LEJOS DE TI

CAPÍTULO 9

CANDY Y ANTHONY SE BESAN

La mirada de Candy se posó en la figura de Anthony, sus ojos se habían quedado atrapados en su mirada azulada, una mirada que desprendía un brillo muy particular al observarla de frente, ninguno de los dos podía quitar la atención que tenían uno en el otro, sus ojos viajaban por las líneas de su cuerpo y sus bocas mostraban una sonrisa tan radiante que eran incapaces de ocultarla, por unos segundos ninguno de los dos habló.

-¿Querías encontrarme? – Preguntó por fin Candy, una vez que el ruido del relinchar de los caballos los sacó de su pequeño trance.

-Te prometí que lo haría pecosa. – Respondió el rubio sin dejar de sonreír, feliz por tener por fin frente a él a su añorada pecosa.

-Llegamos. – Dijo José de nuevo, bajándose del caballo para ser él el que ayudara a bajar a Candy, sin embargo Anthony adivinó sus intenciones y al tenerla de la mano ella se bajó por el lado contrario solo para que el rubio la sostuviera entre sus brazos.

-¡Juan! – Dijo María emocionada por ver a su novio, al cual casi no había visto los últimos días ya que fungía como niñero de su hermano.

-¡María! – Decía Juan emocionado de igual forma, levantando en brazos a la hermosa morena de cabellos negros que lo recibía.

-Hola María. – Dijo Candy saludando a su amiga.

-Hola Candy. – Dijo apenada al ver a Anthony, sintiéndose cohibida ante la presencia del rubio.

Los peones llegaron por los caballos, mientras José se retiraba molesto por lo que sucedía frente a él, dejando a su hermano y a María en compañía de los rubios.

-No le hagan caso. – Dijo María. – Así es de amargado. – Anthony rió por su comentario.

-Es verdad. – Dijo Candy. – Siempre ha tenido muy malos modales, no se parece en eso a ti Juan. – Dijo Candy. Juan sonrió de lado compadeciendo a su hermano ya que él había padecido lo mismo cuando María suspiraba por él, la diferencia era que él había intentado salir con una y otra chica para intentar olvidarse de ella pero sin éxito alguno.

-Compréndelo Candy, es difícil cuando no se es correspondido. – Decía Juan a la rubia. Anthony lo escuchó también poniendo atención a esas palabras, comprendiendo sin mucho esfuerzo lo que decía el gemelo de aquel que intentaba incomodarlo con su presencia.

-Entiendo Juan, pero ninguno de nosotros tenemos la culpa de que su chica misteriosa no se fije en él. – Decía Candy demostrando a todos principalmente a Anthony que no sabía que ella era aquella chica misteriosa de la que alguna vez les había hablado. – Debería buscar a una chica que lo valore realmente. – Decía mientras los demás la observaban confundidos de que no supiera que hablaba de ella misma, sin embargo María sabía perfectamente que ella era un tanto inocente en el plano del amor, siempre había recordado a su príncipe y al tenerlo cerca se daba cuenta que ella era así, que amaba y se entregaba por completo a aquel sentimiento que había nacido en su tierno corazón infantil.

-Hay ocasiones que la chica es tan inolvidable que no es posible cambiar tan fácil tus sentimientos. – Dijo Anthony con ternura ante la inocencia de Candy, recordando que a él le habían dicho tantas veces lo mismo que sintió pena por aquel joven que sufría el desamor de Candy, porque él ya estaba convencido que el amor de la pecosa era únicamente para él, y sería un tonto si la dejaba ir amándola como la amaba y menos al saberse plenamente correspondido gracias a la confesión que había tenido hacía algunos minutos atrás. Anthony había comprobado que el amor que decía sentir por la rubia desde niños no era nada comparado con las emociones que comenzaban a aflorar por ella en esos momentos.

-Pero si ella ama a alguien más tampoco sería justo para ella alejarse de la persona amada. – Dijo Candy como si en ese preciso momento le hubiera llegado a la mente la posibilidad de ser ella aquella joven afortunada.

