Capítulo 8
El castillo recuperó la normalidad tras la marcha del último invitado. Apenadas y entristecidas, Sakura y Tenten retomaron sus quehaceres diarios, mientras en sus corazones el nombre de un guerrero quedó marcado a fuego. Ambas sabían que aquello era imposible. Neji y Sasuke eran señores de sus clanes, y sus gentes nunca aceptarían como compañera de su laird a una mujer que tuviera sangre inglesa.
Durante dos días, Temari no paró de sollozar, llegando a crispar los nervios de Gaara y de Magnus, que comenzaron a pensar en encerrarla en una de las almenas y no dejar que bajara hasta que se tranquilizara.
Pasados veinte días, llegó hasta el castillo una misiva. Era de Robert de Bruce. Le pedía a Gaara que se reuniera con él en Glasgow. Tras indicar a unos doscientos hombres que lo acompañaran y dejar al mando de todo a su buen amigo Sari, se despidió de Matsuri y partió para encontrarse con Robert de Bruce.
La cuarta noche después de la partida de Gaara, mientras todos dormían, de pronto Sakura oyó un chillido y se tiró de la cama con rapidez. Una vez que hubo cogido su daga y su espada, observó a su alrededor, dándose de bruces con Tenten, que al igual que ella había oído algo extraño. Con cuidado se asomaron por la pequeña ventana que tenía la cabaña y sus ojos se abrieron horrorizados cuando vieron lo que ocurría. Sus vecinos corrían de un lado a otro perseguidos por hombres que no eran de su clan. Ebizo, al oír el jaleo, se levantó y la sangre se le heló al ser consciente de lo que ocurría. Estaban siendo asaltados.
De pronto, la arcada de la cabaña se abrió dando un tremendo golpe y ante ellas aparecieron dos hombres desdentados y con aspecto de asesinos. Sin pensárselo dos veces, Sakura blandió su espada al aire y tomó posiciones para recibir el ataque que aquellos terribles hombres habían iniciado. Con valentía y destreza, Tenten y Sakura se defendían.
—¡Saca a Mitsuki de aquí, abuelo! —gritó Sakura sin quitar ojo al hombre que decía cosas terribles frente a ella.
—¡Malditos seáis! —bramó enfurecido Ebizo—. ¡No toquéis a mis nietas!
—¡Llévate a Mitsuki, abuelo! —vociferó Sakura sintiendo que apenas podía respirar.
—¡Buscad a Mauled! —gritó Tenten, paralizada, con su daga en la mano.
Tras la marcha de Ebizo y del pequeño Mitsuki, los asaltantes miraron con cara de deseo a las muchachas.
—Patrick, creo que nos daremos un festín con estas dos tiernas palomitas. Qué suerte la nuestra, son las bastardas que estamos buscando —rio uno de los hombres al contemplarlas.
—¡Atrévete a ponerle la mano encima a mi hermana y conocerás el sonido del acero entrando en tus carnes! —rugió Sakura, angustiada, mientras observaba al abuelo, a Mitsuki y a Mauled correr colina arriba.
—Me encantan las mujeres como tú —babeó el hombre que estaba frente a ella.
—Pues más te encantará luchar conmigo —sonrió Sakura comenzando un ataque con la espada que dejó al hombre sorprendido.
—Mi intención es llevarte viva, aunque antes me gustaría probar la mercancía.
—¡Eso no te lo crees tú ni loco! —siseó Tenten al escucharle.
—¡Atrévete a tocarnos —rugió Sakura—, y te arranco la piel a tiras!
—Tienes coraje, ojos verdes —admitió riendo el hombre mientras observaba cómo la chica se movía con destreza y salía de la cabaña.
Desde el castillo, al ver el fuego procedente de la aldea, dieron un toque de alerta.
Tenten, asustada, luchaba como podía, mientras Sakura, como una heroína, dejaba latente su destreza con la espada.
Al final, Sakura consiguió deshacerse de aquel terrible asesino clavándole la espada sin piedad en el cuerpo. Aquella lucha era por la supervivencia de ella o de él y, sin dudarlo, primó la de ella. Mirando a su alrededor, con el corazón en un puño, vio cómo otros hombres prendían fuego a los techos de paja de su cabaña mientras sus vecinos corrían horrorizados de un lado a otro. Con los ojos vidriosos por la rabia y la impotencia, observó a Tenten aún luchando y, como el más fiero de los guerreros, se lanzó contra aquél, matándolo en el acto.
—¿Dónde están Mitsuki, Mauled y el abuelo? —preguntó Tenten angustiada mirando aquel cuerpo muerto ante ellas.
—Colina arriba, en busca de ayuda —respondió Sakura jadeante al ver a Kimimaro cerca del establo. Estaba ardiendo, por lo que corrió con la esperanza de poder sacar los caballos y salvar a lord Draco—. ¡Dios mío, los caballos!
