Los libros no son algo que Arlen ha tenido incorporado durante su vida, cuando era niño, de vuelta en el orfanato, recuerda como la hermana Susan insistía día y noche para que estudiara de sus libros sin muy buenos resultados. Simplemente jamás se interesó por la lectura, pero tampoco es que la odiara, de vez en cuando algún cuento de aventuras, de viajes fantásticos por tierras extrañas, llamaba su atención y lo devoraba en unas pocas noches.

Ahora, estando encerrado y siendo básicamente un esclavo, la única fuente de entretenimiento son los libros. "Se necesitó un dios del tiempo para hacer que lea" Se dice a sí mismo, una manera oscura de conseguir reír aunque sea un poco, recordando a la frustrada hermana dándole golpes con un papel enrollado en la cabeza.

Pronto encontró que esperaba con ansias las visitas al archivo, su pequeña prisión y la mesa que antes soportaba una sola vela y nada más comenzó a ser ocupado por pilas de libros de varios tamaños. Fue difícil al principio encontrar algo que le guste pero pronto el hambre (aburrimiento) venció el ser quisquilloso.

La extraña biblioteca tiene una selección amplia, libros claramente escritos a mano, viejos escritos durante la edad media tardía, en inglés antiguo si es que siquiera están en su idioma y no en francés o alemán u otro que no puede entender. Comenzó de a poco a darse cuenta que la composición de la biblioteca cuenta bastante sobre el clan, muchos libros están datados de la misma época, alrededor del Siglo X en adelante pero luego, a finales del siglo XIV, la cantidad de libros de épocas siguientes se vuelve escasa. Está claro que el clan recolectaba libros interesantes o importantes durante esos años pero con la desaparición de Saiki, aquellos dejados atrás continuaron la recolección en menor medida hasta terminar por desaparecer por completo. Los libros impresos son pocos pero los hay, en papel viejo pero con inglés más entendible, aunque la mayoría de estos libros "post-abandono" son novelas y ficción, dando a conocer una clara afinidad por ellas de quien sea que había quedado a cargo del lugar.

El pelirrojo recolecta libros y los lee como puede, los más viejos son difíciles y pasa horas descifrando una página en inglés antiguo y con letras de aspecto extraño. Ha intentado aprender a leer otros idiomas, alemán y francés principalmente, pero esto no ha tenido grandes avances y simplemente se limita a ver los dibujos pintados a mano por los escribas de épocas tan remotas. Ha leído historias fantásticas como Beowulf o Sir Gawain y el Caballero Verde o recopilaciones históricas de hechos, al estar en inglés suelen ser historias de reyes británicos o galeses o brutos bárbaros irlandeses, con los que se siente identificado un poco.

Ha notado que Saiki lee, no se pasa mirando al techo, también ha comenzado a preguntarse sobre Saiki como "humano".

Lo observa de cerca, tiene una manera de hablar muy tranquila pero condescendiente, pocas veces frunce el ceño y cuando lo hace se le nota más adulto que de costumbre. Se cuida el cabello, aunque nunca frente a él, y suele pintarse las uñas de negro, algo que comenzó a hacer de la nada y el lugar de donde proviene el esmalte es un misterio. Le gusta leer sobre historia también aunque maneja muchos idiomas, lee escritos germánicos y nórdicos, francés y español, incluso algunos de los rollos con caracteres asiáticos ha podido verle leyendo. Disfruta de tanto en tanto alguna historia narrativa, tiene la costumbre de comentar cuando lee algo que le interesa, habla con Arlen como si fuera la humanidad entera, burlándose de él por las cosas malas y felicitándolo cuando encuentra algo interesante, también suele burlarse de él por la poca cultura literaria que tiene, cosa que a Arlen le irrita y al dios le divierte.

"Es adorable verte fruncir el ceño, intentando entender palabras complejas" Suele decir, con su cantarina voz irritante.

El tiempo pasa más rápido con libros a la mano, al menos tiene esa noción, pues el tiempo no parece transcurrir allí.


Uno de esos días en la biblioteca se encuentra leyendo, sentado en uno de los sillones arrimados a las velas allí, ha comenzado con uno llamado "Viajes", traducido al inglés, de un tal Marco Polo que ha escuchado nombrar pero no sabe exactamente quién es.

