fue (o sigue siendo) el amor de su vida, mismo que en un tiempo dado lo dejó por alguien más. Alguien mejor. A su juicio, un ente no mejor que él, porque él se considera el mejor en todos los sentidos. No hay nadie que se asemeje a su grandeza.
—¿Escuchaste, Bakugo?— Un nervio botó de su aparente pasividad.
—¡Sí, imbécil!—Gruñe.
—¿Y tú, Midoriya?
El resto de sus venas resaltaron la fisonomía de su rostro. Ese maldito apellido de ese maldito nombre ha resurgido en las penumbras de la habitación para burlarse de su cara, pero él no se dejaría tocar por su nombre, ni el recuerdo de este.
—S-sí—La inseguridad de su voz le asegura lo incómodo que este siente a su lado. Y sin evitarlo siquiera, advierte una punzada surgir. Han pasado seis años en que estuvieron en el mismo lugar, y el idiota aún sigue sintiéndose incómodo en su compañía.
Katsuki aprieta de más los puños. Debe mantener la calma, pese al mar de inquietudes que delatan sus orbes. Quiere parecer rudo y fiero como siempre, mas desconoce el modo en que debe comportarse para no mostrar un dejo de nerviosismo frente a él.
El sonido de las risas cesó, y con ello un silencio atronador; uno del cual sus piernas lo sintieron arribar como un terremoto.
Las quejas que lleva guardando por años se detienen en cuanto lo oye suspirar. Un suspiro que dista de ser cálido. El frío le deviene.
—Se tomaron en serio nuestra distancia— Dice.
Su voz, su tono, suenan tan diferentes a cuando lo escucha hablar en los noticieros y entrevistas. Quiere quejarse, gritarle, arañarle la cara, pegarle, mas sus labios tiemblan al sentir los recuerdos estrellarse en la realidad.
—Esto ha de ser molesto para ti… ¿Eh, Kacchan?
«Kacchan»
El apodo que sólo él puede pronunciar. Cierra los párpados. Los malditos recuerdos lo asaltan como un grito perceptible y atronador. Momentos de ellos en el kínder: el arroyo y el tronco. Momentos de la secundaria: cuando fue salvado. Momentos de la preparatoria: muchos instantes envueltos en un moño. Momentos cuando desarrolló un gusto incondicional por él y del cual, sufrió meses pensando que su amor sería no correspondido para siempre y en un peligroso altercado con un villano que tenía las calles un desastre casi inhabitable, éste se confesó a él. En medio de las desgracias, las explosiones, las luces fugaces y escasas, los efectos de los escombros teñir las limpias calles en un eclipse de días. Recuerda el sentimiento que lo llevó a asirse a éste y abrazarlo, pese al instinto de supervivencia que los tenía tan dañados de la cabeza.
Recuerda los brazos fuertes que lo abrazaron en esa zona de peligro bañados en una oscuridad etérea. La manera en la que susurró su apodo con un amor incondicional a él que hizo que no dudara de la verdadera intención de su amor.
—¿Kacchan?¿Estás bien? Te aseguro que la hora se pasará rápido— Afirma—obviamente—guardando la distancia. Sabe que este estará al otro lado de la habitación, pues no se atrevería a estar cerca de quien fue su pareja.
—No me lo tienes que decir— Espeta Katsuki.
—Te ves enfadado— Apunta.
—No lo estoy.
—Yo no estoy molesto de pasar la hora contigo— Admite, o cree que lo hace. No quiere depositar el pasado a que las cosas sean iguales entre ellos, porque no lo son. Dejaron de serlo. —No nos vemos, ¿Desde cuándo? La graduación, creo. En ese entonces éramos muy jóvenes y bueno… acabábamos de romper.
¿Acabábamos?
«No» Se dijo, cabreado. «Tu rompiste conmigo»
—Pero no pienses que no te he visto en la televisión— Continúa medio nervioso, medio seguro. Katsuki no tiene idea de a dónde quiere llegar el idiota con ese intento de discurso. —Luces genial. Digo. Siempre he sabido que luces genial. Has derrotado a muchos villanos, has aparecido en incontables programas, te han hecho entrevistas en las televisoras más famosas, apareces en las portadas de las revistas como uno de los Héroes más cotizados de la industria. Sin duda, has logrado todo lo que te propusiste.
