Lo pidieron y lo entrego, también aviso que esta semana habran más actualizaciones de otras historias, mientras que de este libro se las traeré una vez a la semana todos los domingos, ais que estén atentos a las actualizaciones. Que lo disfruten y Bye, Bye.

Cambio de Administración

Arrugue la factura delante de mí, sin tirarla porque no era culpa del ministro que enterrar las cenizas de Don en terreno sagrado no sirviera de nada para enviar a mi tío al Más Allá. Habíamos intentado todo lo que nuestros amigos —vivos, no-muertos, u otros—habían sugerido para que mi tío cruzara de este plano al siguiente. Nada funcionó, como lo demostraba Don paseándose junto a mí, sus pies casi sin tocar el suelo. Su frustración era comprensible.

Cuando mueres, a menos que eso sólo sea un precursor para cambiar a yokai u oni, más bien esperas no estar atrapado en la tierra nunca más. Sí, había estado alrededor de fantasmas antes —muchos últimamente—pero teniendo en cuenta el número de personas que morían en comparación con el número de fantasmas que existían, las probabilidades de conseguir tu Gasparín eran menos del uno por ciento. Sin embargo, mi tío parecía estar atrapado en esta rara estasis entre-mundos le gustara o no. Para alguien que había sido casi Maquiavélico en su habilidad para manipular las circunstancias, su impotencia actual tenía que doler mucho más ahora.

- Intentaremos algo más - le ofrecí, reuniendo una sonrisa falsa.

- Hey, eres un profesional en superar obstáculos insuperables. Te las arreglaste para evitar que los estadounidenses averiguaran sobre el mundo sobrenatural a pesar de complicaciones como vídeos de teléfonos celulares, internet y YouTube. Encontrarás una manera de seguir adelante. - Mi intento de alegría sólo me ganó una mirada torva.

- Fabián nunca encontró la manera de cruzar. Tampoco ninguno de los muchos otros que han encontrado su camino hacia ti desde que te has convertido en un imán para fantasmas. - murmuró Don, un movimiento de su mano indicó a mi amigo fantasma que acechaba en las afueras de mi oficina.

Me estremecí, pero tenía razón. Pensaba que nacer como el hijo de un yokai y un humano era el colmo de la improbabilidad, pero eso sólo mostró mi falta de fe en el retorcido sentido del humor del destino. Convertirme en un yokai completo me puso firmemente en el primer lugar como la Persona Más Extraña del Mundo. No me alimentaba de sangre humana como cualquier otro yokai. No, yo necesitaba la sangre de no-muertos para sobrevivir, y absorbía más que nutrientes de ella. También (temporalmente) absorbía cualquier habilidad especial contenida en el dueño de la sangre. Beber de un oni que tenía lazos increíbles con la tumba me había hecho irresistible para cualquier fantasma que se encontrara en el mismo código de área que yo. Personalmente, me preocupaba que mi nueva habilidad prestada, pudiera ser una de las razones por las que Don no podía cruzar todavía. Estoy segura de que la idea se le había ocurrido, también, de ahí su actitud más gruñona de lo habitual conmigo.

- Pídeles que sean más silenciosos, Gatita. ¡No puedo oírme a mí mismo pensar, maldición! - murmuró Inuyasha cuando entró en la habitación.

- Por favor, chicos, ¿La charla un poco más suave? - Alcé la voz para asegurarme de que no se escuchara sólo dentro de la casa, sino también en la entrada y el patio trasero.

Decenas de conversaciones al instante se silenciaron a pesar de que había hecho una solicitud en lugar de una orden. Todavía estaba incómoda con la forma en que mi nueva y no deseada habilidad, significaba que los fantasmas tenían que obedecer a lo que sea que les ordenara. No quería tener ese tipo de poder sobre nadie, así que era muy cuidadosa en la forma en que enunciaba mi comunicación con los muertos espectrales. En especial mi tío. Cómo han cambiado las cosas, pensé. Durante años, cuando trabajaba como uno de los soldados de élite del equipo de Don, me irritaba tener que seguir sus órdenes. Ahora, él tenía que seguir las mías, si yo lo quería, algo que había anhelado desde ese entonces… y no podía esperar para deshacerme de ello ahora.