Levanta la mirada para encontrar a Saiki de una manera muy inusual, dormido.

Se acuesta horizontalmente en el sillón como suele hacerlo en su trono, piernas sobre uno de los brazos y cabeza recostada sobre el otro. Dormido se ve extrañamente pacifico, su cuerpo delgado no hace ni un solo movimiento salvo contraer su pecho cuando suspira, moviendo el libro que descansa sobre él arriba y abajo. Es igual de raro verlo respirar, es una de esas cosas que jamás se detiene a pensar el humano cuando tiene a Saiki en frente, respira como todos, pero nunca ve algo tan humano como los suspiros entre dormidos que deja salir. El dios mantiene una mirada seria durante su sueño pero no musita ni una sola palabra, ni siquiera abre su boca un poco, ambas manos descansan en su estómago y parece una estatua.

Es por eso que no ha podido concentrarse en esos viajes entintados frente a él, ha estado mirando la misma página por un buen rato, leyendo dos palabras y mirando a Saiki de cerca para luego volver a leer esas dos mismas palabras.

Duerme, tranquilamente.

¿Es cansancio o flojera? ¿Sueña con algo o solo es su rostro así todo el tiempo? ¿Acaso finge para que baje su guardia? ¿Está incomodo? ¿Siquiera puede estar incomodo alguien como él? ¿Puede llegar a tener dolor de espalda al despertar durmiendo de esa manera? Todas preguntas similares a las que se hace otras veces, descifrando a Saiki detrás del mito, una faceta del dios que nadie ha visto salvo él, para bien o para mal, la presencia que tiene más constante en su vida.

Se levanta, incapaz de seguir faltando el respeto a Marco Polo, y se inclina sobre la pálida figura. No parece fingir que está durmiendo, su libro lee "El libro del Hombre Civilizado", no sabe que puede tratar pero parece aburrido, lo ha visto con ese libro muchas veces, tal vez lo esté leyendo por segunda o tercera vez. Se aleja al escucharlo suspirar un poco más fuerte, parándose recto por el susto.

Recuerda escuchar a los otros huérfanos decir cosas tontas al dormir muy tarde en la noche ¿Cómo sería Saiki diciendo algo incoherente y tonto? No le pegaría.

Intenta encontrar el humano en él.

Tal vez un simple reflejo para relacionarse con la persona con la que interactúa todo el tiempo, incluso si esta le ha hecho sufrir mucho. Siente que está atrapado y, tal vez, la única solución sea entender la razón por la cual Saiki le mantiene vivo.

No puede ser coincidencia o piedad, debe ser porque lo necesita. No puede ser solo maldad…

Eso se dice para mantenerse cuerdo; "No puede ser solo maldad". A veces regresa a la normalidad y recuerda su posición como esclavo, comienza a odiar a Saiki de nuevo, un rato, días tal vez o semanas, pero eventualmente vuelve a querer descifrarlo…

Es la otra diversión que tiene.

El silencio es agradable, sin embargo, y preferiría dejarlo así un poco más, poder descansar de su constante acoso. Se aleja caminando lentamente, ni un ruido hace hasta que por fin se encuentra lo suficientemente lejos, internándose en la oscuridad que dejan las estanterías.


Nunca se había alejado tanto de la pequeña zona junto a la puerta donde se quedan leyendo, gracias a la falta de luz jamás había notado el hecho de que la habitación del archivo es muy espaciosa, ni siquiera puede ver el final a medida que avanza entre las polvorientas estanterías. Se detiene de tanto en tanto para revisarlas, es difícil hacerlo sin una luz y, conforme se aleja, se vuelve prácticamente imposible. Las estanterías se alzan alrededor suyo como gigantes, cada vez más difusas, dobla unas cuantas veces, pierde la luz de donde se encontraba y se queda a solas con el silencio de una tumba.

Sus oídos sienten un zumbido, ese inconfundible constante ruido cuando no hay absolutamente nada salvo la soledad y el silencio.

La oscuridad se vuelve algo menos molesta tan pronto sus ojos se acostumbran a ella. Avanza con sus manos arrastrando contra la madera de las estanterías, siente el polvo que se pega a sus dedos, no hay ni una sola telaraña pues ningún ser vivo vendría a vivir aquí queriendo.

