La historia no me pertenece, es una traducción al español de la historia Quietus escrita por Seraphina Scribes. Por favor, cualquier comentario debe estar en los reviews del escrito en inglés. La autora se está tomando un descanso, pero lo que la motiva a continuar son los comentarios. Tomemos en cuenta que, si ella decide no continuar, no va a haber final para nadie; así que, por favor, si la historia les está gustando háganselo saber. Dejo link correspondiente.

s/7449361/1/Quietus

PD: En capítulos anteriores, olvidé colocar el nombre de uno de los caballos, Aetón, en español y usé la escritura en inglés, Aethon. Me disculpo.

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Capítulo IV

La noche cae como una cortina de sombras,

Tal como la oscuridad en las catacumbas de su mente,

Y ningún consuelo encuentra en el silencio,

Sin amor, condenado,

Con manchas de sangre,

Sobre sus manos.

El ensordecedor chillido de la electricidad reverberaba por la caverna, iluminando la negruzca área con un misterioso brillo azulado. Medio segundo después, un cegador rayo fue disparado y dio en las dentadas paredes con fuerza suficiente como para que el suelo temblara, enviando grandes rocas y escombros volando alrededor. La materia siseó en el aire, desintegrándose en inofensivos pedazos de roca y polvo antes de aterrizar.

Se le había negado. No una, sino dos veces ese día. Era absolutamente inconcebible, el cómo había fallado en adquirirla. El cómo fue forzado a esperar, una vez más. La paciencia jamás había sido una de sus grandes virtudes. La energía azul en su mano creció, tal como su ira interna al momento en que golpeó su puño contra otra sección de la pared, mirando con resentimiento a las desmoronadas ruinas que había creado. No prestó atención cuando la roca comenzó a crujir y fisurarse, antes de colapsar a su alrededor. La electricidad rodeaba su cuerpo como una armadura chispeante, moviéndose erráticamente al ser proyectada, rebanando limpiamente los bordes de roca como un cuchillo caliente sobre mantequilla.

—Sakura —siseó, su pecho lleno de furia y anhelo suprimido mientras recordaba su figura, bailando tan tentadoramente frente a sus ojos. Había estado tan cerca. ¿Cómo es que lo habían frustrado? Su madre nunca estaba en casa. Que ella haya escogido justo esa noche para regresar… ¿Acaso las Moiras estaban burlándose de él? Lívido con frustración y aversión, el rayo serpenteando a lo largo de su brazo creció aún más amenazante mientras él consideraba la idea de demoler toda la caverna. Después de todo, no sería la primera que él destruía.

El sonido de pies recorriendo restos de roca fragmentada lo hizo tensarse.

—Hey —una familiar y ruidosa voz exclamó un momento más tarde— ¡Ahí estás!

Su rostro se oscureció considerablemente. Definitivamente no estaba de ánimo para compañía, en especial no de otras entrometidas e imprudentes deidades que hablaban demasiado para su propio bien.

—Te preguntaría que tal va la vida —el intruso continuó su conversación—, pero esa sería una muy paradójica pregunta para el rey de la muerte, ¿no? Jaja. Wow —la voz añadió, con un poco de sorpresa registrándose en su distintivo tono al darse cuenta por fin de la extensión de la destrucción a su alrededor—, ¿estás practicando o tan solo estás teniendo un pésimo día?

—¿Qué quieres? —él dijo fríamente, manteniéndose de espaldas.

—Pues, ya sabes, lo usual; una plática sobre los hechos de la vida y… ¡mierda! —el intruso maldijo, apenas logrando evitar el ser empalado por un rayo que había sido enviado directamente a él—. ¿Qué demonios? Te vuelves más y más hospitalario cada que te visito, ¿verdad?

Esta vez sí se giró, dirigiéndole una escalofriante mirada carmín a la alta deidad de pie en la entrada de la caverna. Su cabello blanco se había vuelto azul, del mismo tono que la electricidad crepitante emitida desde su puño.

—Uuuu —su visitante exclamó, sonriendo de oreja a oreja—. Qué susto —después se encogió de hombros, notando sabiamente que ya había agotado su no existente bienvenida—. De hecho, estoy aquí por un barco que ha quedado varado en mis dominios. Está goteando desperdicio que es peligroso para los habitantes. ¿Tengo la autorización para ahogar a todos a bordo? Si no, es mejor que me digas qué vidas perdonar porque…

—Ninguna —fue la corta respuesta.

La deidad de cabello blanco parpadeó, visiblemente sorprendido.

—¿Eh?, ¿quieres que ahogue a todos a bordo? Pero algunos son niños con madres, madres diciendo plegarias…

Madres.

Sus ojos se entrecerraron con odio ante la palabra. Se movió hacía adelante, la electricidad en su mano extinguiéndose con un siseo mientras él rodeaba a la incrédula deidad.

—Vete —simplemente ordenó, saliendo de la caverna. Ya había dado su respuesta, y no pensaba cambiar de opinión. La piedad era otra cualidad que nunca había sido su fuerte; no era algo que se relacionara con su trabajo después de todo.

—¿Estás seguro de que quieres castigar gente inocente sólo porque tuviste un día de porquería en el trabajo? Estamos hablando de vidas humanas.

Las palabras, que sugerían reconsiderase, cayeron sin ser escuchadas sobre un corazón de piedra mientras él se desvaneció rápidamente fuera de su vista.

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La había sentido desde antes de salir del auto. Una fría y ominosa presencia que le había causado escalofríos y que su corazón se le acelerara al pensar en cualquier daño que pudiera ocurrirle a su hija dentro de la casa.

Le había costado toda su voluntad y compostura el no arrancar la puerta de entrada mientras abría cada uno de los candados y cadenas y entraba para encontrar… A Sakura acostada sin daño alguno en el sofá, durmiendo profundamente a pesar del ruido que estaba saliendo del estéreo y el distintivo olor de algo quemándose desde la cocina. La presencia que había estado segura de haber sentido se había desvanecido. Detuvo la música y se apresuró a la estufa, apagando la flama y frunciendo el ceño con desagrado a los restos quemados de la comida dentro del wok. Sakura no acostumbraba a dejar las cosas desatendidas. Regresando su atención a su hija, la movió tratando de despertarla. Pero Sakura permaneció pacíficamente dormida como un bebé recién nacido sin importar el ruido o el agua fría arrojada sobre ella.

No le tomó demasiado a su mente sobreprotectora y sospechosa el relacionar la espeluznante aura y el estado de Sakura, llegando a una problemática conclusión: algo, o alguien, había puesto algún tipo de encantamiento sobre la niña. Frunciendo el ceño con preocupación, la madre de Sakura se inclinó hacía el sillón para acariciar amorosamente la mejilla ruborizada de su hija.

—Despierta, Sakura —le dijo suavemente—. Despierta y dime qué es lo que te pasó.

Su única respuesta fue el sonido de su tranquila y profunda respiración.

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El orbe negro se iluminó con un toque de sus dedos. Su espesa y humeante neblina se aclaró para revelar dos figuras. Una era Sakura, aún perdida en el profundo sueño en que él la había puesto. La otra era su madre.

Que sentimental, pensó, la esquina de sus labios elevándose como una desdeñosa burla. La madre protectora, cuidando a la niña como una leona dorada. Sus ojos se entrecerraron al ver los fallidos intentos para despertar a la chica dormida. Ella había evitado que él se llevara a Sakura físicamente, pero había un lugar en el que ni siquiera ella podía traspasar, un lugar que se encontraba en los extremos más lejanos de su reino. El sueño era un estado no tan lejano a su dominio de la muerte. Poseía la habilidad de influenciar ese estado, cuando había sido él quien lo había instigado.

Su gesto de burla se transformó en una sonrisa siniestra al darse cuenta de que había otra forma en la que él podía poseer a Sakura esa noche, aunque no físicamente. Se encontraba vulnerable y desprotegida en su estado inconsciente, y cuando él por fin le permitiera despertar, ella no recordaría nada cuando su madre le preguntara, tal como él ya se había asegurado de que ella no tuviera recuerdos de la flor justo afuera de su puerta.

Cerrando sus ojos y colocando su mano firmemente sobre el orbe, se concentró en alcanzarla.

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La suave brisa de la noche corría por su cabello suelto, acariciando la piel descubierta de sus brazos y piernas mientras ella recorría el camino en su bicicleta. A pesar de llevar puesto solo un blanco vestido ligero, no sentía frío. Girando a la derecha, Sakura inhaló profundamente, disfrutando de la libertad sin restricciones de pedalear estando sola. Era agradable, se dijo a sí misma, el estar libre de ojos vigilantes para variar.

¿Te has preguntado por qué todos son tan sobreprotectores contigo?

El pensamiento llegó a su mente de pronto, dándole una pausa. Por un mínimo instante, ella sintió fuertemente que ese pensamiento no le pertenecía a ella. Sacudió su cabeza. Claro que eso era ridículo. ¿Quién más podría ser?

¿No te cansas nunca de ser vigilada?, ¿no desearías poder… escapar?

Sus pies dejaron de pedalear y se detuvo debajo de una de las muchas lámparas alineadas a las orillas del camino en ese parque. ¿Por qué se estaba preguntando a sí misma esas cosas? Era feliz con lo que le había tocado en la vida. Tenía amigos que se preocupaban por ella de verdad, una madre que la adoraba.

No es suficiente, la misma voz dudosa susurró en su mente.

Como respuesta, Sakura se movió otra vez. No quería pensar negativamente. Estaba muy agradecida por todo lo que tenía. El camino la guió por un grupo de árboles y se dio cuenta de que mientras más rápido pedaleaba, menos pensaba. Pronto estuvo en la cima de una pequeña colina y retiró sus pies de los pedales, riendo felizmente mientras la gravedad la hacía bajar, acelerando el movimiento de la bicicleta. La brisa se volvió un viento fuerte que retiraba su cabello del rostro, como una bandera detrás de ella. Finalmente llegó a la parte baja, suspirando hasta que se detuvo por completo. Fue entonces cuando lo escuchó.

La música.