Inuyasha se hundió en la silla más cercana a mí. Su cuerpo delgado y musculoso irradiaba una mezcla embriagadora de sensualidad y energía en espiral a pesar de que estaba sentado de forma casual, un pie descalzo apoyado en mi muslo. Su pelo plateado estaba húmedo por la ducha reciente, por lo que sus rizos cortos se aferraban con más fuerza a su cabeza. Una gota de agua perdida se deslizaba perezosamente por su cuello hacia los duros planos de su pecho, lo que me hizo humedecer los labios en una repentina urgencia de seguir su camino con mi lengua. Si hubiésemos estado solos, no habría tenido la necesidad de reprimir ese impulso. Inuyasha estaría demasiado dispuesto a disfrutar de algunas delicias durante la tarde. Su impulso sexual era tan legendario como su peligrosidad, pero con dos fantasmas mirándonos, mis exploraciones con la lengua tendrían que esperar hasta más tarde.

- Si más "ruidosos fantasmitas" siguen apareciendo, ¡voy plantar ajo y marihuana alrededor de toda la casa! - dijo Inuyasha en su conversacional tono molesto.

- No hasta que esté donde debo estar - Mi tío lo fulminó con la mirada, sabiendo que ambos artículos en grandes cantidades podrían repeler la mayoría de los fantasmas. Tosí, algo que no tenía necesidad de hacer ya que la respiración era opcional para mí.

- Para el tiempo que crezcan, este poder debería estar fuera de mi sistema. El tiempo más largo que ejercí habilidades prestadas fue de dos meses. Ha pasado casi ese tiempo desde que... bueno. - Todavía no era de conocimiento común que Midoriko, Reina Vudú de Nueva Orleans, era la razón por la que ahora era el equivalente de una madre fantasmal. Había sido su sangre, que me vi obligada a beber. Sí, comprendí más tarde por qué me había hecho hacerlo, pero en ese momento, habría estado más que un poco molesta.

- Conocí a un fantasma una vez, que le tomó tres semanas cruzar - dijo Fabián desde el marco de la puerta. Ante mi sonrisa de agradecimiento, él se acercó.

- Estoy seguro de que Cat pensará en algo que te ayudará a hacer el viaje - agregó con absoluta confianza. Bendito Fabián. Los verdaderos amigos vienen en todas las formas, hasta transparentes. Don no estaba convencido.

- He estado muerto por más de cinco semanas. ¿Sabes de alguna persona a la que le haya tomado tanto tiempo cruzar? - respondió él brevemente. Mi celular sonó, dando a Fabián una excusa para no responder mientras lo contestaba. Justo a tiempo la interrupción también, porque por su expresión, a Don no le habría gustado la respuesta de Fabián.

- Kagome. - No necesitaba echarle un vistazo al número para reconocer a Tate, mi ex primer oficial, sólo por esa única sílaba. Probablemente estaba llamando para hablar con Don, pero como la voz de un fantasma no viajaba a través de la tecnología, tendría que actuar como transmisor.

- Hey, ¿qué pasa? - Dije, agitando una mano hacia Don mientras pronunciaba, es Tate.

- ¿Puedes venir al recinto esta noche? Al consultor del equipo de operaciones le gustaría conocerte. - La voz de Tate sonó extraña. Demasiado formal.

- ¿Consultor de operaciones? ¿Desde cuándo tenemos uno de esos? - Pregunté, olvidando que yo no había sido parte del equipo desde hace tiempo.