Pronto un resplandor anaranjado casi lo ciega, avanza hacia él creyendo que ha dado la vuelta pero encuentra un banco en el suelo con una vela prendida entre medio de los libros. Allí, custodiando la luz, se encuentra Shion, en puntas de pie retirando un libro de lo más alto, se gira hacia él y alza una ceja. Arlen no temía a la oscuridad, por un momento pensó en alejarse de esa luz imaginando que podría ser alguien que enseguida se aproveche de él lejos de Saiki, pero tan pronto como ese rostro pálido enmarcado de trenzas azules sonríe levemente todo se vuelve tranquilidad.

- ¿Estás perdido? – Le pregunta, bajando de un salto.

- Eso intentaba –

Responde de manera automática, aún algo confundido por la aparición. Usualmente cuando se encuentra fuera de su celda Shion se mantiene alejado, una precaución sin duda para evitar que Saiki no sepa de sus frecuentes visitas del otro lado de la reja. A diferencia de Shroom, las visitas de Shion son placenteras y se pasan rápido, solía haber mucho silencio entre ellos hasta que Arlen comenzó a interesarse en la literatura.

El muchacho chino es un ávido lector, sin embargo no le interesan las ficciones, tiene su propio sector en la biblioteca lleno de pergaminos y libros en su idioma natal, es el único que los lee. Según ha contado son anécdotas y anotaciones de generales, rollos sobre artes marciales, historias de grandes guerreros, entre esos el "Arte de la Guerra" que ha mencionado como su libro favorito.

Este último libro es, también, frecuentemente citado por Shion, como si se lo supiera de memoria.

- El Maestro ha quedado dormido – Arlen se dirige a Saiki así ya de costumbre, conforme más lo hace menos le resulta raro.

- Ya veo ¿Y esperabas encontrar una salida secreta entre los libros? –

- Encontré un secreto – El comentario hace que Shion tuerza la cabeza – O acaso estás aquí por casualidad… -

- ¿Quién sabe? Tal vez intentaba perderme yo mismo –

El gentil demonio echa a andar entre los estantes, vela en una mano y el pergamino polvoriento en la otra, detrás de él lo sigue el humano de cabello rojo a la misma velocidad. No parece molesto por ello, realmente no sabe a dónde va Shion pero tampoco es que él tenga un lugar donde ir. Pronto lo ve mirar sobre su hombro, ojo rojo brillando en la oscuridad.

- ¿No deberías volver con tu dueño? –

- No puedo sin una luz, seguiré la tuya –

- Como una molesta polilla –

Un pequeño insulto inofensivo, el muchacho vuelve a poner su vista al frente y continúa su camino. Avanzan en una dirección que parece algo al azar hasta que finalmente Arlen puede ver una segunda luz aparecer detrás de uno de los estantes.

Shion toma asiento en una mesa recluida del resto de la biblioteca, a este punto ya pareciendo infinita. Sobre ella Arlen ve varios rollos similares al que despliega, caracteres chinos en todos ellos, también hay un conjunto de hojas blancas completamente vacías, un pequeño recipiente con tinta y un pincel que es tomado con rapidez. Parece que se está encargando de transcribir algo pero no sabe qué y siente que preguntar rompería ese agradable silencio, Arlen se limita a callar y sentarse en la silla en frente.

Los trazos fluyen de un lado al otro con constancia pero no rapidez, es algo cas hipnótico que podría observar durante horas. Shion tiene manos flacas y femeninas, dedos largos y de apariencia puntiagudos, piel aún más pálida que Saiki al punto que parece no tener color excepto el que desprende el fuego de su vela. Sus ojos son intensos y más irreales, de un color sangre en vez del celeste claro de Saiki, aun así parecen ser más cálidos, vivos. Puede que simplemente sea su soledad hablando, pero siente una humanidad presente en Shion que nadie allí tiene, a pesar de que no es particularmente bueno, tiene tanta sed de sangre como cualquiera del clan.

¿Acaso es la emoción?

Otros como Magaki o Botan se muestran indiferentes ante todo, salvo su objetivo, alejados de cualquier cualidad humana salvo el disfrute por el sufrimiento, Shion por otro lado se siente más real. Muestra interés cuando hablan, entusiasmo al verle ejercitarse, se ríe al escuchar algo gracioso…

Si tuviera que adivinar, Arlen diría que Shion fue humano alguna vez…

Tal vez todos allí lo fueron, la diferencia está en que Shion todavía se aferra a su humanidad aunque sea involuntariamente. Toma su lanza no con la arrogancia de un ser inmortal sino con la expectativa de un guerrero de las leyendas que tanto ha leído recientemente.

