Capítulo 6

Durante los días anteriores a la boda, Sakura intentó por todos los medios no cruzarse con Sasuke. Pero era imposible, parecía que estaba predestinada a verlo en todos lados. Matsuri, bastante observadora, se fijó en cómo desde que habían llegado aquellos tres guerreros, Óbito, Sasuke y Neji, las mujeres del castillo se habían revolucionado. Todas intentaban ser las que calentaran sus camas, e incluso sus primas habían sido vistas tonteando con un par de guerreros Uchiha.

Temari, por su parte, y a pesar de discutir en todo momento con Óbito, parecía buscarlo desesperadamente, y Gaara pudo comprobar con sus propios ojos cómo Óbito, en cuanto veía aparecer a Temari , intentaba desaparecer.

Sakura, desde lo ocurrido, procuraba no estar sola en sitios públicos, como el salón o el patio del castillo. Mientras, Sasuke comenzaba a enfurecerse cuando la veía huir de él sin darle oportunidad de hablar.

La única que parecía feliz era Tenten, quien sonreía como una tonta a Neji al encontrarlo en su camino.

El esperado día de la boda había llegado y el castillo bullía de acción. Las cocinas escupían el olor de los haggis, plato indispensable en cualquier casa escocesa, mientras la cocinera partía salmón y sus ayudantes confeccionaban tortas de harina.

Gaara, el orgulloso novio, charlaba junto a los hombres en el salón esperando el comienzo de la boda. Mientras, Sakura, Temari y Tenten vestían a una relajada Matsuri, que notaba más nervios en las demás que en ella misma.

—Estás bellísima, Temari —comentó Matsuri.

Su cuñada haría babear a más de uno llevando aquel precioso vestido azul cielo.

—Por cierto —indicó de nuevo Matsuri—. ¿Dejarás alguna vez de discutir con Óbito y le darás un respiro?

—No creo —respondió sonriendo—. Me saca de quicio con sus palabras soeces y sus comentarios fuera de lugar.

—Pero si el pobre ni te habla —replicó Sakura recordando los hirientes comentarios de Temari hacia él.

—Y tú, ¿dejarás de correr por el castillo huyendo de Sasuke? —dijo Temari a la defensiva—. Te he observado y, cada vez que él aparece, huyes como alma que se lleva el diablo.

—¿Qué estás diciendo? —respondió Sakura intentando disimular.

—No disimules, Sakura —murmuró Tenten—. Todas hemos visto cómo lo miras cuando crees que nadie te ve.

—También la mira él a ella —añadió Matsuri—. Lo que no entiendo es por qué se enfurece cuando te ve correr.

«No pienso contar nada», pensó Sakura.

—Hermanita, ¿tienes algo que contar? —preguntó Tenten.

«La mato.»

—¡Cállate, Tenten! —bufó Sakura—. Eres la menos indicada para criticar, cuando no haces más que sonreír como una tonta al laird Hyūga. Ya te he dicho lo que pienso al respecto.

—Y yo a ti —aclaró la aludida mirando a su hermana con los brazos en jarras—. ¿Sabes? Eres muy pesada, hermanita, y no creo que por ser amable con un hombre debas decirme que sonrío como una tonta.

—Sakura tiene razón —puntualizó Temari acercándose a ella—. Estás siendo demasiado descarada con Neji. Deja de sonreírle de esa manera o pensará que lo que quieres es que te tome en cualquier catre como a una de las que se le ofrecen cada noche.

—¡Por todos los santos! —se ofendió Tenten—. ¿Cómo puedes decir eso, cuando tú no haces más que comportarte como una niña caprichosa y arrogante ante Óbito? ¡No me extraña que huya de ti!

La guerra verbal entre ellas estaba a punto de explotar.

—Veamos —indicó Matsuri, divertida—. ¿Qué os pasa a las tres? ¿Tan difícil es admitir entre vosotras que os gustan esos guerreros y que por eso os comportáis así?

La primera en hablar fue Tenten.

—Lo admito. Me gusta Neji —asintió pestañeando—. Es tan guapo, tan simpático, tan maravilloso, que caería rendida en sus brazos.

—Oh... ¡Qué sorpresa! —se mofó Sakura ganándose un empujón de su hermana.

—¡Vale! Lo admito —indicó Temari con un mohín, sentándose encima de la cama—. Siempre me ha gustado ese burro. Desde pequeña, he soñado con que algún día Óbito llegara hasta aquí para declararme su amor. Pero, en vez de eso, ha llegado para declararme la guerra.

Al escucharla, Tenten y Sakura se miraron y sonrieron.

—Tranquila, Temari. Comienzo a conocer a los hombres y creo que, si combates bien, la guerra la ganarás tú —sonrió Matsuri abrazando a su cuñada—. Pero te recomendaría que pensaras las cosas antes de decirlas.

