La historia no me pertenece, es una traducción al español de la historia Quietus escrita por Seraphina Scribes. Por favor, cualquier comentario debe estar en los reviews del escrito en inglés. Si la historia les está gustando, háganselo saber. Dejo link correspondiente.
s/7449361/1/Quietus
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Capítulo VII
Despojados, con pérdida,
Y la agonía de la aflicción,
Buscan recrear,
Sus pasos divinos,
Pero señales de la doncella,
No han podido encontrar,
¿A dónde se ha ido la primavera?
Pérdida, desaparecida,
Sin señal alguna;
Sin descanso para los inmortales,
Hasta conocer lo acontecido,
Su paradero,
¿Quién podrá saberlo?
Sakura estaba estupefacta. Su mente asustada no podía comprender las palabras que había escuchado.
Sasuke había decretado que ella permanecería en el palacio. Que sería su nuevo hogar. Había reclamado algún tipo de propiedad sobre ella, diciéndole que le pertenecía a él, que era suya.
Suya.
Las manos de Sakura se elevaron a su cabeza, sus dedos apretando mechones de cabello. Era un gesto inútil, pero algo de esperarse dado su estado histérico. Trató de decirse a sí misma que él no había desaparecido así como así frente a sus ojos. Había sido algún tipo de truco. Y aun así sabía que no había motivo para negarlo, Sasuke se movía cegadoramente rápido, a velocidad inhumana.
¿Qué está pasando?
Su cerebro trataba frenéticamente de darle algún sentido a la situación. Pero le era imposible mantenerse enfocada. Estaba demasiado distraída, agobiada y abrumada como para pensar racionalmente. Cualquier pensamiento acerca de los desafortunados eventos que le habían sucedido ocasionaba una nueva ola de pánico que bloqueaba toda lógica. Era más fácil negarlo todo que aceptarlo. Y le hubiera sido más fácil pretender que nada de eso era real de no ser por la intimidante y definitiva presencia de Sasuke. Él, en definitiva, no era un producto de su imaginación o pesadillas. Estaba tan dolorosa y realmente vivo en un lugar que, de no ser por él, estaría muerto.
Los ojos de Sakura se enfocaban en la mesa frente a ella sin ver nada en realidad, sin tomar en cuenta la deliciosa comida. Su apetito se había desvanecido. Se juró en silencio que no probaría ni un bocado hasta que Sasuke la regresara a casa. No podía ser en serio eso de que ella se quedaría ahí con él, un absoluto extraño, en un horrible y extraño lugar. Tenía que estar bromeando. Estaba bromeando, ¿no?
No, una pequeña y suave voz en su cabeza le susurró en respuesta, peleando por ser escuchada dentro de su caos interno.
Tan solo míralo. ¿Acaso se ve como el tipo de chico que no dice las cosas en serio? Lo dijo intencionalmente… aunque esté loco por completo.
El reconocer la realidad era muy difícil de procesar. Sakura no sabía qué hacer. Aunque estaba segura de que no iría tras Sasuke. Necesitaba procesar sus pensamientos antes de confrontarlo de nuevo, necesitaba planear una estrategia de escape. Exhaló despacio, haciendo lo mejor que pudo para calmar el desastre y ansiedad en su mente. Por más inconcebible que fuera, todo era real. No podía seguir entrando en crisis y rehusarse a creerlo. La hacía vulnerable y más propensa a cometer errores. Y sabía que, si quería tener al menos una pequeña probabilidad de escapar de Sasuke, tendría que aprovechar todo lo que pudiera.
Tragando con pesadez el nudo en su garganta, Sakura se limpió las lágrimas. Alejándose del salón de banquetes, caminó despacio hasta el pasillo de entrada. Cuando entró, se encontró con dos mujeres al pie de las majestuosas escaleras. Una era robusta, de mediana edad con aire materno y cabello castaño con algunos mechones de canas, el cual llevaba amarrado en un alto y estirado moño. Estaba vestida con un simple vestido largo de algodón, de color blanco y que parecía pertenecer a otra era. Sobre el, llevaba amarrado un delantal negro. La mujer tenía una cara redonda con facciones amables y ojos ligeramente azules. Acurrucada junto a ella, estaba una niña delgada que parecía no tener más de 15 años, 16 a lo mucho. Tenía un suave y rizado cabello rubio que estaba amarrado en una cola de caballo, además de unos grandes ojos avellana que lucían confundidos. Llevaba una ropa similar a la de la mujer mayor. Para confusión de Sakura, ambas parecían ser figuras sólidas, nada parecido a lo que ella había visto junto al río. ¿Ellas estaban vivas?
Ambas le dieron una reverencia conforme Sakura se acercó a ellas. Sus ojos se movían de una mujer a la otra. ¿Por qué estaban inclinándose? Cuando la mujer mayor habló, con su cabeza aún inclinada como gesto de cortesía, Sakura de pronto las reconoció. Eran las mismas ayudantes que había escuchado hablar antes.
—Ama, te damos la bienvenida a la casa del Amo. Yo soy Chizu, ella es Ume —la mujer hizo un gesto hacía la niña a su lado—. El amo nos ha asignado para atenderla, para que nos aseguremos que se encuentre cómoda durante su estadía con nosotros.
Los labios de Sakura se abrieron en incredulidad. ¿Sasuke les había encargado a estas mujeres que la atendieran? El hecho de que él quisiera que ella fuera atendida contrastaba con la fría y dura manera en la que le había hablado. Sintiéndose insegura, Sakura habló.
—No hay necesidad de ser tan formales, por favor, no se inclinen. Soy Sakura, encantada de conocerlas.
