Domingo y según lo prometido nuevo capítulo, porfa déjenme sus comentarios sobre si les va gustando esta nueva adaptación de los libros, si obtengo suficientes comentarios les traeré un pequeño libro intermedio entre este y el siguiente para la temporada de octubre, ya sea Halloween o día de los muertos según lo celebren en sus hogares ¿trato?

Favor fantasmal

Para el momento en que Inuyasha y yo llegamos al coche en la última etapa para llegar a casa, faltaba tan sólo una hora para el amanecer. Podríamos haber vuelto a nuestra casa en Blue Ridge más rápido si hubiéramos volado todo el camino, pero era menos llamativo mantener nuestro helicóptero en el aeropuerto privado local. A pesar de que nuestro vecino más cercano estaba a más de dos docenas de hectáreas de distancia, un helicóptero de ida y vuelta tiende a atraer la atención mucho más que un coche.

Cuanto más bajo fuera nuestro perfil en esta área, mejor. Aunque una vez en nuestro coche, Inuyasha y yo podíamos hablar con libertad. El primer punto de mi lista de tareas pendientes después de que consiguiera dormir un poco era que el helicóptero fuera revisado para ver si tenía bichos, y no quería decir de la variedad de insectos. Madigan me pareció el tipo de persona que consideraría procedimiento operativo estándar poner dispositivos de escucha y rastreo en nuestro helicóptero, mientras que Inuyasha y yo estábamos en el recinto. Maldición, cuando empecé con el equipo y todo el mundo estaba preocupado de que me volviera hacia el lado oscuro, Don había plantado micrófonos en mi vehículo y me había seguido 24 / 7. Le llevó a mi tío años confiar en mí lo suficiente como para dejar caer la vigilancia y escuchas telefónicas. Algo me dijo que a Madigan le tomaría más tiempo.

- Entonces, ¿Cómo es en su mente? - Le pregunté.

- Turbia. Está claro que sospechaba de mis habilidades y ha fabricado una defensa decente en contra de ellas. – Inuyasha me miró de soslayo mientras navegaban por las sinuosas carreteras.

- ¿En serio? - Madigan no me había parecido tener la excepcional fortaleza mental necesaria para evitar que Inuyasha le leyera la mente, pero supongo que eso significaba que lo había subestimado.

- Repite rimas sin parar en la cabeza, haciendo que eso fuera la mayoría de lo que oí. Me las arreglé para recoger algunas cosas más allá de ellas, como que él cree que rociarse en colonia neutralizará la capacidad de un yokai para oler sus emociones, y que despreciaba a Don. La sola mención del nombre de tu tío provocó una avalancha de insultos aparecer en sus pensamientos. - respondió Inuyasha con admiración.

- Don no parecía estar muy encantado con él, tampoco. - Tendría que preguntarle a mi tío acerca de su historia la próxima vez que lo viera.

Tal vez era tan simple como rivalidad por una mujer, eso había sido suficiente para iniciar la guerra de Troya, después de todo. Sin embargo, mientras Madigan mantuviera sus acciones por encima de tablero por ahora, lo que sucedió entre él y Don en el pasado no importaba. Madigan pensaba que mi tío estaba muerto y enterrado. Él no sabía que estaba en lo cierto en uno de esos cargos.

- También desconfía profundamente de los yokais, como te habrás imaginado… Aparte de eso, todo lo que oí fue suficientes repeticiones de '¿Cuántos robles roería un roedor si los roedores royesen robles?' para que me quisiera estacar a mí mismo. - agregó Inuyasha murmuro como si le dolieran los oídos. Me eché a reír.

Tal vez por debajo de la pomposidad y prejuicios de Madigan, se escondiera un sentido del humor. Eso me dio esperanza. El orgullo no era el defecto del mundo y los prejuicios contra los yokais podían ser superados con el tiempo. Sin embargo, la falta de un sentido del humor era un defecto insalvable, en mi opinión.

- Me hace dar gracias que mi capacidad para leer la mente estuviera dañada. - Inuyasha gruñó.

- Afortunada tu, mocosa. - Desde que había hecho la sangre de Inuyasha mi dieta regular, tenía más días en los que podía leer los pensamientos de los humanos de los que no, pero de vez en cuando, esa capacidad se apagaba.