—Eso mismo me recomendó Sasuke la otra noche —se le escapó a Sakura, que rápidamente se dio cuenta de lo que había dicho.

Las tres mujeres clavaron la vista en ella, y Sakura resopló.

—¿Sasuke? —preguntó Matsuri, sorprendida, acercándose a ella.

—¿La otra noche? —carraspeó Tenten.

—¿Cuándo has estado tú con Sasuke ? —siseó Temari levantándose de la cama.

—¡Maldita sea mi lengua! —gruñó Sakura al mirarlas—. Hace dos noches, mientras paseaba con lord Draco, me encontré con él por casualidad en el bosque. Hablamos y me acompañó un trecho del camino.

—Eso no me lo habías contado —dijo Tenten acercándose a su hermana—. ¿Pasó algo?

La muchacha, rápidamente, negó con la cabeza.

—Sakura, ¿por qué te dio ese consejo? —preguntó Matsuri, que comenzaba a entender la frustración de Sasuke cuando ella no lo miraba y salía corriendo.

—Lo insulté llamándolo «gusano» —sonrió ella tapándose la boca y mirando con guasa a Tenten, que comenzó a carcajearse.

—¿Llamaste «gusano» al temible Halcón? —murmuró incrédula Matsuri riendo con ella. Nadie insultaba al Halcón y vivía para contarlo.

—También lo empujé, le chillé y... me besó —susurró desviando los ojos al suelo.

—¡¿Te besó?! —gritó Temari llevándose las manos a la cabeza—. ¡Por san Ninian! ¿Te ha besado el Halcón y no nos lo has contado?"

En ese momento, se abrió la pesada puerta y ante ellas aparecieron las dos primas de Temari, las feas y envidiosas Gerta y Landra, dejándolas a todas con la boca sellada.

—Oh..., estás preciosa, Matsuri —susurró Greta, ataviada con un vestido oscuro, nada favorecedor—. El vestido es precioso, estás bellísima.

—El vestido lo hizo Sakura —explicó Matsuri tocando la seda.

—¡Bonito vestido! Y tu pelo está precioso —asintió Landra mirando de reojo a Sakura, que tenía un cabello espectacular por su densidad y sus rizos rosas—. ¿De qué hablabais cuando hemos llegado?

—De lo nerviosa que estoy —contestó la novia mientras las demás asentían sin mirarse.

De nuevo la puerta se abrió. Era Mitsuki. Buscaba a sus hermanas.

—¿Qué pasa, Mitsuki? —Todavía acalorada por lo contado, Sakura se acercó al niño, que las miraba con los ojos muy abiertos.

—¡Qué guapa estás! —silbó al ver a Matsuri luciendo aquel rico vestido.

—Gracias, jovencito —rio ella tocándole el pelo con delicadeza.

—Mitsuki, ¿ocurre algo? —preguntó inquieta Tenten.

—He venido a traeros esto —dijo abriendo la manita, donde reposaban los colgantes que días antes habían originado todo el jaleo con los feriantes—. El Halcón me los dio cuando nos llevó a casa y me dijo que los guardara hasta el día de la boda. Pero esta mañana os habéis ido antes de que pudiera hacerlo.

—¡Oh, gracias, Mitsuki! —gritó eufórica Tenten cogiendo uno de color azul—. ¡Es precioso!

—Mitsuki, deberías habérselo devuelto al laird Uchiha —regañó Sakura con cariño a su hermano, que sonrió encogiendo los hombros.

—Lo intenté, pero me obligó a guardarlos para vosotras.

—¡Vamos! —bromeó Matsuri cogiendo aquel colgante de la manita de Mitsuki para colocárselo a Sakura en el cuello—. Ponte esto ahora mismo y deja de buscar tres pies al gato. Sasuke lo compró para vosotras. Es un bonito detalle, por lo que deberíais darle las gracias cuando tengáis ocasión.

—De acuerdo —murmuró Sakura cogiendo a su hermano para besarlo antes de que éste escapara por la puerta muerto de risa.

En ese momento sonaron unos golpecitos en la arcada. Era Hilda, que indicó que todo estaba preparado. Instantes después Matsuri salió de su habitación sonriendo, seguida por las demás mujeres.

