La historia no me pertenece, es una traducción al español de la historia Quietus escrita por Seraphina Scribes. Por favor, cualquier comentario debe estar en los reviews del escrito en inglés. Si la historia les está gustando, háganselo saber. Dejo link correspondiente.
s/7449361/1/Quietus
*Nota: la palabra "Suckura" es una combinación de la palabra "Suck" y el nombre de Sakura. No tiene traducción literal ya que lo que se intenta hacer es una forma de insulto hacia ella, debido a que "suck" significa "apestar" cuando se usa despectivamente.
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Capítulo VI
Huye, huye,
Invisible y aprisa,
En infinitos, tormentosos círculos,
Hasta que el aliento se acabe,
E ignores hacía dónde,
La sagrada luz se fue.
Pues en un lugar como éste,
El alivio es inexistente.
Sakura miró con preocupación sobre su hombro mientras corría hacia el gran pasillo en la entrada. Él no la seguía. No estaba segura de si sentirse aliviada o aprehensiva respecto a eso.
No pienses en él, una pequeña y racional voz se elevó a través del pandemonio en sus pensamientos. Tan sólo encuentra cómo salir de aquí.
Ella decidió hacer caso. Corrió a toda velocidad hacía las titánicas puertas y empujó con desesperación usando sus palmas, sabiendo que su única esperanza para escapar estaba más allá de la obstrucción que representaban. Para su asombro, se abrieron sin esfuerzo alguno ni ruido, como si pesaran casi lo mismo que una pluma.
Se encontró a sí misma parada frente a un tipo de pórtico, hecho del mismo mármol negro que el interior del palacio, enmarcado por robustas balaustradas. Entre las esquinas derecha e izquierda, había antorchas que ardían con una flama azul. Las barandillas guiaban hacía unos escalones que desembocaban en un camino estrecho, enmarcado a los lados por los árboles más inusuales. Eran altos y majestuosos, creciendo a intervalos perfectamente alineados, con su corteza de color negro como el carbón y ligeramente curvados hacía arriba para dar lugar a gráciles ramas con flores de un carmín intenso. Los rojos y aterciopelados pétalos descansaban en el suelo de piedra, dándole un toque de vida al paisaje que de otra forma estaría vacío de todo color. Sakura elevó la mirada para observar el cielo nocturno. La confusión la hizo quedarse ahí, ¿en dónde estaba la luna?, ¿dónde estaban las estrellas y nubes? Era completamente oscuro sin posibilidad de distinguir algo.
Sintió el viento mover mechones de su cabello y los bordes sueltos de su falda, y lo vio hacer lo mismo con los pétalos en el suelo, pero no sintió la brisa cosquilleando sobre su piel. Alterada, Sakura se apresuró a bajar los escalones y recorrer el camino, forzándose a mantener sus ojos al frente y no en examinar sus alrededores. El chico del carrusel, Sasuke, su mente le dijo, no había escogido salir tras ella de inmediato. Eso no significaba que no lo haría en algún momento, así que no podía darse el lujo de perder el tiempo. El camino recto parecía extenderse indefinidamente, y ella estaba ya casi exhausta cuando finalmente divisó su fin a la distancia. Conforme se acercaba, sus ojos distinguieron enormes puertas, forjadas con fuertes y elaborados espirales de acero. Brillaban con una tenue luz azulina como si estuvieran cargadas con algún tipo de esencia mágica… lo que, Sakura se dijo a sí misma antes de que el pánico la invadiera, era imposible. Era probable que tan solo estuvieran hechas de metales fluorescentes en la oscuridad, por más ilógica que también fuera esa alternativa.
En el medio de las enormes puertas, marcado en un círculo octagonal plateado, había un semi circulo rojo, dentro del cual había un círculo blanco más pequeño, con algo sobresaliendo en el fondo, un abanico, Sakura observó. Entonces su mirada, que había estado preocupada por la visión de las puertas, se detuvo al ver lo que había detrás de las barreras forjadas de espirales, momento en el que su sangre se congeló en sus venas.
Oscuridad y niebla. De alguna forma, las puertas parecían mantener a raya a los escurridizos hilos negros y ninguno traspasaba los límites de hierro. Con una mano temblorosa, Sakura pasó su mano a través de uno de los espirales, sintiendo frío congelante picar dolorosamente su piel. Retiró su mano con un jadeo y lo acunó sobre su palpitante corazón conforme sus ojos trataban de discernir lo que había más allá de la niebla.
No podía ver nada. ¿De verdad quería ir ahí?, ¿tenía otra alternativa?, ¿regresar al palacio y admitir su derrota a un extraño loco que había admitido con toda calma el haberla secuestrado?
No.
Cualquier cosa era mejor que enfrentarse a Sasuke otra vez, incluso atravesar la congelante barrera hacía lo desconocido. No tendría posibilidad de escapar si permanecía en el palacio sin hacer nada. Y no quería quedarse a su disposición lo suficiente como para descubrir exactamente que era lo que su captor quería de ella.
El simple pensamiento de descubrir las verdaderas intenciones de Sasuke causó que un escalofrío de miedo recorriera su espalda, así que Sakura tomó su decisión. Se estiró y curvo sus pequeños dedos alrededor de los espirales de hierro. ¿Cómo podía esperar el poder mover un par de puertas aún más grandes que las anteriores? Las miró entonces con suplica.
Por favor, abran, rogó mentalmente. Por favor, déjenme pasar.
Con un chirrido silencioso, el abanico arriba brilló con un azul pálido y Sakura observó con asombro el como las puertas se abrieron para ella. Parpadeando con incredulidad, dio una rápida mirada sobre su hombro, para encontrar, agradecida, que el camino aun estaba vacío; entonces avanzó y atravesó el ancho y plateado portal. Las puertas se cerraron detrás de ella, resonando con un fuerte estruendo, y la niebla envolvió a Sakura de inmediato, envolviéndola como una manta negra. Estaba abrumada con terror, casi retrocediendo por instinto a la seguridad del brillo de las puertas de hierro que apenas se distinguían tras ella, pero se obligó a permanecer tranquila. Tenía que encontrar una salida de cual fuera el lugar al que Sasuke la había llevado y no podría hacerlo a menos que se mantuviera enfocada.
Respira, Sakura, se dijo a si misma, inhalando profundamente. Sólo es niebla. Y en verdad lo era, fría e inofensiva niebla. Se movió, sin soporte ni seguridad, a excepción del pendiente de cristal al que se aferraba con su mano derecha. Pensamientos de su madre hicieron que lágrimas se asomaran a sus ojos. ¡Lo que no daría por verla otra vez! Por estar entre la seguridad de sus amigos, en un lugar cálido lejos del extraño y desconcertante entorno en el que ahora estaba sumergida.
