Le dolía la cabeza, pero sabía que esta vez no se trataba de una jaqueca provocada por una exagerada borrachera. Se llevó la mano a la frente como un acto reflejo mientras intentaba levantarse.
¿Qué me ha pasado?, se cuestionó acomodando la espalda contra las almohadas. Sintió la suavidad de estas presionando su espalda y gimió relajado.
¿Dónde estoy?, se cuestionó al ver que el techo que veía no era el de su habitación. Decidió que era necesario tratar de recordar lo que había ocurrido la noche anterior e intentó organizar sus pensamientos.
Salí a caminar, sólo iba a dar una vuelta, pero... ¿Por qué salí a caminar? ¡Ah sí! Lo recuerdo, no podía dejar de pensar en... ¡POTTER! ¡Potter me ha secuestrado! El muy infame. Tengo que salir de aquí.
Se incorporó tratando de recobrar el equilibrio, una vez sentado sobre la cama inspeccionó todo a su alrededor. Para estar secuestrado habría imaginado que Potter lo recluiría en el ático de la casa o en el sótano. No obstante, lo había llevado a una habitación bastante cómoda, donde la luz del sol iluminaba de manera sutil.
Sin duda ese gesto no lo engañaría, Potter representaba un peligro para su vida, por ello debía buscar la manera de salir de allí.
Bajó de la cama con cuidado y caminó lo más rápido que pudo hacia la puerta. Sorpresivamente no estaba hechizada, ni la cerradura tenía seguro, así que pudo girar el pomo fácilmente. Salió a un pasillo largo y bien alumbrado. Definitivamente continuaba en la casa de Potter, la decoración y los muebles de mal gusto lo confirmaban. Una vez que encontró las escaleras bajó lentamente y fue directamente a la salida. Dudó un par de segundos antes de aventurarse a girar el pomo, pero tal como lo temía, este no giró, también percibió el fuerte hechizo que Potter había configurado.
Maldición, maldito Potter, pensó frustrado y de nuevo observó todo a su alrededor intentando encontrar alguna salida. Luego, el recuerdo más lucido de la noche anterior vino a su memoria. Por supuesto, Potter se había asegurado de que no pudiera salir de allí. No había manera, según le había informado, aunque tal vez... Si encontraba la manera de asesinarlo.
No, no, no, ¿Qué mierda estás pensando, Draco? Si asesinas a un hombre irás a Azkaban y definitivamente no quieres eso. Pero ¿Cómo salgo de aquí?
Tal vez sí...
Y tuvo una idea brillante. Esperaría a que Potter volviera, porque, evidentemente no se encontraba en la casa.
Comenzó a deambular por el lugar inspeccionando las cosas; en las paredes había fotos. En una estaba él, Potter a los once años de edad, la fiel imagen de ese niño feo, delgaducho y desalineado que recordaba; franqueando sus lados se encontraban sus amigos de toda la vida, Granger y Weasley. Se preguntó si ellos habían cambiado tanto como lo había hecho Potter. Ojalá, porque esos dientes de castor y el cabello revuelto que poseía Granger la hacían ver tan fea... y que decir de Weasley... Sus pecas que se esparcían por toda su desnutrida cara y su ropa vieja definitivamente le hacían merecedor de ser parte del trío de oro, como solían llamarlos en Hogwarts. Draco comenzó a reír al recordar que él y sus amigos los nombraban el trío de miedo.
Continuó su camino hasta que llegó a un viejo buró sobre el que se encontraba una foto enmarcada en un pequeño cuadro. En la imagen una mujer de cabello largo bailaba con un hombre muy parecido a Potter, supuso que eran sus padres por el gran parecido. Al lado había otro cuadro, esté colocado de manera vertical, Draco lo miró con atención.
Sirius Black, pensó reconociendo al hombre que sonreía una y otra vez. Volvió a dejarla en su lugar y miró otra más que se encontraba en el siguiente mueble, está vez era Potter únicamente, pero Potter mayor, pues su cuerpo y su rostro habían cambiado bastante. Llevaba uniforme de auror. En la escena giraba abruptamente y sonreía como si hubiera sido sorprendido por la foto, sus mejillas se sonrojaban. Si que te has convertido en alguien muy guapo, quién diría que detrás de esa apariencia existe un tipo retorcido que le gusta secuestrar personas. Y luego dejó salir un profundo suspiro.
Aflijido decidió ir a vagar por otra parte de la casa, en el camino encontró la cocina y se sorprendió al ver sobre la mesa un plato con pan tostado y huevos. Se acercó cauteloso inspeccionando fijamente el platillo. Descubrió que se encontraba bajo un hechizo de calor y al lado había una taza humeante de té. Frunció el ceño desconfiado, la desconfianza aumentó cuando vio una notita al lado que decía:
Malfoy
He dejado tu desayuno preparado, si gustas más puedes servirte lo que quieras. Volveré por la tarde y entonces hablaremos.
PDT: Pórtate bien.
Potter
¿Qué se creía ese imbécil? Por supuesto que no iba a caer en su estúpida trampa. Aunque le hubiera dejado el desayuno preparado y le asegurara que podía tomar lo que quisiera, no iba a creer que el tipo era un tipo con buenas intenciones. ¡Definitivamente no!