Al llegar al salón, las esperaba un guapísimo Sasuke, que ejercía de padrino. Se le paró el corazón al ver a Sakura y comprobar lo bellísima que estaba con aquel vestido marrón. Su claro y rizado pelo rosa lucía un entrelazado de flores que flotaba a su alrededor convirtiéndola en una reina. Aturdido ante su belleza, fijó los ojos en su redondo escote, que revelaba una piel suave y sedosa y unos pechos llenos y turgentes, donde descansaba el colgante que le había dado a Mitsuki. Avergonzado por haberse quedado atontado, miró a Matsuri, que con una agradable sonrisa lo agarró del brazo. Y juntos caminaron hacia la capilla donde un nervioso Gaara, junto a un emocionado Magnus, la esperaba con una grata y encantadora sonrisa.

Durante el intercambio de votos, Sakura se mantuvo junto a Temari y Tenten, frente a Sasuke, Óbito y Neji. El remolino de sentimientos y miraditas que había en aquella capilla era electrizante y Magnus se lo estaba pasando en grande.

Sasuke no podía apartar su penetrante mirada de la mujer del pelo rosa, que en un par de ocasiones había rozado con los dedos el colgante que reposaba sobre su pecho, haciendo que al guerrero se le secara la boca.

«No debo prendarme de ninguna mujer, y menos de una como ella», pensó Sasuke regañándose. En el pasado, Hotaru le había roto el corazón y no estaba dispuesto a darle una nueva oportunidad a ninguna otra.

Óbito, inquieto, procuraba no mirar a Temari. Estaba bellísima con aquella tiara de flores alrededor de su rubio cabello y con aquel vestido azul. Neji sonreía anonadado a una chispeante Tenten, que cada vez le parecía más fresca y radiante.

Tras la ceremonia, comenzó un opíparo banquete preparado por las mujeres del castillo. No faltaron platos típicos como el haggis, las gachas, el jabalí, estofado de venado, salmón ahumado y caldos aromatizados con romero. Las shortbread, o tortas de harina dulce, y un fino bollo recubierto con arándanos fueron la culminación del maravilloso banquete.

En el salón, en las largas y pesadas mesas de madera, abundaban los manjares en cuidadas bandejas, y al lado, en otra mesa, barriles con agua de vida y abundante cerveza. A lo largo del banquete y en repetidas ocasiones, los invitados, animados por Magnus, brindaban incitando a los novios a que se besaran, haciendo que el anciano disfrutara como un chiquillo.

Durante el banquete, Óbito se fijó en cómo Temari bromeaba con algunos hombres que él no conocía, y una extraña punzada de celos se apoderó de él. ¿Por qué les sonreía a aquéllos y a él sólo le decía impertinencias?

Por su parte, Sakura y Sasuke mantenían las distancias. Pero a pesar de su reticencia a mirarla, se incomodó como su hermano al ver que Sakura hablaba y sonreía a personas que él no conocía.

Pasado un rato, observó cómo un muchacho algo más joven que él se sentaba junto a ella, y tuvo que agarrarse a la mesa al ver que intentaba abrazarla. Aunque se relajó y se sorprendió cuando contempló cómo aquella mujercita, con un rápido movimiento, le retorció el brazo haciéndolo gesticular de dolor. Poco después, el muchacho, enfadado, cruzó unas palabras con ella, se levantó y se marchó, y fue Mauled quien ocupó su lugar para comenzar a charlar.

«¿De qué hablarán con tanta pasión?», se preguntó Sasuke al ver cómo ella gesticulaba con las manos y el viejo Mauled se carcajeaba.

Tenten, en un par de ocasiones, hizo por cruzarse con Neji en el salón. Sin poder contener más sus instintos, con una arrebatadora sonrisa, éste la agarró por la muñeca y la llevó hasta el pasillo del primer piso, donde la arrinconó y la besó. Llevaba días luchando contra sí mismo. Pensar en la sangre inglesa de aquella graciosa muchacha, en un principio, lo había desconcertado, pero sus instintos más primitivos florecieron nuevamente y sólo existió ella, Tenten.

Para Tenten, aquel beso tan íntimo fue el primero de su vida. Se asustó al notar las manos de Neji subiendo hacia su escote, pero, tras reaccionar y agarrárselas con una desconcertante mirada, se alejó hacia donde estaba todo el mundo, dejándolo si cabía todavía más acalorado.

Con los sones de las primeras bandurrias y gaitas, los presentes comenzaron a bailar. Las gentes del castillo y la aldea estaban reunidas en el patio y los alrededores de la fortaleza. Ebizo, junto a Mauled y los más ancianos del lugar, al caer la noche, decidieron regresar a sus cabañas, agotados de tanta fiesta. El anciano intentó llevarse a Mitsuki, pero, ante la negativa y vitalidad de éste, lo dejó con sus hermanas haciéndole prometer que se portaría con cordura.

La gente bailaba con alegría, y tanto Sakura como Temari y Tenten danzaban y bebían con las personas que conocían de casi toda la vida. Kimimaro, el mozo que rondaba a Sakura, intentó estar a su lado, pero ella en cuanto podía se lo quitaba de encima, algo que él no aceptaba de buen grado.