- Desde ahora - respondió rotundamente Tate. Eché un vistazo a Inuyasha, pero no esperé a su encogimiento de hombros en acuerdo antes de responder.

- Está bien. Te veré en un par de horas. - No tenía planes importantes, y mi curiosidad despertó.

- No vengas sola. - Tate susurró la última parte justo antes de colgar.

Mis cejas se levantaron, sobre todo porque había hecho la frase inaudible para cualquiera sin oído sobrenatural que las mismas palabras. Claramente algo estaba pasando. Sabía que no me estaba pidiendo que llevara a Inuyasha ya que Tate sabía que siempre me ha acompañaba en mis viajes a mi antiguo lugar de trabajo. Tate debía querer decir otra persona, y había una sola persona en la que podía pensar.

- ¿Qué te parece hacer una visita a terreno? – Me volví hacia Don.

Desde el aire, el complejo parecía a un edificio anodino de un piso rodeado de un montón de espacio desperdiciado en estacionamiento. En realidad, era un antiguo refugio nuclear militar que tenía cuatro subniveles extensos por debajo de su exterior deliberadamente simple. La seguridad era rígida aquí, como era de esperar de una instalación gubernamental secreta que vigilaba las actividades de los no-muertos. Sin embargo, me sorprendió cuando tuvimos que esperar durante diez minutos antes de que a nuestro helicóptero se le diera la autorización para aterrizar. No era como si nos estuviéramos dejando caer de forma inesperada, por el amor de Dios. Inuyasha y yo salimos del helicóptero, pero fuimos detenidos por tres guardias con cascos cuando intentamos entrar por las puertas dobles de la azotea.

- Identifíquense - el guardia más cercano a nosotros ladró. Me eché a reír.

- Muy buena, Cooper. - Los visores de los guardias eran tan oscuros que no podía ver sus rasgos por debajo, pero todos tenían latidos de corazón, y Cooper era el único de mis antiguos amigos humanos que era lo suficiente sabelotodo como para intentar un truco así.

- Identificaciones - repitió el guardia, lanzando la palabra lo suficiente como para determinar que su voz era desconocida para mí. Bueno, no era Cooper, y no era una broma, tampoco. Los guardias que nos flanquean apretaron sus puños ligeramente sobre sus armas automáticas.

- No me gusta esto - murmuró Don, que llego flotando por mi derecha.

Ninguno de los guardias ni siquiera miró en su dirección, pero por supuesto, los humanos no podían verlo. No me gustaba, tampoco, pero era obvio que los guardias estaban decididos a ver nuestras identificaciones antes de dejarnos entrar. Comencé a escarbar en mi bolsillo, después de haber aprendido a la fuerza a llevar siempre conmigo una billetera aunque no creyera que la necesitara, pero Inuyasha se limitó a sonreírle al trío.

- ¿Quieres mi identificación? - Preguntó con voz sedosa.

- Aquí está. - Entonces sus ojos cambiaron a rojo escarlata brillante, mientras sus colmillos se deslizaban fuera, extendiéndose en toda su longitud como mini dagas de marfil.

- Déjanos pasar o nos vamos, y entonces puedes explicarle a tu jefe que los visitantes que esperaba tenía cosas mejores que hacer que perder el tiempo. - El guardia que había exigido nuestras identificaciones dudó por un pesado momento, y luego se hizo a un lado sin decir una palabra. Los colmillos relucientes de Inuyasha se retrajeron y sus ojos volvieron de nuevo a su normal dorado oscuro. Puse mi billetera de vuelta en mi bolsillo. Supongo que no iba a necesitar mi licencia de conducir después de todo.

- Sabia decisión - comentó Inuyasha.

