LEJOS DE TI

CAPÍTULO 3

ANTHONY CONOCE A TERRY

Candy se acercaba cuidadosamente a la dueña de aquellos ojos negros que observaban detenidamente al par de hermanos que Felipe llevaba del brazo, segura de que los iban a retar por algo que hicieron.

-Hola María. – Saludó Candy a la chica que era la que se encargaba de ayudarla a arreglarse y que fungía ahora como su dama de compañía.

-Hola señorita de la Garza. – Respondió un tanto fría, cosa que Candy notó de inmediato ya que era la primera vez que le hablaba de esa manera.

-¿Qué sucede María? – Preguntó un tanto triste e incómoda al creer que había hecho algo malo sin darse y la hubiese ofendido.

-Nada señorita. – Volvió a decir observando de reojo ahora a los gemelos González. Candy comprendió el motivo de su descontento y sonrió divertida.

-Ese par de chicos a pesar de ser hermanos son tan diferentes. – Dijo de pronto, captando la atención de María, quien de inmediato puso los ojos en la rubia.

-¿A qué se refiere? – Preguntó hablándole de usted aún.

-A que uno podrá ser un buen amigo y el otro solo una piedra en el zapato. – Dijo con una risita, provocando también la risa de María, quien sintió que el alma le volvía al cuerpo.

-Los dos son muy nobles. – Dijo María. – Sobre todo José, quien es más noble que Juan, solo que no sabe cómo expresarlo. – Dijo María suspirando, delatándose que estaba profundamente enamorada de José. Candy sonrió conmovida por aquel descubrimiento y volvió a recordar a Anthony pensando que tal vez ella también tendría la misma cara de boba que ponía María.

-Yo también tengo a alguien especial en mi vida. – Dijo Candy a María, quien la miró apenada al saberse descubierta.

-¿Dónde está? – Preguntó la chica queriendo desviar la atención de ella.

-En Lakewood. – Respondió Candy con sus ojos soñadores, los mismos que ponía cada vez que hablaba o veía a Anthony. María pudo reconocer que en aquella mirada realmente había amor. Candy comenzó a hablar de aquel joven que ella tanto amaba y que intuía que él también le correspondía con la misma inocencia e intensidad que podían dar sus jóvenes y tiernos corazones.

Candy, poco a poco se acostumbraba a su nueva vida, hacía nuevos amigos y sin querer comenzaba a enamorar al par de hermanos, sobre todo a José ya que Juan aún tenía un sentimiento arraigado en su corazón adolescente ambos veían cómo iba floreciendo la rubia con el pasar del tiempo y se convertía en una linda mujercita.

Mientras Anthony y los Cornwell se trasladaban a Inglaterra para estudiar, Candy se convertía en una verdadera hacendada, utilizando jeans, botas y texana cuando montaba a caballo y dirigía a los peones para trabajar en el rancho. Los empleados ya la respetaban como tal, sin embargo Roxane no estaba muy convencida de aquel comportamiento, mucho menos cuando sabía que ya no era la chiquilla que había llegado tiempo atrás.

-Candy, buenos días. – Saludó Roxane con un beso en la frente a la rubia.

-Buenos días mamá. – Respondió Candy con una sonrisa tierna, aún se sentía como en un sueño al poder pronunciar aquella palabra que le parecía tan hermosa. Roxane le correspondió de la misma manera.

-Candy, he hablado con tu padre y creo que ya es tiempo de que asistas a un Colegio para señoritas. – Dijo con una sonrisa amorosa.

-¿Colegio para señoritas? – Preguntó sorprendida, volteando a ver a su padre quien le asintió con una sonrisa delatando que estaba de acuerdo con su esposa. – Pero yo soy feliz aquí con ustedes. – Decía Candy aún sin comprender el motivo de aquella decisión.

-Y nosotros somos feliz contigo Candy. – Dijo Joaquín con una sonrisa, besando la mano de su esposa con mucho amor y devoción, la cual ahora tenía el mismo brillo que hacía años había perdido y que él había prometido regresar sin conseguirlo por años, sin embargo la llegada de Candy a su vida había sido como un bálsamo para el alma de ambos como si la vida misma les hubiese regresado ese algo que les pertenecía a ambos. – No sabes lo mucho que has cambiado nuestras vidas, pero es necesario que vayamos a la Cd. De México por un tiempo y después regresaremos aquí nuevamente. – Decía de nuevo De la Garza.

-Tenemos una casa en la capital Candy. – Dijo Roxane para que ella se animara a ir. – Allá conocerás señoritas de tu edad. – Dijo suspirando con calma al ver el semblante contrariado de Candy. - ¿Estás de acuerdo? – Preguntó sin quererla presionar. Candy abría los ojos sorprendida, no por el hecho de irse con ellos ya que ahora eran sus padres, sino por el hecho de tener que alejarse aún más de Anthony, pensar en ello claramente la ponía muy triste y le impedía respirar, convirtiéndose ese recuerdo del ser amado en un sofoco en su alma, ya que aún lo tenía muy arraigado en su corazón y secretamente deseaba un día volver a Lakewood y reencontrarse con él.

-Sí… - Dijo únicamente intentando no demostrar su desaliento, pero ambos De la Garza, habían aprendido a conocerla y sabían que esa sonrisa escondía mucho más allá de lo que pretendía mostrar. - ¿Puedo retirarme? – Preguntó Candy a sus padres, quería ir a su habitación y así poder llorar por la nueva distancia que tendría con Anthony, ella ni siquiera se imaginaba que su amado príncipe de las rosas tenía tiempo estudiando en Londres.

-Adelante. – Dijo Joaquín para que Candy pudiera desahogarse.

Una vez que Candy desapareció por las escaleras, Joaquín observó a su esposa quien miraba enamorada a Candy, una mirada de amor del cual solo una madre entendería, él sonrió feliz por ese hecho.

-¿Le vas a decir? – Preguntó a su esposa.

-Amor, creo que si nuestra bebé viviera fuera exactamente igual a Candy. – Dijo Roxane sin responder la pregunta de su marido.

-Opino lo mismo. – Sonrió De la Garza, pensando que más de una vez había visto movimientos y actitudes que le recordaban a ella e incluso a él mismo, negándose a reconocer que eso fuese posible.

-Pero… ¿Le dirás tus intenciones? – Preguntó de nuevo, Roxane luego de reflexionar un poco volteó a ver a su esposo directo a los ojos.

-Creo que por el momento no. – Dijo con una sonrisa. – Parece que todavía sigue pensando en alguien más. – Mencionó solo al azar ya que Candy no le había comentado nada a nadie, solo a María.

-Me sigue pareciendo algo tonto ese tipo de promesas. – Dijo sin querer ofender a su esposa.

-No pensabas lo mismo cuando se refería a nuestra bebé. – Dijo Roxane.

-Lo sé, pero creo que si hubiera sido como Candy, también me hubiera parecido absurdo. – Dijo Joaquín sincero en su sentir.

-Sé que esa promesa la hice hace mucho tiempo, pero sé que Rose no pensará en romperla. – Dijo de nuevo viendo a su esposo preocupada.

