Belleza Deseable
Sinopsis: Porque esa era la gran verdad que por fin había comprendido: Aprende lo que realmente la gente quiere y podrás conseguir que hagan lo que tú quieras. Sin embargo, el juego empezaba a aburrirle, así que Lan XiChen había puesto sus ojos en otro premio, uno más difícil de Cheng se había convertido en un hombre fuerte y asombrosamente bello, y Lan Xichen lo quería. [Traducción autorizada]
ADVERTENCIAS: Dark!LXC, abuso psicológico y emocional, manipulación emocional, angst, smut, referencias a dinámicas de dominante/sumiso.
Chismes
El cortejo de Lan Xichen (si es que se le puede llamar así) hacia Jiang Cheng continuó de la misma manera.
Iba a visitar el Muelle del Loto o se las arreglaba para arrancarle una promesa a Jiang Cheng para venir a los Recesos de las Nubes. Al principio, Jiang Cheng no decía mucho y se volvía cauteloso y sorprendido en cada esquina. Lan Xichen se divertía enormemente, jugando con la naturaleza esquiva de Jiang Cheng cuando se trataba de sus sentimientos.
Con el tiempo, Jiang Cheng empezó a relajarse más, compartiendo historias con más facilidad e incluso llegando a pedirle consejos sobre algunos asuntos de Secta. Lan Xichen alentó esto último tanto como pudo. Él empezó a llevar su propio papeleo cuando iba a visitar el Muelle del Loto y le daba un codazo a Jiang Cheng, hasta que éste hizo lo mismo cuando vino a los Recesos de las Nubes. A menudo, se les podía encontrar trabajando uno frente al otro, sus escritorios empujados juntos para ese propósito.
Y cada vez que Lan Xichen le decía a Jiang Cheng que se veía apuesto, que era fuerte, leal, inteligente, y valoraba todo lo que hacía, ataba a Jiang Cheng a estar más cerca de él. Con más frecuencia, Jiang Cheng le buscaba para confirmarlo. Era obvio que buscaba ser valorado. Pero detrás de todo lo que Jiang Cheng hacía, siempre permanecía el persistente temor de que, un día, todo repentinamente desaparecería. Por encima de todas sus amables palabras, este era un miedo que Lan Xichen no calmaba. Después de todo, era uno que podía utilizar.
La única cosa en la que todavía Lan Xichen no había logrado obtener de manera plena la confianza de Jiang Cheng, era a nivel sexual. Preocupado por las cicatrices que se hizo cuando perdió su núcleo, así como la de Wen Qing trasplantando el núcleo de Wei Wuxian en él, Jiang Cheng se negaba a quitarse su túnica interior. También fue el único tema en el que Lan Xichen nunca insistió, porque se dio cuenta de que el tema era tan sensible, que podría perder a Jiang Cheng por ello.
Sin embargo, poco a poco, se convirtieron en una pareja no oficial. Compartían sus pensamientos y problemas (al menos Jiang Cheng lo hacía; Lan Xichen sólo le contaba lo mínimo) y pasaban tanto tiempo juntos como podían. Una vez que dejó de temer el rechazo con todo lo que hacía, Jiang Cheng incluso inició los abrazos y los besos algunas veces, algo que Lan Xichen nunca le negaba.
Todo iba tan bien, que Lan Xichen estaba deseando arruinarlo y hacer a Jiang Cheng más dependiente en el proceso. Cuando le llegaron los chismes, supo exactamente qué hacer, así que se dirigió camino al Muelle del Loto para una visita.
Sólo era cuestión de alegar que tenía mucho trabajo para que le dejaran solo en el estudio, mientras Jiang Cheng supervisaba el entrenamiento de los discípulos. La carta que Lan Xichen sabía, tenía que estar ahí en algún lugar. Por ende, no fue tan difícil de encontrar entre los papeles del escritorio de Jiang Cheng. La leyó una vez, sonrió, y se dirigió a la habitación de Jiang Cheng, hacía tiempo que habían renunciado a fingir que dormían en habitaciones separadas. Se preparó para esperar su llegada.
—¿Xichen? ¿Estás aquí?
Lan Xichen se sentó en la cama, con la carta en la mano y el rostro abatido.
—¿Xichen? ¿Qué haces aquí? Pensé que tenías trabajo que hacer. ¿Qué pasa?
—¿Qué es esto? —Lan Xichen preguntó, su tono suave y conflictivo. Agitó la carta hacia Jiang Cheng, que palideció ligeramente. —Ni siquiera tienes que agarrarla para saber lo que es, — continuó. —¿Por qué?
—Reconozco el sello, —respondió Jiang Cheng.
—Sabes que eso no es lo que he preguntado, Wanyin.
—Xichen, no es lo que piensas.
