Hola hermosas como dicen por ahí todo lo bueno se acaba y con ello llega el fin para los capítulos de más de 8000 palabras, así que no se quejen por favor ya que este sería el capítulo 9 y 10 de un largo común, ya les había comentado que junté dos capítulos en los primeros 5 para que se hiciera mucho menos larga la espera del reencuentro de los rubios y con este capítulo se cumple esa regla de mis historias, que ellos estén juntos. Muchas gracias por comprender el porqué ya no seguiré actualizando de esta manera ya que como les había confesado por cuestión de tiempo me es más fácil publicar capítulos más cortos, así espero yo no se molesten. Como siempre les recuerdo que los personajes principales no son míos y que la historia no es para menores de edad ni para personas sensibles a los temas con contenido adulto. Dicho esto comenzamos!

LEJOS DE TI

CAPÍTULO 5

COMPROMISOS FORZADOS

Candy escuchaba atenta las palabras de su madre, sabía bien que ella no haría algo para dañarla confiaba en ella, sin embargo sus alertas estaban encendidas al ir descubriendo cada vez más las intenciones que tenían para con ella. Guardó silencio a lo que su madre decía mientras su mente le traía imágenes de su amor de la infancia.

-Anthony, ¿Te acordarás de mí? – Pensaba melancólica, deseando que en todos esos años que no había tenido noticias suyas así fuera, sin embargo la falta de respuesta a sus cartas la hacían desconfiar bastante de que eso sucediera.

Comenzaron el viaje a los días de que Candy había terminado el colegio y después de varios días llegaban por fin al rancho "Los Obeliscos" de los De la Garza, donde todos los empleados estaban apurados en poner todo en orden bajo el mando de Felipe, quien comandaba todo aquella operación para la llegada de los patrones. Don Joaquín era el que viajaba continuamente para mantener todo en orden y cuando estaba ausente solo confiaba en un fiel Felipe quien se apoyaba ahora en sus dos hijos. Los González se habían convertido en sus mejores empleados, dignos de toda su confianza.

El Sr. Leagan pronto recibió la noticia de que Roxanne De la Garza había regresado de la Ciudad De México tras dos largos años de ausencia y regresaba con su hija Dulce, quien aún le seguía causando intriga de dónde había aparecido aquella chiquilla que le recordaba a alguien, pero se le hacía imposible que eso fuera cierto, más cuando era remotamente posible que algo así sucediera.

-¡Candy! – Gritó María emocionada, ella era la primera en acercarse a la rubia quien sin ser pretenciosa y a pesar de sus ropas finas y zapatos importados abrazaba a su única amiga en aquel lugar con mucho gusto por volverla a ver. Ni Roxanne sin Joaquín veían mal aquella amistad, al contrario ambos se sentían orgullosos de la manera con la que Candy continuaba tratando al personal de la hacienda, esos dos años alejada de ahí no habían logrado que ella cambiara a pesar de las personas con las que había convivido en la Capital.

-¡María! – Decía Candy abrazándola igual de emocionada que la morena. - ¡Te extrañé mucho! – Decía feliz por volver a verla.

-María, deja a la señorita. – Dijo Rocío reprendiendo a su hija por aquella familiaridad ya que ella no le había enseñado a ser así, al contrario por alguna extraña razón se alejaba de Candy y más ahora que la veía como había regresado, aquello que ella encontraba en Candy la seguía poniendo más nerviosa que nunca y la hacía sentir más culpable.

-Déjala Rocío. – Decía Joaquín saludando también a todos.

-Bienvenidos señores. – Decían los gemelos que estaban entre el personal que los recibía, ambos con una gran sonrisa, incluido José.

-¡Juan, José! – Dijo Candy con su típico acento extranjero ya que a pesar del tiempo y de hablar mejor el idioma no lo dominaba del todo. Candy se acercó alegre para saludarlos y ambos chicos la recibieron gustosos. José era el que estaba más apenado al verla ya que la había visto hace dos años y pensaba que al regresar aquellos sentimientos que habían surgido en él estarían extintos, sin embargo al verla de nuevo se daba cuenta que no era así.

-Bienvenida señorita. – Dijo José con respeto, con el respeto que un empleado tiene por su patrona.

-Vamos José, no me llames así. – Dijo Candy con toda la confianza, el chico solo sonrió de lado sin decir más. Candy solo negó sonriendo al creer que era el mismo joven parco y malhumorado de siempre, pero que a pesar de ello le daba gusto volver a verlo.


Anthony y Terry llegaban al puerto de Nueva York después de haber viajado por una semana completa, ambos felices de llegar a su destino, cansados de ver solo el océano a su alrededor. Esa noche salieron a divertirse un rato y a pesar de que llamaban la atención de las féminas del lugar ninguno se atrevió a convivir con alguna.

-Adelante. – Decía Anthony. – Puedes hacerlo. – Insistía. – Eres soltero y las chicas te aclaman. – Dijo con una sonrisa mientras las chicas que los veían se sonrojaban cuando veían que sus ojos se posaban por un segundo en ellas.

-Tú igual. – Decía Terry. – Sin embargo te comportas como un hombre casado y completamente enamorado. – Dijo de nuevo el rebelde para burlarse de él.

-Estoy completamente enamorado. – Decía Anthony seguro, riéndose por los comentarios que hacia su amigo. Terry por su lado no desaprovechó la oportunidad de coquetear aunque sea a lo lejos con las chicas que los miraban, pero al no recibir apoyo de Anthony no se atrevió a dejarlo solo.

-¿Qué vas a hacer? – Preguntó Anthony a Terry para comenzar a planear lo que harían, ya que él tenía muy claro que iría a Lakewood para buscar alguna pista de Candy, así tuviera que volver a revisar cada una de las pistas que su tío había conseguido a lo largo de esos años.

-Puedo ir contigo. – Respondió Terry.

-¿Ese era tu plan original? – Preguntó sabiendo que no era así.

-No, pero puedo cambiarlo un poco, además no tengo un lugar dónde llegar. – Dijo recordando que a pesar de que su madre vivía en aquella ciudad ella misma lo había corrido tempo atrás, así que no era como si contara con ella, mucho menos con su padre con quien también había salido disgustado porque no quería aceptar el compromiso que le había impuesto.

-Si es así, para mí sería un honor que me acompañaras. – Dijo Anthony agradecido con aquella propuesta que le hacía Terry. – Pero tampoco quiero interferir en tus planes originales. – Dijo de nuevo sincero a su amigo.

-Mis planes iniciales eran ponerme a trabajar para poder pagar un lugar donde quedarme, no tengo suficiente efectivo. – dijo sincero ya que la pelea con su padre y el poco ahorro que había hecho todos esos años se habían ido gran parte en el viaje en barco y las muchas juergas a las que estaba acostumbrado vivir, a pesar del retiro de su mesada le había durado un buen tiempo. – Y estudiar teatro, sabes que es mi pasión. – Dijo de nuevo al rubio quien asentía al saber que era real lo que decía.

-Por un lugar donde quedarte no te preocupes. – dijo Anthony una vez más. – La mansión de los Ardlay en Nueva York podría hospedarte por el tiempo que lo necesites o lo desees. – Terry sonrió agradecido por aquella oferta, sabía que lo hacía de corazón.

-Gracias. – Decía sincero, apreciando su ofrecimiento.

A pesar de que le había dicho que tomaría su oferta, el inicio en la escuela dramática no había iniciado su nuevo curso hasta dentro de unos meses, así que ambos tomaron la decisión de viajar hasta Lakewood y después Terry regresaría hasta Nueva York para comenzar así su sueño de convertirse en un actor famoso de Broadway, un sueño que anhelaba desde que era tan solo un chiquillo y que no detendría ni siquiera por el título noble que portaba su padre y del cual era el legítimo heredero al ser el primogénito del Duque.

