CAPÍTULO II

Llevaban aguantando allí ya bastante, derrotando enemigos uno a uno e intentando ser lo más cuidadosos para no caer. Y aunque la lluvia que había comenzado a caer no era ideal para la batalla, sí lo había sido para mejorar su situación; le ayudaba a relajarse, calmando el dolor de cabeza que había estado alcanzando niveles preocupantes. Asumía que era casi seguro que morirían allí; no porque quisiera, sino más bien porque en esa área sólo quedaban ella, sus dos amigos, un guardia de la muralla y dos cadetes a quienes desconocía, pero al menos luchaban lo suficientemente bien.

Todos estaban de acuerdo en que la misión consistía en llegar a la instalación militar donde se almacenaba el gas de reabastecimiento; sin éste, todos quedarían expuestos y ya casi se les agotaba. Desafortunadamente, por razones desconocidas, los titanes se aproximaban a ese lugar en masa, aprisionando a los que estaban dentro e impidiendo la entrada a grupos como el de ella.

- ¡Cuidado! - gritó Luther desde un edificio más alto, y aunque no era una advertencia para ella, miró en todas las direcciones que estaban apostados los de este improvisado grupo.

Un titan de seis metros había logrado subir a uno de los techos e intentaba agarrar con sus manos a uno de los cadetes; una chica pelirroja, pecosa y bajita que había acatado sus órdenes después de verla en acción. La chica se limitó a alejarse caminando despacio hacia atrás, ubicándose en el lado opuesto de donde la criatura estaba, más nadie esperaba que otro monstruo más alto se hallara semi escondido por ese lado y de un solo salto, la envolviera con sus mandíbulas y se la tragara.

- ¡Noooooo! - chilló su compañero, un muchacho rubio, flacucho y bastante más alto que ella misma. Lloraba desconsolado mientras se lanzaba a por el titán - ¡Nicky!

- ¡Detente! - vociferó Ilva, pero ya era tarde.

El titan había dirigido su mirada a otro lugar y se alejaba saltando sin aparente dirección que tuviera sentido. Un excéntrico, pensó mientras su mirada se conectaba con las de sus colegas, contrariada de ver al chico perseguir al asesino de su compañera: era imposible que sobreviviera allá solo.

El de la Guarnición se había puesto pálido y estaba de rodillas vomitando de la impresión y el pánico. Will se le acercó para ayudarle a incorporarse, pero no podían perder más tiempo.

- ¿Qué hacemos, señor? - le escuchó preguntarle a su amigo, presa del pánico – Vamos a morir, ¿no es así? – preguntó entre sollozos.

- Así es, y nosotros lo tenemos claro. Por eso nos tildan de locos – se mofó Luther, entre irónico y enojado mientras revisaba su último par de cuchillas disponibles – En la guerra debes prepararte a morir. No hay otro camino - recalcó - ¡Y él no es ningún señor! – le espetó, señalando a su hermano.

- Todos necesitamos concentrarnos – le dijo Ilva, entendiendo el temor del guardia, quien jamás había luchado contra titanes. Con suerte había visto alguno desde la seguridad de las murallas, pero si seguía vivo era únicamente gracias a ellos – no es momento de flaquear ni de reñir – agregó dirigiéndose a su amigo, que solía tener un humor demasiado negro.

- Ya no disponemos de mucho gas – comentó Will, algo abatido, golpeando con los mandos el tanque que evidenciaba lo que acababa de decir - o cuchillas.

Ambos eran gemelos idénticos. Pelo oscuro, altos y bastante fornidos, de ojos pardo y mentón cuadrado y, con todo eso, eran como el día y la noche. Will tenía un corazón amable con todos, y Luther sólo lo era con quien quería. Pero eran buenas personas; sus mejores amigos y aliados desde que los había conocido en la Academia.

- Tú eres la más ágil con el equipo aquí – le dijo Luther, sin mirarla a los ojos – podríamos avanzar por los techos y crear una distracción para que logres entrar al edificio – ofreció, encogiéndose de hombros.

Ilva sabía que, dejando de lado que era muy práctico, él la quería como algo más que una amiga y siempre la protegía. Nunca se lo confesó, pero le había dado señales, que más tarde corroboró en una conversación entre los hermanos que oyó sin querer. Will lo instaba a declararse, pero Luther se negaba porque no quería arruinar su amistad, cosa que ella agradecía en silencio; sus metas y aspiraciones estaban bastante alejadas de una relación romántica con nadie. Detestaba la idea de decirle que no, porque ella tampoco quería lastimarlo. Y toda la situación le recordaba dolorosamente lo que ella misma había vivido años atrás con alguien a quien ya no veía hace mucho.

