CAPÍTULO III
La vida siempre tenía maneras extrañas de proceder y ésta con seguridad era una de ellas. Con todo lo acaecido, jamás hubiese imaginado que se encontraría allí a su mejor amiga de infancia, con la que se habían conocido en la escuela primaria y a la que no veía desde su graduación.
Alrededor de quince años habían pasado desde la última vez que hablaron apropiadamente, que fue cuando ambas escogieron caminos diferentes; Petra se enlistó en la milicia y ella había decidido seguir los pasos de la curación, que llevaba amando y aprendiendo desde pequeña.
Ilva era demasiado pequeña como para recordar que aquella mujer alegre, bajita y pecosa había ido una o dos veces a casa. De haberlo hecho, le habría informado que era ni nada más ni nada menos que una de las subordinadas directas de su máximo héroe.
Después de ponerse al día brevemente, y luego de discutir y comenzar a tratar la lesión de su camarada, ahora se encontraba hablando de su hermana, de la que no sabía nada desde hacían horas. Al ser varios años más joven, Elia creía que ellos probablemente no sabían de quién se trataba, por lo que les dijo que no se preocuparan.
Por lo que se concentró en darle indicaciones al señor Gin sobre los movimientos que recomendaba no realizar por un par de semanas, entretanto dejaba que el suero de limpieza se secara antes de aplicar el que serviría para prevenir una infección. Si le hacía caso, una pronta recuperación era segura.
Justo en ello, notó que alguien se acercaba por detrás de ellos y cuando levantó la vista, vio a un hombre de cabello oscuro y aspecto severo, a pesar de no ser demasiado alto. Cuando estuvo un poco más cerca, comprendió de quién se trataba, ya que una vez le había visto en la caravana a la cual Ilva iría por primera vez fuera de los muros.
El hombre miraba en su dirección, claramente buscándolos a ellos.
- Petra, no creo equivocarme al pensar que detrás de nosotros está tu jefe – le comentó a su amiga entretanto colocaba el líquido antiséptico con el que la habían provisionado cuando la llevaron arriba del muro.
La pelirroja dio un respingo, se giró sobre sí y se encaminó de inmediato a hablar con él.
- Por la forma en que saltó, diría que le teme un poco – comentó a Erd, quien observaba atento lo que ella hacía a su brazo. Parecía reflexionar sobre algo.
- No es miedo – le aseguró, luego entornó ligeramente los ojos – bueno, si, y a la vez no.
- ¿Cómo es eso? – le preguntó, curiosa por saber algo sobre aquel personaje al que su hermana idolatraba. El juicio de Ilva no le parecía el más neutro para comprobar si efectivamente el tipo era quien ella decía, y quien mejor que su escuadrón para descubrirlo.
- El Capitán no es un hombre que se ande con rodeos. Dejando de lado sus impresionantes habilidades, es una persona que siempre dice lo que piensa, tal cual lo piensa, sin importar si se está dirigiendo a un soldado raso o al de más alto rango, rico o pobre; a él no le vienen con estupideces y por eso la mayoría lo considera una persona intimidante que, en efecto, lo es, pero nunca por motivos egoístas. – Respondió el soldado, cerrando los ojos por la presión que debía hacer ella para vendarle sobre la piel recién suturada – No es alguien a quien puedan corromper ni comprar, mucho menos asustar, y eso lo hace peligroso, pero no para nosotros. Supongo que nuestro temor es más bien del tipo reverente, porque incluso con su fuerza, él confía en su equipo, y al mismo tiempo, nos cuida y respeta. Claro, a su propia manera, pero lo hace con sinceridad que, aunque algo dura, sigue siendo justa.
Elia se quedó en silencio, concentrada en terminar de colocar el vendaje correctamente para que quedara firme en caso de que aquel hombre se viera obligado a entrar en acción; todo el movimiento alrededor indicaba que algo iba a suceder pronto.
- Me alegra comprobar que mi hermana estaba en lo cierto sobre su persona – le comentó, ya habiendo terminado su tarea con él y sin notar que los otros dos hombres, Auruo y Gunther, se habían acercado sigilosamente a ellos dos.
