Hola hermosas, ¿Cómo están? Espero que listas para leer esta historia que poco a poco tomará forma. Recuerden que los primeros capítulos serán los únicos con más de 8,000 palabras esto para conveniencia en la rapidez de las actualizaciones.

Quiero también hacer una aclaración con respecto a los diálogos que utilizo, en ningún momento son con ánimo de ofender, simplemente son para marcar diferencia entre las culturas de México y Estados Unidos, la historia toda es en español para no generar confusión con las lectoras que lo pasan a su idioma.

Ya saben los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sin embargo los demás que llegan a completar la historia son completamente producto de mi imaginación así como la historia, así que al igual que las demás queda prohibido distribuirla o publicarla en otras plataformas.

LEJOS DE TI

CAPÍTULO 2

CANDY LLEGA A MÉXICO

Candy llegaba junto al Sr. González a una gran finca del lado mexicano, impresionada por lo grande y pintoresca que era, pronto se dedicó a imaginarse corriendo y trepando los árboles que tenía aquella enorme propiedad.

-¿Esta es su casa Sr. Felipe? – Preguntó sin dejar de admirar todo a su alrededor. El Sr. González comenzó a reír por su comentario.

-¡Felipe! – Escuchó un grito que provenía de un caballero ya mayor que vestía una camisa blanca y unos pantalones cafés con rayas blancas, calzando un par de botas que hacían ruidos por las espuelas que llevaba puestas. - ¿Qué te sucedió? – Preguntó sin percatarse de la presencia de la niña, quien veía sin comprender el idioma de aquel curioso caballero.

-Nada Rafael, no te preocupes estoy bien. – Respondió tranquilo. – Candy me curó y estoy mucho mejor. – Candy escuchó su nombre y comprendió que aquellos dos caballeros hablaban de la herida que había sufrido, por ello cuando Rafael volteó a verla sonrió dulcemente a él. Rafael correspondió de la misma forma.

-¿Y esta chamaca Felipe? ¿No me digas qué es tuya? – Preguntó provocando la risa de Felipe, bien sabían ambos que eso era imposible. Candy los veía sin comprender el motivo de su risa, solo sabía que hablaban de ella y se puso ansiosa.

-Es una chiquilla que salve del imbécil de García. – Explicó Felipe.

-¿Lo encontraste? – Preguntó Rafael. Felipe asintió y comenzó a relatar lo sucedido. Rafael negó con la cabeza por el relato y Candy comprendía que hablaban de lo sucedido con García y bajaba su cabeza apenada por los hechos, como si ella fuera la responsable de ello.

-No te preocupes niña. – Dijo Rafael en un torpe inglés. – Nosotros te cuidaremos más que en la finca de los Leagan. – Dijo con una sonrisa.

-Gracias. – Dijo Candy viendo como aquel hombre de aspecto bonachón y gran sombrero como el del Sr. García se retiraba del lugar.

-El Sr. De la Garza te está esperando. – Dijo de nuevo en español a Felipe y este asintió.

-Rafael es mi hermano. – Dijo Felipe. – Y ambos trabajamos para el Sr. De la Garza. – Explicó a Candy quien comprendió rápidamente el parecido que tenían ambos. – Ven, vamos a ver al Sr. De la Garza a pesar de que te quedarás con mi familia en mi casa tengo que informarle a él porque es el dueño de estas tierras. – Dijo de nuevo para que Candy no tuviera miedo de lo que sucedería.

-Sí. – Dijo Candy intentando no ponerse nerviosa.

-¡Felipe! ¡Adelante! – Dijo una voz que venía de adentro del despacho del Sr. De la Garza. Candy seguía de cerca a Felipe, observando cuidadosamente la casa que aquel terrateniente poseía, era muy grande y a pesar de que demostraba que era alguien de mucho dinero era muy diferente al lujo que tenían en la mansión Leagan o incluso con los Ardlay, era un lujo muy colorido y un poco menos refinado, sin embargo para sus infantiles ojos era muy hermoso lo que veía.

-Buenos días Sr. Joaquín. – Dijo Felipe extendiendo su mano con confianza hacia su patrón quien la tomó gustoso y para nada ofendido con el gesto, por el contrario observó como este lo jalaba hacia él para darle un abrazo fraterno con cuidado de no lastimarlo.

-Buenos días Felipe. – Dijo con una sonrisa. - ¿Ella es la chiquilla? – Preguntó viendo a la rubia.

Joaquín era un hombre alto y fuerte que vestía con una chaqueta de cuero color café y unos pantalones de un tono más oscuro, usaba un sombrero del mismo color que sus pantalones, una texana, término que Candy después aprendería, sus cabellos eran castaños y arriba de las orejas brillaban unas cuantas canas que lo hacían ver atractivo, sus ojos a pesar de que su piel era morena eran grandes y expresivos de un color verde intenso, un color muy bonito que llamaba la atención de los demás y que curiosamente era el mismo tono de los ojos de Candy. Era un hombre muy guapo tenía alrededor de 35 años, aún joven para todo el dinero que ya poseía. Candy se puso nerviosa cuando un señor tan importante como aquel puso su vista en ella. – No temas pequeña. – Le dijo mientras se colocaba en cuclillas y acariciaba su rostro con ternura. – Mi nombre es Joaquín De la Garza. – Dijo con una sonrisa amable, que Candy correspondió de la misma manera.

-Yo soy Candice White. – Dijo la chiquilla con inocencia.

-Dulce Blanca. – Repitió Joaquín ante la incredulidad de Candy al no entender lo que decía. – Eso quiero decir tu nombre en español. – Dijo explicando para que entendiera. Candy lo miró con una gran sonrisa.

-Dulce Blanca. – Repitió con un torpe acento español, provocando la risa de ambos caballeros mientras Candy se sonrojaba apenada.

Felipe explicó todo lo que había pasado en la búsqueda del Sr. García, quien había estafado al Sr. De la Garza con un negocio y a pesar de que sus planes no eran quitarle la vida si quería castigarlo por su atrevimiento. Joaquín escuchaba atentamente cada una de las explicaciones hasta llegar a la noche en la que había salvado a Candy.

-Siento mucho no haber cumplido con el encargo Sr. Joaquín. – Dijo Felipe quien fungía como George para la familia De la Garza.

-No te preocupes Felipe. – Dijo Joaquín observando a Candy, quien continuaba sentada frente a aquel señor que la miraba de una forma extraña. – Creo que ya sé cómo me pagará. – Dijo ante el asombro del Sr. Felipe. - ¿Qué pensabas hacer con la chamaquita? – Preguntó refiriéndose a Candy, mientras ella los veía uno a otro sin entender.

-Pensaba criarla como mi hija. – Respondió Joaquín nervioso, sabía bien que eso no sería tan fácil.

-¿Crees que Chavela lo acepte? – Preguntó Joaquín. Chavela era la esposa de Felipe, madre de sus gemelos, sin embargo era una mujer muy celosa y desconfiada de su marido más porque viajaba continuamente a los Estados Unidos y ahí le habían llegado rumores alguna vez que andaba con una "gringa" y que por eso viajaba tanto, ese era el temor de Felipe, que su esposa pensara que Candy no era una niña que había salvado, sino que era producto de esa aventura que había tenido hace tiempo antes de casarse con ella y que pensara que aún la seguía viendo.

