Día 5: La reina del jardín
Título: En mis rosas marchitas yaces descansando
A los alrededores del bosque siempre se contaba leyendas de todo tipo, sobre criaturas fantásticas y monstruos horripilantes más allá de la imaginación humana, sobre ninfas, hadas, hombres lobos y gigantes serpientes que arrasarían con todo el pueblo en pocos minutos de así quererlo; solo eran leyendas, historias para maravillar o asustar a quien quiera que las escuchara, hipnotizando con su magnetismo al oído virgen que las escuchaba, llevando a su víctima a exigir más, conduciéndolo a la locura en la búsqueda de satisfacer esa necesitad.
Pero había una en especial, la más grande, la más fantástica, la más sublime y la más aterradora que nunca nadie se atrevió jamás a contar, aquella cuya existencia solo era conocida por los más ancianos del pueblo que defendían con uñas y dientes su veracidad, pero que sin embargo solo se las han contando los unos a los otros, recordando y llorando la intensa agonía que cada vocablo transmitía.
La leyenda de Hinata, la reina del jardín en el corazón del bosque, y Sasuke, el infame rey que sin ningún ejercito fue capaz de penetrar las invulnerables barreras que protegían a la reina.
El rey que nunca regresó.
— ¡Mi rey! —Gritó una de sus cortesanas — ¡Por favor, le ruego lo reconsidere!
La ignoró, apretando el amarre de su armadura mientras que sus guardias colocaban las hombreras y le tendían su casco, el cual tomó.
Aún estaba oscuro, la luz de la luna se cernía sobre todo el reino durmiente mientras se preparaba para partir.
—Mi señor —se volvió, escuchando ahora a su primer oficial, Kakashi, quien le hablaba — ¿Está seguro de que esto es una buena idea ir internarse solo en el bosque?
—No es algo que no hiciera antes, Kakashi, deberías saberlo —respondió sin mucho interés mientras agarraba las riendas de Ónix, el majestuoso caballo negro que lo había acompañado desde hace años.
—Lo entiendo, pero no es lo mismo, su majestad, nunca llegó más allá del rio de piedra —Dijo el hombre, su voz tan lenta y aburrida como si era algo que estaba entrenado para decir, pero Sasuke lo conocía mejor que muchos como para saber que había preocupación que se escondía tras esos tonos muertos —Es un gran riesgo a tomar para encontrar a una mujer que ni siquiera sabemos que existe
—La gente está muriendo Kakashi, de hambre, de enfermedad… —inclinó la cabeza un poco hacia su primer oficial, no lo suficiente para verlo realmente —Si esa mujer, esa… bruja existe, será nuestra oportunidad de resolver todos los males que nos aquejan, si la encuentro, entonces salvo a mi pueblo
— ¿Y si no la encuentra, señor?
—Entonces tendremos que tomar acciones más drásticas, acciones para las que no creo que estamos listos en este momento, Kakashi
El silencio que siguió le dijo a Sasuke que el hombre sabía a lo que se refería.
Hace poco habían librado una guerra contra un reino rival que pretendía adueñarse de todas sus tierras, atacaron en medio de la noche, cobardemente buscando tener la ventaja táctica que le proporcionaba la oscuridad sin esperar la sorpresa de que estaban listos para contraatacar con mucha más violencia de la que se esperaría de un pequeño reino que apenas prosperaba en comparación a los demás. Se perdieron muchas vidas en ambos bandos, pero su ejército había mantenido la mínima ventaja sobre los invasores y capturaron a los principales oficiales de los intrusos, ejecutándolos justo en el campo de batalla como él había ordenado lo hicieran, cerrando cualquier abertura a la negociación que su rival pudiera proponer.
Se alzaron sobre ellos y vencieron, expulsaron a los invasores que quedaban de sus tierras y proclamaron su victoria, pero no habían salido sin bajas, como pasaba con cualquier otra guerra.
Sus cosechas fueron quemadas y sus mujeres profanadas. Cuerpos de infantes que se habían aventurado a salir de sus escondites yacían acostados entre los cadáveres de sus padres y hombres que sacrificaron sus vidas en nombre de la soberanía del rey, esperando a ser enterrados o quemados mientras sus madres, esposas y hermanos lloraban sus pérdidas.
Poco después vinieron las enfermedades, pestes tan violentas que incluso los mejores médicos del reino habían sucumbido ante el permanente contacto con los infectados y ahora estaban postrados en camas, indicándoles con voces débiles el proceder a sus protegidos.
La única esperanza erradicaba en la mujer que habitaba en lo más profundo del bosque, una reina en su propio derecho, le dijo el oráculo, cuyos dedos milagrosos traían la vida a todo lo que tocara. Una bruja, sirviente del diablo, contratacó el sacerdote, que solo traería dicha antes de hundirlos aún más en la miseria.
Una reina, una bruja, a Sasuke no le importaba, solo quería sus manos para sanar a su pueblo, decidido a cortárselas de ser necesario para salvar a los pocos que quedaban.
Entonces Sasuke montó su caballo y extendió la mano, tomando la espada que Kakashi había preparado para él y la ajustó a la correa de su cintura, donde permanecería con él por toda su travesía.
—Itachi estará a cargo mientras no estoy —decretó, observando a su corte que lo miraban sorprendidos e incrédulos —Todo aquel desobedezca su palabra será ejecutado sin oportunidad de defensa
— ¡Mi rey, Mi señor! —habló nuevamente la mujer de hace rato — ¡Su majestad se encuentra muy enfermo para dicha tarea, temo que su condición es muy delicada para llevar dicho rol, su alteza!
—Mi hermano ya gobernó una vez en peor estado que el que presenta actualmente mientras esperaba que creciera para cederme el trono, sin duda puede hacerlo un poco más mientras no estoy
— ¡Pero señor…!
—En caso de que su estado empeore… —la interrumpió, con un tono de voz tan gélido como la mirada que le dirigía a la mujer—en caso de que no sea acto para continuar, entonces Kakashi tomará todas las decisiones en mi ausencia y ante la incapacidad de mi hermano
Varios murmullos indignados se escucharon de los demás integrantes de la corte, molestos por la posibilidad de que un militar los gobernara, pero con la misma mirada que le dio a la insolente mujer, los silenció a todos.
—Kakashi —llamó, y el hombre caminó con él hacia los límites del reino que servían de frontera con el bosque, trotando lentamente mientras su primer oficial le seguía el paso con gran facilidad —Confió en ti para mantener a todos a salvo, sobre todo a mi hermano —le dijo, deteniendo a su corcel y mirando fijamente al hombre.