-¿Segura? Hace tiempo que no sabes nada de ella. – Dijo de nuevo Joaquín.

-Lo sé, pero ella y su esposo son muy formales, además antes no tenía caso que me comunicara con ella, pero ahora que ha llegado Candy, creo que pronto volveré a hacerlo, solo que primero tengo que convertir a Candy en una hermosa dama. – dijo ilusionada, le causaba emoción como a toda madre convivir con su hija y llevarla de compras, después de todo Joaquín era el que convivía todos los días con ella cuando montaban por los alrededores.

-Muy bien. – Agregó Joaquín. – Pero quiero que me prometas algo. – Dijo tomando ambas manos de su esposa y llevándolas a su boca para poder besarlas repetidamente.

-Tú dirás. – Dijo con una mirada coqueta, sonriendo por su acción. Su marido había cambiado completamente desde que lo conoció el día de su compromiso y le gustaba que ahora fuese más tierno y romántico.

-Prométeme que si Candy no está de acuerdo, tomarás en cuenta su decisión. – Dijo firme con esa petición indicando que él apoyaría a su hija en lo que decidiera.

-Por supuesto. – Dijo Roxane. – No todos tienen mi suerte. – Dijo besando los labios de su esposo quien sonrió agradecido por sus palabras, correspondiendo cada vez más apasionadamente a la caricia que su esposa le brindaba, levantándola en brazos para poder llevarla a la habitación principal y volver a demostrarle que a pesar de los años juntos la seguía amando con la misma intensidad y más ahora que ella había cambiado por completo su actitud con la llegada de Candy, quien se había convertido en un ángel rubio para esa pareja de enamorados.

Candy por su lado llegaba suspirando directo a su balcón. Su recámara era una de las habitaciones más grandes de la hacienda después de la de sus padres, los arcos que tenía para separar un área de otra eran bastante altos y uno de ellos anunciaba el inicio del balcón al cual salía para estar con sus rosas ya que la Dulce Candy que se había llevado había crecido bastante y ahora tenía un pequeño jardín repleto de esas flores adornando su balcón.

-¿Qué sucede? – Preguntó María haciendo que Candy brincara repentinamente al no sentir cuando había entrado. – Perdón. – Dijo la chica quien también ahora era mayor y más hermosa, sus cabellos negros brillaban con el sol y sus ojos negros brillaban con intensidad. – No me viste cuando entraste, pero estaba limpiando la habitación. – Candy sonrió melancólica.

-Nos vamos a ir a la Cd. De México. – Dijo suspirando sin poder evitar que las lágrimas rodaran por sus ojos, sintiendo María una gran pena ya que pensaba que esta vez sus patrones no se irían a México, ella estaba ya acostumbrada a tener de amiga a Candy y ella era la única que sabía además de su madre Rocío que estaba enamoradísima de uno de los gemelos de Felipe, pero esta no sabía exactamente cuál de los dos. – Y no quiero irme porque estaré aún más lejos de Anthony. – Reveló Candy a María la mayor de sus preocupaciones.

-Los señores siempre viajan a la Cd. De México por temporadas, pero después de un tiempo regresan. – Dijo María intentando animar a Candy.

-¿De verdad? – preguntó un poco más animada. María asintió.

-De verdad. – Dijo sonriente la morena. – Lo que sucede es que… - Dijo cerrando la boca de pronto al recordar que todo lo que ella sabía era porque al principio los patrones no sabían que ella había aprendido su idioma y hablaban delante de ella.

-¿Qué sucede María? – Preguntó Candy mientras dejaba una de las rosas que había permanecido olfateando. María sonrió traviesa.

-Es algo que no puedo decir. – Dijo nerviosa.

-¿Qué sucede? Te prometo que no diré nada. – Dijo Candy segura de que podía confiar en ella el secreto que guardaba. María dudó un poco más en decirle, sin embargo, sabía que podía confiar en ella, no en vano le había guardado el secreto de su amor imposible todo este tiempo.

-Lo que pasa es que la patrona se va con el patrón a la capital desde que perdieron a su hijita. – Dijo María mientras jalaba a Candy al interior de la habitación. Candy abrió los ojos sorprendida por aquella revelación tan sorpresiva.

-¿Hijita? Pensé que no podían tener hijos. – Dijo Candy sin dejar de seguir a María, hasta que ambas se sentaron en la salita rústica que adornaba la habitación de Candy.

-¡Oh! La señora ya no puede tener hijos. – Dijo María con el mismo tono de voz y Candy la vio sin comprender muy bien. – Lo que sucede, es que dice mi amá que la señora quedó embarazada al poco tiempo de casarse con el patrón, ella venía del mismo lugar que tú. – Dijo María refiriéndose a Estados Unidos. – Y eran muy felices. Cuando nació la niña el patrón estaba en la capital porque tuvo una emergencia y el parto se le adelantó a la patrona. La niña nació bien, pero dice mi amá que a los días se enfermó y murió. – Dijo María causando una sorpresa en Candy así como un profundo dolor en su corazón.

-¿Murió? – Preguntó con la misma angustia en su alma, sentía el dolor que Roxane hubiese sufrido por la pérdida de su bebé. María asentía a la pregunta que Candy hacía, sintiendo pena por el dolor que reflejaba Candy en su rostro.

-El patrón se la llevó a la Cd. De México un tiempo y desde entonces pasan largas temporadas allá, pero yo creí que cuando tú llegaste eso había acabado ya que duraron más tiempo de lo normal en la hacienda. – Decía María aún con la voz baja temiendo que alguien escuchara y la reprendiera, sobre todo su mamá quien era la que siempre le advertía que no debía hablar con nadie de ello, mucho menos de que ella había sido la encargada de atender a la niña los últimos días antes de morir, ero María no lo comprendía muy bien, sin embargo obedecía a su madre.

Candy quedó pensativa con aquella revelación y aceptó de mejor manera aquel viaje que sabía ahora necesitaba su mamá.

-Entonces iré con ellos aunque eso signifique que estaré más lejos de Anthony. – Dijo sin poder evitar que un nudo se formara en su garganta.

-¡Hay Candy! – Dijo María de pronto. – Llevas tanto tiempo aquí que lo más seguro es que tu príncipe ya tenga otra princesa. – Dijo María sin querer lastimar a Candy, sin embargo las palabras salidas sin pensar de los labios de la morena ya habían hecho efecto en el corazón de Candy. - ¡Lo siento! – Gritó al ver la mirada acuosa de Candy. – Lo que quiero decir es que tú te la llevas escribe y escribe a ese chico y nunca obtienes una respuesta. – Dijo María rascándose la cabeza intentando decir algo prudente.

-No te preocupes María. – Dijo Candy al ver la preocupación en el rostro de su amiga. – Tal vez tengas razón y Anthony ya no me recuerda, sin embargo su amor aún está en mi memoria y sus rosas aún están conmigo y eso me hace tener la ilusión de que su amor también sigue en su memoria. – Dijo sonriendo ilusionada, regresando al balcón para tomar con cuidado una Dulce Candy y besarla tiernamente como si fuese el mismo Anthony al cual besaba.