Mientras el par de amigos viajaban rumbo a Lakewood en este lugar Albert hacia un nuevo encargo a su administrador.

-George, necesito que hagas algo por mí. – Dijo Albert a su fiel empleado.

-Tú dirás Albert. – Dijo con la confianza que él le había dado.

-Solo que ahora necesito que seas mucho más precavido y cauteloso que con la búsqueda de Candy. – Dijo mirando fijamente al buen George quien lo miraba extrañado.

-¿Es con referencia a la carta que recibiste? – Preguntó de nuevo intrigado ya que nunca le había revelado nada del contenido de aquella misiva.

-Así es, necesito saber si lo que dice es verdad y sobre todo investigar quién es la persona de la que se habla en ella. – Dijo Albert, seguía intrigado con lo que había leído en aquella carta. – Por lo pronto envía esta carta a la misma dirección que indicaba la carta anterior. – George asintió recogiendo la carta y acatando las nuevas órdenes que recibía por parte del patriarca quien sabía bien podía confiar plenamente en él y averiguar más a fondo lo que había en aquel extraño trozo de papel.

Anthony y Terry llegaron a las pocas semanas de que Albert se había enterado de su huida, sin sorprenderse en lo absoluto al ver que una mañana el rubio menor entraba por el portal de las rosas acompañado de otro joven al parecer de su misma edad.

-Sr. Albert. – Dijo el mayordomo al dirigirse al despacho desde donde Albert había visto la llegada de su sobrino.

-Gracias James, acabo de verlo. – Dijo sin esperar que le anunciaran su llegada. El mayordomo inclinó su cabeza en señal de respeto y dejó entrar a Anthony seguido de Terry.

-Tío. – Dijo Anthony con gusto y respeto al mismo tiempo, extendiendo sus brazos para poder abrazarlo. Albert hizo lo mismo mientras sonreía al recordar la manera en la que había abandonado el Colegio San Pablo, una manera en la que él pensó hacerlo infinidad de veces más nunca se atrevió a hacerlo.

-Veo que tampoco tienes la virtud de la paciencia. – Dijo indicando que ni él, ni su hermana poseían de ella. Anthony sonrió.

-Tienes razón tío, sin embargo tienes que reconocer que cuatro años son demasiados. – Dijo señalando lo paciente que había sido.

-Es verdad… - Dijo deteniéndose al ver al acompañante que tenía y al cual no le habían presentado.

-Lo siento. – Dijo apenado. – Tío, él es mi gran amigo el joven Terruce Grandchester, futuro Duque de Inglaterra. – Dijo a sabiendas que le causaba molestia a su amigo, quien le dio un leve empujón provocando la risa de Anthony.

-Hijo de Richard Grandchester y la Sra. Eleanor Baker. – Dijo para sorpresa tanto de Terry como de Anthony quien no conocía aquel dato sobre su amigo, más no dijo nada ya que comprendía si él lo quería mantener en secreto, era su decisión y él la respetaba, ahora comprendía su gusto por la actuación.

-Es algo que casi nadie sabe. – Dijo refiriéndose a Europa, pero en América en aquellos años había sido un gran escándalo cuando la actriz y el futuro Duque de Inglaterra se habían separado quedándose él con su pequeño heredero.

-Lo siento. – Dijo Albert. – No quise incomodarte. – Dijo extendiendo su mano franca y a la vez visiblemente avergonzado por su imprudencia.

-No hay problema. – Dijo sin más Terry con una sonrisa demostrando a ambos que no era un tema del cual le gustaba hablar.

-¿Puedo saber el motivo de tu huida? – Preguntó a Anthony para cambiar el tema y enfocarse así en la llegada de su sobrino, sabía que implicaba a Candy, pero también sabía que debía resolver otro asunto que lo implicaba a él primero.

-Sabes bien el motivo. – Respondió Anthony, él sabía que su tío era el que mejor lo conocía, incluso mejor que sus primos ya que todos esos años en contacto habían hablado más por cartas que si lo hubieran hecho frente a frente, por alguna razón por carta les era más fácil expresar sus emociones.

-No tengo nada nuevo que decirte. – Lamentó Albert. Anthony hizo una mueca de desaliento.

-He venido a buscarla. – Dijo tranquilo. – Tengo la edad suficiente para hacerme cargo de la investigación. – Dijo decidido. - ¿Dónde está George? – Preguntó sin más, impaciente por iniciar la búsqueda de su amada.

-Lo envié a una diligencia. – Dijo sin descubrir que era la encomienda que le había asignado. – Veo que tu amigo está enterado de todo. – Dijo al ver que Anthony hablaba delante de Terry con mayor confianza.

-Así es. – Respondió Anthony frustrado.

-¿Y los muchachos? – Preguntó Albert.

-Ellos están iniciando una nueva vida. – Dijo triste por haberlos sacado de esa manera de sus planes. – Ambos mantienen una relación con dos chicas que por alguna razón las han enamorado. – Dijo entre burlón y feliz de que sus primos pudieran rehacer sus vidas, sin embargo a pesar de su intención la melancolía podía ser percibida en su voz.

-Creo que deberías seguir su ejemplo. – Dijo Albert sin querer molestarlo, pero sabía bien que aquella búsqueda había resultado inútil.

-Es lo mismo que yo le he dicho. – Dijo Terry incluyéndose en la plática. – Pero no entiende, no sé qué le ha hecho esta chica. – Decía con una sonrisa de lado, sin embargo él lo comprendía muy bien ya que él mismo no entendía que Mack no lo quería y su corazón seguía terco enamorado de ella.

-¡Nadie entiende! – Dijo Anthony. – Candy es la chica con la que soñé casarme, ella es la única que me ha enamorado y a pesar de haberla encontrado tan joven, sé que ella es la indicada. – Decía insistente en su intención de buscarla. Albert suspiró y Terry calló.

-Anthony, ya ha pasado mucho tiempo y entre más tiempo pase se vuelve más difícil seguir con la pista. – Dijo mirándolo a los ojos. – Hemos recibido muchas pistas falsas y el seguir cada una de ellas no solo cuesta dinero, sino también tiempo, tiempo que perdemos y que nos aleja más de la posibilidad de encontrarla. – Decía a su sobrino, no quería desanimarlo de esa forma pero tampoco quería darle falsas esperanzas.

-Entiendo. – Dijo Anthony con un nudo en su garganta. – Pero tengo que hacer un intento, tengo que intentar encontrarla yo mismo. – Dijo decidido. Albert suspiró por la decisión que tomaba, sin embargo en lo que esperaba aquella nueva investigación que había iniciado George, apoyaría a su sobrino una vez más. Anthony sonrió agradecido al comprender que su tío lo ayudaría de nuevo, ya que él no se sentiría a gusto si hubiera la más mínima esperanza de ser él el que encontrara a su amada y en un futuro no reprocharse el no haberlo intentado.

-Cuenta conmigo. – Dijo Terry con una sonrisa. – De todas formas no tengo nada mejor que hacer. – Dijo levantando los hombros ocasionando la risa de los tres al mismo tiempo.

El tiempo pasaba y mientras Anthony con la ayuda de Terry se las ingeniaba para estudiar cada una de las líneas de investigación, Albert continuaba en comunicación con las misteriosas cartas que le llegaban, cada vez menos espaciadas y se diría que cada vez las recibía con mayor entusiasmo.

-¿Estás seguro? – Preguntó a George quien tenía todos los papeles en sus manos.

-Casi cien por ciento seguro. – Dijo George con una sonrisa.

-¿Casi? – Preguntó Albert.

-Albert, tú sabes que en estos casos lo más seguro es verlo de frente. – Dijo apoyando la idea de hacer lo que decían.