Rocé a los guardias con él detrás, mi tío todavía murmurando que no le gustaba esto. En serio, pensé, pero no lo dije por más razones que el hecho de que iba a parecer como si estuviera hablando conmigo misma. Este era el primer viaje de Don de vuelta al edificio que había dirigido durante años y donde finalmente, había muerto. Ahora regresaba en una forma sobrenatural que la mayoría de sus colegas ni siquiera podía ver. Eso tenía que ser desconcertante de más maneras de las que yo podía imaginar. Fuimos por el pasillo hacia el ascensor y mentalmente iba catalogado las diferencias desde la última vez que había estado aquí.

Antes había dos oficinas con mucho trabajo en esta sección, pero ahora los únicos sonidos de actividad eran nuestras firmes pisadas en el suelo de linóleo. Cuando llegamos al ascensor, apreté el botón para el segundo subnivel donde estaban ubicadas las oficinas del personal. Una dolorosa sensación de déja vu se apoderó de mí mientras las brillantes puertas se cerraban. La última vez que había estado en este ascensor, bajando, había estado corriendo a la cama de Don para decir adiós. Ahora estaba a mi lado, el otro lado del ascensor vagamente visible a través de su perfil. Ciertamente, la vida tenía algunas curvas en el camino que nunca hubiera esperado.

- Sólo para que lo sepas, si veo una luz brillante mientras estoy aquí, me voy corriendo hacia en ella sin esperar que digas una maldita palabra - dijo mi tío, rompiendo el silencio. La ironía en su tono me hizo reír.

- Te estaría animando todo el camino - le aseguré, contenta de que su sentido del humor sarcástico no había desaparecido a pesar de la aspereza de las últimas semanas.

El ascensor se detuvo y bajamos. Instintivamente quise dirigirme hacia lo que solía ser la oficina de Don, pero fuimos a la izquierda en su lugar. Tate dijo que no se sentía bien cambiándose a la vieja oficina de Don a pesar de que era la más grande y tenía un pequeño puesto de mando en ella. No lo culpaba. Se sentiría como saqueo de tumbas despojar las cosas de Don de su oficina cuando él todavía estaba técnicamente aquí, aunque sólo un puñado de personas en este edificio fuera consciente de ello. Mi tío no quería que nadie se enterara de su nueva condición fantasmal, pero me había negado rotundamente a ocultar la información de cualquier miembro del equipo no-muerto que todavía podía ver y hablar con Don. La puerta de Tate estaba entreabierta. Entré sin llamar, aunque sabía que no estaba solo. Alguien con latido estaba allí con él. Con latido y demasiada colonia para la nariz sensible de un yokai.

- Hey, Tate - dije, notando lo rígida que era su postura a pesar del hecho de que estaba sentado.

La razón de su tensión debía ser el hombre alto y delgado que estaba a pocos metros del escritorio de Tate. Tenía pelo entrecano con un corte en el mismo estilo alto y apretado que a Tate le favorecía, pero algo en su porte sugería que su pelo era la única influencia militar que tenía. Su postura era demasiado relajada, con las manos callosas que yo apostaría eran de lápices en vez de armas. Su mirada sorprendida reveló que él no sabía que estábamos aquí hasta que hablé, y aunque que los yokais eran sigilosos, yo no había hecho ningún intento de ocultar el sonido de nuestro acercamiento. La arrogancia en su mirada una vez que se recuperó de la sorpresa me hizo mentalmente reclasificarlo de civil a jockey de escritorio de gobierno. Por lo general, sólo dos cosas contaban para este tipo de actitud inmediata de exceso de confianza en una primera reunión: una gran cantidad de habilidades de hijo de puta no-muerto, o una persona que creía firmemente que sus conexiones significaban que podía hacer sus propias reglas. Desde que el Sr fanfarrón era humano, eso dejaba la última.

- Tú debes ser el nuevo consultor de operaciones - dije, sonriendo de una manera que parecería amistosa para alguien que no me conociera.

- Sí. Mi nombre es… - fue su respuesta fría.

