Calma Draco, tranquilo, se dijo a sí mismo procediendo a acercarse al cuerpo inerte de Potter; buscó entre los bolsillos de la túnica su varita, pero no podía sentirla así que palpó los laterales intentando encontrarla. En la posición en que estaba Potter no encontró nada por lo que hizo uso de su fuerza para girarlo y colocarlo boca arriba. El hombre era sumamente pesado, así que Draco terminó muy agitado.
— Muy bien, Potter. ¿Dónde guardas tu varita? —preguntó en voz alta volviendo a palpar entre las ropas del moreno.
¡No había nada! Y la desesperación se hacía todavía mayor conforme avanzaban los segundos.
¡Maldición, maldición, maldición!, repetía frustrado en su mente, comenzó a llorar se impotencia, dejó caer la cabeza colocando la frente en el pecho de Potter.
— Maldito imbécil ¿Dónde está tu maldita varita? —cuestionó entred sollozos.
Nunca podré salir de aquí, esto es lo peor, se decía dejando salir más lágrimas de impotencia y miedo, y si Potter muere lo harás, pero te culparán por su muerte. El último pensamiento hizo click en su mente. Potter se estaba desangrando y probablemente moriría. No podía llamar a un sanador, y no estaba seguro de cuándo los amigos del Cara Rajada notarían su ausencia. ¡Tenía que hacer algo para salvarlo y pronto!
Draco llevó a Potter a su habitación arrastrándolo por las escaleras y después por el pasillo, le costó una tortura subirlo a la cama y cuando al fin pudo recostarlo se dejó caer a su lado; inhaló y exhaló con fuerza hasta que recuperó el aliento, mientras tanto el agua que había puesto a calentar en la cocina burbujeaba insistente. Procedió a buscar toallas, aguja e hilo. Debía detener el sangrado y suturar la herida.
Remojó la toalla en agua caliente y la exprimió lo más que pudo, ¡Estúpido Potter!, las situaciones en las que lo metía.
Comenzó a limpiar la herida hasta que consideró que ya no había sangre alrededor. Colocó la toalla en la herida para evitar que continuara saliendo sangre y con las tijeras cortó el cabello que estorbaba. Una vez hecho eso, retiró la toalla y comenzó a coser.
— Uff —exhaló una vez terminó.
Bueno, Potter continuaba respirando y ya no sangraba. Esa era una buena señal, eventualmente despertaría y podría exigirle que lo dejara salir. Para eso fue al cobertizo y buscó una cuerda. No había nada, únicamente muebles viejos y objetos Muggles.
Se quedó pensativo por unos segundos. Volvió a la habitación de Potter y buscó en el clóset un par de corbatas. Ató los extremos a las muñecas de moreno y los otros extremos a los postes de la cama, realizó el mismo procediendo con los pies.
— Muy bien Potter, ahora yo te tendré cautivo en tu propia casa hasta que me dejes ir —y sonrió con suficiencia. En ese momento su estómago rugió. Ya era bastante tarde y necesitaba comer algo. Así que fue a la cocina y se preparó un poco de pasta.
Potter durmió por varias horas. Draco estaba desesperado, pero tenía que serenarse. Era lo único que le quedaba si deseaba salir de allí con vida y sin la muerte de Potter en su consciencia.
Eran cerca de las tres de la mañana cuando un gimoteo escapó de la boca de Potter. Draco estaba dormitando en ese momento, así que se puso de pie y se acercó al moreno, esperando a que recuperara la consciencia por completo.
Harry parpadeó repetidas veces y se removió notando de inmediato que estaba atado a la cama.
— ¿Qué ha...? —se detuvo al ver a Draco de pie observándolo con severidad.
— Me alegra que despertaras ―dijo el rubio con dureza.
Potter permaneció serio, sin decir palabra alguna.