El efecto fue instantáneo, y aterrador. Su pulso se aceleró y sintió un cosquilleo extraño dentro de su estómago. No había duda, reconocería esa fantasmal melodía en cualquier lugar o momento. Aferrándose con fuerza al manubrio, Sakura se acercó con la bicicleta a la dirección de donde la música provenía. Al pasar un juego de madera para escalar, sus ojos se agrandaron y sus temores y sospechas quedaron confirmados. Colocado al final de un camino bloqueado por un grupo de árboles, estaba el carrusel del Festival.

Pero, ¿qué estaba haciendo ahí? El siguiente Festival sería hasta el próximo año. No tenía sentido. ¿Y dónde estaban las demás atracciones? Sakura miró con incredulidad. Para su sorpresa y confusión, vio niños y familias reuniéndose para subir al juego. Un niño pequeño le sonrió a su padre, sosteniendo orgullosamente una moneda dorada como si fuera un tesoro.

Pero el carrusel era gratis. ¿No habían pagado ya por los boletos de admisión? Eran sólo algunas atracciones y puestos los que requerían dinero. Sakura apenas se dio cuenta de que había desmontado su bicicleta y estaba acercándose. La hermosa e inquietante música, junto con la escena de familias reunidas alrededor de lo que tendría que ser un parque vacío en la noche hizo que se le erizara la piel de los brazos. No creía seguir considerándolo encantador. Una parte de ella estaba insegura, incluso asustada. Cuando sus ojos se detuvieron en el chico vestido de negro, nada la preparó para la intensidad con la que su corazón reaccionó. Aceleró su latir salvajemente dentro de su cuerpo al verlo aceptar las monedas de los niños que se apresuraban a montar sus coloridos caballos favoritos. Los padres se subían también, luciendo igual de emocionados.

Sakura retrocedió, muy desconcertada. No quería que esa profunda mirada negra como abismo cayera sobre ella de nuevo. Estaba por darse la vuelta, cuando algo cálido y sólido tomó su muñeca izquierda, jalándola con insistencia. Sakura jadeó, mirando a una niña castaña pestañeándole con grandes ojos azules.

—Señorita, ¿subiría conmigo? ¡Me da miedo ir sola!

Sakura la miró con incredulidad.

—Pero… tus padres…

La niña sacudió su cabeza con tristeza.

—No quieren subirse conmigo —dijo poniendo cara triste.

Sakura volvió a mirar al carrusel. Tenía que estar soñando. Esto era demasiado extraño, muy improbable y, aun así, se sentía tan real. Podía oler la comida caliente que algunos de los padres ingerían, podía sentir el viento moviendo su cabello y la música se colaba por sus oídos hacía su alma misma. Cuando renuentemente permitió que la niña la jalara hacia adelante y el chico del carrusel volteó a verla de nuevo, ella supo que no podía estar soñando. Su mente le había mentido. Él era todavía más apuesto de lo que ella recordaba.

Podía sentir los ojos de la niña elevándose esperanzadoramente hacía su rostro mientras el joven de negro tendía su mano izquierda, expectante. El tatuaje que pensó había visto la primera vez estaba ahí definitivamente. Un dragón, creyó al inicio, antes de darse cuenta de que en realidad era la imagen de una serpiente marcada en su piel. No supo por qué eso hizo que su corazón latiera aún más rápido cuando ella elevó la mirada para encontrar la de él. Tal vez era el conocer implícitamente lo que una serpiente representaba en varias religiones y cuentos mitológicos: tentación y pecado. Y, ay Dios, Sakura pensó al sentir como la intensidad de la mirada del extraño la quemaba y cómo sus oscuros ojos la tentaban.

Le tomó varios intentos el poder hablar. Sintiéndose patética, finalmente logró hablar en un casi susurro.

—Lo siento… Yo, no tengo dinero…

En respuesta, mostrando ningún respeto por los límites personales, el chico del carrusel extendió su mano y antes de que Sakura se diera cuenta, él había tomado el collar que ella llevaba en el cuello. La mano de ella se movió hacía su garganta con alarma. Ese era el collar que su madre le había dado hace varios años, un pendiente de cristal que su madre le había dicho la ayudaría a protegerse de la malicia de otros.

No quieres protegerte de él, susurró una pequeña voz en su mente, sorprendiéndola más. Ella ignoró la voz y extendió su mano hacía él.

—Por favor —dijo—. Mi madre me dio ese collar. ¿Puedes dármelo, por favor?

—¡Vamos, señorita! —la niña estaba jalando su otra mano con sorprendente fuerza.

—No, necesito mi collar…

El joven columpió la cadena retadoramente frente a ella, sus ojos observando con atención cuál sería su reacción. Ella trató de tomarlo, pero la niña, mostrando una repentina e inhumana fuerza, logró arrastrarla lejos hacía la plataforma del carrusel. Sakura la miró en shock, su incomodidad incrementándose rápido conforme la niña señalaba al caballo negro frente a ellas.

—¡Suba a ese, señorita!

—No —Sakura sacudió la cabeza, el caballo tendía ojos rojos y eso la desconcertaba—. Por favor, suéltame.

—¡Súbete! —la niña, que ya no parecía tan linda e inocente, insistió. Incluso golpeó el suelo con su pie de manera petulante.

—No —Sakura la miró, jalando su mano fuera del alcance de la niña. ¡Qué malcriada! Era de esperarse que sus padres no hayan querido subirse con ella. Los ojos azules de la pequeña se mojaron y entonces soltó un gritó agudo.

—Oh, no —uno de los adultos en un caballo amarillo mencionó, dándole a Sakura una mirada piadosa mientras la niña llorosa fue subida por otra madre a un caballo rojo junto al de color negro—. Es mejor que hagas lo que diga, el viaje está por empezar. Tienes que subirte a un caballo si quieres ir al otro lado.

Sakura parpadeó sin entender lo que la mujer rubia había dicho. ¿Viaje?, ¿el otro lado? ¿De qué estaba hablando?

—Yo no… —pero fue interrumpida cuando la plataforma bajo sus pies crujió con un siseo siniestro y comenzó a moverse. Sus ojos volaron hacía el chico del carrusel, solo para darse cuenta de que él aún la miraba intensamente.

No voy a subirme, ella pensó con necedad dirigiéndose a él. El chico elevó una ceja, como si de alguna manera hubiera podido saber lo que había pensado. Entonces los ojos de él bajaron hacía el piso de madera de la plataforma y Sakura, con su estómago constriñéndose en un nudo, siguió su mirada. Lo que vio la hizo chillar y subir rápidamente al único caballo libre. Humo espeso había envuelto la base del juego y dentro de las grises profundidades brasas brillantes pronto estallaron en flamas.

Horrorizada, miró a la niña, quien reía con alegría, sin mostrar miedo alguno del fuego ardiendo debajo de ellos.

—¡Sabía que subiría, Señorita! ¿No es divertido?

No. No lo era. Sakura sintió que estaba atrapada en una horrible pesadilla, pero sin importar cuanto se pellizcara, no lograba despertarse.

Ahora estás en mi territorio, una voz desconocida, tan suave como terciopelo, habló dentro de su mente. Ella giró su cabeza, tratando de localizar de nuevo al chico de negro, pero el juego había empezado a acelerar y los caballos comenzaron a elevarse a alturas imposibles. Pronto, el carrusel se movía increíblemente rápido, enviando el cabello de Sakura hacía su rostro, y entonces todo comenzó a volverse borroso a su alrededor. Se aferró con todas sus fuerzas, sollozándole a su madre que lo lamentaba. Jamás debió haber salido en su bicicleta cuando anocheció.

La inestable sacudida del caballo fue su única advertencia antes de que el tubo se separara abruptamente de su hendidura, enviándola al fuego debajo mientras ella gritaba.

Solo que las flamas no la tocaron. Cayó a un vacío, tan negro como la noche, tan oscuro como los ojos del chico del carrusel. Por poco tiempo, su cuerpo pareció flotar, suspendido en el aire, hasta que sus pies tocaron el suelo de nuevo. Temblando y abrazándose a sí misma en un vano intento por calmar sus nervios, Sakura se enderezó para ver en la oscuridad. Pero era imposible distinguir algo.

Sin advertencia, una luz la iluminó desde arriba. Entrecerrando los ojos, Sakura miró arriba y notó que la luz brillaba muy lejos sobre su cabeza. Se sintió extrañamente expuesta y vulnerable debajo del cegador brillo. A su alrededor todo era vacío, nada más que niebla y sombras. Con un suspiro inseguro, cerró sus ojos y trató de hacer una plegaria, uniendo sus manos y esperando un milagro. Esperando que estuviera atrapada en una horrible pesadilla en lugar de una terrible realidad a la que de alguna forma había entrado.

Levantó su cabeza y despacio abrió sus ojos. Nada había cambiado alrededor. El repentino sonido de música rodeándola casi la hizo saltar del susto. Reconoció la melodía.

La canción del carrusel.

Sakura dejó escapar un sollozo ahogado. ¿Qué estaba pasando?

Miró a su alrededor una y otra vez como si fuera una bailarina en una caja de música, esperando que algo saltara desde los límites iluminados en cualquier momento.

En silencio y despacio, el chico de negro salió de entre las sombras. Sakura sintió sus piernas volverse gelatina conforme él avanzaba en su dirección, con toda la gracia de un depredador mortal. Sakura, congelada donde estaba debido a la intensidad de su mirada, se sintió temerosa como si ella fuera una presa indefensa y acorralada. De alguna forma sabía, sin siquiera intentarlo, que huir de él sería tonto, un desperdicio de energía. Él lucía como alguien con la habilidad de atraparla antes de que siquiera lograra dar un paso.

—¿Quién… Quién eres? —su voz, en un patético gemido, titubeó precariamente conforme el chico del carrusel comenzó a dar vueltas a su alrededor, como un cazador cerrándose para el golpe final. Sakura estaba temblando tan violentamente que apenas podía pensar. ¿Realmente quería saber su identidad?

En respuesta, una mano fría tomó su brazo y ella se giró rápido para encararlo. Él la jaló para acercarla, su mirada como obsidiana atrayéndola, y le tomó un momento a la abrumada mente de Sakura el entender qué estaba pasando. Y cuando lo hizo, sus pies estaban moviéndose en perfecta sincronía con su vals, como si ella supiera los pasos exactos para el baile que él había escogido compartir con ella. Su madre le había enseñado a bailar vals, pero no había tenido un compañero humano en años. No había forma de que ella hubiera anticipado los pasos correctos de la melodía. Pero su cuerpo parecía estarse moviendo automáticamente, más allá del control de su cerebro.

