Fashion Group
El día anterior tuvieron una reunión con dos secretarios de estado. A pesar de ser una cena tranquila y nada memorable, escuchó atenta el tratado que estaba por firmar con el continente de Oceanía para la transportación marítima de más vehículos ya ensamblados. Era algo a lo que Yoh le tenía fe. Gracias a los números y utilidades de la más reciente fábrica de la empresa parecía un negocio viable.
Yoh, como empresario y dueño de un corporativo automotriz, tenía muchas ocupaciones. Era peor si le añadía que era piloto de carreras en la máxima categoría.
—¿Ya vamos a terminar? —dijo él.
Yoh bostezo de nuevo, porque apenas podía tener la cabeza clara para hablar de ropa, menos concentrado estaba para el sastre que tomaba la medida para la confección de los nuevos trajes.
—No se mueva, por favor…, señor Asakura.
El castaño volvió a reír, pidiendo disculpas; minutos después otra vez escuchó la súplica del encargado.
—Señor Asakura, por favor…
Fue suficiente.
Cerró de golpe la revista y la arrojó al sillón a su costado, luego caminó segura hasta la tarima donde el hombre trataba de tomar medidas y ajustar el traje de muestra. Ambos la miraron, confundidos por su repentina aparición, luego con temor al ver la manera en que arrebató de la almohadilla varios alfileres y estiraba la tela para colocarlos en el sitio idóneo.
—Ouch, Anna, no, ouch—se quejó el castaño de inmediato, pensando en refugiarse en una esquina del espejo—Ouch, Anna, basta, me estás clavando las agujas.
—Entonces no te muevas—dijo molesta— Cuando dejes de comportarte como un niño, dejará de dolerte, Yoh.
El castaño suspiró y miró en el espejo la manera tan diestra que tenía para ajustar la tela a su cuerpo.
—Ponte los zapatos.
—Olvidé dónde los dejé.
No tuvo ningún reparo en clavarle un alfiler en el trasero. Ni el grito, ni las risas de los encargados del departamento masculino fueron impedimento para que Yoh dejara de lloriquear.
Cinco minutos después, una señorita alcanzó el calzado y ahora estaba midiendo el largo del pantalón, mientras sobaba con una mano la herida sobre la tela.
—Como si tú nunca perdieras los tuyos.
—Yo no soy un desorden como tú—aludió con rapidez— Listo, eso era todo, con eso ya se ve bien. No era tan difícil.
Varios aplausos se escucharon en el fondo, halagando el prolífico trabajo.
—Gracias, señora Asakura—dijo el sastre de mejor humor—Con esto ya tenemos todas las medidas, hasta me atrevería a ofrecerle un trabajo, pero no sé si su esposo me permita tal cosa.
Anna miró de reojo a Yoh, que sonreía en forma nerviosa mientras bajaba de la tarima. Entendía que no debía sobre reaccionar, pero le crispaba los nervios.
—Gracias, supongo que mi esposo me dará permiso de trabajar algún día. Contar dinero en casa es muy aburrido.
Bien, quizá esa no era la respuesta que quería dar, porque sonaba muy clasista, pero escuchar otro apellido en lugar del suyo todavía le generaba rechazo. Más que la tacharan como la acompañante sin oficio.
—Gracias, señor Tamuraki—intervino el castaño—Pero en realidad Anna es…
—Vámonos, ya estamos retrasados para comer—dijo ella, observando el reloj. —Te espero afuera, tienes cinco minutos para cambiarte. Yo me ocuparé de pagar.
—Eeem... sí.
Y él sabía que lo decía en serio, no por nada dio un salto que le dio impulso para ir directo al vestidor.
A solas con el sastre y su equipo, fue una transacción incómoda, más cuando una chica afuera le pidió que firmara una revista.
—Lo siento mucho, señora Asakura. No quise que mi comentario fuera ofensivo para usted—mencionó el hombre—Pero en realidad quise resaltar que tiene una gran habilidad con los alfileres y las telas.
—Está bien, no hay problema.
Pasó la tarjeta y firmó el recibo, cuando Yoh salió de cambiarse, aún tenía el cuello de la chaqueta algo desacomodado, se tomó un segundo para arreglarlo antes de abandonar el lugar. Su esposo agradeció, cómo siempre, el buen servicio.
