Una de las grandes habitaciones de columna infinitas y techo alto oscuro se distingue de la demás. Arlen entra en ella por el gran portón central y es recibido con un brillo más claro del que acostumbra, las antorchas rojizas usuales brillan con fuerza adornando las paredes de unas gradas. No hay un público importante aunque el espacio sobra para ello, puede divisar figuras vestidas de negro, algunos sentados y otros parados, casi nadie en grupo más numeroso que dos. Lo que más se distingue allí arriba es Saiki, traje blanco que contrasta con el resto, incluso Magaki tiene una túnica puesta que lo esconde bastante bien, un reconocible muchacho de largas trenzas se para junto al dios, sin duda mirándole fijo.
"No conoces a tu enemigo lo suficiente para la ofensiva, pero si te conoces lo suficiente para la defensiva. Deja que él muestre su vulnerabilidad."
Las palabras de Shion se repiten en su cabeza mientras camina. Su estrategia es clara, si bien no puede sentir las heridas estas se ven claramente, podrá resistir demasiado daño pero debe ser cuidadoso de todas formas.
Hay un círculo blanco al que entra y, frente a él, se alza la enorme figura de Mukai. Está completamente inmóvil hasta que le ve, lleva unos pantalones negros junto a sus usuales brazaletes y tobilleras con aspecto pesado. Lo ha visto tantas veces antes de que comience a golpearle que ya tenerlo en frente le produce malestar, se conoce su ropa de memoria, así como la fuerza de sus golpes y el peso de sus manos, pero no sobre sus habilidades especiales. Extrañamente el hombre gris no despide el mismo nivel de hostilidad que otros, incluso Shion tiene un aura asesina a su alrededor mientras que Mukai es el más sereno, su apariencia monstruosa consigue engañar muy bien.
- No fue por mi propia decisión que hemos terminado enfrentados, humano, pero aun así tener un combate digno – Dice, su voz es una extrañeza, tantos días de golpizas en completo silencio hicieron que Arlen olvidara esa voz gruesa y ronca – Incluso si estás herido –
No sabe si miente o no, incluso si no lo parece, su cuerpo dolía como el infierno hasta hace poco por culpa de él.
- Te ves más amigable de cerca… cuando no estás torturándome –
- Hago lo que el Maestro pide, me agrade o no – Habla el gigante, sus aterradores ojos puestos directos en el joven – Deberías hacer lo mismo y ahorrarte el sufrimiento –
- Todo el mundo aquí me dice que me agache y ya ¿No se supone que yo soy el esclavo? –
- Cuida tu tono, humano –
Arlen responde escupiendo en el suelo frente a Mukai, este arruga su nariz mientras que su pasiva mirada desde arriba se convierte en una más intensa. Se escucha un golpe y el suelo blanco alrededor de ellos se enciende, una pared de fuego no más alta que medio metro los encierra y delimita el área del combate.
"El honor de tu enemigo es la clave para hacerlo actuar erráticamente"
Otra vez Shion en su cabeza, la creciente mueca de disgusto de Mukai indica que su plan marcha a la perfección. Arlen salta en su lugar, suena su cuello y levanta las manos, los enormes brazos de su oponente se alzan y sus manos se abren amenazantemente.
- Será mejor que este humano dure más que unos segundos –
El comentario de Magaki se escucha con odio pero también muestra claro disfrute en su cara, posiblemente esperando ver un buen destripamiento de alguna de las dos partes. Shion aparta la mirada del combate porvenir, tanto él como Magaki rodean a su Maestro quien descansa cómodamente en su trono. El muchacho chino acomoda una de sus trenzas mientras decide seguir la conversación, llamando la atención de su compañero.
- El Maestro peleó contra él y decidió que era digno de traer aquí ¿Eso no te basta? – Shion comenta con una media sonrisa.
- ¿Y por qué el interés repentino, Shion? – El de cabello blanco no se deja encoger por la mención de su líder – Nunca has tenido ningún esclavo –
- Y tú te deshaces de ellos tan rápido como… -
- Silencio los dos – Saiki impone con su suave voz, inmediatamente ambos bajan la cabeza – Que molestos son –
- Disculpe, mi señor – Dicen al unísono.