Las mujeres se enderezaron, y aunque Chizu la miró a los ojos, la pequeña Ume mantuvo su mirada desviada con timidez, aspecto que le recordó a Hinata. Pensar en su amiga le trajo recuerdos de todos sus conocidos en casa, gente que probablemente estaba enloqueciendo de preocupación por ella. Se preguntó si sería prudente pedirle a Sasuke cuando volviera a verlo, si le sería posible enviarle un mensaje a su madre y amigos para decirles al menos que seguía viva. Sakura no sabía cómo es que Sasuke respondería a esa petición, después de todo, no lo conocía en absoluto. Pero por lo poco que había visto, supuso que era improbable que le permitiera hacer tal cosa. Él no parecía ser del tipo amigable o compasivo. Guardó ese pensamiento para después. Aun así, tenía que intentarlo y preguntarle.
—¿Ha tomado su cena, Ama? —Chizu preguntó.
—No tengo hambre —respondió Sakura—, y por favor, sólo dígame Sakura —añadió, frunciendo el ceño ante el pesado término con el que se dirigió a ella. Chizu inclinó su cabeza como disculpándose.
—Si es lo que la señora desea —respondió educadamente —. ¿Podemos entonces escoltarla de regreso a su aposento? Estoy segura de que debe estar fatigada. Ume ha preparado un baño para usted.
El cuerpo de Sakura dolió ante la proposición. Tal vez un baño le haría bien. Probablemente lucía muy tensa, y el agua tibia podría ayudarla a deshacerse de la tensión en sus músculos. Tal vez podría incluso ayudarla a calmar sus nervios. Le sonrió a Ume y habló.
—Eres muy amable.
Las mejillas de la niña se ruborizaron y Sakura de nuevo tuvo que contener sus emociones. Extrañaba a Hinata, a Ino, a Naruto y a todos los demás, pero más que nada, extrañaba terriblemente a su madre.
Los volverás a ver, la misma voz racional le aseguró en su cabeza. Encontrarás cómo regresar a casa.
Sintiéndose mejor por ese pensamiento y un poco más segura por la compañía de esas dos amables extrañas, Sakura comenzó a seguirlas por las escaleras.
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Sasuke se movió por el camino enmarcado por árboles. La fuerte y ominosa aura rodeándolo era un perfecto reflejo de la tormentosa expresión en su rostro. Ella había tenido la osadía de cuestionarlo acerca de sus intenciones, como si tuviera el derecho de saberlo. ¡Cómo si él estuviera obligado a responderle! Él era un dios. Él no necesitaba explicar sus acciones a una simple humana. Él hacía lo que deseaba, cuando lo deseaba. Sakura tendría que acostumbrarse a eso si no quería cometer el tonto error de probar su paciencia nuevamente. Pronto ella sabría que hacerlo perder los estribos no era algo que deseara hacer. Y para ella, era algo particularmente peligroso el hacerlo.
Sasuke exhaló, lentamente controlando su ira. Aún en ropa llena de suciedad, con su cabello despeinado y sus ojos rojos por el llanto, Sakura era encantadora. Su suave y dulce voz movieron algo dentro de él. Era musical, tan pura y perfecta como el resto de ella. ¿Pero cómo?, ¿cómo es que él encontraba a una mujer mortal más atrayente que cualquier otra diosa que hubiera conocido? Por supuesto, las inmortales eran increíbles en su belleza. Y aun así, Sakura poseía algo más que ellas no tenían. Algo que Sasuke deseaba.
El hambre elevándose dentro de él era algo que ningún tipo de comida podía resolver. Estaba hambriento por ella. Sabía que cualquier otro dios menor hubiera tomado a Sakura en el mismo momento en el que la tuviera al alcance de sus manos y se hubiera complacido con ella. Pero Sasuke no era un dios menor. Él se enorgullecía del hecho de poseer un auto control que los otros no tenían. Él no era tan débil como para sucumbir ante esas mismas indulgencias. Pero sin ninguna duda, él tendría a Sakura en su cama, una y otra vez hasta que se cansara de ella… pero no todavía. Por más reacio que estuviera a concedérselo, él sabía que sería más beneficioso para su causa el darle a la chica algo de tiempo para ajustarse. Estaba vulnerable, asustada y abrumada. Lo había visto mientras la observaba a través del orbe negro que le servía como ventana hacía su reino y la superficie. Había presenciado su conmoción y horror al ver las sombras de la muerte por primera vez, observando cómo había huido y colapsado mientras lloraba junto a una roca.
Y había visto a la mujer que supervisaba la llegada de almas desde el río Aqueronte, maltratar a Sakura, como si ella fuera igual a las otras alimañas que subían al barco negro. Había enviado una dura e instantánea orden a Juugo para evitar que Karin golpeará a Sakura, y ahora estaba de camino a asegurarle a la tonta ninfa que no lo volviera a intentar.
En lugar de transportarse hasta la orilla del río, Sasuke se tomó su tiempo para caminar hasta allá. Le permitió poner en orden sus pensamientos. Tenía que averiguar exactamente qué estaba pasando en la superficie. ¿Qué haría la madre de Sakura? Y aquel a quién Sasuke menos quería ver de todos ellos, ¿él sospecharía algo? La impaciencia se agitó dentro de él, tenía que encontrar la forma de engañar a Sakura para que permaneciera en su reino, para evitar cualquier oportunidad de que pudiera ser rescatada antes de que siquiera pudieran intentarlo.
La fruta prohibida de los muertos, él sabía, era la opción más efectiva, pero sólo si ella la consumía voluntariamente. En definitivo no podía forzarla a hacerlo. Y ella estaba rehusándose a comer. Sasuke anticipaba que ella continuaría haciéndolo como una necia e infantil protesta. Sakura pronto se daría cuenta de que esa estrategia era improductiva contra el gobernador de los muertos; él tan sólo la mantendría con vida y se rehusaría a dejar que su alma dejara su cuerpo, hasta que la agonía fuera tanta que ella tendría que ceder ante su voluntad y rogarle que la alimentara. El rostro de Sasuke se oscureció posesivamente. Prefería verla sufrir por hambre que dejarla ir.