Los hombres de la aldea y algunos guerreros aprovecharon y se acercaron a las jóvenes para bailar. Las primas Gerta y Landra reían acaloradas junto a unos guerreros de Uchiha, quienes les sacaban continuamente los colores con sus palabras. Magnus, orgulloso y feliz, disfrutaba de la velada y bebía cerveza junto a Matsuri y Gaara, que reían y charlaban con Sasuke, Óbito y Neji.

—¿A qué esperáis para bailar con las muchachas? —preguntó Matsuri mirando a aquellos tres ceñudos guerreros—. En estas tierras, como habréis podido comprobar, viven mujeres preciosas que estarían encantadas de recibir vuestra invitación.

—Somos guerreros, no danzarines —señaló Óbito con el entrecejo fruncido mientras observaba bailar a una alegre Temari.

—Óbito —sonrió Magnus con picardía—. Acepta el consejo que te da un viejo guerrero. La vida es muy corta y lo mejor que se puede hacer es disfrutarla. Si te digo esto es porque yo, al igual que tú, pensaba que los guerreros eran sólo eso, guerreros curtidos únicamente para pelear. Pero mi amada Elizabeth me enseñó a disfrutar de los momentos que la vida te regala. Comprendí y aprendí a ser un terrible guerrero en el campo de batalla y un buen marido y padre cuando estaba en el hogar.

—El que bailes no te restará gallardía —añadió Gaara, que desde hacía tiempo observaba a su hermana y a Óbito, y veía cómo ambos se buscaban con la mirada, lo que no le gustaba nada.

—Creo que Óbito no baila porque no sabe bailar —rio Neji dándole un empujón.

—Sé bailar, bocazas —aseguró Óbito.

—Es un excelente bailarín —acudió en su ayuda su hermano.

Sasuke no paraba de observar a Sakura y al mozo que intentaba asirla del brazo. Aquella muchacha le atraía como ninguna desde que pasara lo de Hotaru. La veía sonreír y bailar, y se regañaba a sí mismo por no ser capaz de ser él quien la hiciera sonreír de aquella manera.

—Mamá nos enseñó a los dos —afirmó Óbito intentando sonreír a Gerta y a Landra, que llegaban en ese momento y se ponían a su lado. Pero desvió la mirada hacia Temari para verla acercarse a una de las mesas para tomar cerveza. Tras disculparse, desapareció seguido por Magnus, que había visto llegar a su amigo Murdock.

Gaara, Sasuke y compañía observaban a los bailarines desde un altillo, mientras más de doscientas personas bailaban y daban palmas alrededor del fuego. Entre ellas se encontraban las muchachas, quienes danzaban con sus vecinos, y con los guerreros Uchiha y Hyūga.

—¡Qué descaradas son! —siseó Landra señalando hacia donde Sakura y Tenten bailaban.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Matsuri.

—Intentan buscar un marido entre esos pobres —añadió Landra mientras Gerta le tiraba de la manga del vestido para que callara—. Pero, claro, es lógico. ¿Quién querría casarse con ellas?

—¿Por qué creéis que buscan marido? —preguntó Neji levantando una ceja.

—Nadie quiere casarse con ellas —escupió Landra creyéndose superior, cuando era más fea que un árbol torcido—. ¿Por qué creéis que Sakura no se ha casado? Tiene ya veintiséis años.

—No lo sé —respondió Sasuke acercándose—. Me gustaría que vos me lo aclararais.

Aquellas dos, al sentirse el centro de atención de aquellos valerosos guerreros, se envalentonaron y Landra prosiguió:

—Está claro, laird Uchiha. Tanto Sakura como su hermana saben que sus destinos son muy confusos. Nadie quiere casarse con ellas por su sangre sassenach.

—¡Landra! —ladró Gaara levantándose acalorado—. No consiento que nadie diga semejante cosa de mi gente en mi presencia.

—Se comenta eso, Gaara. —Se encogió asustada al verlo tan enfadado.

—Por comentarse —se acaloró Gaara—, se dicen muchas cosas. Ellas son de mi clan y no consentiré que nadie ponga en duda su sangre escocesa. Por lo tanto, no quiero escuchar más de vuestra boca ningún comentario respecto a ellas. ¡¿Entendido?!

Tras aquel desagradable incidente, todos quedaron callados mirando hacia donde las muchachas bailaban sonrientes acompañadas por el resto de los aldeanos. En ese momento, Sakura se volvió hacia ellos y al verlos tan serios le susurró a su hermana:

—Oh, oh —dijo atrayendo la atención de ésta—. Creo que acaban de enterarse de nuestro pequeño secreto.