- Jason Madigan… ¿Qué está haciendo él aquí? - Don completó la frase al mismo tiempo que el contratista de gobierno de cabellos grises. La voz de mi tío sonaba tensa, casi sorprendida. Mantuve mi atención en Madigan, sin mirar a Don a pesar de que fue mi primer instinto. No debíamos permitir eso, había un fantasma en la habitación, y la pregunta había sido retórica ya que Don sabía que no lo oía.

- Kagome Higurashi... Taisho - me presenté.

Bueno, Inuyasha y yo no estábamos casados conforme a la ley humana, pero por las normas yokais, estábamos más unidos de lo que un pedazo de papel nunca podría unir a dos personas. Una ola de placer rozó mi subconsciente, yendo a la deriva fuera de los escudos que Inuyasha habían levantado alrededor de sí mismo tan pronto como nuestro helicóptero aterrizó. Le gustó que hubiera añadido el apellido con el que él había nacido al mío. Ese fue todo el arbitraje que necesité para decidir que sería Kagome Higurashi Taisho a partir de este día.

A pesar de que no había necesitado la reacción de Don para deducir que Madigan iba a ser un dolor en el culo, años de estricta crianza de modales en una granja me hizo imposible no ofrecer mi mano. Madigan la miró por una fracción de tiempo demasiado larga antes de agitarla. Su vacilación reveló que Madigan tenía un prejuicio contra las mujeres o los yokais, ninguno de los cuales le granjearon más cariño hacia mí. Inuyasha dijo su nombre con ninguna de mis compulsiones de ofrecer su mano, pero, por otra parte, su infancia la había pasado mendigando o robando para sobrevivir a las duras circunstancias de ser el hijo bastardo de una prostituta en el Londres del siglo XVIII. No fue instruido acerca de los modales y el respeto a los mayores como yo.

Se quedó mirando sin pestañear a Madigan, sus manos en los bolsillos de su abrigo de cuero, su media sonrisa más desafiante que cortés. Madigan entendió el mensaje. Dejó caer la mano de la mía y no intentó extendérsela a Inuyasha. La más mínima expresión de alivio podría haber pasado por su cara, también. Prejuicios contra los yokais, entonces. Perfecto.

- Tenías razón, ¿no? Él vino con ella. - Madigan dijo a Tate con una jovialidad que sonó falsa. Por un segundo mi mirada fue hacia Don. ¡Dios mío! ¿Podía Madigan verlo? Él era un humano, pero tal vez Madigan tenía algunas habilidades psíquicas...

- Con los yokais, si invitas a uno de los cónyuges, el otro se incluye automáticamente. Esa es una vieja regla, pero te perdono por no saberlo. - respondió a la ligera Inuyasha.

Oh, Madigan se refería a Inuyasha. Ahogué un resoplido. Lo que decía era cierto, pero incluso si no lo fuera, Inuyasha no se habría quedado atrás. Yo ya no trabajaba aquí, así que no era como si pudiera ser amenazada con algo si a Madigan no le gustaba mi actitud. Y a él no le gustaría, podía prometer eso.

- ¿Qué pasa con el control de identificaciones en el techo? - Le pregunté para dirigir las cosas lejos de la contienda de miradas entre Madigan e Inuyasha, que el consultor iba a perder. Nadie podía mirar fijamente a un yokai. Madigan cambió su atención hacia mí, su aroma natural agriándose muy ligeramente por debajo de la preponderancia del producto químico.

- Uno de los descuidos que noté cuando llegué hace dos días fue que nadie comprobó mi identificación cuando aterricé. Esta instalación es demasiado importante como para ser comprometida por algo tan simple como un detalle de seguridad. - Tate se erizó, unos toques de rojo escarlata aparecieron en sus ojos índigo, pero yo sólo solté un bufido.