Una vez afuera, echaron un vistazo de que nadie más estuviera esperándolos. Parecía despejado, excepto por dos chicas de la oficina de comunicación y la asistente general que tenía en la escudería.
Ninguna dijo nada, solo caminaron hacia donde ya tenían reservada una mesa.
No parecía nada anormal, siendo que todos vestían ropa muy civil.
—¿Todo en orden, cielo?—preguntó él, tomando su mano izquierda.
—Todo en orden, amor—respondió ella.
—¿Sabes que él no quiso ofenderte, cierto?
Suspiró, apretando aún más el agarre de su mano.
—Solo porque yo no soy la que corre un coche como loca, no quiere decir que mi trabajo no sea importante.
—Haces cosas más extraordinarias que manejar un coche a 300 kilómetros por hora—respondió seguro. —Ganaste el Premio Internacional por ser la mejor Diseñadora del año, tienes todo el reconocimiento. Verás que en unos años serás incluso más famosa que yo.
—Sí, pero sigo siendo la esposa de…—murmuró molesta— Si no fuera porque me fui de luna de miel contigo, la ropa del almacén no se vendería como pan caliente. Así que todo es un condicionante.
Yoh pensaba responder, pero en medio de toda esa discusión llegaron al restaurante. Estaban muy cortos de tiempo, así que la próxima vez que podrían hablarlo sería en su dormitorio, si es que no tenían otra eventualidad, pero los últimos días en la oficina habían sido todo un caos, por las actividades que se añadió por causa de su hermano.
Así que estaba atado de manos.
Ordenaron algo sencillo, mientras fueron discutiendo algunos temas de agenda. Matti, la asistente de Anna, llegó minutos después con la información necesaria. Ambos se preguntaron en qué momento se había hecho tan caótico ese asunto.
—¿Tiene alguna solicitud especial para la suite en Yeongam?
Yoh la miró, esperando que hiciera alguna participación.
—No iré a Corea, puedes pedir lo que quieras, a tu gusto y predilección.
Las chicas encargadas alegaron que sería mucho más beneficioso de su parte para la promoción de su trabajo inmediato. Sin embargo, quedaban varios detalles pendientes en su empresa.
—Es martes, según el calendario se hará pronto la presentación de la línea de invierno.—dijo Mattilda—Además tienes una reunión previa con varios distribuidores el fin de semana para mostrar los avances.
Eso significaba que no podría tener tiempo para más viajes de ocio.
—Pilika dice que vamos retrasados con la planeación del evento—añadió Anna—En la fábrica ya está la colección que Jun diseñó pero falta mi aporte.
—¿Y ya tienes algo?—preguntó interesado Yoh.
—Lo sigo pensando.
Minutos después la alarma sonó, lo que indicaba que tenía que marcharse. Si encima de ser piloto de carreras y empresario no tuviera que lidiar temporalmente con la empresa de su hermano, tendrían una comida al menos decente.
—Tengo que irme—dijo Yoh, tomando su mano para darle un beso—Te veo en la noche, cielo.
Asintió, permitiendo que tomara su rostro para darle un pequeño beso en los labios. Cerró los ojos dejándose envolver por la brevedad del momento.
Más de una en la mesa se dio la vuelta, tenía que reconocer que ya estaba más que acostumbrada a sus muestras de afecto, que el hecho de que lo hiciera frente a todos ya no le tomó desprevenida.
—Te veo en la noche.
Eran los pocos segundos que tenía a su alcance. Sabía que al llegar la noche lo encontraría durmiendo profundamente, que acariciaría su cabello castaño y se recostaría sobre su pecho tratando de igualar los minutos que llevaba de ventaja.
Ocurrió justo así.
A la mañana siguiente viajó muy temprano a Corea para disputar otro Gran Premio de una temporada Fórmula Uno que llegó tarde para él. Lo peor es que a pesar de lo cansado que estaba todos los días, conducir un auto a gran velocidad era algo que le encantaba, se veía en verdad motivado.
¿Y quién era ella para interponerse en su pasión y pedirle más tiempo?
Su esposa, para empezar. ¡Claro! Pero… no una de verdad. En realidad lo eran ahora. Tenían una relación tan autentica como el anillo de diamante blanco que ostentaba su dedo. Sin embargo, también era una mujer muy ocupada y tenía su propia empresa para dirigir, era una diseñadora de renombre y ahora tenía que terminar los últimos arreglos para la presentación de su colección.