- Mi hermano tiene razón – intervino Will, que había dejado sentado al guardia a unos metros de él – es la mejor opción, dentro de nuestras nulas posibilidades. De todas maneras, no podemos seguir aquí, expuestos.

Ella suspiró cansada, intentando pensar a toda velocidad en alguna salida, pero no había más opciones. No haber contado desde un principio con los mejores guerreros de la Legión de Reconocimiento había sido la desventaja más grande y el motivo por el que las fuerzas humanas habían perecido con tanta prisa: ninguno de ellos había luchado antes contra titanes, y aunque sabía que probablemente algunos más hábiles seguían vivos, se encontraban dispersos por el distrito, sin gas con el cual movilizarse, en las mismas condiciones que ellos o presas del miedo. El resto desplegado ya estaban casi todos muertos.

- Está bien – aceptó preocupada – pero tienen prohibido morir, ¿me oyen? O les patearé sus traseros con una intensidad como las del Capitán – bromeó intentando aligerar el peso que oprimía su pecho, sabiendo que contar con la presencia del aludido hubiese marcado una gran diferencia.

Ambos hermanos se miraron y sonrieron el uno al otro. Una sonrisa cómplice que a ella no le gustó demasiado; parecía como si hicieran un acuerdo no verbal del que ella no estaba enterada. Al menos eso le pareció.

- Ni de broma. Eso dolería demasiado – comentó Will, alegre – Además, no podría sentarme y por ende, no podría disfrutar del festín que nos darán después de que ellos lleguen y los aniquilen a todos.

- No hables de comida – lo retó su hermano, a quien le rugió el estómago en ese mismo instante.

Ilva reía por lo bajo, negando con la cabeza, como si fuese cualquier otro día en medio de un entrenamiento y no corrieran un peligro tan certero como el actual. Pero habían logrado distraerla y disminuir su inquietud para poder realizar su jugada.

- Ya va, tontos – les llamó para que prestaran atención, a pesar de que ellos tenían una idea de lo que harían. Desafortunadamente, el guardia también debía participar para que resultara – haremos lo siguiente…

Así fue como se organizaron. Los chicos escucharon atentos, y el guardia también, sin embargo, a este último le tiritaban las manos sin poder controlarse. Tragó con dificultad justo después de acatar las indicaciones. Sus opciones eran cooperar o quedarse ahí solo hasta que un titán lo encontrara; por supuesto, escogió la primera, donde seguiría sintiéndose más a salvo con ellos.

Los cuatro avanzarían corriendo y saltando por los tejados para ahorrar la mayor cantidad de gas posible, en formación "flecha" como le llamaba Ilva. Ella iría a la a la cabeza, Will a su izquierda y el guardia a la derecha, mientras la retaguardia sería trabajo de Luther. Idealmente ellos serían sus flancos, y algún otro de sus camaradas la retaguardia, pero no podían confiarle al nervioso la espalda de los tres o el riesgo sería demasiado grande.

Observaron el perímetro, avistando solo un par de titanes de tamaño inferior a los tejados, que era lo ideal para iniciar. Ella les hizo una señal, apuntando con su brazo hacia adelante, y los cuatro echaron a correr, manteniendo una distancia de aproximadamente ocho metros, en caso de requerir desenvainar. Corrieron con velocidad, pero el problema radicaba en que ahora, que estaban más cerca a la meta, debían recurrir más al equipo de maniobras y para peor, los enemigos aumentaban. Era eso lo que ella estaba pensando mientras se deslizaba por los aires, cuando el pánico la atenazó al escuchar un grito de alerta a su derecha. ¡No! Bramó internamente, al notar que era la voz de Luther.

Cuando giró la vista, el horror la embargó por completo al oírle lanzar otro grito lleno de dolor y furia. Su cuerpo reaccionó automáticamente, deteniéndose de lleno en el tejado más cercano para lanzarse en esa dirección, pero unos brazos se lo impidieron.

- No podemos ayudarlo, Ilva – le gritaba Will, sujetándola con fuerza mientras lloraba. Por e modo en que temblaba, parecía como si hablara más a sí mismo que a ella.