La música tenía un efecto extraño en ella. En lugar de intentar separarse de él como sabía debía hacerlo, Sakura se relajó en su agarre. Ojos como la media noche la miraban ausentes bajo la barrera de una aristocrática nariz mientras el extraño mantenía una postura perfecta y regia. Bailaron tranquilamente a través del espacio, dejando la luz y entrando a la oscuridad de las sombras.

Preguntaste quién soy, la voz en su mente era sensual y comandaba su inmediata atención. Un escalofrío recorrió su columna y Sakura abrió los ojos sin saber en qué momento los había cerrado. El chico del carrusel, de alguna forma, se comunicaba con ella sin abrir la boca. Ella exhaló temblorosamente, al mismo tiempo que él la giraba y después la atraía nuevamente hacía su cuerpo. Dejaron de bailar y la respiración de Sakura se detuvo cuando los labios del chico de negro se acercaron a su rostro.

Ay, Dios, su corazón latió erráticamente dentro de ella.

Va a besarme…

Pero no lo hizo. Ella sintió la calidez de su respiración justo arriba de su oreja derecha al momento en el que él susurró en su mente, me conocerás pronto.

Las manos que rodeaban sus brazos se retiraron, las yemas de los dedos tocando a lo largo de su piel, dejando sensaciones a su paso. El extraño retrocedió hacía la niebla negra, pareciendo fundirse en ella y Sakura se quedó sola otra vez, preguntándose si había imaginado bailar con él. Pero su oreja derecha aún cosquilleaba, y supo que no había sido su imaginación.

La luz arriba de ella titiló antes de apagarse. Ella miró, alarmada, cuando de repente el suelo desapareció bajo sus pies, haciéndola caer al infinito abismo mientras gritaba. Conforme caía, una fuerza invisible la tomó con fuerza de los hombros, sacudiéndola violentamente.

—¡Sakura! —su nombre sonaba ruidosamente a su alrededor, repitiéndose una y otra vez.

No, pensó histéricamente, tratando de quitarse de encima esa opresión. No, ¡déjame ir!

Sintió algo ligero rozar su mejilla, una pequeña y fría caricia. Una sola palabra fue mencionada en su mente y, de alguna forma, la escuchó más claramente que a la voz que resonaba a su alrededor.

Despierta.

Su mente desorientada no entendió la orden, pero en el momento en que fue emitida, sintió un violento jalón, como si su alma hubiera sido arrastrada desde dentro de ella, de nuevo hacia arriba a través del vacío.

—¡Sakura!

Con un jadeo sin aire, los ojos de Sakura se abrieron para encontrar la atormentada mirada de su madre. Su corazón latió sin control dentro de ella y por unos segundos, no pudo hablar. Las manos de su madre sobre sus hombros se relajaron, pero no la soltaron. Ojos color miel, oscurecidos por la preocupación, la miraron atentamente en silencio.

—¿Ma… Madre? —Sakura logró decir un tanto adormilada. Su cabeza dolía y se sentía demasiado sedienta. Su madre pareció saber que necesitaba agua, tal como siempre sabía cuando su hija requería algo, y le alcanzó el vaso junto a la mesita de noche de su habitación. Se sentaron en silencio mientras ella tomaba el frío y restaurador líquido. Pronto, su corazón se calmó y su cabeza se aclaró lo suficiente como para encontrarse con la mirada cuestionante de su madre. Aún estaba vestida con su ropa de calle, haciendo que Sakura se preguntará cuándo había llegado a casa.

—¿Qué hora es? —preguntó, regresándole el vaso.

—Apenas las dos —su madre respondió. Después de una breve pausa, añadió—. Sakura, regresé hace tres horas y te encontré dormida en el sofá y la comida quemada en la estufa, ¿qué pasó?

Sakura la miró mientras luchaba por recordar. ¿Qué había pasado? Despacio, la información requerida saltaba a través de la confusión en su mente. Ino la había llevado a casa, y después de tomar una ducha, bajó las escaleras para prepararse algo de comer. Había puesto música y había estado bailando con ella, cuando… frunció el ceño conforme su cerebro se volvió una hoja en blanco. ¿Cuándo… qué? No podía recordar nada después de eso.

—Yo —sacudió su cabeza despacio—, debí quedarme dormida… —su voz se apagó con confusión. Era la única explicación posible, la emoción del día debió haberla agotado de tal forma que había colapsado de cansancio. Pero su madre lucía igual de perpleja. No podía entender como su hija pudo haberse dormido tan profundamente con la música tan escandalosa a volumen ensordecedor cerca de ella. Se estiró, colocando el dorso de su mano con suavidad sobre la frente de Sakura.

—No pareces tener fiebre —remarcó—, pero estabas teniendo una pesadilla. ¿Recuerdas de qué trató?

Una vez más, Sakura la miró con confusión.

—Yo no… —dudó—. No recuerdo haber tenido una pesadilla.

—Sakura —su madre se inclinó, poniendo sus manos firmemente sobre sus hombros otra vez. Mirandola directo a los ojos, le insistió—. Por favor, intenta.

Sakura buscó en su mente, pero no pudo recordar nada. Sus pensamientos se sintieron extrañamente esparcidos y vacíos, como si estuviera olvidando algo, algo importante, pero ni con el mayor esfuerzo podía recordar qué era.

—Lo siento, madre —levantó la mano hacía su frente—. Me duele la cabeza— se quejó.

Las facciones de su madre se suavizaron. Puso su mano en la cabeza de Sakura y acarició su cabello con ternura. Sakura sintió algo de la tensión desvanecerse. Era curioso, pensó sin querer, como el toque de su madre siempre la envolvía en una instantánea manta de seguridad y confianza.

—No te preocupes —la voz firme de su madre le aseguró mientras ella se volvía a acomodar en la cama—. Estoy aquí, descansa.

Los dedos en su cabeza eran reconfortantes. Pronto, el dolor se fue y una increíble sensación de bienestar se cernió sobre ella. Envolviéndose en la sensación, cerró sus ojos nuevamente.

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Él desvió su mirada hacía el azulejo negro del piso mientras su mano se alejaba del orbe. Visitarla en el reino del sueño había sido un error. Lo había sabido en el momento en que su mente había rozado la de ella. Un fuego lo recorrió con tan solo la imagen de haber sujetado a la Sakura del sueño en sus brazos. Casi había olvidado que era una fantasía. Casi se sintió real.

Casi.

Ella no recordaría nada, claro está. Ella solo podría recordar si él lo deseaba. Tal vez, cuando estuviera fuera del alcance de esa maldita mujer que ahora la veía de manera tan protectora, él le permitiría a Sakura recolectar fragmentos del sueño. Era tan solo justo que él la torturara en sus pensamientos como compensación de los años de tormento que ella había infringido sobre su mente.

Había preguntado quién era. La dulce e inocente Sakura no tenía idea de quién o lo que él era, lo que era capaz de hacer. Lo que tenía intención de hacerle una vez que la tuviera atrapada en la oscuridad de su mundo. Un deseo profundo lo carcomió por dentro y él exhaló lentamente, sus ojos elevándose para fijarse en las tenues figuras que se habían materializado junto a las puertas de ónix arqueadas que llevaban a la habitación cuadrada que contenía el orbe negro. Dos figuras femeninas, con curvas, alas y una mirada salvaje deseosa de complacerlo, habían atendido a su llamado.

No más errores. El juró que tomaría a Sakura al día siguiente. Sin importar el costo, las bajas o las consecuencias; no permitiría que nada ni nadie más se interpusiera en su camino. Y para cualquier tonto que se atreviera a interferir con su voluntad de nuevo, la muerte caería sobre él rápidamente y sin misericordia.

Él miró a los brillantes ojos de la arpía más alta, quien inclinó su cabeza lavanda hacía él y le ofreció una sonrisa coqueta.

—¿Cuál es su necesidad, Gran Dios?

Él miró a cada una fijamente a los ojos, antes de responder secamente.

—Es momento de que ustedes paguen su deuda.

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Él había estado tranquilo ocupándose de sus asuntos, como siempre, cuando el teléfono en la mesa a su lado sonó. Lo ignoró al principio, sus ojos pegados a las palabras en la página que estaba leyendo. Cuando siguió sonando con insistencia, dirigió una desinteresada mirada a la pantalla del teléfono.

Tsunade. Levantó una de sus cejas con sorpresa al nombre en el identificador de llamadas, antes de tomar el teléfono de la mesa.

—Hey —saludó casualmente.

—Kakashi —la voz del otro lado de la línea habló. Él instantáneamente reconoció el tono y sin muchas ganas bajó su libro.

—¿Qué sucedió?

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Cuando Sakura abrió los ojos, la luz del sol estaba entrando a la habitación a través de un espacio entre las cortinas y un delicioso aroma estaba colándose por la puerta abierta. Con su estómago gruñendo, se sentó, girando para ver la hora. 7:00 am, le informó su reloj.

Escuchó pasos acolchonados caminando por el pasillo, y levantó la mirada al mismo tiempo que su madre entró, sosteniendo una bandeja con el desayuno. Sakura sintió una oleada de calidez, era algo raro ver a su madre en las mañanas, pero era más raro que se sentaran a desayunar juntas. Pero ella nunca se lo reprochaba. Después de todo, su madre era una muy exitosa mujer de negocios, que trabajaba para mantener vidas. Algo que Sakura desesperadamente esperaba que pudiera hacer, aunque fuera la mitad de bien, algún día.

—Buenos días, Sakura —su madre saludó, dándole un pequeño beso en la cabeza. Su largo cabello rubio estaba atado a su espalda en una cola de caballo y todavía estaba vestida con su bata de seda. La esperanza se despertó en Sakura.

—Buenos días, madre. ¿Tienes el día libre?

—Sí —su madre asintió. Entonces notó la mirada hambrienta que Sakura le daba a la bandeja y, divertida, se la tendió—. ¿Imagino que tienes hambre?

Sakura aceptó la bandeja con gratitud, su boca haciéndose agua con solo ver el tradicional desayuno que ella, en su prisa por salir en las mañanas, elegía saltarse del todo. Sopa miso y arroz al vapor las miraban tentadoramente desde la bandeja a ella y a su madre, quien había abierto las cortinas para permitir que la gloriosa la luz del sol entrará, mientras la veía comer con ansias.