Abstraída por sacar los caballos, no vio cómo dos hombres sujetaban y tiraban al suelo a su hermana. Horrorizada, Tenten comenzó a patalear y a chillar todas las palabras que en vida su madre le habría prohibido, mientras uno de los hombres intentaba levantarle las ropas. De pronto, Tenten notó cómo uno de los hombres caía a su lado. Al mirar, vio a Mitsuki que, asustado, empuñaba un pequeño puñal.
—¡Suelta a mi hermana! —gritó el niño con lágrimas en la cara.
—¡Mitsuki! ¡Corre, corre! —gritó Tenten incorporándose cuando el hombre que continuaba frente a ella alzaba la espada.
Pero el atacante no les dio oportunidad de escapar. Cogiendo a Mitsuki por el pelo, puso la espada en su cuello y, con una sonrisa sádica, siseó:
—¡No volverás a correr nunca más en tu vida, bastardo escocés!
Cuando Tenten estaba a punto de gritar ante la impotencia de no poder hacer nada, vio que una sombra se abalanzaba sobre el hombre haciéndolo caer a un lado.
—¡Mauled, cuidado! —vociferó Tenten al ver que había sido el anciano quien se había lanzado como un salvaje para proteger a Mitsuki. Pero el guerrero fue más rápido que el viejo y, sin piedad, le clavó su espada en el estómago.
—¡No! —gritó Mitsuki horrorizado. Lo hizo tan fuerte que atrajo la atención de Sakura, que en ese momento salía tosiendo junto a Kimimaro de los establos.
—¡Maldito inglés! —gritó Tenten enloquecida al ver el dolor y sufrimiento en el rostro de su amado Mauled—. ¡Maldito seas tú y todos los de tu calaña! —rugió cogiendo el puñal que momentos antes llevaba Mauled. Se abalanzó sobre él y se lo clavó en el corazón.
—¡Tenten! ¡Mitsuki! —aulló Sakura corriendo hasta ellos y quedándose aturdida al ver a Mauled herido—. ¡No..., no, por favor! —gritó tirándose junto al anciano—. ¡No te muevas! Por favor, Mauled. ¡No te muevas! —sollozó mientras taponaba la espantosa herida de la que manaba mucha sangre.
Tenten no podía hablar, ni moverse. Sólo miraba las manos de su hermana cubiertas de sangre y el dolor en la cara de Mauled.
—¡Iré a buscar ayuda! —gritó Kimimaro desapareciendo de su lado.
—Tranquilas, muchachas —susurró el anciano con la frente encharcada en sudor—. No os preocupéis, no me duele. —Y perdiendo el brillo de sus ojos dijo—: Los highlanders volverán, os hemos enseñado todo lo que sabemos y sólo espero que...
—Te llevaremos a casa y te curaremos —susurró Sakura con los ojos llenos de lágrimas.
Pero una serie de convulsiones sacudieron el cuerpo del anciano y murió.
Con el corazón roto, Sakura se agachó y besó con cariño al anciano que tanto les había dado. Intentando no llorar y sin mirar directamente a Mitsuki, preguntó:
—¿Dónde está el abuelo?
—Con Mauled —susurró Mitsuki.
—¡¿Qué?! —gimió Tenten sin respiración.
—Está allí —señaló el niño con la mirada perdida.
Sakura echó a correr colina arriba notando cómo las lágrimas surcaban su cara. Encontró a su abuelo Ebizo tirado en el suelo, muerto como Mauled. Horrorizada por aquello, se dejó caer encima del anciano y, desesperada, comenzó a llorar y a gritar.
No supo cuánto tiempo pasó allí. Alguien se agachó junto a ella y la abrazó. Era Temari, que, alertada por los guardias del castillo y a pesar de poner en peligro su vida, había corrido hacia la aldea para encontrarse con la destrucción y el horror.
—Tranquila, Sakura —susurró abrazándola sin poder contener las lágrimas por ver al bueno de Ebizo muerto ante ellas.
—El abuelo... Temari —hipó angustiada—. El abuelo y Mauled han muerto... por mi culpa.
—¡Por todos los santos! —rugió Magnus al ver lo ocurrido.
La gente del pueblo corría enloquecida, algunas casas ardían y nada podían hacer sino esperar a que el fuego devorara lo poco que tenían. Los soldados de Gaara consiguieron terminar con los atacantes que aquella noche habían ocasionado la desolación. Algunos aldeanos comenzaron a señalar a las muchachas como responsables de todo lo ocurrido. Decían que habían escuchado a aquellos ingleses preguntar por los nietos de Ebizo de Atholl.
—¡Escuchad! —gritó Magnus, dolido, con Mitsuki entre sus brazos—. Al primero que yo oiga decir que las culpables de todo esto han sido ellas, se las tendrá que ver conmigo.