Ya había un indicio de miedo en la voz de Jiang Cheng, y Lan Xichen sonrió de manera interna al escucharlo al escucharlo.
—¿Por qué había una propuesta de matrimonio en tu escritorio, Wanyin?
Jiang Cheng entrecerró los ojos. —¿Por qué estabas revisando mi escritorio? —preguntó.
—¿En serio, Wanyin? ¿Tan poco confías en mí? Me descuidé al abrir una ventana; el viento hizo volar algunos de nuestros documentos. Simplemente los recogí y me encontré con esta carta.
—Yo… —Jiang Cheng dio un paso más cerca. —Esto no es lo que parece, Xichen, —dijo.
—¿Cómo puedo saberlo? Me lo has ocultado, Wanyin. ¿Por qué no me lo dices si no es exactamente lo que parece? —Se levantó, dejando la carta sobre la cama, y se apartó de Jiang Cheng. —Yo… No entiendo cómo has podido hacerme esto.
Jiang Cheng se acercó a él y le tendió la mano, pero Lan Xichen se alejó del contacto.
—Xichen, —suplicó Jiang Cheng. Había un temblor en su voz. —Realmente no lo es. Te prometo que no es así. Yo... Ellos...
—¿Ellos qué, Wanyin?
—Siempre las rechazo. No las quiero. Es sólo que no había llegado a redactar una respuesta a esta carta todavía.
—¿Ellas? ¿Hay más de estas?
Eso era algo que Lan Xichen no había sabido, así que ni siquiera tuvo que fingir su sorpresa.
—Soy un Líder de Secta soltero, Xichen, —respondió Jiang Cheng. —Las Sectas afiliadas han estado intentando casar a sus hijas conmigo desde hace años. No las quiero. Te lo prometo, Xichen; no las quiero.
Lan Xichen le miró durante un rato, antes de volver a apartar la mirada. Dejó que el silencio entre ellos se alargara demasiado.
—¿Por qué no me lo dijiste, Wanyin?, —preguntó. —Creía que no había más secretos entre nosotros. ¿Por qué no me has contado algo que podría afectar a nuestra relación? ¿No sabes cómo me hace sentir?
—Lo siento, Xichen.
Lan Xichen negó con la cabeza, a pesar de saber lo difícil que debían ser esas palabras para Jiang Cheng.
—Eso no es suficiente, Wanyin. ¿Qué más escondes? ¿Acaso mi confianza en ti ha sido en vano?
Vio cómo los ojos de Jiang Cheng se abrían de par en par ante sus palabras, vio cómo el pánico se instalaba en sus entrañas. Jiang Cheng avanzó a trompicones, pero Lan Xichen volvió a apartarse de su camino. —Xichen, por favor. No estoy ocultando nada. Es solo que nunca se me ocurrió decírtelo. No pensé que fuera importante.
—¿No es importante? —Exclamó Lan Xichen. —Se trata de nosotros, Wanyin.
—¿Estás...? —La voz de Jiang Cheng tembló. —¿Estás enfadado conmigo?
Lan Xichen le miró triste y suspiró. —¿Enfadado?, —repitió. —No, Wanyin, no estoy enfadado; estoy decepcionado.
Porque la ira era algo con lo que Jiang Cheng podía lidiar. A fin de cuentas, tenía mucha ira acumulada corriendo por sus propias venas. ¿Pero la decepción? Eso era algo que Jiang Cheng no estaba equipado para lidiar con ello.
Volvió a apartarse de Jiang Cheng, hacia la puerta. —No sé, Wanyin. Necesito tiempo para pensar. Me voy a casa.
—No.
Sonó roto y fue acompañado por un golpe que sólo podía ser las rodillas de Jiang Cheng golpeando el suelo. Sabiendo que Jiang Cheng no podía ver, Lan Xichen se permitió una pequeña sonrisa.
—No, —dijo de nuevo Jiang Cheng. —Xichen, por favor, no te vayas, no me dejes.
Lan Xichen se giró para ver a Jiang Cheng de rodillas, como esperaba, con la cabeza agachada. La vista le excitó como ninguna otra cosa, pero empujó el sentimiento hacia abajo y lejos. Ahora no era el momento.
—Wanyin, —dijo con un suspiro.
Jiang Cheng levantó la vista, con los ojos húmedos y asustados. —Por favor, no te vayas, —repitió.
Lan Xichen dudó por un momento, antes de acercarse a Jiang Cheng, quien inmediatamente rodeó con sus brazos la cintura de Lan Xichen, presionando su cara contra el estómago de Lan Xichen.
—Xichen, —dijo Jiang Cheng, con la desesperación aún clara en su voz. —No te vayas. No voy a mentirte más. Lo siento, Xichen. Lo siento. Por favor, no me dejes.