- Claro que lo está – aseguró el moreno con orgullo. Si no recordaba mal, se trataba de Gunther – El Capitán Levi es un gran líder.
- Por la forma en que hablan, todos ustedes podrían perfectamente formar un culto a su persona – les comentó con cierta gracia y una sonrisa melancólica. Ilva se uniría como miembro honorario de poder hacerlo.
Auruo iba a responder, pero justamente en ese momento, su pecosa amiga venía de regreso hacia ellos. El Capitán se había quedado rezagado donde mismo le había visto, enfrascado en limpiar algo mientras Petra los alcanzaba.
- Debemos estar alerta chicos. El Comandante Erwin nos enviará a la vanguardia pero sólo cuando nos den la señal – les explicó ella, notando como los dos ilesos asentían a sus instrucciones, sin embargo la mirada del Sr. Gin lucía contrariada mientras bebía un poco de agua – Lo siento Erd, pero el Capitán reiteró que tienes prohibido participar.
Entre ellos se habían puesto a comentar las órdenes dadas, concentrados en lo que Petra les decía y a lo que ella había decidido no prestar atención. Sin darse cuenta, su mirada se había ido sobre él, quien en aquel mismo instante observaba al grupo con total seriedad. Y aunque no tenía planeado que sus ojos y los suyos se encontraran, así había sucedido.
Esto probablemente debido a la orden dada al herido de no participar y que le seguía dando vueltas en su cabeza. El soldado que se quedaba no parecía nada contento de hacerlo y según sus propias palabras de antes, no tenía nada con que apelar. Aunque parece feroz, veo que lo dicen de usted realmente es así, señor, pensó Elia, satisfecha de comprobar que, además, no era el tipo de persona que tendía a desviar la mirada al saberse observado. Curiosamente, y por razones que desconocía, él a su vez parecía intentar ver algo en ella. Quién sabe, se dijo a sí misma, imaginando que quizá le parecía inusual la familiaridad con la que sus subordinados se comportaban a su alrededor.
Le hubiese gustado acercarse y preguntarle directamente si conocía a su hermana, pero no consideraba apropiado en vista de que Ilva no era la única allá afuera que estaba luchando y arriesgando su vida. En lo único que ella debía concentrarse ahora era en asistir a quien lo necesitara.
- Bueno chicos, será mejor que me marche – cortó el contacto y se dirigió a ellos, percibiendo un murmullo acercándose desde atrás y que indicaba la llegada de un nuevo grupo de heridos a los que atender.
- Gracias, señorita – le dijo Erd, a lo que los otros también se unieron con una sonrisa amable, siendo la de Petra la más efusiva.
- Elia, ahora mismo no podemos hacer mucho, pero si llego a saber sobre tu hermana, te lo comunicaré – le prometió la pelirroja – Si todo esto resulta, sé que hasta que no limpiemos la zona de titanes, no podrán pasar los equipos. Dime, ¿sigues viviendo en la misma parte? – le preguntó su amiga – Si no, te veré en los refugios.
- Seguimos donde mismo, Petra – le contestó agradecida – Pero no vayas a los refugios. De cualquier modo, me uniré a los equipos de búsqueda cuando decreten la zona segura después de preguntar en el hospital si es que está allá – le dijo esperanzada.
- Me preocupa que lo hagas, pero lo entiendo – le contestó su amiga – Volveremos a vernos, ¿Vale? – le prometió, guiñándole un ojo.
- Gracias muchachos. Ha sido un verdadero honor poder ayudarles – les dijo mientras les rendía una inclinación en señal de respeto, porque así lo había sentido - Por favor, cuídense.
Sin más demora, se encaminó a socorrer al médico que estaba colapsando gracias a un paciente recién llegado que estaba en medio de un ataque de pánico. Se acercó a éste y realizó lo que siempre había visto a su padre hacer, con su paciencia infinita y ojos seguros, ayudando a tranquilizar al enfermo. Tenía una herida en la cabeza que le había dejado su rostro cubierto de sangre, y para poder tratarla, lo primero era calmarlo y estaba cerca de lograrlo.