—¿Creías que no?—Bufa.
—Jamás dudé de que no podías hacerlo— Asegura. —He sabido que lograrías tus metas con o sin ayuda de nadie.
«Eso dijiste cuando estábamos juntos» Reprocha. Katsuki hace un ovillo en su lugar, dispuesto a no salir del hoyo en el que resguarda los malditos recuerdos que le vienen a la cabeza.
—Nunca he necesitado ayuda de nadie— Dice él.
—Lo sé—Musita; entonces lo oye sentarse en el fondo del cuarto. Lo sabe por el sonido de sus piernas al doblarse. —Yo necesité mucha ayuda cuando no podía controlar mi poder. Era abrumador. Y una carga muy pesada para mis hombros en ese momento que no sabía qué esperar de el, de los secretos que ni siquiera All Might comprendía en su totalidad, mucho menos yo. Pero entre todos esos conflictos y secretos, tu descubriste mi verdad cuando nadie más lo había hecho. Descubriste mi secreto. Después de eso, yo creo que lo que se desencadenó de ahí fue una buena amistad, ¿No crees? Aprendimos a llevarnos bien, a decirnos las cosas.
Katsuki gruñe. Lo que dice, lejos de hacerlo sentir bien, son puñaladas a su corazón. Una tras otra tras otra.
—Tsk—Chasquea, a la vez que mueve la cabeza en signo desaprobatorio.
Odia cuando el idiota habla de tonterías sin parar.
Las rumiaciones que hace son las que (por desgracia) no puede cansarse de oír pese a la separación de años sin verse, pese a las cosas que lleva guardándose y no le dice.
—Pero, estoy contento de poder estar contigo, después de tantos años de no verte.
—Me has visto—Espeta. —Lo acabas de decir. No te hagas el tonto.
—No me estoy haciendo—Opone. —Estoy siendo sincero contigo, Kacchan. No he hablado contigo en seis años y verte tampoco. Al menos de cerca.
Katsuki sacude la cabeza. Se está molestando de escuchar una sarta de tonterías venir de éste y tonterías sinsentido. Tonterías que lo ponen en alerta para actuar.
—Kacchan— Pronuncia. —Pasaron muchas cosas desde la última vez que tuvimos una plática decente.
—¿Ah sí?—Escupe. —Cómo qué, a ver— Lo reta como si quisiera decir «sorpréndeme».
Ya muy herido del pasado está como para que una excusa barata lo derrumbara. Nadie conoce a ese idiota mejor que él. Sabrá si le miente o no.
—Kacchan.
—Anda, abre la bocota, estúpido.
—Es complicado decirte—Explica.
—Nada es complicado. Tú lo haces complicado.
—¡Lo siento!— Se disculpa atropelladamente. Sabe que cuando el idiota no sabe qué decir a algo, se disculpa; quizá porque se siente mal por una estupidez. Sin embargo, Katsuki no se tienta el corazón si el caso es que mostrará vulnerabilidad por lo ocurrido entre ellos, lo cual lo duda mucho. —Te juro que pasaron muchas cosas que ni la hora que nos dieron alcanzará.
—¿Crees que me importa escucharte?
—No—Reconoce. —Te conozco mejor que nadie para saberlo. Sé que no quieres escucharme, y lo entiendo. No fui justo contigo cuando rompí contigo. Estuvo mal no haberte dado explicaciones, pero quiero que me entiendas que fue por una buena razón. Te lo juro—Entonces lo oye ponerse de pie y mover un pie rumbo a él, lo cual lo pone en estado de alerta.
—¡Detente! ¡No te atrevas a acercarte!— Una serie de chispas brotan de sus palmas. Dejan el aroma a caramelo esparcirse por entre las paredes que los encierran.
—Kacchan. Escúchame.
—¡Cállate!— Ladra. —Ya me cansé de que siempre tengas una excusa para justificar lo que ya hiciste. Rompiste conmigo. ¿Qué más quieres?