Pronto llegó el viaje que había sido inesperado para Candy y partieron rumbo a la Cd. De México, con una cantidad impresionante de hombres armados, entre ellos iban Felipe quien comandaba todo el escuadrón y sus hijos se quedaban ahora a cargo de la hacienda por los días en los que Felipe estaría ausente.

Llegaron a la capital y un mundo diferente se abría ante los ojos de Candy, un mundo lleno de lujos muy similares a los de los Ardlay. Candy recordó el salón de la mansión de las rosas al entrar al salón de los De la Garza Williams, no tenía nada que ver con los lujos de la hacienda ya que hasta los mayordomos estaban vestidos elegantemente.

-¿Te gusta hija? – Preguntó Joaquín a Candy. Candy asintió asombrada.

-¡Es hermoso! – Dijo feliz y un tanto emocionada, creyendo que todo eso era un sueño.

-Espera a que veas tu cuarto. – Dijo Roxane tomándola de la mano para llevarla a la habitación que sería de ella a partir de ese momento. Joaquín observó al par de rubias que subían alegremente hasta la habitación que un día ella misma había decorado ilusionada para su pequeña.

Candy entró a aquella habitación, la cual estaba decorada con tonos rosa pastel y blanco, desde los muebles hasta las vestiduras de cama, tenía alfombra en los pisos que se veían eran de mármol en los lugares que sufría la ausencia de esta, los muebles habían sido traídos desde Francia y las cortinas, cubrecamas y colchas también. Candy veía sorprendida todo aquello comprendiendo que aquella habitación no era para ella en un principio ya que hubiese sido imposible acondicionarla en tan poco tiempo, sin embargo no quería remover los recuerdos amargos de su madre y simplemente se limitó a sonreír feliz y a correr a abrazarla para agradecerle esa muestra de genuino amor que le demostraba.

-¿Te gusta? – Preguntó Roxanne ilusionada.

-¡Es hermosa mamá! – Dio Candy abrazándola con fuerza. Roxanne recibió aquella muestra de amor y agradecimiento que Candy le daba con gusto, sintiendo que su corazón seguía despertando a ese dulce amor que un día había muerto con su hija.

-Es toda para ti. – Dijo Roxanne besando repetidamente la cabeza de Candy. – Hija… te quiero mucho. – Dijo por primera vez. Candy dejó de abrazarla para verla a los ojos y Roxanne de pronto vio en esos ojos una mirada familiar que provocó un vuelco en su corazón. – Mi pequeña Candy. – Dijo en un susurro. Candy no escuchó ese llamado, simplemente sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver como los ojos de su madre se llenaban del mismo líquido salado.

-Te amo mamá. – Dijo Candy correspondiendo a aquel genuino y sincero amor que Roxanne había depositado en ella. Joaquín se unió pronto a ellas, una vez que había anunciado a todos que su hija Candice White De la Garza Williams había llegado con ellos.


Cuando Anthony había llegado al San Pablo había buscado por todos los rincones del bosque que conformaba el Colegio un lugar para hacerlo propio, como aquella colina en la que había pasado gran parte de su vida en Lakewood, una colina que lo había reconfortado muchas veces su soledad y en la cual había llorado incontables veces la ausencia de su madre y de Candy.

Sacó de su bolsillo una pequeña libreta y una pluma fuente que le había regalado su tío Albert antes de irse al colegio y comenzó a escribir en aquella colina que había encontrado y que creía era muy parecida a la colina que estaba en los límites de la propiedad Ardlay.

-Vaya, vaya, vaya… - Dijo una voz que provenía de la rama de un árbol. - ¿Qué tenemos aquí? ¿Un escritor? – Volvió a decir aquella voz burlona. Anthony cerró su libreta un tanto molesto por haber sido interrumpido en el momento que plasmaba sus pensamientos en aquellas hojas de papel.

-Solo busco un lugar tranquilo para escribir. – Dijo sin voltear a ver al que le hablaba, supo reconocer su voz de inmediato ya que era el mismo chico problemático del que todos hablaban, el más famoso de todos y que rara vez entraba a alguna clase, sin embargo lo había visto algunas veces en las clases de teatro, una que a pesar de tener una vez a la semana él nunca faltaba, demostrando el interés que tenía en dicha materia.

-Entonces más vale que te vayas de aquí, porque esta colina ya tiene dueño. – Dijo Terry bajándose del árbol y arrojando el cigarrillo que tenía en su boca, pisándolo con fuerza después de hacerlo. Anthony lo observó tranquilamente sosteniendo la mirada de reto que él le dirigía, entendiendo que buscaba un problema con él.

-No veo en ningún lugar alguna advertencia de que esta colina tenga dueño. – Respondió despreocupadamente a los ojos del castaño.

-¡No hace falta! ¡Todos lo saben! – Dijo perdiendo fácilmente la paciencia, apuñando sus manos en señal de pelea. - ¡Además, con que te lo haya dicho yo es más que suficiente! – Dijo una vez más molesto, sin embargo Anthony solo sonrió de lado, dejando a un lado su libreta y su pluma fuente para levantarse y ponerse de frente de aquel chico con acento inglés sin miedo.

-No he venido a pelear. – Dijo Anthony sin desviar su mirada. – Por lo que he visto a ti te gusta estar trepado en los árboles, yo puedo estar sentado en el pasto sin problema alguno. – Dijo tranquilamente sin ninguna pizca de enfado.

-¡He dicho que no! – Dijo Terry molesto, buscando pelea con el rubio. - ¡Este lugar es mío y no permito que nadie venga a molestarme! – Dijo molesto. Anthony lo observó con los ojos ya más molesto, solo Neal lo había sacado de sus casillas de ese modo y aquel joven lo estaba logrando de la misma manera.

-Veo que lo que buscas es una pelea. – Dijo Anthony precavido, dándose cuenta que lo que él buscaba no era el sitio que peleaba, sino la pelea en sí. Ya había escuchado que aquel tipo era una especie de líder por el lado de los muchachos y temido por el lado de las muchachas.

En cuanto terminó de hablar notó que Terry levantaba su derecha y le lanzaba un golpe directo al rostro, alcanzando a hacerse a un lado a duras penas, sintiendo un rozón de su puño muy cerca de su quijada.

-Veo que no eres de los que entiende con palabras. – Dijo Anthony colocándose en posición de pelea, observando en Terry una sonrisa de satisfacción al lograr lo que quería. Anthony sabía que ese era su fin, desquitarse con cualquiera el coraje que se veía tenía dentro.

La pelea comenzó y aunque al principio Anthony intentó esquivar los golpes a ver si desistía, cada vez le era más difícil hacerlo, así que tuvo que defenderse de la misma manera que era atacado, tirando un golpe directo y certero en el rostro de Terry que lo hizo trastabillar y mandarlo de nalgas al suelo, ese movimiento lejos de tranquilizarlo lo enfureció más ya que nadie de ese Colegio había logrado darle buena batalla y ningún niño bonito iba a hacerlo, para eso él era el más rudo del lugar. Terry se levantó limpiando su rostro, mientras Anthony ya había dado por terminada la pelea y recogía su libreta para retirarse del lugar, sin embargo no eran los planes del castaño.