Tropezó tres veces, encontrándose con grietas y bordes invisibles dentro del terreno con grava bajo sus pies. Se había desviado del camino original, lo que no era de sorprenderse dada la poca visibilidad y lo imposible que le era ver más allá de su brazo izquierdo estirado. Era difícil el no dejarse vencer por pensamientos negativos conforme avanzaba. ¿Cómo saber qué estaría acechando dentro del vapor a su alrededor? Si estaba dirigiéndose justo hacía un acantilado, no lo sabría hasta que fuera demasiado tarde. O si Sasuke se había decidió por fin a seguirla, no tendría forma de detectarlo a tiempo. Esa última posibilidad la asustaba mucho más que las otras, y agitaba frenéticamente sus manos en la niebla, silenciosamente tratando de hacerla desaparecer. Pero tan solo parecía volverse más densa y fría. Podía sentir la humedad en su piel y su cabello. Congelada hasta los huesos, Sakura no tenía opción más que seguir adelante.
Parecía haber caminado una eternidad hasta que la neblina final y afortunadamente comenzó a aclararse. Sintió el alivio cuando pudo volver a ver el suelo por el que estaba caminando. Era grava gris, llena de pequeñas rocas. Eventualmente, la neblina se aclaró por completo y ella se encontró de pie en lo que parecía ser una enorme caverna. Espectaculares formaciones de cristal colgaban arriba en los altos techos, como dagas filosas, brillando con varios tonos de amatista. Sakura sintió como su quijada se abrió ante la vista. Estalagmitas opacas de varios tamaños se habían formado en el suelo, usando el amplio espacio vacío como figuras distorsionadas. A su izquierda había una dentada pared negra, brillando con pequeños pedazos de roca. Su cobertura rocosa se curvaba, guiando a otra sección que ella no podía ver. Anclados a la pared, a intervalos regulares, había perchas con antorchas que brillaban con la misma flama azul que ella había visto fuera del palacio de Sasuke. Además de las estalactitas, eran la única fuente de luz entre tanta oscuridad.
Sakura liberó un suspiro tembloroso. La caverna era inmensa, extendiéndose y desapareciendo dentro de sombras más allá de su visión. Nunca había visto algo así en su vida, era un paisaje de magníficas proporciones, asombroso e inspirador, pero su mente preocupada no podía apreciar su belleza. Su cuerpo temblaba tan violentamente que estaba segura de que entraría en shock. No había sabido qué esperar al aventurarse a la fría niebla, pero ciertamente no era lo que había encontrado. ¿Por qué Sasuke la había llevado a un lugar así?, ¿qué quería de ella?
Tal vez sigue enojado, su mente, en contraste con sus congelados miembros, le sugirió… tal vez algo rápido. Histéricamente rápido.
Me subí al juego cuando ya habían cerrado. Me senté en su caballo favorito. Eso debe ser. El tipo me guarda mucho rencor todavía.
Quería reírse ante lo absurdo de su pensamiento. En lugar de eso, estalló en lágrimas, dejando escapar pequeños sollozos conforme su compostura se escapaba rápidamente de su control, como si fueran finos granos de arena pasando entre sus dedos. Detrás de ella estaba la infinita niebla y el palacio oscuro de Sasuke, y frente a ella estaba lo aterradoramente desconocido.
¿Qué debía hacer?, ¿qué podía hacer?
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Eran 14 llamadas perdidas. Esa era la cantidad de veces que la madre de Sakura había intentado conectar con el teléfono de su hija mientras que el padre de Ino las había llevado de regreso a casa. Con su garganta cerrada debido a las lágrimas, Ino miró de nuevo a la pantalla iluminada.
Madre.
Había querido responder al momento. Había querido responder a la segunda llamada perdida. Pero no había tenido el valor. La culpa la carcomía, ¿qué podría decirle a la señora Haruno que pudiera disminuir el impacto de descubrir que su única hija se había desvanecido como si nada?
Elevando el teléfono a su oído, Ino finalmente aceptó la llamada. Su corazón latía a toda velocidad y sintió nauseas junto con temor. Pero los dedos de Hinata tomando su mano, así como su silenciosa presencia la reconfortaban un poco.
—¡Sakura! —la voz furiosa de la señora Haruno prácticamente había explotado del otro lado de la línea.
—Se… señora Haruno, soy yo —Ino dijo con voz rasposa.
Hubo una pausa tensa. Y entonces, en un tono completamente diferente que hizo que la sangre de Ino abandonara su rostro, volvió a hablar.
—Ino. ¿Dónde está Sakura?
A su lado, Hinata lucía ansiosa, con sus adorables facciones reflejando las emociones negativas que se acumulaban dentro de la rubia.
—Pues, ve… verá, señora Haruno; nos quedamos atoradas y… y yo estaba al… al teléfono…— Ino comenzó a tartamudear e inhaló con sorpresa cuando la voz peligrosamente calmada de la señora Haruno la interrumpió.
—¿Dónde está mi hija?
—¡No lo sé! —Ino estalló en una nueva ronda de llanto, haciendo que Hinata jadeara con preocupación—. Lo siento tanto, señora Haruno, yo so… sólo la perdí de vista un segundo y ella… ella sólo desapareció… yo…
—¿DÓNDE ESTÁ?
Ino sollozó más fuerte conforme la voz iracunda de la mujer sonó con tanta fuerza que su padre, que había estado de pie en la entrada, pudo oírla. Siempre manteniendo su compostura, se movió ágilmente al lado de su hija y tomó el teléfono de su mano, llevándola a su propio oído. Colocando gentilmente una palma sobre el hombro de Ino, la guío a sentarse en uno de los bancos de la cocina mientras Hinata trataba de confortarla desesperadamente, Inoichi habló tranquilo al teléfono.
—Tsunade. Voy a pedirte que te abstengas de gritarle a mi hija. Ya está lo suficientemente alterada como para que tu… — él dejó de hablar cuando la voz de Tsunade resonó con fuerza para responderle.
—¿Dónde está mi hija?
—Por favor, cálmate. Sakura se introdujo en el bosque. La policía está haciendo todo lo que puede para encontrar… —se detuvo cuando la conexión se perdió. Frunciendo el ceño, volteó a ver a su hija, quien lloraba desconsoladamente. Sintió una punzada de dolor en su corazón. Lo afligía el verla en ese estado tan vulnerable. Él sabía lo ridículamente unida que estaba a Sakura, y con cuánto cariño hablaba de ella cuando no la tenía cerca.
"Sakura es un ángel, papá. A veces creo que es demasiado buena."
"Voy a casa de Sakura. Está indefensa sin mí."
Su ceño se frunció aún más. ¿Qué podía hacer para ayudar a su hija?
La solución fue susurrada en su mente. Había sólo una forma de ayudar. Y hacerlo significaría hacer algo que él había evitado usar desde hace mucho tiempo.
