Capítulo 10
A la mañana siguiente, cuando Sakura despertó y miró a su alrededor, se incorporó de la cama como un rayo. ¿Había soñado o era verdad? Confundida por lo ocurrido, apartó el cobertor y las finas sábanas de hilo, y casi chilló al ver su cuerpo desnudo. Incluso dio un salto al ver las blancas sábanas manchadas de sangre. Entonces era cierto. Se había desposado con Sasuke y lo ocurrido no era un sueño.
Al borde de la desesperación y arrepentida por lo sucedido la noche anterior, pensó cómo podía haberse comportado como una ramera. Pero una sonrisa lasciva se le escapó al recordar a Sasuke lamiéndole el cuerpo, aunque se horrorizó al acordarse de cómo él había metido la cabeza entre sus piernas y ella encima lo había animado.
¿Se notaría a ojos de los demás lo ocurrido la noche anterior?
En ese momento, se abrió la puerta y Sakura se arropó con el cobertor hasta las orejas. Era Hilda, quien, tras mirarla con una pícara sonrisa, ordenó a dos jóvenes que dejaran una preciosa bañera de cobre y la llenaran con cubos de agua caliente. Hilda puso encima de un baúl una bandeja de madera con cerveza, finas lonchas de ciervo y pan crujiente. En cuanto cerró la puerta, Sakura se dispuso a coger un trozo de carne cuando nuevamente la arcada se abrió y entró Sasuke, que al ver un rápido movimiento en la cama se acercó presuroso a ella.
—Buenos días, Impaciente. Ordené subir la bañera y algo de comida. Pensé que te apetecería un baño —bromeó sentándose junto a ella, mientras la observaba tapada. Aquella mujercita nada tenía que ver con Hotaru.
—Quizá más tarde —respondió, avergonzada y desnuda bajo las sábanas.
Divertido y sin apartarse de su lado, miró el bulto tapado bajo el cobertor y preguntó:
—¿Qué tal tu cabeza? ¿Te duele?
—No.
—Si sigues así de tapada, te vas a asfixiar —murmuró Sasuke intentando no sonreír por lo cómico de la situación.
—Estoy un poco confundida —dijo ella al fin bajando el cobertor hasta el cuello—. Me he despertado y al pensar en lo que ocurrió ayer en el bosque, y ver la sangre...
Al escucharla, Sasuke sonrió. La inocencia de su mujer era algo a lo que se tenía que acostumbrar, junto a otras cosas.
—Cogí unas hojas del bosque manchadas con tu sangre y esta mañana, cuando me levanté, las restregué en la sábana. No quería que nadie pudiera dudar de tu virginidad cuando los criados retirasen las sábanas —respondió sorprendiéndola—. Sobre lo que ocurrió ayer en el bosque, debería haber ocurrido aquí, en la intimidad de nuestra habitación —afirmó tocándole la cara—, pero estabas tan preciosa que me fue imposible parar. Por eso quiero pedirte disculpas.
Sentir el calor de sus palabras y su ardiente mirada hizo a Sakura sonreír.
—¿Por qué pides disculpas? Fue algo que los dos deseábamos. Además —dijo clavándole sus ojos verdes—, tengo que reconocer que a mí me gustó.
—¡¿Te gustó?! —sonrió por aquel arranque de sinceridad.
—Aunque no es un tema para que una mujer lo hable —susurró notando que el calor le inundaba la cara—, espero que a ti también te gustara.
—Fue maravilloso, como tú —respondió echándose encima de ella y, sin previo aviso, comenzó a hacerle cosquillas. Mitsuki tenía razón. Sakura se carcajeaba mientras pataleaba descontrolada—. ¡Mmm..., me encanta que tengas cosquillas!
—¡Para! Por favor, Sasuke, ¡no puedo más! —chilló al notar los dedos de él cosquilleándole el cuello y bajo los brazos.
—Vale..., vale. Pararé porque los criados pensarán que te estoy haciendo algo peor —rio divertido sintiendo una alegría y una jovialidad olvidadas durante años.
Se levantó mientras la miraba muerto de risa por sus grandes carcajadas, se dirigió hacia la bañera y, agachándose, cogió agua con las manos para echársela en la cara. Sakura, sin ningún pudor, se levantó de un salto, dio un empujón a Sasuke y éste cayó vestido dentro de la bañera derramando parte del agua sobre el suelo.
Al darse cuenta de lo que había hecho, se tapó la boca con ambas manos sin saber si reír o huir. Al ver que Sasuke, chorreando, salía de la bañera con ojos de venganza y una maravillosa sonrisa, echó a correr hacia el otro lado de la habitación, soltando grandes carcajadas mientras cogía un cobertor para taparse.