-Y menos si tiene a un joven que la ama más que a su vida misma. – Dijo Anthony abrazándola con ternura, acercándola a su pecho para protegerla y consolarla por lo que él creía era un descubrimiento de la rubia, más sin embargo Candy solo se había puesto en el lugar de aquella muchacha de la cual ella ignoraba su identidad, creyendo imposible que fuera ella por la manera en la que José siempre la había tratado.


Albert bajaba junto George y a los Sres. De la Garza quienes sonreían al ver a la pareja de enamorados que por fin aparecían ante sus ojos.

-Que hermosa pareja hacen. – Dijo Roxanne orgullosa de verlos tan enamorados. – Rose estaría muy orgullosa de ellos. – Decía a Albert quien asentía sintiendo el mismo orgullo que Roxanne, más cuando veía por fin una sonrisa genuina en Anthony, una sonrisa que él tanto había deseado ver en él desde que había vuelto a verlo.

-Desde el cielo los bendice, Roxanne. – Dijo Albert seguro apreciando aquella imagen de los dos rubios.

Unos gritos que provenían desde las caballerizas llamaron la atención de todos, al llegar al lugar José y un grupo de peones estaban alrededor de Satán el cual se negaba a ser montado por José, quien insistía en montarlo una vez más, quería lograrlo así como lo había logrado el rubio y al parecer ya lo habían intentado montar los otros dos hombres porque yacían en el suelo sacudiendo sus ropas por haber sido arrojados con fuerza por el equino. Anthony miró furioso aquella escena ya que había formado un vínculo muy especial con aquel noble y necio corcel.

-¡Sosténganlo! – Gritó el moreno provocando que Satán relinchara sobre sus dos patas y José le diera con ambas espuelas en la parte baja de sus ancas, provocando movimientos más bruscos e intensos por el dolor. José fue a dar al suelo y se levantó con el orgullo herido, cuando vio que Anthony se acercaba para intentar calmar al enfurecido caballo.

-Tranquilo bonito, tranquilo. – Le decía, quien por el momento se tranquilizó, pero cuando vio que detrás de Anthony venía de nuevo José con los puños cerrados volvió a alebrestarse levantándose de nuevo en sus patas traseras para defenderse de aquel que insistía en montarlo.

-¡Quítate! ¡Tú no sabes lo que hago! - Gritó José a Anthony.

-¡Al parecer eres tú el que no sabe lo que hace! – Respondía Anthony indignado por el trato a Satán.

-¡José! – Gritaba De la Garza también molesto por el proceder del muchacho, sin embargo aquel joven no entendía razones, sus celos estaban saliendo de control y buscaba el pretexto perfecto para descargar su coraje con el rubio quien también estaba esperando defenderse. - ¡Deja que Anthony lo controle! – Decía De la Garza, pensando que era una vez más otro episodio que hacía Satán y no que había sido provocado por el mismo José cuando lo llevaba a tirones a las caballerizas descargando su frustración por haber sido rechazado por Candy. Anthony volteó a ver a Satán quien seguía incontrolable.

-¡Ten cuidado Anthony! – Gritaba Candy bastante asustada, pensando que algo malo podría pasarle al rubio, mientras José seguía necio levantando el fuete contra el caballo quien miraba aquel objeto de tortura en sus manos y más se revelaba.

-Tranquila Candy, él sabe lo que hace. – Decía Albert, sin embargo él mismo temía por la seguridad de su sobrino.

-¡Atrás! – Decía Anthony para que todos los que intentaban domarlo se alejaran del caballo.

-¿Qué no escucharon? ¡Retrocedan! – Gritó De la Garza, obedeciendo la mayoría de los peones menos José.

-¡He dicho que atrás! – Dijo Anthony con una mirada dura a José quien levantó su fuete para darle a Satán, retando a Anthony para demostrar que él podía más que el caballo. Anthony molesto quitó el fuete de las manos del vaquero y lo rompió ante sus ojos, provocando que este se molestara tanto que empujó a Anthony repentinamente. Anthony hizo lo mismo, pero el grito de angustia de Candy lo volvió a lo que estaba, buscando la manera de mantener a Satán para poder calmarlo.