-No lo sé, tengo que hablar con ella. – Dijo un tanto nervioso, rascándose la nuca, mientras Candy lo veía sin comprender que era lo que pasaba entre ellos.

-Felipe, tú sabes lo que sucedió con Roxane… hace años… - Dijo Joaquín un poco triste. – Felipe asintió entendiendo de pronto lo que quería decir. – Y me parece que sería muy buen pago por parte de García si yo me quedara con Dulce como si fuera mi hija. - Dijo ante el asombro de Felipe. – Ella sería algún día la dueña de todo esto. – Dijo con una sonrisa. – Candy lo miró extrañada por la forma en la que la veían.

-¿Qué sucede? – Preguntó Candy un tanto confundida por las expresiones de su rostro.

-Verás Candy. – Habló Joaquín. – Yo soy un hombre casado. – Dijo sin comprender la rubia el motivo de esa historia. – Sin embargo mi esposa y yo… nunca… no pudimos tener hijos. – Volvió a decir, provocando pena en el corazón de Candy, una pena que sin saber por qué era muy grande.

-Lo siento mucho. – Dijo sinceramente, escuchando con atención lo que tenía que decir aquel hombre.

-Es por eso que le estoy diciendo a Felipe que me gustaría que tú fueras mi hija. – Dijo esperanzado porque Candy aceptara. Candy abrió los ojos sorprendida por aquella petición, sintiendo como su corazón se aceleraba emocionado de alegría al ver que alguien pensaba en ella como a una posible hija y no como a una criada más. – No es necesario que me respondas ahora. – Dijo rápidamente Joaquín. – Puedes tomarte tu tiempo, conocer a mi esposa, convivir con nosotros y después tomar tu decisión. – Dijo de nuevo. Candy miró a Felipe como preguntando su opinión.

-Es tu decisión Candy, es una buena oportunidad para que tengas por fin una familia. – Dijo Felipe a quien Candy le había comentado en el camino cuales habían sido sus deseos desde muy pequeña, todo para evitar que pensara en el dolor que le causaba la herida provocada por García.

-No lo sé. – Dijo Candy indecisa, le agradaba la idea y quería aceptar de inmediato, pero la frenaba la idea de que si trabajaba para los Leagan ellos la enviarían de nuevo a Lakewood si se portaba bien y hacía lo que le decían. – Yo venía a trabajar con los Leagan. – Dijo revelando su duda. Joaquín entendió el dilema de la rubia.

-Vamos a hacer algo. – Dijo Joaquín. – Te llevaré a la finca de los Leagan para que veas si quieres quedarte allá. – Dijo ante el asombro de Felipe, quien se sobresaltó visiblemente, pero la mirada y el gesto que le dirigió Joaquín lo tranquilizó casi de inmediato. – No te preocupes Felipe, por ningún motivo revelaré que Candy era la niña que seguramente ellos esperaban con García. – Dijo tranquilizando a Felipe con ello.

-¿Haría eso por mí? – Preguntó Candy con una sonrisa.

-Si con eso te convenzo de que seas mi hija, haría eso y más. – Dijo con una sonrisa acariciando los polvorientos cabellos rubios de Candy.

Felipe habló a María, una de las jóvenes que trabajaba para el Sr. de la Garza, una chica un poco mayor que Candy, con dos trenzas largas de un color negro azabache, sus ojos eran también de un negro intenso y su boca roja como el centro de una pitahaya. Vestía un sencillo y humilde atuendo pero reluciente de limpio.

-¿Me llamó Sr. Joaquín? – Preguntó amable a su patrón.

-María, lleva a la Señorita Candy a la habitación contigua a la nuestra y dile a tu mamá que la ayude a bañarse y a vestirse. – Dijo como orden a la jovencita.

-Sí patrón. – Respondió con una sonrisa amable.

-Ve con ella Candy. – Dijo Joaquín a la rubia y ella obedeció avanzando descalza y aún con la frazada que Felipe le había dado. Colocó las rosas en la mesita de noche y las regó con mucho cuidado mientras Rocío, una señora robusta y de hombros descubiertos la ayudaba a desvestirla para bañarla. María se había quedado en la habitación para traducir a su mamá lo que Candy decía.

-Hablas bien el inglés. – Dijo Candy a la muchachita que en su forma de ser y por su edad le recordaba a Dorothy, sin embargo había algo en su mirada que le recordó sin saber porqué a Annie.

-Todas lo hablamos. – Respondió María. – Menos mi amá. – Dijo de nuevo. – Dice que ella es muy burra para aprender otro idioma. – Candy rió por su comentario. – La patrona hablaba muy poco español, por eso aprendimos todos a pedido del patrón y como es tan bueno todos lo que trabajamos dentro de la casa grande lo obedecimos. – Dijo explicando de nuevo el motivo por el cual hablaban su idioma.

-¿Cómo es la señora? – Preguntó Candy curiosa a la que podría ser su mamá.

-Uuyy es muy bonita y elegante. – Dijo María. – Ella es "gringa" por eso no habla muy bien el español. – Dijo de nuevo.

-¿Gringa? – Preguntó Candy curiosa.

-Sí, igual que tú. – Dijo de nuevo, pero Candy seguía sin comprender. – Así les decimos a las personas que nacen del otro lado. – Dijo tranquila. – O sea, de los Estados Unidos. – Dijo para que Candy comprendiera por fin su explicación.

-Entiendo. – Dijo con una sonrisa evidenciando que así era. Rocío había conseguido unos vestidos de "señorita" para Candy y a pesar de que eran un poco grandes para ella logró ajustarlos a su medida.

-Adelante. – Respondió Candy al llamado que hacían a la puerta. Joaquín entró un poco apenado, sin embargo quería ser él mismo el que presentara a Candy con su esposa, la amaba tanto que hacía lo que fuera por verla sonreír, y sabía bien que la mayor felicidad para su esposa sería una hija, no podría recuperar a la que habían perdido, sin embargo él le daría una por tal de verla sonreír.

-Candy, quiero que me acompañes para que conozcas a mi esposa. – Dijo admirando lo bonita que se veía Candy, la habían peinado con dos trenzas y unos grandes moños que combinaban en el vestido de seda que Rocío había conseguido ajustándolo a su medida, los zapatos le quedaban algo grandes pero por lo pronto le servirían. – Te ves hermosa Candy. – Dijo Joaquín al verla detenidamente. Candy sonrió y acepto la mano que Joaquín extendía para llevarla a conocer a su esposa. Nadie había notado que Rocío se había puesto pálida al escuchar el nombre con el cual habían llamado a la rubia, ni que su semblante había cambiado de expresión en cuanto comenzó a ayudar a Candy a vestirse.

Roxanne era una mujer rubia de cabellos rizados, de tez muy blanca y unos ojos profundamente azules, su cuerpo era delgado y alto, tenía una sonrisa tierna y dulce, pero su mirada a pesar de ser llena de bondad poseía un brillo opaco que reflejaba su tristeza.