Y así era, por eso Ilva también había comenzado a llorar sin siquiera saberlo. El impacto ante la imagen que tenía en frente la atravesó como si sus propias cuchillas laceraran su carne. La mitad superior del cuerpo de Luther yacía inmóvil sobre un tejado, a unos treinta metros desde donde estaban ellos. Tenía algo ensartado en un costado de su estómago, y aun sostenía una de sus cuchillas en el brazo derecho, donde la sangre ya había teñido casi toda la tela de la manga.

Unos metros más allá, el mismo titán excéntrico de antes y otro un poco más pequeño, se encontraban engullendo su cuerpo y al guardia que se suponía, debía alertar si avistaba alguno.

- ¿Por qué? – fue capaz de susurrar, abrumada de dolor.

- Ese de siete metros se acercó por el flanco, directo hacia el guardia – le explicó con voz apagada su amigo – y él abandonó su posición. Fue en ese instante que el excéntrico dio un salto, directo hacia ti, y mi hermano se interpuso.

No necesitaba que relatara aquello, ya que lo había visto todo desde que lo oyó gritar la primera vez. Después de ver lo que se avecinaba a ella, absolutamente descubierta por el flanco derecho, él se lanzó y el titán lo agarró con su boca en el aire. Luther iba a girar, pero la velocidad con la que el monstruo se abalanzó era demasiada y antes de que el mecanismo de retracción de las cuerdas lo jalaran, le atrapó las piernas. Luther sacó sus cuchillas y las clavó en la boca del gigante, con tal fuerza que le aflojó algunos dientes y una de ellas se quebró. Fue entonces cuando gritó de agonía. El engendro cerró completamente sus fauces y se quedó con la parte inferior de su cuerpo, dejándolo desangrarse sobre ese tejado y con dos dientes que le había aflojado, metidos en su estómago. Después, el monstruo había decidido ir en busca del hombre que había huido pero un titán más pequeño ya lo había alcanzado.

La muchacha temblaba, horrorizada al verlo allí, totalmente inerte y deshecho. Esa imagen dejó salir toda la aflicción contenida y que había sobrellevado esas horas desde que vio a sus padres siendo aplastados por un trozo de roca en el momento que el titán colosal hizo volar la puerta de Trost.

Se agarró la cabeza con ambas manos, dejando salir las lágrimas de desconsuelo que la quemaban por dentro, provocando el regreso del dolor punzante en la misma. Se agachó abruptamente, cerrando los ojos con fuerza y tapándose los oídos, absolutamente trastornada. Vagamente notaba que Will aún la sostenía.

- ¡Ilva, reacciona por favor! - casi le gritaba, pero no era capaz de responderle. Tortura, física y mental, bloqueaban cualquier cosa que no fuese tratar de arrancarla de sí - No te vayas tú también, por favor – lloraba su amigo.

Sus palabras habían logrado débilmente penetrar la barrera del suplicio que la cegaba. Pero por unos segundos pudo enfocar mejor y ver su rostro, que había dejado salir una débil sonrisa llena de tristeza mientras seguía llorando. Justo detrás de él y a lo lejos, creyó ver una estela de humo en el cielo, dejando un rastro borroso y verde difuminándose en el aire. Estaba tan drenada de energía que no podía ponerlo en palabras, pero sabía el significado de aquella señal. Ya están cerca, pensó para sí, él acabará con todos, murmuró, satisfecha de haber aguantado lo suficiente hasta que la esperanza de la humanidad llegase, y en especial, el soldado más fuerte de todos.

Se entregó al cansancio, dejando que sus ojos descansaran y, cuando lo hizo, pudo ver el rostro de Luther con su usual expresión socarrona, luego a su madre con aquella calidez que emanaba constantemente, su padre lleno de orgullo y sonrisa infantil, y por último, los ojos suplicantes de Elia, que le pedían regresar.

No supo más de lo que ocurría alrededor, excepto que oía a lo lejos la voz de Will. No parecía estar gritando, y eso la tranquilizó para finalmente abandonarse al limbo de la inconsciencia, agradecida al menos de no ser capaz de sentir nada excepto que tenía ganas de una larga siesta.


Solo unas horas habían transcurrido y la tensión aún persistía en todo el ambiente, en especial desde la aparición de rumores que eran difíciles de creer, pero que continuaban propagándose por doquier entre los militares que habían regresado de la vanguardia, y a quienes trataba de escuchar entretanto atendía heridos, pero no estaba siendo muy fácil. Elia sólo podía pensar en que parecía como si una eternidad hubiese pasado desde que comenzó todo y aún no tenía señales de su hermana menor ni de los chicos.