—Todo es culpa mía —susurró Sakura—. Todo es culpa mía.
—No, Sakura. No es culpa tuya —musitó Matsuri.
Al levantar la mirada, Sakura observó cómo Magnus abrazaba a Mitsuki, y Matsuri, a Tenten. Parecían en estado de choque, mientras algunos vecinos, aquellos que parecían haberlas aceptado, les daban la espalda.
—¡Sari! Quiero que varios hombres ayuden a nuestras gentes a apagar el fuego y que otros recojan los cuerpos de Ebizo y de Mauled para darles un entierro digno —ordenó Magnus tomando aire y valorando con una mirada los daños en la aldea.
—El resto de la gente y los heridos —dijo Matsuri mirando a Sari— que vayan al castillo, allí serán atendidos.
—Pero milady, en el castillo no podemos... —intervino Sari.
Pero Matsuri, furiosa e indignada, no lo dejó terminar.
—He dicho —sentenció encolerizada, dejando sin palabras a Magnus— que todos vayan al castillo. Y quiero que dos guerreros partan ahora mismo en busca de Gaara y le informen de lo ocurrido.
—De acuerdo, milady —asintió Sari.
Poco después, alumbrados con antorchas, los hombres se repartieron. Mientras unos apagaban el fuego, otros recogían los cuerpos sin vida de Mauled y de Ebizo, y dos hombres partían en busca de Gaara.
—Muy bien, Matsuri —reconoció Magnus—. Serás una buena señora para estas tierras.
Ella, con gesto triste, asintió.
—Vamos, Sakura —indicó Temari mientras observaba que había sangre sobre su ropa y su pelo—. Estás herida. Tengo que curarte.
—¡Fuera las sassenachs! —gritó una voz irreconocible en la oscuridad.
—¡Prended a la persona que haya dicho semejante barbaridad! —rugió Magnus, encolerizado.
Varios guerreros buscaron el origen de la voz, pero la oscuridad se lo impidió.
—Volvamos al castillo —murmuró Matsuri agarrando a una callada Tenten.
Una vez allí, Hilda, la cocinera, lavó las heridas de las muchachas y del niño, que no había vuelto a abrir la boca. Mitsuki estaba empapado de sangre, pero sólo tenía un pequeño corte en el cuello. Tenten contaba con varios cortes en el brazo y diversas contusiones. Sakura, además de cortes en los brazos, tenía quemaduras en las manos por haber entrado en el establo a rescatar a los caballos, además de una pequeña brecha en la frente. Matsuri hizo llevar aguja e hilo y, con paciencia, se sentó frente a ella para suturar la herida.
—Intentaré darte bien los puntos, así no te quedará una gran cicatriz —señaló Matsuri observando el dolor en sus miradas.
—Da igual cómo quede —musitó Sakura, agotada—. Mauled y el abuelo han muerto. La gente nos odiará por la destrucción de la aldea y reclamarán que nos vayamos. ¿Adónde iremos, Matsuri? ¿Adónde puedo llevar a mis hermanos para que sean felices?
La desesperación de Sakura le hacía temblar, y Temari, deseosa de consolarla, la abrazó. Durante un rato ambas lloraron por las vidas perdidas, y cuando Sakura se calmó, Temari volvió a atender a Mitsuki.
—Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte —exigió Matsuri—. Cuando vuelva Gaara, intentaremos solucionar este terrible contratiempo.
Pero Sakura volvió a repetir:
—La gente exigirá que mañana mismo nos vayamos.
—¡De aquí no se va a ir nadie! —rugió Temari colocando paños de agua fría en la frente de Mitsuki.
—Esos hombres —dijo Tenten sentándose junto a su hermana— venían a por nosotras. Nunca van a dejarnos en paz.
—No querían matarnos —indicó Sakura—. Querían llevarnos ante sir Izumo Kamizuki y...
En ese momento, varios criados entraron en la habitación. Y con ellos, Kimimaro.
—¿Estás bien? —se interesó acercándose a Sakura y empalideciendo al ver cómo Matsuri le cosía la frente.
—Sí —respondió Sakura con una triste sonrisa.
Todos se fijaron en que el muchacho portaba algo.
—He conseguido sacar de vuestra casa estos pocos enseres —dijo tendiendo ante ella un saco.
—Gracias, Kimimaro —señaló Tenten al ver que había algo de ropa, alguna jarra de barro y poco más.
—Siento no haber podido salvar nada más —se disculpó el muchacho—. Pero el fuego...
Sakura lo miró. Quería agradecerle aquello, pero la emoción no la dejó hablar.
—Ha sido un detalle muy bonito —sonrió Matsuri—. Ahora te agradecería que salieras para poder continuar con lo que estaba haciendo.
Tras asentir con la cabeza, el muchacho salió por la arcada y se quedaron solas.