-Adelante. – Respondió al llamado de su esposo. - ¿Qué sucede amor? – Preguntó cuándo vio a su esposo de la mano de una dulce niña de rizos rubios y graciosas pecas que adornaban su rostro. - ¿Quién es ella? – Preguntó con ternura. - ¿Cómo te llamas linda? – Preguntó directamente a Candy ya que su esposo la veía conmovido.

-Mi nombre es Candy White. – Respondió la pecosa sintiendo un estremecimiento en su corazón al ver a aquella dama tan hermosa y elegante que tenía frente a ella.

-Tienes un nombre muy bonito. – Dijo Roxanne agachándose para ver bien el rostro de la niña. - ¿Qué haces aquí? – Preguntó.

-Amor, Candy no tiene padres. – Dijo Joaquín. Roxanne se sorprendió con lo dicho, sin embargo esperaba más explicaciones de su esposo antes de dejarse llevar por su imaginación ya que su corazón se comenzaba a alborotar al ver los ojos tan bellos que poseía aquella niña, así como su bello rostro que por una extraña razón le parecía familiar, a pesar de que sabía que eso era imposible. – Ella venía a México a trabajar para los Leagan. – Dijo sorprendiendo a su esposa, la mención de aquel apellido la hizo estremecer.

-¿Con los Leagan? ¡Eso no puede ser! – Dijo asustada, asustando a Candy con su reacción. Joaquín explicó en su idioma lo sucedido y comentó lo que planeaba hacer con Candy. Su esposa lo abrazó ilusionada por aquella hermosa jovencita aceptara ser su hija, se había enamorado a primera vista de ella y su corazón tenía un extraño estremecimiento cuando la tenía cerca.

-Yo iré con ustedes. – Dijo Roxanne decidida para cubrir más las apariencias, a pesar de que temía mucho volver a ver a aquel hombre que en el pasado la había pretendido y que al haber sido rechazado había jurado vengarse de ella. Joaquín sonrió, sabía que su esposa haría eso y ya tenía un carruaje y una escolta para que los acompañaran en ese viaje que era alrededor de dos horas de camino.

-Gracias amor, tenemos que salir de una vez si queremos regresar antes del anochecer. – dijo besando la frente de su esposa.

Candy observó a aquella hermosa pareja, preguntándose cómo se habían conocido e imaginándose como hija de ellos al notar que bien podría pasarse por ello ya que él tenía los ojos verdes y ella era tan rubia como Candy, lo único serían las pecas, pero eso sería lo de menos pensó ilusionada, ya comenzaba a pensar en ello como una posibilidad de que fuera cierto.

Mientras Candy viajaba junto a los De la Garza, escoltados en una lujosa diligencia tirada por caballos y dirigida por varios hombres armados. Anthony y los Cornwell regresaban a la mansión cansados y frustrados por no haber encontrado ninguna pista o noticia de Candy.

-¡No pudo tragársela la tierra! – Decía Anthony molesto con la situación, con los Leagan y sobre todo con la tía abuela que no había cumplido con su parte del trato.

-Tranquilo Anthony. – Decía Stear para tranquilizarlo, mientras Archie lo veía igual de triste.

-¡No puedo Stear! ¡Yo prometí que no permitiría que la llevaran a ese lugar…! Debe de sentirse sola, asustada en un lugar al cual no pertenece, ella debería estar aquí… conmigo… - Decía mientras los demás lo observaban. –… con nosotros. – Corrigió al ver la expresión de sus primos. – Ella… ella nos necesita… ella me necesita… - Decía bajando su tono de voz frustrado por la ausencia de la rubia. Stear y Archie lo abrazaron comprendiendo su sufrimiento, ellos también estaban afectados por la desaparición de Candy, pero el dolor que Anthony reflejaba era mayor, su voz y sus movimientos expresaban la ansiedad que tenía en su alma.

-Jóvenes, la Sra. Elroy los requiere en el despacho. – Dijo Dorothy a los tres chicos. Anthony frunció el ceño con molestia, no tenía ganas de ver a la tía abuela.

-Vamos Anthony. – Dijo Stear obediente. Anthony observó a su primo quien lo miraba suplicante ya que no quería otro enfrentamiento con la tía abuela, ese comportamiento los lastimaba mucho. Anthony asintió sólo por ellos.

Los tres caminaban a sabiendas que recibirían una gran reprimenda por haber escapado sin la autorización de un adulto, más específicamente de la tía abuela.

-¿Se puede saber dónde andaban? – Preguntó la matriarca con evidente enfado, su rostro lucía bastante rojo mientras su mirada se posaba fría en cada uno de ellos.

-Fuimos a buscar a Candy. – Respondió Anthony seguro sin bajar la mirada de la tía abuela, sosteniendo su mirada con cierto rencor de su parte.

-¿¡Con permiso de quién!? – Preguntó de la misma forma.

-¡Con permiso nuestro! – Respondió Anthony ante la imposibilidad de los Cornwell de responder sus preguntas, intimidados por la dura actitud de la anciana. – No necesitamos un permiso para hacerlo. – Volvió a decir Anthony arriesgándose a una reprimenda mayor. Stear y Archie lo veían sorprendidos.

-Tranquilo Anthony. – Dijo Stear intentando calmar su temperamento.

-¡Déjalo Stear! – Habló la matriarca molesta. – Con esa actitud solo hace que reitere que la amistad que tenían con una sirvienta no era benéfica. – Dijo para herir los sentimientos de Anthony. Sabía muy bien que le lastimaba que mencionaran a Candy.

-¡No te atrevas a culparla! – Dijo Anthony más molesto con ella.

-¡Es la verdad! – Dijo la matriarca levantándose de su lugar, seguida por Anthony quien apuñaba las manos molesto por la actitud que tenía la matriarca en contra de su amada Candy. – Desde que ella llegó a sus vidas lo único que has hecho es desafiarme. – Dijo visiblemente ofendida.

-¿Y no te has preguntado por qué? – Preguntó Anthony sin dejar de observarla.

-No tengo por qué hacerlo, sé que la única responsable es esa chiquilla de Ponny. – Dijo segura de lo que decía, convencida de que así era y que Candy era la única responsable de la rebeldía de su nieto.

-Te equivocas tía abuela, la única culpable eres tú por tú intransigencia, por prometer algo que no tenías la intención de cumplir, por acusar a un inocente sin pruebas y por tratar a los demás como si fueran menos que tú solo por su condición social. – Dijo Anthony seguro. – Lo que sucede es que ya no soy el chiquillo al que podías manejar a tu antojo, ya soy un hombre y puedo ver las cosas por mí mismo. – Dijo ante el asombro de la matriarca quien se sintió ofendida por sus palabras y al mismo tiempo lastimada.

-Aún no son mayor de edad. – Dijo altiva. – Todavía están bajo mi custodia y yo decido qué es lo mejor para ustedes. – Dijo implacable, segura que tenía el poder de hacerlo y que así lo haría.