—¿Tú crees? —se mortificó Tenten, que con una grandiosa sonrisa miró a Neji. Pero en vez de devolverle la sonrisa como había ocurrido durante toda la noche, él se la quedó mirando muy serio. Al ver aquella reacción, Tenten sintió que se le caía el alma a los pies.

—Sí, se acabó mi sueño —asintió encolerizada.

—No seas tonta, Tenten —la regañó Sakura intercambiando una mirada con Sasuke—. Nosotras ya sabíamos que esto podía ocurrir. Por eso te dije que no te hicieras ilusiones.

—Tienes razón —asintió su hermana con la decepción en los ojos—, pero estoy harta. Cuando vivíamos en Inglaterra, éramos las salvajes escocesas. Y aquí, en Escocia, somos las inglesas o las sassenachs. ¿Nunca seremos de ningún lado?

Ambas se miraron y Sakura, tras acariciar la mejilla de su hermana, le susurró:

—Quizá deberíamos marcharnos de aquí, de este pueblo, y comenzar de nuevo en otro sitio donde nadie nos conozca, ni sepa de nuestro pasado —insinuó.

—¿Bailas conmigo, preciosa? —preguntó Kimimaro agarrándola por la cintura con fuerza y haciendo que Sakura se cansara de aquel acoso.

—¡Kimimaro! —vociferó dándole un empujón—. Si vuelves a tocarme o a cogerme una vez más, te prometo que no responderé de mis actos. Te he dicho que me dejes en paz más de veinte veces.

—Al final —le advirtió Tenten—, conseguirás que se enfade.

Pero él pareció no escucharla.

—¡Preciosa! —exigió apestando a cerveza—. Sólo quiero que bailes conmigo.

—Pero yo no quiero. ¡Déjame en paz!

—Dame un beso —demandó intentando agarrar a Sakura, que al notar sus manos sobre ella le soltó un puñetazo en la nariz haciéndolo caer hacia atrás.

—¿Ocurre algo aquí? —preguntó Inabi, que tras una orden de Sasuke se acercó a ellas.

—¡Ya no! —rio Tenten al ver a Kimimaro tumbado en el suelo mientras su hermana se frotaba la mano.

—¿Podríais llevároslo fuera de mi vista? —preguntó Sakura.

—Será un placer, milady. Nos llevaremos a este muchacho para que duerma la mona en otro lugar —rio Mael cogiendo al muchacho con la ayuda de Inabi.

Ajena a lo ocurrido, Temari reía con Gedorf, un amigo de su difunto padre, mientras bebía cerveza.

—Estás muy sonriente esta noche —señaló Óbito sentándose junto a ella y dejándola desconcertada.

—Hasta este momento, así era —asintió Temari dando un trago a su cerveza.

Óbito, haciéndose el sorprendido, levantó las cejas y preguntó:

—¿Te incomodo?

—No te preocupes, puedes continuar aquí sentado —respondió Temari al recordar las palabras de Matsuri.

Tras un silencio entre los dos, Óbito volvió a hablar.

—Bailas muy bien.

Temari, con el corazón desbocado por la cercanía de él, respondió, levantando el mentón como si no pasara nada:

—Gracias. Gaara fue mi maestro.

Al escucharla, el highlander sonrió, pero volvió a preguntar:

—Te protege mucho tu hermano, ¿verdad?

—Lo normal —musitó ella mirándolo atontada—. Creo que como cualquier hermano. ¿Acaso no protegíais vosotros a vuestra hermana?

—Pero, al decir aquello, rápidamente se arrepintió.

—Nosotros protegimos todo lo que pudimos a Johanna, pero... —murmuró el joven con la mirada oscura al pensar en su fallecida hermana.

Consciente de su metedura de pata, Temari buscó su mirada.

—Lo siento..., lo siento, perdóname —rogó al ver la tristeza en sus ojos—. No pretendía recordar algo tan triste. He sido una inconsciente. Discúlpame, por favor, Óbito.

—Estás disculpada —sonrió éste sumergiéndose en sus celestes ojos que lo invitaban a nadar en su cálido azulverdoso.

En ese momento, Temari se fijó en Mitsuki. Estaba detrás de Óbito. Se había subido a un carro y de ahí a unas grandes piedras. Al agarrarse a las piedras, el carro se movió asustando a los caballos.

—¡Mitsuki! Pero ¿cómo te has subido ahí? —lo regañó la muchacha mientras buscaba con la mirada a Sakura, que al oír el relincho de los caballos vio a su hermano y junto con Tenten corrió hacia él.

—Es un pequeño diablo este muchacho —sonrió Óbito mientras lo observaba.