Temía lo peor, pero incluso si eso sucedía, no podía desfallecer; por el amor y orgullo en ella, esto era lo mínimo con lo cual cooperar. Para eso contó con la colaboración del dueño de ese local donde se encontraba ahora; un bar que era el más cercano a la puerta que daba al distrito y por lo mismo, sería de los primeros afectados si creaban otra brecha, esta vez hacia el muro Rose. Fue más menos lo que Elia le enfatizó con cierta dureza al hombre cuando percibió que estuvo a punto de negarse.

Era un sitio idóneo para poder asistirlos, ya que estaba repleto de alcohol que, aunque no era del tipo quirúrgico, de igual modo servía en una emergencia como la actual.

- Necesito que se mantenga quieto, por favor – le indicó a un hombre con el hombro dislocado que estaba pálido de miedo. Tanto que era ajeno a todo a su alrededor; ni siquiera emitió sonido alguno entretanto se colocaba en posición para devolverlo a su lugar – sé que las condiciones no lo permiten, pero una luxación como esta requiere que haga un reposo de al menos dos o tres semanas antes de realizar mayor movimiento – le indicó, ajustando vendajes y haciendo uso además de la tela de su capa verde oscura como un improvisado cabestrillo hasta que lograra obtener uno mejor – lo que puse ahora es provisorio, así que le sugiero que se dirija al hospital en cuanto pueda.

- …as – balbuceó el tipo justo cuando se levantaba. Quizá fue algo parecido a gracias, pero era difícil entenderle.

Le observó alejarse hasta llegar a un pequeño grupo de soldados que estaban cerca; muchos de ellos con heridas menores, pero ya tratadas.

Por un lado, el shock en que estaba la mayoría agilizaba su labor mientras desinfectaba y cocía a toda prisa, ya que no se quejaban o movían, pero para efectos de continuar batallando, se daba cuenta de que la mayor parte estaban aterrados.

Elia exhaló para calmar su propia ansiedad mientras se cambiaba los guantes, evaluando al último cabo que le faltaba atender y se acababa de sentar frente a ella. Tenía un corte profundo cerca del párpado, que lo más seguro era que se lo hubiese hecho por una caída o algo parecido, pero al menos la herida no era grave y había dejado de sangrar; solo quedaban resquicios sangre seca manchando su rostro. Afortunadamente, el área no se infectará, se dijo a sí misma cuando finalizó con él y arrojó las gazas ensangrentadas al bote donde había estado arrojando todas las otras para luego ser quemadas. Suspiró cansada y se dirigió al baño del bar, notando que no disponía ya de muchos insumos en su bolsa, consciente de que los recursos militares estaban siendo destinados a otros sectores como hospitales con heridos de gravedad.

Mientras se lavaba la sangre seca de las manos, se miró en el espejo y abrió bastante los ojos, desconcertada con la persona que veía allí. Sus ojos estaban enrojecidos, tenía ojeras y lo que más le molestó fue ver lo sucio que estaba su cabello, que normalmente era castaño oscuro, pero casi parecía una anciana llena de canas gracias al polvo, lo cual tampoco era ideal para tratar pacientes. Así que, sabiendo que por sobre todo necesitaba seguir funcionando, comenzó a desenredarlo con los dedos lo mejor que pudo y luego lo metió en el lavamanos para quitarse la suciedad.

Recordó que en su bolso tenía un frasco de esencia de lavanda, de la cual sacó un poco y la utilizó para dejarlo impregnado en su pelo rápidamente, con la intención de que la familiaridad del aroma le mantuviese en calma y le ayudara a concentrarse. Al finalizar, estrujó su cabello con cuidado y con una pequeña toalla, lo secó hasta que dejara de gotear. Continuaba húmedo, pero de igual manera lo trenzó para mayor comodidad. Cuando estuvo casi lista, lavó su cara con agua fría y se sintió mejor al ver un rostro más parecido al suyo en el espejo, que además le mostraba por el reflejo de la ventanilla de atrás, que al fin había cesado de llover.

En el momento en que salía del baño, se dio cuenta de que todos los que estaban dentro de aquel bar salían para ver algo que estaba sucediendo, por lo que se apresuró y les siguió. Al atravesar la puerta de entrada, contempló la calle principal, impresionada por lo atestada de soldados que se encontraba. Todos ellos observaban atentos el intercambio de palabras que había entre varios soldados aterrados y el Comandante Dot Pyxis, apostado arriba del muro.