-Tienes razón. – Dijo inquieto el patriarca. – Me va a odiar. – Dijo ansioso, mientras movía su pierna de arriba abajo sentado en su presidencial.

-O te va a amar. – Respondió George para darle ánimos, sin embargo Albert no estaba tan seguro de ello.

-Hablaré con él. – Dijo sin dudarlo más, mandando llamar a Anthony de inmediato, decían que al mal paso darle prisa y eso era precisamente lo que haría. – Adelante. – Dijo al escuchar el llamado de la puerta. – Siéntate por favor Anthony. – Le dijo indicando con su mano el lugar que había frente a él.

-Tú dirás tío. – Dijo Anthony sentándose frente a su tío como él le había indicado, se veía cansado, sus ojos demeritaban cada vez más su brillo al pasar de las semanas y darse cuenta que era más difícil de lo que pensaba aquella búsqueda.

-Anthony, hace unos meses recibí una carta dirigida a tu madre. – Dijo Albert iniciando la plática mientras tomaba su lugar.

-¿A mi madre? – Preguntó sorprendido. Albert asintió. - ¿Quién desconoce que murió después de tantos años? – Preguntó intrigado como si eso no fuera posible en una época donde los medios de comunicación eran tan precarios.

-Hace muchos años una amiga de tu mamá fue comprometida con un ganadero y agricultor mexicano. – Dijo recordando aquella época de 1894 aproximadamente. – Yo le recuerdo vagamente ya que era aún muy niño, sin embargo recuerdo bien la amistad que tenía con tu madre e incluso recuerdo la emoción que ambas tenían conforme se acercaba su boda. A pesar de ser arreglada la boda de Roxanne la llenaba de ilusión porque dicho caballero logró conquistarla, así que se organizó una fiesta para celebrar su matrimonio y pronto ella viajó a México para iniciar su nueva vida. La comunicación entre tu madre y ella era constante y pronto tu madre le avisó que estaba embarazada de ti y ante aquella revelación y esa fuerte amistad ambas hablaron la posibilidad de comprometer a alguno de sus hijos o hijas según fuese el caso. – Anthony se tensó con aquel comentario, sin embargo se consoló dado a la repentina muerte de su madre que aquello no se había acordado. – Al tiempo ella anunció que también estaba embarazada y al saber que tu madre había tenido un varón expresó su deseo de que ella tuviera una hija. – Decía serio sin apartar la vista de Anthony, quien lo atendía atento al comenzar a creer qué era lo que quería informarle. Anthony se levantó de su lugar y se asomó por la ventana directo a donde crecían resplandecientes las Dulce Candy.

-¿Y logró su deseo? – Pregunto sin ánimo en su voz, sin interés.

-Al tiempo escribió diciendo que acababa de tener una hija. – Dijo Albert, recordando que alguna vez Rosemary lo había comentado con Vincent y la tía abuela.

-¿Y luego? – Preguntó Anthony a la defensiva, no queriendo poner importancia a aquello que su tío le revelaba.

-Tu madre murió y las cartas de Roxanne dejaron de llegar repentinamente. – Anthony suspiró aliviado.

-¿Por qué me cuentas esto? - Preguntó a sabiendas que había un trasfondo en aquella historia y que no era en vano su relato.

-Porque en la carta que recibí, Roxanne le dice a tu madre que su hija ya está en la edad de conocer a su prometido. – Dijo Albert un poco dudoso.

-¿Y por qué hasta ahora? – Preguntó Anthony volteando a ver a su tío. – Mi madre ha muerto. – Decía molesto. – Ese compromiso no se llevó a cabo. – Dijo de nuevo.

-Lo sé. – Dijo Albert. – Pero Roxanne no sabía de la muerte de tu madre e ignoro los motivos que tuvo para ausentarse tantos años. – Dijo titubeando, demostrando que no era verdad esa parte. – Hemos estado en contacto y al parecer ella ya tiene el contrato matrimonial listo así como una buena dote para su hija. – Dijo a sabiendas que Anthony no estaría interesado en esa parte. – Mejor dicho una magnífica dote que pondrá a tu disposición si aceptas casarte con ella. – Dijo Albert terminando de hablar observando la visible molestia en la expresión de su sobrino.

-Sabes mi respuesta ¿No? – Respondió sin querer ser grosero.

-Lo sé. – Respondió Albert. – Sin embargo pienso que sería bueno que…

-¿Qué? - Preguntó interrumpiendo a su tío. Albert suspiró.

-Sería bueno que conocieras a esta chica. – Dijo insistente.

-¡No me interesa! – Decía Anthony molesto por la petición de su tío, nunca espero que él le hablara de un compromiso forzado, se había liberado sin saber por qué a ciencia cierta del compromiso con Elisa, pero no caería en lo mismo y mucho menos sin estar él de acuerdo.

Anthony salió del salón topándose de frente con George quien simplemente le sonrió e inclinó la cabeza a modo de saludo, la respuesta de Anthony no fue la de siempre, sin embargo no lo dejó sin ese saludo. George entró al despacho sin anunciarse, encontrando a Albert muy pensativo.

-¿Y bien? – Preguntó como si no hubiese visto al rubio salir.

-No niegues que lo viste. – Dijo Albert decepcionado de él mismo.

-Es algo normal ¿Por qué no le dijiste tus sospechas? – Preguntó George.

-Porque no estoy del todo seguro. – Dijo de nuevo. - ¿Qué tal si nos equivocamos? – Preguntó de nuevo a sabiendas que podría ser una posibilidad bastante probable.

-Si nos equivocamos, no creo que la señora Roxanne o el Sr. De la Garza se ofendan contigo, después de todo el compromiso fue entre Roxanne y Rosemary. – Dijo sabiamente. Albert sonrió apreciando ese punto.

Anthony por su parte había ido a cabalgar a toda prisa siendo seguido por Terry quien lo divisó de inmediato cuando daba un paseo por los alrededores.

-Me costó alcanzarte. – Le dijo cuando llegó hasta él. – Agradezco que soy un excelente jinete y pude hacerlo. – Dijo mientras lo vio arrojar piedras al lago. - ¿Qué sucede? – Preguntó Terry al ver que Anthony no le respondía y solo tiraba una piedra tras otra.

-Otro compromiso arreglado. – Respondió Anthony molesto, comenzando a relatar la misma historia que Albert le había relatado momentos antes.

-Yo opino que deberías conocer a la dama en cuestión. – Dijo Terry.

-¿Para qué? ¿Qué caso tiene? – Preguntó Anthony sin entender el punto de Terry.

-Tal vez te llevas una gran sorpresa y te enamoras de ella. – Dijo de nuevo, buscando la manera de hacer menos tensa la situación.

-Si no pude enamorarme de una chica que traté por años, menos de una en pocos días. – Respondió sin dejar de arrojar piedras al lago. Terry suspiró al saber de quien hablaba.

-¿Sabes que yo también tengo un compromiso arreglado? – Dijo como información a su amigo quien lo miró sorprendido.

-No lo sabía. – Dijo sintiendo su incomodidad. Terry sonrió de lado.

-Mi padre me comprometió hace tiempo con Mackenzie Rockefeller. – Destapó por fin Terry su secreto ante Anthony el cual abrió los ojos sorprendido, reconociendo que había muchas cosas de su amigo que no sabía.

-¿Mack? – Preguntó Anthony y Terry asintió. - ¿Ella lo sabe? – Preguntó de nuevo al recordar que aquella chica le había insinuado muchas veces que estaba interesada en él.

-¿Por qué crees que me odia? – Preguntó Terry sarcástico.

-Porque eres un imbécil. – Respondió Anthony a Terry, bromeando con él.