Lo atribuía a que era una habilidad que Inuyasha había heredado recientemente cuando su cogobernante, Inuno, compartió algunas de sus habilidades a través de un formidable vínculo de sangre. Lástima que no se obtuviera también descansos ocasionales de mi sistema interior para atraer a los fantasmas, pero, por otra parte, el juju espectral en la sangre de Midoriko Laveau había tenido siglos para fermentar. Por fin, dimos vuelta en el camino de grava que llevaba a nuestra casa. Como estaba en la cima de una pequeña montaña, nos tomó unos minutos más hasta que nos detuvimos en nuestro camino de entrada.

Numerosos fantasmas descansaban en el porche y en los bosques de los alrededores, su energía provocando un hormigueo en mi piel con una sensación como de alfileres y agujas. Cada cabeza se volvió hacia mí, cuando nuestro coche se detuvo, pero al menos no se apresuraron hacia mí cuando salí. Tuve que explicar varias veces que, si bien apreciaba su entusiasmo, sólo mi gato tenía permitido enredarse a mi alrededor cuando volvía de una excursión.

- Hola a todos - dije a modo de saludo, girando en un círculo para abarcar la gran cantidad de ellos.

Luego tendí las manos, señalando que todo el que quería podía volar a través de ellas. A la vez, una racha constante de plateadas formas llegó a mí, mis manos casi ardiendo de los múltiples contactos que los fantasmas hicieron. Esto todavía se sentía como una versión muy extraña de dame esos cinco con un grupo, pero había llegado a descubrir que los fantasmas anhelaban el contacto a pesar de que pasaban a través de quien sea (y lo que sea) que tocaban. Y por lo menos mis manos eran una parte más apropiada del cuerpo para que sus juegos de fantasmas a otras que algunos de ellos habían atravesado "accidentalmente".

La implementación de una orden de desalojo automático a cualquier fantasma que hiciera un sobrevuelo por debajo del cinturón puso fin a estos incidentes. Inuyasha dio un resoplido sarcástico mientras caminaba junto a mí a la casa. Sabía que no era el único contando los días hasta que los poderes prestados de la reina del vudú se desvanecieran de mi sangre. A pesar de que él entendía las razones detrás de esto, a Inuyasha le gustaba tanto que un montón diferente de hombres y mujeres zumbaran a través de mi carne, como a mí me gustaba encontrarme con sus innumerables ex-amantes. Una vez que había terminado con mi forma inusual de decir hola, me metí en la casa, dejando caer la chaqueta en la silla más cercana.

- Fabián du Brac, ¿Confío en que tengas una buena razón para esto? - La voz de Inuyasha me impidió tirar mi cuerpo justo allí, su nítido acento inglés con fastidio. Uh oh. Inuyasha no usaba el nombre completo de Fabián, a menos que estuviera enojado, y sólo había unas pocas reglas que habíamos puesto cuando estuvimos de acuerdo para que Fabián viviera con nosotros. Cuando entré en la sala, vi cuál de esas reglas Fabián había roto.

- Um, hola - le dije al fantasma femenino flotando al lado de Fabián.

Llevaba un traje oscuro, sin forma que hacía todo lo posible para ocultar lo que debió ser una figura de Marilyn Monroe cuando tenía piel, y su severo moño que sólo realzaba lo naturalmente hermoso que era su rostro. Inuyasha no parecía impresionado por el nuevo fantasma de hermoso rostro. Continuaba dándole a Fabián una mirada sofocante con una ceja arqueada en desafío. Fabián sabía que sólo él y mi tío tenían permitido flotar dentro de nuestra casa.

Habíamos tenido que establecer algunas reglas básicas para proteger nuestra privacidad, después de todo. De lo contrario, tendríamos a fantasmas detrás de nosotros de una habitación a otra, incluso siguiéndonos a Inuyasha y mi en la ducha o esparcir un torrente de comentarios acerca de nuestras actividades en el dormitorio. Todo eso de viajar a través de las paredes hacía a casi todos los fantasmas olvidarse de lo que era un comportamiento apropiado e inapropiado.

- Puedo explicarlo - comenzó a Fabian, lanzándome una mirada suplicante sobre el hombro de Inuyasha.

- Permítame - respondió el fantasma de la mujer en un acento que podría haber sido alemán.