- Si llegas vía aérea, es como obvio que después de que haya una doble comprobación de la identidad de la aeronave, la tripulación y el plan de vuelo, el que está adentro es él que se supone debe ser. Especialmente si invitaste a las personas aquí. Pero si no lo eran y todavía consiguen llegar aquí, una identificación falsa sería la parte fácil. Además… si alguien llega por aire y no pertenece aquí, ¿Crees que sería capaz de irse con su avión con en el rango de armas y varios yokais capaces de seguirles la pista sólo por el olor? - En lugar de estar a la defensiva por mi análisis contundente de lo inútil que era un control de identificación en el techo.

- He oído que tenías dificultades con la autoridad y seguir órdenes. Parece que no fue exagerado. - Madigan me miró de una manera reflexiva.

- Nop, eso es cierto ¿Qué más has oído? - le contesté con una sonrisa alegre.

- Demasiadas cosas para nombrarlas. Tu exequipo delira mucho sobre ti, así que simplemente tenía que conocerte. – Agitó una mano con desdén.

- ¿Sí? - No compraba esa como la razón por la que estaba aquí, pero le seguiría el juego.

- Bueno, hagas lo que hagas, ignora lo que mi mamá tiene que decir sobre mí. - Madigan ni siquiera esbozó una sonrisa. Estirado gilipollas.

- ¿Qué hace un consultor de operaciones, me pregunto? - preguntó Inuyasha, como si no hubiera estado ocupado con sus habilidades para leer mentes para meterse en la de Madigan desde el momento en que llegamos.

- Se asegura de que la transferencia de gestión en un entorno altamente sensibilizado del Departamento de Seguridad Interna sea tan suave como es necesario por el bien de la seguridad nacional - dijo Madigan, la presunción de vuelta en su tono.

- Voy a estar revisando todos los registros en las próximas semanas. Misiones, personal, presupuestos, todo. Este departamento es demasiado fundamental para sólo esperar que el sargento Bradley sea el adecuado para la tarea de dirigirlo. - Tate no hizo más que contraer un fuerte músculo a pesar de que el insulto implícito tuvo que quemar. Con todos los problemas que había tenido con él en el pasado, su competencia, dedicación y ética de trabajo nunca había estado entre ellos.

- No encontrarás a nadie más calificado para dirigir esta operación ahora que Don se ha ido - dije con voz de acero.

- No es por lo que está aquí - siseó Don. Había estado en silencio durante varios minutos, pero ahora parecía más agitado de lo que jamás le había oído. ¿El convertirse en un fantasma le había dado a mi normal urbano tío menos control sobre sus emociones, o él y Madigan tenían una historia desagradable juntos?

- Está tras algo más importante que auditar el desempeño del trabajo de Tate - continuó Don.

- Estoy particularmente interesado en leer tus registros - Madigan me dijo, ajeno a la otra conversación en la sala. Me encogí de hombros.

- Hazlo. Espero que te gusten las historias sobre chicos malos (o chicas—) que consiguen lo que quieren al final. –

- Mis favoritas - dijo Madigan con un brillo en sus ojos por el que no me preocupé.

- ¿Está Dave, Juan, Cooper, Geri, y mi mamá en la sala de entrenamiento? - Pregunté, había terminado de jugar este estúpido juego de palabras.

Si pasaba mucho más tiempo con él, mi temperamento podría superar mi sentido común, y eso no sería bueno. Lo más inteligente sería aparentar ser dócil y dejar que Tate averiguara si Madigan estaba realmente husmeando en esta operación por otros motivos.

- ¿Por qué quieres saber su localización? - preguntó Madigan fríamente, como si yo tuviera intenciones nefastas de las que necesitaba protegerlos. Mi sonrisa escondió el hecho de que estaba apretando los dientes.

- Porque ya que estoy aquí, quiero saludar a mis amigos y familia - me las arreglé para responder, orgullosa de mí misma por no terminar la frase con idiota.

- Los soldados y los alumnos están demasiado ocupados para dejar lo que están haciendo porque un visitante quiere conversar - dijo Madigan secamente. Mis colmillos saltaron por su propia voluntad, casi doliendo con el deseo de arrancar la altanera expresión directo de la arrugada cara de Madigan.