—Es un gran diablo —afirmó Temari viéndolo trepar por la piedra hasta lanzarse contra la rama de un árbol—. ¡Por todos los santos, Mitsuki! ¿Qué diablos intentas hacer ahora?

Sasuke y Neji miraron hacia donde corrían las jóvenes y descubrieron con sorpresa cómo Mitsuki se había encaramado a unas ramas de las que colgaba peligrosamente.

—Yo subiré, lady Sakura —se ofreció Ewen, uno de los soldados Uchiha.

—¡No! —gritó la chica agradeciéndole el detalle—. Eres muy grande y la rama no aguantará tu peso.

—Disculpadme, no quiero ser grosero, pero creo que el vuestro tampoco —calculó Ewen.

—¡Vaya, gracias! Últimamente no hacen más que decirme cosas bonitas. Pero es más probable que aguante mi peso que el tuyo —respondió mientras ataba sus faldas para que no le molestaran al subir.

—Esperad —intervino Inabi acercándose junto a Mael—. Me subiré en los hombros de Ewen y así podremos coger al muchacho.

Pero les resultó imposible. Mitsuki estaba más alto, y ambas hermanas se encaminaron decididas hacia el árbol.

—Mitsuki, no te sueltes y no te muevas. Intentaré llegar hasta ti —dijo Sakura. Y sin pensárselo dos veces comenzó a trepar por el árbol como una gata, seguida por Tenten.

—Se me ha enganchado el pantalón a una rama, Sakura. No me puedo soltar —apuntó el niño moviéndose nervioso.

—Maldita sea, Mitsuki. ¡Para! —gruñó Sakura al sentir cómo crujía la rama.

—Muchacho, no te muevas si no quieres que tus hermanas caigan —lo regañó Mael, impresionado por la forma en que aquellas jovencitas se colgaban de las ramas sin ningún miedo a caer.

Pero Mitsuki, como niño que era, no hizo caso y continuó.

—¡Por todos los santos, Mitsuki. No te muevas! —gritó Tenten, furiosa.

—No os preocupéis —las tranquilizó Inabi de pie bajo el árbol—. Aquí estaremos nosotros para sujetaros, por si caéis. Llevad cuidado y ¡tú, muchacho!, no te muevas.

—¡Oh, Dios mío! —susurró Matsuri mientras Sasuke, Gaara y Neji bajaban para ayudar.

—¡Me pica un bicho, Sakura! —gritó el niño al notar que algo le pinchaba la piel.

—Ya voy, Mitsuki —susurró ella rozando con los dedos el cabello del niño—. Tranquilo, sabes que no dejaría que te pasara nada.

Tenten, intuyendo el peligro que corría su hermano, subió a unas ramas más altas y desde allí se descolgó para poder desenganchar el pantalón.

—Mitsuki, tranquilo —suplicó Temari—. Ya te tienen.

—¿Qué hacen esas locas? —clamó Óbito junto a Temari al ver a las muchachas trepar y descolgarse por las ramas para coger al niño.

—Proteger a su hermano —respondió ella, y con gesto de enfado preguntó—: ¿A quién has llamado locas?

En lo alto del árbol, las muchachas intentaban ayudar a su hermano.

—Mitsuki, te tengo —susurró Sakura con sumo cuidado.

—¡Me pica el bicho otra vez! —volvió a gritar el crío moviéndose con apuro tras desengancharle Tenten el pantalón, lo que provocó que la rama se rompiera y cayeran los tres al suelo.

El primero en llegar hasta ellos fue Magnus, que atendió a Sakura; se había dado un fuerte golpe en la cabeza. Myles cogió a Tenten, y Ewen, a Mitsuki. Instantes después, apareció un ofuscado y preocupado Sasuke, con cara de pocos amigos. Tras acercarse a Sakura, se la quitó de los brazos a Magnus.

Al verla pálida e inerte entre sus brazos, a Sasuke se le heló la sangre. Con el gesto contraído observó a Mitsuki, que, asustado, no se movió hasta que Sasuke bramó:

—¡Ewen, quédate con el muchacho! —Y mirando al niño espetó—: ¡Mitsuki, no quiero que te muevas de ahí! ¡¿Entendido?!"

El niño, muerto de miedo, asintió mientras Magnus lo seguía asombrado por aquel arranque de rabia.

Con celeridad entraron en una de las cámaras de Gaara, donde depositaron con sumo cuidado a las dos muchachas encima de un banco, al tiempo que Temari llevaba agua.

—Gracias a Dios, respiran —musitó Matsuri—. ¡Menudo golpe se han dado!

—Ebizo se enfadará mucho cuando se entere de esto —advirtió Magnus—. Ese muchachito es la personita más inquieta que he conocido en mi vida.

Mientras les ponían paños húmedos en la frente, todos las miraban preocupados.