—¿Dormiste bien?

Sakura estaba tan hambrienta que olvidó tragar su bocado antes de contestar.

—Sí, gracias —dándose cuenta de sus malos modales, cubrió su boca y miró a su madre disculpándose, quien tan solo le ofreció una sonrisa comprensiva.

—Que bien —su madre dijo y pausó, antes de añadir—. Puedes descansar en casa hoy.

Sakura parpadeó sus grandes ojos verdes. Sintió un poco de culpa, pues a pesar de estar encantada de ver a su madre y pasar tiempo con ella, esperaba que la hermosa mujer observándola no se hubiera tomado el día solo para cuidarla, aun cuando sabía que esa era precisamente la razón. Sacudiendo la cabeza, respondió.

—Estoy bien. Tengo un trabajo de Literatura que entregar en el segundo periodo, no puedo faltar al colegio hoy.

—Te llevaré cuando inicie el segundo periodo —su madre respondió con firmeza.

Sakura tragó su comida, moviendo la cabeza otra vez.

—En serio, madre, estoy bien. Solo estaba algo cansada anoche. Y no puedo darme el lujo de faltar a ninguna clase, tenemos exámenes en dos meses y necesito entrar a esa Universidad. Ino estará aquí a las ocho. Ella me traerá de vuelta también.

Su madre aún no lucía convencida, pero Sakura podía sentir que su determinación dudaba. Finalmente, ella habló.

—¿A qué hora termina tu última clase?

—4:20 —Sakura respondió.

—Te quiero de regreso a casa a más tardar a las cinco.

—Vendré directamente aquí —Sakura prometió mientras asentía con la cabeza. Su madre pareció satisfecha.

—En ese caso —dijo, tomando la silla del tocador y colocándola al lado de la cama de Sakura para luego tomar su propio tazón de sopa—. ¿Cómo estuvo el Festival?

Recuerdos de la tarde previa llenaron vívidamente la cabeza de Sakura.

—Oh, ¡fue increíble! —respondió sonriendo—. Era aún más grande que la del año pasado. También tenían nuevas atracciones, como "el camino movedizo," Ino se calló siete veces —soltó pequeñas risitas—. Yo solo me caí dos —agregó en tono triunfante, mirando a su madre y buscando su aprobación. Ella le guiñó el ojo, como diciendo, por supuesto que superaste a Ino. Eres mi hija. Al menos, eso es lo que Sakura esperaba que significara—. Oh, y una galería de tiro "gánalo para ella," Shikamaru y Naruto lo hicieron.

Su madre resopló, nada impresionada. Siempre había considerado menos a los hombres.

—¿Para quién dispararon?

—Shikamaru para Ino, y Naruto para Hinata.

Las delgadas cejas de su madre se elevaron.

—¿Hinata? —repitió, luciendo sorprendida.

—Lucen tan lindos juntos —Sakura sonrió, luego parpadeó y se corrigió—. Bueno, no están juntos exactamente aún, pero creó que ella podría gustarle…

Una breve e indescifrable mirada paso por el rostro de su madre. Pasó en un instante conforme ella preguntaba casualmente.

—¿Y tú?, ¿conociste a algún chico?

—No, no —Sakura se rio nerviosa— Yo no.

—Sakura… —su madre elevó una ceja en su dirección. Su hija siempre había sido una pésima mentirosa.

—Bu…bueno —se corrigió—. Hubo un chico que me dio una paloma en una jaula. La liberé. Probablemente no volveré a verlo, él esta en la Universidad… —su voz se fue apagando conforme recordó al chico misterioso que había encontrado en el carrusel. ¿Debería mencionarle ese apuesto extraño a su madre? Abrió su boca para hacerlo, pero su madre ya estaba hablando.

—Ya habrá suficiente tiempo para muchachos —dijo, agitando su mano para no darle importancia. Es lo que siempre decía cuando quería que Sakura se olvidara de alguien a quien consideraba poco valioso como para seguir pensándolo. La verdad, normalmente eran chicos.

—Sí —Sakura respondió en voz baja, su mirada regresando a los platos del desayuno ahora vacíos sobre la bandeja. Por alguna razón, la memoria de ojos oscuros e intensos llegó a su mente.

—Bien —su madre habló después de una pausa, levantándose para retirarle la bandeja—. Más vale que te apresures.

Sakura le agradeció mientras ella salía de la habitación, después empujó las mantas. Estirando sus brazos sobre su cabeza, le sonrió al cielo soleado. Hoy sería un buen día, simplemente lo sabía.

Después de 20 minutos, Sakura estaba de pie estudiando su reflejo frente al espejo. No estaba usando su combinación normal de pantalones y una playera, y se sentía algo insegura conforme miraba el conjunto que había tenido que buscar en las profundidades de su armario, una blusa verde pálida de manga corta con olanes, que combinaba con sus ojos, y una femenina y suelta falda color crema que llegaba justo arriba de sus rodillas. Colocándose sus zapatos bajos de suave color verde, Sakura comenzó a levantar su cabello sobre su cabeza. No, frunció el ceño, acomodando su cabello de nueva cuenta. Dejar sus rizos corales sueltos le quedaba mejor a su atuendo.

Tal vez debería cambiarme a lo que normalmente uso, consideró, pero el sonido del timbre le informó que ya era muy tarde para eso, Ino había llegado. Mostrándole la lengua a su reflejo, tomó su bolso, la pila de libros que había querido regresar a la biblioteca una semana antes y un cárdigan crema; después bajó las escaleras.

—¡Señora Haruno! —escuchó a Ino exclamar con sorpresa cuando su madre abrió la puerta—. ¡Wow, es bueno verla!, ¡se ve increíble!

Sonriendo, Sakura saltó los últimos escalones y se unió a ellas en la puerta. Ino siempre desvariaba acerca de lo formidable e impresionante que su madre era, y siempre la bañaba con cumplidos cuando llegaba a verla.

—¡Sakura! —los ojos de Ino se agrandaron con admiración al mirar a su amiga—. ¿Sin pantalones?, ¿dos días seguidos?, ¿estamos estableciendo algún récord?

Sakura lanzó risitas. Sintiendo los ojos de su madre sobre ella, se giró para mirarla con adoración.

—¿Noche de película cuando regrese? —preguntó esperanzada.

La expresión de su madre se suavizó y asintió mientras la alcanzaba para recorrer su brillante cabello con sus dedos.

—Recuerda, tienes que estar aquí a las cinco en punto.

Sakura se alegró y le dio un beso a la mejilla perfumada de su madre. Después salió por la puerta.

—Ino —la madre de Sakura la llamó, justo cuando Ino iba a despedirse—. ¿Puedo hablar un momento contigo?

—Claro, Señora Haruno —Ino respondió, para después dirigirse a Sakura que ya estaba dentro del auto—. ¡Dame un segundo, frentona!

La madre de Sakura se concentró a los ojos azules de Ino con firmeza.

—Tu trajiste a Sakura aquí después del festival, ¿correcto?

—Sí —Ino asintió.

—¿Estaba bien?

—Estaba bien, ¿por qué? —Ino parpadeó con confusión.

La madre de Sakura miró de reojo a su hija sentada en el asiento del copiloto, ocupada con el radio.

—Sakura estaba… indispuesta, anoche. Por favor mantente atenta hoy.

Ino se giró para mirar también a Sakura. Después, regresando su atención a la madre de su mejor amiga, sonrió.

—No se preocupe, señora Haruno. La cuidaré.

—Prométeme —La madre de Sakura dijo, su rostro y tono de voz se volvieron severos de pronto, tanto que los labios de Ino se separaron de la sorpresa—. Prométeme que no la perderás de vista en todo el día.

Ino sacudió la cabeza y necesitó varios intentos para poder hablar. La fiereza que había observado en los ojos de la mujer la hizo saltar por dentro.

—Claro, lo… Lo prometo —dijo con algo de inseguridad—. ¿Está todo bien señora Haruno?

—Sí, bien —la madre de Sakura le restó importancia, agitando su mano—. Váyanse o llegarán tarde.

Ino asintió, dudo por solo un momento antes de girarse para ir a su auto.

—¡Adiós, madre! —Sakura agito su brazo, luciendo alegre conforme Ino encendía el motor y comenzaba a dar un giro en U—. ¡Te amo!

Su madre sonrió y regresó el gesto, mirando como el auto desaparecía al final de la calle.

—También te amo, niña —respondió en silencio—. Más de lo que puedes imaginar.

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Fue una agradable sorpresa que Naruto estuviera esperándolas en el lugar de estacionamiento que ocupaba normalmente.

—Hey, Naruto —ella sonrió mientras salía del auto de Ino—. ¿Qué haces aquí tan temprano?

—Eh, estaba por aquí así que… déjame cargar eso por ti, Sakura-chan —Naruto sonrió y respondió. Rápidamente tomó los libros que ella llevaba en sus brazos. Sakura parpadeó en su dirección antes de agradecerle.

Caminaron hacía el edificio principal, tomando el corredor que los llevaría a la biblioteca del colegio.

—Ugh, ¿qué le pasa a Tenten? —Ino frunció el ceño, colocando su teléfono en su oreja conforme llegaron a las puertas giratorias justo fuera del área de estudio—. ¡Sigue llamando y colgando!

—Probablemente se quedó sin saldo de llamada —Sakura sugirió.

—Como si a mí me quedara algo —Ino se quejó, luciendo ofendida por esa injusticia. Sakura puso sus ojos en blanco como respuesta. Era culpa de Ino que siempre hablara tanto.

—Regreso enseguida —le informó y la rubia asintió, mirándola entrar a la biblioteca. Sakura se unió a la corta fila para regresar artículos y comenzó a buscar su credencial de estudiante.

—¿Sakura-chan? —Naruto preguntó mientras ella buscaba dentro de los contenidos de su bolso.

—¿Mmm? —ella respondió distraída.

—¿Te… te sientes bien hoy?

Elevó su mirada para encontrar la de él. Sus ojos eran de un tono azul más oscuro de lo normal, dando a entender su preocupación. Sakura elevó sus cejas. Ino le había preguntado lo mismo en el auto. Sospechosamente, frunció el ceño.

—¿Han hablado con mi madre todos ustedes o algo así?