Estar con él es extraño, similar a un sueño, irreal pero reconfortantemente humano.

- Siempre me preguntas por el Maestro – Arlen termina por romper el silencio cuando una duda pasa por su cabeza, del otro lado los trazos no se detienen – Pero nunca puedo decirte nada que ya no sepas –

Cada vez que lo visita le pregunta por Saiki, intentando conseguir alguna información con fines propios, a Arlen no le importa, si es la única manera de mantenerlo cerca entonces le dirá lo que pueda. Nunca hay nada que contar realmente, solo su rutina, sus charlas filosóficas en las que lo humilla, los libros que lee y las muecas que hace una vez todo el mundo se va de la sala del trono. Sin duda son cosas que Shion ya sabe, ha estado en el clan por muchos años, cientos podría ser incluso ¿Para qué le sirve saber eso?

- ¿Dijiste que estaba dormido? –

- Así es –

- Nadie aquí jamás lo ha visto dormir –

Finalmente el asiático levanta la cabeza, apoya el pincel entre sus dedos, lo dice con normalidad pero el comentario es equivalente a una bofetada.

- ¿Cómo es… eso? –

- El Maestro Saiki siempre ha sido alguien recluido, incluso de vuelta en nuestro tiempo no solía dejarse ver a menos que sea para dirigirse al clan o para hablar de nuestros planes, el resto del tiempo lo pasaba en soledad –

- ¿Ni Magaki? –

- Magaki es solo un guerrero fuerte, estoy seguro que si no lo fuera el Maestro ni sabría su nombre – Shion sonríe, encontrando ese pensamiento agradable – Nadie lo ha visto dormir o leer o ha hablado con él para lo que no sea con respecto al clan y su supervivencia –

- No lo entiendo – Arlen niega con la cabeza - ¿Por qué yo entonces? –

- ¿Por qué no? – Responde Shion torciendo la suya.

- No soy importante –

- No tienes que serlo. ¿Alguna vez te preguntaste que tan importante es la hoja en la que escribes tus memorias? –

Entonces eso podría ser, la única razón por la que Saiki le quiere allí es para tener a alguien con quien hablar y pasarle sus pensamientos, pero no lo suficientemente importante como para que pueda actuar sobre ellos o contradecirlos. Es simplemente un objeto que usa para platicar, burlarse y desquitarse, eso lo había sospechado pero escucharlo tan directamente aún le irrita un poco.

- Tu luz – Shion menciona, como si leyera su mente – Es similar a la de aquellos en el pasado con los que estuvimos en guerra –

- ¿Podría ser eso también? –

- Quizás –

Simplemente no es nadie, solo un humano, como podría ser otro. Un humano que tuvo la mala suerte de nacer con habilidades que llamarían la atención del sujeto equivocado.

Se queda callado, Shion no vuelve a sus notas sino que le mira directamente mientras el humano se distrae. Sus ojos grises viajan hacia abajo, la página en blanco con la que lo ha comparado hace unos momentos, presiona su mano contra ella, sus dedos ásperos cubiertos por vendas, heridas recientes que Saiki no se ha dignado en reparar.

El demonio se fija en su rostro, una mueca triste en él que le causa algo, no sabe exactamente como describirlo ¿Acaso siente lastima por él? Tristes ojos color tormenta enmarcados por el flequillo deshecho color rojizo, su piel muestra signos de la influencia que tiene Saiki sobre él.

Manchas claras.

Mechones plateados.

Se dice por dentro.

El humano pone un dedo sobre la tinta, lo sumerge unos segundos y lo saca chorreando color negro. Traza una línea sobre el papel blanco, recta, luego otra en dirección contraria. Línea tras línea van formando letras hasta que una palabra se forma, pequeña pero arruinando un papel perfectamente blanco con sus gruesas y toscas letras dibujadas a mano.

- ¿Qué es eso? –

- Mi nombre –

- Ar…len –

Shion dice, leyendo la palabra al revés.

