Belleza Deseable
Sinopsis: Porque esa era la gran verdad que por fin había comprendido: Aprende lo que realmente la gente quiere y podrás conseguir que hagan lo que tú quieras. Sin embargo, el juego empezaba a aburrirle, así que Lan XiChen había puesto sus ojos en otro premio, uno más difícil de Cheng se había convertido en un hombre fuerte y asombrosamente bello, y Lan Xichen lo quería. [Traducción autorizada]
ADVERTENCIAS: Dark!LXC, abuso psicológico y emocional, manipulación emocional, angst, smut, referencias a dinámicas de dominante/sumiso.
Cap 3 Duelo
A la mañana siguiente, después del desayuno, Lan Xichen salió en busca de Jiang Cheng, sólo para encontrarlo ya en el camino hacia el Hanshi. Lan Xichen le sonrió.
—Wanyin, —saludó con un tono alegre.
—Ze...- —Jiang Cheng tragó saliva, corrigiéndose. —Xichen, —respondió. —¿Llego demasiado pronto?
—No, en absoluto. Sólo venía a buscarte.
El semblante de Jiang Cheng se ensombreció. —Demasiado tarde entonces.
Lan Xichen dio los últimos pasos para alcanzarlo y le tocó el brazo. —No hemos acordado una hora, Wanyin. No llegas ni muy temprano ni muy tarde. Incluso diría que tu tiempo de llegada es perfecto. Ven. El campo está por aquí.
Jiang Cheng le siguió tras sólo un segundo de duda. Lan Xichen sonrió.
Pronto, se encontraron frente a frente para empezar a luchar.
—No te contengas, Wanyin, —dijo Lan Xichen.
—Lo mismo digo.
—Ni siquiera me atrevería a pensarlo.
Después de un par de movimientos destinados a probar los reflejos del otro, ambos lo dieron todo en aquél campo. Lan Xichen se encontró disfrutando del entrenamiento. Se sentía poderoso con Shuoyue en la mano, siempre lo había sido.
La única diferencia era que, ahora, ya no tenía miedo de ese poder. No ahora que sabía cómo blandirlo.
Jiang Cheng era un digno oponente. Era fuerte, pero ligero en sus pies. Su estilo era, a veces, impredecible y mantenía a Lan Xichen en estado de alerta. Era estimulante. Estaban casi igualados. No obstante, eventualmente, Lan Xichen encontró una abertura y la explotó para derribar los pies de Jiang Cheng. Apuntó con la punta de Shuoyue al cuello de Jiang Cheng, situándose sobre él con un pie a cada lado de sus caderas.
—He perdido, —dijo Jiang Cheng.
—Aunque por poco, —permitió Lan Xichen. —Realmente fuiste un desafío, eh.
Jiang Cheng se burló ante sus palabras, con la cabeza todavía inclinada instintivamente hacia atrás y lejos de Shuoyue, exponiendo la larga línea de su cuello. Lan Xichen le miró fijamente, mirando a Jiang Cheng tumbado debajo de él, sudoroso y respirando con dificultad. Sus ojos oscuros se entrecerraron al mirarlo.
—¿Crees que podrías apuntar con tu espada a otra parte? — Jiang Cheng gruñó. —Ya entendí tu punto.
Lan Xichen se mordió el labio, arrojando a Shuoyue a un lado mientras se dejaba caer para sentarse a horcajadas sobre Jiang Cheng, una mano a cada lado de la cara de Jiang Cheng.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó Jiang Cheng, con los ojos muy abiertos.
—¿Tienes idea de cómo luces ahora, Wanyin? —Inquirió Lan Xichen, inclinándose más cerca. —¿De lo sexy que te ves? —Jiang Cheng balbuceó, pero Lan Xichen lo ignoró. —¿Cómo no voy a querer besarte ahora mismo? —continuó.
—¡Xichen! —Bramó Jiang Cheng.
Colocó sus manos en el pecho de Lan Xichen, pero su empuje fue suave y sólo a medias. Lan Xichen presionó sus rodillas en los costados de Jiang Cheng en respuesta.
—No creo que lo digas en serio, —dijo Lan Xichen, sentándose ligeramente para agarrar las muñecas de Jiang Cheng y apartar sus manos antes de inclinarse de nuevo. —De hecho, —susurró, acercándose a los labios de Jiang Cheng, —creo que incluso esto te gusta.
—Déjame subir.
—No. No, no lo creo.
Lan Xichen estudió cuidadosamente el rostro de Jiang Cheng, la inclinación frustrada de sus labios, la mirada amplia y el pánico ligero en sus ojos. No iba a presionar a Jiang Cheng más allá de su límite, ni a darle razones para enfadarse con él, pero no había señales de ninguna de las dos cosas, así que Lan Xichen se acercó aún más.
—Quieres esto, ¿no?, —murmuró. —Dilo. Pídeme que te bese, Wanyin.
Jiang Cheng respiró con fuerza. La guerra que se libraba en su interior se reflejaba claramente en su rostro. Su orgullo, sus inseguridades y su necesidad, todas ellas luchando entre sí y haciéndole incapaz de hacer nada. Sus ojos recorrieron el rostro de Lan Xichen, hasta posarse en sus labios.
Lan Xichen sonrió a su presa. —Es todo tuyo si lo pides, Wanyin.
Jiang Cheng se levantó, sus manos alcanzando la túnica de Lan Xichen, pero Lan Xichen fue más rápido. Se acercó a Jiang Cheng, agarrando de nuevo sus muñecas e inmovilizándolas en el suelo. Jiang Cheng se retorció.
—No, —canturreó Lan Xichen. —No, no, no. Esto no funciona así, Wanyin. Tienes que pedirlo.