Los ojos de Naruto se agrandaron y sacudió su cabeza con velocidad.

—¡N… No! ¿Por qué hablaría con tu…?, es sólo… sólo que… —él balbuceó, pero al igual que Sakura, Naruto siempre tenía la honestidad pegada a la cara, era un pésimo mentiroso.

Sakura inhaló profundamente. Su preocupada madre probablemente les había dicho a sus amigos que estuvieran pendientes de ella ese día, siendo típicamente sobreprotectora, como siempre.

¿No te cansas nunca de ser vigilada?, una voz susurró en su mente. ¿No desearías poder… escapar?

De repente tuvo una fuerte sensación de un deja vu, como si hubiera tenido ese mismo pensamiento en algún momento. Pero no pudo recordar cuando. Su mente estaba extrañamente en blanco.

—¿Sakura-chan? —Naruto estaba mirándola con grandes ojos—. ¿Qué pasa?, ¿estás…?

—Estoy bien —Sakura sacudió la cabeza y le aseguró—. En serio. No tienes que preocuparte por mí, ¿sabes?

Naruto le ofreció una sonrisa ligera y Sakura se alejó de él, tratando de no hacerle mucho caso a la duda que vio en sus ojos. Al pasar a escanear y regresar sus libros, consideró lo que su madre pudo haberles dicho a Naruto e Ino.

"Sakura no estaba bien, por favor protéjanla," "cuiden a Sakura hoy. Estaba enferma."

Sakura frunció el ceño ligeramente. Sabía que su madre tenía buenas intenciones, pero la verdad era que no había estado enferma. Estuvo perfectamente. No había necesidad de hacer un escándalo por nada. A veces sentía que la aislaban un poco de más.

¿A quién engaño?, se dijo a sí misma. Siempre sentía que la gente (su madre en especial) estaban tratando de envolverla en algodón. Naruto trató de conversar casualmente mientras volvían con Ino afuera de la biblioteca, pero los pensamientos de Sakura estaban en otro lado. Estaba comenzando a recordar cosas de pronto… imágenes que no podía identificar. Caminaron a la clase de Biología, donde Naruto las dejó y ella entró al laboratorio, donde notó de inmediato que Sai no estaba.

Sakura no sabía por qué se sentía decepcionada. Tal vez era porque secretamente había esperado verlo y hablar con él. Se sintió mal por la forma en que lo dejó abruptamente el día anterior en el almuerzo. Al sentarse y escuchar a Ino coquetear con Shikamaru, se permitió distraerse al mirar por la ventana abierta.

Música comenzó a navegar por su mente, bloqueando todas las voces a su alrededor. Algo pasó rápido por su memoria, unas manos frías atrapando las suyas. Un cálido aliento sobre su oreja derecha… parpadeó, alarmada de sentir la piel de su oreja cosquillear. ¿Qué le pasaba? Estaba tan preocupada por lo que estaba pasando en su cabeza que apenas notó la poco característica llegada a tiempo de Kakashi, casi no escuchó el cómo empezó a discutir los resultados de la disección, mirando directamente a una culpable Ino mientras lo hacía. Las imágenes flotaban delante de ella… un caballo negro. El collar que siempre usó en su cuello, balanceándose frente a sus ojos. Una bicicleta. Luces. Pero nada se conectaba para formar un recuerdo coherente.

—¿Frentona?, Tierra a frentona. ¡Sakura! —Sakura saltó, sorprendida, cuando Ino le clavó el lápiz en el costado. Se giró para encontrar a su amiga viéndola directamente con la boca abierta—. Dios, ¿qué te pasa hoy? ¡Ni siquiera anotaste nada!

—¿Eh? —le parpadeó tontamente al cuaderno en blanco.

La expresión de Ino estaba entre exasperada e incrédula.

—¡Se acabó la clase!

Los ojos de Sakura volaron al reloj de pared y abrió la boca con asombro. Ino tenía razón. La clase había terminado. Y por primera vez en su vida, Sakura no supo de qué había tratado. Juntó sus cosas y sintió unos ojos sobre ella cuando empujó su banco debajo de la mesa.

Era Kakashi, se dio cuenta con vergüenza, y trató de evitar la mirada interrogante de su maestro. ¿Qué tan desconectada y perdida en sus pensamientos había estado como para no poder recordar de qué había tratado la clase? Sakura se sintió completamente avergonzada. Pero al girarse para seguir a Ino, sus ojos se detuvieron en una figura familiar y su respiración se detuvo. Sai, quien probablemente había llegado tarde, ya que había estado sentado hasta el fondo del laboratorio en lugar del banco habitual, estaba lentamente depositando su cuaderno dentro de su mochila. Lucía más pálido de lo normal (mortalmente pálido) y sus hombros estaban encorvados, como si quisiera pasar lo más inadvertido posible. Sintiendo que estaba siendo observado, sus ojos se elevaron encontrando la tentativa sonrisa de Sakura solo por un momento antes de bajarlos rápidamente y evadirla. Después, antes de que ella pudiera pensar en llamarlo, Sai tomó su mochila y se apresuró a salir. Sakura lo miró boquiabierta. ¿Estaba siendo paranoica o acaso él la había evitado deliberadamente?

—Ah, ¿Sakura? —ella se estremeció y sus ojos se movieron a la izquierda para encontrar a Kakashi mirándola—. ¿Puedo hablar contigo un momento? —Sakura miró a Ino, esperando que su amiga le evitara tener que hacerlo, pero Ino estaba ocupada hablando con Shikamaru y parecía ajena a la necesidad de ayuda de Sakura.

Suspirando, Sakura caminó hacía el escritorio de su maestro al frente del laboratorio.

—Bien, no es que me guste entrometerme —Kakashi dijo, soltando otro de sus típicos suspiros—, pero no pude evitar notar que parecías algo distraída hoy.

Sakura bajó su cabeza con vergüenza.

—Lo siento —se disculpó—. Creo que no dormí bien anoche.

Pero sí lo había hecho, ¿o no? Sin embargo, no podía pensar en otra razón para justificar su distracción. ¿Qué otra cosa podría decirle a Kakashi?, ¿qué había estado demasiado ocupada prestándole atención a las imágenes sin sentido en su cabeza como para concentrarse en la clase que él había dado? Dar tan ridícula explicación terminaría por hacerle ganar una llamada de atención más grande de seguro.

—¿Cómo estuvo el Festival? —el tono de Kakashi cambió, volviéndose más conversacional. Sakura liberó el aire que había contenido, dirigiéndole una clandestina mirada. ¿Estaba molesto con ella?

—Estuvo —respondió, perpleja por el abrupto cambio en la conversación—, bien.

—Lleno de personajes, imagino —le guiñó el ojo.

—Eh, sí… —dijo y entonces le dio una risa nerviosa—. ¿Usted no… no está molesto porque no tomé ninguna nota?

—Todos merecemos un descanso de vez en cuando. Tú incluida —él dijo para evitarle preocupaciones. Mientras Sakura trataba de entender lo que él acababa de decir, el volvió a hablar—. Sakura, ¿está todo bien?

La sospecha se levantó en ella. ¿Kakashi también? No, él tan solo estaba expresando su preocupación por su poca característica falta de atención. Y él la miraba tan atento, tan amable. Haciéndole saber que ella podía hablar con él de lo que fuera que la estuviera molestado, si así lo deseaba. Ella le ofreció una brillante y sincera sonrisa.

—Estoy bien, gracias, señor Hatake.

—Bien, bien, ya puedes irte —su maestro dijo, tratando de no hacer caso a la gratitud expresada. Sakura siguió a Ino y a Shikamaru para salir del lugar. El resto de las clases pasaron sin ningún incidente.

Las extrañas imágenes de la mañana y los recuerdos no específicos no volvieron a molestar a Sakura, afortunadamente, y para cuando su clase final terminó, ella ya se había olvidado de eso. Salió del edificio principal con sus amigos, riendo incontrolablemente debido a las bromas de Naruto y Kiba en el almuerzo.

—¿Le viste la cara a Chouji? —Tenten logró decir entre risas.

—Cuando Kiba se quedó con el último plato de fideos… —Sakura apenas pudo decir.

—Olvídate de Chouji, ¿viste lo preocupado que se vio Naruto? —Ino preguntó y las tres empezaron en una nueva ronda de carcajadas.

Sakura se limpió las lágrimas de risa de los ojos, enderezándose cuando logró ver a Hinata, quién no estaba segura de verse preocupada o entretenida. Sintiendo algo de simpatía por la chica de cabello oscuro, Sakura le dio un pequeño codazo en el costado.

—No te preocupes —le guiño—. Estoy segura de que Naruto no se murió de hambre…

—No mucho —Tenten añadió, sonriendo.

Hinata lanzó un pequeño jadeo ante esa idea.

—Ay, Hinata —Ino puso los ojos en blanco, envolviendo sus brazos alrededor de sus hombros y apretándola con afecto—. Eres tan adorable.

—Hay entrenamiento hoy —Tenten les recordó, refiriéndose a la práctica de deportes—. Vienen a ver al equipo, ¿verdad?

—Tú solo vas a ver entrenar a Neji —Ino dijo, haciendo que su amiga castaña se ruborizara.

—¡Claro que no! —reclamó a la defensiva—. ¡Pero sería divertido estar ahí!

—Sí, claro —Ino sonrió. Entonces, de manera seria, dijo—. Lo siento, no podemos quedarnos hoy. La princesa frentona tiene que estar en casa a las cinco, y yo tengo una cita con mi estilista a las 5:30. ¿Tal vez Hinata pueda?

—Oh, lo… lo siento —Hinata tartamudeó disculpándose, secretamente lamentando perder una oportunidad de ver a Naruto entrenar—, pero tengo que trabajar en un ensayo.

—Bien —Tenten bufó mientras se acercaban al auto estacionado—. Me voy al campo de entrenamiento entonces. ¡Las veo luego aburridas!

—¡Diviértete viéndole el trasero a Neji! —Ino dijo en voz alta conforme ella se iba, haciendo que Sakura colocara su palma sobre su boca en un desesperado intento de ocultar su risa, mientras que Hinata se ruborizaba por completo. Una Tenten con el rostro escarlata logró dar cinco pases lejos de ellas, giró y le dirigió un puño amenazador a una Ino risueña.

