La historia no me pertenece, es una traducción al español de la historia escrita por Seraphina Scribes. Por favor, cualquier comentario debe estar en los reviews del escrito en inglés (la autora aprecia mucho los comentarios). Dejo link correspondiente.
s/7449361/1/Quietus
Capítulo ICuando por azares del destino sus ojos la encontraron,
Fue como si el invierno explotara en una primavera de ensueño,
Envuelto en la calidez del sol por vez primera,
Un breve, efímero respiro del frío,
Que hizo a temblar a su helado ser.
Y así empezó el gentil deshielo del amor.
Y pensó que jamás había visto,
El verdadero encanto,
hasta ese momento.
—De. Ninguna. Manera. No voy a hacer eso.
—Es obligatorio.
—¿Obligatorio? ¡No es nada ético!
—Es un requerimiento para pasar la materia.
—Ah no. Completamente asqueroso. Me largo de aquí, frentona.
—¡Espera! Ino…
—Sakura, ¿hueles eso?
—Pero si no pasamos Biología…
—¿De qué estás hablando? Tú ya la pasaste. Con todos los honores. Dios, ¡Apesta!
—Está bien, pero si tú no pasas Biología…
—No necesito pasar Biología. Sólo me uní a esta clase por…
—¿Por Shikamaru?
—Porque me dio lástima mi estudiosa mejor amiga. Yo voy a ser diseñadora de modas. O una florista como mi madre. Lo que sea. Ambos son coloridos.
—Pero, Ino…
—¡No voy a diseccionar el corazón de una oveja! ¿Es en serio?, ¿que algo de eso manche mi nuevo vestido? Ugh. Ahora, si me disculpas, tengo que ir a devolver mi desayuno.
Sakura Haruno observó con alarma como Ino Yamanaka salió ágilmente del laboratorio en una ráfaga de cabello rubio y dulce perfume de diseñador. Su mejor amiga había estado consciente cuando se inscribieron en Biología, que la disección de un corazón de oveja era un requisito obligatorio para pasar el último módulo del semestre de primavera. ¿O no lo habría sabido en ese momento? Sakura sospechaba que la mente de Ino había estado únicamente pendiente de Shikamaru Nara en ese entonces. Su ánimo decayó mientras su mirada viajaba de regreso al arreglo militar de los escritorios en el extremadamente blanco laboratorio de ciencias. Estaban en el segundo y último año del colegio. Tenía 18 años, casi 19. Tan solo faltaban meses para la graduación. Estaban tan cerca de la universidad. ¿Cómo es que Ino la abandonó ahora, después de soportar Biología (aunque en definitivo no era algo que le hubiera resultado interesante) durante año y medio?
Sakura suspiró con cansancio. Más tarde tendría que intentar convencerla, de alguna forma, de que cambiara de opinión. Entrando hacía el laboratorio, un penetrante olor a desinfectante la golpeó con fuerza (mezclado con el distintivo e inquietante olor de carne animal descongelada). Era una combinación desagradable y Sakura pensó que no podía culpar a Ino por huir del salón, ella misma estaba ya considerando huir.
—Buenos días, Sakura.
Sakura saltó, sus pensamientos de lado debido al repentino saludo. Su cabeza giró para encontrar a uno de sus compañeros sonriéndole. El alto y Delgado Sai era un estudiante de intercambio que recientemente había sido transferido desde otro colegio. Sakura podría haberlo considerado apuesto, de no ser por su alarmante complexión pálida. Su piel se teñía con una blancura no saludable, que contrastaba bastante con los mechones negros del corto y cuidadosamente peinado cabello sobre su cabeza y sus ojos oscuros como tinta.
Desde su llegada a la ciudad, Sai había incomodado a la gente que conocía con sus peculiares modales, o más bien, la falta de ellos. Era un inadaptado social con un extraño habito de sonreírle a todos sin emoción alguna. Ino pensaba que él era "más que nada lindo." Sakura comúnmente hacía un esfuerzo por ignorarlo, pero no podía evitar reír por dentro cada vez que los graciosos intentos de coqueteo por parte de Ino le pasaban de largo al chico.
—Oh —ella respondió incómoda antes de regañarse a sí misma por su falta de educación, ofreciéndole una agradable sonrisa—. ¡Buenos días, Sai! ¿Cómo estuvo tu fin de semana?
—Diseccioné un corazón de oveja en preparación para esta clase —Sai dijo, con su misma sonrisa.
—¿Ah? —Sakura respondió, intentando mantener una expresión amigable para él—. Bueno, eso es… fascinante. Supongo que entonces dominarás esto, ¿no?
Los ojos de Sai pasaron al corazón de oveja más cercano, tendido en una bandeja frente a ellos.
—Me pregunto cómo será el diseccionar un corazón humano —se preguntó en voz alta.
La sonrisa de Sakura titubeó rápidamente.