—Ven aquí, Impaciente —susurró él cogiéndola en brazos envuelta en el cobertor.
—¡Sasuke! ¡No! —gritó ella al verle las intenciones—. ¡Ni se te ocurra tirarme! Piensa en los puntos de mi cabeza. Oh... ¡Por todos los dioses! ¿Has visto el agua que corre por el suelo? ¿Qué pensará todo el mundo?
—Pensarán que nos hemos intentado ahogar.
Tras decir aquello, la soltó dentro de la bañera, donde el agua de nuevo rebosó cayendo estrepitosamente sobre el suelo. De un tirón, sacó el empapado cobertor dejándola desnuda dentro de la bañera casi vacía. Sasuke, disfrutando como un niño y escuchando las risas de su alocada mujer, se metió vestido y empapado tras ella, sentándola entre sus piernas mientras decía:
—Bien, cariño. Siempre recordaremos nuestro primer baño juntos.
—Sí, sí que lo recordaremos —asintió besándolo mientras él se dejaba llevar por la pasión.
Aquella mañana, Tenten, que había pasado una preciosa y apasionada noche de bodas con Neji, al salir y cerrar la arcada de su habitación se sorprendió al ver salir agua bajo la puerta de Sakura.
—¿Eso es agua? —preguntó mirando a su marido—. Pero ¿qué está pasando ahí dentro?
—Agua perfumada —sonrió Neji al escuchar las risas de su amigo y su mujer.
Sin saber qué pensar, Tenten lo miró y con el ceño fruncido preguntó:
—¿Estarán bien?
—Oh, sí..., tesoro. Ellos están muy bien. —Cogiéndola de la mano la apremió—: Vayamos al salón a recobrar fuerzas para continuar nuestras cosas donde las habíamos dejado.
Y así, tras comer como lobos, Tenten y Neji volvieron a su habitación, de la que, al igual que Sasuke y Sakura, no salieron hasta el día siguiente.
Tras una noche en la que Sasuke saboreó la dulzura de su mujer, al amanecer le dio un mimoso beso en la mejilla, se levantó de la cama, se vistió y bajó al salón, donde Magnus, Gaara, Óbito y sus hombres lo recibieron entre gritos jubilosos.
Sakura despertó entrada la mañana. Al comprobar que Hilda no llevaba la bañera y que Sasuke no aparecía, se levantó de la cama, se puso un vestido de Temari y se reunió con las mujeres en el cuarto de costura de Matsuri, donde compartieron secretos de alcoba entre risas y voces bajas.
De pronto, unas voces de alarma hicieron que las cuatro mujeres se asomaran a la ventana. Allí, un guerrero le entregaba unos papeles a Gaara y a Sasuke. Tras dar lectura a la misiva, Sasuke maldijo en voz alta, asustando a todas las mujeres menos a Sakura, quien levantó una ceja al escucharle. No debían de ser buenas noticias.
En ese momento, apareció Mitsuki jugando con unos niños. Todos llevaban espadas de madera hechas por Mauled. Al ver al niño, Sasuke olvidó su mal humor y se acercó a él.
—¿Estás jugando con los amigos?
—Sí. Somos guerreros —asintió el niño.
Con una media sonrisa, Sasuke le descolocó el pelo y el pequeño se revolvió.
—No te alejes, ¿vale?
El niño sonrió y salió corriendo detrás de sus amigos. Al volverse, Sasuke se encontró con la mirada de las mujeres, aunque la única que él capturó fue la de su mujer. Ambos se observaron. Él le dedicó una sonrisa que hizo saltar el corazón de Sakura. Después, volvió la cabeza y continuó hablando con los hombres.
—Creo que serás muy feliz con él —le murmuró Matsuri al oído.
—Tengo sed —susurró Sakura—. Bajaré a por un poco de agua.
Sin mirar atrás, Sakura salió de la habitación. ¿Qué le pasaba? ¿Por qué su corazón y todo su cuerpo reaccionaban así cuando veía a Sasuke?
Pensativa, comenzó a bajar los escalones. Iba tan abstraída en sus pensamientos que dio un respingo cuando su cuerpo chocó contra alguien. Era Kimimaro, quien sin ninguna delicadeza la asió del brazo y la empujó contra un rincón.
—¡Suéltame, loco! —bufó Sakura—. ¿Cómo te atreves a tratarme así?