En ese momento su estómago comenzó a gruñir. Si que tenía hambre. ¿Sería prudente confiar un poco y comer el apetitoso desayuno? Bien, se arriesgaría.
Theo, espero que hayas llamado a los aurores y que lleguen antes de que muera envenenado, pensó antes de dar el primer bocado. El desayuno simplemente estaba... DELICIOSO. Era incongruente que unos simples huevos y un par de pan tostado caliente embarrado de jalea tuvieran tan magnífico sabor, pero lo tenían. Y Draco comió feliz.
Después se preparó para la bienvenida que le daría a Potter y se puso a inspeccionar el piso superior en busca de algo que le pudiera servir.
¿Qué será? ¿Qué me servirá? Pensaba mientras entraba a cada una de las habitaciones. Anduvo de un lugar a otro has que se encontró con la de Potter. Era obvio que la habitación era de él. Las decoraciones gryffindorescas lo constataban.
Tal vez si busco algo que me pueda servir para chantajearlo...
Y se puso a buscar entre las cosas. No encontró nada importante. En sus burocitos junto a la cama solo encontró lubricante y condones, lo cual hizo que se sonrojara ―no es que fuera un puritano, pero pensar en Potter de esa manera… no, era mejor no hacerlo―y plumas y pedazos de pergamino. Miró debajo de la cama, allí únicamente vio una maleta, inmediatamente la abrió sólo para enterarse de que no había nada. Resopló fastidiado. Fue al clóset y abrió lentamente, descubriendo las túnicas y ropa Muggle acomodadas desordenadamente. Draco negó con la cabeza. Si bien, Potter ahora tenía un excelente gusto en la moda, su falta de organización arruinaba la impresión que alguien que no lo conociera podía tener.
En fin, no había nada allí que le pudiera servir. Iba a cerrar la puerta cuando vio algo que llamó su atención.
Recorrió la ropa haciéndola a un lado y acercó el rostro al punto que había visto con anterioridad. En la esquina del fondo del clóset se podía ver un pedazo de papel. Tocó la superficie, no percibió ningún tipo de hechizo, entonces tomó el pedazo de papel con sus dedos y jaló de él con fuerza provocando que la madera se desprendiera del mueble o eso creyó Draco hasta que vio que en realidad era una puerta. Quedó impresionado al ver que había un compartimiento por dentro. Y se acercó para observar mejor. Había revistas, todas con hombres bonitos y guapos en las portadas, claro, nadie se comparaba a él y después halló una caja, procedió a abrirla encontrando una gran cantidad de juguetes sexuales. Cerró la caja de golpe y depósito todo en su lugar cerrando la puerta falsa y volviendo a dejar todo como estaba.
¡Maldición!, gritó en su mente cuando se dio cuenta de la razón por la que había sido secuestrado por Potter. A Potter le gustaban los hombres guapos y bonitos, Draco lo era; a Potter le gustaban los juegos sexuales y definitivamente quería usar a Draco para eso.
No y definitivamente no. No iba a cooperar con ese pervertido. Hablar mis pelotas, pensó enojado. Seguramente Potter quería imponerse como el amo de Draco y mantenerlo cautivo hasta que se cansara, entonces lo asesinaría y nadie volvería a saber de él y eso no lo iba a permitir. Era un hecho, tenía que salir de allí, a como diera lugar.
Fue a uno de los baños y tomó la tapa del tanque del inodoro. Volvió a la planta baja de la casa y se paró frente a la chimenea. Si Potter se daba el lujo de secuestrar personas sin temor a ser arrestado, entonces trabajaba en el Ministerio y en el Ministerio sólo se podía salir o entrar por flu, algo que se había decretado después de que Potter y sus dos amiguitos se infiltraran hace ya más de diez años.
Esperó largas horas, sentándose a momentos sobre el sofá que se encontraba a un lado de la chimenea. Luego volvía a su posición.
Cerca de las seis de la tarde, cuando el sol comenzaba a meterse en el horizonte las llamas de la chimenea se encendieron y ardieron verdosas anunciando que alguien estaba por llegar. Rápidamente se posicionó de manera estratégica, sosteniendo la tapa del tanque con ambas manos sobre su cabeza.
Respiró profundamente y contuvo el aliento. Entonces Potter apareció, se sacudió la ceniza y gritó «¡Malfoy, estoy en casa!»
Y Draco dejó caer la tapa sobre la cabeza de Potter la cual se partió en dos. El moreno giró lentamente viendo que su agresor era el rubio. Eso fue lo último que vio antes de caer desmayado al suelo. Una mancha de sangre se fue formando en la alfombra.
Draco rápidamente tomó polvos flu, entró a la chimenea y gritó «Mansión Malfoy», sintió el tirón propio del viaje por flu, pero al aterrizar nuevamente apareció en la casa de Potter.
¡Maldición!, gritó frustrado en su mente.
— Estoy jodido, jodido, jodido —se dijo al ver a Potter en el suelo, la sangre se había expandido aún más. Debía hacer algo inmediatamente o jamás saldría de allí.