Pero que raro es, pensó algo alarmada. Aclarando su garganta, señaló con un gesto hacía el escritorio al frente del laboratorio.
—Oh, mira, ¡ahí está Shikamaru! Será mejor que vaya a saludar. ¡Buena suerte! —y entonces se separó con prisa, aliviada por acercarse a alguien que era relativamente normal.
Shikamaru Nara era alto y delgado. Su cabello castaño era lo suficientemente largo como para estar amarrado en una cola de caballo. Dos aretes plateados brillaban en cada uno de sus lóbulos. Él en definitivo lucía como si no le importara nada ni nadie (lo que Sakura suponía era la razón por la que Ino casi se desmayaba cada vez que él se escabullía), pero en realidad, era más un chico flojo que un chico malo. Nada parecía motivarlo y Sakura siempre había envidiado en secreto el cómo alguien tan desinteresado lograba manejar los exámenes con tan solo estudiar previamente una sola página de un libro. Shikamaru era algo así como un genio, uno que lograba las cosas con el mínimo esfuerzo.
—Hola —esta vez, su sonrisa fue sincera. Shikamaru mantenía un mondadientes entre sus labios (algo que Ino juraba era el hábito más lindo que jamás había visto) y la miró con ojos desinteresados.
—Sakura — asintió, su voz resonaba con aburrimiento.
—¿Listo? —ella asintió hacía la bandeja frente a él.
Shikamaru emitió un suspiro.
—Esto va a ser tan molesto —declaró.
Sakura trató de no reír ante el comentario. Shikamaru consideraba casi todo como algo problemático. Incluso caminar de clase a clase parecía ser una ardua tarea que tenía que soportar. A veces, ella se preguntaba qué era lo que su mejor amiga veía en el letárgico joven de pie junto a ella. Sabía que los padres de Ino y Shikamaru eran buenos amigos, y que ambos venían de familias prestigiosas. ¿Pero era Shikamaru de verdad alguien tan compatible con Ino como ella tan vehementemente creía? Él no alentaba ni rechazaba los coqueteos de Ino. Sakura se preguntó qué era lo que él de verdad pensaba acerca de la vibrante rubia, y había estado planeando encontrar la manera de averiguarlo.
—Tú amiga no está aquí —Shikamaru hizo la observación. Sakura parpadeó, sus ojos encontrando su cara con asombro. ¿Se refería a Ino?, ¿estaba indirectamente preguntando por ella? La esperanza creció en ella; por supuesto que él estaba preguntando por Ino. Había notado lo hermosa que era. Ino lograba que las cabezas girarán hacía ella todo el tiempo, era ese tipo de chica. ¿Por qué razón con el flojo Shikamaru sería diferente?
—Ino no se siente bien hoy —Sakura explicó, haciendo una nota mental de demandarle a su mejor amiga que le comprara dangos como compensación por la excusa. Después de todo, ella no iba a informarle al objeto de afecto de Ino que ella no podía soportar la miserable disección de un corazón.
Los ojos café-grisáceos de Shikamaru se voltearon y no dijo nada. Antes de que Sakura pudiera decir algo más, su profesor de Biología entró al salón. 20 minutos tarde, Sakura notó. Se preguntó cómo era que el alto hombre de cabello plateado logró obtener el puesto al frente de una clase y mantener su trabajo siendo su puntualidad algo tan malo. Kakashi Hatake poseía una disposición relativamente tranquila, aunque era difícil saber la expresión exacta en su rostro ya que siempre llevaba algún tipo de mascarilla de laboratorio. De hecho, Sakura estaba segura de que jamás lo había visto sin ella.
—Mis disculpas —dijo él a modo de saludo. Su único ojo visible se entrecerró en lo que ella imagino era una alegre sonrisa. Sakura jamás reunió el valor para preguntarle que le había pasado a su ojo izquierdo y el porqué siempre usaba un parche negro sobre él como si fuera un pirata—. Me perdí por ahí.
¿Cuántas veces había escuchado esa poco convincente excusa? Kakashi-sensei se salía con la suya porque la mayoría de los estudiantes lo consideraban "genial." Sakura se acomodó en el banco junto al de Shikamaru, intentando ignorar el olor del corazón tendido frente a ella, que impregnaba su nariz. No podía esperar para terminar la parte práctica.
—Pues, todos saben lo que sucede hoy —Kakashi constató con su característico tono de resignación. Como si en realidad no esperara que cada uno de los adolescentes sentados frente a él escuchara cada palabra que decía. O como si él no hubiera dormido lo suficiente la noche anterior—. Corten el corazón. Rásguenlo en pedazos. Intenten identificar las cavidades y estructuras que ya deberían reconocer y anótenlas en los diagramas a su lado. De preferencia, antes de que lo rasguen en pedazos… —su voz fue disminuyendo mientras dirigía una mirada clandestina al salón— Ah, parece que tenemos gente ausente —Su ojo se detuvo intencionalmente en Sakura, quien una vez más tuvo que mentir por el bien de la educación de su mejor amiga. Sintió su estómago retorcerse por el miedo cuando su profesor mantuvo la mirada en ella (como sabiendo la situación y comunicando en silencio que conocía la razón por la que la vana y consentida Ino no estaba presente) antes de regresar su atención al resto de la clase.