-¿A quién le dices imbécil, jardinero? – Le dijo empujándolo de pronto, comenzando ambos una pelea entre ellos, una pelea que ya era costumbre para bajar un poco las presiones que sentían en la vida.


Candy por su lado volvía a usar sus pantalones ajustados y sus camisas anudadas a la cintura, junto con sus botas y su texana, la diferencia que ahora sus formas de jovencita de 17 años estaban más desarrolladas, una figura que no podía evitar mirar ninguno de los gemelos en especial José quien estaba cada vez más obsesionado con la rubia.

Candy se bajaba del caballo observando a lo lejos que su madre recibía de nuevo una carta, últimamente se había dado cuenta que aquellas misivas llegaban con mayor frecuencia y no entendía por qué le causaban tanta inquietud.

-Candy necesito hablar contigo, hija. – Dijo una vez que la rubia estuvo frente a ella.

-¿Qué sucede mamá? – Preguntó intrigada, sin embargo la siguió hasta los grandes arcos que anunciaban la entrada a la hacienda, pasando otros más por el gran corredor que los llevaba a la gran puerta de madera que encerraba el gran despacho de su marido.

-Siéntate hija. – Le dijo con dulzura. Candy así lo hizo y puso atención al rostro de su madre. – Hace muchos años. – inició aquel recuerdo que por fin se atrevía a contar a alguien que no era su marido. – Yo vivía en la ciudad de Chicago. – Dijo sorprendiendo a Candy. – Ahí tenía a mi mejor amiga Rose, de la cual me acabo de enterar hace unos meses que falleció hace muchos años. – Candy la observó sorprendida y compasiva al mismo tiempo, sintiendo un dolor extraño en su pecho.

-Lo siento mucho madre. – Dijo Candy y Roxanne le sonrió aguantando ese dolor.

-Rose tuvo un hijo que es aproximadamente mayor que tú por dos años. – Al escuchar Candy ese comentario las alertas de su cabeza comenzaron a sonar. – Nosotras siempre hablamos de la posibilidad de comprometer a nuestros hijos en caso de que los tuviéramos. – Candy abría los ojos al comprender que aquella plática tomaba el rumbo que ella temía. – Ella tuvo a su hijo y al tiempo yo tuve una hija… - dijo evidenciando el dolor que aquello le causaba, por ese motivo no se atrevió a interrumpirla y decidió escuchar más su relato. – Así que hicimos real aquel deseo que había nacido cuando éramos unas chiquillas y comprometimos a nuestros hijos, sin embargo la muerte de mi bebé evitó que este compromiso se llevara a cabo. – Candy no pudo evitar sentir un nudo en su estómago y unas ganas infinitas de llorar.

-¿Qué sucedió? – Se atrevió a preguntar curiosa, ella sabía de la existencia de aquella hija, sin embargo en el tiempo que llevaba a su lado Roxanne nunca la había mencionado y ella lo había respetado, pero ahora le daba la pauta de hacerlo y quería saciar esa curiosidad natural en ella.

-Mi hija nació sana… - Comenzó su relato mientras sus ojos derramaban infinidad de lágrimas y una a una lastimaba más el corazón de Candy, sintiendo lo injusto de la vida con una mujer como ella. - … Sin embargo una noche se puso mal. – Decía Roxanne recordado aquella trágica noche. – Era la bebé más hermosa que habían visto mis ojos, sus rizos rubios y su verde mirar podían calmar con solo mirarla el mayor de mis miedos y cuando sonreía convertía mis días en alegría. - Decía sin dejar de llorar y de observar a Candy que por alguna extraña razón en ese momento le pareció que tenía al frente a su pequeña Camille. – Rocío me ayudó a cuidarla y yo no sabía qué hacer, era tan joven y aquí no había un médico cerca, así que Rocío utilizó toda la noche lo que ella sabía para sanarla, después de varias noches en las que yo había permanecido débil por el parto, me quedé dormida en un segundo, mi hija falleció, ni siquiera pude volver a sostenerla por última vez en mis brazos, el dolor que sentía en mi corazón era tan grande y Rocío se la llevó para poder sepultarla. – Dijo en un sollozo ahogado. – Cuando Joaquín volvió a las semanas se encontró con la desgracia y juntos lloramos la muerte de nuestra hija, yo duré años enferma, tomando remedios para levantarme, pero lo único que hacía era sentirme peor de ánimo, nunca pude volver a tener hijos. – Dijo triste, viendo a Candy a los ojos quien la miraba conmovida, observándola esta al ver que Roxanne era una mujer aún muy joven al igual que su marido Joaquín quienes no llegaban a los 35 años, ambos eran excelentes personas. – Por eso cuando te vi no puede evitar pensar en si mi bebé viviera sería exactamente igual a ti, tus ojos verdes y tus rizos dorados me recordaban a ella solo que… - Dijo para continuar tomando un poco de aire.

-Solo que pecosa. – Dijo Candy sonriendo de lado, aprovechado aquella pausa que hacía su madre. Roxanne sonrió con ternura.

-Solo que más grande. – Dijo para completar su frase. – En mi familia hay personas con pecas. – Dijo Roxanne. – Mi hermana y mi abuela era algo que las caracterizaba a pesar de las burlas que recibían en su infancia. – Dijo recordando que alguna vez su madre le había contado acerca de su abuela y ella había experimentado alguna vez que su hermanita menor había llorado por la burla de uno que otro amigo que tenía en Chicago.

-¿De verdad? – Preguntó Candy emocionada. Roxanne asintió.

-Por eso cuando te vi, me enamoré de ti Candy y acepté de inmediato que fueras mi hija, sobre todo al saber que eras huérfana. – Dijo con pena. – Por eso cuando comenzaste a convertirte en una señorita me puse en contacto con mi amiga Rose, pero me encontré con la terrible noticia que murió hace muchos años, yo dejé de escribir después de la muerte de mi hija y creí que ella lo había dejado de hacer por mi falta de comunicación. – Decía ya más tranquila.

-Entonces el compromiso quedaría anulado. – Dijo Candy intentando convencer a Roxanne de esa manera de que no la comprometiera a ella con aquel extraño joven.

-Candy, sé que para ti es difícil esta situación y no es como si yo quisiera obligarte a hacerlo. – Dijo obteniendo la atención de Candy. – Pero me gustaría que conocieras a este chico. Su tío se comunicó conmigo y dice que es una persona maravillosa, que aún está sin compromiso a pesar que él desconocía el acuerdo entre Rose y yo. – Decía intentando convencer a Candy. - ¿Qué sucede Candy? – Preguntó al ver el rostro de Candy angustiado.

-Lo que sucede es que conocí a un chico… - Dijo tímida y Roxanne abrió los ojos sorprendida por aquella revelación, sin embargo recordaba lo que era tener 17 años y sonrió dulce a sus palabras.

-¿Dónde lo conociste? – Preguntó dudosa, ya que en el rancho no había muchas opciones y al acabar de regresar de la Capital no comprendía dónde podía haberlo conocido ya que el colegio era de puras señoritas aún más difícil de conocer a alguien.

-Lo conocí hace muchos años, antes de venir a México. – Confesó Candy tímida. – Él fue el que cosechó y me obsequio la Dulce Candy y siempre ha sido el dueño de mi corazón. – Volvió a decir abriendo ante Roxanne por primera vez su corazón. Roxanne sonrió recordando que a su amiga también le gustaban mucho ese tipo de flores.

-¿Lo has vuelto a ver? – Preguntó con dulzura. Candy negó. - ¿Has tenido contacto con él después de que llegaste a México? – Volvió a preguntar, pero Candy negó sintiéndose tonta por primera vez al comprender que Anthony nunca había respondido su cartas.