-Tal vez por ahora tengas ese poder. – Dijo Anthony una vez más. – Pero te aseguro que en cuanto tenga edad para hacerlo iré a buscar a Candy y me casaré con ella. – Dijo sin dejar de mirarla a los ojos, apuñando sus manos para hacer énfasis en sus palabras y demostrar así que era verdad lo que estaba diciendo. Elroy abrió los ojos sorprendida con sus palabras y con su actitud, más cuando lo vio darle la espalda y salir del despacho sin esperar una orden de su parte. Stear y Archie estaban sorprendidos con la actitud de Anthony envidiando la manera y el valor con el que le había hablado a la tía abuela, una forma en la que ellos no se atrevían a hacerlo.

-¡Retírense de mi vista! – Dijo molesta a los otros dos chicos que ni tardos ni perezosos salieron corriendo para irse a encontrar con Anthony y felicitarlo por su valentía, sin embargo Anthony no estaba muy orgulloso de la manera que había enfrentado a la anciana quien a pesar de todo ella los había cuidado todo ese tiempo.

Elroy había quedado disgustada por las palabras de Anthony, pensando en lo que debía hacer para volver a controlarlo, ya que sabía muy bien que aquel carácter no había sido heredado de los Ardlay sino que venía del Capitán Brower y ella sabía bien que siempre había sido un problema ya que nunca había podido hacerlo a su antojo.

-Adelante. – Respondió al llamado que hacían a la puerta del despacho.

-Sra. Ardlay. – Dijo Dorothy haciendo una reverencia en señal de respeto, misma que exigía a cada una de sus empleados.

-¿Qué sucede? - Preguntó sin verla a los ojos.

-La Sra. Leagan ha venido y pide hablar con usted. – Respondió la joven pelirroja cuando la anciana hubo contestado.

-Dile que pase. – Volvió a decir de la misma manera, sintiendo que ella era mejor que todos a su alrededor.

-Buenas tardes tía abuela. – Dijo Sara Leagan al entrar al despacho de aquella gran e impaciente dama.

-Buenas tardes Sara. – Respondió altiva incluso con ella. - ¿Qué se te ofrece? – Preguntó aún molesta por el incidente que había enfrentado con Anthony.

-Venía a ver si tenía alguna noticia de Candy. – Utilizó a la rubia como pretexto para comenzar el plan que se le había ocurrido tan solo unos días atrás. Elroy la miró confundida por aquel "interés" que mostraba ahora en Candy, cuando ella misma había hecho que la corrieran de Lakewood, al ver que Anthony había preferido a la rubia por encima de Elisa. – No me mal interprete tía. – Dijo al ver la confusión de la anciana. – Lo que sucede es que en cualquier momento la Srita. Ponny y la hermana María pueden preguntar por ella y no sabría qué respuesta darles. – Dijo rápidamente para justificarse.

-Pues diles la verdad a medias, que Candy fue enviada a trabajar a México a la finca de los Leagan. – Dijo la tía abuela, lo cual era verdad solo que no había llegado a su destino. – No tenemos que decirle que la chiquilla desapareció. – Dijo la vieja Elroy para ocultar el descuido que habían tenido con la rubia. Sara la veía buscando otro pretexto para llegar a donde quería.

-Vi salir a Anthony muy molesto del despacho. – Dijo Sara cambiando hábilmente de estrategia. – Ni siquiera me saludó. – Dijo fingiendo estar ofendida. Elroy frunció su ceño.

-Se ha convertido en un insolente, desde que conoció a Candy se ha olvidado de sus modales. – Decía indignada y sosteniéndose su cabeza para demostrar su indignación. Sara sonrió de lado al conseguir tener a aquella anciana una vez más donde quería.

-Tía… he notado que Anthony no tiene ningún interés en Elisita. – Dijo con falso pesar. Elroy la escuchó sorprendida ya que si ella lo había notado no esperaba que Sara se lo mencionara.

-No te preocupes por ello, ahora que Candy no está, Anthony tendrá que hacer lo que yo le ordene. – Dijo segura se lograrlo.

-No me gustaría que Elisa sufriera de malos tratos y humillaciones por parte de alguien que no la quiere. – Dijo fingiendo preocupación por su hija.

-Yo no nunca lo permitiría. - Dijo Elroy segura de sus palabras.

-Yo lo sé tía abuela. – Dijo tranquilamente. – Sin embargo, creo que Elisa merece a alguien más maduro y comprensivo que Anthony, alguien que sepa valorar la juventud y belleza de mi hija. – Dijo acercándose al escritorio para que Elroy atendiera bien lo que quería decirle.

-Si te refieres a Alistaer o a Archivald, yo podría hablar con Janice para formalizar su relación de una vez. – Dijo un poco más tranquila al pensar que con alguno de ellos sería más sencillo que con Anthony.

-¡No! – Dijo rápidamente Sara. – No me refiero a ninguno de los Cornwell tía. – Elroy la miró un tanto ofendida por aquel rechazo que hacia tan evidente. – No me mal entienda tía abuela. – Dijo intentando tranquilizarla al ver la mirada ofendida que esta tenía. - Lo que quiero decir es que Elisa necesita a alguien que esté a su altura pero que sea más maduro, que entienda con mayor precisión los cambios normales que tienen las jóvenes de su edad. – Dijo soltando sus intenciones. Elroy la miró como si entendiera.

-Sé a lo que te refieres. – Dijo pensando en su sobrino. – Y creo saber quién podría entrar en esa descripción que acabas de darme, además de ser más maduro y manejable es poseedor de una gran fortuna. – Dijo pensando en Albert, haciéndose la pregunta de cómo no se le había ocurrido antes hacerlo.

-¿De verdad? –Preguntó curiosa, deseando que fuese con quien ella quería. Elroy asintió.

-¿Recuerdas al joven que vino hace unos días? – Preguntó a Sara. Sara hizo el gesto como si no recordara y que no había estado poniendo atención a la visita de aquel joven.

-La verdad no tía abuela. – Dijo con una sonrisa malévola en su interior.

-Él es William, el hermano de Rosemary. – Dijo emocionada al imaginarse al patriarca de la mano de Elisa y a esta tomando un día el lugar que ella portaba.

-¡William! – Dijo "sorprendida". – ¿Qué no estaba en el extranjero? – Preguntó curiosa para que le contara más de él.

-Lo estaba, solo que ya regresó. – Dijo la matriarca ilusionada por el plan que acababa de "ocurrírsele" a ella.

-Nunca imaginé que volvería a verlo. – Dijo Sara. – La última vez que lo vi decía que viajaría por el mundo y que ya no regresaría a la familia. – Decía una vez más recordando aquella vez donde ella lo había visto con asco por su aspecto de vagabundo y pordiosero.

-William ha cambiado mucho. – Dijo Elroy segura de que así era, su aspecto ahora elegante le había dejado esa impresión.

-¿Y qué tiene que ver William con el joven que menciona para Elisa? – Preguntó Sara para rectificar lo que estaba pensando.

-Pues que es precisamente William del joven que te digo sería perfecto para marido de Elisa. – Dijo Elroy emocionada.

-Pero él renunció a su lugar en la familia, por eso usted decidió que Anthony sería el marido de Elisa al ser el sucesor directo del tío abuelo. – Decía Sara para saber más.