—Escalpelos, tijeras quirúrgicas, guantes y espejos se encuentran junto a sus bandejas —informó—. Las bolsas para enfermos están al fondo —añadió bromeando antes de guiñar su ojo a Sakura como gesto amigable—. Diviértanse.
Los ojos de Sakura se dirigieron al corazón descansando sobre la blanca bandeja frente a ella y exhaló pesadamente. Tomando el escalpelo y las tijeras como si fueran cubiertos, se concentró en trabajar.
Casi una hora después, Sakura salió del laboratorio, aliviada de que esa prueba hubiera terminado. Tuvo que frotar sus manos con desinfectante repetidamente al terminar la práctica, pero estaba segura de que aún podía oler el corazón en su piel. ¿Cómo iba a lograr su sueño de convertirse en doctora y sanar cuerpos si ni siquiera podía manejar la simple disección de un órgano?, ¿cómo esperaba seguir los pasos de su madre si el olor de la sangre hacía que su estómago diera vueltas?
En realidad, era tan mala como Ino.
Su atención cambió hacía su mejor amiga. Ino no le había dicho en donde se encontrarían. Los estrechos pasillos de la que había sido la Academia más grande de Konoha por 15-19 años rebosaban de estudiantes dirigiéndose al patio y comedor para almorzar. Sakura no creyó poder comer mucho después de la rigurosa sesión que había soportado. De hecho, pensaba que lo mejor era saltarse el almuerzo e ir directamente a la biblioteca…
Sus pensamientos se vieron interrumpidos de manera violenta cuando un duro brazo se cerró alrededor de sus hombros, atrayéndola hacía un cuerpo cálido y sólido.
—¡Hey, hey, Sakura-chan!, ¡hora del almuerzo!, ¡hay que llegar al comedor antes de que el ramen se acabe!
—¡Naruto! —Sakura reclamó, logrando zafarse de su agarre. El hizo una mueca, fingimiento sentirse herido. Sus ojos grandes y azules brillando con travesura. Sakura puso en blanco los suyos, ya era inmune a ese encanto. Naruto Uzumaki tenía el cuerpo tonificado de un atleta, lo que era increíble dado su colosal apetito. Su tono de piel era bronceado, contrastando con el cabello amarillo en picos sobre su cabeza. Le recordaba a los chicos rubios y fornidos con los que muchas chicas fantaseaban en las playas. Naruto siempre había sido escandalosamente apuesto, pero había pasado los primeros años de la academia como algún tipo de marginado. Eso había cambiado el año anterior cuando él solo logró ganar tanto el torneo de basquetbol y futbol para los equipos del entrenador Asuma; había puesto la Academia de regreso al mapa como uno de los más importantes contendientes en cuanto a deportes. Lo que a Naruto le faltaba en inteligencia, lo compensaba con deporte, y se notaba. Estaba en excelente forma y como su mejor amiga, Sakura estaba muy consciente de las miradas de adoración y añoranza (y muy seguido, celos) de las otras chicas en el colegio.
—Te dije que no me volvieras a sorprender así—ella resopló.
—Asustadiza —Naruto sonrió, agitando sus manos tontamente antes de señalar con un gesto hacía donde se encontraba el comedor—. ¿Se te antoja ramen?
—Si tú pagas —Sakura lo retó.
—Claro, yo pago —Naruto dijo y entonces una pequeña y astuta sonrisa apareció en sus labios. Sakura elevó una de sus delgadas cejas con cautela. Conocía esa mirada, y normalmente no indicaba nada bueno para ella—. Si lo hago, es una cita.
Ella le apretó el hombro, ocasionando que él aullara con melodrama. Adoraba a Naruto como al hermano que nunca tuvo, pero ese detalle jamás lo había detenido de hacer intentos cariñosos por invitarla a salir durante esos años.
—¡Sigue soñando! —respondió ella, pero lo dijo con una amplia sonrisa mientras le permitía guiarla hacía el comedor.
—Lo sabía, de verdad eres una cerda —Sakura bromeó al encontrarse a Ino cómodamente sentada en la esquina "popular" del comedor, lista para atacar su extra ligera ensalada a base de lechuga. Ino bufó nada graciosamente.
—Al menos mi apetito no es tan amplio como el tuyo, frentona.