—Las órdenes de mi rey son mi perpetua ley —recitó Kakashi, citando el lema de la fuerza imperial mientras llevaba su mano derecha hacia su corazón y se inclinaba ante él.
Sasuke asintió, pero antes de poner en marcha nuevamente a su caballo, habló por última vez.
— Y Kakashi... ejecútala
Kakashi volvió a inclinarse y Sasuke tiró de las riendas de su caballo para que empezara a correr, adentrándose al bosque cuando los primeros rayos de amanecer chocaron contra la tierra y sabiendo que su orden sería cumplida sin dudar.
Dentro del bosque los tupidos árboles ocultaban cualquier rastro de sol, dando la ilusión de que aún era de noche a pesar de que Sasuke sabía que ya debían pasar de las ocho.
Aun así no retrocedió, recitando mentalmente las indicaciones que el oráculo le había dado para encontrar a la misteriosa mujer.
"Una vez cruzado el rio de piedra, el camino se partirá para ti, uno más peligroso el otro, compitiendo por la nueva presa que ante ellos se presenta. Guíate por los horrendos ruidos que hacen temblar los huesos del más fuerte de los hombres, por el rastro de perdición del cual tus ojos no se podrán apartar, del pútrido hedor de los que desafiaron la santidad de la tierra que pisaron pies impuros.
Recorrido el camino encontrarás el lugar de descanso favorito de la muerte. No bebas ni comas las delicias naturales que ante ti se mostrarán, en cambio tus sentidos deberás de utilizar, enfrentándote a la gran bestia que atacará desde las sombras.
Si el combate es satisfactorio, entonces la bestia te mostrará sus respetos llevándote hacia su reina, de lo contrario, ahí será el lugar de tu último descanso"
Naturalmente, a los oráculos les gustaba ser crípticos con sus palabras al punto de hacerlas indescifrables, pero la anciana de más de un siglo de edad que había servido a tres generaciones de su familia había dejado atrás esas fanfarrias, prefiriendo ser lo más clara posible en sus revelaciones que arriesgarse a un mal futuro para el reino a causa de malentendidos salidos de su lengua.
Ya llegado al rio de piedra, se tomó un momento para observar las aguas pacíficamente.
Aquel rio había sido bautizado así no solo por la formación rocosa que simulaba un puente natural que se encontraba en el centro de aquel gran cuerpo de agua, apenas cubriendo su superficie con una fina capa de agua que la volvía extremadamente resbalosa, sino también por las formaciones rocas en su fondo, dispuestas en forma de picos tan filosos que incluso la más ligera caída sobre ellos podría causar heridas mortales a la desdichada víctima.
Permitió que Ónix tomara un poco de aquella agua antes de aventurarse a pasar por aquel puente de piedra.
Su caballo, intrépido tal y como su dueño, también tenía sus miedos. En contadas ocasiones había tratado de pasar con el equino aquel camino entre las aguas, pero su compañero había adquirido una fobia a ese paso en particular cuando, aun siendo muy joven, resbaló sobre la piedra y le fue imposible volver a ponerse de pie, casi cayendo al fondo del rio cuando con movimientos desesperados se deslizó hacia un lado antes de finalmente llegar a la orilla del rio y subir, quedando completamente exhausto sobre la grama, todo bajo la asustada mirada de su dueño que había permanecido en tierra firme mientras su caballo luchaba.
Recuerda que, después de eso, había permanecido con Ónix ahí por más tiempo del que nunca estuvo en ese lugar, siendo encontrado por la guardia real y llevado al castillo solo para permanecer expectante toda la noche en la posibilidad de tener que sacrificar al animal.
Ahora, Ónix era un majestuoso e imponente semental con más historia que la mitad se sus compañeros de establo, pero de vez en cuando se convertía de nuevo en un temeroso potrillo cuando estaban cerca de aquel lugar.
Sin embargo, mientras normalmente no lo empujaría más de lo que consideraba Ónix podría aguantar, en esta ocasión no podía darse el lujo de ser comprensible con su caballo ni de quedarse sin una montura por el resto del camino.
— ¡Vamos, chico! —le animó, agitando las riendas varias veces y sonriendo cuando Ónix, negándose al principio, se acercó a la roca y puso en ellas las patas delanteras, relinchando ruidosamente mientras daba pequeños pasos aterrados.
Incluso en el resbaladizo material, las nuevas herraduras que había mandado a poner a su caballo estaban siendo especialmente útiles para evitar que las patas del equino se deslizaran sobre la roca incluso cuando los pasos de Ónix eran algo temblorosos, llevando a que el caballo ganara un poco de confianza con cada paso hasta que finalmente estuvo del otro lado.
— ¡Bien hecho, Ónix! —felicitó al caballo, palmeando y acariciando su cuello antes de sacar una manzana, que aceptó felizmente.
No perdió tiempo y siguió con el recorrido, llegando hasta el lugar donde el camino se dividía en tres.
A simple vista no parecían peligrosos en absoluto, llevándolo a preguntarse si el oráculo se había equivocado con su interpretación o él mismo se había desviado del camino correcto, pero el repentino sonido de algo deslizarse en la tierra le llamó la atención y puso todo su cuerpo en guardia nuevamente, esperando cualquier señal de ataque.
En su lugar lo que recibió fue el graznido de los pájaros, cuervos, reconoció, ruidos de algo deslizándose y el chillar de murciélagos que volaron directamente a su rostro en ese momento, provocando que Ónix se espantara y se levantara sobre sus dos patas traseras, casi provocando que Sasuke cayera.
Cuando recuperó el equilibrio y Ónix estaba nuevamente en sus cuatro patas, Sasuke miró al camino central, recordando lo que había dicho el oráculo y pensando en que ese debería ser el camino a seguir, por lo que hizo al caballo avanzar, a pesar de la reticencia del animal.
El hedor pútrido empezó solo unos minutos antes de que animales muertos empezaron a aparecer en el camino, siendo sustituidos solo unos cuantos metros después por cadáveres humanos en distintos estados de putrefacción, desde osamentas a cuerpos que apenas deberían tener unos pocos días ahí, e incluso reconoció el uniforme que portaban los guardias de tercer rango en su reino, solo rellenado por huesos, cada cadáver envuelto por enredaderas y otras malezas del lugar.
Se vio obligado a respirar lo menos posible cuando el hedor se hizo imposible de soportar, llegando a vomitar en el tramo donde era todo más fuerte, sin tener la oportunidad para respirar hasta que el camino empezó a despejarse de tanta muerte, mostrándose ante su vista una gran meseta de piedra arropada con trepadoras y capullos de rosa.