— Ahora que despertaste de tu dulce sueño te informo que estás atado a la cama y no te desataré hasta que cumplas con todas mis exigencias. La primera y más importante es que me digas dónde has puesto mi varita.
Potter permaneció en silencio, mirando fijamente a Draco.
— ¡Potter, no estoy bromeando! ¡Dame mi varita! —exclamó enfadado.
— ¿Dónde están mis anteojos? ―cuestionó tranquilamente, como si no hubiera escuchado las últimas palabras de Draco, eso alertó al rubio. No era congruente que el hombre estuviera tan tranquilo. Tomó el cuchillo que había encontrado en la cocina y lo colocó firmemente sobre el cuello de Potter.
— Te asesinaré si no me entregas la varita —Harry negó con la cabeza.
— Si quisieras asesinarme no me habrías curado la herida de la cabeza.
— Eso lo hice porque te necesitaba vivo para que me dijeras dónde está mi varita, pero ya que pareces ser bastante más inútil de lo que imaginaba me eres totalmente indiferente.
— Entonces asesíname, no tengo nada que perder —respondió Potter calmadamente.
— ¡LO HARÉ! —gritó furioso y apretó el agarre en el mango del cuchillo.
Harry lo miró retadoramente. La respiración de Draco comenzó a acelerarse.
— ¡Potter, es tu última oportunidad!
Y entonces sucedió. Potter sonrió y en un par de segundos estaba desatado y al segundo siguiente había arrojado el cuchillo a un lado; todo pasó tan rápido que Draco no se dio cuenta en qué momento fue arrojado sobre la cama con Potter yaciendo sobre él.
— Imagino que buscaste mi varita —Draco no pudo evitar sentir un ligero estremecido a lo largo de su cuerpo al sentir la respiración de Potter golpear la piel de su cuello—. Debió ser muy frustrante para ti no encontrar nada. Y lamento mucho decirte que hace varios años que soy un experto en el manejo de la magia sin varita.
¡Por supuesto! ¿Cómo no lo anticipé?, se reprendió. Sus ojos grises ardieron de furia contenida. Harry se separó ligeramente para mirarlo de frente y deleitarse con la frustración del rubio.
Soy tan imbécil, se dijo a sí mismo, odio sus malditos ojos... Y sí que los odiaba, porque en ese momento, cuando sus miradas estaban conectadas, le parecieron los ojos más hermosos que jamás haya visto en su vida. Potter era tan guapo, tan perfecto para él, tan dominante y sexy, que lo único que deseaba era que el hombre lo devorara por completo. Pero no pensaba darle el gusto. Por eso, en un momento de distracción, golpeó fuertemente las partes íntimas del moreno, quién gritó adolorido y se dejó caer a un lado.
— Mantenme cautivo, pero no te facilitaré las cosas —sentenció poniéndose de pie.
Potter se retorció varios minutos hasta que el dolor menguó.
— Malfoy —expresó con dificultad―, si por mí fuera ni siquiera te tendría aquí. Eres un idiota y no me agradas.
Draco permaneció atento a los movimientos del moreno, ignorando que las últimas palabras de Potter lo hirieron causándole una sensación de amargura la cual se instaló en su garganta.
— Pero tengo que hacerlo. Por tu propio bien.
El rubio se echó a reír.
— Potter no me engañas. No tengo el cerebro igual de pequeño que el tuyo ―dijo con desdén.
Harry se sentó sobre la cama. El dolor ya había sido superado por completo.
— No gano nada con engañarte. Desde ayer quería hablar contigo sobre eso, pero eres necio y testarudo. No sabes escuchar.
— No quiero escuchar y no confío en ti.
— No te mataré si eso es lo que te preocupa, ni siquiera tocaré una hebra de tus cabellos. Pero si no me dejas explicarte entonces permitiré que te retuerzas con tus pensamientos erróneos. No tengo problema mientras no vuelvas a intentar romperme la cabeza.