—Mira, Sakura —susurró Tenten sacando unas ropas—. Kimimaro ha conseguido salvar nuestra ropa preferida —dijo al enseñarle los pantalones de cuero, las botas y las camisas de hilo que ellas habían confeccionado.
—Y la capa del abuelo —sollozó Sakura agarrándola con amor.
—No te muevas, Sakura —susurró Matsuri mientras intentaba coser la brecha.
Pero a Sakura lo que menos le importaba era su herida. Lo único que quería era venganza y dijo en tono amenazador:
—Ahora seré yo quien los busque a ellos. Pagarán por la muerte del abuelo y de Mauled.
—Querrás decir «seremos» —puntualizó Tenten mirando a su hermana mientras Temari le quitaba el saco de las manos y lo echaba hacia un lado.
—No digáis tonterías. De aquí no se va a mover nadie hasta que Gaara regrese —las regañó Matsuri asustándose al ver cómo ellas se miraban.
—Lo único que te pido es que cuides de Mitsuki en nuestra ausencia —indicó Sakura tomando a Matsuri de la mano— y, si algo nos pasara, por Dios, haz que llegue a ser un buen guerrero escocés.
Al escuchar aquello, el corazón de Matsuri se aceleró.
—He dicho que de aquí no se va a mover nadie hasta que llegue Gaara —dijo Matsuri levantando la voz y atrayendo la mirada de Temari—. ¿Has oído lo que he dicho?
—Sí, Matsuri —asintió Sakura—. Pero prométeme que cuidarás de Mitsuki si algo nos ocurriera a mi hermana y a mí.
—¿Qué os va a ocurrir? —preguntó enfadada guardando el hilo y la aguja.
—Prométenoslo. ¡Por favor! —suplicó Tenten.
—¡De acuerdo, cabezotas! —dijo dándose por vencida—. Os lo prometo. Pero como no os va a ocurrir nada, no hará falta que cumpla esa absurda promesa.
Las muchachas respiraron aliviadas.
—Milady —llamó Sari desde la arcada—. Unos heridos necesitan vuestra ayuda ahí abajo.
—Ahora mismo iré —asintió ella recogiendo su costura—. Temari, quédate aquí con ellas y no las dejes salir.
—Tranquila, cuñada —indicó ésta viéndola desaparecer tras la puerta. Cuando quedaron las tres a solas, miró a sus amigas y señaló—: De aquí no saldréis, si no es conmigo por delante.
Con los primeros rayos del sol asomándose por el horizonte, todos pudieron ver los destrozos causados por los maleantes. Magnus comprobó que varias casas habían quedado calcinadas, y sus gentes, dañadas moralmente.
A media mañana, acompañados por Magnus, Matsuri, Temari y algunos vecinos, Sakura, Tenten y Mitsuki dieron sepultura a los cuerpos de Ebizo y de Mauled, y volvieron a llorar su terrible pérdida.
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Tres días después, mientras los vecinos intentaban retomar sus rutinas diarias y los guerreros reconstruían los techos de las casas quemadas, Sakura y Tenten hablaban con Temari sentadas en la colina.
—Os quedaréis en el castillo hasta que Gaara vuelva. Nada tenéis que temer —indicó Temari al ver cómo miraban lo que hasta hacía pocos días había sido su casa.
—Estoy cansada de tener miedo —señaló Sakura—. Creo que lo más sensato es partir en busca de quienes nos acosan.
—Mitsuki se quedará con Matsuri y contigo. Necesitamos que lo cuidéis mientras estamos fuera —asintió Tenten entendiendo a su hermana.
—¡Estáis locas! No podéis ir solas. ¿No lo entendéis? —se quejó Temari.
Sakura ni la miró.
—Lo que no podemos es seguir así —respondió Tenten—. La gente terminará odiándonos. Ya es la segunda vez que vienen a buscarnos, y Ebizo y Mauled han muerto. ¿Qué pasará si en alguna de éstas muriera algún vecino? ¿Acaso crees que nos lo perdonarían? Queramos o no, aquí siempre seremos las sassenachs.
—No digas eso —susurró Temari—. Ellos saben tan bien como yo que vosotras no tenéis culpa de nada.
—Nunca nos dejarán en paz. ¿Has visto cómo nos miran? Para todos ellos representamos un peligro —señaló Sakura—. Temari, tú nos quieres tanto como nosotras a ti, pero tenemos que hacer algo por Mitsuki y por esta gente. Él y los demás merecen vivir sin miedo. Y mientras nosotras estemos aquí, eso va a resultar imposible.
—¿Quién os ha dicho que no os entiendo? —replicó Temari—. Lo único que digo es que vosotras solas no podréis hacer mucho.
—¿Tienes otra solución? —preguntó Sakura.