- En primer lugar, permítame presentarme. Mi nombre es Elisabeth. - Ella hizo una profunda reverencia primero a Inuyasha y después a mí mientras hablaba, su voz, estable a pesar de su evidente malestar. Algo de la tensión en los hombros de Inuyasha desapareció cuando él se inclinó en respuesta mientras extendía la pierna de una manera que pasó de moda siglos antes que yo naciera.

- Inuyasha - contestó él, enderezándose.

- Es un placer conocerte - Escondí una sonrisa.

Inuyasha podrían ser capaces de desdeñar la mano extendida de Madigan, sin pensarlo dos veces, pero siempre había tenido una debilidad por las mujeres. Me conformé con dar a Elisabeth una sonrisa y movimiento de cabeza en bienvenida, mientras que le decía mi nombre. Oye, una reverencia no era algo que hubiera hecho antes, pero me gustaría aprender sólo para ver a Inuyasha hacer esa reverencia cortesana de nuevo. Se las arregló de alguna manera para hacer que incluso ese gesto formal se viera sexy.

- Fabián no cree que sea prudente revelar mi presencia a los demás - Elisabeth continuó, tirando mi atención de mis reflexiones.

- Es por eso por lo que me invitó a esperar dentro su regreso. - Habló sobre todo conmigo, aunque su mirada se movió hacia Inuyasha más de una vez en leve consternación. Suponía que las palabras habían viajado que Inuyasha estaba menos que encantado con mi nueva popularidad entre los incapacitados con la vida.

- ¿Por qué es un gran problema si los demás saben que estás aquí? - Pregunté en voz alta. Claro, algunos de los fantasmas podrían refunfuñar porque Elisabeth estuviera dentro cuando se les había dado órdenes estrictas de no violar las paredes de la casa, pero no todos los días Fabián seducía a una chica ardiente para que entrara a casa con él…

- Soy considerada una marginada por muchos de mi especie. - Las palabras fueron susurradas tan bajo, que casi no estaba segura de haberla oído.

- ¿Una marginada? - Repetí. Ni siquiera sabía que había fantasmas marginados. Vaya, parecía que ningún grupo podían llevarse totalmente bien, no importa de qué lado de la suciedad se encontrara.

- ¿Por qué? - Elisabeth cuadró los hombros mientras se encontró con mi mirada.

- Porque estoy tratando de matar a otro fantasma. - Mis cejas subieron tan alto, mientras que una docena de preguntas surgieron en mi mente. Inuyasha dejó escapar un silbido antes de pasar a darme una ligera y hastiada sonrisa.

- Sería agradable escuchar el resto de esto, así que ¿Por qué no tomamos asiento? - Fabián asintió con la cabeza hacia las ventanas con cortinas.

- ¿Tal vez podrías disponer de una mayor privacidad primero, Kagome? - Cierto. Los otros fantasmas podrían no ser capaces de ver a nuestra nueva enigmática visitante, pero si flotaban muy cerca de la casa, accidentalmente podrían escuchar algo de nuestra conversación con Elisabeth.

- Esperen aquí. Vuelvo enseguida. - Suspiré.

Una vez que amablemente había insistido a todas las personas transparentes de desalojar los alrededores durante la hora siguiente, volví a la sala de estar. Inuyasha estaba sentado en el sofá, un vaso medio vacío de whisky en la mano. Los yokais eran uno de los pocos que honestamente podría reclamar beber por el sabor ya que el alcohol no tenía ningún efecto en nosotros. Fabián y Elisabeth flotaban en posición sentada sobre el sofá, frente a Inuyasha.

Me senté junto a mi marido, apretando mis piernas para mantener el calor más que por comodidad. El amanecer a principios del otoño en estas alturas significa temperaturas más frías. Si no hubiera tenido la esperanza de estar en la cama pronto, habría prendido la chimenea. Por suerte para mí, mi gato, Helsing, tomó el que me sentara como una señal para saltar desde su posición privilegiada en la ventana al sofá junto a mí. Su cuerpo peludo era como un horno pequeño, mientras se ubicaba sobre mis piernas.

- Así que ¿Cómo se conocieron? - dije, estirando la palabra mientras acariciaba a Helsing alrededor de las orejas.