-¡Tonterías! – Dijo Elroy. – William no puede renunciar a ser un Ardlay. – Dijo sin revelar lo que Sara quería.

-¿Pero el tío abuelo estará de acuerdo con la boda? – Preguntó de nuevo insistente.

-¿El tío abuelo? – Preguntó Elroy un tanto confundida al olvidarse de momento que Sara no sabía la verdad. – Yo hablaré con él. – Dijo tranquilamente, y Sara sonrió triunfante. – William será el prometido de Elisa, lo bueno que aún no anunciaba un compromiso con Anthony. – Decía ilusionada al pensar que esa boda era conveniente para todos, sobre todo para ella ya que se evitaría muchos problemas con Anthony.

Sara veía con satisfacción a la tía abuela, quien estaba ajena a que Sara había escuchado la conversación en la puerta del despacho y que conocía así la identidad de Albert, mientras la tía abuela sonreía feliz por la idea tan maravillosa que se le había ocurrido, pensando que por el momento no sería bueno decir nada hasta que Elisa fuese un poco mayor, sin embargo Sara se encargaría de ponerla al tanto de todo, lo único que le preocupaba a Sara, era que Albert había adoptado a Candy y con ello aquella rubia pertenecía a la familia, su único consuelo era saber que Candy había desaparecido y rogaba porque no la encontraran jamás.

En la finca de los Leagan, Candy llegaba de la mano de los De la Garza, mientras observaba aquel lugar hermoso que pisaba por primera vez, viendo que era un lugar bello y sobre todo muy grande, un lugar que parecía un paraíso al cual pensó que podría adaptarse fácilmente.

De pronto un grito se dejó escuchar a lo lejos, grito que sobresaltó a Candy y a los De la Garza, momentos después salió el capataz al encuentro de las visitas.

-Señores De la Garza. – Dijo un señor barbón y panzón muy parecido al Sr. García.

-Buenas tardes Rolando. – Respondió Joaquín De la Garza, quien era rodeado por sus empleados. -¿Está tu patrón? – Preguntó con el tono de voz fuerte. Rolando asintió.

-Ahí viene. – Dijo apuntando hacia donde habían escuchado los gritos momentos antes. Candy volteó a verlo y pudo ver a un hombre muy parecido a Neal Leagan a diferencia de los ojos que los de aquel hombre eran azules y su tono de piel era mucho más claro, de inmediato sintió que su estómago se revolvió. Aquel hombre llevaba un fuete en la mano y a lo lejos un par de hombres llevaban a un joven arrastrando, escena que no fue fácil de ocultar de los visitantes. El Sr. De la Garza no se sorprendía por aquellas maneras de castigo que el Sr. Leagan utilizaba, ya que era la manera de castigar a aquel que cometía un simple error fuese hombre, mujer o niño él decía que era necesario castigarlos para que aprendieran. Candy observó con coraje más que por recordarle al odioso de Neal, por adivinar que había golpeado a aquel joven que llevaban bastante lastimado a algún lugar de la hacienda.

-¿Qué se te ofrece Joaquín? – Dijo mirándolo con aires de superioridad mientras veía a Roxanne de una manera que la hizo sentir incómoda, sin embargo para evitar que Candy se quedara bajo sus cuidados era capaz de olvidar el desprecio que sentía por aquel hombre con el que había crecido muy de cerca.

-Vine a preguntarte si tenías noticias de García. – Dijo Joaquín inventando esa excusa para camuflar sus verdaderas intenciones. Liam lo miraba como preguntándose si ese era el motivo real de aquella visita, ya que las últimas veces que lo había hecho había enviado a alguien a hacerlo.

-¿Y para eso has venido con tu esposa y con…? – Preguntó pasando de nuevo su mirada en Roxanne y después en Candy.

-Mi hija. – Respondió de pronto Joaquín.

-No sabía ya tenías una hija… - Respondió un tanto molesto.

-Hay muchas cosas que no sabes de nosotros. – Respondió tranquilamente, con una sonrisa que bien parecía de triunfo ante él, aquella vieja rivalidad se remontaba de años atrás y era una que no se olvidaba tan fácilmente.

-Eso es porque no quieres ser mi amigo. – Respondió Liam de la misma forma.

-Sabes que no puedo ser amigo de alguien que maltrata a sus empleados. – Respondió De la Garza mirándolo de fijamente.

-Esta gente es como lo animales, no entienden más que a golpes. – Dijo con ironía, mientras Candy lo veía con mucho coraje, mirada que aquel hombre sintió rápidamente. – Veo que tu hija tiene la belleza de su madre, pero el carácter y la mirada de su padre. – Dijo viendo a Candy fijamente. – Lástima que no tengo hijos, pero tengo un sobrino… - Agregó el mayor, sin embargo rápidamente fue interrumpido por Candy.

-¡No! – Dijo de pronto ocasionando la sorpresa de los adultos. Liam la observó intrigado y Joaquín pensó rápidamente en su respuesta.

-Mi hija ya está comprometida y como podrás ver ella lo sabe y está de acuerdo con ese compromiso. – Respondió para ocultar la respuesta de Candy, imaginándose que ella conocía bien a aquel chico que había mencionado Liam.

-Es una lástima… - Dijo molesto.

-¿Y bien? – Preguntó de nuevo Joaquín. - ¿Y García? – Preguntó de nuevo al ver la confusión en el rostro del Sr. Leagan.

-Ese imbécil no se ha aparecido aún. – Respondió visiblemente molesto. – Tenía que haber llegado ya de Lakewood con una chamaca ladrona que envía mi hermana. – Dijo sorprendiendo a Roxanne y a la misma Candy por la manera en la que aseguraba que ella era una ladrona. – Sara y mi sobrina Elisa la envían recomendada para los trabajos duros de la hacienda y ya la estoy esperando. – Dijo azotando el fuete que traía en su mano en señal de que era lo que le esperaba a Candy al llegar. La rubia por instinto se refugió en Roxanne quien se abrazó a ella para protegerla, ante la mirada fría de aquel hombre quien no dejaba de ver a Candy intrigado por no haberse enterado del nacimiento de esa pequeña.

Joaquín y Roxanne tomaron a Candy de la mano y dieron la media vuelta para retirarse del lugar.

-Sigue pareciéndome muy extraño que hayan venido personalmente hasta mi rancho a preguntar por García. – Dijo el Sr. Leagan de nuevo. Joaquín se detuvo y volteó a verlo.

-Venimos de la ciudad de recoger a mi hija y me pareció una buena idea llegar a preguntar ya que me queda de paso. – Dijo De la Garza para tranquilizar a aquel que preguntaba con insistencia.

-No te preocupes, en cuanto llegue García con esa chamaca yo lo castigaré por ti. – Dijo Liam riéndose estrepitosamente, risa que Candy identificó muy bien al recordar a la risa malévola que tenían Neal y Elisa, no cabía duda que aquel sujeto era su pariente. – Por cierto, no me dijiste el nombre de tu hija. – Dijo curioso.

-Dulce. – Respondió Candy de inmediato al creer que la echarían de cabeza al haberla acusado de ladrona.