—¡Casaros! —intervino Matsuri acercándose a ellas—. Eso evitará que los malditos ingleses os reclamen y os busquen.
Al escuchar aquello, las hermanas la miraron.
—Una boda. ¡Qué buena idea! —celebró Temari la sugerencia de su cuñada—. Os garantizaría, además de vuestro propio hombre, mucha seguridad.
—¡Ni loca! ¡Qué horrible solución! —protestó Sakura—. Además, ¿qué highlander querría casarse con dos medio inglesas?
—Eso, ¿quién querría casarse con nosotras? —susurró Tenten.
—No lo sé —señaló Matsuri sentándose—. Quizá tengamos que indagar un poquito para saber qué hombres están interesados en vosotras. Aunque a mí se me ocurre un par de ellos.
Sakura, al ver cómo Matsuri y Temari sonreían y se miraban, se tensó. ¿Se habían vuelto locas?
—¡Qué buena idea! —sonrió Temari mirando a su cuñada—. Quizá, cuando vuelva Gaara, podamos...
—¡No! —exclamó Sakura—. Si pensáis en Sasuke Uchiha, ni es mi tipo ni yo, por supuesto, el suyo. No aguanto a las personas que se creen que todo el mundo debe adorarlas. ¡Es insufrible!
Tenten las escuchaba con ojos tristes y susurró:
—Oh... Neji. Daría cualquier cosa por poder casarme con él.
—¡Tenten! —gritó Sakura al oírla—. ¿Cómo puedes decir eso?
—Digo lo que siento —sonrió por primera vez en varios días—, y creo que tú deberías hacer lo mismo. Estoy harta de tener que dormir siempre con un ojo abierto. Me gustaría poder estar tranquila, sin tener que pensar que en cualquier momento alguien intentará matarnos, o raptarnos.
Al escucharla, Matsuri dio el tema por zanjado.
—No se hable más. Cuando vuelva Gaara, hablaré con él.
—Por mí no hables, Matsuri —advirtió Sakura mirándola—. No quiero que...
De pronto, se interrumpió. Desde las almenas, unas voces alertaron de que un grupo de hombres a caballo se acercaban al galope hacia el castillo. Matsuri reconoció enseguida a Gaara, que galopaba rápido y raudo junto a un grupo de unos trescientos hombres. Era tal la prisa que llevaban que entraron en el castillo sin percatarse de que las mujeres los observaban desde lo alto de la colina.
—¡Es Gaara! —gritó Matsuri levantándose de un salto.
—¡Pues, corre! —la animó Temari—. Ve a recibirlo.
No hizo falta. Pocos instantes después, varios de los caballos que habían entrado encabritados en el castillo salían dirigiéndose hacia ellas.
—¡Por san Ninian! —murmuró Temari, incrédula—. ¿Ésos, por casualidad, no son...?
—Acertaste —aplaudió Matsuri eufórica de alegría viendo acercarse a su marido.
Los highlanders se aproximaron a ellas al galope.
—¿Estáis todas bien? —dijo Gaara tirándose del caballo para abrazar a Temari y a Matsuri, quien se recostó en él encantada.
—Tranquilo, Gaara. Estamos bien —asintió Temari viendo a Óbito desmontar con cara de preocupación.
Con la cara sucia por el polvo y con una incipiente barba de días que ocultaba sus facciones, Sasuke se acercó a Sakura. Al ver que tenía una venda en la cabeza, le preguntó mientras la tomaba con delicadeza del brazo:
—¿Estás bien? ¿Te encuentras bien? —Ella asintió sin hablar.
Aquellas palabras y su cercanía, sin saber por qué, la reconfortaron. Ver a Sasuke de pie ante ella, mirándola como si quisiera atravesarla, la relajó más de lo que ella quería aceptar.
Por su parte, desde que habían recibido la noticia, Sasuke no había podido comer ni dormir hasta que llegaron a su destino. Algo extraño lo atraía hacia ella y aún no llegaba a entender el qué.
—Ebizo y Mauled han muerto —susurró Matsuri dejándolos sin habla a todos.
Sasuke miró a Sakura, pero ella tenía la mirada perdida en otra parte.
—Lo siento, Tenten —señaló Neji intentando contener su apetencia por extender la mano y abrazarla. Se la veía tan ojerosa que le partía el corazón.
—Lo sé..., lo sé —murmuró ella mirándolo con tristeza.
—¿Dónde está Mitsuki? —preguntó Sasuke sin apartar los ojos de la mujer del pelo rosa. Los oscuros cercos que ésta tenía bajo los ojos no le gustaron nada.
—Jugando con Klon, el perro de Mauled —dijo Sakura señalando hacia donde el niño correteaba—. Ahora es nuestro perro. Está bien aunque nos ha preocupado porque estaba solo con el abuelo cuando lo mataron.
—¡Dios santo! —susurró Óbito sin quitarle el ojo a Temari.