Por un momento, Jiang Cheng giró la cabeza. Cuando levantó la vista de nuevo, estaba fuertemente sonrojado, sus ojos vagaban por todas partes en un claro intento de evitar los de Lan Xichen.
—Xichen, —murmuró.
—¿Sí, Wanyin?
—Yo… —Jiang Cheng apretó los dientes antes de volver a aflojar la mandíbula deliberadamente. —Por favor. —Fue un susurro apenas perceptible, pero Lan Xichen lo oyó de todos modos.
—Bien, —le susurró antes de plantar de manera firme sus labios en los de Jiang Cheng.
Jiang Cheng se quedó quieto un momento antes de responder. Su beso era descuidado y poco refinado, y un pensamiento ridículo le asaltó a Lan Xichen. Al principio parecía tonto, pero después de considerarlo por un momento no era tan improbable en absoluto.
Se apartó y miró a Jiang Cheng. —Wanyin, sé honesto, dijo, con un tono suave. —¿Has hecho esto antes?
Frunciendo el ceño, Jiang Cheng giró la cabeza hacia un lado. —Así de obvio, ¿eh? Lamento decepcionarle", espetó.
Lan Xichen casi se rió, encantado de su suerte. Si él era el primero de Jiang Cheng, en todo, entonces eso le ataría al hombre como ninguna otra cosa. Moldeó su rostro en una expresión cariñosa y aligeró su agarre de las muñecas de Jiang Cheng.
—Oh, no, —dijo suavemente. —No decepcionas, Wanyin. Por favor, mírame.
Cuando Jiang Cheng lo hizo, había una mirada frustrada y obstinada en su rostro que no podía ocultar del todo la vergüenza en sus ojos.
—No decepcionas, Wanyin, —repitió Lan Xichen. —En absoluto. Sólo quería saber para no presionar demasiado o ir demasiado rápido. Quiero respetar tus límites.
Volvió a sonreír cuando Jiang Cheng parpadeó hacia él, con su ceño fruncido y cierta confusión entre sus ojos. Lan Xichen frotó suavemente aquella arruga en medio de sus cejas con los dedos.
—No me mires así Wanyin, —murmuró. —¿Qué pensabas? ¿Qué te forzaría a hacer a hacer cosas que no quieres? ¿Es eso lo que piensas de mí? —Manejó su voz en incertidumbre. —Sin embargo, esto está bien, ¿no? ¿Puedo besarte?
Jiang Cheng se puso rápidamente rojo de nuevo, pero asintió una vez. Lan Xichen sonrió.
—¿Puedo besarte otra vez, ahora?
De nuevo, Jiang Cheng respondió con un breve asentimiento.
—Me haces tan feliz, Wanyin, —susurró Lan Xichen antes de ahuecar su mejilla e inclinarse para darle otro beso.
Soltó la muñeca que aún sostenía, apoyándose en el codo junto a la cabeza de Jiang Cheng. El contacto de sus labios era suave y Lan Xichen movió los suyos lenta y lánguidamente sobre los de Jiang Cheng, permitiéndole acostumbrarse. Hizo un sonido de placer cuando Jiang Cheng le rodeó los hombros con sus brazos. Cuando Lan Xichen pasó su lengua por el labio inferior de Jiang Cheng, escuchó un grito ahogado y Jiang Cheng lo empujó aún más cerca de él.
Lan Xichen profundizó más el beso. Se estaba poniendo duro sólo por esto, porque Jiang Cheng le estaba permitiendo guiar su beso. No podía imaginar cómo sería una vez que consiguiera que Jiang Cheng se sometiera completamente a él.
De mala gana, Lan Xichen se retiró. Jiang Cheng le miraba fijamente, con los ojos muy abiertos y llenos de asombro, antes de que la vergüenza se apoderara de él y su expresión se cerrara. Poniéndose de pie y dándole espacio, Xichen le ofreció una mano a Jiang Cheng para que se levantara también. La aceptó, y Lan Xichen se rió cuando Jiang Cheng se dio la vuelta para agarrar a Sandu.
—Tienes hierba en la espalda, —dijo Lan Xichen. —Permíteme.
Puso una mano en el hombro de Jiang Cheng, impidiendo que se diera la vuelta, y empezó a quitar la hierba de su ropa. Jiang Cheng se puso rígido. Con un sonido de aprobación, Lan Xichen movió su mano más arriba en el hombro de Jiang Cheng hasta que uno de sus dedos tocó la piel justo por encima de su cuello.
Jiang Cheng se estremeció al contacto.
—Ya está, —dijo Lan Xichen, tras unos últimos e innecesarios roces.
—Gracias, —dijo Jiang Cheng sin volverse, y su voz un poco ronca.
—No podía dejar que anduvieras con la ropa llena de hierbas, ¿no? —Respondió Lan Xichen, con buen humor. Una campana sonó en el aire. —Ya es hora del almuerzo, —dijo, levantando a Shuoyue. —¿Comes conmigo, Wanyin?
Al mirar por encima del hombro, se encontró con que Jiang Cheng ya le estaba mirando. Rápidamente apartó la mirada al ser sorprendido. Lan Xichen se limitó a sonreír.
—Aunque debes de saber que no puedo ofrecerte ningún plato condimentado como el de ayer cuando salimos, sino sólo las versiones insípidas y blandas del Receso de las Nubes, —le recordó con cierta burla.
—No hay nada malo en tu comida.
Lan Xichen levantó una ceja incrédula.
La cara de Jiang Cheng enrojeció, de nuevo. —Quizá sea un poco sosa, pero es saludable, — murmuró.
—Vamos a las cocinas, —se limitó a decir Lan Xichen con una risa.