Un silencio emerge del contrario, quien provoca que sus nervios se disparen más allá de la línea. La llamarada que cubre las sudorosas palmas de sus manos yerguen sus dedos en puesta de batalla. Por cualquier motivo que oiga del contrario, no lo perdonará. Está muy seguro de que no lo hará.
—Quiero tu perdón—Confiesa de repente.
—No lo obtendrás de mi.
—No me importa, Kacchan—Masculla. —Lo que me importa es que me escuches. Lo que hagas después de oírme es tu decisión. No me entrometeré más.
—¿Y si no quiero escucharte?
—Tenemos menos de una hora para salir de aquí—Recuerda. —Así que te lo diré, porque ya no soporto otro día más sabiendo que no sabes la verdad. Las cosas que te he querido decir durante tanto tiempo y no pude.
Katsuki gruñe frustrado. —Sabes que no quiero escucharte, ¿Verdad?
—Lo sé—Reconoce. Y hace un silencio. —Lo sé, Kacchan— Repite. Katsuki se cruza de brazos, resignado. No quiere oír lo que saldrá de los labios de su ex pareja, puesto a que sabe que éste ya no lo necesita; lo dejó por alguien más y por otra meta. Considera son motivos egoístas, suficientes para no darle otra oportunidad.
No obstante, una parte de él dice que lo escuche, ya que si lo hace, podrá pasar página. Pues en esos seis años no ha logrado cerrar ese capítulo en su vida, porque aunque le cueste trabajo admitirlo, aún perdura el fuego del amor por su ex pareja.
Odia reconocerlo, mas es la verdad.
—Por eso te quiero contar lo que pasó—Habla. Katsuki enarca una ceja, pese a saber que no era visto por este. —¿Recuerdas el intento de formar una liga de villanos cuando estábamos por graduarnos?
Katsuki gruñe en asentimiento.
Cómo olvidar eso. Las copias baratas de villanos a los que se enfrentaron en el último año fueron para reír. Sus amigos y él se burlaban de estos sujetos porque derrotarlos era pan comido. Nada extraordinario y nada relevante. Sin embargo, no entiende el sentido de aquella pregunta, por eso calla.
—Cuando terminamos de resolver ese caso—Retoma. —No sabía que también había más.
—¿Más?— Dice perplejo.
—Sí, más.
—¿Cuál otro?—Según él terminaron con toda la calaña. ¿Por qué habría otro más? Está confundido.
—Uno que tenía la capacidad de rastrear— Explica. —Podía rastrear cualquier aroma. Como los perros. Digo. Cuando terminamos el caso, creí que todo encajaría tarde o temprano. Habíamos quedado muy afectados por las cosas que hicieron la liga de los villanos como para centrarnos en vivir en el pasado—Suspira frustrado. —Pero no fue así. Me encontré con este sujeto muy resentido por haber acabado con sus amigos y me amenazó…— El misterio se apodera de su voz, cambiando el matiz de su apacible tono. Katsuki siente la tensión venir de éste. —Me amenazó con la persona más importante para mi: tu.
En su mente dijo «¿Yo?», mas aguarda a su relato, taciturno.
—Me amenazó con lastimarte, Kacchan—En ese momento, oye su voz quebrarse, sintiéndolo en cada esquina de su cuerpo. Su dolor tan ácido como a la sal cayendo en la herida abierta. —Y yo no podía, no quería, que te pasara nada. Eras mi mundo, mi todo. Cómo podía permitir que te hicieran daño. Y yo sé que no te gusta que te protejan o que piensen por ti, pero lo hice, porque no soportaba la idea de ser de los mejores sin ti—Exhala. Inhala. Es un constante vaivén de lucha interna por ganar el control de sí mismo. Katsuki siente las vibraciones, la energía exudar de su piel a la distancia en la que están. —Me mandaba fotos de ti patrullando, de ti en tu casa, ¡En todas partes! Horrible. Y su última prueba para demostrarme que iba en serio a lastimarte fue mandarme tu playera sin mangas. Tu favorita. No pude…no pude quedarme con los brazos cruzados y permitir que alguien te hiciera daño.