Volteó a ver al rostro alterado de la chica Hyuuga, observó los delgados hombros de su hija el subir y bajar con tristeza, y entonces se decidió.
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Cuando sus lágrimas por fin cesaron, los pies de Sakura la llevaron a recorrer el camino guiada por la pared rocosa. Tal vez su decisión de seguir su curso reflejaba de alguna manera subconsciente su asociación con la luz como fuente de tranquilidad, aún cuando fuera en una forma de un azul tan anormal. La roca la hizo rodear hasta llegar a un espacio extenso, cubierto de las mismas formaciones rocosas. Sólo que esta vez, Sakura distinguió una separación entre las rocas a su alrededor. Un pálido camino plateado se extendía, como una pequeña tira brillante en la oscuridad. Se giró hacía la antorcha a su espalda, tratando de retirarla de su empotrado. Sintió alivio cuando la antorcha se elevó sin problema cuando ella la tomó. Aferrándose a ella como si fuera su ancla a la cordura, Sakura salió hacía el camino y comenzó a seguirlo, esperando que la guiara a una salida.
Por un largo tiempo caminó asustada, con sus ojos inspeccionando la inmensidad de la caverna. Escalones naturales se elevaban a ciertos intervalos y salientes, algunas fisuradas y deshechas, llenaban en lugar. Sakura estaba desconcertada por el silencio, de seguro debía haber otras formas de vida salvaje en ese ambiente, ¿no? Pero los únicos sonidos que llegaban a su oído eran los de sus pies al moverse y la palpitación de su propio pulso.
Siguió recorriendo el camino conforme serpenteaba y giraba, y justo había bajado una leve inclinación cuando sus ojos encontraron un resplandor azul delante de ella. La dirección de la que brillaba estaba fuera del camino. Razonando que siempre podría regresar al camino plateado, Sakura se dirigió hacía la luz. Conforme se acercaba, encontró dos antorchas montadas sobre dos rocas gigantescas. Había una apertura entre ellas. Sakura dudó por un segundo antes de deslizarse entre la apertura, elevando su antorcha para distinguir su alrededor, manteniendo su mano izquierda presionada contra la fría pared de roca.
Eventualmente salió a otra área amplia e iluminada por una luz tenue. Sus ojos se agrandaron conforme puso atención al paisaje frente a ella. Había llegado a lo que parecía ser algún tipo de orilla de un río. Grandes antorchas plateadas rodeadas de espirales dorados estaban colocadas alrededor del perímetro del lugar, emanando el mismo tipo de fuego azul. Pedazos de lo que parecía ser césped negro crecían esporádicamente en el suelo. Rocas tan grandes como para poder sentarse estaban regadas de manera irregular. Sakura miró arriba, hacía el techo de la caverna. Era imposible de distinguir, elevándose hasta una sombra infinita. Estaba segura de que el aire se sentía un poco más frío y fresco, o tal vez sólo era su imaginación, su mente engañando sus sentidos para hacerla creer que estaba progresando, en una extraña y desesperada forma de autodefensa.
Colocando su antorcha en la roca, Sakura caminó despacio hasta el borde del agua y miró delante, hacía la quietud del cuerpo de agua. La perturbó el hecho de que no había reflejo cuando ella se inclinó para observarse. Parecía negro y sin fondo, muy profundo. Una gruesa y siniestra niebla se asomaba al horizonte, bloqueando la vista. Para su desesperación, no parecía haber ningún tipo de bote cerca. Y no había forma de que ella pudiera nadar una distancia desconocida. Quién sabe qué habría acechando debajo de esas oscuras aguas.
La desesperación se apoderó de ella, haciendo que sus hombros se encorvaran con decepción. Entendía ahora el porqué Sasuke no se había molestado en seguirla. Tal vez no había ninguna salida de esa oscura caverna. Estaba verdaderamente atrapada, y su palacio era el único lugar que ofrecía algo de calor, el lugar más confortable en lo que era un mundo extraño.
Pero no regresaría. No podía.
Los músculos en sus piernas estaban doloridos de caminar por tanto tiempo, y las suelas de sus pies se sentían llenas de heridas. Sus zapatos bajos no habían sido diseñados para recorrer un terreno tan duro como ese. Tenía hambre, estaba abrumada y, sobre todo, su captor la asustaba. De eso sí estaba segura, aunque no supiera lo suficiente sobre él.
Con su cabeza inclinada hacía abajo, Sakura volteó involuntariamente a su derecha y fue cuando lo vio, una pequeña figura acuclillada cerca del borde. Su corazón saltó conforme una nueva esperanza surgió en ella. ¡Había alguien más ahí! Se apresuró a acercarse. Conforme disminuía la distancia, notó que era una mujer con un largo cabello trenzado, cubierta con un oscuro y andrajoso abrigo; sus piernas pegadas a su pecho y su rostro enterrado en sus rodillas. Estaba meciéndose y lamentándose como si sintiera dolor. La naturaleza bondadosa de Sakura surgió por instinto y sin pensarlo se estiró para tomar el hombro de la mujer.
—¿Hola? —dijo con suavidad—. ¿Estás bien? —su respiración se detuvo cuando vio el cómo su mano atravesó la figura de la mujer. Chilló con sorpresa y retrocedió temerosamente. La mujer no se movió ni reconoció su presencia, tan solo continuó emitiendo esos agitados y dolorosos ruidos.
Temblando, Sakura se alejó. Su mano había atravesado a la mujer como si ella fuera un holograma. O un fantasma.
Por Dios.
Podía sentir como el pánico subía por su garganta, asfixiándola. Tenía que estar soñando, atrapada en una pesadilla, sin importar que Sasuke le hubiera informado que no era así. No podía haber otra explicación, a menos que estuviera enloqueciendo. De repente sus ojos fueron delineando los contornos de otras figuras, todas en cuclillas y encorvadas, inclinando sus cabezas. Hombres y mujeres de diferentes edades y, para su horror, niños también; todos meciéndose para consolarse. Sakura notó con consternación que había algo malo con ellos, no parecían ser completamente sólidos. Parecían desvanecidos, de alguna forma. Estaban ahí, pero al mismo tiempo no. Ella creyó escuchar susurros en el aire, hablados en un lenguaje que al inicio no comprendió. Pero mientras más escuchaba, más se aclaraban las palabras susurradas.
"No estoy listo. No estoy listo para cruzar. No todavía."
"Oh, ¡Gran Dios! Ten piedad de mi alma."
"Si me escondo aquí, no me encontraran. No pueden hacerme abordar. Moriré primero."
"Esté lugar. ¡Da miedo! Quiero irme a casa con mi madre."
