La historia no me pertenece, es una traducción al español de la historia Quietus escrita por Seraphina Scribes. Por favor, cualquier comentario debe estar en los reviews del escrito en inglés. Si la historia les está gustando, háganselo saber. Dejo link correspondiente.

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Capítulo VIII

¡Oh niña Perdida!

No temas lo que puedas encontrar,

En el silencio y lo desconocido,

Permite al consuelo,

Tranquilizar tu mente,

Pues varias sorpresas,

Esperan para complacerte,

Buscando encartarte,

Y engañar tus ojos,

Buscando que caigas,

En un falso hechizo,

Dentro del tenso círculo,

Formado por su abrazo.

La habitación se había quedado en completo silencio. Naruto endureció su mandíbula, manteniéndose firme a pesar de las miradas de asombro y desaprobación. Miró a los ojos de todos sin retroceder, mostrando su resolución.

Homura habló primero.

—¿Te atreviste a liberar el sello…?

Koharu, de igual manera, mostraba una expresión horrorizada.

—¡Sabes que está prohibido! Si acaso pierdes el control sobre el poder que está dentro de ti…

En respuesta, la mano de Naruto se posó en su estómago y las flamas de luz dorada que había estado radiando de su cuerpo comenzaron a retraerse. La cegadora luminosidad rodeándolo disminuyó gradualmente hasta desparecer por completo, como si jamás hubiera estado ahí.

—Tan sólo use un poco —se defendió. Era la verdad, había tomado una pequeña cantidad del poder que estaba encerrado dentro de él y no había pasado nada malo. Había sido la única forma de buscar en grandes distancias en poco tiempo. A eso llegaba su desesperación por localizar a Sakura.

—¡No debiste haber usado nada! —Homura exclamó con un regaño—. ¡Tal vez un casi niño como tú no recuerda el pacto que hicimos a cambio de continuar existiendo!

—No lo usará de nuevo —Kakashi interrumpió con seriedad. Mirando directamente a Naruto, añadió—. Me aseguraré de ello.

Los ojos de Naruto se movieron de manera incómoda. Entonces, deseoso de enfocarse en lo que realmente importaba, volvió a hablar.

—No puedo sentir su presencia en tierra.

La voz tensa de Tsunade luchó por mantener la compostura.

—¿Estás seguro de que buscaste en todos lados? —su ansiedad aumentó cuando Naruto asintió.

—¿Qué hay del mensajero? —Asuma preguntó—. ¿Lo encontraste?

Las facciones de Naruto se oscurecieron. Después de una ligera pausa, él habló.

—Sai no ha escuchado nada.

Kakashi dirigió su mirada a los ojos de Naruto, pero no dijo nada.

—Si ella no está en la superficie… —Iruka dijo dudando.

Kurenai puso una mano temerosa sobre sus labios.

—Eso significa…

—Debajo de la superficie —Gai dijo terminantemente. Con una mirada determinada, añadió— ¡No temas, Tsunade! ¡No dejaré ningún océano libre en mi búsqueda de Sakura!

—Puedo aventurarme al inframundo… —Asuma comenzó a hablar, para consternación de Kurenai.

—No —Kakashi intervino con rapidez. Después de que todos lo miraran con sorpresa, añadió suspirando—. Creo que sería mejor que yo fuera, ¿no lo crees?

—Te aferras a una esperanza falsa —Koharu dijo desaprobadoramente.

—Si Naruto no puede sentirla en la superficie, entonces la única conclusión lógica es que Sakura ya no esté… —Homura comenzó a hablar.

Naruto respiró con fuerza, su mirada furiosa enfocándose en el hombre. Pero Homura no pudo siquiera terminar. En tres veloces pasos, Tsunade había cruzado la mesa y cerrado su puño sobre el cuello del hombre, mirándolo con ira. Lo atrajo a ella con fuerza, mirándolo desde arriba de manera que su rostro quedara nivelado al de él.

—¡No aceptaré que ella está muerta hasta que no vea su cadáver! —gritó molesta.

Kakashi finalmente intervino. Caminó hacia la mujer ofendida y colocó con calma una mano sobre su tenso hombro.

—Tsunade. No pienses que no la encontraremos. Me iré ahora mismo y te haré saber qué es lo que encuentro —bajando su voz, añadió—. Mantente enfocada, por el bien de Sakura.

Sakura.

El rostro alegre de la niña entró en la mente de Tsunade, por lo que exhaló despacio. Los dedos que habían estado ahogando a Homura se suavizaron y ella lo empujó. Sin otra palabra, se dio la vuelta y salió de la habitación. Homura enderezó sus lentes y trató de mantener digna su compostura. Abrió su boca para hablar de nuevo, pero una rápida mirada de advertencia de Asuma lo hizo reconsiderar.

—Hagan lo que deseen —dijo Koharu a regañadientes—. Pero no vengan arrastrándose de regreso por nuestra ayuda si él nota su intervención —después de eso, tanto ella como Homura se retiraron.