Estaba terminando de atender al segundo paciente de ese grupo cuando unos ojos inescrutables se cruzaron por su mente. Elia ni siquiera le había visto alguna vez en acción, y aun así podía sentir una fuerza indescriptible emanando de él. Un aura y seguridad tan potentes que parecían ser compartidas con todos ellos que le admiraban, e incluso le estimaban; tanto, que se atrevía a afirmar que serían capaces de seguirlo hasta la propia muerte. La lealtad y fervor con que les había oído hablar de él le recordaba la misma devoción con que su hermana lo hacía. Y aunque era claro que su semblante impertérrito e implacable demandaba un respeto absoluto, había atisbado algo más que no supo cómo describir.
Finalmente, ahora que tenía un minuto de descanso gracias a que el doctor había tomado al tercero, Elia alzó la vista y les contempló a todos, esperando que de verdad se encontraran bien, en especial Petra, quien, a pesar del tiempo, seguía siendo la misma persona llena de calidez y bondad. Recordaba lo mucho que ella se quejaba de que su padre le decía que quería verla casada y con muchos hijos, a lo que su amiga se resistía porque tenía otros sueños. Al menos parece ser feliz con su equipo y bajo su mando, pensó con optimismo.
Lo otro que llamó su atención de todos ellos era la ausencia de miedo en sus miradas, razón por la cual, ahora más que nunca le quedaba claro que los de la Legión estaban hechos de una madera distinta a lo que llevaba viendo desde el inicio de esta pesadilla. Eran los primeros a los cuales podía calificar como guerreros, sin afán de desmerecer el esfuerzo de otros. Realmente pelean sacrificando sus corazones, tal como ella, una vez más, su hermana estaba en sus pensamientos. Al igual que hace algunas horas, cuando se encontraba entre los muchos civiles buscando atravesar las puertas hacia el muro Rose, pero el Sr. Reeves las estaba bloqueando. Sólo por unos segundos, Elia imaginó que la cadete que los salvó era ella. Pero incluso cuando comprendió que no era así, de alguna manera se sentía como la estuviese viendo, especialmente durante los segundos que la muchacha realizó con respeto el saludo militar en respuesta a la gratitud de esa niña y su madre.
- Algo nuevo sucede – escuchó decir a un soldado de los que había asistido recientemente, quien señalaba una bengala de humo verde que ahora comenzaba a descender.
Elia siguió la dirección que el tipo indicaba, y sin quererlo, fue testigo del intercambio que ese hombre y el Comandante Erwin mantenían justamente en ese minuto. Les observó con disimulo, sabedora y esperanzada de que su entrada podría significar el fin de la batalla; no era por nada que le llamaban "el soldado más fuerte de la humanidad", como le recordó el eco de la voz de Ilva en su mente.
- Espero que le esté ordenando eliminar a ese fenómeno antes de que nos cause más problemas – comentó otro sujeto a una chica de mirada nerviosa que lo acompañaba.
Yo espero que sea lo contrario, rogó para sí, un tanto afligida por el destino que le tocaría al hijo del doctor. Ese muchacho sigue siendo un niño con demasiado peso sobre sus hombros.
Suspiró cansada mientras se enfocaba en desechar los insumos contaminados en el bote de basura. Segundos después, volvió a dirigir la vista a Petra y los otros, que se marchaban corriendo por el muro, siguiendo la misma ruta que el chico Jaegar había hecho antes. Y una vez más, sin planearlo, sus ojos lo buscaron al percatarse de que no iba con ellos.
Allí estaba él, exactamente en el mismo punto donde le había visto antes con el Comandante Smith y estaba guardando algo. Le vio ajustar en sus manos los mandos de su equipo de maniobras y de un momento a otro, lo vio correr con una velocidad impresionante hacia el borde del muro, dándose un gran impulso para lanzarse con fuerza hacia el horror que había caído sobre su Distrito.