Escuchar su nombre después de tanto tiempo se siente extraño, ha sido nombrado como "el humano" o "el escalvo" o "la mascota" y sus variaciones, nadie sabe su nombre salvo Saiki y es posible que lo haya olvidado. Tiene dificultad para mencionarla pero el muchacho de las trenzas lo repite varias veces en voz baja hasta que puede decirlo con confianza.

- Arlen –

Suena agradable.

Suena a que, por un momento, vuelve a existir fuera de ese lugar.

Shion alcanza del otro lado de la mesa y toma su mano, lo hace con toda seguridad, ni le mira a los ojos cuando hace. Su mano se siente calida, no es como el frio de Saiki que hace parecer como si ni piel tuviera. El chico de las trenzas arregla su mano para estirar el dedo manchado con tinta y lo presiona en la hoja, la misma hoja pero en otro lado. Empieza a dar trazos también, sobre "Arlen", uno tras otro formando un solo símbolo que no puede entender.

Un símbolo negro enredado, suelta su mano y lo mira fijo, como un pintor a su obra maestra buscando errores.

- ¿Qué dice? – Arlen pregunta al cabo de unos segundos.

- Mi nombre –

Letras dibujadas de manera poco convencional, una sobre la otra, de lados opuestos.

arlen

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Al momento que Saiki vuelve a abrir los ojos nada ha cambiado salvo la intensidad de la luz sobre la mesa. Lo hace sin ningún tipo de aviso, ni gruñe ni se estira ni da un suspiro, simplemente abre los ojos y está despierto como prender o apagar una luz con un solo movimiento del dedo. Inmediatamente mira hacia su derecha donde encuentra al humano todavía sentado en frente, aunque su lugar ha cambiado y sostiene un libro distinto, más polvoriento que el anterior. No hay más que hacer salvo volver a su lectura un rato antes de decidir salir de allí con su esclavo, el progreso en su misión ha sido lento, fructífero pero lento, anhela por tiempos remotos en los que podía influenciar todo desde una posición más directa sin tener que esconderse como un cobarde.

Entrecierra sus ojos, no por cansancio sino enojo, se frustra con solo pensar lo que habrá pasado en los cientos de años que se perdió.

La mejor manera de pasar el tiempo es ese humano después de todo. Va a hablarle de algo sin importancia pero parece muy serio, ojeando ese libro viejo con el ceño fruncido. No es raro verlo así, tiene pocas cosas como para mantenerse feliz o con una cara falta de expresiones, pero denota una concentración extraña en el muchacho, algo que aparece más y más conforme se interioriza en los libros que allí tienen juntando polvo.

Va a preguntar que ha encontrado pero él mismo alza la mirada, destellos plateados en su cabellera rojiza, labios partidos al notar que ha despertado probablemente no esperando que lo esté observando tan directo.

Va directo al grano.

- ¿Cómo era? El tiempo de donde vinieron –

Eso le saca una pequeña sonrisa al dios, curiosidad seria, tan adorable, preguntando cosas fuera de su comprensión. Quiere acercarse y tomarlo del cuello, mirar esa expresión de cerca, también quiere arrancarle la lengua por ser tan directo, los ojos por leer cosas prohibidas y las manos por sostenerlas.

Se contiene y cambia para observar el techo oscuro que no llega a distinguir.

- ¿El tiempo de dónde vine? Eso es mucho tiempo – Cuenta, aclarando – En un tiempo donde no había noción del mismo, los humanos tenían sus maneras de contar pero ninguna era igual que la anterior. En un tiempo donde me veneraban como el dios que soy, donde los humanos sabían cuál era su lugar… -

- ¿Y el clan? –

- No había un clan entonces porque no era necesario. No fue hasta que los humanos comenzaron a ser insolentes, pensando e inventando sus propios dioses, los que no pueden ver ni entender, era más fácil rendirles tributo a ellos que a uno caminando en la tierra – Saiki se levanta, sentado ahora en el sillón, mirando sus propias manos como suele hacer cuando habla, cada uña meticulosamente pintada, una costumbre que tomó de ese… descendiente suyo – Los gusanos se volvieron lo suficientemente arrogantes como para llamarme pagano y cazarme, en respuesta, junté a aquellos con habilidades especiales, similares a las mías… les ofrecí una oportunidad –

- Una oportunidad de traicionar a la humanidad – Insiste el humano, su puño sobre el libro cerrado tensándose un poco.