De apeó del caballo y le dio otro aperitivo, amarrando las riendas en el árbol más alejado de los helechos y otras plantas repletas de frutos que sabía que no debían de comer.
Lento y con cuidado se acercó a la gran estructura, mirándola con fascinación. De cerca notó las espinas que sobresalían alrededor de las rosas de diferentes tamaños que decoraban la meseta que, notó, eran engañosamente filosas, cortándolo al simple toque y derramando una gruesa gota de sangre que bañó a la espina causante de su herida.
El repentino temblor en su columna apareció cuando el ligero temblor de la tierra bajo sus pies, acompañado del sonido de algo deslizándose –algo que debía ser grande y pesado, por cómo se escuchaba –y luego el silencio ensordecedor se hizo presente.
— ¡Ónix! —Gritó dándose la vuelta al escuchar al caballo relinchar y parar repentinamente, esperando encontrarse con el animal donde lo había dejado, sin embargo en su lugar se encontró otro, gigante y con negras escamas brillantes, que solo se cortaban con las tres líneas rojas de escamas en la punta de su cola, elevada en el aire con movimiento oscilante.
La gigantesca serpiente mantenías sus ojos fijos en lo de él, siseando y presumiendo su bífida lengua blanca.
Con los ojos más abiertos de lo que jamás habían estado en su vida, la desvió solo un poco hacia el resto del cuerpo del gran reptil, casi gruñendo de dolor al ver el bulto que sobresalía de donde, supuso, estaba el estómago de la inmensa serpiente, seguro de que era producto de la deglución de su caballo.
Sintiendo la llama de la furia encenderse y crecer en él, agarró en un movimiento lento la empuñadura de su espada y la sacó levemente, al mismo tiempo en el que la serpiente se elevaba un poco más sobre él.
Con un rápido movimiento la sacó por completo cuando la serpiente se arrojó hacia él, apenas siendo lo suficientemente rápido para evitar sus fauces, pero no lo suficiente para esquivar su cola, que lo golpeó contra un árbol y lo dejó ahí estampado hasta que le clavó la espada casi hasta la mitad.
Incluso su poderosa armadura no había sido suficiente para resguardarlo de aquel golpe, recuperando la respiración cortada por la presión de la extremidad que lo había mantenido cautivo, pero no tenía tiempo para pensar en aquello mientras intentaba alejarse del gran perímetro que cubría la serpiente.
La cola herida de estrelló contra el piso a su lado, haciéndolo tropezar por el estruendo que causó.
La cabeza del reptil también chocó contra el piso a unos metros de su espalda para luego deslizarse a gran velocidad hacia él, usando su nariz para empujarlo hacia arriba cuando chocó contra él y enviándolo a volar en el aire mientras la serpiente se alzaba nuevamente, ahora son sus fauces abiertas.
Pero Sasuke pudo sujetarse a la punta de la nariz del animal y evitar ser tragado tal como había hecho con su caballo, afincando sus pies contra la parte inferior de la boca de la serpiente y dando un pequeño brinco antes de que la cerrara, siendo ayudado por el impulso que el mismo reptil le dio ante el brusco movimiento que hizo al tratar de hacerlo caer.
Sasuke quedó sobre el cráneo de la serpiente y se sujetó como pudo de las escamas de este antes de clavar su espada –a la que se había aferrado tanto como pudo durante el ataque –en uno de los ojos del animal, que soltó un estridente y extraño sonido antes de que, bajo el inmenso asombro de Sasuke, diera un giro de 180° y se arrojara fuertemente contra el piso, llevándolo con él y estrellándolo en la plana superficie, golpe tan violento que le hizo perder su casco, su movilidad y su fuerza.
Solo segundos antes de perder la conciencia vio a la imponente serpiente -ahora tuerta- alzarse sobre él antes de lanzarse con la boca abierta justo en el momento en el que los ojos de Sasuke finalmente se rindieron.
Cuando despertó, lo primero que notó fue el inmenso dolor palpitante de su cabeza que solo empeoró cuando intentó abrir los ojos, siendo golpeado por la más brillante luz solar que lo obligó a cerrarlos nuevamente.
¿De dónde había salido tanta luz?
Luego de un rato, y cuando estuvo seguro de que podría resistirlo, abrió los ojos nuevamente.
Le costó bastante tiempo recuperar la nitidez de su vista, pero una vez todo estuvo claro quedó asombrado ante lo que veía.
Frente a él un gran espacio colorido, verde sobre todo, se mostraba orgulloso bajo toda aquella luz. Inmensos árboles se encontraban por aquí y por allá dando grandes sombras, cubiertos de frutas en gran cantidad.
A unos pocos metros de él había un lago de aguas cristalinas, que reflejaban todo lo que se mostrara desde arriba de él.
Solo cuando un ligero movimiento a sus espaldas le llamó la atención fue que se percató de que había estado apoyado contra algo frio, y cuando se dio la vuelta sintió como si todo su ser hubiera dejado su cuerpo al encontrarse frente a frente con el gigante ojo amarillento que reconoció al instante.
Se alejó rápidamente, gruñendo con dolor cuando sus músculos protestaron ante sus repentinos movimientos, pero en lugar de detenerse para aliviarlos, luchó contra ellos y buscó en su cintura su espada, sorprendiéndose al no encontrarla.
La serpiente lo miró por unos segundos antes de desviar perezosamente su cabeza hacia el centro de la rosca que había vuelto su cuerpo.
—No debes temer, no te lastimará
Giró rápidamente y miró hacia todas partes, buscando la suave voz que había dicho esas palabras.
—Ónix —soltó sin aliento, viendo al compañero que había creído perder ahora acostado en el pasto, dormido al otro lado del lago.
Naturalmente aquellas palabras no fueron dichas por el animal, sino por la otra persona al lado del mismo, que acariciaba la melena de su caballo suavemente.
Los ojos de ambos se toparon y él olvidó como respirar, incrédulo de las lunas que eran sus pupilas, hermosas, y que sin duda lo miraban directamente a él.
La mujer se puso de pie y él pudo observarla por completo: piel nívea, pelo largo y oscuro que se balanceaba con cada paso que daba. Su cuerpo estaba cubierto por hojas, ramas y flores que se adherían a ella como una segunda capa. La parte superior estaba cubierta por enredaderas hasta la mitad de sus pechos, siendo suficiente para cubrir lo suficiente. La parte inferior era una falda, mucho menos rígida que la superior al estar hecha enteramente de verdes hojas en distintos tamaños, deteniéndose solo unos centímetros por encima de sus rodillas.