Cuando Sasuke finalmente llegó a la orilla del río, encontró a sus súbditos encargándose de otro grupo de tranquilos espíritus que bajaban del bote, tres niños, tres mujeres y un hombre. Esperó hasta que Juugo y Karin guiaron a las almas hacía las filas correspondientes, en el lado opuesto de dónde se encontraban. Después se acercó.
—Nagato.
El rostro esquelético bajo la capucha se inclinó en una reverencia. Largos y huesudos dedos se apretaron alrededor del remo a pesar de su débil apariencia.
—Gran Dios —hizo un saludo con voz baja y rasposa.
—¿Alguien de la superficie ha intentado cruzar Aqueronte?
—No, gran Dios.
—Mantente vigilante —Sasuke ordenó—. Házmelo saber si alguien lo intenta.
—Sí, gran Dios. Me aseguraré de enviarle su mensaje a Cerbero.
El Dios de la muerte asintió y se giró para alejarse. Los tacos de sus botas crujían contra la grava conforme caminaba a paso firme hacía sus dos súbditos, con la expresión de su rostro sin mostrar emoción alguna conforme se unió a ellos. Ambos giraron, con la sorpresa dibujada en sus rostros, antes de inclinar sus cabezas.
—Señor —Juugo dijo como saludo.
—Gran Dios —Karin ronroneó.
—Continúa, Juugo —Sasuke le ordenó al robusto joven, observando cómo hizo una nueva reverencia antes de regresar a sus deberes. Los oscuros ojos de Sasuke viajaron a Karin, quien había estado mirándolo descaradamente. Ella desvió su mirada con rapidez cuando él la vio desde arriba, y aun con la poca luz azul de las antorchas que los rodeaban, pudo discernir el rubor en sus mejillas.
Karin era una ninfa de río que había sido maltratada por varios hombres. Su piel aún mostraba las fuertes mordidas que lo demostraban. Había sido miserable y estaba en el borde del suicidio cuando Sasuke la encontró. Le había ofrecido un propósito a su existencia a cambio de sus servicios, para residir junto a Aqueronte y supervisar el pasaje de los muertos a través de los ríos. Ella poseía dos dones únicos, la habilidad de rastrear a quienes habían viajado por el agua y el sanar heridas graves. Esas eran las únicas razones por las que él la mantenía ahí, por sus habilidades. En manos de gente equivocada, esas habilidades supondrían un desequilibrio al balance de su reino.
Karin tontamente se había enamorado de Sasuke, considerándolo su salvador. Aun cuando sabía que no tenía ninguna posibilidad, ella de todas maneras intentaba coquetearle y tratar de hablar con él en las raras ocasiones en las que él se detenía a revisar el flujo de almas. Nunca tenía éxito y era continuamente silenciada con una mirada fría. Karin, al parecer, se había vuelto confiada, creyendo que su posición en ese mundo estaba asegurada. No era así. Y Sasuke estaba a punto de recordárselo.
—¿A qué debemos este honor? —una sonrisa se dibujó en los labios de la ninfa pelirroja. Sasuke mantuvo a raya el bufido desdeñoso que casi se formó en sus labios. Entrecerrando sus ojos, bajó su rostro para que estuviera a pocos centímetros del de Karin. Ella dejó de respirar, con sus ojos agrandándose ante la inesperada proximidad.
—Maltrátala de nuevo y entrarás a tártaro —él siseó.
Las facciones de Karin mostraron confusión al principio, cuando de pronto reconoció a la perfección el significado de sus palabras. Entonces comenzó a tartamudear.
—Yo… yo no sabía que estaba viva, Sasuke…
Con alarmante velocidad, la mano de Sasuke se cerró con crueldad alrededor de su garganta.
—No olvides tu lugar —le advirtió con voz escalofriante, como respuesta al uso tan casual de su nombre. Ella logró dar una alarmada y ahogada disculpa. Sasuke la empujó a un lado y cuando ella continuó mirándolo desde abajo, él dio un simple y amenazador paso hacia ella. Ella saltó, enderezó sus lentes e inclinó su cabeza, apresurándose para regresar con Juugo.
Los ojos ónix los monitorearon por un breve momento, antes de que Sasuke desapareciera de su vista en silencio.
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Ring, ring. Ring, ring. Ring, ring. Ring, ring.
Naruto giró sus impacientes ojos hacia el claro cielo nocturno. Era su cuarto intento por llamar. ¿Por qué Sai no estaba respondiendo?
—Vamos —murmuró, goleando sin descanso su pie contra el suelo. La línea de repente dio paso a la conexión y Naruto puso toda su atención—. ¡Hey Sai! —exclamó—. ¿Dónde rayos has esta… —se interrumpió cuando una voz que no era la de Sai se escuchó.
—… no puede atender su llamada. Por favor, dejé un mensaje después del tono.
El buzón de voz emitió un pitido, señalando que podía dejar su mensaje.
—Oye, bastardo —Naruto le gritó con enojo al teléfono—. ¡Contesta tu maldito teléfono de una vez!
Colgando, liberó un bufido exasperado. Si Sai no iba a responder, entonces no tenía otra opción más que ir a buscarlo. No era lo que había planeado hacer, y significaba desperdiciar aún más preciado tiempo, tiempo que podía utilizar buscando a Sakura.
Elevando su teléfono de nuevo a su oído, marcó el número de Shikamaru.
—Naruto —su amigo respondió al segundo tono—. ¿Alguna pista sobre ella?
—No —Naruto respondió con pesadez—. ¿Tú averiguaste algo?
—Sai no está respondiendo mis llamadas y tampoco está en su departamento.
Naruto colocó con frustración una mano en su nuca.
—Genial —murmuró—. ¿Entonces dónde demonios está?