—¿Por qué tienen que ser tan malhumorados todo el tiempo? —Naruto se quejó, una vez que los mencionados habían cruzado el arco de las puertas de madera.

—Aún ahora se consideran como nuestros superiores —Kurenai suspiró.

—Pero tienen razón en algo —Asuma añadió con seriedad—. Tus poderes fueron sellados como parte de la tregua, Naruto. Si él descubre que los usaste…

—¡Sólo use el modo sage! —Naruto exclamó, elevando sus manos de manera defensiva— ¡Sólo es un poder para rastrear!

—No es lo único que puede hacer —Iruka le recordó—. Ten cuidado, Naruto.

Los ojos de Naruto bajaron al suelo.

—No es justo —dijo en voz baja pero molesta—. Todo esto. No me importa que él se entere. Ya se llevó todo lo que tenía. Sólo quiero a Sakura-chan de regreso.

Sus superiores intercambiaron miradas preocupadas. Entonces Gai caminó hacia Naruto y le dio una palmada en la espalda, sacándolo de sus tristes pensamientos.

—La juventud no desespera, Naruto. La traeremos de vuelta.

—El modo sage, cuando se usa para rastrear, es inofensivo —Kurenai añadió—. Estoy segura de que él entenderá dadas las circunstancias.

—Yo no estaría tan seguro —Asuma murmuró solo para ella. Luego añadió en voz alta—. No desperdiciemos más tiempo. Te ayudaremos a buscar en los océanos— le asintió a Gai.

—¡Partamos entonces! —Gai asintió con entusiasmo.

—Me mantendré atento por cualquier cosa que pase en tierra —dijo Iruka.

—Kakashi —Kurenai le habló al hombre de cabello plateado—. Por favor, ten cuidado y llámanos de inmediato si necesitas ayuda.

—Lo haré —Kakashi le aseguró y los observó retirarse. Cuando las puertas se cerraron tras ellos, se giró hacia Naruto, cuya expresión estaba completamente alterada.

—Kakashi, déjame ir…

—No —Kakashi dijo severamente. Naruto se removió y Kakashi notó como la mandíbula del joven se tensaba debido a su dura respuesta. De manera más amable, añadió—. Se te considera directamente responsable por lo que pasó en ese momento. Piensa, Naruto, piensa en lo que pasaría si decides entrar en su territorio.

Naruto tragó con pesadez. Con sus ojos llenos de culpa, se sentó en el suelo.

—Sabes porqué lo hice —dijo débilmente, con su voz temblando—. Era la única manera en la que yo… —dejó de hablar, incapaz de continuar.

Kakashi colocó una mano reconfortante en su hombro.

—Sí, lo sé. Pero otros no lo ven igual. No dejes que tu desesperación por encontrar a Sakura te haga actuar imprudentemente. Confía en mí como siempre lo has hecho, Naruto, y déjame manejar esto—Naruto aún no lucía feliz, pero Kakashi sintió que la tensión de sus hombros disminuyó ligeramente—. Ahora —continuó hablando calmadamente y le tendió la mano—. Dime todo lo que ocurrió cuando te reuniste con Sai.

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Cuando regresó después de estar en la orilla del río, Sasuke se dirigió a su estudio privado para pensar. Necesitaba a alguien en la superficie, alguien que pudiera darle los detalles exactos sobre la búsqueda de Sakura. Su menté ponderó varias opciones. La mayoría no eran confiables, y otros probablemente se desviarían de su propósito en poco tiempo. Se sentó en la lujosa silla con antebrazos bronces, mirando las flamas en la gran y chispeante chimenea. Sakura, él pensó, estaba probablemente descansando. Necesitaba encontrar una manera de persuadirla para que comiera, o al menos, bebiera algo. Sólo un tipo de alimento la vincularía a permanecer en el inframundo eternamente, ella no lo sabía, y él no pensaba informarla hasta después de que ella la hubiera consumido de su mano.

Un rostro pálido de repente apareció en sus pensamientos, y por algunos momentos, su respiración se detuvo. Cuando respiro de nueva cuenta, una pequeña y maliciosa sonrisa se formó en sus labios.

Por supuesto.

Tenía al candidato perfecto para espiar a los otros. Después de todo, el pequeño mensajero le debía su vida a Sasuke. ¿Qué mejor forma de liberarse de su deuda que completar un último servicio para el dios del inframundo?

Un ligero toque en las puertas desvió a Sasuke de sus calculadores pensamientos. En lugar de responder, abrió las puertas mentalmente, haciendo saber sin palabras que permitía la entrada.