La mano izquierda de Sakura se elevó a sus temblorosos labios. Los lamentos que estaba escuchando, ¿pertenecían a la geste fantasmal a su alrededor? Se tropezó al retroceder, su corazón latiendo demasiado rápido. ¿Qué era ese lugar olvidado de Dios? Ella estaba a punto de girarse y huir, de tan petrificada que estaba debido a las lastimosas figuras, cuando una aguda voz femenina se escuchó, reverberando claramente a través del amplio lugar.
—¡Aquí están!, ¡rápido!, ¡rodéenlos!
Sakura se movió frenéticamente hacía la apertura de la cuál había salido. Mirando sobre uno de los bordes de roca, observó con alarma como un altos y musculosos hombres vestidos de en piel negra se movieron como soldados. Ella tragó pesadamente al observar los guanteletes adornando sus gruesos brazos y sus armas atadas a cadenas plateadas en sus cinturones. Llegaron y movieron a las figuras para que se enderezaran, algunos de ellos teniendo el tacto de ser gentiles con los niños y mujeres, aunque otros no. Se los llevaron. Sakura escuchó el eco de llantos y gritos angustiosos antes de que todo se calmara de nuevo. Liberó un jadeó tembloroso y lo vio disolverse a nada frente a sus ojos. No tenía opción. Tendría que regresar al palacio y enfrentar a Sasuke, ya que la alternativa era demasiado terrorífica para siquiera…
Su respiración se detuvo cuando, de repente, una mano se extendió y se cerró sobre su garganta, arrastrándola fuera de su escondite. Un gemido escapó de sus labios al ser lanzada contra la roca con la suficiente fuerza como para dejarla sin aire. Jadeando con miedo, Sakura elevó la mirada para encontrarse mirando a una alta mujer joven con gafas. Era delgada, con un corte de cabello irregular (largo de un lado y corto del otro), con duras facciones, labios delgados y una nariz aguileña en su rostro oval. Llevaba puesta una túnica larga y negra con capucha. Sus ojos entrecerrados parecían ser violeta bajo la luz azul y su semblante era poco amable o empático. Sakura supo de inmediato que estaba en problemas.
—¿Una renegada? —la voz de la mujer era rasposa. Sacudió su cabeza de manera condescendiente, como si Sakura fuera una niña desobediente atrapada haciendo algo malo. Tomó un puñado del cabello de Sakura, jalándola para que comenzara a caminar, forzando a la asustada chica a seguirla.
—¡Auch! —Sakura protestó, intentando en vano deshacerle del cruel agarre en su cabello. Dolía.
La mujer siguió hablando, sin hacer caso a sus objeciones.
—Siempre creen que pueden huir, idiotas —murmuró como si estuviera pensando en voz alta—. Pensarías que ya se habrían dado cuenta de que no podrían en cuanto vieron los botes, pero noooo. Siguen aferrándose a la esperanza de que, tal vez, estén en alguna pesadilla. Bueno, no lo están. Despierten a la realidad, humanos.
Los ojos de Sakura se agrandaron. El agarre en su cabeza le hizo imposible el ver otra cosa que no fuera el suelo. La referencia de despertar a la realidad le pareció absurda, tan dispar con todo lo que había visto y escuchado. Era algo tan extraño en un lugar cómo ese.
—Todos a bordo —murmuró la mujer—. Listos para zarpar, capitán.
Los dedos en su cabello se aflojaron y Sakura fue lanzada hacía delante. Tropezó, enderezándose para notar que se había unido a un grupo de personas alineadas, quienes lucían asustadas y abatidas. Estaban avanzando y siendo monitoreados por los intimidantes hombres de negro. Sakura tragó con pesadez al notar un látigo con picos, en la mano de uno de los hombres barbudos con rostro amenazante. Entonces notó que otra línea corría paralela a aquella en la que estaba, pero era mucho más corta. La gente ahí lucía más relajada, feliz. La mayoría eran niños, y unas cuántas personas mayores. Los ojos confundidos de Sakura se dirigieron adelante para ver la línea de costa. Dos grandes botes estaban parcialmente atrancados en la costa rocosa. Uno era negro, alineado con cráneos; el otro, era blanco como leche y brillante, engravado con plumas. Sakura estaba en la fila que llevaba al gran bote negro. Su mente no tuvo la oportunidad de entender lo que eso significaba porque, en algún lugar del frente de la fila, hubo una conmoción. Una mujer de mediana edad estaba tratando de cruzar a la otra línea. Estaba histérica, gritando y llorando, rogando por perdón.
—¡No!, ¡No me hagan abordar este barco!, ¡lo siento!, ¡no sabía que estaba casado!, ¡me dijo que me amaba!, ¡perdón!
El látigo del hombre barbudo la alcanzó. La mujer gritó y cayó. Otros, inspirados por el intento que ella hizo, salieron de la fila y, por un terrible momento, todo fue un caos. Látigos y mazos con picos volaban por el aire, forzando a la gente que lanzaba aullidos a regresar a su lugar.
Sakura jamás había visto algo tan horrible. Retrocedió sin tener a donde ir, golpeando justo a la mujer con gafas que la había llevado a esa fila.
—¡Oye niña! —la empujó hacía delante de nuevo—. ¡Regresa a la fila!
—¡No! —Sakura jadeó, girando su rostro con sus ojos vidriosos y desorbitados—. Por favor, yo…
La mujer elevó su propio látigo, frunciéndole el ceño a Sakura como si fuera una gran inconveniencia, o un insecto que necesitaba ser aplastado.
—¡No me des esos ojos inocentes, nunca funciona!, ¡Estás muerta, idiota! ¡Y vas a subir a ese bote!
Muerta.
La palabra hizo eco dentro de la mente confundida de Sakura, rebotando en cada parte de ella, dejándola con la cabeza zumbando y con un estómago contrayéndose ante la horrible realidad.
Muerta.
La gente llenando los botes, todos viéndose como si no estuvieran enteramente ahí, no estaban vivos. El horror cerró su garganta, haciéndole imposible el emitir palabra. Jadeó sin aliento, mirando a la mujer, viendo como tomó su látigo y lo dirigió hacia ella. Esperó por el pinchazo de dolor, esperando que eso de alguna manera la despertara de la horrenda alucinación a la que había llegado desde esa pradera con flores… pero nunca llegó. Sakura parpadeó y se encontró con un alto y fornido hombre joven que parecía tener un cabello naranja, con puntas hacía arriba y con ojos más amables. Él había tomado la muñeca de la mujer, evitando así el latigazo contra ella. El llevaba la misma túnica negra, y miraba a Sakura con preocupación.
—¿Está bien, señorita?
Sakura dejó escapar el aliento asombrada. Alguien hablaba con ella. Amablemente. Sintió deseos de llorar otra vez, pero se mordió el labio, luchando para contener las lágrimas.
—Juugo, ¡idiota! —la mujer chilló, retirando su brazo del agarre y mirando con incredulidad al joven—. ¿Qué estás haciendo? La fila se mueve. ¿Sabes lo que el Amo hará si…
—La joven no está muerta. ¿Has olvidado ya cómo luce un ser humano vivo, Karin?