No podía dejarlo todo en manos de terceros, menos cuando no tenía mucho que había regresado de su Luna de miel con él.
—¡No! —gritó Pilika, volviendo a meter esa maleta al coche—¡Estás loca, Anna! ¡¿Cómo te piensas ir así? Tenemos que hacer una mini presentación.
Jaló su valija desde el asiento trasero, pero el movimiento de la Usui fue más veloz al cerrar la puerta de manera tajante.
—¡Anna, no vayas, tú no eres así!
—¿Así cómo? —preguntó la rubia, librándose de las manos que Pilika tenía sobre sus hombros—Sólo será unos días. Además tú estás a cargo, sabes cómo hacerlo.
Tenía total confianza en que ella manejaría su empresa bien unos días, que haría la mejor presentación posible para un evento del que no tenía mucha participación por el tiempo que había estado ausente.
—Anna Kyoyama, deja ahí esa maleta o empezaré a llamarte Ana Asakura.
No sabía si fue la dureza de sus palabras o si fue el hecho de que alguien la retara de nuevo con ese tema, pero logró que le diera escalofríos.
—No te atreverías.
—No me tientes—dijo seria—La Anna que yo conozco no se iría detrás de su novio a la primera.
—Tienes razón—respondió segura—Ella no iría detrás de su novio a ningún lugar, pero… tal vez sí iría a ver a su esposo.
No le dio ninguna pauta para replicar, tomó su equipaje y entró al aeropuerto. Escuchó las quejas a lo lejos, pero era algo que aceptaba. La engañó para que la llevara al aeropuerto, bien pudo tomar un taxi. Tal vez mentalmente deseaba que alguien coherente la detuviera, pero eso no pasó.
No documentó maleta, acelerando su paso para no perder el vuelo. Era muy temprano, pero apenas tenía el tiempo justo para abordar. Encontró su sala y subió con el pequeño equipaje en el compartimiento superior. Ahora estaba camino a Corea del sur, con una libreta en mano y… ¿su bolso? ¿Dónde diablos estaba su bolso?
—Esto debe ser una broma—dijo molesta—Sólo porque cogí el pasaporte y el boleto en la chaqueta.
Gruñó recordando que había dejado sus cosas en el asiento delantero. De no ser por la tonta discusión con Pilika, no habría olvidado ni sus golosinas, ni tampoco su bolso con sus tarjetas. Sacó el móvil, comprobando que aún tenía señal, tal vez estaba a tiempo de regresar a la línea de abordaje por sus pertenencias, si es que Usui contestaba el teléfono.
No lo hizo.
Segundos después, el timbre de su teléfono sonó de regreso.
—Ya sé, quieres que regrese a dejarte tu bolso—repitió en forma monótona—Pero no lo haré, esta es una señal de que no debes tomar ese avión.
No quería perder la paciencia.
—Si no regresas, será mejor que vayas firmándome tu carta de renuncia.
Pero a esas alturas ya era inevitable.
—Sin mí la empresa se volvería un caos, Anna—dijo con una risa jactanciosa—Ya sé, ya sé, no debí decir eso. En realidad no soy tan importante, pero esto es una señal: ¡baja de ese avión! Yoh no puede ser tan bueno como para que te vayas corriendo tras él.
Bufó cansada de escuchar la misma patética excusa.
—Bien, no regreses, no necesito de mis cosas, puedo arreglármelas.
—Anna, no llevas dinero ni credenciales para entrar en el circuito—dijo Pilika del otro lado de la línea. —Desiste, no seas orgullosa.
Colgó, si no estaba con ella era mejor que no le pusiera más trabas. Además, era domingo, dedicó toda la semana a trabajar en el evento. Sin éxito alguno, porque por más que lo intentó, nada salía de su cabeza. Tenía un bloqueo creativo, y en su experiencia, tomarse un respiro era lo que necesitaba para dejar fluir la imaginación. No podían tacharla de irresponsable por ausentarse un lunes o un martes, ya tenían un protocolo para actuar en su ausencia, no era el fin del mundo.
—Señorita, abroche su cinturón, por favor. Estamos por despegar.
Obedeció y contempló el cielo todavía oscuro en su ventanilla. Por mucho le tomaría cuatro horas llegar a Corea, la única ventaja es que el viaje era corto.