Así que ahí es donde su playera favorita fue a dar cuando la estuvo busque y busque en el ropero hasta llegando a culparlo por ser el único al que dejaba estar entre sus cosas.
Katsuki está en una mezcla de confusión, enojo, frustración, desconcierto.
—¿Qué más pasó?—Indaga.
—Me entregué a él—Confiesa desairado. —Terminé mi relación contigo porque era la única manera en que podía protegerte. Si hablaba te matarían. No tomaría el riesgo de que te tocara un pelo o que volviera a estar cerca de ti.
—Deku— Su apodo sale ronco de sus labios. Esta vez lo ve. Observa su ser temblar, conteniendo ambas manos cubriendo su rostro; cubriendo su vulnerabilidad de años de ocultarla, posiblemente. A esas instancias de su conversación no puede sentir el rencor que llevaba cargando creyendo que rompió con él por haber dejado de quererlo, pues citando sus palabras dijo «Ya no eres suficiente para mi. Ya no me gustas, Kacchan. Y a decir verdad, no me haces sentir nada» Eso fue el detonante para romperle el corazón en pedazos. Katsuki estaba destruido.
—Kacchan—Articula. —Estuve en un infierno durante estos años. Estuve encerrado, imposibilitado de usar mi poder, de la libertad. Esperando que estuvieras bien, que al menos tu pudieras vivir tu vida—El torrente de lágrimas sale a raudales pasando por sus mejillas. Katsuki ve la entereza de su figura desbordarse. —No me daban de comer, más que unas pequeñas raciones. No me bañaban, tampoco me cortaron el pelo. No hablaban conmigo, más que para darme de comer y reírse de lo patético que me veía amarrado a un aparato que anulaba mi poder. Sé lo que vas a decir, Kacchan. Que pude haberle dicho a alguien. Como estaba vigilado por un rastreador, dejé pistas en la agencia, en caso de no encontrarme en un determinado tiempo. Les tomaron meses dar con el lugar, pero cuando finalmente dieron, no era el sitio. Me llevaron a otro lugar, y así estuvieron durante meses. ¡Meses! Dieron conmigo cuando llevaba un año en su control.
—Deku…—Pronuncia sorprendido. Tal vez más que sorprendido, desconcertado.
—Luego de que me rescataron y capturaron al rastreador— Prosigue, entre quedos sollozos. —Me mandaron a recuperación en el hospital. Me mantuvieron algunos meses bajo una dieta, ejercicios de rehabilitación y terapia psicológica. Todo para poder integrarme a la sociedad debidamente. Pero—Suspira. Se toma un momento para dejar en claro su intención. Katsuki lo puede notar. —Moría por verte.
—¿Hah?
«¿Qué dices, imbécil?» Su mente está echa un cortocircuito. Miles de cables salen fritos. En aquellos entonces, había decidido salir con otros hombres con el objetivo de olvidarlo, pero en vano. Al momento en que lo llegaban a tocar o sus caricias rebasaban sus límites entraba en guardia y les imposibilitaba sobrepasársele, pues su toque no era satisfactorio. Se sentía tonto por querer estar con alguien que no fuera él. No se comparaban con ningún tipo de caricia, trato, mirada, sostén de él. Las caricias ajenas no podían llenar el vacío de su cuerpo. Los demás podían decir que él era un tipo duro con la gente, pero cuando se trataba de su ex pareja, no evitaba extrañarlo.
—Me tomó mucho tiempo recuperarme— Continua, sin prestar atención a las evidentes reacciones de este, mientras lo escucha. —Luego de eso, por supuesto que te busqué. Pero…
—Pero, qué.
Percibe la tensión emanar de éste. Es una tensión que se puede cortar con un dedo.