—Gran Dios —La mayor de las dos mujeres que había asignado a Sakura se dirigió a él en tonos calmados y reverenciales. Ella se había ofrecido a servir a Sasuke por 200 años a cambio de que el alma de su fallecido hijo pudiera tener un lugar en el barco blanco. Hasta ahora, le había servido por 73 años y medio. Sasuke sintió a la niña tranquila a su lado. Ume había sido ahogada por su tío y, en un raro momento de compasión, Sasuke le había ofrecido un trato a la afligida alma de la niña, el regresarla a su cuerpo mortal para que le sirviera por 100 años, a cambio de permitirle beber del río Lete y así olvidar los horrores que había vivido, permitiéndole renacer en otra vida más larga y mejor.

—¿Y bien? —él demandó expectante, con su mirada aún fija en las flamas delante de él.

—El Ama se ha bañado y pidió privacidad para descansar —Chizu le informó.

Sasuke parpadeó.

—No ha comido —era una afirmación, no una pregunta.

—Insiste en que no tiene hambre, Amo —Ume respondió con nervios.

Las oscuras cejas de Sasuke se unieron al fruncirse. ¿No tiene hambre? Era una pésima mentirosa, pero las tontas mujeres que él había dejado a cargo de cuidar a Sakura obviamente le habían creído.

—Ya veo —él respondió, y cuando ellas permanecieron ahí, esperando que él dijera algo más, las hizo retirarse—. Váyanse.

—Señor —Chizu dijo respetuosamente para indicar su partida.

Él esperó a que las puertas se cerraran antes de levantarse de su asiento. Sakura seguiría firme en su resolución por no comer. Aún no tenía idea de quién y qué era él. Tal vez era hora de que lo averiguara. O tal vez, para su propio entretenimiento, la dejaría ignorarlo y vería cuánto tardaba en descubrir la verdad por sí misma.

De cualquier forma, era momento de que ambos tuvieran otra pequeña conversación.

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Los ojos de Sakura siguieron la interminable línea de grandes candelabros, colgando como gloriosas joyas de cristal en los altos y arqueados techos. Eran hermosos, con cada gota exquisitamente cortada, brillando en la suave luz de las velas. Se llegó a preguntar cuánto costarían y lo rico que Sasuke debía ser como para vivir en un lugar tan extravagante. Y también que inquietante el construir una casa espectacular bajo tierra, lejos de ojos vivientes que pudieran admirarla.

Después de salir de su habitación, Sakura decidió ir a la izquierda. Ya sabía a dónde llevaba el camino de frente, a las majestuosas escaleras al frente del palacio. No quería ir allí otra vez. Tenía que intentar encontrar otra salida.

El corredor se extendía interminablemente. Estatuas con armaduras estaban estacionadas a ambos lados, armados con lanzas extremadamente filosas. Al menos Sakura esperaba que solo fueran estatuas. Parecían estar quietas. Entre cada una, había arqueadas puertas de madera. ¿Cómo podía un lugar tener tantas habitaciones y qué había dentro de cada una?, se preguntó. Luchó contra la molesta curiosidad de entrar y curiosear en cada una, eso sólo la distraería de su meta real, además, abrir una puerta desconocida era una mala idea. ¿Qué tal que algo nada amigable saltaba a ella? Se deshizo de ese desconcertante pensamiento y siguió caminando mientras se asombraba de lo que veía, absorbiendo la gran arquitectura del lugar. A pesar de no encontrarse feliz, Sakura no podía negar la belleza a su alrededor.

No sabía que la gente aún vivía en ese tipo de construcciones. ¿Cómo sobrevivía Sasuke sin electricidad? Pensó recordando las comodidades que tenía en casa, su verdadera casa a pesar de lo que Sasuke había dicho. Cosas como internet, teléfonos celulares, televisiones, reproductores de DVD, microondas, lavadoras, lavavajillas, estéreos, aspiradoras y todo lo demás. ¿Esas invenciones no existían ahí? Tal vez sólo era una elección. Tal vez Sasuke tan solo odiaba todo lo que era moderno. Incluso los hermosos vestidos en su habitación parecían pertenecer a días ya muy lejanos. Hasta la ropa que él usaba, largas capas delineadas con plumas lucían completamente fuera de lugar con la moda a la que ella estaba acostumbrada.

Sakura estaba empezando a preguntarse cuánto había caminado ya, y cuánto más le faltaría por recorrer hasta que ese pasillo la llevara a algún lado, cuando divisó un cambio en la estructura más adelante. El pasillo terminaba, dividiéndose hacia otra área. Había pesadas cortinas de terciopelo púrpura cubriendo la entrada al nuevo espacio, atadas con cuerda dorada para permitir el paso hacía la gran habitación cuadrada que servía para conectar y dirigir a dos diferentes caminos. En el medio había una gloriosa y majestuosa estatua de un serafín blandiendo instrumentos de guerra, hecha del más puro mármol blanco.

A la izquierda de Sakura había una arqueada puerta de madera. Al lado opuesto estaba una puerta redonda y plateada, cubierta con filigranas doradas. La llamaba. Conforme se aproximaba y empujaba para abrirla, liberó un pequeño jadeo. Había entrado a lo que parecía ser una terraza cubierta. Vidrio cortado, de nuevo mostrando figuras angelicales, alineaban cada lado del largo corredor. Montadas en las paredes de piedra entre las ventanas había dos candelabros dorados. Sus chispeantes llamas lanzaban un encantador arreglo de colores por todos lados.