-Dulce De la Garza. – Respondió Joaquín. Liam se quedó observando la diligencia, la cual efectivamente era la que utilizaba Joaquín para ir a la ciudad, lo mismo que los hombres armados, la escolta y equipaje que seguramente era de aquella jovencita, haciendo todo eso imposible de sospechar que Candy era la chica que esperaba Liam Leagan, quien era realmente un Briand, sin embargo había adoptado el apellido de su cuñado para hacerse pasar por el dueño del rancho que le habían encargado administrar. Una duda surgió en su mente ya que él sabía bien que después de que Roxanne había perdido a su bebé había quedado imposibilitada para volver a procrear algo que a él le había dado una inmensa felicidad, sin embargo no podía negar que aquella chiquilla era muy parecida a ambos por lo que no podía dudar que era su hija, pero aun así tenía que averiguar por qué no le habían informado al respecto.

Candy viajaba muy seria junto a los De la Garza, quienes la observaban tiernos por la vergüenza que era evidente en su rostro.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó Roxanne a la rubia.

-¡Yo no soy una ladrona! – Dijo Candy con los ojos enrojecidos por las lágrimas que se asomaban a sus ojos, sintiéndose impotente porque no había podido defenderse frente aquel hombre, el cual le había causado un miedo indescriptible en su corazón, un miedo que presentía no era la primera vez que sentía.

-Tranquila Candy. – Dijo Roxanne con una sonrisa tierna. – Todas las personas que envía Sara a la finca tienen el mismo delito y la mayoría de las veces es mentira. – Dijo con una sonrisa. – Simplemente las envían para deshacerse de ellas porque interfieren en alguno de sus planes o simplemente no se hicieron a sus ideas. – Volvió a decir segura de lo que decía, Roxanne la conocía perfectamente bien y sabía que no había cambiado su manera de ser todos esos años.

-¿Usted conoce a la señora Leagan? – Preguntó Candy.

-Sí. – Respondió Roxanne a su pregunta. – Y no es una buena persona al igual que su hermano. – Dijo Roxanne recordando los días en los que había convivido con esa familia.

-Elisa y Neal me hicieron la vida imposible desde el día que llegué a Lakewood. – Relató Candy. – Sobre todo cuando conocí a Anthony. – Dijo Candy.

-¿Anthony? – Preguntó Roxane con ternura al advertir el brillo en los ojos de Candy al mencionar ese nombre. Candy asintió.

-Él es el favorito de Elisa, y cuando nos hicimos amigos ella se esforzó en hacerme ver mal frente a él, hasta que consiguió hacerme ver como una ladrona y su madre decidió enviarme a México. – Dijo bajando triste su mirada.

-¿Él tampoco creyó en ti? – Preguntó Roxanne. Joaquín permanecía en silencio al creer que esa era más una charla de chicas.

-¡No! Él creyó en mí, solo que no podía hacer nada para evitar mi viaje. – Dijo de la misma manera, con una mirada triste y un largo suspiro. Roxanne la miraba con ternura.

-Candy, tal vez pienses que te estoy presionando. – Dijo Joaquín. – Pero me gustaría saber ¿Qué has pensado de mi propuesta? – Preguntó emocionado por saber la respuesta de la rubia, pensaba que después de lo que había visto tenía más probabilidades de ser positiva para ellos. Roxanne también la veía de la misma manera.

-¿Te gustaría ser mi hija? – Preguntó Roxanne ilusionada, había algo en Candy que la hacía tener una excesiva ternura por ella, algo que la hacía estremecer y tener la necesidad de protegerla. Candy abrió los ojos sorprendida comenzando a llorar y asintiendo con la cabeza ante aquel ofrecimiento, los tres se abrazaron felices, de ahora en adelante Candy era una De la Garza y lo único que hacía falta era hacerlo legal, algo que para alguien con la posición y el dinero de Joaquín De la Garza no era imposible, menos en México que se prestaba para hacerse ese tipo de movimientos sin necesidad de tener papeles.

Mientras tanto Liam Leagan estaba más molesto que nunca ya que seguía sin comprender de dónde había salido aquella hija que Roxanne y Joaquín habían tenido, los peones de la hacienda corrían para esconderse porque cuando estaba enojado caminaba con el fuete en mano golpeando a quien se atravesara en su camino, molesto, buscando quien se la pagara y deseando que García llegara de inmediato para hablar con él frente a frente.

Mientras tanto en Chicago Albert se esforzaba por reunir a un grupo de investigadores con la ayuda de George para localizar a Candy y para ello era preciso la mayor ayuda posible.

-Tenemos que comenzar por los lugares aledaños en dónde fue vista por última vez. – Dijo George a Albert.

-No importa George. – Respondió Albert, decidido a hacer lo imposible por recupera a Candy. – Lo importante es saber qué fue lo que sucedió con Candy. – Decía preocupado. – Es una promesa que me hice a mí mismo hace muchos años y que le hice a Anthony. – Dijo un tanto desesperado por la falta de noticias.

-No te preocupes William haré lo imposible por saber que sucedió con Candy. – Decía George siempre dispuesto a apoyar a aquella familia.

-Adelante. – Respondió Albert para despedir a su mano derecha. - ¡Anthony! – Dijo sorprendido por la llegada de su sobrino. - ¿Qué haces aquí? – Preguntó sorprendido ya que no esperaba que llegaran a Chicago.

-La tía abuela nos envió de regreso a Chicago porque quiere enviarnos a un internado en Inglaterra. – Respondió Anthony visiblemente molesto, dejándose caer frente a él, mientras George salía del despacho y Stear y Archie entraban después y se sentaban junto al rubio, saludando a Albert de la misma manera que Anthony lo había hecho. Albert observaba como los tres lucían en desacuerdo con aquella decisión, recordando que él también había estado muy molesto cuando lo enviaron al Colegio San Pablo. Sonrió al verse reflejado en ellos.

-Veo que ninguno de ustedes está de acuerdo con ello. – Dijo a los tres.

-De ninguna manera tío, no me gusta que la tía abuela dirija nuestras vidas como si no tuviéramos derecho a opinar. – Dijo Anthony demostrando una vez más su inconformidad.

-Y me imagino que hay otro motivo aparte de ese. – Dijo descubriendo en los ojos de Anthony, que había una razón más poderosa que el manejo de sus vidas por parte de Elroy. Anthony sonrió melancólico al recordar los hermosos ojos verdes de Candy.

-¡Tengo que encontrar a Candy! – Dijo una vez más desesperado, evidenciando la preocupación que tenía por la pecosa, un carraspeo por parte de lo Cornwell se hizo presente. – Tenemos que encontrar a Candy. – Corrigió al escuchar a sus primos. Albert sonrió por aquel pequeño reclamo. Él sabía muy bien que las intenciones de Anthony con Candy iban mucho más allá de una simple amistad, él se lo había dicho por carta sin filtros y directo.

Albert se quedó observando por un momento a los tres, pensando en qué hacer para mantener tranquilos a los tres jóvenes y al mismo tiempo a la vieja Elroy, ya que sabía bien que ella sería capaz de todo con tal de lograr sus propósitos, así de esa manera no obstaculizaría la búsqueda que comenzaba a llevar a cabo.