- Nos conocimos en Nueva Orleans hace varias décadas - murmuró Elisabeth.

- Junio de 1935… Lo recuerdo porque fue, ah, inusualmente caluroso ese año. - suministró Fabian antes de dar una de sus patillas un masaje consciente.

Casi me muerdo los lados de las mejillas para no reír. ¡Fabián estaba enamorado de la encantadora fantasma! Su pobre explicación por recordar el mes exacto y el año en que se conocieron cuando los fantasmas ni siquiera pueden sentir la temperatura fue superada sólo por la mirada de cachorro que le dio antes de volver sus rasgos a un falso desinterés. Sí, lo tenía mal, está bien.

- Está bien, ustedes dos han sido amigos por un tiempo, pero claramente nos estás aquí sólo para una visita social, así que, ¿Qué te trae aquí, Elisabeth? - Asumí que tenía algo que ver con el fantasma que quería matar, pero si era así, ella estaría con una mierda de suerte.

Por un lado, yo no era una asesina a sueldo para ninguna especie, y Inuyasha hacía tiempo que se había retirado de ese mismo negocio. Por otra parte, ni siquiera podía ayudar a mi tío que voluntariamente quería encontrar un camino hacia el otro lado. Así que asesinar a un fantasma estaba fuera de mis capacidades, aunque tuviera una repentina urgencia de ir a cazar fantasmas, lo que no tenía. Ella cruzó las manos sobre su regazo, torciendo sus dedos juntos.

- En 1489, a la edad de veintisiete años, fui quemada en la hoguera por brujería - comenzó en voz baja. A pesar de que eso fue hace más de medio milenio atrás, di un respingo. Me habían quemado antes, y en ambas ocasiones había sido insoportables experiencias.

- Lo siento - le dije, y lo decía en serio. Elisabeth asintió, sin apartar la mirada de sus manos.

- Yo no era una bruja… Yo era una partera que desafió al magistrado local cuando acusó a una madre de estrangular a su bebé de forma deliberada con su propio cordón umbilical. El tonto no sabía nada de las complicaciones que el parto a menudo acarreaba y así se lo dije. Poco después, envió a Heinrich Kramer. - añadió, como si eso hiciera alguna diferencia a la terrible naturaleza de su ejecución.

- ¿Quién era él? – pregunte, nunca había sido buena en historia y ese nombre no me sonaba de nada.

- Un hijo de puta asesino - respondió Inuyasha antes de Elisabeth tuviera una oportunidad.

- Él escribió el Malleus Maleficarum, el Martillo de las Brujas, un libro responsable de varios siglos de cacería de brujas. Según Kramer, cualquier persona con una falda era una bruja. - Así que Elisabeth había sido asesinada por un fanático homicida con un caso grave de misoginia. Yo sabía lo que era ser perseguida por un fanático, y eso me hizo sentir aún más simpatía hacia ella.

- Lo siento. Sin embargo, Kramer pagó en ese entonces, espero que haya sido largo y doloroso. - dije con aún más sinceridad esta vez.

- No lo fue. Se cayó de su caballo y se rompió el cuello al instante en vez de ser pisoteado y abandonado a su sufrimiento. - dijo ella, la amargura ribeteando su tono de voz.

- Eso no es justo - estuve de acuerdo, pensando que al menos Kramer había conseguido un poco de su propia medicina en el fuego del infierno.

- Conoce unos pocos detalles sobre su muerte, ¿verdad? - Inuyasha le dio a Elisabeth una larga mirada especulativa. Elisabeth lo miró a los ojos. En su estado medio nebuloso, sus ojos eran azules, por lo que me pregunté si eran tan oscuros como los ojos índigo de Tate, cuando ella había estado viva.

- Sí, yo fui la que asustó a su caballo. Quería vengarme por lo que me había hecho y poner fin a las muertes de más mujeres a la ciudad a la que se dirigía. - respondió ella a la defensiva, sin darse cuenta del juego de palabras.

- Bien por ti. Me gustaría poder estrechar tu mano. - le dije. Si hubiera esperado juicio, no había oído hablar mucho de mí. O de Inuyasha.

- Muy bien - dijo Inuyasha, elevando su whisky en señal de saludo.