-No… pero yo sé que él también sentía algo por mí... – Decía nerviosa. Roxanne la veía con ternura, le recordaba a ella misma la primera vez que conoció a Joaquín, quien al estar frente a ella le pareció tan guapo pero le apenaba reconocerlo, más aquella expresión en Candy le recordó a su esposo.

-Candy, sé que no puedo obligarte a nada. – Dijo de nuevo la mayor, no quería imponerle un matrimonio a la fuerza. – Pero me gustaría que conocieras a este joven, pronto vendrá a conocerte. – Dijo ante el brinco de sorpresa que pegó Candy al mencionárselo. – Y si no es o no eres la persona que él o que tú buscas, no te obligaré a nada. – Aquellas palabras reconfortaron a Candy, quien se arrojó a los brazos de Roxanne agradecida con ella por aquella oportunidad de decidir que ella le hacía.

-¿De verdad? – Preguntó aún sin poder creer su suerte. Roxanne asintió acariciando los cabellos de Candy, quien a pesar de ser de su misma estatura se podía acomodar a la perfección bajo sus brazos. - ¿Y si él cree que yo soy la indicada? – Preguntó con miedo al analizar un poco aquella posibilidad que podría suceder. - ¿Y si exige el cumplimiento del compromiso? - Preguntó alterada, con el corazón acelerado por aquella posibilidad que existía en su corazón y que no sería muy descabellada.

-Tú decidirás lo que mejor te convenga Candy. – Dijo su madre tranquilizándola. – Además no creo que William exija algo como ello, ante todo es un caballero. – Dijo Roxanne quedando en la mente de Candy que ese era el nombre del prometido que le llevarían. - ¿Harías eso por mí Candy? – Preguntó de nuevo para saber si ella la complacería. Candy asintió tranquila no atreviéndose a negarse a aquel pedido que a pesar de que aquel compromiso no era para ella, sino para la verdadera hija de Roxanne, conocería al tal William y se esforzaría por desilusionarlo para así pedir ella a sus padres le permitieran regresar a Lakewood en busca de Anthony, para poder así saber el motivo de su falta de respuesta a cada una de sus cartas y descubrir si él la había olvidado o qué había pasado con él y sus primos, los cuales tampoco le habían regresado ni una sola carta.

-Está bien mamá. – Respondió Candy con una sonrisa, comprendiendo que no estaría de más conocerlo ella haría su parte pero se esforzaría por no agradarle a aquel desconocido. Roxanne correspondió a aquella sonrisa y besó su frente para despedirla. Joaquín entró un momento después para saber cómo le había ido a su esposa, no era que estaba en desacuerdo con ella, pero creía que Candy era muy joven para estar comprometida.

-¿Cómo te fue? – Preguntó indagando en el rostro de su esposa la respuesta, viendo enamorado a su mujer a pesar de los años que tenían de casados, los sufrimientos y los altibajos en su matrimonio se habían mantenido unidos. El amor entre ellos había surgido casi de inmediato a pesar de que a Roxanne más de uno le había reprochado el haber aceptado un compromiso con un mexicano, pero sus padres habían organizado aquel evento y para su suerte Joaquín había sido más de lo que ella esperaba y lo mismo había sucedido para Joaquín, quien se enamoró de su dulce mirada y su aire de inocencia, así como su nobleza una cualidad difícil de encontrar en las chicas de la sociedad mexicana que él conocía ya que al ser la mayoría extranjeras buscaban lo mismo para ellas, sin embargo los padres de Roxanne no pensaban lo mismo y si bien fue la fortuna de sus padres la que compró el compromiso, fue el amor de ellos lo que los mantuvo unidos.

-Mejor de lo que esperaba. – Dijo Roxanne ante el suspiro de Joaquín, sonriendo traviesa al saber qué era lo que su esposo pensaba.

-Sigo pensando que es muy joven para comprometerse. – Dijo Joaquín de nuevo a su esposa, sintiendo los celos de padre por primera vez en su vida.

-Yo estaba más joven que Candy cuando nos comprometimos. – Dijo apretándose más a los brazos de su marido, quien también reafirmó aquel abrazo.

-Eran otros tiempos amor. – Dijo como excusa. Roxanne negó con un movimiento de cabeza.

-No te preocupes, William dice que su sobrino tampoco está de acuerdo con los compromisos arreglados, así que tal vez Anthony no quiera casarse y tengamos que ir a buscar al chico del cual Candy se ha enamorado. – Dijo ante la sorpresa de Joaquín, quien sintió una incomodidad al saber que su hija estaba enamorada.

-¿Enamorada? ¿De quién? – Preguntó sorprendido, observando los hermosos ojos azules de su esposa.

-Ya ves que no es tan pequeña. – Dijo sonriendo relatando lo que Candy había confesado minutos atrás.

-Veo que sacó a su madre en lo adelantada. – Dijo sonriendo al mismo tiempo que la miraba y ambos suspiraban porque aquello fuese cierto, sin embargo ninguno dijo su verdadero sentir, ambos habían sufrido aquella pérdida y no querían revivir en el ser amado ese dolor, un dolor que los acompañaba pero que no solo a Joaquín había despertado la duda conforme Candy iba creciendo.


Anthony regresaba a la mansión más tranquilo después de la pelea que había sostenido con Terry que a pesar de ser falsa le había ayudado a descargar su molestia y lo había hecho reflexionar con lo que debía hacer al respecto de aquel compromiso que su madre había hecho, ya que estuviera o no de acuerdo con ello era la palabra de su madre la que estaba en juego y él debía honrarla.

-Tío, tengo que hablar contigo. – Dijo en cuanto lo vio salir del despacho. Albert lo vio tranquilamente esperando que dijera lo que tenía que decir.

-Tú dirás Anthony. – Dijo Albert atento, observando a Terry que también estaba junto a él, sabiendo que era su amigo y que tenía confianza en él, intentando descifrar su rostro conforme lo miraba.

-Terry me ayudó a reflexionar más las cosas y he decidido que iré a México para yo mismo romper ese compromiso en persona. – Dijo sorprendiendo tanto a Terry como a Albert.

-Anthony… - Dijo Albert en desacuerdo. - ¿Por qué no te das la oportunidad de conocerla? Si no te gusta la chica entonces hablas con ella y sus padres. – Dijo el mayor para que no fuese predispuesto a terminar únicamente.

-Además no es como si ella fuera a caer rendida a tus pies. – Dijo Terry socarronamente. – Tal vez la pobre chica se asusta con tu fea cara y sale corriendo. – Dijo ante la risa de él mismo y la mirada inconforme de Anthony quien le daba un leve empujón por su comentario.

-Terry tiene razón.- Dijo Albert sorprendiendo a Anthony. – No en la parte de que eres feo, porque casi eres tan guapo como yo. – Dijo provocando la risa ahora de Anthony. – Sino en que tal vez Dulce no esté de acuerdo tampoco con este compromiso. – Dijo revelando el nombre de la prometida de Anthony.

-¿Dulce? – Preguntó Anthony intrigado por el nombre que salió de los labios de Albert y que por alguna extraña razón lo estremeció tan solo de escucharlo.

-Dulce De la Garza. – Dijo Albert de nuevo.

-¿Es mexicana? – Preguntó Terry por el singular apellido que mencionaba el mayor.

-Mitad mexicana. – Respondió Albert. – Roxanne es completamente rubia, muy hermosa según recuerdo, de unos ojos azules bastante bellos y vivarachos, con una chispa de alegría y picardía al mismo tiempo y su marido recuerdo que era un chico muy alto de piel morena y ojos verdes, grandes y expresivos. – Decía recordando vagamente lo que había visto de niño.

-¡Fiuuu! – Dijo Terry. – debe de haber salido una chica muy hermosa de ellos dos. – Dijo travieso. - ¿Tendrá una hermana? – Preguntó divertido. – O tal vez yo podría tomar tu lugar, yo soy más guapo que tú. – Decía bromeando nuevamente con él.