—¿Disculpa? —llamó una mujer a su lado—¿Puedes moverte de lugar? Prefiero la ventanilla
Miró su boleto y cercioró que fuera su asiento. Era correcto. El vuelo iba lleno, pensó por un momento que no tendría acompañante, pero al parecer sí tenía y no se veía que fuera alguien muy agradable.
—Lo lamento, pero seleccioné mi asiento con antelación—mentía, acababa de hacer la reserva en la madrugada—No voy a moverme.
—Qué insolente—dijo ofendida, abrochando de mal modo su cinturón de seguridad—¿Acaso no sabes quién son yo?
Miró de reojo a su acompañante y negó con la cabeza. El avión comenzó a moverse, así que las luces se apagaron, mientras la voz del capitán les daba la bienvenida con un video en las pequeñas pantallas en el respaldo de enfrente. Pensó que no escucharía más de su excelsa acompañante, pero al parecer ella no estaba dispuesta a perder.
—Solo para dejarte claro esto, mi papá es el ministro de Asuntos Exteriores.
Esperó que añadiera alguna referencia extra a su comentario, pensando que leería su carta de vida o su cuenta bancaria, pero fue todo. Cómo si el tener un padre importante fuera su carta de presentación.
—¿Qué? ¿No entendiste?
—Entendí que tu papá es un hombre importante—simplificó Anna, buscando alguna película en la pantalla táctil—¿Quieres una felicitación por eso?
—Puedo hacerte pagar por tu arrogancia.
Anna volvió la mirada, con un gesto de total desinterés. Por más que lo analizaba, no encontraba qué decirle para que se callara. Ignorarla hubiera sido sencillo, si no hubiese dejado sus audífonos en el bolso.
—Haz lo que quieras, apuesto que el señor Hidoreki no tiene tiempo para caprichos tontos.
—Al menos lo conoces, no eres tan ignorante como pensé.
Ahora la que estaba por perder la paciencia era ella.
—Claro que lo conozco, cené con tu papá la noche pasada—dijo altiva—Y apuesto a que él no ha olvidado quién soy yo, porque mi esposo tiene negocios muy importantes para el país.
Esperaba que con esa declaración se callara, porque al fin había encontrado una película interesante. No escuchaba más parloteo, así que daba por ganada la batalla. Luego sintió que le quitaban la gorra de la cabeza y su cabello rubio caía por debajo de sus hombros.
—No…. ¿tú eres… eres Anna Kyoyama?
Ahora no sabía si prefería que la odiara o que la viera con esa adoración en su mirada.
—¡Dios, sí eres tú!—dijo tomando su mano, que soltó de inmediato para buscar la otra— ¡No puedo creerlo, brilla igual que en las fotografías!
Sintió náuseas al ver tan invadido su espacio personal.
—¡En verdad eres tú!
Más de uno de los pasajeros volteó hacia su dirección, la prudencia que había solicitado al entrar al avión pronto se vio arruinada. Lo peor es que sus dos horas de viaje apenas comenzaban y no tenía otra escapatoria. No se pasaría dos horas encerrada en el baño.
—¡Amé tu vestido de novia! Voy a casarme el próximo verano, pensaba pedir una cita para que diseñaras mi vestido. ¡Necesito, de verdad, necesito el nombre de quien diseñó tu anillo!
Liberó su mano, dándole un pequeño masaje a su muñeca. Recapitulando su vida en un segundo, aceptó casarse con Yoh para vengarse de sus respectivas parejas. Él, un empresario de bajo perfil, ella una diseñadora de modas en pleno ascenso. Tal vez eso fue suficiente para los medios, porque ocuparon desde el principio de su matrimonio muchas portadas de revista, fingiendo ante todos un amor incondicional que no sentían. Que esa chica casi llorara de emoción era culpa del Asakura, por ponerlos en situaciones románticas demasiado idealistas. Que más mujeres e incluso varios hombres se levantaran para verla, por morbo o curiosidad, también lo era.
El foco de atención fue excesivo y difícil de controlar por las azafatas, que también le pidieron una firma en la última revista del mes. No tuvo más remedio que tomarse fotografías y firmar algunas hojas de su libreta que llevaba para dibujar. Había un afluente constante de personas a su alrededor que elogiaban su trabajo y preguntaban detalles sobre su relación con Yoh. Se enterneció cuando un niño se abrió paso entre los curiosos y se sentó en su regazo. No tendría más de cuatro años, así que cuando se colgó de su cuello, también le dio un beso en la mejilla.