Hubo una pausa.
—Puedes encontrarlo más rápido que cualquiera de nosotros.
Las cejas de Naruto se unieron.
—Sabes que no puedo hacer eso —respondió en silencio.
—Naruto —el tono de Shikamaru era serio y severo—. Sakura podría estar en un verdadero problema. Si hay algún momento en el que debes mover un poco el sello, es ahora —sintiendo la ligera aprehensión de su amigo, Shikamaru añadió con un suspiro—. Mira, no es normal que Sai no responda. Y tampoco está en ninguno de sus lugares habituales. Algo está pasando, y mientras más rápido lo averigüemos, mayores posibilidades hay de encontrar a Sakura. Eso solo si ella no está… —su voz se apagó.
Naruto tragó con pesadez, presionando su mandíbula.
—No hables así —dijo con su voz temblando por la ira.
—Entonces rastréalo. Te llamaré si me entero de algo más —Shikamaru respondió y colgó abruptamente.
Naruto bajó su teléfono despacio. Su mano libre se movió hacia su estómago. El pequeño temblor que recorrió sus dedos delató su aprehensión interna. ¿Podría hacerlo?, ¿podría pedir la ayuda de algo que había mantenido tan cuidadosamente asegurado y encerrado por tanto tiempo?
¿Tenía otra opción?
Pero si Kakashi y los otros se enteran de que yo…
Eliminó ese pensamiento. Sakura era todo lo que importaba. Su seguridad era lo más importante para él.
Colocando su teléfono en el bolsillo de su sudadera gris, Naruto cerró los ojos y se concentró.
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El sonido del timbre hizo que Ino levantará la cabeza. El abrazo que mantenía sobre el oso de felpa rosa que Sakura le había comprado años atrás se estrechó mientras compartió una insegura mirada con Hinata antes de bajar del sofá, moviéndose automáticamente hacía la puerta principal. La mano de su padre la detuvo y fue él quien se dirigió a abrir la puerta, liberando un suspiró en cuanto lo hizo.
—¿Dónde está?
Ino palideció, distinguiendo al instante a la dueña de esa voz tan engañadoramente calmada. Retrocedió por el pasillo y entró a la estancia de nuevo, temblando de miedo.
—Tsunade, por favor, esto no ayudará a nadie…
—Llámala —Tsunade ordenó.
—No dejaré que hagas responsable a mi hija. Sakura es responsable de sus propias acciones —Ino tragó pesadamente, conmovida hasta las lágrimas por la protección de su padre.
—Hazte a un lado, Inoichi —Tsunade habló con indiferencia.
Ino cerró fuertemente sus ojos.
—¿I… Ino? Yo… yo podría tratar de explicar… —Hinata ofreció con suavidad, estando ansiosa.
Su amiga negó con la cabeza. ¿Qué tan cobarde era?, ¿escondiéndose y dejando que otros pelearan sus batallas por ella? Su padre tenía razón, Sakura era responsable de su comportamiento, pero Ino también era responsable del suyo.
Ella había sido quién eligió un atajo y había sido su coche el que se descompuso. Y era su culpa que Sakura se hubiera ido sola al bosque.
La rubia regresó al corredor y caminó hacia la puerta, viendo la cara de Tsunade sobresalir por arriba del hombro de su padre. En el instante en que los ojos miel la encontraron, Ino sintió su estómago hacerse nudo debido a la aprehensión.
—Sra. Haruno, puedo explicar… —comenzó a hablar.
—Ino, yo manejaré esto —su padre la interrumpió.
—No, papá, déjame…
Tsunade colocó una delgada mano en el borde de la puerta. Inoichi se enderezó, pero la mujer no hizo movimiento alguno que indicara que planeara entrar sin permiso.
—Explica —dijo, entrecerrando sus ojos con disgusto.
—Ino…
—Papá, por favor —Ino rogó.
Hubo una pausa, en la que su padre la miró con cuestionantes ojos azules, ojos que ella había heredado. Finalmente, Inoichi retrocedió.
—Puede pasar —le permitió a su visitante—, pero si hace cualquier cosa que pueda alterarla…
—Guárdate tus amenazas vacías —Tsunade exclamó, pasando y dejándolo de lado. Luego miró con enojo a Ino y le ordenó—. Dime todo.
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Entrar nuevamente a la habitación en la que había despertado era desconcertante, especialmente cuando Sakura sabía con certeza que no estaba soñando o muerta.
Chizu había mencionado en el camino el darle a Sakura un tour por el palacio una vez que ella hubiera descansado. Y aunque Sakura accedió distraídamente, no creía poder descansar. No cuando aún tenía tantas preguntas sin respuesta. Cuando Ume cerró las resplandecientes puertas detrás de ellas, Sakura se tomó otro momento para mirar la habitación. Era de verdad una magnifica vista, casi abrumadora en su esplendor. Elegantes cortinas bronce bordadas con hilo dorado, que ella no había visto previamente, capturaron su atención, por lo que se acercó a ellas, tocando la lisa y satinada textura con sus dedos. Al abrirlas, se encontró mirando a las bellamente ornamentadas puertas de un balcón, a través del cual pudo observar el mismo cielo nocturno sin estrellas. Un rápido intento por girar las manijas le dijo que estaban cerradas. Decepcionada, Sakura volvió a regresar las cortinas a su posición original y se giró para ver a las criadas. Estaban esperándola junto a la puerta que estaba en la esquina de la habitación.
—Por aquí, si es tan amable de seguirnos —Chizu señaló educadamente. Sakura entró después de ellas y su quijada volvió a abrirse en asombro.