Buena suerte a todos pensó Elia, esta vez incluyéndole en su silenciosa plegaria. Incluso si no lo necesitaba, ya que esta sería la última vez que seguramente le viera.
Una vez logrado el exterminio de los titanes que amenazaban Trost, el ejército permitió la entrada a un reducido número de civiles voluntarios para que ayudaran con la búsqueda de sobrevivientes y el levantamiento de cuerpos. Petra y el resto de la milicia sabían que el Gobierno lo necesitaba hecho lo más pronto posible por dos razones: decretar la zona limpia y segura, evitando una posible epidemia y, por consiguiente, autorizar el regreso de los habitantes del distrito a sus hogares lo antes posible; claro, todos quienes continuaban teniendo alguno.
Muchos ya llevaban varias horas en el proceso, sin embargo, a ella y a su grupo les habían dado aquel tiempo para recuperarse y ayudar con otras cosas. Todo gracias a su trabajo liquidando a los monstruos que quedaban dentro de la zona posteriormente al cierre de la brecha.
En su caso, y como su asistente, el Capitán le había encargado que verificara el estado de Erd en el hospital, además de que averiguara sobre el paradero de unos reclutas que supuestamente estaban de baja en el momento que todo comenzó. Su sorpresa no fue menor cuando comprendió que uno de ellos era la hermana menor de su amiga de infancia, a la que reencontró por mera casualidad.
- Ilva pertenece a la Legión – le había dicho Elia allá arriba, cuando le preguntó por su familia, que recordaba, vivían en ese mismo distrito – fue dada de baja y por eso no estaba allá afuera con ustedes. Nosotros estábamos en casa cuando todo inició – había dicho ella, claramente preocupada pero compuesta - La última vez que la vi, ya usaba todo el equipo de maniobras e iba con Will y Luther hacia la brecha.
Petra se había percatado de que a sus padres ni los mencionó, e imaginaba el por qué. Al menos cuando hablaba de su hermana, no lo hacía en tiempo pasado, por lo que claramente no se resignaba, pero aun así había un dolor anticipado en sus ojos.
La mujer solo esperaba que sus esperanzas no fuesen en vano y la chica se encontrara bien. Era en lo que iba pensando justo después de comprobar que su compañero estaba ya con su familia, recuperándose como debía de su herida. Ahora solo quedaba un lugar al cual acudir para obtener más información, por lo que caminó deprisa en dirección a la central, donde llevaban las listas de pacientes ingresados de gravedad, la de fallecidos registrados, quienes figuraban desaparecidos y a los que aún no eran reconocidos. Y lo más importante, en dónde se encontraban.
Una vez dentro del recinto, tuvo que mantenerse en una fila alrededor de veinte minutos para ser atendida por uno de los reclutas que habían dejado a cargo, quien a su vez la derivo a un mesón, ubicado al final del corredor, donde una mujer que le llevaba unos veinte años por delante, algo robusta y no muy amigable, escribía algo a gran velocidad e iba dejando cada documento sobre una pequeña pila a su izquierda. Llevaba el símbolo de las rosas en su delantal y cuando llegó delante suyo, la mujer se le quedó mirando sin decir nada, así que optó por tomar la iniciativa.
- Buenas tardes. Vengo como oficial del Escuadrón de Operaciones Especiales – le explicó a la mujer, a quien no necesitó decirle su división ya que el emblema de las Alas en su hombro, a donde ella miró directamente, lo dejaba claro - Necesito información sobre tres soldados, por favor – solicitó, dándole sus nombres, destacamento y características físicas.
La mujer comenzó a mirar en los papeles, dejando escapar una pequeña reacción de reconocimiento, que luego se ensombreció. Comenzó a escribir con velocidad en una hoja y luego se la tendió.
- Dado a que la morgue está atestada en estos momentos, el complejo al final de la avenida Crest está funcionando como apoyo. – cuando le oyó decir aquello, su estómago se contrajo – Ahora, sobre la paciente, podrá encontrarla en el edificio provisorio de Cuidados Intensivos, a cargo del Dr. Prince. Está dentro del mismo complejo, es el único edificio de cuatro pisos allí – detalló la mujer.