—Mi señor —indicó Sakura mirando a Gaara—. Esos ingleses venían a por nosotras y hemos pensado que...
—¡Gaara! —interrumpió Temari—. Están empeñadas en ir solas en busca de las personas que las persiguen. Matsuri y yo hemos intentado convencerlas de que no hicieran esa locura.
Al escuchar aquello, Sasuke volvió a clavar la mirada en Sakura, pero ella, con gesto serio y altivo, ni se inmutó.
—¡Ni se os ocurra! —bramó Neji, y mirando a Tenten le preguntó—: ¿Adónde pensabas ir, mujer?
Tenten iba a contestar, pero Sakura con una mirada le pidió que callara.
—De aquí no se mueve nadie —ordenó Gaara—. Soy vuestro señor y, como tal, os tengo que defender y cuidar.
—Lo siento, señor. Pero no consentiré que muera gente inocente por mi culpa —lo retó Sakura mirándolo—. Esos criminales volverán. Por mi culpa han muerto el abuelo y Mauled. Nuestros vecinos comenzarán a odiarnos y de nuevo empezarán los insultos y...
—Yo no consentiré que vayas a ningún lado, y menos aún que nadie te insulte —afirmó Sasuke con voz tranquila pero profunda, atrayendo la atención de todos—. Si alguien va a buscar a las personas que les hicieron eso a Ebizo y a Mauled, ése voy a ser yo. Tú de momento te quedarás en el castillo con tus hermanos, y recobrarás fuerzas. Estás herida y no tienes buen aspecto. Creo que si Ebizo o Mauled estuvieran aquí, aplaudirían mi decisión.
—Oh, oh... —susurró Temari al ver a Sakura levantar la cabeza—. Esa mirada no me gusta nada.
—Sakura, escucha —se interpuso Gaara—. No tienes buena cara, ni tú ni tu hermana. Deja que nos ocupemos nosotros de ello.
—Disculpadme, laird Uchiha —señaló Sakura poniéndose frente a Sasuke—. ¿Cómo podéis decir que mi abuelo o Mauled aplaudirían vuestra decisión? ¿Acaso los conocíais como para saber lo que ellos pensaban? ¡¿Creéis que ellos no sabían que nosotras somos capaces de defendernos solas?! —gritó mirando a Sasuke, a quien las aletas de la nariz se le abrían y cerraban como a un oso cuando estaba a punto de atacar—. Nunca he necesitado que nadie me defendiera y menos un guerrero engreído y mandón como vos.
—¡Por todos los santos, Sakura! —susurró Matsuri, incrédula por cómo le hablaba.
Gaara, divertido, se quitó de en medio. Desde que conocía a Sasuke, nunca lo había visto tan fascinado por una mujer, a pesar de haber tratado a Hotaru, la mujer que lo traicionó.
—Lo que podría contestar seguro que no te iba a gustar —respondió Sasuke, acercándose a ella—. ¿De verdad crees que soy un guerrero engreído y mandón?
—¡Oh, Dios mío! —susurró Temari al ver cómo Sakura, sin amilanarse por la increíble altura y musculatura de Sasuke, daba un paso adelante.
—Sasuke. Está cansada. Ha pasado por algo muy fuerte. No te comportes como un burro —indicó Óbito acercándose a él, al escuchar a Temari. Lo conocía y sabía que, cuando se erguía así, estaba preparado para la lucha.
—Vuestro abuelo y Mauled —comenzó a decir Neji intercambiando una mirada con Sasuke, que asintió— nos hicieron prometer que, si algo les pasaba a ellos, nosotros debíamos cuidaros hasta encontraros unos buenos maridos, o casarnos con vosotras. Sabían que estabais en peligro y ambos se veían viejos para seguir velando por vuestras vidas.
—¿Qué? —susurró Temari, incrédula por esas palabras.
Neji sonreía como atontado. ¡Dios! ¡Cómo había añorado esos ojos y esa boca! En un principio, creyó que se trataba de un antojo. Pero, al ver que no podía quitarse de la cabeza la sonrisa de Tenten, comprendió que tenía que volver junto a ella.
—¡Qué magnífica idea! —gritó Matsuri, alborozada—. Podríamos celebrar la boda en el castillo esta tarde, mañana o cuando queráis.
—No voy a desposarme con vos, laird Uchiha —afirmó Sakura echando la cabeza hacia atrás para mirar a Sasuke, sin importarle su estatura y su cara de enfado.
—Sí, lo harás —respondió sorprendiéndose a sí mismo por haber afirmado ante todos que quería casarse con ella—. Lo harás porque tu abuelo me lo pidió, porque quiero protegerte y porque necesito a una mujer que me dé herederos.
—No soy una vaca a la que se le plante vuestra simiente —le rechazó Sakura mientras Óbito sonreía sorprendido por el empeño de su hermano en casarse con aquella muchacha.