Elisabeth nos miró a los dos por varios segundos. Entonces, muy lentamente, se levantó y flotó, tendiéndome la mano. Me moví conscientemente. Supongo que ella no sabía lo que era una declaración metafórica. Luego le tendí la mano, recordándome a mí misma que esto no era diferente de todas las otras veces que había dejado pasar a los fantasmas a través de mi carne, en señal de saludo. Pero cuando su mano se cerró sobre la mía, la sensación de hormigueo habitual que seguía por mis dedos no ocurrió. Increíblemente, un apretón frío se sintió en mi mano con la misma firmeza y consistencia como mi propia carne.

- ¡Hijo de puta! - Exclamé, saltando a mis pies.

Mi gato siseó y saltó a un lado del sofá, molesto por haber sido movido. Elisabeth de repente estaba delante de mí en un color vibrante, como si hubiera pasado de ser transmitida en un canal difuso a uno de alta definición. Su pelo, que yo pensaba había sido un anodino color marrón, brillaba con unos ricos reflejos castaños y sus ojos eran tan azules que se veían como el océano a medianoche. Sus mejillas aún tenían un color rosa en ellas, destacando una piel que sólo podría ser descrita como duraznos y crema.

- Maldita sea - murmuró Inuyasha, de pie también. Su mano salió disparada para atrapar el brazo de Elisabeth, su expresión reflejó mi sorpresa cuando sus dedos se cerraron alrededor de la carne sólida en lugar de pasar a través de la vaporosa energía.

- Les dije que algunos de mi clase eran más fuertes que otros - murmuró Fabián desde detrás de Elisabeth.

No estabas bromeando, ¿No? Pensé, aturdida incapaz de dejar de apretar los muy fríos y firmes dedos de Elisabeth sólo para comprobar una vez más que era muy sólida. Pero poco después lo hice, sentí un estallido de energía en el aire, como si un globo invisible se hubiese reventado. Alfileres y agujas estallaron a través de mi piel mientras que la mano que había estado sosteniendo simplemente desapareció. En el instante siguiente, el aspecto de Elisabeth volvió de nuevo a sus colores apagados y el brazo que Inuyasha había estado sujetando su fundió bajo su agarre, dejando a sus dedos curvados ( (al igual que los míos) en torno a nada más que un esquema transparente de carne que ya no estaba allí.

- Lo más largo que puedo emerger en forma sólida, son unos pocos minutos, pero me agota mucho. Sin embargo, Kramer es más fuerte que yo. - dijo Elisabeth, como si lo que había hecho no era suficientemente increíble.

- Dijiste que murió hace siglos. - Me sentí como si mi cerebro tratara de ponerse al día con todo lo que acababa de presenciar. ¿Kramer?

- Lo hizo - Elisabeth respondió con severidad espantosa.

- Sin embargo, cada All Hallows Eve1, el camina. - Si un alfiler hubiera caído en la habitación, habría destruido el repentino silencio con el mismo efecto que una bomba. Tenía una buena idea de a lo que se refería Elisabeth por "camina" pero como era demasiado disparatado como para imaginármelo, tenía que asegurarme.

- ¿Estás diciendo que después de que ese cabrón murió, Kramer se convirtió en un fantasma que puede pasearse en carne sólida cada Halloween? - Las cejas de Elizabeth se fruncieron al escuchar cabrón, pero respondió el resto de mi pregunta sin dudar.

- Que yo sepa, sólo en las últimas décadas Kramer ha sido capaz de manifestarse en carne por toda una noche. –

- ¿Por qué sólo la noche de Halloween? - Seguro, era el momento donde muchas personas celebraran la idea de fantasmas, onis, yokais, y otras criaturas, pero la mayoría de ellos no creían que tales criaturas existieran.

- Es el momento cuando la barrera entre los mundos es más fina. La celebración de Samhain viene desde mucho antes que los humanos la convirtieran en un día festivo de dulces y disfraces. - respondió Inuyasha.

- A Kramer se le escapa la ironía de que es fortalecido por una noche dedicada a lo que él una vez consideró un culto hereje. Todavía piensa que está actuando del lado de Dios, como si el Todopoderoso no haya dejado claro que no quiere nada con Kramer. - La boca de Elizabeth se frunció.

- ¿Y qué hace en Halloween? - Habría apostado cada gota de sangre en mi cuerpo que Kramer no la pasaba pidiendo dulces.