Su decepción no fue menor al ver cómo muchos le daban la espalda al horror que se avecinaba y, si para ella era así, estaba segura de que Ilva se hubiese enfurecido enormemente de pura vergüenza ajena. Pero a fin de cuentas, Elia imaginaba que dadas las circunstancias, era lo mejor. Muchas veces, quienes entraban en shock, terminaban causando indirectamente la muerte a otros que trataban de salvarles o que esperaban asistencia en combate. El Comandante estaba en lo cierto al decirles que si tenían tanto miedo, no era recomendable que siguieran allí. No obstante, en aquel preciso momento emergió un grito entre la multitud, sacándola de sus cavilaciones.

Había un oficial de mayor rango que gritaba medio desquiciado a los desertores. Sus palabras iban cargadas de furia mientras desenvainaba una de sus cuchillas.

Gritos por aquí y por allá alertaban del caos que estaba comenzando a reinar al verse desesperados por huir o desorientados por no saber si hacerlo. De igual modo iban a morir ahorcados por traición si se negaban cumplir sus juramentos en el campo de batalla. Pero el silencio reinó cuando, proveniente de arriba en el muro, la firme voz del anciano Comandante se hizo notar una vez más, dirigiéndose a todo el cuerpo militar presente con un increíble manejo de la situación.

Cuando terminó de hablar, vio cómo en ese instante, la mayoría de quienes antes querían huir se detuvieron en seco, paralizados ante la idea de solo imaginar el ver a sus seres queridos amenazados por esas espantosas criaturas. Aquello era el infierno y no podían permitirlo. Sí que es astuto, pensó la sanadora, observando complacida hacia el sitio donde el hombre se hallaba. El efecto que habían tenido sus palabras, si te importaba algo más que tu propia vida, era la sacudida precisa que los soldados necesitaban para seguir luchando. Es bueno saber que al menos contamos con alguien que parece saber cómo liderar aquí, pensó Elia con cierto orgullo en él, siendo testigo de cómo los desertores volvían a sus filas y se preparaban para escuchar el plan de ataque.

El silencio era absoluto mientras el estratega hablaba de la posibilidad de cerrar el enorme agujero en Trost con la ayuda de un titán aliado, señalando a un tipo a su derecha. Elia entrecerró los ojos y bloqueó con su mano izquierda la luz solar que le impedía enfocar mejor, intentando asimilar cada palabra, sin poder creerlo aún.

Fue entonces cuando atisbó mejor al muchacho de pie al lado del Comandate Pixis, el aliado que ayudaría a cerrar el muro. Para su gran desconcierto, así como había recordado a la pequeña niña que horas antes les había salvado, supo de inmediato que aquel chico era el hijo del doctor Jaegar. No puede ser, decía Elia, no tiene más de dieciséis años, ¿Cómo puede ser humano y también un titán?, se preguntaba conmocionada. En ese instante recordó lo que Ilva había dicho hace un tiempo, sobre su sospecha de que tanto el Titán Colosal como el Acorazado, eran más que excéntricos, porque sus ataques eran demasiado específicos para no poseer un nivel de inteligencia. Porque si bien habían destruido Shiganshina y expuesto el territorio en María, no existían reportes de ellos comiéndose a la gente como el resto. Sus objetivos, aunque desconocidos, habían sido claros, y aquel comportamiento no encajaba con el de un titán regular o excéntrico. Sin dejar de lado que siempre aparecían casi de la nada o desaparecían tras un ataque breve.

Tal vez son capaces de verse como nosotros, resonó la voz de ella en su cabeza. Si aquello era posible, entonces la idea de que pudiesen contar con un aliado abría un montón de posibilidades. Se preguntaba si Ilva y los muchachos estaban escuchando aquello. Esperaba que así fuera.

Elia miró esperanzada una vez más al Comandante, decidida a ofrecer sus servicios para asistir a los heridos que llegaran durante la operación que tendría a lugar en una hora. No era una luchadora, pero estaba decidida a apoyarles en lo que pudiera, y arriba del muro era la mejor opción en ese momento.


Cuando finalmente llegaron a la cima del muro Rose, el Comandante Erwin ordenó que todos los heridos graves debían dirigirse al hospital de Karanese, ya que los del muro Rose probablemente estaban colapsando. Ahora necesitaban avanzar con rapidez, mientras el cielo comenzaba a despejarse y los titanes seguían ingresando sin parar.

- Por favor, Capitán – dijo su subalterno cuando escuchó el mandato de su líder – No estoy grave. Solicito su permiso para ir allá y ayudar – rogaba Erd, quien había despertado poco antes. Sus ojos denotaban temor, pero se mantenía firme mientras sostenía su brazo herido – Esto no es nada. Se lo aseguro.