—Te vi con alguien más— Dice derrotado. Katsuki abre los ojos, sorprendido. —Estabas abrazado de un hombre. Era obvio que no me ibas a esperar, porque la forma en la que rompí contigo fue horrible. Las cosas que te dije…—Hace una pausa. Suelta una exhalación exasperada. —No merecen un perdón. Aun así guardaba esperanzas de que una parte de mi existía en tu corazón. Me equivoqué. Respeto perfectamente que ya no quieras estar conmigo. Lo entiendo más que bien, es lo que me merezco por las cosas que te dije e hice, y por tomar decisiones sin tu consentimiento creyendo que eso era lo correcto para ti. Si te he ofendido con mi relato, Kacchan. Siéntete seguro de que puedes golpearme cuantas veces quieras.
—¿Hah?
¿Cómo carajos hará eso después de esa confesión? Aún es mucho lo que debe procesar por seis años de vivir en una situación unilateral. Es una bola de nieve caerle encima y aplastarlo en una helada ventisca que termina por derretirse ante el caos que es la voz de su ex pareja.
—¡Anda, golpéame!—Suplica. Los sollozos son audibles, las roturas evidentes en su voz, el temblor de su cuerpo de pies a cabeza exigiendo clemencia o un castigo peor que ser ignorado. —¡Puedo soportarlo…!
—Cállate—Lo detiene. —No te voy a golpear, idiota.
—¿Eh?
—Ven aquí— Demanda.
—¿Que vaya…?— Titubea perplejo.
—¡Sólo ven!—Grita.
—Está bien—Suspira resignado. El sonido de su cuerpo erguirse, acomodarse los pantalones, y después ir hacia donde está. Katsuki lo vislumbra, casi boquiabierto. Se para. Cuando advierte a su ex pareja acercarse a una distancia discreta, él avanza a éste, seguro de lo que hará.
—Deja te pregunto algo— Dice, imponiendo su dominio.
Lo oye asentir.
—Lo que quieras.
—¿Aún te gusto?
Katsuki pasa saliva, impaciente. No sabe con certeza qué es lo que le va a responder, pero apuesta todo por que le diga un sí. No obstante, la espera pone los pelos de punta. Quiere que reaccione y le diga a la cara lo que siente por él, para pasar página, para saber cuál será su siguiente jugada en su vida. Aún es joven, puede reconstruir su vida amorosa; de eso está seguro. Es Katsuki Bakugo. Nada es imposible para él.
Éste suspira rendido, entregado.
—Por supuesto que sí, Kacchan. Cómo puedes creer que—Se detiene. Hace una pausa. Inhala. Aprieta los puños. —Cómo podrías dejar de gustarme, si… si eres tú.
Katsuki abre los ojos.
Esa es la respuesta que quería escuchar durante seis años. Siente cómo un peso se le remueve de encima. El alivio, la certeza, se apoderan de él, absolviéndolo de las cosas que creyó y no creyó, de los recuerdos de los que no sabía si enterrar o dejarlos fluir, o… Son muchas posibilidades que le vienen a la cabeza y desconoce qué hacer o qué pensar de éste, de él, de lo que fue su relación, de los malos ratos que sintió al estar en compañía de otros hombres que no fueran su ex. Que no fueran Deku. Ahí está. Lo dijo.
—Cursi— Mofa.
—Me gustaría poder ver tu cara, Kacchan. Ahora mismo no sé qué expresión estás haciendo.
—Eso qué importa—Respinga; y estira los brazos lo más solemnemente que puede y rodea con ellos, su cuello. Siente el cuerpo ajeno dejarse acarrear por su contacto, sin oponer resistencia. El movimiento dócil venir de éste, le da valor de acercarse.
El nerviosismo exuda de la mera sensación de su respiración, de la manera en la que tiembla bajo su toque.
—Tranquilo, Deku.
Éste sube sus manos y toca sus antebrazos, tembloroso.
—Es que no puedo evitar preguntarme, ¿Realmente esto está pasando? ¿Realmente me has perdonado?
—Detén ese tonto tren de pensamiento y deja de hacer preguntas.
—No puedo evitarlo— Dice avergonzado. Katsuki piensa que ese tono es adorable. —Es irreal estar así contigo. Pensé que después de contarte mi historia no querrías estar conmigo. No puedo procesarlo…—Su voz quiebra. —Es demasiado.