- Gracias por la información – respondió en un tono respetuoso y a la vez agradecido justo antes de marcharse. No debía ser fácil estar a cargo de llevar el registro de novedades sobre incontables víctimas, y tener que transmitirlas a quien lo pidiera; probablemente a eso se debía su expresión de antes.
Mientras salía de aquel sitio, Petra se debatía entre ir directamente hasta donde su amiga y llevarle con ella al hospital, pero temía a la posibilidad de que la persona a quien habían registrado como Ilva podría no ser ella; ese sería un golpe devastador. Por eso, la mejor opción era ir por su cuenta y comprobarlo antes y, con la esperanza de que efectivamente se tratara de la muchacha y Elia no hubiese perdido a su familia por completo, se dirigió al lugar que la mujer le había indicado, consciente de que cruzando las puertas al distrito de Trost, la búsqueda y reconocimiento de cadáveres continuaba y ella debía encontrarse allí.
Por otro lado, reflexionó en las malas noticias para el Capitán sobre los muchachos, de los que sólo sabía que confirmaron sus decesos, pero esperaba obtener más información al llegar allí. El estado de Ilva podía tener gran relación con ellos ya que siempre trabajaban en equipo.
Para cuando llegó al edificio indicado, el anochecer estaba por caer sobre todos y calculaba que el Capitán a esas horas debía estar reunido con el Comandante y otros oficiales. La noticia del chico titán era todo un acontecimiento, lo que a su juicio no sabía si en realidad era bueno o malo, pero era un cambio, y tal vez alguna puerta de salida en esta interminable desesperación. La pelirroja suspiró cansada, ingresó decidida y se dirigió a un chico que parecía enfermero que justamente iba pasando por delante de ella; siendo la primera persona que veía allí dentro.
- Quisiera hablar con el Dr. Prince, por favor – le dijo, colocándose rígida y dándole a entender que venía como oficial.
- Segundo piso, pasillo principal, doble hacia la derecha. La puerta del fondo es la del doctor – le dijo casi mecánicamente, y la dejó sola. Seguramente debían estar colapsando de personal, a juzgar por la prisa con la que desapareció.
Ella se encaminó siguiendo sus instrucciones, siendo testigo de la reducida cantidad de civiles que había junto a pacientes que se podía entrever hacia las habitaciones que tenían la puerta abierta. Tal vez es por la hora, se dijo intentando no pensar en que sus familias estaban muertas.
Iba tan absorta en sus pensamientos que dio de lleno con un hombre joven y calvo, de bata blanca que venía saliendo de una de las habitaciones con un libro en mano en el cual iba escribiendo. Ahora tanto él como su libreta y lápiz se encontraban en el suelo.
- Lo lamento, doctor – se disculpó ella, inclinándose hacia él y luego tendiéndole su mano – no le vi.
- No hay problema – le contestó el hombre al momento que aceptaba su ayuda – yo también estaba distraído, señorita – dijo entretanto se agachaba a buscar sus notas.
Cuando el hombre se levantó, vislumbró en su bata un nombre bordado en el bolsillo superior delantero.
- ¿Usted es el doctor Prince? – le preguntó la chica, aliviada de haberle encontrado tan rápido – Mi nombre es Petra Ral, Escuadrón de Operaciones Especiales de la Legión de Reconocimiento. Quisiera hacerle unas preguntas, por favor.
El hombre la miró intrigado; todos en la ciudad sabían quiénes eran los de aquel escuadrón. Era un poco sorprendente pensar que esa mujer bajita y delgada, de apariencia frágil y bastante bonita, era toda una soldado. Luego recordó al Capitán del cual ella seguía órdenes, quien, a pesar de su baja estatura, era todo un personaje.
- Sígame, por favor – le contestó y comenzó a dirigirse a la oficina que ella había estado dirigiéndose.