—Eres tan mala, Ino— Sakura jadeó conforme tomaba el asiento del copiloto en el coche de su mejor amiga. Ino se puso el cinturón de seguridad y sonrió.

—¿No por eso me adoras? —le guiñó un ojo.

—Ay, supéralo, cerda— Sakura bromeó con afecto.

—Solo si tú me superas primero —Ino respondió mientras salía del estacionamiento. Sakura encendió el radio y comenzaron a cantar una canción popular que estaba siendo transmitida. Al menos, dos de ellas cantaban. Hinata estaba sentada en silencio, contenta de escucharlas.

Sakura volteó a ver su reloj, 4:39 pm, tenía tiempo suficiente para llegar a casa. Sonrió ante la idea de poder pasar una noche con su madre. ¿Qué película verían primero? Podrían compartir los deliciosos dangos que ella no se había podido terminar el día anterior. La boca de Sakura se hizo agua de tan solo pensar en los dulces. No podía esperar para llegar a casa y ponerse al día con su madre sobre sus diferentes anécdotas.

Ino dio vuelta en la esquina a la derecha, lo que llevaba al camino principal, e inmediatamente su pie pisó el freno, causando que el auto frenara de golpe.

—¡Tiene que ser una broma! —Ino chilló, mirando con consternación a la larga línea de coches parados a lo largo de toda la calle. La expresión de Sakura fue la misma que la de su amiga conforme sus ojos siguieron toda la extensión del tráfico. La gente estaba tocando la bocina y bajando sus ventanas, levantando puños molestos. Sakura incluso vio a un hombre dejando su auto por completo para saber qué estaba pasando al frente.

—¿Qué pasó? —Hinata preguntó en voz baja, estirándose para ver más allá del hombro de sus amigas.

—Un embotellamiento. No hay forma de que salgamos de aquí por al menos una hora— Ino respondió con molestia. El auto detrás de ellas tocaba la bocina con impaciencia e Ino comenzó a dar una vuelta en U como respuesta—. De ninguna manera voy a perder mi cita.

—¿Por dónde vamos a ir? —Sakura preguntó mientras Ino aceleraba en la dirección de la que habían venido.

—Un camino que mi papá me enseñó una vez.

—¿Una? —Sakura dijo con duda.

—¡Relájate, frentona! Está en el navegador —Ino dio un golpecito con el dedo mostrando una perfecta manicura a la pantalla iluminada del navegador digital en el tablero—. Nos tomará un poco más de lo usual, pero es mejor que estar atoradas en ese desastre.

Encogiéndose de hombros, Sakura se acomodó en su asiento. Pronto, el navegador comenzó a guiarlas por caminos que no le eran familiares. Las calles se volvieron cada vez más angostas, hasta que se encontraron recorriendo por las afueras de un pequeño bosque.

—¿Pero qué rayos? —Ino exclamó mientras el navegador les indicaba que continuaran de frente—. No recuerdo estos árboles. ¿Qué le pasa a este pedazo de basura? —ella comenzó a tocar el dispositivo, intentando revisar de nuevo la dirección.

Los ojos de Sakura se movieron a su reloj, 4:55 pm. En definitivo iba a llegar tarde. Tomando su teléfono del bolso, pulsó la tecla del número de su madre y espero a que contestara.

—¿Dónde estás? —su madre respondió al segundo tono. Ningún hola, o cómo estás. Tan solo dónde estás.

—Hola, madre —Sakura saludó—. Estoy con Ino y Hinata. El camino que tomamos normalmente estaba lleno de autos, así que Ino nos está llevando por un… —le dirigió una mirada un tanto molesta a su amiga antes de añadir— atajo.

—¿Cuánto más les tomará?

—Dile que llegaremos en 20 minutos —Ino respondió ausentemente, tocando la pantalla del navegador otra vez—. ¿Por qué esta cosa no responde?

—Unos 20 minutos —Sakura respondió, esperando la nada feliz reacción de su madre. Cuando sólo hubo silencio, se apresuró a añadir—. Lo siento, sé que te prometí llegar a las cinco, pero…

—Esta bien —la voz calmada de su madre respondió—. Solo regresa a salvo. Llámame si vas a llegar más tarde, iré a encontrarte en algún punto.

Sakura asintió y colgó, dejando escapar un suspiro de alivio.

—¿Qué pasa? —Sakura preguntó en cuanto notó que Ino le fruncía el ceño al tablero.

—¡Es esta cosa estúpida! —Ino chilló, retirando sus ojos del camino por un momento—. ¡Sigue diciéndome que de vuelta a la derecha, pero no hay una derecha! Esto tiene que estar mal. Voy a regresar… —dejó de hablar cuando el auto de pronto saltó, enviándola hacía la izquierda, con el volante girando tan violentamente que Ino casi pierde el control. Las chicas gritaron temiendo lo peor, cuando el auto se estampó con algo del lado de Ino. Después de quedar inestable, se detuvo por completo.

—Maldición —Ino dijo, sus ojos azules bien abiertos y mirando con horror. Tragando con dificultad, logró hablar de nuevo—. ¿Están bien las dos?

—¿Pero qué rayos, Ino? — Sakura dejó escapar el aire que contenía, su corazón latiendo incontrolablemente dentro de ella. Por un horrible momento, pensó que cuando el auto giró a la izquierda iba a volcarse. Sin contar que el cinturón de seguridad se había clavado en su abdomen, estaba agitada pero sin heridas.

—¿Qué… qué pasó? —Hinata habló desde atrás.

—No sé… tal vez le pegué a algo —Ino abrió la puerta y bajó. Buscó cuál había sido el daño y gruñó—. ¡Oh, mi pobre bebé!, ¡mi papá va a estar tan enojado!

Sakura salió también, seguida de Hinata. Rodearon el auto para notar que el lado derecho del auto había caído en una pequeña zanja. Como si eso no fuera lo suficientemente malo, la llanta delantera había explotado de alguna forma debido al impacto.

Las manos de Sakura volaron a sus mejillas conforme observó el daño con ojos horrorizados.

—¡Ay no! —exclamó con consternación, notando que iba a llegar mucho más tarde de 20 minutos. ¡Mi madre va a matarme!

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Sus palabras hicieron eco dentro del orbe. Él sonrió maliciosamente por la ironía de su comentario. No era su madre a quien debería temer.

Estaba sola en compañía de otras dos mujeres que no podían protegerla, varada en un bosque desconocido, lejos de cualquier ayuda. Estaba prácticamente indefensa.

Tal vez las Moiras, después de infringirle siglos de injusticias, estaban por fin de su lado.

—Amo —dos voces infantiles hablaron al unísono. Él no necesitó girar para saber que las arpías habían tomado la forma que él había elegido.

—Vayan —dijo sin retirar los ojos de Sakura.

Con un gran aleteo, las arpías se desvanecieron.

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—Esto es genial —Sakura murmuró con sarcasmo. Hasta ahí quedó el llegar temprano a casa. Estaba parcialmente inclinada contra el capó del auto de Ino. Había llamado a su madre otra vez para informarle del nuevo y desafortunado acontecimiento, y esta vez su madre había estado furiosa. "Dame la dirección," le había gritado por teléfono. Sakura estaba casi llorando cuando Ino tomó el teléfono para disculparse, diciendo que había sido su entera culpa y que no estaba segura de dónde estaban, pero que todo estaba bien porque había llamado a su padre y ya estaba en camino, y ella no iba a perder de vista a Sakura.

Sakura frunció el ceño ante esas palabras. Era suficientemente malo que Ino las hubiera dejado varadas para que todavía se refiriera a ella como a una niña. Ahora estaban solo esperando a que el padre de Ino localizara el auto por medio del sistema de rastreo.

—¡Hey, dije que lo sentía! —Ino la miró cuando escuchó las palabras de Sakura—. ¿Crees que yo quería que esto pasara?

Sakura suspiró y frotó su frente con desesperación.

—No, claro que no. Mira, lo siento. Tratemos de estar calmadas.

—Al menos aún hay luz —Hinata intentó confortarlas. Sakura la miró y le sonrió a pesar de su mal humor. Siempre podían contar con Hinata para verle el lado bueno hasta a las peores situaciones.

Volvió a mirar a sus alrededores. Todo lo que había eran árboles jóvenes y delgados, unos que todavía no habían llegado a su primer florecimiento de primavera. Más allá de esos árboles, todo lo que había era un enredo de ramas y maleza. El estrecho camino adelante estaba lleno de pasto y raíces levantadas. No era de sorprenderse que el auto hubiera sido incapaz de recorrer ese pequeño espacio.

Sakura miró al Cielo, inhalando profundamente. Era de un perfecto azul sin nubes, pero otra mirada a su reloj le informó que solo sería de día por tal vez otra hora y media a lo mucho. Se estiró hacía dentro del auto para sacar su bolso y lo abrió buscando algo para comer.

—Hey —dijo al encontrar una manzana y una barra de chocolate—. ¿Alguien tiene hambre? Tengo algunas cosas aquí…

—Creo que tomaré algo de agua —Hinata dijo, moviéndose hacía el asiento trasero para tomar su propio bolso.

El teléfono de Ino sonó y ella lo tomó rápidamente.

—¿Si, Ava? Sí, ya se que dije a las 5:30, sí, lo sé, pero… —tomó una pausa, sus ojos entrecerrándose por la serie de quejas que su estilista estaba diciéndole desde el otro lado de la línea—. Escucha, ¿cuánto te pago? Siempre llego a tiempo. Mi auto quedó atorado en una zanja, ¡una zanja! No trates de actuar como si tuvieras reservado el resto del día, ¡eres mi estilista personal!

Sakura suspiró con pesadez mientras escuchaba los argumentos indignados de su mejor amiga, sus ojos mirando a los árboles frente a ella… cuando un repentino movimiento captó su atención. Se enderezo al instante. ¿Había imaginado ver algo pestañeándole a ella?

Estoy enloqueciendo, pensó, sacudiendo su cabeza. No había nada que ver en la maleza frente a ella.

—¡Te estoy diciendo que mi auto está atorado en una zanja! —Ino estaba gritando por el teléfono de espaldas a Sakura—. ¿Qué?, ¿crees que no te estoy diciendo la verdad?, ¿es en serio? Mira, estoy aquí con otras dos personas… ¡Hinata! —tomó a la sorprendida chica—. ¡Dile a esta mujer imposible donde estamos!