La mujer, Karin, se quedó quieta.
—¿Qué? —soltó y sus ojos miraron a Sakura, como si ella fuera algún tipo de espécimen raro—. ¿A qué te refieres con que está viva?, ¿por qué habría un ser humano vivo aquí?
Su compañero, Juugo, estaba mirando a Sakura con fascinación.
—Esa luz —dijo con suavidad—. Resplandece.
—¿Eh? —Karin frunció el ceño, sus ojos entrecerrándose mientras veía a Sakura de nuevo. Ella no veía ninguna luz.
—¿Cómo te llamas, niña? —le ordenó.
—Sa… Sakura —ella tartamudeó—. Sakura Haruno.
Observó con desconcierto como Karin elevó su mano y miró su palma. Brilló con algún tipo de luz roja pálida, revelando una escritura que Sakura no pudo descifrar. Pareció enrollarse de nuevo. Era como si la mujer tuviera una pequeña pantalla en su piel. Cuando la mente abrumada de Sakura estaba tratando de procesar ese suceso, el entrecejo fruncido de Karin se volvió un gesto de confusión.
—Su nombre no está en la lista.
—No está muerta —Juugo repitió y luego añadió—. Nuestras disculpas, señorita. Por favor no se preocupe por el bote, usted no irá en el.
Karin bajó su mano y miró fríamente a Sakura.
—¿De dónde saliste? —preguntó aún con nula empatía hacía ella.
Sakura exhaló despacio. Una mirada rápida sobre su hombro le informó que la fila hacía el bote blanco había desaparecido. La fila hacía el bote negro aun estaba abordando, aunque estaba disminuyendo.
—Desperté aquí —Sakura respondió, captando el titubeo en su propia voz. Estaba segura de que estaba experimentando algún tipo de shock tardío, preguntándose cuándo es que comenzaría a enloquecer de nuevo y a gritar hasta perder la consciencia otra vez. Tal vez desvanecerse sería lo mejor para ella. Ya no quería seguir despierta.
Juugo y Karin intercambiaron miradas silenciosas. Luego Karin habló con sarcasmo.
—Los humanos, los vivos, no despiertan aquí, así como así. Esto no es un complejo hotelero.
Sakura sintió que su cuerpo temblaba de nuevo. Juugo le lanzó una mirada de advertencia a Karin, pero antes de que pudiera decir algo, Sakura habló de nuevo.
—Él me trajo aquí —dijo en un susurro.
—¿Qué? —Karin chilló, como si no hubiera escuchado bien.
Los ojos de Juugo se agrandaron aún más. Lucía alarmado.
—¿El Amo…
—¿Eh? —Karin lo miró con incredulidad— ¿El Amo?, ¿por qué razón el Amo… —se interrumpió y su rostro pareció palidecer en la luz azul—. Oye, tú, bueno, no te lastime, ¿verdad? Fue un malentendido, ¿sí?
Sakura parpadeó en confusión ante el inesperado cambio en su tono de voz.
El Amo. Ella había escuchado a las criadas del palacio mencionarlo también. Se referían a Sasuke. De eso estaba completamente segura. No podía pensar en nadie más a quien pudieran referirse como para desencadenar esas reacciones temerosas. Así que, ella no era la única que encontraba a su captor enteramente aterrador. Aún sus propios súbditos, o al menos eso parecían ser, le tenían miedo. Eso sólo la hizo sentirme más asustada.
—Por favor —ella dijo. Necesitó de mucho esfuerzo para sacar las palabras, pero Sakura sintió que enloquecería si no obtenía una respuesta a la pregunta que había estado todo el tiempo en su mente—. No sé dónde estoy. ¿Qué es este lugar?
Karin bufó, su expresión pasando a ser una de burla.
—Al menos los muertos tienen una excusa para ser tontos. Tu cerebro sigue funcionando, ¿no lo has adivinado?
—Karin —Juugo dijo con tranquilidad—. Esta señorita es nuestra invitada.
Su acompañante bufó ante eso.
—Ella no es mi invitada. Y tenemos trabajo que hacer, idiota. Ya desperdiciamos mucho tiempo, Nagato está transportando el siguiente grupo de almas en este momento— lanzándole una sonrisa falsa a Sakura, Karin terminó de hablar—. Si nos disculpas, Suckura.*
—Sakura… —ella empezó a decir para corregirla, pero Karin ya se había dado vuelta y se alejaba, dirigiéndose a la línea de costa del otro lado. Juugo se quedó un poco más, inseguro.
—Lo siento, señorita. El inframundo es un lugar ocupado — dijo y con una mirada final de disculpa, Juugo le ofreció una tímida sonrisa para luego seguir a Karin.
Sakura los vio irse y su visión se tornó nubosa en cuanto su mente registró las últimas palabras de Juugo. No estaba en una caverna común. Estaba en algún lugar enterrada profundamente dentro del suelo. Pedazos de recuerdos pasaron frente a sus ojos. La tierra partiéndose bajo sus pies, su pérdida de equilibrio en cuánto cayó a las profundidades oscuras. Las imágenes se alinearon con todo lo que sus asombrados ojos habían visto desde que salió del palacio. La gente que no estaba presente en realidad. Lagos neblinosos. Botes misteriosos en las orillas. Gente alineada abordándolos. Almas, según Karin, que estaban viajando a lo que probablemente era su destino final.
Sakura no estaba muerta. Su errático corazón era prueba de eso. Y aún así, Sasuke había decidido llevarla a ese horripilante lugar, por razones que ella desconocía. El miedo se movió en ella como un cuchillo en su abdomen cuando reconoció que había solo una forma de obtener las respuestas que buscaba tan desesperadamente. Y eso era hablar con él en persona… lo último que ella quería hacer.
Un temeroso y ahogado sollozo salió por sus labios mientras que su pecho rogaba por oxígeno conforme los fríos dedos del pánico se cerraban sobre ella. De pronto, ya no pudo soportar permanecer a la orilla del río. No podía soportar los angustiosos llantos y gemidos de las pobres almas que estaban subiendo al que era obviamente el bote equivocado. Sin pensarlo más, dio la vuelta y regresó a la apertura entre rocas, tomando de regreso la antorcha y siguiendo de vuelta el camino que había tomado. Pero sus pies la guiaban ciegamente, y sus ojos no podían localizar el camino plateado entre tan poca luz. Sakura siguió corriendo y corriendo, hasta que sus pulmones ardiendo rogando por oxígeno y sus doloridas piernas se rehusaron a llevarla más adelante. Llevada por la desesperación, colapsó junto a una saliente, soltando la antorcha. Cortos e histéricos jadeos escapaban de su boca mientras lloró más fuerte que nunca, con sus hombros temblando con cada sacudida. No podía deshacerse de la imagen de los cuerpos fantasmales a lo largo de la orilla del agua.