Una larga liana descansaba en el centro de su abdomen, uniendo ambas piezas como una.
Estaba descalza y su pelo estaba decorada con la corona de flores más elaborada que había visto jamás en su vida.
Al pasar junto al lago se detuvo, agachándose con dirección a las aguas, tomando del piso una gran hoja de una planta que no reconocía –y la cual no se había percatado estaba ahí tirada –y la envolvió suavemente hasta formar un cuenco que hundió en el agua hasta que lo llenó, volviendo a levantarse y retomando su camino hacia a él, ahora con el improvisada vasija que derramaba ínfimas gotas desde su parte inferior.
Cuando finalmente llegó a él la vio con más claridad: labios finos y naturalmente rosas, nariz pequeña y respingona, cejas formadas a la perfección y largas pestañas que solo maravillaban aún más su apariencia, destacando también la falta de la más mínima peca en su rostro.
Le ofreció el cuenco pero él no lo tomó, aún fascinado e hipnotizado con la belleza de la mujer frente a él hasta que ella lo empujó a su pecho, obligándolo a sostenerlo cuando ella tomó una a una sus manos entre las más pequeñas de ella y las llevó hacia los lados de la hoja, soltándola cuando se aseguró de que su agarre fuera firme.
Ella, con uno de sus dedos índices, tocó tres veces la superficie del agua en distintas partes, y cuando su mano bajó tres flores diferentes crecieron en el agua: un loto, una cala y un nenúfar, las cuales de inmediato se desintegraron y mezclaron con el líquido, confiriéndole un color que oscilaba entre el rosa y el púrpura.
— Tómalo —le dijo ella, mirándolo a los ojos —te ayudará a sanar
No supo por qué, pero la obedeció y tomó todo el tónico de un solo trago, haciendo una mueca cuando el sabor amargo tocó su lengua y se deslizó por su garganta.
Ella sonrió complacida y se dio la vuelta, caminando de regreso hacia donde Ónix ahora se encontraba despierto, mirándolos con cansancio.
—Eres tú —fue lo primero que salió de su boca, mirándole la espalda completamente descubierta mientras se alejaba —La bruja
Su caminar se detuvo y se dio la vuelta nuevamente, mirándolo ahora con el ceño fruncido, ofendida.
— Eso es muy grosero. No soy una bruja —protestó —Mi nombre es Hinata Hyuga, y soy la reina de este jardín —dijo con orgullo, volviéndose para retomar su marcha como si su declaración fuera suficiente para desmentir su palabra
Pero él no se dejaría engañar, había sido testigo por sí mismo de lo que había hecho en el agua que le había dado a beber.
Miró a su alrededor y su vista cayó en su espada y armaduras, situadas ordenadamente sobre el pasto cercano a la cola de la serpiente gigante.
Lento y con cuidado de no ser escuchado se acercó a sus cosas y tomó la espada al mismo tiempo que con dificultad daba tres pasos atrás cuando la cola de la serpiente se movió para chocar contra el suelo y luego volvía a su posición original.
Le costó un poco, pero pudo levantar su espada y sostenerla con ambas manos, dirigiendo la punta hacia la dirección en el que aquella mujer –esa bruja- estaba, ahora nuevamente sentada en el pasto, acariciando el lomo de su caballo, mirándolo poco impresionada.
—Bruja, vendrás conmigo —demandó —Todo será más fácil si no te resistes, obtendrás un trato digno: dormirás en la cama más mullida, vestirás las ropas más finas… de lo contrario, si te resistes, tu… tu… —se detuvo un momento, no por falta de palabras, sino por falta de aliento —Si…si te resistes… la mazmorra… la mazmorra más pequeña y sucia será…
—Las lastimas —le interrumpió ella, y él no entendió.
La bruja miró abajo y él siguió sus ojos, parando en la espada que ahora estaba clavada entre el medio de un pequeño grupo de flores.
¿Cuándo había bajado su espada?
— ¿Qué… me hiciste? —gruñó, consiente de la progresiva pérdida de fuerza al que se sometía.
—Es la medicina —dijo la bruja, tranquila —para que tu cuerpo pueda sanar, primero debe descansar
Y como si aquello fuera un mandato, su cuerpo se descalabró, haciéndolo caer al piso sobre una cama de yerba alta que podía jurar no estaba ahí hace un momento.
— ¡Bruja!... pagarás…
La inconciencia lo acogió.
Cuando despertó aún había luz solar, bastante clara, por lo que pensó que, tal vez, solo había dormido unos segundos, pero el ambiente se sentía distinto al anterior y podía escuchar el galopar y relinchar distintivo de Ónix, yendo de aquí para allá mientras sus pisadas cubrían levemente la risa feliz de la fémina.
No podía mover su cuerpo a libertad, solo apenas los dedos y mentalmente se maldijo a si mismo por haber tomado aquel brebaje que esa mujer del mal le había dado, claramente utilizando su hechicería para debilitarlo.
—Tu cuerpo aún necesita descanso — podría haberse estremecido ante la repentina voz de no ser porque se encontraba paralizado, poco después el rostro de la bruja apareció en su rango visual, inclinada desde arriba para que la pudiera ver —has quedado muy herido por tu enfrentamiento con Munda, tus lesiones tardarán un poco más en sanar
Él gruñó, molesto.
— ¿Por qué has arriesgado tu vida para llegar aquí, mortal? —le preguntó, ahora en un tono más serio.
Entonces, sin saber muy bien por qué, empezó a contarle sobre su reino los momentos de riqueza y prosperidad antes de que golpeara la guerra, sobre las muertes y la falta que comida que los asediaba, empeorando su situación. Le habló sobre su hermano y su misteriosa enfermedad que lo mantenía postrado en cama, sobre la repentina esterilidad de sus tierras y de cómo había preferido hacer aquel viaje solo en lugar de quitar protección que sería muy necesaria en caso de que los volvieran a tratar de invadirlos durante su ausencia.
En su rostro no se reflejó pena, molesta ni alegría por sus desgracias, en su lugar era pura curiosidad lo que podía ver en su rostro mientras finalizaba de explicarle la razón por el que la buscaba.
—Está bien, iré contigo —respondió ella con convicción.
Él, que poco a poco había ido recuperando la movilidad al punto en el que podía sentarse y las oleadas de calor lo atacaban con insistencia, la miró con sorpresa, sin poder evitar cuestionar su decisión.