—Pero ¿es que ese niño nunca va a crecer? —se quejó Temari, angustiada—. Hoy ha sido esto. Hace unos días, el problema con los feriantes. La semana pasada, su caída al lago. Con anterioridad, se metió en el corral con los caballos y habría muerto aplastado si Sakura no lo hubiera sacado y protegido con su cuerpo.

Sasuke escuchaba los lamentos de Temari sin apartar ni un instante la mirada de Sakura.

—Estas sassenachs tienen la cabeza dura —bromeó Neji, que de pronto sintió cómo un puñetazo se estrellaba contra su cara. En concreto contra su nariz.

Había sido Tenten, que lo primero que oyó al despertar fue esa palabra que tanto odiaba.

—¿Qué hacéis? —se quejó dolorido por el golpe—. Era una broma, mujer.

—¡No volváis a llamarnos así! —gritó enfadada, y mirando a su hermana chilló—: ¡Dios mío, Sakura! ¿Está bien? ¿Qué le pasa?

—Os habéis dado un buen golpe —susurró Gaara mientras veía con curiosidad a Sasuke observar cómo Sakura comenzaba a moverse.

«¿Cómo un guerrero fiero y temido por ejércitos puede quedarse tan blanco por ver a una mujer caerse de un árbol?», pensó, divertido.

—Buen golpe, hermanita —susurró Sakura abriendo los ojos y llevándose la mano a la cabeza—. Si no le llegas a dar tú, le habría dado yo.

Magnus, admirado por el desparpajo de las muchachas ante aquellos fieros guerreros, y la pasividad de Sasuke y Neji, estuvo a punto de saltar de emoción. Las sensaciones que llevaba notando todo el día se confirmaban.

—Gracias a Dios, estáis bien —suspiró Óbito con alivio.

Al escucharlo, Temari lo miró con rapidez y con gesto fiero dijo:

—Como verás, las mujeres de estos lugares somos fuertes, no tontas damiselas que se desmayan ante cualquier cosa.

—Sois sorprendentes —asintió Óbito con una encantadora sonrisa que deslumbró a Temari e hizo resoplar a Gaara.

—Me alegro de que estéis bien, muchachas —suspiró Magnus, y dejó solos a los jóvenes.

Sakura, incorporándose, se tocó el chichón de la cabeza; se sentía mareada.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Sasuke a pocos centímetros de su cara.

—Sí, señor. Un poco dolorida. ¿Dónde está Mitsuki?

Casi no podía moverse, pero sus fosas nasales se inundaban de la fragancia masculina que aquel enorme highlander desprendía. Una fragancia que le gustaba.

—Tranquila. Mitsuki no se ha hecho nada. Está acompañado por los guerreros Uchiha —respondió Matsuri retirándole el pelo de la cara.

—Ewen está con él —intervino Sasuke—. No le quitará el ojo de encima.

Pasados los primeros instantes de confusión, todos parecían más relajados.

—Será mejor que os llevemos a casa —dijo Neji cogiendo a Tenten por el brazo, pero ésta lo rechazó de un manotazo sorprendiéndolo. ¡Nunca le había rechazado una mujer!

—No hace falta, laird Hyūga —siseó rabiosa—. Podemos ir solas, no necesitamos que nadie nos acompañe.

—Es mejor que os acompañe alguien —murmuró Gaara, divertido al ver a sus dos amigos tan desarmados ante aquellas dos jovencitas.

—Yo os llevaré —afirmó Sasuke observando el chichón en la cabeza de Sakura—, y me da igual lo que digáis, no podéis ir caminando en este estado.

—¡No! —gritó Sakura alejándose de un salto—. Mi hermana tiene razón, podemos ir solas. No necesitamos vuestra ayuda, laird Uchiha. Os lo agradecemos, pero no queremos ocasionar más problemas. Continuad con la fiesta.

—Pero acabáis de recibir un fuerte golpe en la cabeza —se quejó Neji mirándolas.

—La tenemos dura, ¿recordáis? —gruñó Tenten haciendo que Neji maldijera haber hecho aquel ridículo comentario.

Con tesón, Sakura, ayudada por Tenten y Temari, salió por la puerta de la cámara de Gaara. Al llegar a la entrada, se encontró con un asustado Mitsuki, quien al verlas corrió a abrazarlas mientras Ewen sonreía. El muchacho había llorado angustiado por sus hermanas.

—Gracias por vuestra ayuda, habéis sido muy amables toda la noche —agradeció Sakura a aquellos tres gigantes.

—No hemos podido evitar que cayerais al suelo, milady. ¿Os encontráis bien? —susurró Myles angustiado, señalando el chichón de la cabeza.