—Wow —Sakura no pudo evitar soltar en un suspiro, conforme sus pies se movieron a lo largo del brillante piso de mármol blanco. Era como si hubiera entrado a un mágico y brillante arcoíris. Y, ¿era su imaginación o el aire se sentía un poco más frío ahí?

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Sasuke se detuvo en la puerta, fuera de la habitación de Sakura. Estiró su brazo para abrir las puertas, pero dudó a pesar de todo. Tal vez sería más educado el tocar antes, aunque él normalmente no le daba mucha importancia a esos modales. Tocó con suavidad, sólo una vez y escuchó con atención la respuesta. Todo estaba en silencio. ¿Se habría quedado dormida? Las puertas se abrieron bajo su voluntad y entró a la habitación, sólo para descubrir que estaba vacía. La cobertura de la cama estaba lisa y sin usarse, lo que le indicaba que Sakura no había dormido tal como le habían informado a sus ayudantes. Supo sin siquiera revisar que ella tampoco estaba en el baño.

Ella había hecho precisamente lo que él había esperado que hiciera, deshacerse de quien ella consideraba sus vigilantes y aventurarse a explorar el palacio sola.

—Hn —el sonido que salió de la garganta de Sasuke fue uno de desdén. ¿De verdad creía ella que podía eludirlo en su propia casa? Cerró sus ojos y, con su mente, buscó conectarse con la magia puesta en los brazaletes que estaban encadenados a sus tobillos. Una respuesta llegó al instante. Ella había salido de la habitación y tomó el corredor izquierdo.

Se giró rápidamente y fue tras ella por el mismo corredor.

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La puerta plateada al final del corredor parecía forjada con sólidas hojas de oro. Sakura estiró su brazo, dudando, y las recorrió con sus dedos. Las hojas la hicieron pensar en Konoha, su adorada villa, y una gran añoranza se apoderó de ella. ¡Se sentía tan fuera de lugar en ese nuevo entorno! El palacio era sin duda encantador, pero más allá de sus protectoras puertas acechaba el horror y la muerte. ¿Cómo podía Sasuke esperar que ella aceptara sin más quedarse en un lugar así?, ¿y con alguien a quien ni siquiera conocía?, ¿alguien cuya sola mirada hacía que su corazón galopara agitadamente dentro de ella?

Tragando con pesadez, tomó la manija en forma de hoja y empujó para abrir la puerta. Se encontró ante la parte superior de una amplia escalera con ocho escalones de mármol blanco, con barandas que se abrían hacía una visión que la hizo abrir la boca con asombro.

Luces. Pequeñas esferas flotantes de color dorado y plateado parpadeaban alrededor de los jardines frente a ella, liberando polvo mágico. Altas y gráciles ramas delgadas recorrían las paredes del lugar. Eran sobrenaturales, árboles luminosos de color blanco lechoso, brillando con una extraña y misteriosa energía. Su corteza relucía con la intensidad de un diamante. Sakura se olvidó de respirar. Esos árboles eran lo más hermoso que había visto. No podía desviar la mirada y sus pies ya estaban bajando por las escaleras antes de que ella se diera cuenta; siendo el frío del pasamanos de mármol lo único que le aseguraba que no estaba soñando.

Sasuke atravesó la puerta en silencio y observó el cómo ella caminaba, como en un trance, hacia los plateados árboles eternos. Eran una maravilla en su mundo, un milagro de la naturaleza sin comparación; no había otros como ellos en ningún lugar.

Esos árboles parecían complacerla. Los ojos de Sasuke la siguieron conforme ella se acercó lo suficiente como para tocar uno de ellos; él árbol palpitó en respuesta y brilló con mayor intensidad, algo que ocasionó que Sasuke elevara una de sus cejas como señal de confusión. Los árboles jamás respondían a su toque de esa forma. La reacción del árbol pareció confundirla a ella también, ya que retiró su mano con rapidez, girándose para observar las blancas flores que crecían en los rectangulares pedazos de césped oscuro, con sus ojos muy abiertos en fascinación.

Una idea pronto cruzó la mente de Sasuke, una forma de reemplazar el miedo en la mente de Sakura con algo aún más poderoso y abrumador, algo que la haría bajar sus defensas ante él, aunque fuera tan solo por un muy breve momento.

Un engaño cautivador y atrayente. La tentaría y atraería sus sentidos, lanzando un hechizo sobre ella, de la misma forma en que ella había encantado de alguna forma su buen juicio. Su pulso se aceleró ante el pensamiento de acercarse, de tocarla otra vez.

—Cautívenla —murmuró al aire, y el aire suspiró silenciosamente como respuesta a su orden.