El dios, brillando incluso en la penumbra de la habitación por su impresionante palidez y blanco traje, bufa. Mira sus propias manos y sus uñas color negro, frente a sus ojos celestes posa un dedo sobre la figura de Arlen y lo prende en color negro, quemándole desde su perspectiva.
- Los humanos son buenos para inflarse el ego entre ellos, este fue llamado un peleador habilidoso a donde lo encontré. Confió en que será un buen oponente para esta… bestia –
- Mukai, señor – Shion lo corrige, Saiki ni le mira pero inmediatamente el muchacho vuelve a esconder la cabeza entre sus hombros.
- Esta bestia… fue derrotada por uno de nuestros enemigos no hace mucho ¿Verdad? – Saiki levanta una ceja, la más mínima sonrisa pintando su aburrido rostro – Quizás una derrota a manos de otro humano sea suficiente para ponerlo en su lugar –
- Claro, Maestro –
Otra vez responden al unísono y hacen una reverencia antes de quedar en completo silencio. Es el muchacho chino quien presta más atención, entrecierra los ojos al ver a Mukai cada vez más enfadado.
- Además, si no gana, lo destriparé yo mismo por hacerme perder el tiempo -
El entorno poco oscurecido rodeado con fuego, acompañado por el sonido de las charlas misceláneas de los demonios, es bastante intimidante. Escucha un tambor a lo lejos golpeando a un ritmo bajo, alguna especie de canción ceremonial por parte de uno de los seguidores de Saiki. Arlen no tiene mucho tiempo de prestar atención a sus alrededores pues su oponente comienza su ataque tan pronto como el fuego se enciende.
Mukai es gigantesco, no se abalanza sobre el humano inmediatamente sino que alza ambos brazos frente a su cuerpo y deja salir un suspiro aterrador. Su físico lo hace ver como una dura montaña, inamovible e invencible, su pecho brilla con lo que parecen ser venas blancas lumínicas algo impresionantes en el mal sentido de la palabra. Arlen se agazapa, ni por un segundo se deja perturbar por ello, no después de haber sufrido una derrota aplastante contra un oponente objetivamente más fuerte como Saiki.
El hombre de cabello blanco alza un pie de manera bastante ágil para su complexión, pisa con fuerza y el suelo vuelve a responder con su rugido tembloroso. El suelo toma forma de un pilar de piedra que es erigido bajo los pies del humano, sus reflejos funcionan bien a pesar de que su sentido del dolor falle intencionalmente, reacciona lo suficientemente rápido para hacerse a un lado rodando.
El pilar se para a dos metros sobre el suelo, perfectamente tallado con inscripciones ilegibles. La apariencia de Mukai no es solo para mostrar, su piel áspera tipo piedra y su aspecto de fortaleza férrea hacen referencia a su capacidad de controlar la tierra misma.
¿Acaso todos ellos tienen poderes así?
El enorme hombre de piel oscura cruza el área delimitada en un parpadeo y gira en una patada asesina, Arlen logra hacerse a un lado una vez más, cubierto por el polvo que levanta el pilar al ser destruido por su creador. Quedándose a la defensiva el humano retrocede con sus puños en alto, la silueta tras el polvo lo disipa en un solo brusco movimiento de mano, un pedazo de escombro vuela en su dirección.
Arlen golpea la piedra, esta se rompe, su mano no siente nada, así se deshace de tres proyectiles seguidos. Mira su propia mano, está sangrando pero la medicina de Shion funciona perfectamente. El segundo perdido es uno de ventaja para Mukai quien vuelve a cernirse sobre su pequeño enemigo, patea su pierna para desequilibrarlo y luego da una media vuelta para una segunda patada giratoria que da en el blanco.
El público no reacciona, Arlen ve el mundo girar mientras retrocede, una vez cae en una rodilla tras semejante ataque busca daños. No tiene tacto, es difícil saber si algo se ha roto en ese ataque pero puede moverse perfectamente entonces decide ir al ataque.