- Debo advertirle, cualquier acción hostil hacia mí, será tomada como un ataque contra los Estados Unidos. - Tal vez algo de ese se mostró, porque siguió ese comentario.

- Estirado hijo de puta - espetó Don, caminando hacia Madigan antes de detenerse bruscamente, como si recordara que no había una sola cosa que pudiera hacer contra él en su estado actual.

Un hilo de advertencia apareció en mis emociones furiosas, un silencioso recordatorio de Inuyasha para que consiguiera controlarme. Lo hice, forzando a mis colmillos a retraerse y a mis ojos dejar de chisporrotear en rojo y volvieran a su normal gris medio.

- ¿Qué te dio la idea de que te atacaría? -" Le pregunté, haciendo mi voz tan inocente y sorprendida como pude mientras que mentalmente le plegaba en forma de pretzel.

- Puedo ser nuevo aquí, pero he estudiado los informes de los de tu tipo - dijo Madigan, dejando caer su fachada protectora de burócrata de gobierno para mostrar la desnuda hostilidad que yacía debajo.

- Todos ellos muestran que el color de los ojos de los yokais cambian justo antes de que ataquen. - Inuyasha se echó a reír, un sonido que acariciaba y estaba en desacuerdo con la energía peligrosa que comenzando a empujar sus paredes.

- Eso es mierda. Nuestros ojos se vuelven rojos, por razones que no tienen nada que ver con la intención de matar… y he visto a yokais rasgar gargantas sin el menor cambio de color del iris. ¿Esa es la única experiencia que has tenido con yokais? ¿Informes? - La última palabra estaba cargada de desprecio cortés.

- He tenido suficiente experiencia para saber que algunos pueden leer la mente. – Madigan estaba visiblemente rígido.

- Eso no debería preocuparte. Hombres sin nada que ocultar no tienen nada que temer, ¿Verdad, amigo? - Esperé para ver si a Madigan le crecería un par de cojones y acusaría a Inuyasha de entrometerse en su mente durante esta conversación, pero él simplemente se ajustó las gafas de montura metálica, como si su ubicación en la nariz fuera de primordial importancia.

- Tu mamá y los demás terminarán el entrenamiento en una hora. Puedes esperar aquí, si quieres. Madigan se estaba yendo. – dijo Tate, las primeras palabras que dijo desde que había llegado a su oficina.

-¿Me estás despidiendo? - preguntó Madigan con un toque de incredulidad. La expresión de Tate era insípida.

- ¿No dijiste justo antes de que Kagome llegara aquí que habías tenido suficiente de mí por el día? - Un ligero color rosa apareció en las mejillas de Madigan. No de vergüenza, por su aroma con notas de kerosene. Cuidadosa controlada indignación.

- Lo hice - contestó en breve.

- ¿Vas a tener esos informes para mí en la mañana? Supongo que permanecer despierto el resto de la noche no debería ser una dificultad para alguien como tú. - Oh, qué imbécil. Mis colmillos pidieron ¡Un démelo a mí! de nuevo, pero esta vez, los dejé en las encías al tiempo que asfixiaba al rojo nosferatu para que no saltara en mi mirada. Luego Madigan se volvió hacia nosotros.

- Kagome. Inuyasha. - Dijo nuestros nombres como si debiéramos pedir disculpas por ellos, pero me limité a sonreír como si no le hubiese eviscerado en mis fantasías varias veces ya.

- Fue muy agradable conocerte - le dije, extendiendo mi mano de nuevo sólo porque sabía que él no quería tocarla. Él la tomó con la misma pausa débil que había mostrado la última vez. No lo apreté una vez que lo tuve en mis manos, pero, oh, era tentador. Tan pronto como lo deje ir, Madigan barrió fuera de la oficina de Tate, dejando detrás una nube de loción para después del afeitado e irritación.