Sakura se puso de pie después de examinar las flores. Parecían ser narcisos, pero no lo sabía en realidad ya que eran algo que jamás había visto antes. Conforme miraba a su alrededor, alcanzó a distinguir un camino plateado que conducía al interior de los jardines. Formaba un amplio círculo alrededor de una fuente de mármol en el medio de la primera sección del jardín. Mientras se acercaba, descubrió que ahí había una extremadamente hermosa criatura, similar a una sirena, quien salpicaba agua desde la fuente. Pasó esa parte y frente a ella vio más pedazos de césped oscuro perfectamente recortados, todos con más flores blancas. Sus ojos vieron arriba, encontrando un cielo despejado y lleno de estrellas que parpadeaban en la oscuridad de ese cielo nocturno. Sakura pestañeó en confusión. Se parecía mucho al cielo real que ella adoraba observar de noche. Pero, ¿cómo era que ahí sí había estrellas cuando en el cielo fuera del palacio no las había?

Al parecer era otro misterio que sólo Sasuke podría resolver, supuso. Su corazón se aceleró un poco ante el pensamiento de confrontarlo de nuevo, pero alejó ese pensamiento lo más rápido posible. No quería pensar en él en ese momento.

Las luces flotantes frente a sus ojos radiaban calidez conforme tocaban sus mejillas. Sakura creyó escucharlas susurrarle algo, pero no pudo distinguir bien qué es lo que decían. Siguió el camino a través de una apertura similar a un arco, pasando a la otra sección del lugar, solo para suspirar nuevamente. Las luces flotantes de esa parte eran moradas. Caminó bajó una larga pérgola de madera, cubierta con lo que ella estaba segura era madreselva. Cortinas de flores blancas caían por ambos lados y Sakura se perdió en su dulce aroma floral.

¿Cómo podía existir un lugar tan maravilloso después de haber visto todas esas cosas horribles más allá de las puertas del palacio? Los ojos de Sakura estaban encantados por las luces y magnificencia de los jardines. La pérgola terminó, desembocando en un pequeño puente arqueado. Era negro y estaba engravado con las mismas hojas doradas que había visto antes en la puerta. Se detuvo a mirar el agua fluyendo bajo el puente, el cual corría a ambos lados del jardín. Las luces como hadas iluminaban su reflejo, volviendo su cabello a un tono lavanda. Sakura estaba lista para continuar caminando por el puente, cuando un tipo de música llenó sus oídos. Se congeló, escuchando con atención, tratando de discernir de dónde venía.

No procedía de dónde había venido, lo que significaba que se producía de algún lugar dentro del jardín. ¿Qué tan grande era ese lugar? Parecía ser más un parque que un jardín. Sakura esperaba que no tuviera fin y decidió que si no encontraba una salida del inframundo tan rápido como quería, permanecería ahí, evitando a Sasuke, explorando los jardines.

Conforme recorría el puente, intentó escuchar con más atención. Instrumentos de cuerda y viento, y algo más, que no podía discernir, acoplado con el dulce eco de tarareos de voces femeninas llegaban a ella. Sakura entró entonces a un área cubierta por completo de césped, rodeada de grandes círculos de flores blancas como la luna. Se detuvo de repente, suspirando. En el medio de lugar había cuatro altas mujeres. Vestían igual, con delgados y brillantes vestidos de gasa, con aperturas en las piernas y un escote bajo. Su piel como alabastro parecía brillar mágicamente. Sus cabellos eran bastante largos, cayendo en ondas hasta sus exuberantes caderas. Una era rubia, otra pelirroja; la tercera, para sombro de Sakura, tenía el cabello azul y la cuarta era de cabello plateado. Sus ojos eran de un tono amatista sobrenatural. Tenían puestas coronas de flores y sostenían guirnaldas en sus manos. Sus movimientos eran sutiles y seductores, poniendo en vergüenza a las bailarinas del Festival de Primavera, a quienes Sakura había admirado tontamente.

La chica de cabello azul alzó la vista de repente y vio a Sakura, que se tensó. La habían atrapado contemplándolas. Antes de que pudiera volverse, el sonriente grupo de jóvenes mujeres comenzó a bailar en su dirección. Su canción la atraía hacia ellas. Nunca había escuchado voces más dulces y encontraba imposible el moverse conforme ellas la rodearon, llenándola de caricias en los brazos. Abrumada con lo asombrosamente hermosa que era cada una de ellas, y el cómo sus ojos brillaban, Sakura apenas notó cuando ellas tomaron el listón de su bata, desatándolo, haciendo que cayera al suelo dejándola solo con el fondo.

No entendía porqué le cantaban a ella. Se movían a su alrededor, tarareando, bailando y poniendo flores en su cabello y alrededor de su cuello. La pelirroja y la de cabello plateado tomaron sus manos con sus fríos e insistentes dedos, alentándola a moverse.