Sakura le sacó la lengua, algo que ella sabía estaba muy por debajo de sus 18 años, pero a veces no podía evitar hacerlo cuando estaba con Ino. Se habían conocido desde la infancia y eran las amigas más improbables. La hermosa y confiada Ino era franca y atrevida. Sakura era más dócil y más consciente de la opinión de otros. Deseaba con desesperación que algún día pudiera adquirir la misma valentía para decir con exactitud lo que pensaba, en lugar de lidiar con su ira por dentro. Pero era ella misma solo en la compañía de los más cercanos, y no creía tener a tantos que pudiera considerar verdaderos amigos. Ni siquiera conocía a la mitad de gente que Ino. De hecho, a Sakura le parecía que, con pocas excepciones, los chicos preferían mantenerse alejados de ella. Ino siempre trataba de emparejarla con alguien, normalmente con desastrosas consecuencias.
—Hey, Sakura —dijo la chica sentada a la izquierda de Ino. Tenten era delgada, con grandes ojos cafés y cabello castaño que casi siempre estaba torcido sobre su cabeza formando unos lindos moños. La saludó con el tenedor en la mano.
—Hola —Sakura sonrió educadamente, después sus ojos se deslizaron hacía la linda chica sentada junto a Tenten. Ella tenía un sedoso y largo cabello negro hasta la cintura, que a veces parecía contar con tonos azules. Un flequillo recto se situaba justo arriba de sus ojos de un gris pálido, como el color de las mañanas de invierno. Hinata Hyuuga provenía de una familia extremadamente prestigiosa y adinerada, pero era la más callada y tímida cosita que Sakura había conocido.
—Hola, Hinata —le dijo. Hinata se tensó, como si temiera atraer la atención sobre sí misma.
—Bu… buenas tardes —tartamudeó al responder, ofreciendo una pequeña, aunque nerviosa sonrisa.
—Así que —Ino dijo, mirando con envidia el ramen y papas fritas en la bandeja de Sakura mientras ella se sentaba a su lado—. ¿Siquiera quiero enterarme de cómo estuvo todo?
—Kakashi-sensei notó de inmediato que no estabas —Sakura respondió, tomando una papa. A diferencia de Ino, ella podía permitirse comer sin cuidar su peso, ya que no parecía subir sin importar cuanto comiera. Sin embargo, la papa que estaba a punto de comer le fue arrebatada de los dedos y fue a parar directo a la boca de Ino. Los claros ojos azules pestañearon con inocencia y Sakura suspiró. Ino siempre le robaba sus papas fritas.
—¿Alguien más? —Ino intentó; sus ojos moviéndose de manera involuntaria hacía la mesa frente a la de ellas. Risas escandalosas provenían de la mesa que consistía en chicos populares y apuestos que en ese momento estaban bromeando y jugando a luchar entre ellos. Y en medio de toda la contienda, estaba el bocón de Naruto, quien siempre parecía sobresalir como una explosión de luz.
Una pequeña sonrisa se formó en los labios de Sakura.
—Shikamaru pudo notarlo también…
Ino chilló con deleite, sus ojos regresando a enfocar a su mejor amiga.
—¿Qué dijo?
—Solo que no estabas ahí.
—Entonces eso significa que estaba preguntando donde estaba, ¿verdad?
Fue Tenten la que respondió con cansancio.
—Ino, ¿podrías ya invitarlo a salir?
—Soy tradicional. El hombre es el que tiene que pedirlo —Ino respondió y mirando a Hinata mientras lo dijo, giño un ojo—. ¿Verdad, Hinata?
Las mejillas de la chica de cabello oscuro se cubrieron de rojo y Sakura le dio un codazo a Ino reprendiéndola por la broma. Todos sabían que Hinata estaba locamente enamorada de Naruto, tanto que siempre parecía que estaba a punto de desmayarse si él se acercaba a menos de diez pasos de ella. Solo el mismo Naruto parecía ignorar por completo la silenciosa adoración de Hinata, lo que Sakura pensó era algo típico de él. En las muchas confabulaciones que habían intentado para unir a esos dos, Ino siempre comentaba que Naruto definitivamente notaría a Hinata si ella no se vistiera con ropa tan suelta. Después su atención se giraba a la falta de estilo de Sakura, pues según ella, su usual atuendo de pantalón de mezclilla y una camiseta no hacía nada para halagar su figura. Por último, la plática acerca de Hinata terminaba con Ino jurando llevarlas a ambas de compras y vestirlas como una versión alterna de ella misma.
—Mira quién habla —Ino le respondió a Tenten—. Has estado babeando por Neji todo este tiempo. ¿Por qué no lo invitas tú a salir?
Tenten levantó sus manos como defensa, pero sus mejillas se tiñeron de color rosa.
—¡No… no es así!, ¡solo somos amigos!
—Sí, claro —Ino descartó—. Apuesto a que puedo adivinar qué es lo que realmente hacen ustedes dos durante las sesiones de "estudio…"
—¡Ino! —Sakura exclamó, espantada por lo que su amiga estaba implicando—. ¡Ya déjalo!
Ino bufó y luego suspiró.