—Iré contigo —le confirmó nuevamente —sin embargo, el camino de partida es más peligroso que el que recorriste para llegar aquí, así primero tendrás que recuperarte por completo —ella se puso de pie y lo miró —tampoco puedo estar lejos por mucho tiempo, este lugar depende de mí, así que ayudaré a tu pueblo y partiré de inmediato, es mi única condición
Él la observó, casi negando de inmediato el que pudiera irse así de fácil, pero fue lo suficientemente rápido para morderse la lengua antes hablar.
—Bien, entonces tenemos un trato —aceptó.
Ella asintió complacida y se puso de pie, alejándose y subiendo una minúscula colina donde empezó a presionar con sus dedos los capullos cerrados y las flores marchitas que la rodeaban, abriéndose y volviendo a la vida con el simple contacto.
A pesar de haber aceptado, en su mente solo bailaban formas de como haría para interrumpir su partida, sería muy tonto de su parte dejarla ir así de fácil, una persona con sus habilidades, sea bruja o no, era única, una en un millón, y ningún reino que se respete la dejaría ir así de fácil.
Podría tratar de convencerla mostrándole todo lo que obviamente no tenía en su "jardín", las maravillas de la modernidad, y si aquello no podía convencerla, bueno, tenía a su disposición calabozos a los que podría hacerle entrar con engaños o incluso sin ellos, pero sin duda no perdería de sus manos aquellas habilidades.
Satisfecho con aquel plan, empezó a tocar el dorso de ambas de sus manos, buscando y sacando las astillas que no sabía cómo se había clavado.
A pesar de que los tónicos de Hinata lo estaban ayudando a recuperarse con más rapidez de lo que normalmente lo haría, sentía como que de hecho estaba tardando una eternidad.
Ahí los días y las noches parecían durar más de lo normal, como si el reloj tuviera 36 horas en lugar de 24.
Cada remedio que Hinata le daba eran distintos y curaban algo diferente, como el que usaba para que desaparecieran sus hematomas, que eran una combinación de flores silvestres y frutas cítricas que se fundían en el agua tan pronto como ella las creaba y soltaba. Esos hematomas que normalmente tardarían una semana o más en desaparecer, lo habían hecho casi en tres días.
El problema es que solo podía darle un tónico para una cosa a la vez, junto al primero que le había dado para que su cuerpo se relaje y descanse.
Ahora estaba bebiendo uno que, según ella, lo ayudaría con sus dolencias internas, y él supuso que se refería a los huesos magullados que apenas le permitían caminar o respirar. Este era particularmente amargo y tenía que tomarlo varias veces al día, lo cual era una mini tortura teniendo en cuenta de que estas heridas tardarían aún más en sanar.
Él se encontraba lavando su armadura cuando la escuchó gritar.
— ¡No! ¡Vete, no puedes estar aquí!
Su piel se erizó al escucharla ¿Alguien había entrado a aquel lugar? ¿Un aliado o un enemigo? La gran serpiente que se supone era la única que podía hacer que alguien más llegara a ese lugar, Munda, no se había movido de la roca en la que se había extendido el día anterior, casi pareciendo muerta si no fuera por el siseo que dejaba escapar de vez en cuando ¿tal vez alguien había encontrado una forma de entrar sin enfrentarse al gran reptil?
— ¡No! ¡Aléjate!
Sin perder tiempo dejó caer la pieza de la armadura que estaba lavando al agua y en su lugar tomó su espada, agarrándola firmemente y corrió –mejor dicho, cojeó rápidamente -buscando más allá de los árboles y arbustos hasta que vio su pelo medianoche, cubierto con pequeñas flores de diversos colores, y se dirigió rápidamente hacia ella, que mantenía los puños cerrados y los brazos rígidos hacia abajo, dando golpes fuertes al piso con un pie mientras seguía gritándole a quien quiera que estuviera ahí que se fuera.
Pero mientras más se acercaba aún no podía divisar a nadie más ¿tal vez era alguna persona invisible? No sería descabellado pensar en aquello.
Finalmente, cuando llegó a su lado, vio al causante de su molestia.
—Esta… criatura… —empezó ella, haciendo un gesto exasperado con la mano al jabalí que se comía despreocupadamente las moras del huerto que asaltaba — ¡Esta molesta criatura no se va! He intentado de todo pero sigue volviendo
Él la miró incrédulo.
— Tanto alboroto ¿por un jabalí?
— ¿Así se llama este engendro del demonio? —le preguntó, mirándolo intensamente — ¿Lo conoces?
— Es un jabalí, hay cientos de ellos en el bosque —le dijo más tranquilo, desestimando la acusación de su anterior pregunta.
— ¡¿Cientos?! —jadeó ella, incrédula.
—Tranquilízate, solo… deshazte de él
— ¡Lo he intentado! Pero este… jabalí sigue volviendo
Él soltó un suspiro exasperado, pensando en sugerirle hacer que su serpiente mascota se comiera al animal, pero descartó la idea ya que pensó que aquel reptil era bastante inútil cuando no se trataba de atacar y matar humanos desprevenidos y sus caballos cerca de la meseta de piedra.
Desde que se despertó la primera vez solo lo había visto moverse unos centímetros y para cambiar de posición, así que se le ocurrió otra idea.
— ¿Puedes sostenerlo? —Le preguntó — ¿con tus hiedras?
Ella lo miró con curiosidad y sospecha, pero en lugar de contestar vocalmente, levantó una mano e hizo unos cortos movimientos con sus dedos antes de cerrar su puño, atrapando al animal que empezó a chillar en pánico.
Él se le acercó, y con un movimiento certero, le cortó la cabeza.
Cuando escuchó el fuerte jadeo miró hacia atrás y ahí estaba ella, con las cejas fruncidas, los ojos estacados y ambas de sus manos tapando su boca.
El volvió a mirar al animar ahora muerto, tomo la cabeza y la elevó antes de preguntar.
— ¿Conoces el fuego?
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Sasuke se sentó en una roca mientras que al mismo tiempo llevaba la carne de jabalí ahora cocinada a su boca, mordiendo un gran pedazo y arrancándolo del resto para poder comerlo.
Sentada en otra roca al otro lado de la hoguera que él había hecho, Hinata se encontraba con los brazos cruzados y el ceño fruncido, mirándolo con tanta intensidad como si quisiera hacerle explotar la cabeza solo con su potente mirada.
Ella estaba molesta con él, eso era claro. Desde que había matado al animal y cortado su carne en porciones más pequeñas como para poder clavarlas en ramas y ponerlas al fuego para que se cocinaran.