—Baila con nosotras —Sakura las escuchó susurrar en su oído. Abrumada y confundida, miró a las jóvenes, quienes aún sonreían alegremente. Sus ojos sólo la veían a ella. Luchó contra el impulso de temblar bajo la fuerza de sus miradas. No estaban siendo antipáticas, no había razón para temerles, ¿o sí? Su corazón latía rápido a pesar de eso.

—Baila con nosotras —repitieron. De alguna forma, las mujeres similares a hadas estaban hablándole en la mente. Sus atrayentes susurros le imploraban que se uniera a ellas. La chica de cabello azul tomó sus manos y comenzó a bailar algo desconocido.

—No puedo… —Sakura comenzó a protestar, pero la joven de cabello azul la hizo girar, y entonces sus piernas parecieron moverse por su cuenta. Era como si un encantamiento hubiera sido lanzado sobre su cuerpo, su mente ya no podía controlarlo, como si sus piernas hubieran recordado pasos de un baile que alguna vez conoció, hace mucho tiempo, pero no pudiera recordar. Las mujeres unieron sus manos y bailaron alrededor de ella, cantando en perfecta harmonía.

¿Qué estaba pasando? Sakura se sentía sin aliento y desorientada. Su cabello se había soltado de su trenza en algún punto. Su sobrenatural y encantadora canción llenaba sus oídos y alimentaba su alma. Le estaba haciendo algo, algo que hacía que su corazón se acelerara. ¿Qué era esa sensación?

Sasuke observaba, con ojos muy abiertos, el cómo Sakura seguía el movimiento de las ninfas del bosque. Las coronas sobre su cabeza y cuello la habían transformado en una de ellas, siendo Sakura la más hermosa de todas. Las luces que bailaban alrededor de ella iluminaban su cuerpo con un brillo etéreo. Tensó la mandíbula al darse cuenta con sarcasmo el cómo su plan para encantarla se le había revertido. Ahora era Sasuke quién estaba cautivado. El fondo plateado que llevaba se adhería seductoramente a su cuerpo, acentuando la suave feminidad de sus curvas.

El himno que los espíritus del bosque habían escogido era hechizante, y él pudo ver el efecto que tenía sobre el alma mortal de Sakura. Estaba encantada, pero no era suficiente. Él quería que ella se olvidara de todo por completo. Envió una orden silenciosa a la ninfa de cabello plata, quien al instante se separó del círculo y se inclinó en reconocimiento a su comando, antes de dirigirse hacia Sakura y tomar su mano, alejándola de las otras.

Sasuke esperó para seguirlas hasta que ellas pasaron a través de la cortina de enredaderas que llevaba a la otra sección de los jardines.

La mujer de cabello plateado, aun tarareando, guio a Sakura de la mano a través de la enredadera llena de flores blancas, hacia el jardín que era todavía más mágico que los otros. Esferas de luz flotaban por todas partes en colores rosa, dorado, azul, morado y plata. Los ojos de Sakura viajaban entre todas ellas con asombro. El camino plateado se separó, abriéndose hacía la derecha, izquierda y al centro. Sakura escuchó la tranquila caída del agua en algún lugar cerca de ella, pero su atención estaba fija en la joven cantante como para buscar de dónde provenía. La chica la guio a la izquierda y seguía dándole sonrisas tranquilizadoras. La mente adormecida de Sakura le decía que debía intentar detenerla ya que no sabía a dónde la estaba llevando, pero su cuerpo no parecía dispuesto a obedecer.

Después, la joven se detuvo frente a lo que pareció ser la apertura a una cuerva rocosa. Sakura pudo ver luz proveniente de ella, y dudó, mirando a la hermosa extraña a su lado.

—Entre, doncella —la joven le habló sin mover los labios. Entonces, después de tocar su mejilla, dio un paso atrás y luego se alejó de ella. Sakura abrió la boca para llamarla, pero la chica se había desvanecido.

Sakura trató de respirar y recuperar su compostura. Volvió a observar la apertura en la pared y después de dudar un momento más la atravesó. Dentro recorrió un camino rocoso que bajaba en espiral, cómo una hélice natural dentro de la roca. Las paredes de la cueva estaban formadas por rocas brillosas de color gris verdoso, iluminadas con una extraña luz verde pálida. Reflejos ondeantes bailaban en la superficie de las rocas que la rodeaban y el lejano sonido de agua cayendo se hizo más fuerte conforme descendía el camino. Sakura mantuvo su mano derecha colocada firmemente sobre la pared conforme avanzó y se topó con paredes más bajas.

De pronto y tan tranquilamente que Sakura no estuvo segura de si lo estaba imaginando, se escuchó el sonido de una música. Resonaba con mayor claridad conforme seguía avanzando y pronto se volvió lo suficientemente clara como para reconocer la melodía. Lo que Sakura escuchó la hizo detenerse de súbito cuando, estupefacta, se dio cuenta de que conocía la canción.