—Wanyin, —dijo Lan Xichen de nuevo, poniendo una mano en su cabeza.
Comenzó a deshacer el accesorio de cabello de Jiang Cheng, sintiendo cómo se estremecía debajo de él. La pesada pieza de metal cayó al suelo, seguida de los alfileres y la cinta que ataba el pelo de Jiang Cheng. Era un signo de su estatus que Lan Xichen le quitaba ahora pero, como había adivinado, Jiang Cheng estaba demasiado agitado por la partida de Lan Xichen como para darle importancia.
—Por favor, Xichen, —volvió a decir Jiang Cheng. —Te quiero. No quiero que te vayas. Te lo demostraré. Cualquier cosa. Haré cualquier cosa, lo que sea. Sólo no me dejes.
—¿Lo que sea? —Repitió, mientras tiraba de sus dedos por el pelo de Jiang Cheng.
—Yo... —Jiang Cheng tragó, sus brazos se tensaron momentáneamente alrededor de la cintura de Lan Xichen. —Me quitaré mi túnica interior. Confío en ti; realmente lo hago. Yo-
—¿Ahora? —Lan Xichen preguntó, sintiéndose victorioso. Esto fue mejor de lo que había esperado.
—Si... si eso es lo que quieres.
Lan Xichen dio un paso atrás, fuera de los brazos de Jiang Cheng.
—Pruébalo entonces.
Jiang Cheng lo miró antes de bajar la mirada y ponerse en pie temblorosamente. Sus dedos temblaban mientras buscaba su cinturón. Para cuando llegó a su túnica interior, todo su cuerpo estaba temblando. Lan Xichen se limitó a observar, esperando. Cuando la túnica cayó al suelo, Jiang Cheng apretó los puños a su lado, mirando fijamente al suelo y obviamente esperando alguna exclamación de disgusto.
Lan Xichen no dijo nada.
Dio un paso adelante y Jiang Cheng se tensó aún más. Sin embargo, se quedó dónde estaba, con una clara determinación en su mandíbula.
—Wanyin, —susurró Lan Xichen. —¿Puedo tocarte?
—Sí. —Sonaba con dolor.
Lan Xichen no buscó las cicatrices, ni el pecho de Jiang Cheng, sabiendo que eso era lo que Jiang Cheng esperaba. En cambio, Lan Xichen ahuecó su mandíbula. Jiang Cheng le miró sorprendido, con los ojos confundidos, pero con un pequeño tinte de esperanza naciendo en ellos.
—Eres hermoso, Wanyin.
Jiang Cheng bufó e intentó dar un paso atrás, pero Lan Xichen le rodeó la cintura con un brazo y lo acercó.
—Realmente lo eres, —susurró Lan Xichen antes de besarlo.
Jiang Cheng dudó al principio, pero luego se fundió en el agarre de Lan Xichen. El beso fue lento y lánguido, pero siguió siendo superficial. Fue sólo cuando Jiang Cheng se relajó por completo que Lan Xichen pasó sus dedos a lo largo del cuello de Jiang Cheng y por su pecho.
Cuando Jiang Cheng se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se tensó y automáticamente trató de apartarse del toque. Sin embargo, Lan Xichen no se lo permitió, sujetándolo con el brazo alrededor de su cintura.
—Confía en mí.
Jiang Cheng dejó escapar una respiración temblorosa. Una única lágrima corrió por su mejilla y se la limpió con rabia.
Con dedos suaves, Lan Xichen siguió los contornos de las cicatrices en el abdomen de Jiang Cheng. —Yo no creo que sean feas, Wanyin.
—No... —Jiang Cheng cerró la boca de golpe. Sus ojos se abrieron de par en par en señal de pánico ante su casi arrebato. —Yo...
—No estoy mintiendo, Wanyin, —le interrumpió Lan Xichen. —Estas cicatrices son muestras de que has sobrevivido a todas las dificultades que te han lanzado. Que has perseverado. ¿Cómo podría pensar que son feas?
Las lágrimas fluían libremente por la cara de Jiang Cheng ahora, y Lan Xichen las limpió con sus pulgares antes de suspirar y tirar de él en un abrazo.
—¿Xichen? —Preguntó Jiang Cheng, con la cara enterrada en el cuello de Lan Xichen.
—¿Sí?
—¿Te quedarás?
Lan Xichen hizo una pausa. —¿Prometes no ocultarme más cosas?, —preguntó.
—Sí, —respondió inmediatamente Jiang Cheng, asintiendo. —No ocultaré nada. Lo siento, Xichen. Lo siento.
—Entonces me quedaré, Wanyin.
Jiang Cheng sollozó y Lan Xichen lo abrazó hasta que su pánico se calmó, sonriendo en el proceso.