Para esas instancias sabe que está llorando.
—Sólo abrázame, estúpido—Espeta.
Y Deku lo abraza.
El contacto lo funde en sus brazos. Se siente bien, se siente bien. Es lo correcto. Es lo que él ha querido, lo que ha anhelado tener para no soltarlo más. Tener el calor de Deku es lo que lleva extrañando por mucho tiempo, sobretodo cuando se encontraba en brazos ajenos.
—Extrañé esto, Kacchan. Lo soñaba todos los días.
—Hm—Murmura.
—Me gustas. Antes, ahora, después. Lo único que pienso es en lo mucho que me gustas.
Lo aprieta entre sus brazos, apegando sus cuerpos. Katsuki advierte su temperatura subirse al borde de irse manifestando en el color rojizo abarca sus mejillas, la punta de las orejas. El calor pronto se transforma en llamarada, en un fogonazo que hierve en su interior. Es abrumador.
Lo quiere, lo quiere.
Anhela más, anhela más de su tacto, su aroma, su piel, su voz.
Oculta su rostro en la curvatura de su cuello, inspirando el olor desprendiendo de su piel. Tan suave y aromático como un jabón. Eso lo relaja. Cierra los ojos. Aprieta sus manos en la tela de su playera, sintiendo el tirón del tiempo mermar su resentimiento.
—Kacchan.
—Qué.
—Quiero tocarte más— Musita. —¿Puedo?—Añade tras una pausa.
—Haz lo que quieras.
De pronto, se encontraba en el piso con Deku arriba de él, bajo la chaqueta de Deku haciéndole de cobija. Es mucho de procesar, no obstante, las manos de Deku se pasean por encima de su playera. Los dedos tímidos se aferran a no sobrepasarse con sus intenciones, mas a Katsuki no le basta con miedo a sobrepasarse, pues es Deku. Nadie conoce a Deku mejor que él. Por eso sabe, que éste no se anima a cruzar los límites que él dispone, pese a añorarlo.
—No seas tímido— Anima.
—Kacchan— Se sobresalta. —Pero, no quiero sobrep-
—No te vas a sobrepasar—Asegura; enreda sus dedos entre la selva de sus rizos, atrayendo su cabeza a tocar ligeramente y tentadoramente sus labios. —No hay límites contigo.
Y diciendo eso, pronto tuvo las manos de Deku debajo de su playera, refrescándose con la etérea composición de su piel tersa y cálida. La forma en que sus dedos presionan sus músculos lo abruma. Jadea extático, pletórico. Su rostro oculto en la curvatura de su cuello bloquea las expresiones y sonidos de su boca. No quiere verse vulnerable tan rápido, pese a saber que Deku tarde o temprano, querrá verlo, querrá besarlo hasta saciarse de sus labios. Pero Deku aún no hace nada. Sólo se degusta de su textura. Suelta un suspiro de satisfacción que eriza sus vellosidades y besa su cuello. Deku lo apresa enredando sus brazos en su torso, acostándolo en su chaqueta.
Katsuki siente el ardiente roce que hacen sus dedos en los músculos de su piel. Trazando cada punto sensible, cada contractura, cada línea, cada prominencia. Ansío esto, lo ansío tanto.
Deku separa sus piernas, permitiendo que el contacto entre ellos se hiciera más permeable.
Antes de que Katsuki se perdiera en él, Deku lo agarró del cabello, y tirando de un mechón, su cuello se arquea, a la vez que éste estrella sus labios en los suyos. Es un beso dulce, intenso. Dice las palabras que aún no alcanzan para igualar el tiempo que estuvieron separados. Es un beso que dice todo aquello que no se pueden decir todavía. Los labios de Deku lo saborean lento y permeable, apremiándolo con la certeza con la que sus manos sólo pueden danzar el vals en su cuerpo.
—Kacchan, Kacchan— Musita desesperado tras separarse de sus labios.
—Qué.
—Te quiero.
Y con eso, se pierden en los brazos del otro, sin saber que sus amigos habían quitado el seguro de la puerta desde el principio.