- Obtiene "confesiones" de brujería de tres mujeres a las que convence a un cómplice humano de raptar, y después las quema vivas - respondió Elisabeth, un espasmo de dolor cruzando por su rostro.

Era oficial. Ahora quería asesinar a un fantasma, una noción que había descartado como improbable hace solo veinte minutos. El problema era que matar yokais y onis era mi especialidad. No la gente que ya estaba muerta "muerta".

- ¿Con cuánto tiempo de antemano consigue un cómplice para capturar estas mujeres? - preguntó Inuyasha.

- No estoy segura - respondió Elisabeth. Desvió la mirada como si estuviera avergonzada.

- ¿Quizás una semana? He seguido a Kramer lo mejor que he podido estos muchos siglos, tratando de descubrir una manera de acabar con él, pero es astuto. Me evade la mayor parte del tiempo. - Si, esa habilidad para desaparecer lo haría imposible de seguir, incluso para otro fantasma. Rastrearlo sería como tratar de ponerle esposas al viento. Lo cual levantaba otra pregunta.

- Dijiste que un montón de otros fantasmas te consideran una escoria por tratar de matar a uno de tu clase, quien obviamente tiene que ser Kramer. ¿Cómo, ah, intentaste hacerlo? - Destelló en mi cabeza una imagen mental de dos figuras transparentes tratando de estrangularse la una a la otra.

- A lo largo de los siglos, he hecho contacto con varios médiums, convenciéndolos de la maldad de Kramer con la esperanza que alguno pudiera hacerlo desaparecer. Trataron de muchas maneras diferentes, pero cada intento falló. Una vez que lo había hecho se difundió, fui rechazada por muchos de los de mi clase… excepto aquellos como Fabián. - La sonrisa que Elisabeth le dio mientras terminaba esa frase estaba llena de tal intensidad, que me sentía como si me estuviera inmiscuyendo sólo por observar. Tal vez su interés por ella no era solamente unilateral.

- Kramer es un cabrón asesino. ¿Por qué otros fantasmas no lo querrían muerto también? - preguntó Inuyasha, apegándose a los aspectos prácticos.

- Piensa en ello. La mayoría de los humanos no puede vernos, yokais y onis nos ignoran, y hemos sido rechazados por cada dios que haya sido adorado. Todo lo que tenemos es a nosotros mismos. Algunos podrían simpatizar con los motivos de Elisabeth, pero tratar de matar a uno de los tuyos es considerado detestable sin importar la razón. - respondió Fabian, alejando su mirada del rostro de Elisabeth.

- Pero no para ti. - dije, orgullosa de él por ser uno de los rebeldes contra esa versión espectral deformada de inmunidad diplomática. Fabián agachó su cabeza.

- Quizás otros como yo se aferran a su humanidad perdida más que el resto de ellos. - No, pensé. Las personas con principios fuertes como tú hacen lo correcto sin impórtales si estás hecho de carne o niebla.

- Kramer sólo ha estado matando por décadas, ¿sin embargo has intentado destruirlo por cientos de años? - El tono de Inuyasha era ligero, pero estrechó su mirada.

- Oh, él mataba mucho antes de adquirir la habilidad para quemar personas nuevamente - dijo Elisabeth rotundamente.

- Atormentaba a aquellos que tuvieran la habilidad de verlo, haciendo que se volvieran locos o se mataran. Una vez que podía manifestarse, escogía a los más vulnerables: niños, ancianos o enfermos, llevándolos a la misma y amarga determinación. Y nadie les creía. Igual como nadie me creyó a mi cuando fui denunciada como bruja y sentenciada a morir quemada. - Escalofríos recorrieron mi columna ante la deprimente resonancia en la voz del fantasma.

Si Elisabeth había observado este mismo patrón brutal llevarse a cabo todos estos años, incapaz de hacer nada para detenerlo, estaba asombrada que ella estuviera cuerda todavía. Yo no siempre podía capturar a los tipos malos, pero una de las cosas a las que me aferraba era la esperanza de que un día, ellos recibirían lo que se merecían sea en esta vida o en la siguiente. Aun así, Kramer había conseguido escapar del castigo en cada lado de la tumba. Incluso aunque tenía suficiente con que tratar con mis poderes no deseados de Midoriko, la búsqueda de mi tío para cruzar al otro lado, y las sospechas del nuevo asesor de operaciones, la injusticia de las andanzas Kramer, libre para torturar y asesinar a más personas inocentes era demasiado para mí. Sin embargo, no fue sólo mi rabia la que me hizo decidirme. Fue la manera en que Fabián miraba a Elisabeth. Después volvió sus ojos hacia mí, y la súplica en esa sola mirada confirmó mi decisión.