Levi lo miró inexpresivo, más no ajeno a ese sentimiento de urgencia por llegar a un lugar, como él mismo recordaba haber experimentado durante su primera expedición. Solo esperaba no tener que verse obligado atarlo en algún sitio ya bajo ningún motivo debía luchar; su muerte era segura si lo hacía. Bufó exasperado, pero terminó por ceder.

- Por más que pongas esa cara de chucho abandonado, no cederé. Tienes permiso de llegar hasta allá, pero no de luchar – sentenció entretanto revisaba los gatillos de su equipo – Si lo haces, no seguirás bajo mi mando – afortunadamente, todos ellos sabían que sus amenazas iban en serio, y sus amenazantes ojos lo dejaron claro.

Erd no alcanzó a contestar ya que, en ese mismo instante, todos alrededor giraron la cabeza en dirección a la bengala de humo verde que habían lanzado relativamente cerca de donde se encontraba la brecha en el Distrito de Trost. Segundos después un nuevo rayo cayó del cielo, seguido de una bomba de sonido que provenía del mismo sitio.

- ¿Qué demonios pasa aquí? – exclamó Mike Zacharius desde un grupo más adelante del suyo y como siempre, buscaba respuestas bajo esa escalofriante manía suya de olfatear alrededor.

- Erwin – Hange por otra parte sonaba emocionada. Si seguían su teoría, esos estruendos implicaban la aparición de un titán pensante. Lo cual Levi creía, no era nada bueno.

- Eso parece – le respondió el Comandante a esta mientras se acercaba al borde de la muralla. Luego se dirigió a todos - ¡Avancen por dentro del muro Rose! ¡No podemos aventurarnos a ciegas hasta entender mejor la situación, soldados! – Gritó dirigiéndose a todos ahora – ¡Adelante!

Su amigo se lanzó con decisión, seguido de los líderes de escuadrón y sus equipos, luego seguían ellos, los capitanes y compañía. Levi se volteó a su escuadrón, asintiendo levemente a los cuatro que le observaban atentos. Todos repitieron el gesto, en especial Erd, a quien Gunther se ofreció de llevar sobre su espalda, por ser el más ligero.

Avanzaron con rapidez y precisión mientras oían gritos, estruendos y el sonido de las gigantescas pisadas provenientes del otro lado, sin poder participar hasta no saber en detalle de qué trataba la operación. Se habían enterado a grandes rasgos del asunto gracias a algunos soldados apostados en el muro a donde habían llegado, quienes lo comentaban asustados. Y para él, lo inverosímil de la historia le hacía creer que ya todos habían perdido la cabeza, y no fue hasta que finalmente llegaron con el Comandante Pixis que confirmaron todo.

¿Un cadete capaz de transformarse a voluntad en titán y que es aliado de la humanidad? Levi frunció el ceño y miró al viejo bastante irritado, preguntándose si estaba tan borracho como siempre, pero dejó que Erwin hablara; él prefería observar en silencio.

Miró de reojo a la persona que tenía a su izquierda, notando la sonrisa casi demencial de Hange, que parecía como si estuviera a punto de explotar de emoción; de seguro ya estaba pensando en experimentos raros para ese crío. Por otro lado, mientras el vejete hablaba con uno de sus subalternos, Erwin permanecía sin inmutarse, perdido en su propio mundo y con la mirada fija en la dirección que se estaba llevando a cabo la operación.

El Capitán podía imaginar todo lo que su cabeza debía estar pensando; planeando y trabajando los distintos escenarios a los que tendrían con la ayuda del mocoso. Pero la más apremiante era averiguar cómo mantenerlo con vida, ya que, según el veterano comandante, el terror que causó este suceso dio a lugar cierto incidente con sus subordinados poco antes de que él llegara. Ya habían intentado matarlo, pero no tuvieron éxito.

Levi se fijó en que el rostro de Pixis, repentinamente se había vuelto más viejo y cansado que nunca. Y por su reciente expresión endurecida, sospechaba que algo iba mal, lo cual comprobó al seguir la dirección de su mirada. Demasiado bueno para ser verdad, resopló para sí el Capitán, decepcionado por la estela de humo rojo que confirmaba el fracaso de la misión.

- Todavía no sabemos qué sucede, pero confío en que lo traerás aquí, Levi – Erwin se le había acercado, haciendo imposible pasar por alto un brillo calculador en sus ojos – Es el único camino.