Gaara y Matsuri se miraron incrédulos por la osadía de Sakura. Pero Sasuke, como siempre, quería ganar la batalla.
—¡Tú serás para mí! —levantó la voz Sasuke, acercando la cara a la de ella—. Y me da igual lo que digas o hagas. Te casarás conmigo y yo te protegeré.
«Ni loca me caso yo contigo», pensó Sakura buscando rápidamente una solución.
—¡Insisto. Es imposible este enlace! —gritó Sakura—. Existe algo que, cuando lo sepáis, impedirá esta boda.
Todos la miraron.
—¡¿Qué lo impide?! —gritó preocupada Tenten, que estaba tan aturdida por el giro de las conversaciones que sólo podía mirar atontada a Neji.
Sasuke, sin apartar la mirada de ella, la observaba. Esa mujercita le gustaba y divertía. Su manera de retarlo, sus palabras y sus ojos le apasionaban. Por primera vez, aquello le hizo olvidar la angustia vivida con Hotaru.
—Nada lo impedirá —aseguró Sasuke—. ¿Qué es eso que impedirá que me case contigo?
—Nuestro padre, laird Uchiha, era sassenach —dijo arrastrando aquellas palabras con la intención de que sonaran fatal—. Sería una locura mezclar vuestra sangre pura escocesa con sangre contaminada.
Al escucharla, Tenten se llevó la mano a la boca.
—Me arriesgaré —sonrió Sasuke observando cómo ella buscaba una salida.
—¿Estás sonriendo? —se mofó Óbito mirándolo—. ¡Por san Ninian, Sasuke! ¡Vuelves a sonreír!
—Sabía que le gustaba —confesó Matsuri a su marido, que sonrió al escucharla.
—¡Por todos los santos, Sakura! —gritó Tenten, incrédula—. Odiamos esa palabra. ¿Por qué dices eso? Papá nunca fue un sucio inglés, y nuestra sangre no está contaminada.
—Digo lo que piensan ellos —respondió mirando a su hermana con enfado—. No deseo que luego nos reprochen que no les advertimos antes de la boda.
—Me doy por advertido —asintió Neji cogiendo a Tenten del brazo.
—Yo también —afirmó Sasuke zanjando el tema—. Y como dijeron una vez unos ancianos muy sabios, mezclar la sangre de dos purasangres será excepcional.
Temari, callada, los observó. Por un lado se alegraba de aquellos enlaces, pero ¿realmente era lo acertado?
—¡Qué maravillosa idea! —aplaudió Gaara—. Creo que vuestras bodas nos beneficiarán a todos. Y, sobre todo, podréis comenzar una nueva vida sin temor a que nadie intente llevaros de vuelta a Dunhar. Neji y Sasuke no lo permitirán. —Pero viendo la cara de estupor de Sakura, añadió—: Sakura y Tenten Haruno de Atholl, como señor vuestro, os ordeno que os desposéis con Sasuke Uchiha y Neji Hyūga. Son dos buenos hombres que nunca os maltratarán.
—¡Oh, no, por todos los celtas! —sonrió Neji al recordar a los ancianos—. Odio a los cobardes que valiéndose de su fortaleza pegan a las mujeres.
Tenten estaba encantada, aunque no se podía decir lo mismo de su hermana.
—No, laird. ¡No pienso aceptar ese enlace! —insistió Sakura tocándose el pelo como siempre que se ponía nerviosa.
—Lo aceptarás —insistió Sasuke sin dar su brazo a torcer.
—¡No! No quiero una ceremonia sin amor con vos... ante... ante Dios —tartamudeó buscando una rápida solución.
—Celebremos un Handfasting —indicó Sasuke sintiéndose libre—. Así no estarás casada ante Dios sin amor. —Rio al ver la cara de disgusto de ella—. Si cuando pase un año y un día decido que no quiero seguir contigo..., ¡te dejaré marchar!
—¿Una unión de manos? —aplaudió Temari mirando a su enfadada amiga—. ¡Sería una estupenda opción, Sakura!
—¡Estupenda idea! —asintió Matsuri al recordar aquella ley escocesa por la que dos personas se prometían fidelidad y vivían como marido y mujer durante un año y un día. Pasado ese tiempo, podían casarse por la Iglesia, volver a hacer otro acuerdo temporal por el mismo tiempo, o separarse y seguir cada uno por su lado.
—¡Quizá sea yo quien os deje a vos! —amenazó Sakura mirando a aquel engreído, provocando que Óbito se carcajeara al escuchar aquello.
—¡Lo dudo mucho! —contestó Sasuke clavando intencionadamente los ojos en ella.
—Pero... ¡Yo me quiero casar ante Dios! —gimió Tenten, que aspiraba a celebrar una boda en la iglesia.