Draco resopló, sabía que se iba a arrepentir por sus siguientes palabras.
— De acuerdo, escucharé lo que tienes que decir —y se cruzó de brazos mostrando una expresión severa.
— Toma asiento, esto será largo —dijo el moreno señalando la silla donde Draco había permanecido esperando a que Potter despertara.
— No, prefiero esperar aquí, lo más alejado que sea posible de ti.
Potter no pareció feliz por eso. Pero aceptó.
— Has lo que quieras —respondió fingiendo que no le interesaba, se aclaró la garganta y comenzó—. Hace tres días el ministro y el jefe de Aurores me encomendaron una misión —Draco frunció el ceño.
— ¿Se supone que me debo creer eso? —preguntó con cautela—. No eres auror, si lo fueras yo lo sabría —Harry arqueó una ceja interesado en la razón por la que Malfoy debería saber su profesión—. Trabajo en el ministerio y tenemos mucho contacto con el Departamento de Seguridad Mágica, es obvio que lo sabría.
Potter asintió.
— No, no soy auror. Hace siete años, cuando me gradué de la academia opté por no ejercer mi profesión. Y me convertí en un consultor privado. Las personas vienen a mí exponiendo sus problemas, problemas que el Departamento de Aurores no ha querido o no han podido resolver y por una muy módica cantidad de galeones yo les ayudo.
— ¿Cómo un detective?
— Si, algo así. El ministerio me permitió renunciar a unirme al cuerpo de aurores y dedicarme a esto con una condición: Debo servir a ellos cuando lo requieran.
Comprendiendo relativamente la situación de Potter preguntó:
— ¿Y cuál es esa misión?
— Se relaciona con una banda de traficantes que recientemente se tomaron la libertad de comenzar a operar en la región.
— ¿Qué es lo que trafican? —cuestionó el rubio.
— Personas —el rubio sintió que el cuerpo se le congelaba—. Lo sé, es terrible. Pues bien, como iba diciendo, se me encomendó investigar y descubrir quién es el líder del grupo, en el proceso encontré a algunos miembros, los cuales se dedican a enganchar a los jóvenes para después secuestrarlos.
«Tú, Malfoy, casi fuiste víctima de uno de ellos —ante el silencio de Draco continuó—. Ese hombre, con el que bailabas la noche que nos volvimos a ver, es miembro de dicha organización. Había estado siguiéndolo a él y otros dos desde el día anterior. Como te dije esa noche, cuando te llevé al callejón y nos aparecí aquí, estaban siguiéndote, con la intención de secuestrarte. Pensé que después de esa noche no volverían a molestarte, pero el día de ayer te buscaron y comenzaron a seguirte.
— Y tú amablemente me salvaste —exclamó Draco en tono sarcástico.
— No, no es que quisiera salvarte. Sólo te necesito para completar la misión.
— ¿Qué? —preguntó sorprendido y molesto por la última frase.
— Parece que esos tipos se han enseñado contigo, por lo tanto, no te dejarán en paz hasta que te tengan.
— Y no los culparía —susurró presuntuoso.
Harry negó resoplando.
— Esto no es un juego.
— No creo nada de lo que has dicho —dijo apretando los dientes.
— Tendrás que hacerlo si sabes lo que te conviene —refutó indiferente.
— Dijiste que me necesitas.
— En sí no te necesito a ti. Necesito una parte de ti.
Draco abrió la boca sorprendido y confundido. ¿Qué clase de pervertido era Potter?
— No, eso sonó mal, lo que quiero decir es que...
— Devuélveme mi varita —Harry vaciló—. Si lo haces prometo no intentar huir ni hechizarte. Palabra de Malfoy —dijo con convicción.
Ante el titubeo de Potter agregó—: Si no me la devuelves te golpearé en la cabeza cuántas veces sea necesario hasta que me dejes salir de aquí.
Potter resopló. Definitivamente Malfoy iba a ser su perdición.