-¡Vamos! – Dijo en posición de pelea nuevamente. Anthony suspiró y arrojó de nuevo sus cosas poniéndose también en posición y en cuanto lo hubo hecho Terry le lanzó un golpe directo a su estómago logrando sacarle el aire por unos segundos. El pleito comenzó a partir de ahí al ver Anthony que Terry no se quedaría tan campante con unos cuantos golpes. El alboroto ocasionado por los gritos de Terry llegaron poco a poco a unos cuantos quienes se encargaron de esparcir el chisme cual reguero de pólvora ante los alumnos del Colegio San Pablo.

-¡Vengan todos, que Anthony está peleando con Terry! – Gritó uno de los chicos que había sido advertido del pleito, avisando rápidamente a Stear y a Archie quienes estaban ajenos a todo.

-¡Anthony! – Gritó Stear observando a Archie quien se levantó de su cama de un salto para salir rápidamente de los dormitorios e ir al lugar al que todos corrían para ir a ver el espectáculo que armaban los dos guapos chicos.

-¡Anthony! – Gritó Archie poniéndose detrás de él, lo mismo que Stear, pero él un poco más retirado.

-¡Retírate Archie! – Decía Anthony ya igual de furioso que Terry, en ese momento estaba sacando todo el coraje que tenía por lo sucedido con Candy, y Terry al tener sus propios problemas le había dado el pretexto perfecto para desquitarse, ambos peleando con real furia y por motivos muy diferentes a los que habían según ocasionado el pleito.

-¡Solo así puedes contra mí! – Decía Terry realmente cansado y afectado por los duros golpes que Anthony le había proporcionado.

-¡No necesito la ayuda de nadie para ponerte en tu lugar! – Decía Anthony de la misma manera que Terry, los golpes que había recibido eran muy fuertes, pero el coraje que tenía en su alma le impedían sentirlo.

-Tranquilo Anthony. – Decía Stear asustado por la pelea que veía, nunca había visto a Anthony tan molesto. Anthony respiraba agitado sin dejar de ver a su oponente, el cual lo miraba y respiraba de la misma forma que él.

-¡Vamos Terry! ¡Tú puedes! – Se escuchó de pronto detrás de él, un grito que los tres Ardlay habían identificado muy bien pero que los había sorprendido al igual que a Terry, quien volteó a ver quién era el que se atrevía a hablarle con tanta familiaridad.

-¡No necesito que un imbécil como tú me dé aliento! – Dijo Terry refiriéndose a Neal, quien tontamente pensó en que eso le ayudaría a hacerse amigo del temible del Colegio y así vengarse de sus odiosos primos.

-¡Tú cállate Neal, o serás el siguiente! – Dijo Archie seguro de que Anthony ganaba la pelea. - ¡Vamos Anthony, tú puedes! – Dijo ante el asombro de Stear quien lo reprobó con la mirada. Terry y Anthony se miraron ambos cansados, casi sin aliento.

-¿Te rindes? – Preguntó Terry primero.

-¿Te rindes tú? – Preguntó Anthony jadeando pero seguía en su posición en guardia. Terry lanzó otro golpe hacia el rostro del rubio entre los gritos de emoción que escuchaban por parte de los estudiantes.

-¡Cuidado Anthony! – Gritaron Stear y Archie para advertir a su primo del nuevo asalto que recibiría, sin embargo al estar al tanto Anthony simplemente se hizo a un lado lo más rápido que pudo y Terry se fue contra el suelo vencido por el cansancio. Anthony bajó la guardia y se dejó caer al césped igual de rendido que su oponente.

Ambos chicos estaban cansados por el pleito, el resto de los estudiantes comenzaba a sentirse estafados por el resultado, sin embargo a pesar de que las apuestas habían comenzado y a pesar de no haber tenido un resultado concluso la preferencia por uno u otro bando se mantuvo, algunos referían a Terry ya que sabían que era un rebelde nato y que esa pelea había sido nada comparada con las muchas en las que había estado involucrado, otros más se inclinaban con el rubio ya que a pesar de ser nuevo había sido el primero en enfrentar a Terry y sobre todo en darle pelea, eso y la amistad que había demostrado junto con sus primos le valió un gran número de seguidores que de pronto había sumado, volviéndose popular entre el alumnado masculino y femenino en muy poco tiempo.

-¿Te encuentras bien? – Preguntó Archie a Anthony, acercándose a él para tomar su libreta y su pluma fuente, sin tomar mucha importancia al rebelde aquel con el que ya había mantenido discusiones por el ruido que se escuchaba a altas horas de la noche al tener la habitación contigua ocupada por él.

-Estoy bien Archie. – Respondió Anthony a la pregunta de su primo, en cuanto pudo articular palabra.

-¡Vámonos! Esto simplemente fue un ridículo circo. – Dijo Neal al grupito de niños caprichosos igual que él que había formado, creyéndose el líder de él.

-¡Circo el que voy a armar con ustedes si no se largan de aquí, Neal! – Dijo Archie molesto a su "primo".

-Tú eres igual que el payaso que está en el suelo. – Se atrevió a decir el moreno, atreviéndose a ofender a Anthony, sin embargo Terry tomó para él aquel insulto.

-¿A quién le dices payaso, gusano? – Dijo Terry levantándose de inmediato para enfrenar al moreno, quien de inmediato abrió los ojos asustado al comprender que al igual que él su séquito era solo una bola de cobardes que ya habían salido huyendo confundiéndose con los demás alumnos, de pronto aquel cobarde se vio solo y sin su mamita que lo protegiera.

-¡Le digo a él! – Dijo apuntando a duras penas a Anthony, quien se levantó retador viendo al que ya muchas veces lo había retado. Neal abrió más los ojos al ver el coraje que Anthony tenía en sus ojos, pasándoles su vida tan solo en unos segundos por su mente, más al recordar que él y su hermana habían provocado el destierro y después la desaparición de Candy de la vida del rubio.

-Sabes bien que no está ni tú mamá, ni la tía abuela para salvarte esta vez Neal. – Dijo Anthony apuñando las manos con mayor fuerza que cuando se enfrentó a Terry. Neal abrió de nuevo los ojos asustado y salió corriendo tan de prisa que hizo reír a los presentes, incluido Terry.

-¡Cobarde! – Le gritó Terry al gallina de Neal, un apodo que se ganaría gracias a él y que en muchas ocasiones los Ardlay le habían colgado. - ¿Tu primo? – Preguntó Terry a Anthony ya más tranquilo.

-A fuerzas. – Respondió Anthony, siendo observado por Archie y por Stear quien miraba a ambos chicos como si nada hubiese pasado.

-Vamos Anthony, no vayas a meterte en problemas por culpa de este malcriado. – Dijo Archie acercándose a Anthony y mirando con desdén a Terry.

-¿A quién le dices malcriado? – Preguntó Terry haciendo un brusco movimiento con su brazo, sintiendo dolor de pronto por tanto golpe que había lanzado y que por el enfriamiento de su cuerpo se sentía más fuerte.