—Shika-kun es tan guapo… —remarcó soñadoramente.
—Más bien dirás flojo —una sonrojada Tenten susurró en voz baja.
—Hey, hablando de guapos, frentona, sexy-cejas viene para acá. Qué atractivas son esas cejas —Ino empezó a reír—. Tal vez puedas trenzárselas cuando empiecen a salir.
Sakura le lanzó una mirada envenenada, pero antes de que pudiera responder, una sombra apareció en su mesa y ella levantó los ojos para encontrarse con la extraña mirada de Rock Lee. Él era un chico muy delgado que llevaba un recto corte de cabello que a Sakura se le figuraba como a un hongo siempre que lo veía. Desafortunadamente para ella, se encontraba con él demasiado seguido para su gusto. Su ropa siempre se veía muy pegada o pequeña para él, pero su característica más distintiva eran esa gruesas y peludas cejas negras junto con sus extraños ojos circulares.
—Sakura-san —él hizo una reverencia y Sakura deseó poder simplemente desaparecer bajo tierra en ese momento. Lee parecía ser agradable, tan solo no era su tipo. Siempre la hacía sentir incómoda con sus caballerosos gestos y ardientes promesas de que ella sería la chica más feliz del mundo si tan solo le diera una oportunidad. El problema era que ella no tenía intención de hacer eso, y Lee parecía simplemente no comprenderlo.
—Hola, Lee —ella saludó educadamente. La cortesía siempre había sido su punto débil, si tan solo tuviera la habilidad de Ino para escapar de conversaciones no deseadas…
—Sakura-san, mañana, como ya sabes, es el festival de primavera de Konoha. Sería un gran honor para mí si accedieras a acompañarme a la feria en el parque.
Ino y Tenten estaban riendo y susurrando entre ellas. Hinata parecía disculparse comprendiendo su situación. Sakura sacudió su cabeza, molesta de que sus amigas encontraran su incomodidad como algo entretenido, pero antes de que pudiera responder, Ino habló por ella.
—¡Por supuesto que ella va a ir! —expresó con dulzura. Sakura volteó para verla con una horrible desconfianza. ¿Pero qué era lo que Ino estaba planeando?
—Todas iremos si Shikamaru va también —Tenten dijo, inclinándose para elevarle las cejas a Lee a modo de sugerencia.
Lee parpadeó confundido.
—Creo que Shikamaru no asistirá.
—Aw —Ino se quejó, fingiendo que lo lamentaba—. Entonces supongo que nosotras tampoco vamos.
—¡No teman! —Lee gritó con entusiasmo—. ¡Usaré el poder de la juventud para convencerlo!
Sakura jamás había entendido que era con exactitud lo que el "poder de la juventud" significaba.
Ino cruzó sus brazos con arrogancia y giño su ojo.
—Entonces te veremos ahí, Lee.
Lee les agradeció a Sakura e Ino para después regresar con rapidez a su mesa. Sakura entrecerró sus ojos acusadoramente y con molestia a Ino, quien simplemente elevó sus delgadas y rubias cejas en respuesta, como si no hubiera hecho nada malo al darle esperanzas a Lee.
—¿Qué?
—Ni siquiera iba a ir. Sabes que soy voluntaria en el hospital después de clases.
—Ay, por favor —Ino puso los ojos en blanco—. ¿Podrías relajarte y actuar como alguien de tu edad para variar? ¡No seas tan aburrida, Sakura! Todos los chicos van a ir, ¡será divertido!
Pero Sakura no pensaba eso. Ino tenía a Shikamaru, Tenten tenía a Neji, y Hinata tenía a Naruto. ¿Ella a quién esperaría ver? Y aunque normalmente apreciaba mucho las opiniones de Ino, no le parecía que decidiera por ella. Sin otra palabra, se levantó de su asiento, colocando su bolsa sobre su hombro.
—Oye —Tenten pestañeo con sorpresa—. Pero si apenas y tocaste tu comida.
—No tengo hambre —Sakura dijo. Ignoró la forma en la que los ojos de Ino se entrecerraron con su comentario y sin decir nada más, se alejó y salió del comedor, con la fuerte risa de Naruto escuchándose detrás de ella.
Lo que restaba del día paso demasiado lento. Cuando su última clase terminó, Sakura pasó rápidamente a través de las puertas de herrería de la Academia, agradecida de no tener que toparse con ninguno de sus amigos mientras salía. Se fue directo al Hospital Central de Konoha, donde era voluntaria por tres horas y media al día, cuatro días a la semana. La caminata la ayudó a controlar su mal humor. Su ciudad natal era un lugar hermoso, lleno de exuberante vegetación, expandiéndose en colinas y montañas. La ruta hacía el hospital la llevó por un camino alineado por árboles en floración a ambos lados. Estaban comenzando a florecer por ser inicios de primavera. Desde su infancia, Sakura siempre había entristecido cuando los hermosos árboles rosas perdían sus pétalos en el invierno. Era una de las muchas razones por las que le desagradaba la rudeza de esa estación, además de que su cuerpo no toleraba muy bien el frío.