Hinata tembló mientras Ino presionaba el teléfono en su oreja. Escuchó la voz con acento extranjero de la mujer hablar demasiado rápido como para entenderle y trató de tartamudear que Ino tenía razón.

Sakura dio unos pasos, sus ojos abiertos de par en par. No lo había imaginado. Había algo ahí… y cuando se acercó y descubrió qué era, se quedó boquiabierta de la sorpresa. Espiando desde detrás de los árboles había dos niñas, una rubia de ojos azules y otra de cabello rojo con ojos negros. La miraban con incertidumbre, como si estuvieran listas para salir corriendo si ella hacia algo. Sakura dio un vistazo sobre su hombro a donde una ruborizada Hinata y una molesta Ino estaban tratando de calmar a la enojada estilista. Temerosa de asustar a las niñas si llamaba a sus amigas, Sakura avanzó despacio, quedando justo al borde del camino.

—Hola —murmuró. Las niñas la vieron con ojos grandes y curiosos. Tenían dulces facciones y parecían tener entre cinco y seis años, con su cabello ligeramente rizado y narices pecosas. Llevaban el mismo vestido blanco, lindo y con olanes—. ¿Qué están haciendo aquí?

Se preguntó si sus casas estarían cerca. Tenían que estarlo, ¿de qué otra forma habría dos niñas vagando por esa área desolada? Las niñas intercambiaron una mirada insegura y luego una de ellas, la pelirroja, dio unos pasos adelante para acercarse a Sakura.

—¿Sabes qué? No me importa. Quieres ser la estilista de alguien más, ¡adelante! —Ino estaba prácticamente chillándole al teléfono. Sakura miró con atención. Los ojos de la niña eran tan oscuros que parecían no tener pupilas, lo que claro está, era imposible. Su pensamiento fue interrumpido de repente cuando la niña rubia saltó y tomó la correa de su bolsa, tomándola y huyendo hacía la maleza con ella. Su acompañante comenzó a reír y la siguió.

—¡Hey! —Sakura protestó, apresurándose a seguirlas sin pensar en lo que hacía. Sus libros y notas del colegio estaban en ese bolso. No podía darse el lujo de perderlos, no cuando los exámenes estaban tan cerca.

Hinata, quien había escuchado el repentino grito de Sakura, miró en su dirección solo para ver el cabello coral de su amiga desaparecer entre los árboles. Sus labios se abrieron con preocupación y estiró su brazo para jalar con insistencia a Ino.

—¡Y no esperes que te de ninguna buena referencia tampoco! —Ino estaba furiosa—. ¡Era un estúpido corte de cabello!

—I… Ino —Hinata susurró, todavía jalándola.

—¡Sí, así es, buena suerte tratando de encontrar otro cliente! ¿Sabes? Podrías evitarte todo esto si tan solo acordaras… ¿Qué, Hinata? —la rubia giró la cabeza para mirar a su amiga, quien tan solo señaló en la dirección en la que Sakura había desaparecido. Ino miró ahí, con el ceño fruncido y de pronto olvidó la conversación que estaba teniendo. Bajando su teléfono, dijo en voz baja— ¿Sakura…?

Sakura se movió entre los árboles, manteniendo sus ojos en las niñas que estaban riendo mientras corrían delante de ella.

—¡Hey, regrésenlo, por favor! —les gritó, esperando que la educación funcionara. Pero no lo hizo. Las niñas, encantadas con la persecución, tan solo aceleraron, saltando sobre raíces levantadas y aterrizando en rocas con perfecta fluidez. Claramente estaban familiarizadas con el camino que estaban tomando, pero la pobre Sakura no. Ya se encontraba en desventaja y lo sabía. Frustrada, logró pasar por un montón de rocas, apenas evitando tropezar con la rama salida de un árbol. Cuando una raíz sí se interpuso en su recorrido, ella se tambaleó hacía el césped. Las niñas se detuvieron por un momento para balancear el bolso delante de ella.

Sakura se quitó el cabello del rostro y las miró con enojo.

—Aquí está su bolso, señorita —la niña rubia dijo. Su voz era sorpresivamente dulce e inocente para ser ese tipo de malcriada, Sakura pensó.

Resoplando molesta, Sakura cruzó sus brazos sobre su pecho y se tomó el tiempo para recuperarse de la persecución. ¿Por qué a ella? Notó entonces que salir persiguiendo a las niñas no fue precisamente la mejor idea. De seguro ya se había alejado bastante como para poder regresar sin ayuda. Y su teléfono estaba en esa bolsa.

Perfecto.

Pero no iba a ser superada por un par de niñas que eran más de 10 años menores que ella. Un plan comenzó a formularse en su cabeza y elevó su mano, sacudiéndola como restando importancia.

—Adelante, quédensela —les dijo en voz alta—. Nunca me ha gustado ese bolso viejo de todas formas.

Las niñas intercambiaron miradas, como si no se hubieran esperado ese tipo de respuesta.

—Bien, será mejor que regrese —Sakura añadió alegremente, levantándose por fin—. ¡Gracias por el ejercicio! —comenzó a alejarse como si no le importara.

Él observó con atención la escena desarrollándose delante de él. ¿Así que había optado por engañar a sus súbditas en un intento para atraerlas y recuperar su bolso? Astuta. Pero no lo suficiente como para salvarse.

Amo, una de las voces se comunicó con él mostrando incertidumbre. La doncella se marcha, ¿qué debemos hacer?

Está fanfarroneando, respondió cortante. Deténganla.

Sakura apenas había dado unos pasos cuando escuchó un ruido detrás de ella. Se giró para encontrar a las dos niñas acercándose. La rubia se aferró al bolso, luciendo genuinamente apenada.

—Lo siento, señorita —dijo, parpadeando sus grandes y tristes ojos a Sakura—. No queríamos hacerla enojar.

—Sólo estábamos jugando —su acompañante asintió, moviendo la cabeza con entusiasmo.

—Aquí tiene —la pequeña le tendió su bolso—. Lo puede tener de vuelta.

Sakura presionó sus labios. Consideró alejarse de todas formas, o demandar que se la arrojaran si estaban realmente arrepentidas, pero su corazón se derritió cuando miró como sus labios inferiores estaban temblando. Parecían tener miedo y vergüenza, al borde de las lágrimas.

Ino siempre le había dicho que era demasiado sensible.

Suspirando, caminó hacía adelante, aceptando su bolso con su brazo derecho. Sus dedos quedaron a centímetros de tomar el bolso cuando las niñas chillaron con alegría y se giraron para huir de nuevo. Sakura, quién había estado esperando ese truco, se lanzó detrás de ellas. Ellas rieron y se separaron, cada una en una dirección. La gravedad jaló de Sakura, y debido a la velocidad con la que se estaba moviendo le fue imposible evitar el tropezar y caer por el borde de una orilla oculta. Jadeó con miedo mientras rodaba cuesta abajo, antes de aterrizar abruptamente en una acolchonada cama de hojas secas. Por un minuto se quedó tendida, mirando al cielo, desorientada y preguntándose en qué rayos se había metido.

—Auch… —se sentó despacio, arreglando su cabello y quitándole las hojas que habían quedado pegadas. Algo aterrizó de repente con un golpe seco frente a ella y Sakura saltó del susto antes de reconocer que era su bolso. Elevó su rostro para mirar hacía la cima del lugar del que había caído, justo a tiempo para ver como las caras sonrientes de las niñas se desvanecían por el borde. Se estiró y tomó su bolso, aferrándolo a su pecho como si intentara mantenerse calmada.

No entraría en pánico. No lo haría. Tenía que encontrar cómo regresar, de alguna forma. Abriendo su bolso, buscó su teléfono. ¿Dónde estaba? Desesperada, comenzó a vaciar todo el contenido en el suelo frente a ella. Se dio cuenta con una sensación de miedo de que su teléfono no estaba en ningún lugar. Las niñas lo habían tomado, o peor, perdido.

Ay, no.

El corazón de Sakura empezó a latir de manera lenta y poco natural. ¿Cómo es que sus amigas iban a encontrarla ahora?, ¿qué tan tonta era?, ¿qué había estado pensando? La dura realidad era que no había estado pensando en absoluto. Tan solo había querido recuperar sus cosas.

Luchando por mantenerse serena, Sakura metió sus pertenencias de nuevo al bolso y se puso de pie. Los árboles estaban más esparcidos aquí. Tragando con dificultad, caminó sin saber bien en qué dirección estaba moviéndose. ¿Y sí había un lobo en el bosque?, ¿y sí había osos?, ¿o un loco psicópata como en las películas? Con nerviosismo tomó una rama, sujetándola fuerte, pidiendo no tener que usarla.

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—¡Sakura! —Ino gritó, bajando su teléfono. Había intentado llamarla por quinta vez, sin éxito. El teléfono de su mejor amiga sonaba, pero ella no respondía.

—¡Sakura! —Hinata la llamó, sus lindas facciones reflejando su preocupación.

Se adentraron entre los árboles, manteniéndose juntas, sus ojos buscando por todo el lugar esperando ver la cabeza rosa tan familiar. El corazón de Ino latía fuerte dentro de ella, y luchó por controlar su creciente pánico. Le había prometido a la madre de Sakura que no la perdería de vista. Lo había prometido. Y ahora ahí estaba, buscando frenéticamente a su amiga perdida, porque había sido tan estúpida y ególatra como para estar discutiendo con su estilista por teléfono…

Por favor, Ino pidió en silencio. Por favor que estés bien, Sakura.

—No… no la veo —Hinata exclamó sin aliento. Ino detectó un ligero tono de alarma en la voz de la chica y trató de mantenerse a sí misma en calma. Pero era imposible cuando consideraba lo que podía estar acechando en el bosque. Sakura era tan delgada, tan vulnerable. Si alguien la atacaba, no tendría oportunidad.

—Por Dios, ¿dónde está? —Ino ahogó un sollozo—. ¡Sakura!

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Después de caminar por el bosque al menos 10 minutos y no encontrar la manera de volver a subir, Sakura estaba peligrosamente cerca de las lágrimas.