- Te ayudaré - le dije a Elisabeth, sosteniendo en alto mi mano en anticipación a la protesta de Inuyasha.

Fabián había hecho muchas cosas por mí en el pasado, pero en la única manera que había sido capaz de mostrar mi agradecimiento fueron unas simples gracias. Bueno, aquí estaba mi oportunidad para hacerle saber a Fabián que era muy querido por mí como cualquiera de mis otros amigos, incluso si era el único de ellos sin carne. Ayudar a Elisabeth no era sólo lo correcto; también era importante para Fabián. Realmente, ¿qué otra opción tenía? Dedos fríos se curvaron alrededor de mi mano, apretándola una vez. Aparté mis ojos de Fabián para encontrarme con la mirada fija de Inuyasha.

- No eres la única que se siente en deuda con él. Nos pudiste haber fijado una tarea más fácil. - dijo Inuyasha tranquilamente. Entonces frunció su boca cuando se centró en Fabián.

- Haré lo que necesiten para ayudarlos - prometió Fabián, su expresión iluminándose con tal esperanza que mi cabeza dio vueltas.

Podría sentirme confiada en nuestras habilidades para tratar con el cómplice de Kramer si descubríamos quien era el nuevo acolito a tiempo, pero ni siquiera sabía si era posible matar un fantasma. Inuyasha había amenazado antes a un par de ellos con un exorcismo; pero según Elisabeth, eso probablemente no funcionaría. Me asustó observar la obvia fe de Fabián por más razones que la idea de un asesino libre. Tenía miedo de decepcionarlo después de todo lo que había hecho por mí.

- Sabemos que lo harás, amigo. Ya nos has probado eso - respondió Inuyasha.

- Gracias. Vine aquí con poca esperanza. Su especie normalmente no se preocupa por los de la mía sin importar las circunstancias. - dijo Elisabeth, su voz muy suave. Algo brilló en sus ojos que habría jurado que eran lágrimas en cualquier otra persona.

- ¿Si? Simplemente llámame una pateadora de traseros de igualdad de oportunidades, porque Kramer y su asistente merecen que se encarguen de ellos sin importar de que especie sean. - Mi sonrisa era irónica.

- Quizás es mejor si te quedas en la habitación de Fabián mientras establecemos nuestro primer curso de acción. Es más seguro si la energía es emitida desde una habitación en la casa de la que otros fantasmas están acostumbrados que salga. - sugirió Inuyasha, dándole a Fabián una mirada inclinada antes de regresar su atención a Elisabeth.

- Por supuesto. Seré muy discreta. - respondió Elisabeth, alisando su falda larga mientras flotaba para ponerse de pie.

- Fabián también puede ponerte al corriente de las reglas de la casa. Hablaremos más una vez que mi esposa y yo hayamos descansado por el día. - Ambos fantasmas captaron la indirecta, desapareciendo con más gracias murmuradas.

- Tu astuto casamentero. - Esperé hasta que sentí que se disipaba la energía de la habitación antes de girarme hacia Inuyasha.

- Si no le hubiera dado al tipo una ventaja, se habría pasado el próximo siglo reuniendo el valor para hacerle un cumplido. - Su sonrisa tenía más que un indicio de perversidad.

- Sinvergüenza - le tomé el pelo, asegurándome de mantener baja mi voz ya que no sabía que tan lejos se habían ido Fabián y Elisabeth. La risa de Inuyasha fluyó sobre mí, oscura y prometedora.

- En efecto, como pretendo demostrar una vez que estemos en la cama. - Podría haber estado cansada, con tantas cosas en mi mente y entre manos, pero sólo un idiota pasaba por alto ese tipo de invitación.

- Carrera hacia allá -" susurré, y salí corriendo hacia las escaleras con mi sexy esposo pisándome los talones.

Continuara…

1 Halloween.