En contraste con el resto del palacio, el baño estaba cubierto de prístino mármol blanco. Cuatro elegantes columnas escalaban a un techo del color de la luna e incrustado de zafiros. Los ojos de Sakura se asombraron por el cómo la craquelante luz del fuego de las antorchas en las paredes era capturada por las hermosas joyas además del arreglo decorativo de velas aromáticas y los candelabros de tres brazos. Salientes de mármol sobresalían de los bordes de la habitación, ofreciendo lugares donde sentarse. Sakura alcanzó a ver gruesas y afelpadas toallas blancas apiladas ordenadamente en estantes que habían sido colocados en la esquina izquierda del lugar. Un enorme, reluciente y opulentamente enmarcado espejo descansaba sobre la pared central, proporcionando una aun más grande ilusión de luz y tranquilidad. Cortinas traslúcidas de un azul profundo adornadas con pequeñas cuentas colgaban desde la cima de los pilares. Ondeaban con movimiento y vida. La mirada de Sakura se encontró entonces con la bañera, colocada sobre una gran y cuadrada plataforma elevada rodeada por las columnas, y abrió la boca con asombro una vez más. Era más parecida a una piscina, con la forma de una gran y hermosa concha. Estaba llena con agua liberando su vapor y burbujas, además de pétalos color índigo esparcidos por la superficie. La suave iluminación y los dulces olores de los aceites de baño relajaron la tensión de sus hombros e inhaló profundamente.
Era el baño más asombroso que jamás había visto. Era digno de una reina, o una diosa. En una de las esquinas elevadas arriba de la tina de baño estaban colocadas esponjas y pequeños frascos coloridos, todos de diferentes formas y conteniendo lo que ella asumió eran aceites para el cuerpo y champús. Junto a ellos estaban apiladas barras de jabón. En la esquina opuesta, descansando sobre un estante más pequeño, había colocados broches para el cabello, cepillos y demás tipos de peinetas.
De repente, Sakura se sintió muy sucia. Quería hundirse en las purificadoras aguas y olvidarse de todo, aunque fuera por unos minutos.
—¿La señora requiere asistencia para el baño? —Chizu preguntó.
Con gran dificultad, Sakura separó sus ojos de la gran tina y la dirigió a las mujeres paradas a su lado. Sin que ella supiera, habían estado observando su reacción con diversión bien disimulada.
—¡Oh, no! Gracias.
Chizu asintió.
—En ese caso estaremos esperando afuera. Por favor, infórmenos cuando haya terminado para que podamos ayudarla a vestirse.
—Gracias… —Sakura comenzó a hablar, pero de pronto notó otra puerta en la esquina derecha más lejana de la habitación—. ¿Qué hay ahí?
—Es el privado —Chizu respondió. Sakura la observó sin entender por un momento, antes de que su cerebro le proporcionará un oxidado recuerdo de sus clases de Historia. Así que, ese era el retrete. Ella supuso que lucía tan exageradamente sensacional como todo lo demás que había visto en el palacio. A pesar de parecer ausente, Sasuke claramente poseía una inclinación por los detalles finos. Las pinturas incrustadas con zafiros eran una prueba de eso.
Chizu y Ume hicieron una reverencia y salieron, dejando sola a Sakura. Ella se movió hacía la puerta que llevaba al retrete y la abrió para encontrar candelabros a juego y paredes con mármol blanco. No era tan espacioso como la habitación de baño, pero aun así, era el más ridículamente elegante "privado" que hubiera visto, con un lavabo sobre el cual colgaba otro espejo elaborado y estantes con botellas de colores alineadas… aunque era más grande que su habitación en casa. Al cerrar la puerta, regresó a la bañera y se desprendió despacio de su ropa, arreglándola con cuidado en una pila. Haciendo una nota mental de preguntarle a Chizu y Ume en dónde podría lograr que su ropa fuera lavada y regresada después, Sakura puso su pie dentro de la bañera y entró. El agua estaba encantadoramente caliente y pareció disolver al instante todas sus dolencias. Suspirando conforme llegaba al fondo, se vio sumergida en la dulce esencia de lavanda y Sakura hizo su cabeza hacía atrás para recargarse en la orilla de la tina, mirando a la hermosa pintura en el techo. Era una reluciente y gloriosa pieza; mientras más la veía, encontraba más maravillosos detalles.
¿Qué estaría haciendo su madre ahora?, ¿estaba bien?, ¿se habría enterado ya de que estaba perdida o ni siquiera lo sabía aún?, ¿el señor Yamanaka habría ido ya a recoger a Ino y Hinata en el bosque?, ¿cuántas horas habrían pasado desde que perdió la consciencia en ese prado? El reloj de Sakura se había detenido desde que despertó, y ahora yacía olvidado arriba de la pila con su ropa.
Sus pensamientos viajaron inevitablemente hacía su secuestrador. Sasuke había dicho que ella había sido llevada al palacio por un capricho suyo, pero tenía que haber más que eso. No había sido coincidencia que ella lo hubiera visto en el carrusel. ¿Habría estado esperándola?
¿Habría planeado secuestrarla en ese momento? Y, de nuevo, la misma enloquecedora pregunta, ¿Por qué?, ¿por qué le estaba haciendo eso?
Tantas preguntas, tantas interrogantes. Decidiendo que podría hablar con Chizu y Ume después, Sakura cerró los ojos e hizo lo que pudo para llenar su mente de imágenes más felices y soleadas.
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Tsunade recorrió los rostros sentados alrededor de la embellecida mesa circular de acero frente a ella. Había pasado tiempo desde la última asamblea, pero todos (a excepción de uno, cuya ausencia no la sorprendía), habían acudido a su solicitud; Kakashi, Gai, Asuma, Kurenai, Iruka, Homura y Koharu. Sus expresiones lúgubres eran iguales a la de ella.
—Ya saben todos porqué estamos aquí —Tsunade abrió el diálogo—. Sakura ha sido secuestrada.
Un pesado silencio llenó el aire. Kurenai fue la primera en romperlo.