-Veo que la señorita se lastimó. – Dijo Archie con burla.

-Agradece que tu amigo ya me cansó, sino te pondría en tu lugar en un minuto. – Dijo girando su brazo para aliviar su dolor.

-Hoy o mañana, cuando gustes puedo terminar lo que Anthony empezó. – Dijo Archie retadoramente, mirando a Terry con coraje, ya que también él buscaba un pretexto para ponerlo en su lugar.

-Tranquilo Archie. – Dijo Anthony, tomando del hombro a su primo, quien hizo una seña a Stear para que lo tranquilizara también.

-Hazle caso a tu amiguito. – Dijo Terry con una sonrisa burlona.

-Vamos Archie. – Dijo Stear entendiendo la mirada de Anthony.

-Sí, más vale que te vayas con tu niñera o te volveré a patear el trasero. – Dijo Terry de nuevo con burla.

-¡Fue solo suerte, porque me agarraste desprevenido! – Dijo Archie furioso intentando lanzarse contra Terry, pero Anthony y Stear lo detuvieron impidiendo que lo lograra. – Me alegro que mi primo te haya reventado la boca. – Dijo Archie burlón al ver cómo Terry hacía una mueca por el dolor que le causaba el labio partido. Terry lo veía sintiéndose humillado por aquella observación.

-¡Tú no…!- Dijo molesto.

-¡Basta! – Dijo Anthony firme. - ¡Stear, llévate a Archie, y tú más vale que te tranquilices, no estás en condiciones de iniciar otra pelea! – Dijo refiriéndose a Terry, quien lo miró ofendido, sin embargo sabía que el rubio tenía razón, la pelea con él lo había dejado bastante lastimado y molido, más al haberse enfriado el cuerpo por el "ejercicio" realizado.

-Tienes suerte que ahora tienes guaruras. – Dijo de nuevo a Archie, quien volteó furioso a verlo.

-No los necesito, la próxima vez estaré listo y no me agarrarás desprevenido como la primera vez. – Dijo Archie comenzando a caminar con Stear seguido de Anthony.

-¿Dónde aprendiste a pelear? – Preguntó Terry a Anthony antes de que se retirara.

-Es mi primera pelea. – Respondió el rubio tranquilo a pesar de que no le había gustado para nada pelear sin motivo alguno, ya que para él Terry había dio un pretexto contra su frustración lo mismo que él había sido para Terry, sin embargo tuvo que reconocer que cuando Neal lo ofendió sintió unas ganas tan grandes de golpearlo y con él si no era un motivo, sino su objetivo.

Terry abrió los ojos sorprendido, riéndose de lado por la respuesta que obtuvo del rubio, sobándose la quijada al recordar el primer golpe que le acertó y que sintió cual patada de mula en su rostro, uno de los más fuertes que había sentido en su larga experiencia de peleas callejeras, al igual que los demás que le siguieron, los cuales comenzaban a doler en ese momento.

Mientras Anthony caminaba junto a Archie quien estaba molesto y frustrado por el enfrentamiento verbal que había tenido con Terry, uno más que se sumaba a la lista que tenían junto con aquel golpe que este le dio la primera vez que quiso hablar con él para ver cómo podían arreglar lo de los ruidos nocturnos, sin embargo, al llegar frente a Terry y abrir la boca para amablemente pedir de favor que intentara controlarlos, la respuesta abrupta que obtuvo fue un derechazo que fue directamente a su estómago haciéndolo que perdiera el aire súbitamente mientras Stear y otro chico lo asistían.

-Así que Terry fue el que te golpeó sin previo aviso. – Dijo Anthony que hasta ese momento se enteraba de la identidad del que había golpeado a su primo a traición, comprendiendo aún más que ese chico lo que buscaba no era quien se la hiciera sino quien se la pagara, reconociendo que ese también había sido el motivo por el cual lo enfrentó.

-¡Es un vil traicionero! – Dijo Archie molesto.

-Tengo que reconocer que Archie tiene razón Anthony, las intenciones de mi hermano no eran provocar una pelea, sin embargo Terry comenzó a tirar golpes agarrándonos desprevenidos. – Dijo Stear hablando como si él también hubiese sido atacado por él.

-Lo sé Stear, pero por lo que pude conocer a Terry en este momento me di cuenta que es una persona complicada que lidia internamente con sus propios problemas. – Dijo Anthony pensativo.

-¡Todos tenemos problemas! – Dijo Archie molesto. – ¡Y no andamos golpeando a las personas solo por gusto! – Dijo sin bajar su molestia en contra de aquel chico.

-Es verdad Anthony, tú mismo los tienes y bastante grandes, los míos son más leves, pero los de mi hermano si llevan falda. – Dijo burlándose de los problemas que últimamente había estado sufriendo Archie. Este lo miró molesto, mientras Anthony reía a medias ya que aún le dolía el estómago por el primer golpe que Terry le había propinado.

En eso estaban los tres, cuando vieron a Neal caminar con la madre Superiora apuntando rumbo a la colina que ellos acababan de abandonar.

-¡Allá es madre Superiora! – Se escuchaba la odiosa voz del Neal acusar la pelea que se había llevado a cabo lejos de las instalaciones del Colegio.

-¿Está usted seguro joven Leagan? – Preguntaba la religiosa de mayor cargo con su voz dura y fría, observando con rigidez a aquel que se había atrevido a sacarla de su despacho.

-¡Estoy seguro madre! – Decía Neal. Sin embargo el lugar ya estaba completamente vacío y sin rastro de alguno de los estudiantes que este acusaba. La madre Superiora volteó a ver al moreno con desconfianza y este abrió los ojos asustado, creyendo que el que se metería en problemas sería él, sin saber que a lo lejos era observado por los tres Ardlay que lo miraban furiosos. – Anthony Brower y Terruce Grandchester tuvieron una pelea delante de todos los chicos del dormitorio del ala oeste. – Dijo evidenciando una vez más los nombres de los involucrados, mientras los Ardlay escuchaban furiosos al cobarde delator, nada que se les hiciera raro en él, sin embargo no evitaba que se molestaran por ello.

-¿Su primo Anthony Brower? – Preguntó sorprendida la madre superiora ya que sabía bien que era un alumno modelo tanto en su comportamiento como en su aprovechamiento y rendimiento escolar.

-¡Esa rata! – Dijo Stear molesto.

-¡Es un gusano! – Decía Archie de la misma forma.

-Esto prueba que debemos seguir cuidándonos de él. – Dio Anthony quien estaba seguro que Neal seguiría molestándolos a pesar de que ellos mismos habían puesto una barrera para excluirlo del grupo de amigos y sabía bien que no sería suficiente. – Lo mismo que de Elisa, quien ha estado extrañamente bastante tranquila. – Dijo de nuevo, ya que la morena ya no lo molestaba como en Lakewood y a pesar de que se sentía aliviado sabía que algo tenía entre manos y no debía confiarse de ella en lo absoluto.