- ¿A qué te refieres? – preguntó el Capitán, cansino – El mocoso no pudo controlar el poder y se volvió loco. Lo único que queda es matarlo.

- Ese chico es nuestra esperanza, Levi – manifestó el Comandante mientras colocaba su mano derecha sobre su hombro, instándole a calmarse – Por lo que Pixis me comentó, es un buen cadete, de los diez mejores de su generación. Y estaba muy dispuesto a ayudar – le explicó – Pero, así como dices, quizá no sea capaz de controlar a voluntad ese poder… Todavía.

- La idea de otra alimaña gigante no es muy alentadora – su naturaleza desconfiada siempre le había ayudado a sobrevivir. Esta vez no sería la excepción - ¿Y si termina siendo una nueva amenaza?

- No tiene mucho sentido según lo que hemos oído – sopesó el rubio - Ya antes se ha enfocado en matar únicamente titanes, por eso creo que la posibilidad de que aprenda existe.

- En el instante que se vuelva peligroso, lo liquido – advirtió el Capitán, captando la urgencia en los ojos de su amigo y la tensión en su postura – ¡Tch! Otro más con cara de tragedia. Pareces convicto a punto de ser ahorcado, Erwin - farfulló, pero luego soltó un resoplido de resignación - Está bien. Primero observaré antes de actuar.

- Mantente alerta y espera mi señal – le dijo el Comandante, palmeándole en el mismo hombro como señal de confianza y luego se alejó de allí para volver con el veterano Comandante.

Levi resopló cansado y se alejó para preparar a su escuadrón, porque además no soportaba escuchar cómo algunos soldados lloraban y se lamentaban de haber apostado bastante en el plan, sacrificando a varios camaradas en la jugada perdida. Espero que tengas razón, Erwin, pensó irritado por lo incierta que era la situación entretanto se aproximaba a sus cuatro subalternos, que se encontraban juntos.

Los tres ilesos ya estaban reabastecidos de gas y a espera de sus órdenes, pero al estar de espaldas a él, ninguno se había percatado de su presencia. Gunther y Auruo estaban bebiendo un poco de agua instalados sobre algunos barriles de pólvora, mientras que Erd se hallaba sentado sobre unas cajas de madera y estaba siendo atendido por alguien del personal médico a quien nunca había visto. La mujer estaba tratando su corte y cada tanto se dirigía a Petra, que permanecía de pie al lado de su compañero.

Levi agudizó la vista y reconoció algo familiar en ella, que claramente no era militar, o eso le decía su indumentaria de civil, y él no conocía a muchos de ellos. ¿A lo mejor era alguien a quien había visto en su antigua vida bajo tierra? Eso creyó por un instante, pero luego se fijó en el tono de su piel, que estaba lejos de parecer enfermiza, como el de la mayoría de las personas que vivían abajo.

Se sentía ligeramente molesto de no dar con la respuesta, y al observarla de lejos no captaba más detalles aparte de su cabello oscuro que llevaba trenzado y que al sol dejaba resaltar algunos mechones rojizos. Se quedó a cierta distancia, observando la seguridad con que daba instrucciones a Erd y Petra sobre su lesión y, aparentemente, les mostraba ciertos movimientos que de seguro no debería realizar. Sus ojos captaron su presencia, y por la manera en que Petra se giró de inmediato para ir su encuentro, supo que la desconocida se los había informado. Antes de dirigirse a la pelirroja, le miró una vez más, captando que estaba terminando de vendar a su segundo al mando.

- Erd se recuperará bien, Capitán – reportó su subordinada, claramente aliviada – Elia lo dejó como nuevo y dice que, si se cuida, sanará muy pronto. Además, ya comprobamos que su prometida y la familia de Gunther se encuentran a salvo gracias a un soldado conocido con el que se encontraron hace un rato – agregó sonriendo, y luego recomponiéndose al recordar con quién hablaba.

- Finalmente, un poco de buenas noticias. – comentó él con seriedad mientras limpiaba una mancha persistente en una de sus cuchillas – Informa al resto del escuadrón que partiremos dentro de poco. Estamos a espera de la señal – Petra se inclinó, y antes de que regresara con su grupo, el Capitán agregó – Erd se queda. No hay discusión.