-Sobre todo por tu cabello de niña y tus buenos modales. – Se defendió Anthony de la misma manera que él.

-¡Oye! ¿Qué tiene el cabello largo? – Preguntó Albert quien a pesar de que ya se lo había cortado a él le gustaba usarlo así.

-Acéptalo tío, te ves mejor así que como vagabundo. – Dijo Anthony. – Las chicas te siguen más así. – Agregó divertido por la charla que habían iniciado los tres.

-Es verdad tengo que admitirlo. – Dijo Albert siguiendo el juego a su sobrino y a Terry.

-Pues yo no me corto el cabello ni aunque me lo pida el mismo Duque de Inglaterra. – Dijo irónico a aquel comentario. Anthony y Albert reían por su comentario.

Cuando todo estuvo listo para por fin ir hacia México, Terry también se preparaba para partir.

-¿Estás seguro que no quieres que te acompañe? – Preguntó Terry una vez más a su amigo. Anthony negó sonriendo, agradecía sus intenciones pero sabía que por culpa suya había perdido mucho tiempo para realizar sus propios planes.

-No, es algo que debo de hacer solo. – Respondió tranquilo con una sonrisa de agradecimiento. – Además ya has pospuesto tu viaje por varios días y tienes que comenzar a realizar tu sueño. – Dijo de nuevo agradecido con su amigo.

-Sabes que puedes contar conmigo. – Dijo Terry sonriendo sincero, estriando su mano para después darle un abrazo sincero y fraterno.

-Lo sé muy bien. – Dijo Anthony abrazando a Terry para despedirse de él. Ambos chicos habían forjado una gran amistad a pesar de los violentos encuentros que habían enfrentado al conocerse, pero Anthony había sido el único además de Archie que lo había emparejado en una pelea, sin embargo sentía que Archie era igual de impulsivo que él, por ello no podían ser tan buenos amigos como ellos dos, ya que Anthony era más tolerante y había sabido comportarse a la altura con él y eso había contribuido a que se hicieran amigos más cuando se dieron cuenta que ambos estaban igual de solos e incomprendidos.

Ambos carruajes salieron de la mansión de las rosas, pero con rumbos totalmente diferentes, Terry iría hacia Nueva York y se hospedaría en la mansión Ardlay a ofrecimiento de Anthony y Albert. Anthony por su lado iría junto con Albert y George a México, acompañados todos de una gran escolta.

-¿Es necesario tantos hombres? – Preguntó Anthony confundido al ver que la gran escolta de hombres comenzaba a seguirlo.

-Los caminos en México son aún más peligrosos que aquí Anthony. – Respondió Albert. Anthony suspiró una vez más pensando en Candy.

-A todo esto, ¿La tía abuela está enterada de esto? – Preguntó curioso ya que sabía bien que la anciana a pesar de que ya no le había mencionado el compromiso con Elisa no creía que permitirían que viajaran rumbo a un lugar que tenía fama de estar lleno de bandoleros y asaltantes.

-La tía abuela sabe que Roxanne Williams se comunicó conmigo, y después de que le dije todos los beneficios que traería este compromiso dio su consentimiento para que fuéramos a conocer a la señorita De la Garza. – Dijo Albert con una sonrisa cómplice demostrando que ahora él estaba actuando por su cuenta haciendo valer su posición como patriarca del clan, mientras Anthony suspiraba triste por la manera en la que se movían los compromisos entre la sociedad a la que pertenecía.

-¿Entonces sabe que la señorita De la Garza vive en México? – Preguntó Anthony a sabiendas de la respuesta que obtendría.

-No creo que le importe mucho después de ver el monto al que asciende la fortuna de los De la Garza. – Decía pronunciándolo con dificultad al saber que Anthony igual que él no le importaba mucho ese tema. Anthony suspiró.

-No me gusta este tipo de negocios. – Dijo a sabiendas que él rompería aquel compromiso lo antes posible para volver a Lakewood y continuar con la búsqueda de Candy.

-Te entiendo mejor de lo que crees. – Dijo Albert suspirando. Anthony lo observó curioso a su semblante. – La tía abuela ya me dijo que tiene a una persona que es la indicada para mí. – Dijo incómodo.

-Pero tú eres el patriarca de la familia ¿También puede hacer eso contigo? – Preguntó Anthony visiblemente sorprendido por aquel anuncio que hacía su tío.

-Tuve que dar la misma respuesta que te propuse. – Dijo sonriendo travieso a su sobrino.

-Entonces estás en la misma situación que yo... – Dijo divertido, a sabiendas que podría aprovecharse un poco de aquella situación para convencerlo de que no accedería a casarse obligado por nadie.

-Creo que eso debe de ser algo con lo que debo romper. – Dijo Albert pensativo, refiriéndose a las libertades que se tomaba la tía abuela con los compromisos de los integrantes de la familia. – O por lo menos quitarle ese poder a la tía abuela. – Dijo a modo de broma, sin embargo era verdad lo que decía.

-¿Entonces porque vamos a México a conocer a mi prometida? – Preguntó Anthony irónico. Albert le sonrió.

-Roxanne es una mujer que ha sufrido mucho, me reveló los motivos por los que había dejado de escribir con tu madre y me conmovió su historia, así que yo mismo quise cerciorarme del asunto. – Dijo revelando un poco del motivo que tenía su tío para ir a México.

-¿Crees que está mintiendo? – Preguntó Anthony intentando comprender los motivos de su tío.

-De ninguna manera. – Respondió tranquilo. – Roxanne es una mujer de principios, sin embargo hay algo en su historia que me provoca curiosidad. – Decía pensativo. Anthony lo escuchó curioso, no entendía mucho los motivos de su tío pero tampoco lo veía con ganas de hablarlo, así que no averiguaría más, de todas formas fuese o no amiga de su madre él se encargaría de la mejor manera posible romper con ese compromiso que él consideraba absurdo.


Candy por su lado hablaba con María acerca de lo que su madre le había dicho con respecto a su compromiso.

-¿Qué vas a hacer Candy? – Preguntó María preocupada por la situación de su amiga, la apreciaba tanto que no quería verla sufrir en un matrimonio por conveniencia como las demás señoritas de la alta sociedad de las que había escuchado.

-Recibiré a ese joven que me dice mamá. – Dijo con cierta travesura en su mirada. - Pero yo me encargaré de decepcionarlo. – Dijo traviesa, de todas formas no era la primera vez que hacía correr a alguien que estaba interesado en ella, ya lo había hecho con los Britter alguna vez. No haría todo eso solo por el amor a Anthony porque temía haberlo perdido, sino porque consideraba que era injusto que dos personas se casaran sin amor solo a conveniencia de los padres, a pesar de que Roxanne le reveló que el de su amiga Rose y ella era un deseo que habían hablado de niñas. Sonrió al recordar que había prometido algo similar con Annie, recordando a su antigua amiga, hacía tiempo que no la recordaba, pero deseaba que hubiese alcanzado sus sueños.

-Veo que tienes un plan. – Dijo María divertida. Candy volvió a sonreír con picardía al darse cuenta de que ella le había entendido a la perfección.

-¡María! La señorita tiene cosas que hacer. – Dijo Rocío hablando a su hija de nuevo ya que no le gustaba que María hablara con Candy con tanta familiaridad.

-No se preocupe señora Rocío. – Dijo Candy comprobando una vez más que Rocío se ponía demasiado extraña cuanto la tenía cerca, más de una vez lo había notado, sobre todo cuando ella había dicho su nombre frente a ella, a partir de ese momento su actitud hacia su persona era muy nerviosa. – María me está ayudando a elegir el guardarropa de esta noche. – Decía Candy. Rocío sonrió a duras penas y salió de la habitación de la rubia sin realizar sus obligaciones. – Creo que no le caigo bien a tu mamá. – Dijo Candy a María.