No llores, se dijo molesta. Ya estaba sintiéndose lo suficientemente patética, además, ¿de qué serviría eso? Ella aún seguiría perdida quién sabe dónde, sin sus amigas ni su teléfono…

Su triste pensamiento se vio interrumpido cuando vio un repentino chispazo de color entre el café-grisáceo de los árboles a su izquierda. Parpadeando, se acercó a él. Al acortar distancia, los árboles parecían abrirle camino, revelando una gran y vasta pradera. Sakura quedó boquiabierta y asombrada al detenerse justo antes de entrar a la pradera más verde que había visto en su vida. Era hermoso, lleno de claveles de cada color. Mariposas revoloteaban delicadamente entre las flores y las aves cantaban alegremente sobre su cabeza.

—Oh… —dijo en voz baja, abrumada con una poderosa sensación de deja vu y reconocimiento. Había soñado con ese prado. Y el dibujo de Sai, el que ella se había rehusado a tomar, ¿no había sido parecido?

No se detuvo a pensar en lo que podría significar. Sus pies ya estaban moviéndose hacía adelante. El césped era tan alto que le rozaba las rodillas. Ella extendió sus manos, dejando que las plantas le tocaran las yemas de los dedos mientras miraba a su alrededor maravillada.

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Su corazón comenzó a latir con anticipación. Finalmente, ella había sido atraída al lugar designado y entró al campo. Un prado en el cual él había colocado una ilusión, para engañar sus ojos mortales con vividos colores poco naturales y dulces cantos de aves.

Dejó de ver el orbe, dirigiendo una última orden a las arpías. Retrasen a sus amigas.

Existimos para complacerte, Amo, fue la respuesta susurrada. Él apenas las escuchó conforme salió de su palacio y se detuvo frente a cuatro majestuosos sementales negros. Los temperamentales y salvajes caballos, que le respondían solo a él, estaban parados obedientemente al fondo de los escalones que conducían a los pasillos de su morada.

Miró a cada uno de ellos, dejando saber en silencio cuál era su intención.

Orfneo. Aetón. Nicteo. Alástor.

Necesitarían moverse tan rápido y fugaz como las sombras. No podía arriesgarse a ser visto por nadie. Los sementales bufaron, exhalando humo, como señal de que habían entendido. La rapidez era primordial.

La deidad de la muerte montó su carroza y sus caballos se movieron. Pronto cruzaron la frontera que llevaba al prado y la tierra se abrió bajo la voluntad del dios, revelando un cielo azul.

Elevó su rostro hacía la superficie.

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La pradera parecía extenderse al infinito en todas direcciones. Sakura inhaló profundamente, disfrutando el aroma de césped mezclado con la dulzura de las flores. Encanto y maravilla la habían alejado temporalmente del miedo y la incertidumbre. Sabía que estaría segura dentro de la verde planicie, lejos del siniestro silencio del bosque, al menos hasta que anocheciera. Era tan bonito, una de las obras de arte de la naturaleza. Mientras se adentraba, consideró recoger varias flores al explorar. Tal vez, cuando hubiera terminado, sus amigas, por algún tipo de milagro, la encontrarían. O tal vez si seguía caminando, eventualmente encontraría una casa. Alguien debía vivir cerca de un lugar tan pintoresco.

Comenzó a tomar claveles de diferentes colores, colocando una amarilla en su cabello mientras tomaba las flores y las entrelazaba felizmente. Si tan solo su madre pudiera ver dónde estaba. Bueno, estaría molesta de que se hubiera tardado tanto en llegar, pero cuando se olvidara de eso, Sakura estaba segura de que sabría apreciar la belleza del lugar.

Se sentó en el césped, sus brillantes ojos verdes observando como las mariposas bailaban en el aire frente a ella. Una de color blanco aleteó cerca de su rostro, su ala rozando con suavidad su mejilla y Sakura sonrió ante la inocencia de la caricia.

Oh, si tan solo Ino pudiera ver este lugar también, deseó. Tendrían un concurso para ver quien elaboraba el arreglo más bonito, aunque Sakura sabía que ella ganaría.

Se puso de pie de nuevo y siguió caminando, sus ojos buscando diferentes flores de colores, dejando aquellas que ya había colectado. Entonces su respiración se detuvo de repente, al observar la más hermosa flor que había visto.

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—¡No la encuentro! —Ino lloró histéricamente en el teléfono. Hinata estaba a su lado, luciendo igual de preocupada. Habían buscado en el bosque por al menos 20 minutos y no había rastro de Sakura—. ¡Por Dios, su madre va a matarme!

—Ino —la voz del otro lado de la línea habló racionalmente—. Cálmate. ¿De quién estás hablando?

—¡Sakura! —chilló— ¡No encuentro a Sakura!, ¡tomé un estúpido atajo y mi auto quedó atorado en una zanja y no puedo encontrarla!

—¿Sakura?, ¿perdiste a Sakura…?— la voz de Shikamaru se volvió lejana y la siguiente persona en hablar al oído de Ino fue alguien más.

—Ino —Naruto habló y el corazón de ella saltó ante la poco característica severidad que detectó en su tono—. ¿Dónde estás?

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Sakura estaba en trance. El sol, a pesar de estar muy bajo en el cielo, parecía reflejar los pétalos, haciéndolos brillar radiantemente. La flor cambiaba de rojo a rosa, a durazno, a naranja, amarillo, dorado, verde, azul, violeta, plateado y gris. Deslumbrada, Sakura se movió hacía ella, sin que su mente pudiera comprender como era posible que tuviera tantos colores a la vez. ¿Había encontrado una nueva especie?, ¿quedaría su nombre en los libros de historia como la primera persona en descubrir la flor arcoíris? Porque ese debía ser su nombre. Ningún otro le quedaría. Se hincó frente a ella, estirándose para tocarla, casi con temor. Su dulce esencia era maravillosa, más fragante que cualquier cosa que hubiera olido antes.

Mientras contemplaba si sería capaz de arrancar tan hipnotizante obra de arte, sintió un ligero temblor en el suelo bajo ella. Sin hacerle caso en un inicio, su atención seguía fijada en la flor y rozó los pétalos, abrumada con el deseo de poseerla… pero se disolvió instantáneamente con su caricia. Observó, horrorizada, como la flor se tornó negra antes de desmoronarse.

¿Cómo es que murió cuando yo…?

Su pensamiento se vio interrumpido cuando la tierra tembló con más fuerza. Saltó para ponerse en pie, mirando al césped con confusión. Un terrible rugido llenó el aire y ella sintió cómo perdía el equilibrio cuando el suelo dio otro temblor más violento. El pánico la abrumó mientras se dio cuenta que estaba experimentando un terremoto. Si tan solo se quedaba quieta…

Sus ojos se agrandaron cuando sintió que la tierra bajo ella comenzaba a ceder, como si estuviera siendo rasgada por unas poderosas manos invisibles. Gritando, retrocedió, luchando por mantenerse en pie mientras el suelo seguía temblando y crujiendo. Pero a donde corría, la tierra se fisuraba y abría, como si de alguna forma siguiera sus movimientos. Pedazos de tierra y roca se alzaban, enviando pedazos de césped y flores hacía el precipicio que formaban en el suelo. Un mal paso y ella caería por ese abismo también.

El darse cuenta de que estaba al borde de morir cuando apenas había cumplido los 18 años hizo que el terror paralizara su cuerpo, obstaculizando sus movimientos. Golpeada por el pánico, se tambaleó una vez más, torciendo su tobillo al caer. Sollozando, trató de levantarse otra vez, con sus dedos aferrándose a la tierra que se desmoronada, pero el suelo seguía partiéndose, forzándola a ponerse de rodillas.

Fuego ardió desde las ruedas de la carroza conforme los caballos galopaban por el prado, llevando a su amo con velocidad sobrenatural hacía su objetivo.

Ella estaba tratando de encontrar tierra sólida, en un tonto y desesperado intento de salvarse. Era inútil. La tierra estaba bajo su comando y, esta vez, no había nadie alrededor para negarle reclamar lo que deseaba. Lo que había ansiado por tanto tiempo. Hizo que sus caballos galoparan más aprisa, su corazón latiendo más rápido con cada golpe de cascos. Estaba tan cerca, lo suficientemente cerca para escuchar sus gritos asustados. Tan cerca como para ver el terror en sus ojos conforme ella se giró para mirar a los temibles corceles del inframundo.

La tierra se partía bajo sus pies como arena movediza.

—Madre —sollozó sin sentido, con tan solo su instinto manteniéndola para evitar caer a las profundidades. Su corazón jamás había latido tan fuerte. Ignoró el dolor de su tobillo y trato de moverse a la izquierda… cuando sintió las vibraciones del suelo. Una sombra cayó sobre ella y Sakura giró, jadeando para llenar sus pulmones con oxígeno. Lo que vio causó que la sangre en sus venas se volviera hielo, los ojos de llameante carmín de cuatro majestuosos caballos. ¿Qué estaba pasando?

Con increíble destreza, los caballos se dirigieron a ella y Sakura gritó por su madre una última vez antes de que el suelo se partiera bajo sus pies y ella cayera libremente al vacío.

Moriré, pensó con finalidad, conforme la inconsciencia se apoderaba de ella. Tendré que aterrizar en algún lugar en algún momento, y moriré…

Entonces su mundo se volvió oscuro y después, piadosamente, nada.

Él estiró su brazo fuera de la carroza, rodeando su cintura y atrayéndola hacía él para asegurarla. Exhaló debido a la delicadeza de su cuerpo, el cómo era tan delicado y frágil en comparación con el suyo. Su corazón seguía latiendo con la emoción de la persecución… y la euforia de la victoria.

Sakura. La tenía. Por fin, era suya.

Miró sin aliento a su rostro, con ojos muy abiertos. Ella se había desmayado, de la impresión o el miedo, tal vez ambas; ahora descansando lánguida en sus brazos. Su rostro estaba colocado hacía el suyo, su barbilla inclinada hacía atrás como si esperara ser besada. Él desvió su mirada de esos suaves e invitantes labios y envió una orden a sus caballos. Con bufidos ensordecedores, cambiaron su curso y descendieron, enviando la carroza a la profundidad de las hendiduras del suelo.

La tierra regresó a su estado original con rapidez y se cerró detrás de ellos, sin dejar ningún tipo de pista sobre algún problema, excepto por los restos de flores esparcidos, descansando a un lado del bolso abierto de Sakura.