A pesar de la altura del caballo Anthony logró ingeniárselas para subir a la silla, aferrando con todas sus fuerzas las riendas y asegurándolas con su antebrazo las jalaba hacia su pecho. Satán a pesar de saber que era Anthony quien lo montaba estaba muy alterado y no podía controlarse, así que Anthony se aferró a él para que se cansara y detuviera poco a poco sus bruscos movimientos. Candy y los demás espectadores veían aquel espectáculo sorprendidos por la habilidad de Anthony de domar a aquel caballo que nadie había montado más de dos minutos.

-¿Estás bien? – Preguntó Candy corriendo hacia Anthony quien la recibió feliz entre sus brazos.

-Estoy bien pecosa. – Dijo besando su frente con respeto y cariño por la presencia de sus suegros y tío.

José escuchaba la manera que le llamaba y se molestaba porque recordaba que cuando la había conocido ella le reclamó esa forma de llamarla, sin embargo con Anthony no se enojaba ni mucho menos le reclamaba

-¡José! – Llamó Felipe a su hijo. Juan sentía pena por su hermano.

-Felipe tienes que controlar a tu hijo. – Dijo Joaquín acercándose a Candy y Anthony el cual traía el pantalón desgarrado de la rodilla hacia arriba por el esfuerzo que había hecho para calmar a Satán. – Muchacho, veo que tienes un don con Satán. – Dijo sonriendo orgulloso porque fuera su yerno. – Nadie había sido capaz de mantener a ese endemoniado animal hasta que tú llegaste. – Decía con una sonrisa. – Por eso el nombre de Satán, uno que no simpatizó mucho a Candy y a mi esposa tengo que admitirlo, pero los trabajadores son necios y así lo bautizaron. – Dijo Joaquín a Anthony.

-Es un caballo noble, pero no le gusta que lo lastimen. – Dijo Anthony. – Tengo un caballo que es igual que Satán, solo que es completamente blanco, mi tío me lo regaló siendo un potrillo, y a él tampoco lo he azotado una sola vez. – Admitió orgulloso de su acción.

-Es verdad. – Dijo Albert corroborando lo que decía su sobrino. – Y es un caballo que solo necesita escuchar el chiflido de Anthony para salir de las caballerizas en su búsqueda. – Decía Albert con gracia, comentando alguna que otra anécdota que tenía del caballo.

-Creo que serías bueno para el rodeo de este fin de semana. – Dijo Joaquín a Anthony, mientras palmeaba su hombro.

-¿Un rodeo? – Preguntó Anthony y Joaquín asintió.

-Pronto será el festejo del día de San Juan y los trabajadores organizan uno ya que es difícil ir hasta el pueblo más cercano o a la capital, así que se organiza una fiesta en su honor. – Explicó De la Garza. – Solo que necesitas otro tipo de ropa. – Mencionó con gracia al notar que sus pantalones se habían desgarrado por la fuerza que había utilizado para sostenerse, hecho que provocó la pena y a la vez la risa del rubio y los demás, hasta Candy sonreía apenada porque podía ver la piel tan blanca que podía apreciarse por aquel desgarre, sonrojándose sin decir nada más.

Felipe iba en busca de su hijo quien se había ido molesto por lo que había sucedido sintiéndose traicionado por todos, hasta por el mismo Satán quien nunca lo había querido.

-¿José qué pasó contigo hijo? – Preguntaba Felipe confundido, intentando comprender a su hijo.

-¡Nada papá! – Decía molesto respondiendo con un tomo amargo.

-Hijo, tal vez sería mejor que hable con el patrón para que te envíe a la capital. – Decía con tristeza. José abrió los ojos sorprendido por aquella sugerencia que hacía su padre. – Creo que es la única manera de controlar esta situación. – Decía Felipe incómodo por toda esa situación que vivía su hijo. Lo quería pero sabía bien que los sentimientos de Candy jamás habían favorecido a su hijo a pesar de lo buena y noble que podía ser la rubia y de que seguro no le importaría la situación económica de su hijo, pero ella nunca había dado algún tipo de esperanza a su vástago.