—No podía creerlo cuando lo escuché —dijo suavemente y con tristeza.
—¡Debemos encontrarla de inmediato! —exclamó Maito Gai mientras golpeaba su puño contra su otra palma. Era un hombre bronceado de la misma edad de Kakashi que tenía un cabello negro corto y brillante, chispeantes ojos negros, una amplia nariz y gruesas cejas.
—Eso ha sido más fácil de decir que hacer —dijo Asuma Sarutobi, un apuesto hombre de mediana edad. Él tenía cabello oscuro con picos desarreglados, ojos cafés y una barba bien cuidada—. Por lo que entiendo, no han encontrado rastros de ella hasta ahora.
—¿Qué fue lo que pasó exactamente, Lady Tsunade? —Iruka Umino preguntó. Su cabello castaño estaba arreglado en una cola de caballo y una larga cicatriz atravesaba el puente de su nariz, un eterno recordatorio de una batalla ya pasada.
Tsunade frunció los labios, recordando la narración de la hija de Inoichi acerca de lo que pasó justo antes de la desaparición de Sakura.
Habían seguido el sistema de navegación del automóvil de Ino después de encontrarse con el tráfico. Había, aparentemente, funcionado mal, llevándolas por una ruta desconocida hacia uno de los muchos bosques de Konoha. La llanta frontal se había reventado y el vehículo quedó atorado en una zanja. Ino había estado en el teléfono (y esto era lo que más enfurecía a Tsunade) con su estilista, de entre toda la gente, y juró que tan solo le había dado la espalda a Sakura por dos o tres minutos a lo mucho, cuando Hinata la alertó del hecho de que su amiga de cabello coral se había aventurado dentro del bosque. La habían seguido, pero resultó inútil. No habían podido localizar a Sakura.
Tragándose la furia y pena en su pecho, Tsunade respondió.
—Desapareció dentro del bosque. Naruto y Shikamaru buscaron el área tres veces y no encontraron nada de ella.
—Encontraron su bolso —corrigió Kakashi. Los ojos de Tsunade se dirigieron a él. Esta era nueva información para ella.
—¿Su bolso? —repitió, con su corazón saltando un poco—. ¿Dónde?
Kakashi suspiró antes de responder.
—En un prado.
—¿Y… sólo eso? —Asuma miró al hombre de cabello plateado.
Kakashi miró al techo. Había una pieza maestra, pintada con imágenes de ángeles y divinidades, colocadas sobre nubes celestiales.
—Naruto no mencionó nada más, además de flores.
—Eso es típico de Sakura —dijo Kurenai con voz baja—. Probablemente terminó entrando a ese prado para hacer un arreglo floral.
—Por supuesto —Iruka asintió—. Después de todo ella es…
—Lady Tsunade —Homura Mitokado, un hombre con anteojos cuyo rostro estaba lleno de años de sabiduría interrumpió—. ¿Ha considerado que, tal vez, la chica esté muerta?
Cuatro pares de incrédulos ojos y una mirada perpleja volaron hacia el hombre mayor. A su lado, Koharu Utatane, una anciana con cabello gris y mirada penetrante permaneció en silencio. Bajo la mesa, las manos de Tsunade se cerraron en puños conforme peleó para permanecer tranquila cuando las palabras que amenazaban con salir de su lengua eran todo, menos eso.
—Gran Homura —Iruka tosió de manera incómoda, observando el amenazador fuego en la mirada de Tsunade—, no creo…
—Yo sabría si mi hija está muerta —Tsunade habló con la mandíbula tensa.
—Hablas de un instinto materno —Koharu habló con voz cansada—, pero tal vez estás olvidando la naturaleza de tu vínculo con la niña. ¿Cómo puedes estar segura de que no fue un humano quién se la llevó? La humanidad se ha perdido y muchos se han desviado hacia el crimen. ¿Cómo puedes asegurar que está viva?
Los labios de Kurenai se abrieron con asombro. ¿Cómo es que esos dos podían hablar de manera tan directa y despiadada? Miró ansiosamente a Asuma, notando la fuerza con la que tensaba la mandíbula.
—Eso es ridículo —él dijo—. Si Sakura estuviera muerta, entonces todo se hubiera…
—Cuida tu tono con nosotros— Homura interrumpió—. Tal vez has olvidado quiénes somos.
—¡No podemos dejarnos llevar por esos pensamientos! —Gai expresó, tratando de dispersar la tensión en el aire.
—Ella está viva —Kakashi dijo con convicción. Y después añadió despacio—, pero para dispersar cualquier duda, hay una manera en la que podemos estar completamente seguros.
Tsunade inhaló con pesadez ante la sugerencia que él hizo.
—¿¡Qué?! —le reclamó. No podía creer lo que estaba escuchando. Sakura no estaba muerta. ¿Cómo podían siquiera pensar algo así?
—No estás hablando en se… —Iruka comenzó a hablar.
Kakashi soltó otro de sus característicos suspiros.
—Ha pasado mucho desde que visité ese lugar… —su voz comenzó a desaparecer conforme una mirada ausente se posó en su único ojo.
—Kakashi —Kurenai habló visiblemente alarmada—. No puedes aventurarte ahí sin invitación. Sabes cual es el pacto hecho entre él y nosotros.
—Hecho para él —Kakashi rectificó tranquilamente—. No por él.
—No seas más descuidado de lo normal, Kakashi —Gai le dirigió una expresión desaprobadora al hombre que consideraba un tipo de rival—. Ese desertor jamás te permitiría pasar, mucho menos te daría ese tipo de información. ¿Los años no te han enseñado nada? Además, ¿cómo pasarías por ese maldito sabueso en la entrada?
El ojo de Kakashi bajó al suelo. No dijo nada.
—Una misión sin sentido —Koharu murmuró.