El punto de inflexión, sin embargo, fue cuando él reunió ramas y hojas e inició el fuego que había rodeado con rocas de diferentes tamaños como barrera para que el fuego no se esparciera.
Aparentemente, ella podía perdonar que matara a un animal incluso si estaba claramente en contra de eso, pero encender madera y usar hojas como material de combustión era donde ella marcaba la línea, prácticamente declarándole enemistad con el silencio prolongado que había mantenido.
Era gracioso a decir verdad, incluso si preparar aquella carne y el aderezo con el que la había bañado para darle un poco más de sabor había sido una tortura por su muñeca esguinzada, valía la pena si podía ver su normalmente relajado y sonriente rostro distorsionado con molestia y decepción, con su labio inferior sobresaliendo infantilmente.
Además, y a pesar de que la gran variedad de frutas con la que ella le había estado alimentando –más deliciosa de la que había comido con anterioridad –realmente había extrañado el sabor de la carne en su paladar.
— ¡Oye! —la llamó a pesar que no fuera necesario, ya que ella no había apartado ni un segundo la mirada de él —Prueba un poco —dijo, extendiendo algo de carne a pesar de que estaba muy lejos para que ella lo alcanzada.
Eso la escandalizó.
— ¡No lo haré! —se negó enérgicamente, luciendo bastante ofendida por su propuesta — ¡No soy una salvaje!
—Yo tampoco —dijo, encogiéndose de hombros a pesar de que quería estallar en risas por su expresión —No tiene nada de malo
— ¡Te estás comiendo a un ser vivo!
—Tú te comes a los hijos de tus plantas, pero no te juzgo por eso
La expresión en su rostro finalmente lo venció, haciéndolo reír.
Con dificultad y cuidado, se puso de pie y rodeó la hoguera, sentándose junto a ella y extendiendo con su mano buena, el pedazo de carne que él mismo había estado comiendo anteriormente.
—Prueba un poco —le repitió, pero ella apretó los labios y volteó la cara, negándose.
—No, no me gusta
—No puedes decir que no te gusta si no lo has probado —le dijo, repitiendo las palabras que su madre le había repetido tanto al quisquilloso él de ocho años.
Pero ella seguía negándose, así que tomó otro enfoque que solían usar con él cuando era especialmente difícil de alimentar: la negociación.
—Que tal esto —empezó —Si pruebas un poco de esto, yo prometo que no me quejaré y tomaré todas tus extrañas medicinas incluso si saben cómo el mismo infierno, no tiene que gustarte, solo probar un poco
Ella lo miró con escrutinio, aparentemente buscando algún tipo de engaño, pero él solo llevó su muñeca lastimada al centro de su abdomen, en un pequeño y sucio movimiento de manipulación bien camuflado, que supo que estaba funcionando cuando ella miró su muñeca y luego nuevamente a él a los ojos.
— ¿Solo un poco? —Él asintió — ¿Y te tomarás los remedios sin quejarte? —él volvió a afirmar.
Hinata cerró los ojos y tomó una gran bocanada de aire antes de dejarlo salir nuevamente en forma de un largo suspiro.
Abrió nuevamente los ojos, ahora con una mirada de determinación y asintió.
Él sonrió y le acercó la carne a la boca.
— ¡E-espera! —Gritó, sosteniéndole la muñeca.
Realmente le estaba costando no reír de nuevo.
Sin soltarle la muñeca, ella apenas abrió la boca y mordió un poco de la carne, masticándola y deteniéndose luego de tragarla.
La miró expectante, observando como volvía a fruncir el ceño y lágrimas repentinas empezaron a caer de sus ojos.
¿Realmente estaba tan mal?
Empezó a sentirse culpable al obligarla a aquello, pero se sorprendió cuando ella tomó ahora un bocado más grande, quitándole la carne de la mano para agarrarla ella misma, diciendo entre sollozos
—Está rico —sorbiendo por la nariz y llorando con más fuerza mientras comía más de aquello.
Esa noche se despertó a causa del dolor que atacó su muñeca sana, gruñendo y buscando la razón de aquello, y al mirarla, se quedó sorprendido y sin aliento al ver como una pulsera de ramas lo envolvía, lo cual no sería un problema si no fuera por el hecho de que parecían salir directamente de su piel.
Otros pocos días pasaron y él se había mantenido pensando bastante en su situación.
Ante sus sospechas, decidió hacer un experimento.
Durante unos días se mantuvo especialmente cerca de ella, tocándole la piel con las yemas de sus dedos de la forma más sutil que podía, llevándolo a ofrecerle ayuda durante los momentos en los que hacía sus tareas autoimpuestas que realmente no eran necesarias –no había mucho con lo que entretenerse, supuso –y a pesar de que la confusión ante su repentina necesidad de ayudar, ella aceptó y le indicó que hacer, frustrándolo cuando alguna de esas tareas lo mantenían alejado de ella.
Pero al final del día la tocó lo suficiente sin sobrepasar un límite –le tocaba el hombro para llamar su atención o lo palmeaba torpemente mientras la felicitaba por un "buen trabajo" –y luego se alejó de ella y fue al improvisado catre que había creado para él, dejándola a un más confundida que a un principio.
La primera noche esperó despierto la ocurrencia de algo, que las ramas empezaran a salir o que su piel se tornara verde, no estaba del todo seguro de lo que podría pasar, pero esperó.
Y recibió nada.
Volvió a repetir el experimento varias veces más y nada pasaba, así que pensó ¿tal vez era un efecto secundario de la última pócima que le había dado a beber? Tendría sentido que ya su cuerpo no esté produciendo más vegetación al cambiar ya del tipo de medicina que le estaba dando, y también tendría sentido que ella no conociera ese efecto como algo fuera de lo común, pues el propio cuerpo de ella parecía producir por si solo las plantas que la vestían.
Entonces olvidó el tema, clasificándolo como una ocurrencia de una sola vez.
Hasta que no lo fue.
Esa mañana, en la que ya no tenía ningún tipo de dolencia y empezaba a sentir que finalmente recuperaba su fuerza, había ayudado a Munda –que, aprendió, era realmente pacífico cuando no estaba protegiendo la entrada de aquel jardín –a deshacerse de los pequeños desechos que habían quedado pegados en él luego de su última muda de piel.
—Buen trabajo —Dijo Hinata, palmeándole el hombro como pudo ya que él era significativamente más alto que ella —La muda de piel de Munda suele ser un desastre porque es más resistente de lo normal, por lo que siempre me cuesta limpiarlo cuando está en temporada —reveló ella, ahora con la mano fija en su hombro —eres muy bueno en eso
Aceptó su felicitación con un pequeño dejo de orgullo en su pecho.