—Madre —sollozó, aferrándose a su collar, que era la única fuente de alivio que no le había sido arrebatada—. Madre…
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Antes de que el timbre sonara siquiera, Kakashi había abierto la puerta principal solo para encontrarse con un poco característico Naruto cabizbajo. Él se hizo a un lado, permitiéndole al joven la entrada a su departamento. Naruto se desplomó sobre uno de los familiares sofás de piel café en la amplia estancia, y Kakashi se quedó de pie con sus manos en los bolsillos, esperando pacientemente a que el joven hablara. Cuando eventualmente lo hizo, su voz fue ronca y llena de emoción.
—Desapareció, Kakashi.
—Lo sé —Kakashi respondió después de una pausa—. Tsunade acaba de llamar.
La mano derecha de Naruto se cerró en un puño tenso y se elevó para presionar con furia su propia frente.
—¿Cómo pude perderla de vista? —cerró sus ojos, mentalmente luchando con su consciencia llena de culpa—. ¿Cómo pude haberlo arruinado?
Kakashi suspiró con pesadez antes de responder.
—Hemos estado haciendo esto por mucho tiempo ya, Naruto. La complacencia es una consecuencia natural…
Naruto saltó al ponerse de pie, con sus ojos mostrando un fuego cobalto de indignación.
—Estupideces —dijo con furia—. No es así. Estamos hablando de Sakura-chan. Se suponía que tenía que cuidarla. Pero supongo que soy tan despistado como lo era antes, ¿no? —dijo dejando escapar una risa amarga. Naruto sacudió su cabeza, de repente perdido en sus recuerdos—. Aún después de tanto tiempo, sigo arruinando las cosas.
El ojo visible de Kakashi se inclinó hacia abajo momentáneamente, conforme recordaba aquello a lo que Naruto se refería. Todos lo habían arruinado en ese entonces, él más que nadie, y aún así Naruto cargaba con toda la culpa. Entonces, notando el bolso sobre el sofá, Kakashi lo señalo con la cabeza.
—¿Es de Sakura?
El rubio miró abajo y tragó con pesadez.
—Lo encontramos en un prado. Había flores por todos lados.
Kakashi lo vio con detenimiento.
—¿Hablaste con las chicas?
—Están alteradas. Encontraron su teléfono… pero nada más.
—¿Qué dicen ellas que sucedió?
Naruto se encogió de hombros.
—Sakura-chan tan solo… —hizo un gesto vago con su mano—, desapareció dentro del bosque.
—¿El mensajero ha escuchado algo?
Naruto sacudió la cabeza.
—No responde.
—Entonces encuéntralo —fue la sencilla respuesta.
El joven exhaló despacio.
—Lo vi hace unos días, había dibujado un campo de flores. Creí que no era nada— miró con confusión a su mayor—. ¿Por qué no nos lo dijo?
Kakashi desvió su mirada.
—Tal vez no lo consideró importante. O, tal vez, es una coincidencia.
Naruto dudó, temiendo preguntar aquello que estaba pesando en su mente.
—¿Quién… quién crees que lo hizo, Kakashi?
Kakashi suspiró.
—Es difícil saberlo. Podría haber sido cualquiera. No nos precipitemos con las conclusiones.
Los ojos de Naruto bajaron hasta el inocente bolso a sus pies. Shikamaru le había dicho exactamente lo mismo. Pero era imposible que su mente no se consumiera a si misma con preocupación. Con cada minuto que pasaba, había una posibilidad de que Sakura estuviera en mayor peligro. Su corazón se apretó. No esperaría a que las pistas llegaran solas. Él las encontraría, y no dejaría ningún lugar sin registrar hasta descubrir qué había pasado con su querida amiga.
—Dejaré esto aquí —dijo en voz baja refiriéndose al bolso de Sakura, aún lleno con sus pertenencias. Kakashi asintió y acompañó al joven a la puerta.
—Encuentra a Sai. Contactaré a los otros y veré si alguien ha escuchado o visto algo inusual y, Naruto —añadió cuando el rubio había traspasado la puerta. Naruto volvió sus ojos a él, con su rostro enmarcado con dolor—. La encontraremos. Tienes mi palabra.
Naruto miró sus ojos por un breve momento, antes de inclinar su cabeza respetuosamente hacia él. Kakashi lo vio alejarse y desaparecer dentro de la noche.
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Su mayor pesadilla se había vuelto realidad. Sakura le había sido arrebatada, por un criminal corriente o algo peor; sin dejar rastro de su paradero. Ninguna pista que Tsunade pudiera seguir. El pensamiento de su hija, aterrorizada y encerrada en algún lugar desconocido la llenaba de una furia indescriptible. Su único consuelo residía en saber que Sakura definitivamente continuaba con vida. El lazo maternal que tenía con ella seguía intacto, podía sentirlo en lo más profundo de su pecho, lo que significaba que Sakura en verdad había sido secuestrada.
Los dedos de la rubia se tensaron alrededor del vaso en su mano. El líquido dorado hacía poco para mitigar sus agitados nervios, por primera vez en todos sus muchos años de existencia.
El vino de los Dioses, sin duda, pensó, con sus labios regresando al recipiente que lo contenía. Había solicitado una reunión urgente con el Consejo, que estaba por llevarse a cabo en la siguiente hora. Pero antes de reunirse con los mayores, tenía una parada más que hacer. A la casa de cierta niña tonta que le había jurado hace algunas horas que no perdería a Sakura de vista.
La ira y duelo de Tsunade crecieron, haciendo que el vaso en su mano se estrellara y quedara hecho pedazos.
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Sakura no supo cuánto tiempo permaneció junto a esa roca. Tan solo elevó la vista cuando todas sus lágrimas se habían agotado. Sus ojos ardían y su cabeza punzaba, todo lo que quería era acurrucarse en sí misma y dormir, olvidar cada una de las espantosas cosas que había visto y oído desde que despertó.
La antorcha seguía encendida al lado de ella. La tomó, buscando su calor, pero se sorprendió al solo sentir frialdad radiando de las flamas. Incluso al fuego le faltaba calor. Lloriqueando, se levantó despacio. Sus piernas flaquearon, sintiéndose como gelatina debajo de ella conforme comenzó a moverse hacia su derecha. Su mirada se mantuvo en el suelo mientras avanzaba, su cabeza abajo al igual que sus hombros. Caminó sin siquiera saber hacia dónde iba. Su estómago rugió de hambre y sus labios partidos le pedían el refrescante y calmante toque del agua. Casi se había rendido de encontrar el camino correcto de regreso al palacio cuando una tira de plateado brilló de repente delante de ella.
