Draco se despertó en lo que consideró bastante tarde, nuevamente tenía un fuerte dolor de cabeza y por supuesto, era culpa de Potter, ¿De quién más si no del Cara Rajada? Se frotó la frente suavemente intentando disipar la sensación y cuando lo logró se concentró en organizar sus ideas. De pronto, se levantó apresurado y buscó a su alrededor la puerta que lo condujera al baño, necesitaba tomar una ducha rápida, ir a su departamento, cambiarse e ir al ministerio.

No obstante, los toquidos en la puerta principal lo detuvieron.

Abrió la puerta con disgusto.

— ¿Qué es lo que quieres, Potter? —gimió con molestia. Estaba llegando tarde al trabajo.

— Afianzar los detalles de la misión —habló tranquilo.

En los planes del moreno se encontraba la idea de hacerse pasar por Malfoy unos cuantos días y cuando estuviera seguro de que los tipos peligrosos lo seguían se dejaría secuestrar. Era sencillo, pero se había confiado demasiado, pues con Draco Malfoy en el camino nada puede ser sencillo. El rubio exigió le permitiera entrar a dicha misión. Sabía que de otro modo no iba a obtener lo que quisiera, por lo que tuvo que aceptar la condición impuesta. Sin embargo, Malfoy tenía que saber qué movimientos hacer para que la misión concluyera exitosamente.

— De acuerdo, Potter —respondió ya más tranquilo—. Dime lo que tengo que hacer para que ya pueda irme, a las nueve tengo que estar en el ministerio. Sé que no te incumbe, pero mi jefe es una verdadera pesadilla.

Harry quiso poner una expresión de fastidio, pero se contuvo.

— Son las seis de la mañana, estarás bien —respondió en cambio y sonrió ligeramente, pero al ver la expresión sería del rubio dejó de hacerlo. Carraspeó brevemente y continuó—. No tienes que hacer mucho más que compórtate como normalmente lo haces, asistir a los lugares que sueles frecuentar, en los horarios y días que son comunes para ti y mientras tú te dedicas a vivir tu vida de riquillo yo estaré siguiéndote de cerca, asegurándome de que aquellos hombres en efecto te sigan. Aclarado eso, necesito que me hagas una descripción detallada de tu rutina diaria.

— Soy bastante impredecible, Potter —dijo levantando el mentón, Harry resopló—. Y no me vuelvas a decir "riquillo" o te hechizaré las pelotas.

— Solo dime qué días vas al ministerio y en qué horario permaneces allí, si sales a comer y en qué lugares sueles hacerlo. No es nada muy difícil.

— De acuerdo, pasa, toma asiento —y se hizo a un lado para permitirle el paso a la habitación.

— No, mejor aún, desayunemos mientras me platicas.

Draco estuvo de acuerdo, la noche anterior no había cenado apropiadamente y su estómago ya le comenzaba a reclamar por eso.


Draco apareció en su departamento a las ocho en punto de la mañana. Theodore se encontraba tomando su desayuno mientras leía El Profeta. Tal como solía hacerlo todas las mañanas.

— Buenos días —saludó el castaño—, pensé que hoy también te quedarías con Potter.

— ¡Idiota! —gimió enojado—. ¿Por qué no has ido a buscarme? —y le arrebató el periódico de las manos para que le prestara atención—. Sabes, casi asesino a Potter. ¿Y tú qué estabas haciendo? ¿Aquí, descansando mientras leías tus libros de misterios?

Theo resopló.

— ¿Por qué te pones así? Por supuesto que fui a verte y me aseguré de que Potter no te hiciera daño. ¿Eso no parece suficiente?

— No, no lo es. ¡Potter me odia! Tú lo sabes. Y no estamos seguros si todo lo que está haciendo no es más que algo planeado por él para vengarse por lo que le hice en Hogwarts.

— Te aseguro que me encargué de eso. Potter jamás te hará daño, al menos no intencionalmente.

— Voy a cambiarme —anunció dándose la vuelta y caminando rumbo a su habitación. Theo dejó salir un suspiro profundo. Sabía que Draco iba a enfadarse, pero no creyó que tanto.

Después de la riña en el comedor, ambos jóvenes fueron al ministerio y se ocuparon de sus respectivos empleos. Ninguno le habló al otro durante el día, incluso Draco pidió que le llevarán comida a la oficina, contrario a Theo que si asistió al restaurante al que solían ir todos los días.

— ¡Nott! ¿Y Malfoy? —Neville Longbottom estaba de pie junto al castaño observándolo con el celo fruncido.

Theo sonrió ligeramente y dejó a un lado el libro que estaba leyendo mientras esperaba que le trajeran su orden.

— Tiene trabajo atrasado y ya sabes, nuestro jefe es bastante especial.

Neville asintió con una sonrisa de acuerdo con la afirmación.

— ¿Quieres sentarte? —cuestionó Theo expectante, Neville observó una de las sillas vacías, abrió la boca para responder algo cuando un sonoro grito resonó en el restaurante.

— ¡NEV! —era la voz de una mujer llamándolo. Tanto el aludido como Theo giraron para ver de quién se trataba.

Una bonita pelirroja, con brillantes ojos grises y sensuales labios pintados de rojo se acercó y plantó un sonoro beso en la mejilla del rubio.

— ¡Hola, Gin! —saludó sonriente, la bruja le devolvió la sonrisa.