-Tal vez sea lo mejor padre. – Respondió con resignación. – Pero por favor espera un poco más, intentaré mejorar mi comportamiento. – Felipe vio en su hijo a aquel chamaco pequeño que siempre cumplía sus promesas a diferencia de Juan que siempre era más indisciplinado, sin embargo el que le daba dolores de cabeza ahora era José.

-Muy bien hijo. – Dijo Felipe con un gesto de cariño, sonriendo José para corresponder a aquella caricia que su padre le hacía rara vez ahora que era un adulto.

Joaquín por su lado hablaba de todo con Anthony, sobre todo de la alegre fiesta que se venía próximamente y que ponto los trabajadores comenzaban a preparar para distraerse de sus labores y de aquella guerra que a pesar de no llegar de lleno a esos lugares si los había afectado bastante en pérdidas humanas, sobre todo a las familias de escasos recursos que como siempre eran las más afectadas por los malos gobiernos.

-¿A qué se debe la feria de San Juan? – Preguntó Anthony ya que para él sonaba como un festejo para Juan González, el hijo de Felipe y hermano de aquel que celaba a Candy.

-Es el día que se celebra el inicio de la época de lluvias. – Respondió Candy con mucha sabiduría, como si toda su vida lo hubiese festejado.

-¿De verdad? – Preguntó Anthony con una sonrisa.

-Aquí encontrarás festejos por casi todo Anthony. – Respondió Roxanne, y Candy asintió con una sonrisa. – Ya te acostumbrarás, si es que decides quedarte en la familia. – Mencionó como si de aquello quedara alguna duda.

-Créame señora Roxanne que es lo que he soñado tener desde hace mucho tiempo. – Le respondió mirando a Candy quien lo miraba enamorada, sorprendida por sus palabras, pero fascinada con que tuviera el valor de decirlo frente a su madre.

Roxanne no respondió a aquellas palabras, simplemente sonrió a la manera en la que el hijo de su amiga de la infancia veía a Candy y de esa manera comenzó a caminar hacia donde estaba su marido acompañado de Albert y de su inseparable George. Anthony y Candy ni cuenta se dieron de aquella ausencia, simplemente seguían mirándose uno al otro, cobijados por el reflejo de la luz de la luna que ya comenzaba a brillar, junto aquel cielo tan estrellado que parecía un manto luminoso sobre sus cabezas.

-¿Cómo va la pareja de enamorados? – Preguntó Joaquín a su esposa cuando la vio llegar a su lado. – Roxanne tomó la mano de su esposo y contempló sus ojos verdes, encontrando en ellos la mirada con la que Candy veía a Anthony, sus ojos se llenaron de lágrimas al reconocer ese hecho, mientras su corazón se aceleraba advirtiendo algo que creía imposible.

-Me atrevo a decir que pronto recibiremos una propuesta. – Dijo Roxanne con un nudo formándose en su garganta, un nudo que le impedía hablar, no por la emoción del compromiso, sino por la corazonada que latía en su corazón desde hace tiempo pero que su cabeza la tranquilizaba al decirle que eso era completamente imposible. Joaquín notó que algo no andaba bien con su esposa.

-¿Sucede algo amor? – Preguntó, ya que ya la había visto otras veces de esa manera, sin embargo ella no quería decir nada al respecto y él respetaba aquella intimidad a la cual tenía derecho a pesar que no le simpatizara del todo.

-Joaquín… Candy… - Decía con temor a que la tildara de loca, eso siempre había sido su miedo desde la primera vez que lo pensó, no en vano había vivido tantos años como ausente por el dolor causado por aquella pérdida que consideraba irreparable.

-¿Qué sucede con Candy amor? – Preguntó con cariño, esperando que le confesara que tenía la misma duda que tenía él.

-Ella… tus ojos… - Decía Roxanne sin explicarse bien, sin embargo Joaquín observó a Albert y a George quienes lo miraban comprendiendo lo que Roxanne quería decir.

-Roxanne ¿Su hija tenía alguna marca de nacimiento? – Se atrevió a preguntar Albert al ver la imposibilidad de Joaquín de hablar de ello, sus emociones también estaban a flor de piel. Roxanne observó a Albert descubriendo que algo habían hablado al respecto animándose a hablar por fin de lo que ella sentía en su alma martirizada.