Pasaron el día con normalidad, y ya en la noche, mientras se daba un baño en el lago, un repentino dolor atacó su hombro.
Cuando intentó mover en círculos su hombro no pudo, el dolor y la rigidez le impedía el más mínimo movimiento, aquí que llevó su otra mano por encima de dicho hombro para tratar masajearse, pero al sentir como se pinchaba los dedos, se detuvo.
Sorprendido, se miró dicho hombro y no pudo creer lo que veía: estaba cubierto de espinas justo en el lugar en el que Hinata lo había tocado.
El fuego de la ira se prendió en él y se extendió como fuego forestal ¿eso era? ¿Sus manos? ¿Sus manos eran las causantes de que su cuerpo estuviera produciendo hojas y espinas como si fuera una simple planta? Aunque, ahora que lo pensaba, él había sido un tonto al no darse cuenta antes, después de todo, no era más que una bruja cuyas manos podían hacer crecer árboles y flores de la nada.
Se había dejado engañar. Había bajado la guardia y esta bruja lo estaba convirtiendo en otra planta de su jardín.
¿A cuántos más le habría hecho aquello?
Miró los árboles que lo rodeaban buscando el indicio de que alguno de ellos fue un hombre alguna vez, pero había hecho tan bien su trabajo que no había el más mínimo rastro de una anterior humanidad en ellos.
Enojado, salió del lago y se puso los pantalones, sin importarle que estuvieran sucios y polvorientos por las actividades que había realizado ese día. Se vistió con su armadura y tomó su espada, buscando a Hinata y encontrándola, como siempre, en el centro de la pequeña colina cubierta de flores que la rodeaba.
Sus pasos rápidos y pesados le llamaron la atención, volteando y sonriéndole al verlo acercándose, pero esa expresión cambió rápidamente cuando él entró, pisando sin cuidado sobre las flores que ella tanto amaba.
—¡Sasuk..!
—Dentro de dos días partiremos —la interrumpió, colocando la espada bajo su barbilla y haciendo la suficiente presión para que la punta se clavara ligeramente en su cuello, lastimándola —Ya he perdido mucho tiempo valioso con tus estúpidos juegos, a partir de hoy, yo mando
Se dio la vuelta sin darle la oportunidad de hablar y se dirigió hacia la parte más lejana de aquel jardín, donde se encontraba el que parecía ser el árbol más antiguo de todos, el más frondoso, donde se sentó y pegó la espalda contra él, cruzándose de brazos con su espada aún en su mano, rápidamente creando en su mente toda la logística de lo que haría próximamente.
El relinchar desesperado de Ónix lo despertó.
No se había dado cuenta de cuando se había dormido, pero parece como si el apocalipsis había tenido lugar una vez cerró los ojos.
Parpadeó, tratando de aclarar su vista borrosa hasta que todo estuvo terriblemente nítido.
Frente a él Ónix seguía llorando, alzándose sobre sus patas traseras para luego dejar caer las delanteras en fuertes golpes, levantando el polvo con cada caída.
Era de día, podía notarlo, pero todo el ambiente estaba tan sombrío que a su cerebro le costaba entender aquello.
Miró a su alrededor, todo el espacio que anteriormente había sido verde y colorido se había tornado en el más oscuro de los grises que jamás había visto. Los árboles mudaban sus hojas a una velocidad impresionante, las mismas que ahora estaban en el piso, rodeándolo.
Intentó tomar una, pero las hojas estaban tan quebradizas que se rompían con el simple tacto.
—Ónix, tranquilo —pero el caballo no le hizo caso, al contrario, relinchó con más fuerza como si le urgiera a pararse y luego salió corriendo, dejándolo atrás.
Caminó con cuidado, mirando hacia todas partes: los arbustos estaban secos pero aún mantenían algunos de sus frutos, de los cuales él tomó uno y se lo llevó a la boca solo para escupirlo al instante, asqueado por el horrible sabor que la anteriormente deliciosa mora había tomado. Mientras caminaba, un hedor nauseabundo empezó a inundar sus fosas nasales, agravándose mientras más se acercaba al lago, hasta que se dio cuenta de que ese era su origen. Las aguas, anteriormente limpias y claras, ahora eran tan negras y espesas como el alquitrán.
¿Qué estaba pasando?
No tardó en encontrar la causa.
Aún sobre la pequeña colina de encontraba Hinata, inmóvil y con la cabeza gachas, las flores a su alrededor estaban marchitas. Munda rodeaba la colina, haciendo un gran circulo con todo su cuerpo, como si estuviera tratando le ser un muro de protección para su dueña.
La gran serpiente le dirigió un siseo de advertencia, mirándolo, ahora con ambos de sus ojos sanos, como si le retara a que se acercara más.
Aún con la amenaza del reptil, lo hizo, sabía lo protectora que era, pero había aprendido que aquí adentro Munda era más como un cachorrito que jugaba a ser valiente que a la gigantesca y aterradora serpiente que realmente era.
Ya dentro de su círculo de protección todo era más horrible, aquí las flores no estaban marchitas, en su lugar parecían quemadas. El cuerpo de Hinata permanecía inmóvil, ni si quiera parecía respirar, y cuando la rodeó y estuvo cara a cara con ella, le sorprendió el espantoso estado que en apenas algunas horas había obtenido.
Su piel estaba tan gris como el resto de la tierra, sus labios anteriormente rosas ahora estaban peligrosamente cerca del negro, casi todas las flores en su pelo y corona habían perdido sus pétalos y los que se mantenían caerían en cualquier momento, sus ojos estaban abiertos y así los mantenía, sin parpadear, y el único signo que le decía que en ella aún había vida era el rastro de lágrimas que caían sin parar.
Se agachó frente a ella y la llamó, pero no recibió el mínimo reconocimiento.
Le agarró el rostro y se estremeció ante la facilidad de movimiento que tenía, incluso si su cuerpo parecía más rígido de lo que podía ser posible.
Entonces, el rastro verde oscuro que caía desde su garganta a su abdomen le llamó la atención, y sintió como si lo hubieran golpeado con el más fuerte metal al recordar lo que había hecho.
¿Era esto su culpa?
—Hinata —la llamó, levantando su rostro para poder mirarle los ojos, que parecían estar vacíos —Hinata, lo siento
Pero sus intentos fueron en vano, pues ella no respondía ni hacía el más mínimo movimiento que le indicara que lo haría en algún momento.