-Tienes razón Anthony. – Dijo Stear quien pensaba lo mismo que el rubio. – Por cierto ¿Qué fue lo que pasó con Grandchester? – Preguntó de nuevo a su primo quien sonrió de lado y comenzó a relatarles lo que había pasado desde que había llegado a la colina.

A la mañana siguiente la madre Superiora interrumpió la clase de teatro, ya que sabía bien que era la única en la que podía encontrar a los dos implicados en aquella pelea. Neal observó gustoso que la madre superiora fuera a revisar si lo que había dicho era cierto.

Los estudiantes se pusieron de pie en señal de respeto, incluido Terry quien no sabía que habían sido delatados por el gusano de Neal. La madre superiora observó fijamente la boca de Terry y advirtió que tenía el labio roto, caminó hasta él sin decir nada, observándolo detenidamente, en ese momento fue cuando Terry comenzó a sospechar algo. Después caminó hasta Anthony quien lucía sin ningún golpe visible, sin embargo después de acercarse más a su rostro, movimiento que Anthony aguanto valientemente, pudo observar que debajo de su fleco había un moretón que intentaba ser camuflado por el cabello, poniendo la vieja testaruda un dedo en la zona para oprimir presión y con ello la queja del guapo joven. Todo el salón estaba en silencio sin comprender la interrupción de la Superiora, los únicos que sabían qué pasaba eran los Ardlay, Neal y Terry comenzaba a sospechar el motivo.

-Me han informado que el día de ayer se presentó un suceso reprobable dentro de los límites de este noble Colegio. – Comenzó su discurso eterno. – Es bien sabido que este tipo de conducta bárbara no está permitida en este lugar. – Decía sin dejar de ver a los implicados, anunciando a Terry con esto de que sabía lo que había sucedido el día anterior. – Sobre todo si esto involucra a los estudiantes... joven Grandchester, joven Ardlay… Desde este momento permanecerán por un lapso de 24 horas en una celda de castigo. – Anunció sin más para sorpresa de ambos jóvenes.

-¿Qué? – Dijo Archie molesto por el castigo que recibiría su primo. - ¡No es justo madre superiora! – Dijo rápidamente, sin importarle arriesgarse a ser otro más de los castigados.

-¡Silencio joven Cornwell! Si no quiere acompañar a su primo a la celda. – Dijo molesta por el atrevimiento del joven elegante. Archie iba a responder que no le importaba, pero Anthony lo tomó del brazo para con una mirada controlarlo, mirada que supo interpretar muy bien por la manera en la que desde niños se comunicaban.

-Tranquilo Archie, no es conveniente. – Dijo Anthony a su primo.

Terry miraba a los Ardlay como culpándolos por aquel castigo ya que hacía mucho tiempo que a él no lo confinaban a una celda de castigo, a lo mucho lo habían dejado encerrado en su habitación por una semana, pero con todas las comodidades que ahí poseía y unas innumerables posibilidades de escapar cuando él lo decidiera. Anthony volteó a verlo molesto y después dirigió su mirada hacia Neal quien los veía complacido. Terry siguió la mirada de Anthony y la de los Cornwell posándose los cuatro en el moreno quien ni se inmutaba al creer que había ganado un aliado en la Superiora.

-¿Tienen algo que decir? – Les preguntó la Superiora tanto a Anthony como a Terry, sin embargo ninguno de los dos objetó algo, para asombro de la religiosa Terry no se había quejado esta vez, ya que él seguía lo que hacía el rubio, quien a pesar de estar molesto y saber quién los había delatado, sabía que había hecho mal con haber enfrentado a golpes a otro estudiante, algo que jamás se hubiese imaginado que haría algún día. – Bien, acompañaran a las madres cada uno hasta la celda asignada. – Dijo de nuevo la religiosa, comenzando a salir de la misma manera que había entrado.

Anthony y Terry comenzaron a seguir a una de las monjas que los escoltaban hasta la celda de castigo, las cuales estaban bastante apartadas de los salones y dormitorios. Ninguno dijo nada cuando cada una de las religiosas abrió los pesados candados y después el pasador de las puertas de hierro que cerraban ambas celdas. Las puertas fueron cerradas y ambos jóvenes observaban el deplorable estado en el que estaban las celdas.

-¿Ya estarás feliz Brower? – Fue el reclamo de Terry hacia Anthony, este sonrió de lado por aquel reclamo sin responder, sentándose en la piedra que simulaba la cama.

-Solo espero que no llueva esta noche. – Dijo Anthony apreciando el cielo por los huecos que había en el alto techo de la celda. Terry comenzó a tocar una armónica que siempre traía en su bolsillo y Anthony reconoció que lo hacía muy bien, limitándose cada uno a sumirse en sus pensamientos, no a pensar en rectificar en sus actos como era lo recomendable y lo que buscaba la superiora al otorgar tales castigos, sino cada uno en sus problemas.

Anthony comenzó a soñar y a pensar en Candy, su mente viajaba a la noche que había bailado con ella, al día en el que la había encontrado llorando frente al portal, pero sobre todo en la mañana que la había abofeteado, esa mañana le dio tantas vueltas en su cabeza sintiéndose una vez más terrible por haberse atrevido a tanto esa vez, a pesar que ella lo había perdonado era un acto que él no estaba dispuesto a repetir, aún recordaba sus grandes y hermosos ojos verdes cuando lo miraban sorprendidos por su atrevimiento.

-¡Fui un imbécil! – Dijo levantando la voz, alcanzando a escuchar Terry claramente lo que había dicho, sin embargo no dijo nada y agudizó el oído para poder enterarse de algo más. - ¡Perdóname Candy! – Dijo de nuevo y Terry continuó en lo suyo al darse cuenta que no hablaba con él, ignorándolo por completo lo que restó de sus horas de castigo.

Aquel incidente llegó de inmediato a los oídos de la tía abuela, quien se encontraba realmente ofendida por el comportamiento de Anthony y se lo hacía saber personalmente al siguiente domingo que pudo salir a verla, comparándolos con el excelente comportamiento que Neal había demostrado a lo largo de ese tiempo. Anthony ignoraba los comentarios de la tía abuela y eso exasperaba a la matriarca quien estaba sorprendida porque aquel Colegio no había funcionado para enderezar el comportamiento de su nieto favorito, sino que por el contrario veía que en su mirada había más rencor del que tenía cuando Candy estaba cerca de ellos.

Anthony regresaba junto a sus primos al Colegio y antes de ir a su habitación se retiraba hacia la colina de nuevo para leer la carta que le había entregado la matriarca, era una carta de Albert y estaba desesperado por leerla, aquella mujer se la había entregado sin la mínima sospecha de lo que se traían ambos rubios entre manos.

-Al rato los alcanzo. – Dijo a sus primos ya que tenían que terminar un proyecto para la clase de ciencias.

-¡No tardes Anthony! – Dijo Stear emocionado, ya que él estaba seguro que esta vez su invento funcionaría y no sería otro más para salvarse de alguna reprimenda de la tía abuela o para hacer que Neal confesara alguna de sus fechorías.

Anthony leía la carta con ilusión, pero conforme iba avanzando se daba cuenta que nada había cambiado y que Albert aún no tenía noticias de su amada Candy.