-No digas tonterías. – Dijo María. – Así es ella, desde la muerte de la hija de los patrones cambió mucho. – Dijo María quien vagamente recordaba aquellos años al ser tan pequeña.

-Mi mamá me dijo que tu mamá la ayudó, que se había llevado el cuerpo de la bebé. – Dijo Candy sintiendo de nuevo ese dolor agudo en su pecho un dolor punzante en su corazón.

-Yo no recuerdo ese día. – Dijo María. – Pero recuerdo que mi mamá me dejó en casa con el Sr. Leagan y con mi hermanita y cuando mamá llegó el salió del jacal y afuera hablaron sobre algo que no entendí. – Decía María, ella era muy pequeña cuando todo sucedió y no ponía mucha atención a la relación que su mamá había mantenido con el Sr. Leagan.

-¿Tienes una hermana? – Preguntó Candy, recordando que no había visto a nadie además de María junto a Rocío.

- No sé qué pasó con ella. – Respondió María seria. – Solo sé que después de la visita del Sr. Leagan yo no volví a ver a la bebé. – Dijo triste. Candy la veía con tristeza.

-¿Tu mamá es amiga de ese señor? – Preguntó Candy, sin revelar que ella conocía a sus parientes y que no eran buenas personas salvo el Sr. Louis que era según Candy el hermano mayor del Sr. Leagan.

-Hace tiempo él la visitaba seguido. – Dijo María un poco apenada. Candy comprendió a que se refería ambas ya estaban muy creciditas para no entender las visitas de un hombre a una mujer o de un hombre despechado.

– Sin embargo un día pelearon muy fuerte y él jamás volvió, solo que tu papá no sabe que ellos se veían a escondidas. – Dijo María apenada como diciéndole a Candy que ese era un secreto de su mamá.

-¿Por qué? - Preguntó Candy queriendo saber más.

-No lo sé, creo que cuando eran jóvenes el Sr. Leagan quería casarse con la señora Roxanne pero la señora nunca lo quiso y después ella fue comprometida con el patrón y dice mi mamá que de un día para otro se estableció a unos kilómetros de aquí y eso no le gustó al patrón. –

-A mí el señor Leagan me da desconfianza. – Dijo Candy abrazándose a sí misma, como si lo conociera a pesar que solo lo había visto algunas veces y creía que era por el gran parecido que tenía con el idiota de Neal, sino fuera por su color de piel y de ojos, sobre todo la sonrisa maliciosa cuando la miraba fijamente como si la conociera era lo que más la hacía recordar al odioso moreno.

-No es un buen hombre. – Dijo María simplemente, recordando las veces que la veía de una manera que la hacía sentir verdaderamente incómoda y más las veces que se había "aparecido" frente a ella para intentar algo más que una plática.

Pronto organizaron el vestuario que Candy utilizaría la primera noche que recibiría a su prometido, segura de que aquel que vendría era un joven presuntuoso y tal vez incapaz de revelarse a los deseos de los demás y eso era algo que ella no admiraba en ningún hombre.

-¿Estás segura Candy? – Preguntó María indecisa.

-Estoy segura. – Dijo Candy con una sonrisa divertida, el vestuario que había elegido era muy diferente al que su mamá le había seleccionado, uno que estaba compuesto de ajuares y telas importadas, uno que sin duda era digno de una princesa, con el propósito de impresionar a un príncipe, pero como ella ya había elegido a su príncipe y no era el que llegaría decidió vestir de una manera más tradicional y acorde al lugar donde ahora vivía.

-José está muy enojado por todo esto. – Dijo María tímida, ya que los rumores de que llegaría el prometido de la señorita De la Garza se habían esparcido por todo el rancho.

-Lo siento. – Dijo Candy ya que sabía que María estaba enamorada de José y sabía bien que este no correspondía a los sentimientos de la morena.

-¿Por qué? – Preguntó María confundida por la disculpa que le daba la rubia.

-Yo sé que tú amas a José. – María sonrió agradecida y volteo a ver a Candy quien seguía apenada.

-Candy, yo ya no estoy enamorada de José. – Dijo para sorpresa de Candy. - ¡Mujer eres una despistada! – Dijo una vez más y Candy la miró sin entender su comentario.

-Juan y yo tenemos hartos meses que somos novios. – Dijo con una cara radiante de felicidad.

-¿De verdad? – Preguntó Candy emocionada, sabía que a ella le gustaba José y desde que llegó al rancho pudo sospecharlo, pero jamás pensó que las cosas hubiesen cambiado tanto esos dos años.

-¿Por qué no me lo habías dicho? – Preguntó Candy a María.

-Porque pensé que lo habías notado. – Respondió María segura. – Juan es tan diferente a su hermano a pesar de que se parecen tanto físicamente, pero yo temía hacerle caso porque Juan era mucho más mujeriego. – Dijo con una sonrisa. – Pero dice que ahora será diferente por mí. – Decía emocionada y enamorada. Candy la veía pensando en lo suertuda que era María por estar con el chico que ella amaba.

-Me alegro por ti. – Dijo con una sonrisa sincera, feliz por María.

Ambas chicas salieron a cabalgar acompañadas de los gemelos y mientras Candy veía como María y Juan se perdían entre los árboles del huerto, ella se quedaba con José quien seguía igual de serio y mala cara como siempre.

-Me dijo Juan que tú no quieres casarte. – Dijo como si hubiesen sido amigos desde hace mucho tiempo. – Candy sonrió por aquel intento de hablar con ella.

-No me casaré. – Respondió segura. – Mi mamá me pidió que lo conociera y eso haré, pero tengo un plan para que el pobre chico no tenga el más mínimo interés en mí. – Dijo divertida. José la miraba admirando su belleza, incapaz de apartar la vista de ella por un momento. Candy era muy inocente en ese punto e ignoraba la admiración que tenía en ella.

Cuando Anthony y Albert cruzaron la frontera después de tres días de cansado camino un grupo incluso mayor que el que ellos llevaban de hombres armados les cerraron el paso.

-¿Qué sucede? – Preguntó Anthony desconfiado al ver aquella cantidad de hombres armados frente a capitán de la escolta.

-No tengo idea. – Dijo Albert sin bajar del carruaje a pedido de George.

- Vuelvo en un momento. – Dijo George quien se bajó con el revólver a la vista. Anthony y Albert lo miraron un tanto sorprendidos ya que no sabían que George también estaba armado y ellos ni enterados, mucho menos porque ninguno de los dos sabía de ese tipo de armas.

-Buenas tardes. – Se escuchó una voz que no era la de George.

-Buenas tardes. – Respondió George, después las palabras sonaron distorsionadas, no alcanzando a escuchar que era lo que hablaban a pesar de que ambos intentaban agudizar el oído.

-¿Qué sucede? – Preguntó Albert cuando George subió de nuevo al coche.

-Es el Sr. Felipe González. – Respondió George acomodando de nuevo su revólver de tal manera que se mantuviera oculto. – Es la mano derecha del Sr. Joaquín De la Garza. – Dijo de nuevo George con respeto por el posible futuro suegro de Anthony. – Él nos escoltará hasta el rancho ya que ha habido muchos asaltos los últimos días. – Dijo George para informar a sus patrones del motivo de tanto hombre armado.

Anthony se asomó por la ventana del carruaje y pudo observar que efectivamente aquellos hombres eran demasiados, sin embargo en todos ellos se veía que había una manera de confiar.

-¿Sabes usarlo? – Preguntó Anthony a George, refiriéndose al revólver que llevaba en el cinturón de su pantalón, pero escondido por su largo saco.