—¿Y tú? ¡¿Cómo te atreves a desposarte con ése?! —exclamó, rojo de ira—. Cuando te pedí cientos de veces que fueras mi esposa.
—Kimimaro. ¡Maldita sea! —Intentó no gritar—. Nunca he querido ser tu mujer.
—¡Malditos seáis los dos! —gruñó dándole una bofetada que la dejó por completo desconcertada—. ¿Qué buscas? ¡¿Dinero?! ¿O ser la señora de un gran castillo?
—Como vuelvas a tocarme —lo amenazó notando el calor que había dejado aquella mano en su cara—, te juro que lo vas a lamentar.
—Todos tenían razón —prosiguió el muchacho—. Eres una maldita sassenach ambiciosa. ¡Qué pena! Si tu abuelo levantara la cabeza y viera que te has convertido en la ramera de ese Halcón... ¿Crees que ese highlander estará mucho contigo? Te utilizará y, cuando se canse, seguirá revolcándose con las mujeres que siempre tiene a su alrededor.
—¡Cállate y aléjate de mí! —gritó Sakura empujándolo con todas sus fuerzas justo en el momento en que Sasuke aparecía por la escalera y los miraba con cara de pocos amigos.
¿Qué hacía su mujer con aquel muchacho? ¿Y por qué ambos parecían acalorados?
—¡¿Qué ocurre aquí?! —bramó Sasuke.
—Oh..., no te preocupes —disimuló Sakura—. He estado a punto de caer y, gracias a su rapidez, Kimimaro ha logrado que...
—¿Es eso cierto? —preguntó Sasuke mirando al joven.
—Sí, laird Uchiha —respondió bajando la cabeza. No quería mirarlo para que no viera la rabia que salía de sus ojos.
—Te puedes ir —le indicó Sasuke al muchacho con frialdad, y éste se alejó rápidamente. Mirando a su mujer, preguntó—: ¿Qué hacías aquí sola con él?
—Te lo acabo de contar —contestó incómoda por verse obligada a mentirle.
—No te creo —dijo acercándose a ella—. ¿Me estás mintiendo? Te advierto que odio que...
—¿Me estás amenazando? —preguntó ella, de nuevo contra la pared con la diferencia de que ahora era Sasuke quien la inmovilizaba con el cuerpo—. Te advierto que odio que me amenacen.
—No te amenazo —susurró acercando los labios—, intento aclarar una situación extraña. No quiero que vuelvas a estar a solas con él. Me ha parecido que estaba enfadado. ¿Por qué?
—Que no..., que no —susurró ella. Y para desviar el tema besó a su marido en los labios.
En ese momento, apareció Gaara, que, al verlos contra la pared, tosió para hacer notar su llegada. Sasuke dejó paso sin muchas ganas y ella se escabulló con rapidez escaleras abajo.
—¿Quién es Kimimaro? —preguntó Sasuke, molesto por no haber aclarado aquel malentendido con su escurridiza mujer.
—Es uno de los mozos del castillo —respondió Gaara sonriendo al ver lo posesivo que era su amigo con su mujer—. Tranquilo, Sasuke. No creo que Sakura le otorgue sus favores a ese muchacho teniéndote a ti.
—¡Vete al cuerno! —rio Sasuke dándole un puñetazo mientras ambos subían hacia las almenas. Tenían que hablar.
Acabada la comida, todos pasaron al salón privado de Gaara. Tenían algo que comunicar a las mujeres.
—¿Qué ocurre? —preguntó Temari, que observaba malhumorada cómo Óbito tonteaba con una de las criadas delante de ella, lo que le hizo sentir deseos de coger un tronco del hogar y lanzárselo a la cabeza.
—Tenemos que partir a Stirling. Robert de Bruce nos ha convocado para una reunión urgente —comunicó Gaara dejándolas con la boca abierta.
Las mujeres se miraron entre ellas, especialmente Sakura y Tenten.
—Pero yo pensaba que nos ayudaríais a buscar a las personas que... —comenzó a decir Sakura mirando a su marido, que la observaba apoyado en el hogar.
—Eso lo solucionaremos a nuestro regreso —respondió Gaara—. Lo que me preocupa ahora es dejaros solas.
—No se quedarán solas —protestó Óbito retándolo con la mirada—. Hemos decidido que yo permaneceré aquí, con ellas. Vosotros tres sois los lairds de vuestras tierras y Robert os reclama a vosotros. Creo que esta vez mi presencia puede ser prescindible.
—¡Santo cielo! —susurró Matsuri al escuchar aquello mientras veía cómo Temari sonreía encantada.