La hermosa y melancólica melodía era inconfundible. La conocía. La conocía de días ya olvidados, de recuerdos brumosos, de memorias alegres que no lograba distinguir del todo, de su madre acariciando su cabello y tarareándole suavemente; una canción tan conmovedora que, a pesar de no haberla escuchado en muchos años, el corazón de Sakura no la había olvidado.

Las voces que la cantaban ahora eran aún más dulces que las que pertenecían a las bailarinas, tan conmovedoras que su cuerpo comenzó a temblar. Se mantuvo anclada en su sitio, con su corazón latiendo rápido conforme la encantadora melodía la envolvía en un manto de devastadora y extracorporal nostalgia. Forzando sus piernas a moverse, se inclinó para poder dar un vistazo por sobre la baja pared. Lo que vio la asombró más que todo lo que había visto desde que entró a esos mágicos jardines.

El camino en espiral bajaba a un manantial profundo y de aguas cristalinas. La roca al fondo era brillante, de resplandeciente tono esmeralda y parecía palpitar con luminosas venas de luz, como si estuviera vivo. Grandes rocas brotaban desde las profundidades del agua y sobre ellas estaban sentadas delgadas pero exuberantes mujeres jóvenes, con largo cabello de color dorado, plateado y blanco. Estaban desnudas, con sus rizos cuidadosamente arreglados de manera que cubrieran las partes comprometedoras de su cuerpo. En sus manos sostenían arpas doradas, con sus largos dedos tocando expertamente. Algunas mujeres estaban nadando en el agua, otras estaban sentadas bajo la cascada. Todas estaban cantando o tarareando, con sus voces unidas armónicamente para formar una hechizante melodía.

La canción le cantaba al alma de Sakura. Las lágrimas dificultaron su visión. Sus pies la llevaron por el camino y pronto se encontró en el fondo del lugar, de pie sobre la roca que limitaba con las brillantes aguas.

—¿Madre…? —susurró, perdida en los recuerdos que su mente aún no podía discernir.

Las voces de las mujeres atraparon a Sakura, haciéndola avanzar. Tristes miradas color turquesa la notaron de pie en el límite del manantial y algunas de ellas intercambiaron miradas de sorpresa, de repente alertas y emocionadas. Hablaron sin palabras, moviendo sus labios sin dejar salir sonido y gesticularon hacia Sakura, como si ella fuera la visita que esperaban. Otras continuaron tarareando y cantando, una mujer rubia dejó la roca en la que estaba y nadó hasta llegar a Sakura. Su cuerpo se movía con tanta gracia que parecía ser una con el agua. Otras jóvenes comenzaron a surgir de las profundidades, observando a Sakura con ojos grandes y curiosos.

Sakura exhaló con dificultad. ¿Cómo era posible que ellas estuvieran cantando la misma melodía que su madre le cantaba cuando niña? No tenía sentido. Abrió la boca para preguntarles, hablar con ellas, pero se ahogó con sentimientos conforme las voces se elevaban y el sonido era aún más dulce.

—Has venido —escuchó una voz murmurar en su mente. Ella parpadeó con confusión a través de las lágrimas, dándose cuenta de que la joven frente a ella fue la que había hablado—. Te hemos estado buscando. Esperándote.

Sakura sintió nuevas lágrimas surgir conforme luchaba con el impulso de soltarse a llorar que pesaba en su pecho.

—No llores, niña de la primavera —la rubia le comunicó sin hablar, a través de sus ojos.

Pero Sakura no podía evitarlo. Comenzó a sollozar sin control. La melodía era tan desgarradoramente hermosa, tan triste, recordándole a la madre de quien Sasuke la había robado sin remordimiento. Era un lamento de algo que ella no podía obtener. Estaba perdida, en un lugar extraño, en un mundo que iba contra todo aquello que se le había enseñado o que conocía; un lugar desconcertante y mágico de innegable esplendor y completo terror.

Tengo tanto miedo, pensó, preguntándose si ellas podrían escucharla. La mirada triste en los ojos turquesa de la joven parecieron sugerir que la había oído, o tal vez eran sólo los deseos de Sakura.

—Podemos regresarte —una mujer de cabello blanco nadó hacía ella, luciendo ansiosa.

La rubia miró a su compañera y asintió, regresando sus ojos suplicantes a Sakura antes de hablar de nuevo.

—Ven con nosotras, doncella.

Sakura perdió el aliento conforme miró a ambas mujeres con asombro. ¿Cómo?, ¿de verdad podrían regresarla?, ¿cómo podrían hacerlo ahí, en un manantial, sin que Sasuke lo supiera? Lo que decía no tenía sentido. Aún así, ella quería creerles más que nada. Sus suplicantes miradas la atraían, haciendo que ella se colocara de rodillas sobre el borde rocoso.

—Ven con nosotras, rápido —la rubia levantó uno de sus delgados brazos. Su mirada era desesperada e insistente. Algo sobre eso atrajo a Sakura y, junto con la hipnótica melodía, logró hacerla confiar.

—Sí, déjanos llevarte —la joven de cabello blanco le dijo en la mente, levantando su brazo por igual.