La desesperación empezó a llenarlo y no sabía qué hacer, le acariciaba el rostro y trataba de secarle las lágrimas, pero estas no dejaban de caer y en su lugar se deslizaban por encima y alrededor de sus pulgares, burlándose de sus intentos infructuosos para detenerlas.
Entonces, en un momento de completa desesperación hizo algo en lo que solo había pensado que pasaría en sus sueños, y la besó.
Sus labios se quedaron inmóviles sobre los fríos y agrietados de ella, y todo el sonido del ambiente que anteriormente no había notado activamente desapareció. Él no hizo ningún movimiento, solo se quedó con sus labios unidos rezando dentro de su mente por una reacción, hasta que los labios de ella temblaron.
Un sollozo los abandonó, luego dos, hasta que fue totalmente una sinfonía de lamentos.
Él la abrazó y la pegó a su pecho, disculpándose en voz baja con ella y prefiriendo escucharla llorar a que se mantuviera en el silencio sepulcral de momentos atrás.
La recuperación fue más lenta de lo que pudo imaginar. Mientras producir el desastre bastó menos que una noche, arreglarlo fue una cuestión de largo tiempo.
Ella evitaba hablarle y él no la podía culpar, no luego de todo aquello que había causado.
Ella apenas estaba recuperando su color normal y al mismo tiempo lo hacia el jardín, volviendo lentamente al verde que era cuando había llegado.
Él no le había dado una razón de su actuar en primer lugar, y no creyó que lo haría en algún momento pronto –nunca, preferiblemente -.
Solo la ayudó en silencio, descubriendo que cuando la besaba, ella se recuperaba un poco más.
Así que se mantuvo haciéndolo, por la mañana, por la tarde y por la noche, hasta que el rosa de sus mejillas apareció y las flores en su pelo comenzaron a florecer.
Eso, sin embargo, tenía un precio, y no tardó en darse cuenta que simple contacto era más poderoso que el de sus dedos.
Primero se reflejó en sus uñas, que se hicieron marrones y sus texturas se volvieron como la del tronco de un árbol. Luego en su pecho, donde hojas y espinas volvieron a salir.
Era un proceso mucho más rápido de lo que había pensado.
—Creo que mañana podemos partir —fueron las primeras palabras que ella le dirigió después días de silencio, sonriéndole tímidamente, hablando en voz baja.
Él asintió como pudo, pues su cuello estaba rígido por los cambios que en él se estaban produciendo.
Ese día sus pies se pegaron a la tierra, y arrancarlos se sintió como si hubiera perdido una extremidad.
—Sasuke —lo llamó Hinata a la mañana siguiente, preocupada por lo que veía — ¿Desde cuándo está pasando esto?
Él la miró, pero no respondió.
Él aún estaba acostado en su catre de hierba, atrapado por las hiedras que habían rodeado fuertemente sus brazos, torso y piernas para mantenerlo en aquel lugar.
—Espera —la desesperación en la voz de Hinata era palpable, pero él apenas podía reconocer cualquier cosa —Te ayudaré
Con sus manos Hinata tocó las plantas encima de él, pero se sorprendió al ver que estas, en lugar de obedecerle y desaparecer, parecían apretarse más alrededor de Sasuke.
Ella se miró las manos sin entender lo que pasaba y lo volvió a intentar, sus ojos nublándose al obtener el mismo resultado que en la primera vez.
Las lágrimas dejaron sus ojos y los sollozos no tardaron en aparecer cuanto más lo intentaba y fallaba, su lloro volviéndose más enérgico y miserable con cada segundo más.
—Hinata —la llamó, apenas un susurro ronco mientras sentía una nueva planta crecer desde su estómago y deslizar sus raíces a través de su esófago, saliendo lentamente por su boca —Ya no hay tiempo para mi
— ¡No! —Gritó temblorosa — ¡No digas eso!
—S. Sálvalos… a mi pueblo… —dijo, apenas respirando
—L-lo haré, pe-pero primero… —un sollozo la interrumpió —primero a ti…
Sasuke quiso negar, pero no tenía ni la fuerza no la movilidad para hacerlo.
—Ya… no hay… tiempo para… mi —repitió —promételo
—Sasuke
—Por favor
Sin encontrar las palabras para poder responderle, solamente asintió.
Sasuke sonrió y la miró, agradecido mientras una solitaria lágrima se deslizaba por el costado de su rostro al mismo tiempo en el que más raíces salían de su boca.
—Gracias —dijo él, con la voz quebrada, cerrando los ojos —te am…
Pero no pudo terminar su frase, perdiendo el último aliento que tuvo y dejando las raíces finalmente salir de su boca y clavarse en la tierra bajo a él.
Un grito desgarrador salió de la boca de Hinata, la perdida, por primera vez en cientos de años, destrozándola completamente.
Lloró sobre su cuerpo, sintiendo un dolor mucho peor que el de hace unos días invadirla por completo, sintiendo nuevamente como desfallecía con rapidez.
Pero aún tenía una última promesa que cumplir.
Sin estar dispuesta a partir y dejarlo, Hinata puso ambas manos sobre el suelo y reunió todas sus fuerzas, gritando mientras se transfería su poder más allá del bosque, llenando todo su alrededor de la vida que él había venido a buscar.
La tierra tembló y grandes paredes espinosas se elevaron sobre todo su jardín, uniéndose en el centro sin cerrarse por completo y dejando un pequeño hueco por donde entraba la luz del sol.
Exhausta, caminó hasta donde el cuerpo de Sasuke yacía cubierto de raíces y se dejó caer a su lado, colocando una mano sobre su pecho, cerrando lentamente los ojos, fundiéndose con él.
Desde la torre más alta del castillo Uchiha, los lloros de las cortesanas invadían la habitación del rey Itachi, cuyo cuerpo estaba cubierto por una sábana blanca mientras su corte lo rodeaba.
—Lo logró, mi rey —susurró Kakashi, viendo desde la ventana como el reino empezaba a llenarse del vivo verde de las crecientes plantas y los coloridos brotes de flores y frutas que las seguían, aunque su atención realmente estaba fija en el gran capullo que se había formado en la parte más lejana del bosque.
Mientras que, en las puertas del reino, llegaba Ónix el corcel sin su rey.
Este salió extremadamente largo, pero es mi one favorito desde que empecé a escribir lo de este mes.
Sinceramente, la idea me encantó a tal punto de no querer publicarlo como un SH, sino como un original, y puede que lo intente en algún momento, obviamente con más desarrollo y capítulos. Si llegaste hasta aquí… Felicidades! Te admiro.