Respiró profundamente, inhalando el olor terroso a su alrededor. Siempre había amado la naturaleza, en especial las flores. Los padres de Ino poseían una florería que proveía a los más altos círculos de la sociedad. Sakura adoraba visitarla en los fines de semana, donde Ino y ella hacían sus propios exóticos arreglos florales. El pensamiento de su mejor amiga causó que su expresión entristeciera otra vez. A veces la rubia podía ser muy egoísta y desconsiderada.
Sakura terminó su recorrido. El gran hospital se asomaba al otro lado de la calle. Mientras cruzaba las puertas giratorias, dejó atrás todos los pensamientos del colegio y su mandona amiga. El mundo de la medicina era su mundo, el tiempo parecía volar cuando estaba en el hospital, ayudando a los pacientes a recuperar su salud. Le producía una indescriptible alegría el presenciar a una persona enferma recuperarse por completo, y una gran tristeza cuando no era así. Pero la muerte, como la vida, era parte de la profesión que ella deseaba ejercer en el futuro. Solo esperaba poder endurecer su corazón algún día.
Después de colocar su pase de visitante autorizado en la entrada y saludar a los recepcionistas, Sakura revisó el itinerario de voluntarios. Encontró su nombre enlistado debajo de "Ala amarilla," el área gastrointestinal. Al lado del nombre del ala, estaba el nombre del miembro del personal a quien ella estaba apoyando, un hombre de cabello plateado que usaba anteojos llamado Kabuto Yakushi. Él era mayor que ella por solo siete años además de ser más educado que los otros doctores a los que solía ayudar, al menos él sí se tomaba el tiempo para explicarle las cosas. Sin embargo, también poseía un ácido sentido del humor y le hacía preguntas personales, lo que a veces la hacía sentir incómoda estando con él. Nunca pudo decidir si él era simplemente amable o entrometido. Solo esperaba que no curioseara mucho el día de hoy.
Mientras caminaba al área correspondiente, la reconocían varias caras sonrientes. El personal y los pacientes del hospital la conocían. Después de todo, era como su madre. Hizo una parada rápida en los vestidores de mujeres, donde se cambió los pantalones azules y la camiseta roja por un uniforme médico color menta, amarró su cabello y dejó sus pertenencias en el casillero antes de salir y empezar su trabajo.
Llegó a casa precisamente al cuarto para las nueve. El sol se había puesto hace mucho y ella estaba aliviada de llegar y dejar atrás la oscuridad. Como siempre, estaba sola. Su madre trabajaba turnos exhaustivos en el hospital y a veces Sakura no llegaba a verla por días. La extrañaba mucho, y aunque hacían lo que podían para ponerse al tanto en los pocos minutos al teléfono que conseguían, no era lo mismo que pasar tiempo con ella. A Sakura le preocupaba que su madre trabajara tanto que la única forma de que se detuviera fuera si llegara a enfermarse y colapsar. Afortunadamente, nada así había sucedido y Sakura se maravillaba con la energía infinita que su madre parecía poseer. Además, ella siempre se veía increíble. Era como si la fatiga de turnos de 24 horas nunca pasase por su bello rostro.
Sakura se fue directamente a la ducha, donde se detuvo a examinar su propio reflejo en el espejo oval colocado arriba del lavabo. Una mujer joven con pálido y largo cabello color coral y ojos verdes enmarcados por largas pestañas la vio a través del espejo. No había heredado nada de su madre. No se parecían en nada. Sakura había tenido facciones raras cuando era niña (una amplia frente que, afortunadamente y por gracia de la naturaleza, dejó de crecer) y una pequeña nariz que prácticamente seguía igual. Soltó su cabello, viéndolo caer como cascada por debajo de sus codos en suaves y sedosas olas, preguntándose si era bonita; un pensamiento que cualquier chica se hacía al verse con cuidado en el espejo.
Claro que jamás había visto a alguien más con su color de cabello (un milagro de la naturaleza, decía su madre), pero, ¿era atractiva? Sabía que no era despampanante como Ino. Aún se sentía como una niña cuando se comparaba a sí misma con su mejor amiga. Ino era una seductora y apasionada sirena. Chicos habían peleado y habían salido lastimados por ella, incluyendo algunos que eran unos cuantos años mayores. A Ino le encantaba la atención que sus encantos femeninos provocaban, y para Sakura era algo depresivo de ver. Su sobreprotectora madre había espantado a los pocos chicos que habían aparecido en su puerta con flores e invitaciones al cine. Sakura arrugó su nariz en un gesto inconforme y la chica al otro lado del espejo hizo lo mismo. No podía ser lo suficientemente bonita como para que nadie más que Rock Lee la invitara al Festival de Primavera.