-Anthony. – Dijo Albert después de un buen trato. – Creo que lo mejor sería que los tres obedecieran a la tía abuela. – Anthony abrió los ojos sorprendido por aquella sugerencia que le hacía su tío.

-¡No quiero ir a Inglaterra! ¡Quiero buscar a Candy! – Decía levantándose de su lugar comenzando a caminar de un lado para otro dando a entender que estaba realmente desesperado.

-Te entiendo Anthony, y créeme que también yo estoy desesperado por saber dónde está. – Dijo Albert sin quitar su vista de él. – Pero será bueno mantener a la tía abuela tranquila para que yo pueda dirigir la investigación y la búsqueda de Candy sin el escrutinio de la tía abuela. – Dijo tranquilizando con ello un poco a Anthony.

-El tío tiene razón Anthony. – Dijo Stear, demostrando que al ser el mayor era un poco más maduro que el rubio. – Si nosotros nos vamos a Inglaterra, el tío podrá buscar a Candy sin necesidad de dar explicaciones a nadie. – Decía Stear animando a Anthony.

-Es verdad Anthony. – Dijo Archie para apoyar el punto de vista de Albert y su hermano. – Además, sí la tía abuela se va con nosotros con el pretexto de vigilarnos, el tío podría investigar libremente. – Dijo el gatito compartiendo también el punto de vista de ellos. Anthony se rascó la nuca no muy convencido de ello.

-¿Me prometes que no abandonarás la búsqueda? – Preguntó a Albert quien sonrió al escucharla al saber con ello que el rubio había aceptado ir a estudiar al San Pablo.

-Lo prometo. – Dijo Albert levantando la mano derecha en señal de una promesa.

-Con una condición. – Dijo Anthony aún sin convencerse del todo.

-La que digas. – Dijo Albert sonriendo, sabía bien que no todo iba a ser tan fácil como parecía.

-Que me mantengas informado del avance de la investigación. – Dijo el rubio. Albert sonrió asintiendo con aquella petición. – Y que cuando la encuentres me permitas regresar de inmediato. – Dijo mirando fijamente a su tío. Albert extendió su mano como si fuese un negocio más que cerraba. Anthony estrechó su mano con firmeza seguro de que su tío haría lo que le pedía.

-Te lo prometo. – Dijo el mayor sin dejar de verlo al os ojos, sabiendo Anthony que era verdad lo que decía, confiando plenamente en él al saber que tampoco se daría por vencido para encontrar a quien había considerado una hija.

Candy por su lado comenzaba una nueva vida en la hacienda "Los Obeliscos" propiedad de los De la Garza, conociendo poco a poco la vida en ese lugar, demostrando que tenía habilidades que serían muy útiles como la futura dueña de aquel lugar al saber usar el lazo y sobre todo montar tan bien a caballo.

Joaquín le había regalado una yegua color vino que brillaba maravillosa cuando el sol se posaba en ella, y todas las mañanas había tomado la costumbre de montar por los alrededores de la finca, mientras no te alejes más allá de los límites de mis terrenos estarás segura, había dicho el Sr. De la Garza a Candy, quien montaba curiosa mientras pensaba y suspiraba por el rubio Anthony, a quien tenía en su mente todos los días y por el cual seguía suspirando, también pensaba en Stear y Archie, sin embargo los recordaba de una manera diferente.

-¡Detente! – Escuchó de pronto una voz que gritaba al mismo tiempo que escuchaba el galopar de un par de caballos, los cuales pudo apreciar en cortos minutos. Eran dos alazanes que se acercaban a todo galope mientras uno de los jinetes le gritaba al que iba al frente, quien reía divertido, lo cual quería decir que ambos jugaban entre sí. - ¡Espera! – Gritaba el jinete que perseguía al otro.

De pronto el caballo del jinete que llevaba la delantera vio a Candy de manera repentina provocando que detuviera su carrera abruptamente.

-¿¡Qué sucede!? – Preguntó este sorprendido al sentir que su carrera se detenía súbitamente. Candy no tuvo tiempo de reaccionar y solo abrió los ojos sorprendida por el susto que se llevó. - ¿¡Qué haces aquí!? – Preguntó bruscamente cuando vio de pronto a Candy.

- ¡Estoy montando! ¿¡Qué no ves!? – Dijo Candy molesta por la manera en la que aquel joven le había hablado. Aquel joven era un chico de unos quince años, de cabello negro, ojos cafés y tez morena.

-¿Qué sucede José? – Preguntó el otro jinete que ya le había dado alcance, agitado por la carrera que habían recorrido.

-Esta mocosa que se me atravesó de pronto. – Dijo molesto por haber sido interrumpido en su carrera cuando le iba ganando a su hermano.

-¿A quién le dices mocosa? – Preguntó Candy indignada, quien para no conocer el idioma entendía muy bien lo que decían. José se sorprendió por el idioma que Candy hablaba, aunque si bien lo pensaba era evidente por sus rasgos.

-A ti, pecosa ojos de gato. – Le volvió a decir molesto, pero esta vez asegurándose de que le entendiera a la perfección lo que decía.

-¡Eres un grosero y un malcriado que no sabe tratar a una dama! – Dijo Candy molesta por aquel atrevimiento.

-Tranquilo hermano. – Dijo Juan quien era un poco más amable que su hermano. – La señorita no tenía idea que pasaríamos por aquí. – Dijo para calmar a su hermano, sin embargo aquel joven seguía molesto.

-¡Por supuesto que no! – Dijo Candy aún molesta. – Además mi padre me dijo que podía cabalgar por aquí sin ningún problema. – Dijo Candy sin dejar de ver a aquel chico tan rudo y grosero.

-¿Quién es tu padre? – Preguntó Juan un tanto sorprendido, ya que conocían a todos los del rancho y jamás habían visto a aquella chica. De pronto ambos chicos se observaban confundidos como si de pronto les hubiera caído el veinte al recordar los rumores que se habían escuchado los últimos días alrededor.

-El Sr. Joaquín De la Garza. – Respondió Candy orgullosa. Ambos chicos observaron los ojos de Candy y sabiendo que aquella chica era adoptada no pudieron no notar el parecido con la mirada de Candy y la de su patrón De la Garza.

-¿Tú eres la chica que adoptó el Sr. De la Garza? – Preguntó Juan con una sonrisa amable. – Candy asintió.

-Candy White… - Dijo apenada al recordar que ahora era una De la Garza. – De la Garza Williams. – Dijo recordando que le habían dicho que debía portar tanto el apellido de su padre como el de su madre.

-Mucho gusto. – Dijo de nuevo Juan, extendiendo su mano para ofrecerla a Candy y presentarse a sí mismo. – Yo soy Juan y él es mi hermano José González. – Dijo sin dejar de sonreír, sin embargo José no dijo nada, ni siquiera sonrió, solo se volteó molesto al igual que Candy, quien decidió ignorarlo.

-¿González? - Preguntó Candy al escuchar el apellido con el que Felipe se había presentado cuando la salvó de García. - ¿Igual que el Sr. Felipe? – Preguntó a Juan.

-Es nuestro padre. – Respondió el muchacho sonriente.