El camino se iluminaba inquietantemente conforme se acercaba y pareció resonar con alguna extraña energía en cuanto puso sus pies en él. Tragando pesadamente, lo siguió. Eventualmente la guio de vuelta a la fría cobija de niebla blanca. Con la antorcha en su mano era más fácil reconocer la fina línea del camino bajo ella. Tiempo después, llegó de nuevo a las altas puertas con espirales de acero, que se abrieron en silencio, como si hubieran estado esperándola.
Sakura se detuvo dudosa frente a la entrada, con su corazón comenzando a acelerarse una vez más. Había regresado al palacio. Si hubiera sabido los horrores que la esperaban más allá de la niebla, tal vez jamás se hubiera aventurado a salir. En su lugar se habría encerrado en la habitación en la que había despertado y se hubiera rehusado a comer o beber algo hasta que Sasuke la liberara. Era lo que planeaba hacer ahora, pero lo primero sería confrontarlo. Él le debía respuestas. El problema era, ¿cómo encontraría el coraje necesario para preguntarle?
Respirando profundo, Sakura pasó a través de las puertas abiertas y caminó de regreso por el camino enmarcado por árboles. Cuando finalmente llegó a los escalones que la llevaban al pasillo de entrada, sus ojos se elevaron y su quijada se abrió en asombro. No había tenido tiempo de examinar la apariencia exterior del lugar en su prisa por escapar, así que, al ver su magnificente gloria por primera vez se sintió increíblemente abrumada. Construido en su totalidad con mármol negro, el palacio se cernía sobre ella, imponente en sus grandes y poderosas torres en forma de pico y delicados techos balaustrados. En el centro, colgando de uno de los elaborados balcones estaba una gran tela cuadrada de color negro, llevando la misma insignia roja y blanca de un abanico, aquella que había visto como emblema en las puertas.
El palacio lucía como algo salido de un majestuoso y encantador mito, aunque desalentador al mismo tiempo. Sakura dejó de verlo y subió las escaleras. De nuevo, las poderosas puertas se abrieron para ella, cerrándose en silencio una vez que ella estuvo dentro en el amplio pasillo. Sin permitirse a sí misma otro segundo de duda por temor a perder el poco valor que tenía, Sakura se dirigió justo a salón de banquetes. Al entrar, notó que los elegantes candelabros puestos entre los diversos platillos en la mesa se encontraban ahora encendidos.
Calor inundó el lugar. Fue un cambio bien recibido en comparación con la oscura y dura frialdad que envolvía el paisaje más allá de las puertas que mantenían la niebla a raya, fuera del palacio. Pero Sakura no se sentía calmada. Era imposible relajarse ya que sus ojos se posaron en la parte más lejana de la larga mesa, dónde Sasuke estaba sentado con sus codos descansando sobre los reposa brazos, luciendo por completo como el oscuro y siniestro rey del castillo.
Sus ojos, por supuesto, se mantuvieron en ella en el instante en el que entró al salón. La luz de las flamas parecía reflejar el abismo de su mirada, como profundidades que brillaban con reflejos de llamas doradas.
—Regresaste —dijo, y Sakura sintió como cada músculo de su cuerpo se tensó ante el sonido de su sensual voz. ¿La había esperado ahí todo ese tiempo? Sin ningún reloj a la vista, ella no tenía manera de saber con exactitud cuánto tiempo había pasado. Percibió un dejo de presunción en su sedosa voz, como si hubiera esperado que ella regresara. Teniendo la absoluta confianza de que lo haría, y por eso ni siquiera se había molestado en abandonar el salón de banquetes.
Sakura permaneció junto a la puerta, lista para huir de nuevo en caso de que él intentara algo. Pero Sasuke no se movió hacia ella, permaneciendo tranquilamente sentado donde estaba, con un cáliz descansando como si nada en su mano izquierda. Le hizo un gesto que se dirigía al lugar opuesto de la mesa, al otro lado.
—Siéntate.
Sakura tragó con nerviosismo. No podía permitirse el ser intimidada y quedarse callada como resultado. Quería respuestas. Supo que era ahora o nunca. Había sólo una manera de confirmar si todo lo que había visto era real. Juntando la poca valentía que tenía, sacudió su cabeza, declinando su invitación.
—Quiero saber dónde estoy —dijo, manteniendo sus ojos alejados de él. Se sintió bien que sus palabras salieran sin tartamudear, como pasó antes, pero la patética duda fue detectable aun a sus propios oídos. Como un pensamiento automático, añadió después—. Por favor.
Hubo una pausa molesta. Sakura se aterrorizó pensando que de alguna manera había logrado hacerlo enojar al negarse a obedecerlo, pero la voz de Sasuke cuando volvió a hablar estaba carente de toda emoción.
—Come. Entonces hablaremos.
Sakura se mordió el labio. Podía sentir la desesperación creciendo dentro de ella, haciéndola sentir como si pudiera explotar en cualquier momento. Temía lo que pasaría si eso pasaba. ¿Por qué él no le respondía?, ¿no había sido lo suficientemente perturbador para ella el despertar en un lugar desconocido sin que él sintiera la necesidad de seguir ocultándole las razones detrás de lo que hizo? Lágrimas picaron en sus ojos otra vez. No había pensado que pudiera llorar de nuevo. Evidentemente, se había equivocado.
Sacudiendo su cabeza una vez más, habló casi en un suspiro.
—No, gracias. No tengo hambre.
Era una mentira, muy obvia, y ella estaba consciente de que él lo sabía. Lo sabía por la forma en la que sus ojos parecían quemarla. Sakura jamás se había sentido tan consciente de sí misma, segura de que se veía hecha un desastre mientras esperaba que él respondiera. Pero cuando él lo hizo, ella no estaba preparada para eso.
—Sakura.
Su nombre sonó como una oscura caricia. Envió su corazón directo a su garganta. Él lo dijo de forma que alargó la primera vocal, haciéndola arrastrarse tentadoramente. Ella apenas y pudo suprimir el escalofrío que le recorrió la columna. Tragó con pesadez, con su mente perdiéndose conforme sus ojos se posaron con asombro en el rostro de él. ¿Cómo supo su nombre?
Y entonces otro pensamiento más perturbador llegó a su mente. ¿Qué más sabía?
Parpadeando desconcertadamente hacia él, logró hablar con dificultad.
—¿Cómo… cómo sabes mi nombre?
De nuevo, el señaló la silla del lado opuesto de la mesa.
—Siéntate —repitió.
La frustración creció dentro de ella, pero, aunque estaba asustada y abrumada, su cerebro aun tenia la suficiente inteligencia como para reconocer que Sasuke no le diría nada a menos que ella cooperara. Ino, ella sabía, habría hecho un escándalo, chillando y gritando hasta que tuviera respuestas. Sakura no era tan valiente. Sintiendo que estaba luchando una batalla perdida en términos de voluntades, caminó despacio hasta la silla vacía. Moviéndola y haciendo un esfuerzo para que él no notará lo que le costó mover la pesada silla enjoyada, se sentó con postura tensa, colocando sus manos en su regazo. Era el único lugar en el que podía esconderlas para que no se viera cómo temblaban.