El dios de pelo platinado ríe ante esas palabras.

- ¿Traición? ¿Eran humanos para empezar? Sus habilidades superaban al humano promedio, algunos ni tienen forma similar a la tuya – Pregunta con una sonrisa, alzando una ceja – Les ofrecí lo que la humanidad les quitó un propósito, claro, a cambio de servirme y adorarme –

- ¿Un propósito como qué? –

- Dominar a la humanidad que los abandonó y servirme en la eternidad – Sus ojos color mar se mantienen firmes en el humano, este termina por flaquear y apartar la vista volviendo a su libro, los cabellos de su cabeza sirviendo como cortina para tapar su rostro cuando mira hacia abajo – El tiempo no sería un problema para ellos, no más –

- ¿Cómo eran aquellos que te derrotaron? –

La pregunta llega de la nada, aún más que la anterior.

Le parece una terrible insolencia y lo deja saber en silencio, frunce su ceño, se levanta de su asiento lentamente mientras el viejo mueble chirria con cada movimiento. Cuando se encuentra parado el humano falla en achicarse, en vez de eso se pone recto, desafiante, presionando sus labios sin duda esperando un dolor incomprensible por decir semejante cosa. Saiki quiere ahorcarlo, arrancarle la piel poco a poco y meterla toda en su boca para luego sellarla, jamás volver a escuchar algo tan insultante como su persona y la palabra derrota en la misma oración.

De nuevo suprime su instinto asesino sin embargo, tal vez porque el libro que leía hablaba tanto de la cortesía o porque simplemente eso no llegaría a nada. Si el humano tiene curiosidad por algo entonces continuará preguntando hasta que golpearlo por ello se vuelva aburrido.

- Blanctorche – Dice el muchacho, palabras venenosas escapan sus asquerosos labios – Con poderes similares a los míos –

¿Con quién ha estado hablando? Ahora ve su tapa, titulado "La Historia de la Familia Blanctorche". ¿Quién le dio ese libro que sostiene?

Solo escucharlo le produce rabia.

- ¿Acaso crees que ellos vendrán a salvarte? O, aún mejor ¿Crees que eres un descendiente perdido que se alzará contra el mal y salvará el mundo? – Se burla el dios, sufrimiento su cólera divina – No creí que eras creyente en cuentos de hadas, mascota mía –

- M… - Ni una palabra termina antes de ser interrumpido con total autoridad.

- Los Blanctorche fueron solo los últimos en una larga lista de perros sarnosos intentando compararse conmigo. Fueron también los que más se acercaron a una "victoria", al menos eso es lo que ese libro dirá. En realidad simplemente me retiré a esperar y… ¿Cómo dijiste antes? – Finalmente, con esa explicación, logra recobrar su compostura – Verlos pasar flotando boca abajo en el rio, desde la orilla. Al final son los humanos los que terminan destruyéndose a sí mismos, no necesitan ayuda de nadie –

El humano queda en silencio, quiere responder pero no tiene ni remotamente tanta información sobre el tema como para hacerlo. Mira su libro, azul de letras doradas desgastadas y sin brillo, lo observa a él, su dios, arriba y abajo buscando alguna manera de contradecirlo. Sufre una derrota en silencio y pierde la esperanza, un niño al que le han contado el final triste de su cuento favorito.

- Lee eso, aprende lo que causa la esperanza –

Saiki le dice, tomando su propio libro.

- Aprende lo que causa desafiar a un dios –

La lectura continuó después de eso, la suya propia, el humano continuó su meditación silenciosa hasta que pidió retirarse a su celda, como un buen esclavo. Una vez desaparecido Saiki quedó a solas, como suele estarlo, dejando que las velas se consuman hasta apagarse, mirando a la nada.

Recordando sus maldiciones y furiosas quejas.

Recordando dar un paso a la nada, jurando volver.

Volvería y traería la victoria.

Victoria sobre la humanidad.

Toda la humanidad.

Sin excepciones.


La civilización solo aumenta el numero de nuestras sensaciones.

Por eso es que los asesinos son los mas civilizados y los Atilas del mundo son inofensivos en comparación.

La civilización no hace al hombre mas sanguinario sino mas perverso.