—Nosotros nos casaremos ante Dios —respondió Neji haciendo reír a Gaara y a Óbito, que se pitorreaban de su cara de bobo.
—Sakura —sentenció Sasuke con sus penetrantes ojos ónix—. Te casarás conmigo quieras o no. Y, por favor, mi nombre es Sasuke. Te rogaría que, a partir de ahora, me llamaras así.
Enfadada por los acontecimientos, cerró los ojos. Necesitaba pensar cómo salir de aquel lío.
—El enlace será esta tarde —convino Sasuke sin quitarle los ojos de encima a su futura esposa, que parecía tramar algo.
—El padre Perkins está aquí —sonrió Matsuri—. Hablaré con él. Seguro que no pondrá ninguna objeción con respecto a las amonestaciones de Neji y Tenten tras los acontecimientos ocurridos. —Y mirando a Sakura y a Sasuke prosiguió—: En cuanto a vuestra unión, la podremos celebrar después de la de ellos.
—Me voy a casar —murmuró encantada Tenten mirando con ojitos tiernos a Neji.
—Nunca pensé que desearas desposarte —rio Óbito al observar a Neji, que estaba encantadísimo con aquello.
—Yo tampoco —replicó éste acercándose a su amigo— hasta que di mi palabra de highlander a unos ancianos muy zorros.
—Entonces —dijo Gaara asintiendo con una sonrisa—, has de cumplirla.
Sasuke y Sakura, ajenos a los demás, se continuaban mirando con reto. Un reto que al highlander cada vez le atraía más.
—Temari —sonrió Matsuri al ver la cara de su cuñada—, ¿cómo organizaremos todo en tan poco tiempo?
—No te preocupes —comentó ella sin quitarle ojo a Óbito, quien la miraba de arriba abajo—. Tengo un par de vestidos que con unos pequeños arreglos quedarán perfectos. Ahora hablaré con la cocinera y le indicaré que comience a salar la carne para el festejo.
—Esta noche serás mi mujer —asintió Neji ante la cara de sorpresa e ilusión de Tenten—, y en unas semanas te llevaré a tu nuevo hogar. A partir de entonces, serás una Hyūga.
—Un momento —indicó Tenten acercándose a su hermana—. ¿Cómo que en unas semanas estaré en tus tierras y seré una Hyūga? ¿Y mis hermanos?
—Mi mujer, junto a Mitsuki, vendrá conmigo —anunció Sasuke—. Nuestras tierras están cercanas. Los Uchiha y los Hyūga gozamos de una extraordinaria amistad, y siempre que queráis os podréis visitar. Sakura y Mitsuki pasarán a ser unos Uchiha, mientras que tú serás una Hyūga.
Las muchachas, con gesto adusto, se miraron.
—¿Cuál es el problema ahora? —suspiró Gaara.
—Los problemas, mi señor. Los problemas —protestó Sakura retirándose el pelo de la cara.
Aquel gesto hizo sonreír a Sasuke, que, cruzando los brazos ante su amplio pecho, se preparó para escuchar.
—En primer lugar, mi laird, no quiero casarme con el Halcón —dijo haciendo que Sasuke levantara las cejas—. Nunca me ha gustado su fama de sanguinario y mujeriego. En segundo lugar, no quiero ser una Uchiha. Y, en tercer lugar, no quiero estar lejos de mi hermana. Siempre hemos vivido juntas.
—Yo no quiero separarme de ellos —murmuró Tenten con un mohín.
—Podrás ver a tu hermana siempre que quieras —indicó Neji tomándola de las manos—. Te prometo que no pondré objeción alguna a vuestras continuas visitas.
—¿Lo prometes? —preguntó Tenten pestañeando. ¡Se iba a casar con Neji!
—¡Tenten! ¡¿Qué estás diciendo?! O, mejor dicho, ¿qué estás haciendo? —protestó Sakura, sorprendida por el descarado coqueteo de su hermana.
—Te lo prometo, preciosa —afirmó Neji haciendo oídos sordos a las protestas y maldiciones que la hermana de su futura mujer echaba por la boca, mientras Sasuke y Óbito lo miraban divertidos.
—Entonces, ya está decidido —rio Gaara caminando junto a Matsuri, mientras Sakura continuaba protestando—. Esta tarde celebraremos dos bodas.
Tras aquello, todos se encaminaron al castillo, donde el anciano Magnus asintió encantado ante los casamientos. Conocía a los jóvenes desde su niñez y sabía que cuidarían bien de las muchachas.
A partir de ese momento, a Sakura le fue imposible escapar. Sasuke puso un par de hombres ante su puerta y todos sus movimientos eran observados.
Tenten estaba pletórica de alegría. ¡Se iba a casar con Neji! Y era tal su felicidad que ni las peores miradas de su hermana la hicieron dejar de sonreír.