—¡No más sugerencias estúpidas! —Tsunade explotó, levantándose con furia. Golpeó su palma contra la mesa con suficiente fuerza como para hacerla temblar y volvió a vociferar—. ¿Habían estado esperando esto, no es así? El día en que la poderosa Tsunade finalmente se equivocara. Debí saber que no debía llamarlos. Ustedes se alegran con la miseria de otros. ¡No han cambiado! Aún después de todo lo que nos sucedió después de sus errores egoístas…
Koharu y Homura se levantaron también. El aire alrededor del lugar de la junta se volvió más pesado y estaba prácticamente cargado con energía negativa.
—Debemos recordarte, Lady Tsunade, que la única razón por la que estás viva es por el compromiso que hicimos —Homura le dijo.
—¡Ah, sí claro! —Tsunade exclamó sarcásticamente—. ¡El humilde sacrificio! Sus turbios arreglos no son la razón por la que estamos aquí, ¡debo recordarles que es al rayo amarillo a quien tenemos que agradecer!
Los dos ancianos se erizaron ante la mención de ese nombre, y de un momento a otro todos estaban de pie y hablando unos a otros, a excepción de un calmado Kakashi, que permaneció sentado, observando en silencio cómo la escena escalaba frente a él. Las cosas estaban a punto de volverse malas en serio, cuando una voz suave habló de repente, rompiendo a la perfección todo el altercado.
—No puedo sentirla.
Las cabezas se giraron al nuevo llegado. La luz del sol iluminó el lugar, alejando los pensamientos oscuros de la gente.
—Naruto… —Iruka susurró, con sus ojos muy abiertos al reconocer la forma que el joven rubio había tomado.
Tsunade se quedó congelada donde estaba.
—Idiota —susurró—. El sello…
Pero Naruto no les prestó atención a sus preocupaciones. Encontrando la mirada expectante de Kakashi, habló.
—Sakura. Ella no está en la superficie.
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Después de bañarse y lavar su cabello, una limpia Sakura salió del baño hacía el aposento, envuelta en una larga y suave toalla. El agua había permanecido gloriosamente caliente a pesar de todo el tiempo que pasó sumergida en la amplia tina. Aunque su cuerpo se sentía más relajado, su mente aún no descansaba.
Chizu y Ume estaban esperándola, como dijeron. Sobre la cama habían colocado ropa interior de encaje que hizo que las mejillas de Sakura se ruborizaran; era el tipo de lencería que Ino adoraba comprar y que siempre le insistía adquirir a Sakura. Pero ella jamás se había atrevido a usar algo tan… tan provocativo. Junto a la ropa, estaba una femenina bata de color plata pálido. Tenía delgados tirantes y parecía estar hecha de satín. ¡Tan diferente de la ropa tan desgastada y cómoda que ella usaba para dormir en su casa!
—¿Se encuentra bien, Ama? —Chizu cuestionó notando la expresión entristecida de Sakura. Ume lucía ansiosa. ¿Tal vez la ropa no era del agrado de la dama?
—Estoy bien –Sakura parpadeó y trató de sonreír lo mejor que pudo—. Gracias por preparar el baño para mí, Ume; estaba perfecto.
La niña la miró antes de recordar sus modales y rápidamente desvió la mirada al piso otra vez.
—Estoy para servirla, señora —respondió. Su voz sonaba suave y agradable, y Sakura recordó de nueva cuenta a Hinata.
—Por favor, te dije que puedes decirme Sakura —dijo.
—Lo… lo sentimos, señora, pero no sería apropiado —Ume habló nerviosamente.
—Insisto.
Ume y Chizu intercambiaron miradas. Finalmente, la mujer mayor asintió.
—Tal vez cuando estemos solas con usted, Ama, pero en presencia del Amo, sería impensable.
Sakura tragó con pesadez. El llamarla "Ama" sugería que estaba conectada con el "Amo" de alguna forma. Y en definitivo, no lo estaba ni lo estaría, sin importar que tan impresionantemente rico y apuesto fuera Sasuke. La sola idea le tensaba el estómago con miedo y horror. No quería conocer a alguien tan aterrador, lo que la llevaba otra vez a la misma pregunta: ¿Qué rayos era lo que él quería con ella? Aprovechando su oportunidad, Sakura habló.
—¿Podrían decirme por qué él me trajo aquí?
Las criadas intercambiaron miradas de nuevo.
—Lo siento —Chizu se disculpó despacio—, pero no es nuestro lugar el discutir los asuntos del Amo.
—Pero deben saber algo. Por favor, solo quiero saber qué es lo que quiere…
Los ojos de ambas mujeres miraron al suelo en incomodidad, ambas permanecieron en silencio. La frustración y desesperación llenó a Sakura de nuevo. ¿De verdad había creído que podría encontrar respuestas en esas dos ayudantes? Claramente se había dejado llevar por su hospitalidad. Ellas servían a Sasuke. La única razón por la que ambas estaban ahí con ella era porque Sasuke lo había ordenado.
Pero ella no quería tener nada que ver con él, y eso incluía a sus sirvientes. ¿Y si las había asignado para mantenerla vigilada y asegurarse de que no escapara?, ¿y si ellas le reportaban todo en cuanto la dejaran sola?
Con sospecha y paranoia, Sakura habló.
—Gracias por su amabilidad. Me gustaría vestirme sola, ahora.
—Oh —Ume jadeó —. Por favor déjenos asistirla…
—No —Sakura dijo con firmeza. Notando después sus expresiones consternadas, puso otra sonrisa falsa y añadió—. Estoy cansada, me gustaría estar sola por un rato. Si necesito algo, las llamaré enseguida.
Ambas lucieron indecisas y poco convencidas.
—Nuestro Amo nos pidió que la atendiéramos… —la voz de Chizu comenzó a explicar.
—Prometo que las llamare. Necesito descansar antes del tour —Sakura les aseguró y observó cómo sus expresiones se relajaron un poco.