Dejó de verse al espejo soltando un suspiro descontento, se despojó de su ropa y se puso debajo de la relajante agua de la regadera.
Una hora después, con el cabello seco, el cuerpo humectado y satisfecha debido a la cena que su madre le había dejado en el refrigerador la noche anterior, Sakura se sentó en el escritorio de su cuarto, reescribiendo sus notas de Química. Su habitación siempre había sido un refugio, el elegante papel tapiz era color lavanda y crema, los muebles y decoración habían sido seleccionados especialmente para complementar esos colores. Esponjosos y abrazables osos de felpa que ella jamás tuvo el corazón para desechar cuando creció estaban esparcidos en la cama. Sus cortinas lavanda se movían sobre la ventana abierta, siendo la única fuente de luz la que proveía de la antigua lámpara de cristal cortado a la derecha de su escritorio. La música sonaba desde su computadora, distrayéndola de las escenas perturbadoras que había visto en el hospital.
El crescendo en el coro de la canción fue interrumpido por el sonido de su celular. Sakura lo tomó sin levantar sus ojos de la frase que estaba completando, logrando alcanzar el teléfono hasta el tercer intento. Observó la pantalla y frunció el ceño. Era Ino. Había esperado otra llamada y no sabía si quería contestarle. Pero, si no lo hacía, Ino la molestaría durante todo el día siguiente. Suspirando derrotada, aceptó la llamada, colocando el teléfono en su oído.
—¿Diga?
—¿Cuál es tu problema? — La voz de Ino demandó desde el otro lado de la línea— ¿Acaso maté a alguno de tus pacientes o qué?, ¿por qué no has respondido ninguna de mis llamadas?
—Estaba en el hospital —Sakura respondió, tragando con pesadez. Después lo pensó y añadió lo que había estado tratando de evitar—. Y uno de mis pacientes está muriendo.
—Tú… Oh— Ino se detuvo de pronto y después de un momento añadió más tranquila—Lo lamento.
Las lágrimas llenaron los ojos de Sakura. Trató de evitarlas, pero siempre le había sido imposible no llorar. Después de todo, así fue como una Ino de cinco años la había visto por primera vez, llorando en el patio de la escuela, después de que niños mayores se habían burlado de ella por su gran frente. Ino siempre la animaba, solo que esta vez Sakura no creía que pudiera sentirse mejor. Llevaba conociendo al señor Arakawa por cuatro años y había seguido su caso por siete meses ya. Él tan solo tenía 36 años y estaba muriendo de una rara e incurable enfermedad. Tenía dos hijos pequeños y una esposa amorosa que lloraba al lado de su cama cada día, una esposa que le rogaba a los doctores que hicieran algo, lo que fuera para ayudar a su esposo, lo que fuera para evitar que se fuera de su lado. El señor Arakawa jamás había fumado o tomado alcohol en su vida, además de mantenerse con una dieta y hábitos saludables. Nunca había lastimado a nadie. La vida no era justa.
—No va a sobrevivir —Sakura dijo en voz baja—. El doctor Yakushi dice que podría morir en cualquier momento. La esposa del señor Arakawa me hizo prometer que lo cuidaría. ¿Cómo se supone que voy a cuidarlo si lo dejo morir? —ella se ahogó al reprimir un sollozo.
—Ay no —Ino suspiró con pesadez—. Dame diez minutos para enjuagar este acondicionador y voy para allá.
—No —Sakura sollozó, sacudiendo su cabeza—. Esta bien, solo… solo estoy cansada.
—Mira —Ino habló, su voz tornándose a un tono más amable—. No puedes salvarlos a todos, Sakura. Eso es algo que tan solo tendrás que aceptar si de verdad quieres ser doctora. No puedes culparte por eso. Lo entiendes, ¿verdad? A veces, la muerte simplemente es inevitable, ¿sí?
Sakura se mantuvo en silencio un momento. Finalmente, logró articular un "sí."
—Es gracioso, ¿no? —Ino continuó—. Aquí estoy gastando mi tiempo en mi cabello, pero algún día será completamente gris, así que, ¿cuál es el punto? Y eso si es que vivo tanto como para eso.
—¿I… Ino? —Sakura parpadeó confundida.
—Ah, no importa. Escucha. Lo lamento, ¿sí? Si te hice enojar antes. Le dije a cejas peludas que irías, pero no que irías con él. Y si te molesta, yo me deshago de él. De todas formas, no puedes ir al hospital en este estado. Entonces, ¿vendrás?
Sakura limpió sus ojos llenos de lágrimas. Se sentía miserable todavía, pero Ino se había disculpado. Tal vez un descanso le haría bien. Y sí le creía a su amiga que ahuyentaría a Lee si le daba algún problema.
—Sí —respondió con voz rasposa—. Está bien, iré.
—¿Segura que no quieres que vaya? —Ino pregunto con real preocupación en su voz.