Aún con la distancia entre ellos, podía sentir la penetrante intensidad de sus ojos. ¿Qué era lo que pasaba con esa extraña mirada que hacía que su sentido de alarma se disparará dentro de ella? Tuvo el impulso de removerse bajo el devastador peso de esa mirada, y tuvo que luchar contra ello.
—Come — Sasuke le ordenó. Sakura apretó su quijada. Estaba usando imperativos arrogantes. Era claro que estaba acostumbrado a dar órdenes. Ella sacudió su cabeza otra vez, no quería comer. Los platillos lucían deliciosos y podía sentir la saliva acumulándose en su boca, pero no tocaría ni una pieza. No hasta que tuviera respuestas. Elevó sus ojos para mirarlo, esperando que eso de alguna manera le sirviera para transmitir que no podía comer nada en ese estado. Él pareció comprender. Bajando su cáliz, Sasuke se recargó en su silla, en un gesto que ella tomó como una invitación silenciosa para que hablara.
—¿Cómo sabes mi nombre? —ella preguntó de nuevo con una voz temblorosa. Su corazón latió fuerte cuándo él no habló. Ella asumió que eso significaba que no estaba preparado para responder, así que hizo otra pregunta—. ¿Qué es este lugar?
Él parpadeó.
—El inframundo —respondió firmemente.
Sakura inhaló en un jadeo. Él lo dijo como si fuera una ubicación completamente normal, como un centro comercial o bodega. Pero no era así.
¿Acaso él esperaba que ella creyera que la gente que había visto eran realmente los espíritus de los muertos? Eso explicaría el cómo su mano traspaso a la mujer fantasmal. Pero aún así era algo difícil de aceptar. Y en caso de que llegara a ser cierto, ¿por qué Sasuke vivía en un lugar tan perturbador?, ¿de verdad quería saberlo?
El temor había anidado en su estómago de nuevo.
—La gente ahí afuera… ellos —hizo una pausa, antes de lamer sus secos labios y forzarse a terminar— ¿están muertos?
Sasuke inclinó su cabeza ligeramente, señalando afirmativamente. Sakura exhaló temblando, con sus dedos moviéndose para enterrarse en el descansabrazo. Necesitaba aferrarse a algo sólido o de lo contrario se desmayaría.
—Pero tú —dijo ella, algo dudosa—. Dijiste que estoy viva.
Él volvió a asentir.
—¿Entonces por qué estoy aquí?
Sasuke tomó el cáliz de nuevo, acercándolo a sus labios. Un inesperado y terrorífico pensamiento llegó a Sakura, haciéndola palidecer. Juugo había dicho que ella no abordaría ningún barco. ¿Pero que tal que eso era precisamente lo que Sasuke haría con ella? No podía haber otra razón por la que él la hubiera llevado a ese horrible lugar.
—Vas a matarme —sus palabras salieron con una calma extraña e inquietante.
Algo cruzó sus ojos oscuros, una mirada que desapareció en cuanto ella parpadeó. Despacio, él respondió.
—Ese no es mi deseo.
¿Entonces cuál era?
Podía sentir el pánico surgiendo otra vez, quería gritarle, demandarle que se explicara. Gente civilizada y temerosa de la ley no secuestraba a otros por puro capricho. ¿Quién se creía Sasuke que era y qué le daba el derecho de someterla a esa terrible experiencia?, ¿y cómo rayos estaba viviendo en una caverna neblinosa bajo tierra en la que, por cierto, también vivían almas de los muertos?, ¿cómo era eso siquiera posible o lógico? Su morada hacía parecer ridícula a la descripción de fantasmal.
Pero Sakura estaba demasiado asustada como para expresar su frustración o ira. No podía confrontar a alguien que se veía tan intimidante como el enigma de cabello negro que la veía con tanta intensidad desde el otro lado de la mesa. Estaba tratando desesperadamente de no quebrarse frente a él, aunque sabía que él probablemente ya esperaba esa reacción.
Tragándose su histeria, se aventuró a hablar.
—Por favor, sólo… sólo quiero irme a casa.
Sasuke permaneció en silencio, observándola con sus penetrantes e indescifrables ojos. Sintiéndose inquieta, ella imploró de nuevo.
—Por favor, lo lamento si hice algo para molestarte, pero…
—Este es tu hogar ahora.
La mente de Sakura se detuvo. Por un largo y horrible momento, no pudo respirar. Sus labios temblaron, incapaces de formar una oración coherente. Todo lo que logró decir fue un bajo y tartamudeante "¿Qué?"
En respuesta, Sasuke se levantó abruptamente y con sigilo de su silla, bajando su cáliz. Sakura se levantó también, tensa y alarmada, con sus ojos agrandados y su respiración aumentando conforme se alejó de la mesa.
El pánico hizo trizas lo que quedaba de su compostura, destrozando cualquier remanente. ¿Qué quiso decir con que ese era su hogar?, ¿qué estaba pasando?
—Permanecerás aquí —él respondió con un tono desdeñoso. Cómo si no quisiera escuchar nada más al respecto, sin negociación o debate. Pero Sakura no podía aceptar eso.
Su corazón galopó conforme la histeria la invadía y se estrellaba contra ella como una marea, envolviéndola en frialdad y ocasionándole el comenzar a chillar histéricamente.
—¿Qué quieres de mí?
En un instante que fue inhumanamente rápido, en un movimiento que fracturó incluso el aire en sus pulmones, Sasuke se había desvanecido de su vista. Reapareció justo a centímetros de ella y la mente de Sakura notó su presencia cuándo ya era demasiado tarde. Su cuerpo se congeló en su lugar conforme era sofocada por la misma chispeante aura que parecía ondear y pulsar de él. ¿Cómo se había movido tan rápido?, ¿cómo había tan solo desaparecido? Su cerebro estaba confundido, así como todo aquello que ella alguna vez creyó saber. Nada tenía sentido ya. Su mundo había sido puesto de cabeza por el joven de pie tan cerca de ella, dejándola imposibilitada para defenderse, para escapar.
La respiración de Sakura se detuvo por completo cuando sintió la punta de un frío y duro dedo trazar un camino por su mejilla izquierda, un toque ligero que envió un shock de electricidad por todo su cuerpo, dejando una sensación cosquilleante. Sólo se volvió consciente de la humedad que había escapado de sus ojos cuando la voz de Sasuke exhaló sobre ella.
—Estas lágrimas no cambian nada. Eres mía, Sakura.
Entonces, en un instante, él se había ido. Se desvaneció frente a ella, como una aparición, y Sakura se quedó de pie en el salón de banquetes.