—Tendremos esto lavado para usted —la mujer mayor dijo, quitándole a Sakura el bulto que llevaba en sus manos. Entonces ambas sirvientes hicieron una reverencia y se retiraron, cerrando las puertas con suavidad detrás de ellas.
Sakura contó dos minutos en su cabeza antes de exhalar con alivio. Su estómago gruñó fuertemente en protesta y ella se sintió aún más sedienta que después de su baño. Trató de ignorar los dolores y la resequedad en su garganta. No comería. No lo haría.
Moviéndose al enorme guardarropa, abrió las puertas buscando algo menos revelador que pudiera usar. Sus ojos se agrandaron cuando vieron los hermosos y femeninos vestidos de todos los colores imaginables. Estaban hechos de telas ligeras, principalmente seda, algunos con un poco de algodón, y todos consistían en flotantes y sueltas faldas plisadas con altas cinturas y corpiños halagadores, decorados con cinturones trenzados y cortas mangas de mariposa traslúcidas. Extra ligeras telas estaban arregladas en los estantes internos. Sakura abrió las puertas del centro para encontrar otra gran selección de vestidos, todos ridículamente costosos y fabulosos, en colores que deleitaban los ojos. Algunos tenían aperturas a lo largo de la falta o a los lados, siento atados con pequeñas perlas doradas. Parecían pertenecer a otra era y Sakura tuvo el desconcertante sentimiento de que estaba atrapada en otra época. La larga puerta a la derecha de las del centro se abrió para revelar otro compartimento lleno de capas, delgadas bufandas y chales. En los estantes estaban arreglados varios guantes, los cuales perturbadoramente eran justo su talla.
Cerrando las puertas, comenzó a abrir cada cajón y estante. En el de arriba, estaba organizada una colección de lencería, todos con encaje, de tamaño diminuto y con holanes, para consternación de Sakura. El siguiente cajón contenía camisones y batas de noche en todos los colores, doblados cuidadosamente. Debajo había medias y lo que lucía como delicadas pantuflas. La última tenía una selección de sandalias arregladas en varios compartimentos. Sakura cerró el cajón y regresó a observar la ropa en su cama. No tenía opción más que usarla, no había otro tipo de ropa. Se cambió rápidamente, de nuevo notando como todo le quedaba perfecto. Entonces caminó a la mesa de tocador, dónde encontró tal variedad de cosméticos que hubiera avergonzado a la colección de Ino. Barras de forma extraña, teñidas con varios colores para lo que ella asumió serían los labios, bonitas paletas de sombras para ojos, frascos con delineadores kohl, polvo fino y rubor, brochas y aplicadores de madera y más; cualquier artículo de belleza que cualquier chica quisiera estaba ahí. Crema facial y aceites para el cuerpo estaban colocados en pequeñas botellas. Sakura retiró las tapas de algunos, oliendo la delicada y floral esencia. Era justo la que a ella le gustaba.
¿Era coincidencia? Su piel se erizó ante la posibilidad de que Sasuke hubiera arreglado todo eso para ella con antelación. Después de todo, el hecho de que él supiera su nombre sugería que tenía algún grado de conocimiento sobre ella. Sakura no podía decir lo mismo. Ella no tenía la mínima idea de con quién estaba lidiando, además del hecho de que su captor era algún tipo de psicópata loco.
Una caja de cristal intrincadamente engravada estaba en el medio de la mesa. Sakura levantó la tapa, con curiosidad a pesar de todo. Una fina figura se elevó, con flotante cabello plateado y ropa blanca, comenzando a girar a tono con la tranquila melodía. Por un largo rato Sakura se quedó ahí escuchando, encantada con la vista y el sonido del joyero musical. Fue solo cuando sus párpados comenzaron a sentirse extrañamente pesados que finalmente se dio cuenta que estaba quedándose dormida y rápidamente cerró la tapa. No quería ver qué tipo de joyas contenía. Rechazaría todo aquello que pertenecía a Sasuke. La ropa sería la única excepción, ya que no podía andar por ahí sin nada puesto.
Tomó uno de los peines, moviéndose a la chimenea para desenredar y secar su cabello. Le tomó demasiado, y el hecho de que no pareciera haber ningún tipo de conexión eléctrica o utensilios que la requirieran tan solo la hicieron sentirse más aislada. Cuando su cabello estuvo lo suficientemente seco, lo amarró con una trenza suelta. Entonces se acercó a las cortinas y volvió a intentar abrir las puertas del balcón. Seguían firmemente cerradas.
Frustrada, Sakura se alejó con su mente formando ideas. Tenía que encontrar otra salida. ¿Tal vez el palacio de Sasuke tenía rutas secretas a través de esa tenebrosa caverna? Estaba dispuesta a creer cualquier cosa después de lo que había visto.
Tal vez, si buscaba, encontraría algo que la ayudara a escapar.
Pero ni siquiera sabía dónde estaba todo. Había alejado a Ume y Chizu antes de que siguiera le dieran el tour…
Su mente se detuvo. ¡Eso era! Si ella salía de la habitación y merodeaba por ahí, si alguien la veía tan solo tendría que dar la excusa de que se había perdido de camino al salón de banquetes. Era una mejor alternativa que acurrucarse y dormir derrotada. Planeaba permanecer lo menos posible en el lugar extraño al que había sido llevada. Tan solo tenía que evitar a Sasuke. Asintiendo con resolución, Sakura caminó de regreso al guardarropa, tomó una bata de satín y la aseguró alrededor de su cintura. Tomando un par de pantuflas de seda para amortiguar sus pisadas en el piso de mármol, se dirigió a las puertas y, respirando profundo, rogó que se abrieran. Al menor empuje, se abrieron para ella.
En silencio, Sakura salió de la habitación y se aventuró de nuevo en el pasillo.