La chica asintió, acatando el resto de sus indicaciones y luego se fue una vez más a reunir con su grupo. Levi le siguió con la mirada, notando que, a pesar de que todo indicaba que había terminado su trabajo con el soldado, la desconocida continuaba cerca. Los muchachos estaban de pie y frente a ella, mientras Gunther le decía algo y ella le contestaba, sonriendo con cierta tristeza. Cuando Petra llegó junto a ellos y les habló, fue testigo de la postura desinflada de Erd, quien interrumpió su ingesta de lo que parecía ser agua, por su orden de quedarse atrás. Si bien Levi era un obseso por el orden y la limpieza, también lo era por sus subordinados; si no estaban en perfectas condiciones, no debían combatir, a no ser que fuera imprescindible... Era una de sus reglas.

Se mantuvo absorto y preocupado por lo que sucedería a partir de ese día. Tanto, que no se había percatado de que esa persona le estaba observando. Para su sorpresa, por una fracción de segundos el contacto se mantuvo, y nuevamente lo atenazó la sensación de que ya la había visto antes.

Levi tenía claro que, consciente o inconscientemente, él era el tipo de personas que intimidaban de presencia a otras, por eso le pareció interesante notar que la mirada de la mujer era tan firme como la suya, llena de prudencia, seriedad y algo más que no supo cómo describir. Resopló internamente, un tanto divertido al advertir que parecía como si lo estuviese evaluando, ¡Y qué extraña sensación fue aquella! Se trató de fijar un poco mejor en sus ojos, que eran algo claros más desde allí no tenía buen campo. Sólo podía atisbar ciertos rasgos de su rostro que eran familiares, pero su expresión no lo era para nada. El momento se quebró cuando la vio redirigirse hacia sus soldados, intercambiar un par de palabras más con ellos y, finalmente, le vio inclinarse como despedida. Después de eso se dirigió con paso firme hasta otro grupo que estaba cerca de los ascensores, donde venían nuevos heridos.

El doctor que estaba a cargo parecía tener problemas con uno de los recién llegados, quien tenía el rostro cubierto de sangre y estaba en medio de un colapso nervioso. La mujer se acercó y tomó al tipo nervioso por los brazos, y por la forma en que gesticulaba, le instaba a respirar más lento y hondo. Ella le hablaba sin quebrar contacto visual, y aunque el soldado en principio le miraba inseguro, terminó cediendo poco a poco. Pasados unos minutos, el Capitán le vio finalmente relajarse cuando se dejó caer sobre una caja, sin cortar el ejercicio ni el contacto con la mujer, quien ahora limpiaba cuidadosamente su cara.

Si se quedó mirando todo aquello, fue porque verla trabajar tan resuelta, en la situación que todos estaban, era revitalizante. Llegó incluso a pensar que sería útil contar con un equipo médico con nervios de acero como esos. En especial cuando estaban en territorio enemigo.

Fue en ese instante que tuvo un ligero sobresaltó al oír a lo lejos el disparo de una nueva bengala y se giró siguiendo la misma dirección, genuinamente asombrado de ver que se trataba de una nueva estela de humo verde en el aire. ¿Ahora está dando resultado? Esto ya parece un mal chiste, ironizó algo incrédulo. Y por el semblante confiado de Erwin, que se acercaba a él entretanto varios soldados corrían hacia los extremos de Trost, comprobó que era cierto: esta era la señal.

- Es hora, Levi – dijo el Comandante, señalando la brecha en Trost con una leve sonrisa en el rostro.

- Entendido – le dijo a su amigo.

Levi giró sobre sí, sin necesidad de caminar hacia su escuadrón ya que ellos se habían aproximado a él al ver la bengala y al Comandante. Todos escucharon con atención, acataron sus indicaciones, listos para avanzar.

- Capitán, yo… - alcanzó a decir Erd, pero Levi sólo se limitó a dirigirle una mirada de advertencia – Los veré más tarde – aceptó ya resignado, y el Capitán asintió conforme antes de dirigirse a sus otros tres subordinados.

- Ustedes correrán hasta quedar lo más cerca posible, luego utilicen el equipo de maniobras para acercarse y erradicar a esas pestes desde el flanco izquierdo – dijo él con cara de asco – Yo me adelantaré por aire, ¿entendido?

Los tres le rindieron el saludo militar, acatando con solemnidad y se apresuraron a seguir sus instrucciones.

Levi exhaló tranquilo mientras ajustaba una vez más su equipo, satisfecho de tener una meta más clara. Corrió por el muro y se lanzó con fuerza, un poco más interesado ante la perspectiva de lo que podía significar contar con un aliado como ese. Si Erwin tenía razón y él era una clave, por primera vez en la historia, todas las muertes que les rodeaban no habrían sido en vano.


Gracias por el interés en este humilde relato. ¡Espero la disfruten!

Namárië