—Eres bonita—murmuró apenado, mientras acariciaba su cabello rubio— Papá dice que eres su novia, ¿puedes ser la mía también?
Levantó la vista para ver a un hombre en verdad avergonzado, que los miraba con fijeza. Sonrió y se inclinó para besar la frente del niño que tenía sobre sus piernas.
—Gracias por la declaración—dijo suave—Si me buscas en unos años, igual podemos salir.
Aunque era una propuesta inocente, el brillo en sus ojos no mentía. Casi se arrepintió de sus últimas palabras. Sin embargo, ver la emoción de un niño le hacía revivir sus propios deseos, cuestionándose si sería posible algún día. Un rato después, la aglomeración se disipo cuando el capitán pidió a todos los pasajeros sentarse. Y claro, no olvidó mencionar un saludo personal para ella y el posible motivo de su viaje.
Ni la copa de vino espumoso, ni el brindis que hicieron en primera clase fue suficiente como para hacerle desear esa fama.
—Qué Yoh gané la próxima carrera—vociferó la chica a su lado— ¡Y el próximo Gran Premio de Japón!
Bebió dos copas extra, esperando que eso ahuyentara la vergüenza del momento. Aunque, por otra parte, no pudo evitar sentirse bien al saber que Yoh contaba con una gran aceptación en otras personas que ni siquiera lo conocían. Pensó que pasaría un mal rato hablando con la mujer a su lado, pero al final, terminó escuchando todo sobre su próxima boda.
—Podemos programarlo—dijo Anna—El próximo año estaré más libre.
—¿Con tantas carreras que tiene tu esposo al año?
Bueno eso aún estaba por verse, no sabía si Yoh quería seguir con ese ritmo tan loco de vida, entre la oficina y las pistas de carrera. No era algo tan propio de él, siendo que amaba dormir. No tenía nada seguro.
—Veremos qué sucede.
Una vez que aterrizaron, la reconocieron algunas personas al salir del aeropuerto, pero para su buena fortuna no tuvo que esperar a que algún asistente fuera por ella.
—Te llevo al circuito—dijo la mujer—Es lo mínimo que puedo hacer por mi diseñadora favorita.
No iba a rechazar un favor, menos uno que le beneficiaba con el tiempo encima. Mandó un mensaje a uno de los jefes del equipo de Yoh, que estaría esperándola en la entrada del circuito para darle un boleto de ingreso. Quizá lo que no contaba es que tardaría debido al tráfico, así que cuando llegó alguien más aguardaba por ella.
—Anna, Anna—dijo Ryo, detrás de la vaya que dividía la zona élite del lugar—Te dije que no podrías pasar a la zona sin tu pase al paddock. La carrera está por comenzar, no creo poder ayudarte mucho, ya sabes cómo es la organización con eso.
Ya lo sabía pero no podía regresar a Japón solo por una tarjeta.
—¿Y pretendes que me siente con el público general? ¿Olvidas que diriges el equipo de mi esposo? Puedes ser el jefe del equipo en papel, pero Yoh es el dueño, ya quiero ver la cara que pondrá cuando le digan que…
—Está bien, haré lo que pueda—la detuvo suplicante—Ve a las gradas, yo haré mi mejor esfuerzo.
No tuvo más remedio, la carrera ya había empezado y quería ver aunque fuera en pantalla lo que sucedía con él. Dejó su equipaje en sus manos y llevó únicamente su tableta. Las personas en la grada se levantaban al paso de los autos que apenas se vislumbraban por la velocidad que tomaban en pista.
Se sentó en una de las butacas vacías de abajo y admiró también la intensa lucha que mantenía Yoh con uno de los autos Mercedes Benz. Observó en la tabla de posicione que su aguerrido competidor era Hamilton. Varias vueltas se mantuvo detrás de él, hasta que en la octava vuelta, invirtieron posiciones.