Encuentra que Mukai es algo más fácil de esquivar que Saiki, agilidad no le falta dado su tamaño pero sus golpes son muy notorios. Un brazo vuela en una dirección y Arlen se inclina hacia la contraria, asesta un golpe rápido al pecho del gigante y este gruñe, debió ser suficiente fuerza para romper los huesos de su mano. Logra cazarle del brazo, Arlen dan un respiro de susto al volar por los aires, se estampa contra el suelo con fuerza para quebrarlo e inmediatamente un pie intenta terminar con su vida en un pisotón feroz.
Rueda fuera del camino sin mucho esfuerzo, se levanta parcialmente, una mano en el suelo todavía.
- Una salamandra escurridiza – Mukai vuelve a alzar sus manos.
- No solo soy bueno huyendo, hijo de perra –
Arlen siente el piso temblar, carga hacia adelante dejando atrás un pilar que se alza en el aire. Mukai pisa con fuerza, un segundo pilar aparece frente a él y lo patea hacia adelante, este arrastra rompiendo el suelo, Arlen lo esquiva por poco aunque recibe un golpe en el hombro y se desequilibra.
Su combate no es sobre tomar distancia, no tienen espacio para ello, todo se reduce a la velocidad del humano para evitar las contundentes piedras siendo controladas y, una vez mano a mano, un intercambio de golpes. Mukai golpea salvajemente, Arlen atrapa con seguridad, recibiendo daño que no siente y devuelve con golpes rápidos como si el gigante fuera un saco para boxear. El público apático gira sus cabezas conforme continúan, la resistencia del humano llama la atención así como la creciente sonrisa aterradora en el gigante de piedra.
Las manos de Arlen se encienden, Mukai alza una ceja, el siguiente golpe llega a una velocidad imposible acompañado por un grito de furia. Puñetazo al estómago que lo inclina hacia adelante y le sigue un rodillazo directo en la cara, la sangre del monstruoso luchador finalmente hace presencia.
- Todavía no eres lo suficientemente duro para esto, humano – Musita entre dientes el monstruo atajando un segundo golpe lumínico que llega - ¡Dame todo lo que tengas! –
Otro golpe, otro ataje, ambas manos ocupadas en ambos lados. Arlen resopla escupiendo la sangre que chorrea de su nariz y ya puede saborear. Se inclina hacia adelante al mismo tiempo que Mukai y sus cabezas chocan en el medio. De nuevo una blanca sonrisa pinta el oscuro rostro del extraño ser, Arlen está lo suficientemente cerca para mirarlo, realmente lo está disfrutando.
- Eres un digno oponente, más de lo que pensaba, agradezco a nuestro señor que me haya dado esta oportunidad para probarte –
- Hablas demasiado –
No pelea para divertirlo, lo hace para sobrevivir, aunque decir que no siente un poco de satisfacción al poder herir a Mukai sería una mentira. Se separan, las dos manos presas son usadas para girar a Arlen en el aire y tirarlo al suelo, una vez allí Mukai le toma por el cuello y lo levanta a tiempo para darle contra una de sus columnas talladas.
Arlen se queja, su espalda le molesta, alza la mirada al gigante a punto de golpearlo a tiempo para notar que el dolor regresa de a poco. Un pie lo empuja con fuerza para pasar a través de la construcción momentánea y enviarlo hacia atrás, no llega a caer y se ataja, pero sus rodillas tiemblan y fallan en dejarle contraatacar rápidamente como ya lo hizo antes en el combate.
- Parece que tu cuerpo se rinde mucho antes que tu espíritu, como es de costumbre con aquellos como tú –
El humano es fuerte, eso ha quedado claro. Shion deja que la sombra de su capucha negra de ceremonia esconda su ligera sonrisa de asombro, no podría llegar ni a los talones si peleara contra él o contra Magaki, mucho menos contra el Maestro Saiki, pero puede ver el potencial. Siempre se ha caracterizado por eso, algo criticado por gente como Botan que solo ven a los humanos como herramientas para sus fines, Shion cree en que la humanidad puede engendrar a peleadores fuertes capaces de competir con el clan. Recuerda los ostentosos caballeros Blanctorche en la antigüedad, cortando tropas controladas por ellos como si fueran nada, peleando contra él mismo y haciéndole muy difícil el matarlos.