— Te vi cuando entraste aquí y quise saludarte, ¿Estás con... —al fin se dio cuenta de la presencia del castaño que observaba todo con una ceja arqueada y una pose de elegancia exquisita.

— Hola —saludó Theo.

— ¿Ya nos conocíamos? —cuestionó ella apretando los labios, sus ojos se entrecerraron por estar inspeccionando el rostro de Nott.

— Es Theodore Nott —intervino Neville—. Fue con nosotros en Hogwarts.

— Te recuerdo —dijo ella mordiéndoles el labio inferior—. Amigo de Malfoy ¿Cierto?

Theo asintió.

— Y ustedes... ¿Iban a comer juntos?

— Si, No —fueron las respuestas simultáneas de Theo y Neville.

— Quiero decir, si —se apresuró a corregir Neville—. Es nuestra hora de almuerzo.

— Genial, entonces yo me retiro —la pelirroja parecía decepcionada.

— ¿Por qué no te quedas y comes con nosotros? —cuestionó Theo al ver la expresión de la bruja.

— Yo... —parecía que ella iba a negarse.

— Si, Gin. Quédate y come con nosotros —agregó Neville.

— Siendo así... —y la pelirroja tomó asiento junto a Theo.

De inmediato Neville y Ginny hicieron su pedido y comenzaron una charla inesperadamente amena con Theodore.


Draco se apresuró a terminar todos los asuntos que tenía pendientes para ir a casa. Sentía una necesidad insistente martillando en todos sus sentidos, una necesidad anticipada, tal vez adrenalina por saber cómo se estaba desarrollando la investigación de Potter. Porque aunque no lo aceptara en voz alta, sabía que el moreno decía la verdad y tal como Potter, también deseaba mostrar su valía.

Llegó al departamento, dónde ya se encontraba Theo. Cómo siempre leyendo concentrado su libro del momento.

Le echó un rápido vistazo y fue a cambiarse. Volvió a salir de su habitación ya usando ropa muggle y se dirigió a la chimenea.

— Voy a casa de Potter —anunció y sin darle tiempo a Theodore de responder atravesó las llamas verdes.

Theo negó con la cabeza. Definitivamente el rubio comenzaba a comportarse raro. Pero era lógico, por alguna razón Draco siempre reaccionaba a las acciones de Potter y viceversa.

Solo esperaba que esta ocasión las cosas no terminarán igual que la última vez.


Cuando Draco llegó a casa de Harry, este ya lo esperaba.

— ¿Gustas? —cuestionó señalando una bolsa de hamburguesas que se encontraba sobre la mesa baja de la sala, al ver la cara de asco que puso el rubio se encogió de hombros y continuó devorando la hamburguesa que traía entre las manos.

— ¿Tengo que esperar a que te atasques de hamburguesas para que me digas qué has averiguado?

Harry dejó de comer. Y lo miró con el ceño fruncido.

— Nunca dije que te daría detalles del caso. Solo dije que te limitarías a actuar normal y llegado el momento te dejarías atrapar.

Draco caminó hasta Harry.

— Entonces no te daré ninguna de mis preciadas hebras platinadas.

Harry gimió frustrado. Había perdido el apetito.

— Estás loco. ¿Acaso no comprendes que podrían dañarte? —inquirió molesto.

— Potter, fui mortifago y aunque no estoy orgulloso de lo que hice si te puedo asegurar que aprendí muchas cosas útiles durante mi formación. No moriré en esta misión. ¿Ahora me dirás más detalles?

Harry cerró los ojos tratando de encontrar la paciencia que no tenía.

— De acuerdo.

Draco sonrió feliz, se sentó junto a Potter y tomó una de las hamburguesas metiendo su mano dentro de la bolsa de papel.

— ¿Y entonces? —cuestionó mientras le daba una mordida a la hamburguesa de pollo frito.

— Estuve siguiéndote y todo indica que nadie anda tras de ti —al ver el puchero que hizo el rubio agregó—: Tal vez se les ha pasado el enojo o esperan que vuelvas al Marrakesh Lounge; quiero pensar que esa es la opción correcta. Y... Si mi instinto no me engaña, volverán a ese lugar. Esta semana continuaré vigilándote solo por seguridad. Pero el viernes, tendrás que volver a ese bar.

— ¿Y el viernes será cuándo todo ocurrirá?

Harry giró para mirar directamente al rubio, casi tragó en seco al ver la manchita de salsa capsu que se había quedado embarrada en la comisura de sus labios. En cualquier otro ser humano tal vez debería ser asqueroso, pero en Draco Malfoy era algo realmente sexy.

— ¿Potter?

Eso logró sacarlo de su ensimismamiento.

— Eh... Si, digo... Si, el viernes comenzará lo más difícil de la misión. Pero no tengas miedo, yo estaré cuidándote en todo momento y no permitiré que algo malo te pase.

Y Harry fijó sus ojos en los grises del rubio, grave error porque de nuevo quedó embelesado.

— ¿Lo prometes? —escuchó la voz del rubio como si se encontrara en la lejanía.

Harry asintió.

— Por supuesto —susurró.

Se quedaron mirándose fijamente, el silencio total se apoderó del salón. Y sus cuerpos se balancearon hacia el frente lentamente, milímetro a milímetro, cuando... Las chispas verdes de la chimenea brillaron. Ambos saltaron hasta los lados opuestos del sofá.

— Harry, traje la poción multijugos que me pediste —esa, era la voz de Hermione Granger.