—No termina de convencerme que te quedes tú con ellas —bufó Gaara al intuir problemas a su vuelta—, pero no nos queda más remedio. Robert nos necesita.
—¡Y yo necesito encontrar a los asesinos de mi abuelo y de Mauled! —gritó Sakura, inquieta por la pasividad de Sasuke—. Pero, como he dicho otras veces, ya me ocuparé yo de encontrarlos.
—¡Ya basta! —rugió Sasuke—. No te moverás de aquí hasta que yo vuelva. ¡Te lo ordeno!
—¡¿Qué has dicho?! —preguntó Sakura levantando una ceja.
Al escucharla, Tenten tuvo que desviar la vista para no reírse y disimular ante la mirada de Neji.
—Sakura —comenzó a decir Gaara—, escucha porque creo que...
—¡Gaara! —vociferó Sasuke, interrumpiéndolo mientras se acercaba a su esposa—. Si no te importa, seré yo quien le diga a mi mujer lo que tengo que decirle. —Plantándose ante ella habló clavando su dura mirada—. Te ordeno que no hagas nada de lo que luego te puedas arrepentir.
Sin apartarse de él, ella sonrió y ante el desconcierto de todos, incluido su marido, respondió:
—No me mires con tu mirada de Halcón porque no me das miedo.
Gaara, incrédulo ante lo que había escuchado, miró a Óbito, que sonrió, y a su mujer Matsuri, quien con gesto reprochador observaba la situación.
—Repito —alzó la voz Sasuke al ver el poco respeto que le tenía su mujer—. No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.
—Mi señor —asintió ella cómicamente haciéndole una reverencia que dejó sin palabras a Sasuke y escandalizó aún más a Matsuri—. Marchad tranquilo. No haré nada que os pueda intranquilizar. Os prometo que obraré como realmente deba hacer. No os preocupéis.
Aquella actitud no agradó a Sasuke, pero calló.
—¿Cuánto tiempo creéis que os tomará este viaje? —preguntó Tenten, angustiada al ver el enfado de su cuñado y la mofa en las palabras de su hermana. La conocía y sabía que la orden de Sasuke nunca sería cumplida.
—No lo sabemos, pero volveremos cuanto antes —respondió Neji, y tomándola de las manos dijo—: Te prometo que, cuando regresemos, lo primero que haremos será buscar a los responsables de lo ocurrido aquí hace unos días. —Mirándola a los ojos le indicó—: Espero que a mi regreso todo siga como a mi marcha.
Ambas hermanas se miraron por el rabillo del ojo y Temari sonrió.
—Seguro que sí —asintió Tenten—. ¿Acaso lo dudas?
En ese momento, alguien llamó a la puerta. Era Myles, que les informó de que los hombres y sus caballos ya estaban preparados para partir. Gaara tomó a Matsuri y a Temari del brazo y abandonaron la cámara. Óbito se marchó con Myles, mientras que Neji y Tenten los seguían a una distancia prudencial.
—Mi hermano velará por tu seguridad y por la del resto —susurró Sasuke intentando ser más suave. Odiaba marcharse en ese momento, pero no podía hacer otra cosa—. Espero que sepas comportarte como creo que sabes.
—No lo dudes —respondió ella con una sonrisa que lo desconcertó aún más.
—Sakura, no quiero que te ocurra nada —dijo tomándola de la mano al tiempo que intentaba besarla—. Te prometo que, en cuanto regrese, buscaré a esas personas, pero ahora tengo que partir. Robert nos espera y no puedo decepcionarlo.
—Que tengas buen viaje, Sasuke —le deseó tiesa como una tabla, sin querer besarlo.
—¡Muy bien! —rugió él como un animal al ver la pasividad de ella.
Deseaba besarla, pero no iba a rogar. Salió por la arcada sin mirar atrás, dejándola al borde de las lágrimas. Pero ella se controló hasta que dejó de oír sus pasos.
Los guerreros, inquietos y felices por partir, esperaban en el patio de armas a que los tres lairds montaran en sus sementales. Partieron sin mirar atrás y, tras subir la colina, desaparecieron de su vista.
—Espero que os portéis bien y no me deis demasiado trabajo —señaló Óbito mirando a las mujeres y a Magnus, que había preferido no estar presente cuando les comunicaran a las muchachas la buena nueva.
—Yo te ayudaré a cuidarlas —se ofreció Mitsuki tomándolo de la mano.
—Tú, tranquilo —murmuró Matsuri al ver cómo Temari lo miraba—. Creo que estarás demasiado atareado como para ocuparte de todas nosotras.