-¡Maldición! – Decía arrugando la carta con visible frustración.

-Creí que había quedado claro que esta era mi colina. – Escuchó de pronto la voz de Terry detrás de él y con ello el aroma a cigarrillo que siempre lo acompañaba.

-Y yo creí haberte dicho que no había visto ningún letrero. – Respondió Anthony sin voltear a verlo, no ocupaba hacerlo para saber quién era.

-Veo que sigues en la misma posición. – Dijo Terry retándolo de nuevo. – Yo ya estoy bien de tus "caricias". – Dijo ironizando los fuertes golpes que le había dado el rubio.

-En este momento no estoy de humor Terry. – Le dijo Anthony sin dejar de apuñar la carta, tenía ganas de llorar por las noticias recibidas, sin embargo aguantaba aquel líquido que luchaba por salir de sus ojos.

-Así que te terminó tu adorada Candy. – Dijo Terry de pronto y con ello obligó a Anthony a voltear a verlo. - ¿Qué? – Preguntó sarcástico. – Yo no tengo la culpa de que te la pasarás toda la noche repitiendo el nombre de tu novia en sueños. – Decía para confesarle cómo era que se había enterado de la existencia de la rubia en su vida.

-Eso no es asunto tuyo. – Dijo Anthony molesto por su atrevimiento.

-Tienes razón. – Dijo Terry dejándose caer en el pasto para recostarse libremente mientras se fumaba otro cigarrillo. – No es asunto mío, pero que estés en mi lugar si lo es. – Dijo sin dejar de fumar. Anthony se sentó en seguida de él y le quitó el cigarrillo apagándolo frente a él y lanzando la colilla lejos para después recostarse de la misma manera que Terry y voltear a ver las estrellas que comenzaban a brillar en lo alto del cielo. Terry lo vio sorprendido por su atrevimiento.

-¿Sabes que por menos de eso he enviado a varios a un hospital? – Le dijo sin dejar de ver la manera tan despreocupada de Anthony.

-Me imagino… pero también me imagino que son chicos que no supieron responderte a los golpes. – Respondió el rubio sin temor a ofenderlo. Terry lo observó sonriendo de lado, sin embargo continuó observando las estrellas al igual que Anthony.

-Ninguna chica vale la pena para ponerte así. – Dijo Terry queriendo aconsejar a su ahora amigo en el campo amoroso. Anthony suspiró más enamorado al recordar a Candy.

-No es lo que piensas. – Le dijo a Terry quien escuchaba el suspiro, comprendiendo lo enamorado que estaba de aquella Candy.

-¿Entonces? ¿Es una chica que no está a tu altura y te prohíben estar a su lado? – Preguntó irónico. - ¡Eso es tonto! ¡Eso son ideas del siglo pasado! – Decía como si fuera muy conocedor de la vida, cuando era de la misma edad que el rubio. Anthony negó y se sentó para contar su historia a aquel chico, sin saber quién era le inspiraba confianza a pesar de lo que decía su primo. Terminó de relatarle toda la historia hasta la carta que tenía en sus manos. Terry lo miró sorprendido de como aquel chico que aparentaba toda calma y tranquilidad también tenía sus problemas al igual que él y no desperdiciaba su vida en vicios y peleas callejeras.

-¡Vaya! Por lo visto los hermanos Leagan tienen su historia. – Dijo Terry quien conocía a los dos morenos por su forma de abusivos con los débiles y ahora a Neal por agachón y delator. Anthony asintió.

-Así es, es por ello que no los tolero cerca de mí. – Decía aún furioso con ellos.

-Te entiendo, no son nada mío y ni yo los quiero cerca a pesar de que tu "prima" es algo insistente. – Dijo Terry insinuando que Elisa lo había acosado un par de veces.

-Algo he escuchado. – Dijo Anthony. – Pero también que tú la buscabas. – Dijo sonriendo de lado.

-De ninguna manera. – Dijo Terry ofendido. – Lo que sucede es que yo llegué borracho un día y me equivoqué de edificio y por error entré a la habitación de tu prima que casualmente queda en la misma dirección que la mía, desde ese día no puedo quitármela de encima. – Dijo Terry con cara de hastío.

-Ella dijo que entraste y la besaste. – Dijo Anthony sin darle mucha importancia a las palabras de Elisa.

-¿Y tú por qué sabes eso? – Preguntó sorprendido de esa información que él creía nadie sabía.

-Elisa tiene la idea de que yo soy su prometido. – Terry volteó sorprendido con aquella revelación.

-¿Lo eres? – Preguntó ahora sin comprender la historia anterior.

-No lo soy… y no lo seré nunca… - Dijo Anthony decidido y seguro del hecho. – Pero ella insiste en convencer a la tía abuela de obligarme a hacerlo, así que me contó su encuentro para que defendiera su "honor" de ti. – Dijo Anthony informando con ello que había sido la misma Elisa quien le había dicho a Anthony de aquel desliz, así que Anthony lo miraba de lado socarronamente.

-Tengo que reconocer que tu prima es muy guapa, sobre todo su cuerpo. – Dijo ante el asombro de Anthony quien no había advertido que Elisa ya no era una chiquilla. – Pero cuando comienza a hablar se le cae todo el encanto y su hermosura se va al caño, así que tuve que hacer algo para que callara antes de que me metiera en problemas. – Dijo Terry despreocupado, revelando que aquel beso a pesar de haberlo disfrutado había sido para callarla la boca.

-¿Y se te ocurrió besarla? – Preguntó Anthony confundido.

-¿Celoso? – Preguntó Terry cínicamente.

-Para nada… tienes mi bendición. – Dijo Anthony simulando que le daba la bendición con la mano derecha.

-Paso, queda mejor como tu prometida. – Dijo Terry.

-Yo ya tengo a la persona que será mi prometida. - Dijo Anthony suspirando con una gran sonrisa.

-¡Por favor! ¡Esa chica solo está en tu memoria! Lo más seguro es que ya se enamoró de alguien más y tú sigues pensando en ella. – Dijo Terry sin pensar en lo que decía, sin saber que con ello lastimaría a aquel que le mostraba amistad por primera vez en todo el tiempo que llevaba interno en ese Colegio.

Anthony lo volteó a ver molesto por sus palabras, pero sabía bien que esa era una posibilidad muy grande, más cuando ella era tan buena y tan hermosa.

-De todas formas Elisa sería la última mujer en la que yo me fijaría. – Dijo volteando de nuevo al cielo. – Así que tienes el camino libre con ella. – Terry sonrió y le dio un leve empujón pensando en la noche que se había colado intencionalmente en la habitación de Elisa, esa vez con toda la alevosía y ventaja de la que él era capaz, solo para volver a sentir el firme cuerpo de la pelirroja pegado al suyo y sobre todo su pecho que se movía ágilmente frente a él cuando la besaba y la dejaba sin aliento, pero eso era algo que no le diría a aquel que seguramente terminaría comprometido con ella.

De pronto escucharon un ruido que venía de entre los árboles y al voltear ambos pudieron observar a una chica de largos cabellos ondulados, tan negros como la noche, que se sacudía la falta que usaba en ese momento mientras comenzaba a correr rumbo a los dormitorios de las chicas. Anthony volteó a ver a Terry confundido por aquella acción.