-Es una buena persona. – dijo Candy recordando agradecida que la había salvado.

-Juan vámonos, mamá nos está esperando. – Dijo José ignorando a Candy.

-Espera, vamos a acompañar a "Dulce" a la casa grande. – Dijo el chico obligando al otro a rodear los ojos fastidiado.

-No te preocupes Juan, sé cómo regresar. – Dijo Candy sin dejar de ver molesta al antipático muchacho.

-No importa. – Dijo Juan. – Mi padre no nos perdonaría si supiera que te vimos y que no tuvimos la delicadeza de acompañarte, ¿Verdad José? – Preguntó a su hermano quien no respondió y comenzó a avanzar al dar la orden a su caballo para que continuara su camino. – No le hagas caso Dulcecito. – Le dijo ante la mirada divertida de Candy.

-¿Dulcecito? – Preguntó Candy risueña.

-Es lo que significa tu nombre en diminutivo. – Respondió Juan mientras alentaba a su caballo a avanzar.

-¿Siempre es así de grosero? – Preguntó Candy a Juan.

-Solo cuando conoce a una chica linda. – Respondió Juan. – No sabe cómo comportarse, pero eso es bueno porque así nos diferencian uno del otro. – Dijo de nuevo el muchacho, cayendo en cuenta Candy de que eran gemelos idénticos y que efectivamente solo el mal humor de uno y el buen humor de otro eran lo que los diferenciaba.

-Son tan diferentes. – Dijo Candy sincera. – Tú eres más guapo. – Dijo de nuevo riendo con gracia.

-Lo sé. – Dijo Juan guiñándole un ojo a Candy. – Él es el amargado. – Dijo Juan con simpatía queriendo hacer reír a Candy, quien no pudo resistirse a esa broma y más si se refería a aquel que se había burlado de sus ojos y sus pecas.

-Y vaya que lo está. – Dijo Candy volteando a ver a José quien cabalgaba a unos metros más al frente escuchando toda la conversación pero se hacía el que no escuchaba nada.

Entre bromas y risas Juan, Candy y José llegaron a la casa grande, como le decían los trabajadores a la casa principal de los De la Garza.

-¡Muchachos! – Dijo Felipe acercándose a ellos para recibirlos. – Veo que ya conocieron a la Srita. Candy. – Dijo volteando a ver a sus hijos quienes asintieron, uno sonriendo y el otro con la misma cara seria que había mantenido todo el camino de regreso.

-Ya papá, y decidimos acompañarla. – Dijo Juan con una sonrisa.

-Me parece bien, pero quiero que sepan que esta muchachita no es tan frágil como aparenta. – Dijo Felipe volteando a ver a Candy quien lo observó tímida por sus palabras. – Sabe montar muy bien y sobre todo utiliza el lazo mejor que un chico. – Dijo viendo a José quien era el que mejor lo manejaba de sus hijos.

-Las chicas deben permanecer en casa. – Dijo José. Candy abrió los ojos hasta cierto punto indignada por el comentario.

-Y los hombres deben de estar trabajando y no perdiendo el tiempo en carreras inútiles. – Dijo molesta por aquel comentario. Juan y José abrieron los ojos sorprendidos por que los había delatado sin querer.

-¿Así que jugando carreras? – Preguntó Felipe viendo a sus dos hijos, mientras ellos bajaban la cabeza con respeto hacia su padre, apenados de verdad. Candy abrió los ojos apenada con Juan al comprender que se había excedido, más no le importaba en lo más mínimo José. -¿Qué les he dicho al respecto? – Les preguntó viéndolos con firmeza. – Ya les he dicho que pueden lastimar a alguien. – Dijo Felipe sin dejar de retarlos.

-¡No pasó nada! – Respondió Juan en su defensa, con una sonrisa nerviosa. – Además ni siquiera la terminamos. – Dijo de nuevo.

-De todas formas. – Dijo tomando a sus dos hijos para llevarlos a su casa, mientras se despedía amablemente de Candy. – Con permiso señorita De la Garza. – Dijo ahora con el respeto que le tenía al ser ahora la hija de los patrones de la casa grande, se había acostumbrado muy pronto a llamarla de esa forma. Candy sonrió apenada a Juan.

-Lo siento. – Juan le guiñó un ojo divertido, mientras José la veía molesto.

-Chismosa. – Le dijo en cuanto pasó junto a ella.

-Amargado. – Le respondió Candy sacándole la lengua casi al mismo tiempo, gesto que divirtió aún más a Juan.

A lo lejos los ojos de María veían al par de hermanos que estaban siendo reprendidos por Felipe y a la vez observaba a Candy y al trato que le daban José y Juan, sintiendo la chica una incomodidad en su pecho por aquella forma de tratarla.

Candy observó a la muchacha quien no se había dado cuenta que la estaban viendo, comprendiendo aquella mirada de enamorada que desprendían sus ojos negros.

Continuará…

Hola, espero que con este capítulo vayan comprendiendo un poco más de la trama, la cual será algo larga así que pido paciencia por favor. Quiero agradecer a las primeras personas que la han agregado a sus favoritos, gracias por estar ahí siempre hermosas: judithtorres, Julie-Andley-00, Clint Andrew, FlorMares, Silandrew y Gabriela Monsalvo. Gracias por siempre confiar en mis historias. Ojalá que se aventuraran a dejarme un comentario para saber que piensan de mis historias, me gustaría saber su opinión.

TeamColombia. Hola hermosas, como siempre sabía que podía contar con ustedes y quiero agradecerles una ve más que están aquí al pie del cañón. Espero que la pequeña aclaración que hice en los comentarios acerca de la historia les haya servido para aclarar las dudas que tenían de ella y que como siempre me apoyen dejando su comentario. Les mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones a cada una de ustedes.

Julie-Andley-00. Hola hermosa bienvenida a la nueva historia, muchas gracias por estar siempre ahí al pendiente de mis locuras, gracias por proclamarte una seguidora de mis historias. Este Albert será más firme, pero sin perder su encanto y nobleza, aparecerá más que en las otras historias, y espero poder darle ese toque que lo distingue para que no pierda la esencia del personaje. Gracias por dejarme tu comentario, como siempre amo que lo hagas. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Mayely. Hola hermosa, gracias por estar siempre al pendiente de mis historias. Espero que esta también te guste tanto como las otras, así que espero tu comentario por capítulo. ¿Cómo está la bebé? Gracias de nuevo hermosa así que arrancamos con la nueva trama. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

María José M. Hola hermosa, es bueno saber de ti, que bueno que pasabas por casualidad por la página y te diste cuenta que comencé un nuevo proyecto, me alegra saber que estarás también. Muchas gracias por tus comentarios, me alegra que te guste la manera en la que escribo y que estés al pendiente de ellas. Te mando un fuerte abrazo y obvio tus comentarios por capítulo eh!? Saludos y bendiciones.

A las demás lectoras que están al pendiente de la lectura y no se atreven a dejar un comentario, les agradezco infinitamente el tiempo que le dedican a leer cada capítulo. Les mando un fuerte abrazo y mis sinceros agradecimientos.

GeoMtzR.