No todos piensan como él, solo Mukai comparte esa visión, evidente por su sonrisa de disfrute durante el combate. A su lado encuentra a Magaki y Saiki de rostros aburridos, el segundo ni siquiera mira al combate y decide ocuparse de contar las antorchas en el cuarto.
La sangre no es suficiente para llamar la atención, a este paso terminará por matarlos a ambos.
Arlen se nota más lento, esquivando ataques apenas, gritando cuando es golpeado, sus puñetazos causan menos efecto. El preparado tuvo un efecto mucho más corto de lo esperado, los materiales conseguidos por Eridu no eran de lo mejor.
- Sin duda es un despliegue algo impresionante – Shion intenta contagiar su interés.
- Espero que tu fascinación con este humano no haya nublado tu juicio, Shion, aunque si admito que ha sido un despliegue de brutalidad bastante gracioso – Magaki es el que responde, girándose en su dirección para dedicarle la más amarga de las sonrisas – Como dos simios dándose golpes –
- Gusanos enredados dando cabezazos – Saiki agrega, silenciando a ambos, dirigiendo sus miradas al círculo de fuego – Y llega la muerte súbita –
Lo siguiente que se ve es el final anunciado de la corta contienda, por más ágil que sea Arlen ni él puede mantenerse vivo demasiado tiempo en ese estado. Mukai logra cazarlo de un pie nuevamente y lo da contra el suelo unas dos veces, el human vuelve a pararse pero encuentra una mano en su pecho apoyada con extraña tranquilidad. Sin saberlo prepara un ataque de respuesta pero ya ha caído en el más peligroso de los ataques de Mukai, todos los presentes lo dan por derrotado al momento que el brillo comienza.
Es un brillo cegador, blanco, incomoda a todo el mundo presente aunque solo dura un segundo. Al volver a ver el escenario de la batalla Arlen ha adoptado un color gris y áspero, su figura congelada en una simple posición de combate.
La petrificación de Mukai, su arma más letal.
- ¡Se terminó, humano! –
Un grito bestial que sigue a una fuerte pisada, Mukai estira un brazo hacia el frente y golpea con la mano abierta la estatua recién creada. El muchacho pelirrojo sale despedido, quebrando su exterior para volver a retomar su color natural, la palmada suficientemente fuerte como para apagar el fuego rodeándolos.
Arlen cae inmóvil en medio del salón.
La batalla terminó.
El ganador es el esperado.
Mukai se recupera y suspira, una pose solemne en medio del ring de fuego apagado, da una reverencia hacia su señor pero este ni le dirige la mirada.
Otra vez golpeado y derribado, con sus ojos puestos en ese techo de infinita oscuridad teñido de anaranjado por el fuego del infierno.
El efecto del incienso todavía funciona en parte, siente dolor pero no es algo que le impida moverse, es el sentimiento de ser derrotado el que lo hace. Siente liquido tibio correr desde sus ojos, no sabe exactamente si se trata de sangre o lágrimas, aprieta sus dientes hasta que el sonido del chirrido le hace tensar las articulaciones.
Frustración.
La frustración de no poder hacer nada, de que su destino, vida y muerte, dependan de un ser tan arrogante como Saiki. El sentimiento de no poder hacer nada, de haberse rendido ya, de que una manera de escapar no sea viable de ninguna manera.
Furia.
Le miran con desprecio y eso le causa furia. Incluso siendo un huérfano pidiendo monedas nunca había sentido tanta ira, ni siquiera es hacia su oponente sino a aquellos mirando el combate. La figura blanca en la distancia le da furia, ni debe estar riéndose de su situación, probablemente mira otra cosa deliberadamente para no darle atención.
Falla nuevamente, la pesadilla se alarga, volverá a ser castigado hasta que decidan que eso da demasiado trabajo y terminaran por desecharlo.