—Perfectamente —asintió, y con gracia señaló—: ¡Tenemos la cabeza dura!

Al mirar hacia atrás, Sakura se encontró con el ceñudo gesto de Sasuke, que la seguía con la mirada. Eso la puso más nerviosa.

—Estamos acostumbradas a las fechorías de este pequeño diablillo —sonrió Tenten—. Muchas gracias y buenas noches.

Cuando las muchachas se alejaron, los tres gigantes se miraron sorprendidos.

—¿Han dicho que están acostumbradas? —se mofó Mael sonriendo a Myles.

En ese momento apareció Sasuke, quien con cara de pocos amigos se había resignado a no acompañarlas. Tras hacer un gesto a aquellos tres gigantes, éstos entendieron y, dejando que las muchachas abrieran el camino y se alejaran unos metros, comenzaron a seguirlas.

En el camino de vuelta, Sakura cojeaba mientras Mitsuki corría delante de ellas como si no hubiera ocurrido nada.

—Te duele mucho, ¿verdad? —preguntó Tenten, preocupada.

—Un poco —asintió ella con complicidad—. Aunque más le tiene que doler a Neji el puñetazo que le has dado en la nariz. ¿Cómo se te ha ocurrido hacer semejante cosa?

—Se lo merecía, por idiota —sonrió su hermana con picardía al recordarlo—. Así nunca podrá negar que una sassenach le puso la nariz como un pimiento.

Al decir aquello ambas rieron, aunque al final Sakura dijo:

—¿Sabes los problemas que nos puede acarrear ese puñetazo? No olvides que es el laird Hyūga.

—Tranquila. No pienso volver a verlo en mi vida.

—Oh, oh... Creo que nos siguen —informó Mitsuki mirando hacia la distancia.

Ewen, Myles y Mael las seguían a distancia.

—¿Por qué nos seguís? —preguntó Tenten con las manos en las caderas.

—Cumplimos órdenes, milady —explicó Ewen.

Las muchachas se miraron incrédulas. ¡Malditos cabezones!

—Nuestros lairds quieren saber que llegáis sanas y salvas hasta vuestra casa —apuntó Mael.

—Marchaos y continuad con la fiesta. No se lo diremos a nadie, será un secreto entre nosotros —indicó Sakura haciéndolos reír.

—Pero nosotros sabremos que no hemos cumplido nuestras órdenes —señaló Myles sin darse por vencido.

—Oh... ¡Maldita sea! No digáis tonterías —se quejó Sakura, a quien el golpe en la cabeza la estaba empezando a molestar—. Volved a la fiesta y dejadnos en paz.

Pero aquellos highlanders no se daban por vencidos.

—No os molestaremos, continuad vuestro camino —sonrió Ewen.

—Pensamos descansar en el lago antes de llegar a casa —añadió Tenten, dolorida.

—Es nuestro sitio preferido —informó Mitsuki mirando con simpatía a Ewen.

—¡Mitsuki! —lo regañó Sakura.

Nadie tenía que enterarse de cuáles eran sus sitios preferidos.

—No os molestaremos. Os lo prometemos. Apenas notaréis que estamos ahí —volvió a repetir Ewen sin darse por vencido.

—De acuerdo —aceptó Sakura a regañadientes.

No tenía fuerzas ni para discutir con aquellos tres gigantes. Cuando llegaron al lago, se refrescaron la cabeza y se tumbaron sobre el verde manto de hierba que crecía en una de las orillas. Los tres highlanders se mantuvieron a distancia, así que las jóvenes pudieron cerrar los ojos durante unos instantes y relajarse.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero de pronto Sakura abrió los ojos sobresaltada. A su lado, Tenten y Mitsuki dormían. Con disimulo miró hacia donde había visto por última vez a los highlanders. Allí continuaban, apoyados en un árbol hablando de sus cosas.

—Los feriantes ya se habrán ido —protestó Myles—. ¡Qué rabia! Querría haber comprado algo para Maura y la pequeña.

—No te preocupes. Maura estará contenta sólo con ver que vuelves —respondió Ewen.

—Ya lo sé —asintió Myles.

—¡Por todos los santos! —se quejó Mael tocándose el brazo—. El maldito corte que tengo en el brazo me está matando de dolor.

—No seas blando —rio Ewen—, cortes peores has tenido.

—Sí, pero éste es muy molesto.

Decidida a regresar a casa, Sakura despertó a Tenten, que miró desorientada a su alrededor. ¿Se habían quedado dormidas?

Con sumo cuidado, cogieron a Mitsuki en brazos y no se sorprendieron cuando Ewen se acercó a ellas y tomó al muchacho entre sus fornidos brazos. Y así lo llevó hasta la casa. Después, los highlanders se marcharon.