-Es Mack. – Respondió Terry en respuesta a la pregunta sin formular.

-¿Mack? – Preguntó Anthony, nunca había escuchado el nombre de aquella chica. Terry asintió.

-Mackenzie Rockefeller. – Dijo Terry para dar a conocer el nombre de aquella chica que al parecer Terry conocía muy bien.

-No había escuchado de ella. – Dijo Anthony indiferente a ese hecho.

-Es una chica bastante curiosa y rebelde. – Dijo Terry como si él fuera un modelo de rectitud. – Más de una vez la he encontrado brincando la barda del Colegio cuando yo mismo regreso de una de mis escapadas. – Dijo intentando ser indiferente a ese hecho.

-¿Y a dónde va? – Preguntó Anthony curioso, no porque le interesara, sino porque se dio cuenta que Terry no era del todo indiferente a aquella joven a pesar de que intentaba que fuera así.

-Nadie lo sabe, ella solo sale más nadie se atreve a delatarla. – Decía tranquilo pero un suspiro escapó de sus labios, un suspiro que había sido imperceptible para el rubio.

Anthony no preguntó más por aquella chica, sino que se retiró para ayudar a sus primos en aquel proyecto en el que habían invertido tanto tiempo.

A la mañana siguiente todos estaban a las siete de la mañana en punto en la capilla del Colegio, todos vestidos con su uniforme negro. Terry estaba sentado de manera desgarbada en su lugar y Anthony estaba al frente junto a sus primos, cuando se escuchó la puerta de la capilla abrirse interrumpiendo la misa que daba el pastor el cual llegaba todos los lunes puntual para dar el sermón de inicio de la semana. Todos los estudiantes voltearon hacia donde se escuchaban unos pasos tranquilos, descubriendo rápidamente a la señorita Rockefeller caminando con toda la tranquilidad del mundo por el pasillo que la llevaba a la zona donde se encontraban las muchachas, observando que todos los compañeros estaban al pendiente de ella, lo que provocó una sonrisa en su rostro, posando la mirada en Anthony quien le sonrió amable para corresponder a la sonrisa que ella le había dedicado, los ojos azules de aquella chica se posaron en el joven Brower quien la miró reconociendo que era una chica muy hermosa, algo en ella le hizo recordar a Candy, tal vez en el aire despreocupado que ella mostraba al haber interrumpido aquella ceremonia sin remordimiento alguno o la inocencia que reflejaba en su rostro.

-Señorita Rockefeller. – Dijo el sacerdote algo indignado. – Le recomiendo que tome asiento por favor. – Le dijo señalando el lugar que le correspondía a ella en la capilla.

-Lo siento monseñor. – Dijo Mack con una sonrisa amable al sacerdote sentándose en su lugar no sin antes volver a ver a Anthony guiñándole un ojo, cosa que provocó la sorpresa del rubio, así como cierto rubor al sentirse apenado porque más de uno se había percatado de ese hecho, incluido Terry quien se tensó en el momento, mientras Elisa veía como aquella desvergonzada había coqueteado con su "prometido" al mismo tiempo que había advertido la reacción de Terry.

Continuará…

Hola hermosas ¿Qué les pareció el capítulo? Espero que les haya gustado esa interacción que hubo entre Anthony y Terry, aquí se conocieron ese par y como pueden ver se han hecho amigos. Espero que les haya gustado y si no por lo menos disfrutado? Mucha gracias por leer hermosas yo sobre todo por haberla agregado a tus favoritos.

TeamColombia. Hola hermosas como siempre pendientes, muchas gracias por sus comentarios, me da gusto que les esté gustando, pero quiero aclararles un punto, les dije que iniciábamos con la TRAMA o sea con la historia no con el DRAMA, el drama ya saben que no es algo con el que yo soy muy partidaria, pero reconozco que es necesaria para armar una historia, como decimos en México ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Muchas gracias por leer hermosas y dejarme su comentario, les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

Mayely. Hola hermosa me da gusto saber que estás bien al igual que tus niños. Fíjate que ahora que mencionas que tus hijos son bellos porque fueron hechos con mucho amor yo siempre les digo a mis amigos que mis hijos son hermosos porque fueron hechos por ingenieros jajaja y mi esposo dice que se parecen entre ellos porque las cartas se hicieron con la misma pluma jajaja. Que bueno que te gustó también esta historia, espero tu comentario, te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Julie-Andley-00. Hola hermosa, eso es bueno que vayas sacando tus propias conclusiones con la historia, tal vez le atines a todas las que se te ocurran y algunas te dejen sorprendida. Esta tía abuela se cree que ella es la que se le ocurren las ideas y no entiende que la odiosa de Sara es la que la mueve a su antojo, pero en fin ella cree que es su decisión y ahora le tocó a Albert peligrar por haberse delatado tan rápido pero creo que la situación lo ameritaba, a esperar ahora qué hará Albert para librarse de esta alimaña jajaja. Muchas gracias por comentar hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Silandrew. Hola hermosa! no sabes el gusto que me dio leer tu comentario, me alegra que te hayas animado a decirme qué te pareció la historia y sobre todo que expreses tu sentir con los personajes, yo también siempre he creído que Sara es una vieja oportunista que siempre anda viendo como se beneficia ella misma y a sus hijos. Este nuevo reto que me impuse es porque no había explorado la posibilidad de que Candy encontrara a su verdadera familia, así que quise aventurar a mi mente a ese hecho y este fue el resultado, espero les guste. Muchas gracias por comentar y sobre todo por leer y agregarla a tus favoritos, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones hermosa.

María José M. Hola hermosa, me hiciste reír con tu comentario, es verdad que Candy ha sufrido mucho y que siempre la ponen a sufrir más, pero te prometo que no voy a hacerla sufrir mucho más de lo que ha sufrido. Anthony también está sufriendo por la separación de Candy y hasta la tía abuela se ha dado cuenta que ya no es el mismo chico que podía hacer a su antojo y tratará de hacer lo mismo con Albert, pero vamos a ver cómo le va con eso. Muchas gracias por comentar hermosa, espero tu comentario de este capítulo. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

arleniferreyrapacaya. Hola hermosa! bienvenida a la lectura, muchas gracias por leer esta nueva historia y sobre todo por dejarme tu comentario, aprecio mucho que te tomes la molestia en hacerlo. Pronto se dará un reencuentro entre los rubios, por eso hice esto de juntar dos capítulos en 1 para que no se hiciera tan larga la espera porque como siempre me quedó muy larga, pero espero que con esa táctica que utilicé no se les haga tan larga. Muchas gracias por comentar hermosa, gracias por leer, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Muchas gracias a las demás lectoras que no se animan a dejarme un comentario pero con su presencia en las visitas me dejan saber que ahí están, gracias por leer. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes, espero que estén en su casa seguras y tranquilas, cuídense y protéjanse mucho por favor más ahora que vamos por otra oleada. Dios nos cuide y bendiga a todos!

GeoMtzR.