—Segura —Sakura dijo, aclarando su garganta—. Igual ya pienso irme a dormir. Gracias, Ino. ¿Te veo mañana?
—Paso por ti a las ocho —Ino respondió.
Después de que ambas se dijeran buenas noches, colgaron. Los ojos de Sakura regresaron a sus notas de Química. De repente, ya no tenía ganas de seguir escribiendo. No podía dejar de pensar en el señor Arakawa y como sus hijos crecerían sin su padre. Se inclinó para cerrar su computadora portátil y apagó la luz de la lámpara. Se metió a la cama y pronto cayó dormida presa del cansancio.
La ventana estaba abierta, al igual que cada día sin importar la estación. Él se mantenía en las sombras. La suave briza nocturna movía las plumas negras de su larga capa. Sus ojos estaban fijos en el marco parcialmente cerrado. La música se detuvo y la luz se apagó. Ella había sucumbido al sueño.
Entró en silencio, invisible para el ojo humano. Desvaneciéndose fácilmente y reincorporándose arriba del árbol que estaba fuera de la casa, maniobrando hábilmente hasta la rama que alcanzaba la parte superior de la ventana perteneciente a su habitación. Con otro rápido y grácil movimiento, se deslizó por la apertura. La dulce fragancia de fresas lo envolvió al instante y por un momento se perdió en eso. Mientras se acercaba silenciosamente hasta donde ella estaba recostada, se sintió una vez más abrumado por el conflicto de sus pensamientos y emociones; y debajo de su frustración al fallar siempre en definir lo que pensaba y sentía, había una cruda e inexplicable necesidad. Había pasado casi dos años luchando sin piedad contra ello en un intento por detenerlo del todo, de apartarla de su mente. Luchando para evitar que sus pensamientos se volvieran acciones; acciones que seguramente los condenarían a ambos.
Sakura.
Su mirada, tan acostumbrada a la oscuridad, siguió la deliciosa curva de su cuello y la suavidad de su quijada. Su cabello recién lavado estaba trenzado y sus dedos picaron por desenredarlo; por sentir los sedosos cabellos sobre su fría y dura piel. Era un deseo inútil, y él, en definitivo, no se guiaba por cosas inútiles.
Había pasado largo tiempo cavilando sobre Sakura, sabiendo que su fijación iba más allá del simple deseo de reclamar su cuerpo. Era algo enloquecedor y perturbador, la frecuencia con la que ella se introducía en sus pensamientos. Pero la inevitable pureza de su alma lo fascinaba. Podía ver la luz dentro de ella, aún en la oscuridad total. La había observado desde las sombras más allá de la percepción humana, atestiguando la gama de emociones brillar a través de sus expresivos ojos. Felicidad, confusión, tristeza, miedo y, debajo de todo eso, un gran anhelo e ilusión.
Ella parecía aún más inocente al dormir. Algo sobre esa inocencia lo había atraído desde el primer momento en que sus ojos se posaron sobre ella, atrayéndolo como una polilla a la cegadora flama. Ella era como un siempre cambiante lienzo, con colores danzando y cambiando hipnóticamente delante de él. Para sus ojos, que no habían conocido nada más que negro, gris y un vacío durante tanto tiempo, era ahora imposible el dejar de verla. Y la despreciaba por eso.
¿Cuántas noches había pasado mirándola con curiosidad en cuanto dormía, como si su rostro tuviera todas las respuestas que buscaba?, ¿escuchando el sonido de su lenta y constante respiración y observado con fascinación la forma en que sus suaves pechos se elevaban y bajaban?
Era una mujer ahora, y él sabía que tenía que descifrar qué era aquello que la hacía tan irritablemente diferente a otras mujeres mortales… pero no podía hacerlo ahí. El era una deidad de la muerte, atado a su propio mundo, un inframundo al que estaba ligado a gobernar por derecho de sangre. Él no era del tipo que suele perder el tiempo en cortesías. Había tomado una decisión, no esperaría más. Mañana. Mañana se elevaría a la superficie y la arrancaría como una flor, antes de que su cuerpo y alma pudieran marchitarse en la tierra.
Levantó una mano dudando, algo tan contrario a su característica naturaleza segura. Ella era tan delgada y delicada, ¿cómo podía él alcanzarla sin despedazar y destruirla?, ¿sin robar la vida misma de sus venas? El horrible poder que fluía a través de su sangre maldita era aterrador. ¿Cómo reaccionaría ella al descubrir quién (y qué) era? Expulsó ese pensamiento como si nada, lo que ella sintiera era irrelevante. A él no le importaban sus sentimientos. Mientras sus fríos dedos se acercaban a su tibia mejilla (lo suficientemente cerca como para tocarla esta vez), ella giró y él retractó su mano de inmediato, como si hubiera sido quemado por los profundos fuegos del infierno.
En un parpadeo, él se había desvanecido por la ventana, sin dejar rastro de su visita.