- Voy a seguirlo. Y no voy a volver contigo más tarde, Kagome. - dijo mi tío rotundamente.

Le eché un vistazo a Tate, que hizo un asentimiento apenas perceptible. En verdad, me sentí aliviada de que no tratara de discutir. Don podía espiar a Madigan un infierno mucho más eficazmente que cualquier otra persona. Tal vez Madigan estaba allí porque el Tío Sam estaba siendo paranoico de tener a un yokai a cargo de una operación que cazaban y ocultaba evidencia de los no muertos. Si era así, Madigan perdería una gran cantidad de dinero de los contribuyentes al examinar esta operación sólo para llegar a la conclusión de que Tate era una sustitución excepcional de Don. Su expediente era impecable, así que no tenía miedo de que Madigan desenterrara cualquier esqueleto del armario de Tate – real o metafórico.

Pero no era por eso por lo que me alegraba de que mi tío se estuviera centrando más en Madigan que en encontrar su camino a la puerta eterna en el otro lado. Si Madigan tenía una razón más siniestra para estar aquí, Don nos podía alertar más rápido que nadie. Yo tenía fe en que Tate, Dave, y Juan serían capaces de salir de aquí si el desagrado de Madigan con los no-muertos daba un giro más amenazante, pero mi madre, a pesar de sus bravuconadas, no era tan fuerte como ellos eran.

Y este no era un edificio normal en el que ella pudiera reventar una pared para escapar. El subnivel cuatro se construyo para contener a yokais contra su voluntad. Yo debería saberlo. Lo diseñé cuando capturaba yokais para que los científicos de Don pudieran hacer una maravilla de drogas sintéticas llamadas Brams. Esa droga, derivada del compuesto de curación en la sangre de los no-muertos, había mantenido a varios miembros de nuestro equipo con vida después de que hubieran sufrido lesiones graves. Entonces Inuyasha se unió a la operación, y Don superó su temor de que la sangre de yokai pura —mucho más eficaz en la curación que Brams— volviera malvado a quien lo bebiera. Inuyasha donó suficiente de su sangre por Don para curar a miembros del equipo heridos, según fuera necesario, y las celdas para yokais en el subnivel cuatro habían permanecido vacías durante años a consecuencia de ello. Pero eso no significaba que no podrían volver a usarse, si Don tenía razón y Madigan estaba aquí por razones distintas a una evaluación de rutina.

O tal vez yo había pasado por bastante mierda últimamente por lo que asumía lo peor de todo el mundo ahora tuviera una razón válida o no. Sacudí mi cabeza para aclararme. Por todo los que Madigan me haya molestado, no fue hace mucho tiempo que Don había tenido el mismo prejuicio con los yokais. Maldición, ¡Hace apenas ocho años yo pensaba que la única sanguijuela buena era una sanguijuela muerta! Sí, la actitud de Madigan gritaba Sospechoso Bastardo Burocrático, pero esperaba que pasar algún tiempo con Tate, Juan, Dave, y mi madre le haría darse cuenta de que había más en los seres sobrenaturales que lo que había leído en las páginas de los informes de asesinatos clasificados.

- Así que, ¿Qué piensas de él? - Arrastró las palabras Tate, la tensión anterior ahora desaparecida de su tono.

- Que él y yo no seremos mejores amigos - fue todo lo que dije. No había necesidad de decir más cuando esta habitación podría estar intervenida. Tate lanzó un gruñido.

- Estoy recibiendo esa vibra también. Tal vez sea una buena cosa que... las circunstancias estén como están. - Por la cuidadosa alusión de Tate a la condición de Don, era obvio que él también no quería correr riesgos de que nuestras palabras fueran reproducidas para Madigan más tarde.

- Supongo que todo sucede por una razón. - Me encogí de hombros en acuerdo.

Continuara…