Festejó a su modo, en silencio, mientras varios vitoreaban el audaz movimiento en la recta principal. Notó carteles de apoyo hacia distintos competidores, y hasta el fondo, casi en la otra esquina, un grupo de admiradores de Yoh. Sonrió al ver a una niña con una peluca rubia gritar emocionada con cada vuelta. Su vida era diferente antes de casarse con Asakura, no estaba interesada en autos y ahora acudía a las carreras, pendiente del resultado final. Todo un torbellino. En efecto, no sabía lo que pasaría, quizá en unos años estaría igual de emocionada que la pequeña o… sus hijos vendrían a ver a su padre competir. O si solo sería ella, apoyando hasta el final a su esposo.
Imaginó cómo se verían varios niños con trajes de pilotos, tal vez… podría unir lo mejor de ambos mundos en uno solo.
—Señora Asakura—pronunció agitada la encargada de medios— Ryo dijo que no pudo conseguir el pase, pero le manda esta bolsa. Dijo que entre con el casco puesto, el baño interior de la derecha está vacío ahora.
Obviando la referencia a su nombre, siguió las instrucciones, encontrando un traje muy parecido al que portaba Yoh, en conjunto con algunas rodilleras y equipo de protección adicional. Se deshizo de su ropa para no deshidratarse con el atuendo y el calor abrasador. Quedaban varias horas para que todo terminara, pero una vez que entró al área élite, observó desde los monitores en el avance de la carrera.
No ganó la competición, pero estuvo a poco de hacerlo.
Se apresuró para terminar su jornada con los medios de comunicación en el circuito y la reunión de festejo con el equipo para… ¿huir por la ventana del baño? Lo había visto cometer locuras, pero verlo escabullirse como un ladrón, mientras ella lo esperaba paciente, era el colmo.
—¿A dónde crees que vas? —preguntó molesta— ¿Acaso piensas escaparte?
Casi se cae del susto en su intento por escaparse.
No había pasado por tanto como para que terminara fugándose a la primera oportunidad.
—¡Anna! —exclamo impresionado—No sabía que ahora eras parte del equipo de mecánicos.
Se sorprendería de todo lo que tenía por contarle. Se acercó a él, que le explicaba por qué quería huir antes de que el resto de sus pendientes. Él preguntó por su trabajo, por las constantes quejas de las personas tenían hacia él y los viajes constantes que interrumpían su trabajo en Japón.
—No me importa, es domingo y estoy aquí, eso es lo único que importa—declaró ella, abrazando el atlético cuerpo de ese hombre que tantas sensaciones le despertaba—Si piensas huir, llévame contigo.
Él sonrió y tomó su mejilla para acercarla a su rostro. Sus labios se encontraron una vez más, ansiosos de sentir mayor contacto, pero deseosos de aquel encuentro en medio de tanto caos a su alrededor. Anna suspiró, sintiéndose por fin tranquila entre sus brazos. Tenían una dinámica complicada que no se la deseaba a ninguna pareja, escaso tiempo juntos, problemas al por mayor y demasiada gente observándolos.
—Estoy feliz que estés aquí.
Era todo el reconocimiento que quería y necesitaba.
—También yo.
No importaba la fama. Su relación tenía una base más sólida y a pesar de lo difícil que parecía, sentía que podían seguir luchando juntos para lograr sus sueños.
FIN
N/A: ¡Hola a todos! Me encantaría decir, segundo día, segundo prompt, pero es el tercer día y sí, sigue siendo el dos. Un poco de retraso, pensé que me tomaría menos tiempo editar y terminar de armar esta idea. Nuevamente me falló y yo solita me terminé las palabras que tenía pronosticado para esto. En fin, agradezco mucho sus comentarios, de parte de Allie y mía. Es bueno saber que les gustó y que disfrutaron el ambiente de la cafetería y de todos los clientes que acudieron a beber una taza. Yoh consiguió su cita a pesar de toda la cafeína que se tomó. ¡Gracias por todas sus palabras!
Esa vez me tocó en solitario y es, podría considerarse, un oneshot ligado a mi fic Contigo Siempre, porque tiene todos los elementos ahí. Creo que traté de describir un poco su ambiente, para referenciarlo, cuando vi el tema para este segundo capítulo, de inmediato me vino a la mente este Universo Alterno. Espero que no sea difícil de leer o entender.
Agradecimientos especiales: DemonessRaven, Opacho, Rozanji, gissie007 y Allie Mcclure.
¡Gracias por leer, nos leemos pronto!