—Te llevaremos a la superficie —la rubia inclinó su cabeza—, con tu madre.

La boca de Sakura se abrió con asombro. Conocían a su madre. No se detuvo a preguntarse el cómo. Sin dudarlo, se estiró para tomar sus manos. Los dedos de ellas eran fríos conforme la guiaron hacia ellas, bajándola con cuidado y amabilidad hacía el manantial. El agua estaba sorpresivamente tibia y cualquier duda remanente que pudo haber tenido desapareció cuando las jóvenes la hicieron flotar boca arriba del agua. Otras se unieron, rodeándola con miradas tranquilizadoras. La rubia siguió ayudándola, manteniendo su mano tras su cabeza conforme comenzó a tararear de nuevo.

—Cierra tus ojos, doncella —sus extraños ojos le dijeron.

—Cuando despiertes, habrás regresado —su hermosa canción de cuna la arrulló en seguridad y la llenó con recuerdos del amor y calidez de su madre. Sakura cayó en un sueño hechizante.

Así fue como Sasuke la encontró, al borde de ser ahogada y rodeada de un círculo de flotantes sirenas cantando, cuyos ojos brillaban demasiado para su gusto. Lo notaron de inmediato y dejaron de cantar soltando chillidos y lamentos alarmados. Las hermosas pero engañosas criaturas que estaban en las rocas se sumergieron con terror. Las que rodeaban a Sakura se separaron y desaparecieron bajo las aguas, asustadas por la aterradora mirada del dios de la muerte. La sirena rubia que había estado sosteniendo a Sakura siseó, enseñándole sus dientes perlados, antes de también buscar refugio en la profundidad. Sasuke se estiró desde el borde de la roca y tomó a Sakura antes de que ella se hundiera también, sacando de las aguas su cuerpo empapado y acunándola en sus brazos.

Su corazón latió rápido mientras contemplaba su rostro. Levantó su mano para retirarle algunos de los mechones mojados que se habían pegado a su frente. Era tan frágil, tan vulnerable, como una delicada muñeca de cristal que podría romperse con facilidad bajo su agarre.

—Sakura —murmuró. Ella permaneció inmóvil en sus brazos, perdida en lo profundo del sueño inducido por las sirenas. Él maldijo internamente. Les había ordenado a las estúpidas ninfas que la encantaran, no que la llevaran con sirenas que pudieron haberla matado. Debió saber que no podía confiar en criaturas tan engañosas. Pero él había creído que Sakura sería inmune al canto de las sirenas. Después de todo, sólo los hombres mortales estaban en peligro de caer presas de sus melodías. ¿Qué es lo que su canción le había dicho al corazón de Sakura como para hacerla reaccionar así?, ¿qué le habían susurrado para hechizarla de esa manera? Sasuke frunció el cejo mientras miraba la cara durmiente de Sakura, buscando las respuestas a esas preguntas que lo molestaban. Entonces se dio cuenta de lo fría que estaba la piel mojada de ella.

Necesitaba calentarla.

Lanzando una mirada furiosa hacía las sirenas sumergidas, un gesto que les prometía que ese asunto estaba lejos de ser olvidado, Sasuke aseguró el cuerpo de Sakura y los transportó a ambos con asombrosa velocidad hacía el interior del palacio.

Las sirvientes ya estaban esperándolo en la habitación de ella cuando él apareció frente a ellas. Chizu dio una mirada alarmada a Sakura y rápidamente tomó una toalla del baño, apresurándose para colocarla sobre la cama.

Sasuke depositó a Sakura sobre la toalla con cuidado y dio unos pasos atrás para contemplara por un silencioso y largo momento. Entonces, con una sola mirada a las sirvientes, les instruyó cuidarla. El gobernante del inframundo se giró y salió de la habitación.

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Kakashi atravesaba la noche con gran velocidad, con la conversación previa que tuvo con Naruto en la sala de la asamblea aún rondando su mente. Sai había dicho que no había escuchado o visto nada, pero Naruto no había estado convencido. Y, basado en lo que Naruto había dicho, Kakashi tampoco lo estaba.

Eso significaba que necesitaría hacerle otra visita a Sai después de que su misión actual estuviera completa.

El camino que él recorría a través del neblinoso bosque era uno que había tomado hace más tiempo del que pudiera recordar. Bueno, eso no era completamente cierto, razonó. Después de todo, aún recordaba el día exacto y la hora precisa cuando él había viajado por la temerosa ruta que llevaba a la misteriosa entrada al inframundo.

Esperaba recibir la misma fría bienvenida de parte del nada amigable huésped del reino… o tal vez una peor.

Kakashi dejó escapar un suspiro cansado en su mente. ¿Cómo habían llegado a eso? Esperaba desesperadamente no descubrir nada importante en la tierra de los muertos, por su propio bien… y por el bien de su gobernante.

Se apresuró, sus movimientos silenciosos y desapercibidos por ojos mortales.