Escucha los pasos agigantados de Mukai, acercándose poco a poco para arrastrarlo de vuelta a la tortura, para marcar lo áspero del adoquín bajo sus pies hasta que su piel pierda la forma de tanto arrastre. Cierra su puño, aprieta más sus dientes, siente que algo se quiebra bien podría ser alguna muela o algún hueso al intentar moverse.
Si, lo han dominado y continuarán haciéndolo, dioses frente a un asqueroso mortal.
Pero no sin pelea.
No sin que el mortal de un solo grito de queja lo suficientemente fuerte como para que el mismo cielo se estremezca.
Por eso se levanta, a pesar del creciente dolor, a pesar de que es imposible. Da un salto hacia el oponente que acaba de vencerlo y aprieta su puño hasta que sus propias uñas lastiman su piel. El puño se enciende de luz, la más brillante que ha sentido jamás, quema sus nudillos, el grito que deja salir destroza su garganta.
No gana nada haciéndolo, solo demostrar que sigue allí, sin importar cuanto tenga que postrare.
Mukai recibe el golpe, directo en su cara, se contorsiona de manera imposible y la enorme figura levanta vuelo. El gigante pierde su sólida postura, sus pies dejan la tierra un segundo y cae horizontalmente al suelo mientras su mentón humea, la sangre baña su cara al igual que la dura superficie del ring.
Arlen queda en una rodilla, jadeando como loco, pierde su fuerza en el brazo y lo deja colgando, o será que lo quebró dando semejante golpe.
- ¡Sabandija! – Mukai ya está levantado, solo se ven sus ojos blancos desatados mientras corre para aplastar a Arlen como una uva - ¡MUERE! –
Levanta sus manos y se detiene en seco.
Una risa lo detiene.
La risa de un dios.
El clan entero estalla en susurros o risas falsas que copian a la de su maestro. El delgado dueño del tiempo deja su cómodo asiento y se para, tapando su boca para esconder semejante gesto obsceno como es reírse tan abiertamente. Mukai tiembla de vergüenza y enojo pero no puede continuar, una luz celeste aparece entre ambos y su Maestro se materializa.
Saiki se encuentra a un metro de distancia de Arlen por primera vez en mucho tiempo, incluso el olor a sangre le sabe peor al tenerlo cerca. Mukai cae en una rodilla dando una completa reverencia, el dios se gira hacia su humano, llevando en su rostro una genuina sonrisa de júbilo.
- Puedo ver que los humanos tienen sus sorpresas, justo como el día en que te vi por primera vez – Le dice, su voz ominosa y falta de humanidad – Es bueno ver que no es tan fácil apagar ese espíritu rebelde en ti, humano –
El herido mortal hace lo posible para enderezarse, mirando con un único ojo, ladeando la cabeza inconscientemente.
- Todo esto fue… p-para… -
- Para que aprendas que puedo quebrarte cuando yo quiera, pero no lo hago porque simplemente no sería divertido –
- P-p…p-or… - Quiere preguntar ¿Por qué yo? No logra hacerlo.
- Ahora, arrodíllate y pide perdón –
¿Qué es lo que quiere ese dios de él? ¿Compañía? ¿Amistad? ¿Verle sufrir o verle desafiarle? ¿Quiere que lo acepte como tal o que siga negando la existencia de algo obviamente divino? Es la duda la que lo lleva a quedarse de rodillas, donde Saiki estira su delgada mano hasta tocar su frente cubierta en sangre y sudor.
Él es un dios, pero no debe aceptarlo por su propia sanidad mental.
Su silueta blanca es cálida y le pide que se rinda ante un poder superior, pero su naturaleza humana se lo impide.
Saiki es bellamente contradictorio.
Arlen pide perdón, o al menos intenta hacerlo, no llega a escucharse a sí mismo puesto que el combate comienza a pasarle factura de repente. Es suficiente para el Maestro porque da otra audible carcajada y prende sus llamas, le cubre con ellas, negras y de consistencia sólida.
Una vez más lo encuentra la muerte, esta vez es una esperada siesta.
Cuando se despierte se ocuparía de negar todo lo que dijo.
Ahora mismo agradece a Dios por dejarle descansar.
Fin de Parte 1