Petra le vio sacar sus llaves para abrir sin prisa, probablemente preguntándose qué querrían saber. Le concedió el espacio para que ingresara primero y luego cerró la puerta tras seguirle dentro. Como bien sabía ella, aquel lugar había sido rápidamente habilitado en vista de la gran cantidad de afectados durante la batalla, por lo que era comprensible que aquel fuera un despacho improvisado. Lo vio invitarle a tomar asiento y luego de que ella lo hiciera, le imitó.
- En qué puedo ayudarle, señorita Ral – le escuchó decir, sin preámbulos y cruzándose de brazos.
- Estoy buscando a una paciente – le explicó – pertenece a nuestras filas. En la central me dijeron que la registraron aquí, después de ser encontrada.
- Necesito su nombre y descripción física, por favor – dijo el doctor mientras abría un cajón a su izquierda. Uno que contenía numerosos expedientes, ordenados bajo algún criterio profesional.
- Ilva Stoltz. Veintiún años. Mide aproximadamente 1.70 cm, cabello oscuro y hasta los hombros. Su color de ojos también son café oscuro, rostro en forma de corazón, nariz pequeña y hombros anchos – era una descripción escueta, pero desconocía otros detalles, como alguna cicatriz o algo así. Ella recordaba a la muchacha, sin saber quién era, pero nunca había estado tan cerca como para saber su relación con Elia.
El doctor la miró y a juzgar por su expresión, sabía de quién le estaba hablando. Buscó en un área específica y, sacando una carpeta de allí, se levantó y le pidió que la acompañara. Ambos se levantaron, y aunque este tipo de incertidumbre no era para nada alentadora, debía continuar. Salieron de la oficina y el doctor se dirigió a la misma dirección por la que ella había llegado, pero en lugar de bajar, subió un piso y se adentró en un pasillo a mano derecha, hasta llegar a una puerta beige con el número treinta y cuatro grabado en la parte superior.
- Continúe hasta el fondo de la habitación, por favor – le dijo el doctor mientras sostenía la puerta, para seguirle de cerca.
Petra hizo lo que pedía, y caminó despacio, sin detenerse a mirar a los pacientes de las dos camas antes de llegar a donde él señaló.
Cuando la vio, se quedó petrificada de la impresión que le causó verla así, cubierta por vendajes en la mayor parte de su lado izquierdo.
El doctor probablemente notó que ella reconocía a la chica, y por lo mismo, comenzó a hablar.
- La paciente llegó hace unas dos horas, viva, pero ha sido imposible despertarla – relataba, acercándose a comprobar sus signos vitales luego de dejar la carpeta sobre la mesita al lado de la cama – Venía acompañada por un muchacho poco mayor que ella, quien tenía heridas graves y falleció al poco tiempo desde su ingreso.
- ¿Sólo uno, doctor? – se atrevió a preguntar, intuyendo de quién podría tratarse.
- Efectivamente – confirmó él, apesadumbrado. Luego la miró y añadió – Sin embargo, poco después nos enteramos de que el muchacho tenía un hermano idéntico, a quien ubicaron muerto sobre un tejado, cerca de donde los encontraron a ellos.
La pelirroja ya no deseaba oír más detalles hasta que Elia no estuviese allí. Le parecía injusto que fuese a ella a quien le contaban esto, a pesar de tener órdenes, que de todas maneras después podría cumplir.
- Doctor – le interrumpió sin ser descortés – ella es a quién buscaba. No obstante, su única familia se encuentra en lo mismo. Creo que será mejor que vaya a por ella para que pueda relatarle todo con mayor precisión.
- Entiendo – dijo él, pensativo mientras giraba la vista a la muchacha – yo estaré aquí hasta dentro de tres horas. Si logra ubicarla antes de eso, no tengo inconveniente.
- Gracias, señor – agradeció Petra, sabiendo que estaba haciendo lo correcto – volveremos lo antes posible – le aseguró.
Y dándole una última mirada a Ilva, quien al menos respiraba con normalidad, la mujer se apresuró a dejar aquel lugar con gran prisa.
¡Gracias por el interés! ^^
Namárië