-Es algo que tuve que aprender hace mucho tiempo. – Respondió George con una sonrisa. Anthony asintió y George volvió a sonreír.

El camino era largo pero una vez en el lado mexicano la llegada era cuestión de unas horas, y pronto se acabaría aquella farsa a la que Anthony tenía que enfrentar.

Una diligencia que se acercaba fue advertida por Candy quien al ver tan elegante carruaje y el aspecto de algunos de los hombres que los acompañaban así como ver a Felipe encabezando la escolta la hizo pegar un brinco para regresar a todo galope hacia la hacienda y prepararse así para comenzar su plan.

-¡Dulce, espera! – Gritó José al ver que repentinamente Candy salía corriendo en su yegua color vino.

-¿Qué sucede? – Preguntó Juan quien llegaba junto a María, ambos parecían que habían comido pitahaya.

-No lo sé, Dulce salió corriendo en cuanto vio aquella diligencia. – Dijo José señalando a lo lejos lo que Candy había visto, sin tomar en cuenta los labios de ambos jóvenes.

-¡Si serás tarugo José! – Dijo Juan molesto. - ¡Es mi apá que ya viene con el gringo! – Dijo comenzando también la cabalgata, seguido por María y a lo último por José.

María siguió el camino que Candy tomaba ya que ambas habían salido a escondidas de la hacienda. Candy caminaba con maestría por el tejado para después subir a la cornisa y llegar hasta el balcón de su habitación. María a duras penas la seguía en su paso y detrás de ella venía Juan y José.

-¿Qué hacen aquí? – Preguntó Candy al ver que ambos chicos también habían llegado a su habitación.

-Queremos ayudar. – Dijo José a la rubia.

-No es necesario. – Dijo Candy.

-Además, es la habitación de la Srita. De la Garza y si el patrón o su apá los ven estarán en serios problemas. – Dijo María volviendo a la realidad al par de jóvenes.

-Tienen razón sonso. – Dijo Juan a José. – Vayámonos antes de que alguien nos vea aquí. – Dijo Juan de nuevo, comenzando a bajar seguido de su hermano quien no estaba muy convencido de irse de ahí ya que no quería que Candy fuese comprometida.

-Hemos llegado. – Dijo George cuando vio los árboles que comenzaban a formarse en un camino que los llevaría hasta la hacienda. Anthony observaba maravillado todos los paisajes pensando que no era ni la más mínima idea que tenía de aquel lugar, ya que siempre se había imaginado México como un lugar triste, lleno de rocas y tierra estéril y lo que veía era un paisaje colorido, lleno de árboles y muchos riachuelos que corrían alrededor.

La diligencia paró de pronto entrando a los límites de la hacienda caminando unos diez minutos más hasta llegar a la entrada de arcos que anunciaba que habían llegado por fin a su destino.

Continuará…

Hola hermosas y hasta aquí tenemos el último capitulo doble de esta historia, a partir del siguiente serán a la mitad, así que no se les vaya a olvidar. Muchas gracias por los comentarios que he recibido en esta historia, les agradezco de verdad que se tomen el tiempo de leerla.

María José M. Hola hermosa, así es fuiste la primera en comentar, muchas gracias por estar al pendiente de la historia. Así es Anthony y Terry son amigos y Candy fue a estudiar a la Cd. de México así que no conoció a las monjas del San Pablo, sino a las del Colegio de Las Vizcaínas. Muchas gracias por tu opinión acerca de mis historias y tienes razón, cada una tenemos nuestro estilo y no es justo una comparación mucho menos cuando la mayoría de ellas tienen mucha más experiencia que una servidora que solo escribe por diversión y que aún lleva muy pocas historias. Te mando un fuerte abrazo y sobre todo mis mejores deseos hermosa. Saludos!

TeamColombia. Hermosas ahora si que me "pusieron a parir chayotes! jajaja tuve que leer dos veces algunos comentarios porque no entendía que querían decir en algunas líneas, tal vez fue la rapidez al escribir o que lo hicieron desde su celular, después del tercer intento pude descifrarlo ;) jajaja. Muchas gracias por leer como siempre y sobre todo por estar al pendiente de la historia. Mil gracias por su comentario, les mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Julie-Andley-00. Hola hermosa, entiendo perfectamente lo que quieres decir y por supuesto que esperaré tranquila tus teorías. Muchas gracias por leer y sobre todo por dejar tu comentario, me alegra que siempre estés al pendiente de la lectura. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones, hasta el próximo hermosa.

Guest. Hola hermosa, muchas gracias por leer y dejarme tu comentario me da gusto que leas la historia. Te mando un fuerte abrazo y mis sinceros agradecimientos.

Mayely León. Hola hermosa, gracias a Dios salió todo bien. Mucha gente no confía en la vacuna y tal vez tengan razón, pero me decidí a ponerla para no exponernos mucho, ojalá que sea para bien y solo queda encomendarme a Dios. Es cierto lo que dice tu esposo, él es médico y quien mejor que él para que esté al pendiente de ti. A este punto creo que ya confirmaste tu teoría y espero estés feliz porque aceptaste. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Carolina Benitez. Hola hermosa siento haber cortado el anterior en lo más emocionante, espero que este también te deje con ganas de leer más. Me aventuré a explorar algo diferente muchas gracias por notarlo ya que a veces que nadie nota o se olvidan de las anteriores. En este capítulo ya leíste que Anthony fue el que decidió a ir a México para conocer a su prometida y terminar así el compromiso, ahora vamos a esperar que sucede cuando están ambos frente a frente. Yo también desearía que la escritora no hubiese sido tan cruel con el personaje de Anthony, pero creo que me molestaría mucho más si no lo hubiese dejado con Candy. Que bueno que ya te pusiste la vacuna me da gusto que no hayas tenido reacciones negativas yo me puse la Pfizer pero aún me falta la segunda dosis. Entiendo tu broma y si te veo en la ventana te invito un café para platicar un rato jajaja. Gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Clint Andrew. Hola hermosa bienvenida a la lectura de esta historia, muchas gracias por dejar tu comentario y por tomarte el tiempo para comenzar a leer, espero que te guste, me agrada mucho que te resulte entretenida ese es el objetivo de cada una de mis historias para que podamos divagar un poco nuestra mente y me alegra que lo sea para ti. Esa Elisa es una facilota jajaja así que no creo que Albert se deje engañar por ella y sus "encantos", todo parece indicar que tienes razón el destino es medio caprichoso y tenía el gusanito de buscarle una manera a Candy de encontrar a su verdadera familia y esta historia es el resultado de ello, nuevamente gracias por leer hermosa. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

lemh2001. Hola hermosa, muchas gracias por tu comentario agradezco mucho tus palabras eres la primera (creo yo) que me escribe de Guatemala, y estoy profundamente agradecida por hacerme saber desde donde lees la historia. Me alegra que con esta lectura puedas creer de nuevo en el amor aunque tengo que reconocer que el de mis historias está demasiado idealizado, mas no por ello es imposible llegar a encontrarlo. Agradezco el honor que me haces al decirme Escritora, pero creo que el puesto me queda grande, aún así te agradezco ese honor. Espero que te guste este nuevo capítulo y ojalá te animes a dejarme de nuevo un comentario. Saludos hermosa y bienvenida nuevamente!

Bueno bellas, espero que todas estén muy bien, muchas gracias por leer y sobre todo por buscar el tiempo para dedicarle a la lectura. Quiero agradecer a cada una de las personas que leen de manera anónima pero que sus visitas se quedan grabadas en el registro diario. Gracias a los países que se han unido a la lectura, espero me dejen su comentario en el idioma que gusten yo lo traduzco para eso está google jajaja. Bendiciones a cada una de ustedes hermosas.

GeoMtzR.