-Fueron pocos días los que la tuve a mi lado. – Decía comenzando a temblar. Joaquín la condujo hacia adentro para que Candy no se diera cuenta del estado de su madre, quien comenzaba a sentirse mareada con todas esas emociones. Albert y George los siguieron para ver en qué podían ayudar para descubrir a verdad en torno a la "muerte" de la pequeña Camille y el abandono de Candy. – Pero recuerdo bien que Camille tenía un lunar en la parte baja de su espalda. – Dijo de nuevo, un lugar que por la edad de Candy no era sencillo descubrir. – Es un lunar que tiene Joaquín. – Dijo segura de lo que decía.

-¿Estás segura? – Preguntó Albert ya que había pasado tanto tiempo de ello.

-Estoy segura porque ese lunar tiene forma de luna. – Dijo Roxanne y Joaquín asintió confirmando lo que decía su esposa, a pesar de que él no había visto a su hija si podía decir que él tenía esa misma marca de nacimiento.

-Sólo hay dos personas que pueden comprobar si Candy lo tiene o no. – Dijo de nuevo Albert, refiriéndose a George quien entendía por su mirada que pronto tendría que emprender un viaje. – Joaquín asintió seguro que sabía a quienes se refería. – Joaquín ¿Cómo adoptó a Candy? – Preguntó porque tenía esa duda, más cuando él tenía todos los papeles que lo avalaban como el padre de la rubia. – Le pregunto porque yo hace años adopté a Candy como hija de los Ardlay. – Dijo Albert sin querer hacer reclamo, tanto Roxanne como Joaquín se sorprendieron con ese hecho. Ahí estaba ante ellos la persona que había impedido que todo se hiciera legal.

-Cuando quise adoptar a Candy y solicité los papeles al orfanato, obtuve la respuesta de que se habían enviado a una familia para que la adoptara, sin embargo no revelaban la identidad de aquella familia, y nosotros al estar tan maravillados con la presencia de Candy no nos atrevimos a investigar más. – Confesó Joaquín un tanto apenado por revelar aquello que había hecho. – Así que conseguí a un notario aquí en la capital que me proporcionó los papeles necesarios para hacer la adopción directamente aquí en México, y a pesar de que todo fue legal, no tengo la autorización del orfanato de donde ella vino. – Albert solo asintió comprendiendo ahora como era que Candy había sido adoptada. Por ese motivo Candy nunca había revelado el lugar en donde estaba ni siquiera a sus dos madres ya que había sido advertida de ese hecho y todos temían que se anulara la adopción hecha en México y Candy temía que los papeles siguieran en poder de los Leagan.

-¿Cuándo nació Camille? – Preguntó Albert, ya que él sabía la época en la que Candy había llegado al hogar de Ponny, lo había averiguado cuando inició su búsqueda, cuando la había iniciado hace muchos años, sin embargo aquella ocasión aún no tenían noticias de Candy en el orfanato.

-Camille nació el 7 de mayo de 1898. – Respondió Roxanne. – Una mañana muy fría. Ese año corrían vientos muy helados y los dolores me acompañaron toda la noche anterior. Joaquín no estaba y Rocío consiguió a una matrona en el rancho, después de varias horas Camille nació a las cinco de la mañana. – Dijo Roxanne sin dejar de llorar, esa la segunda vez que hablaba de aquello que tanto la lastimaba.

-Es la fecha que Anthony obsequió a Candy su cumpleaños. – Dijo Albert sorprendido por aquella coincidencia.

-Sí, pero como ella dijo que realmente no sabía su fecha de nacimiento exacta, pensamos que era una hermosa coincidencia y que Camille nos la había enviado para que ya no estuviéramos tan tristes. – Recordó Roxanne que cuando Candy les dio su fecha de cumpleaños esa noche lloró amargamente.

-Sí, Anthony se había jurado que el día que floreciera la primera estirpe de rosas que creó gracias a Candy, ese día sería su nuevo cumpleaños. – Volvió a decir Albert explicando todo lo que él sabía. – Y casualmente aquella fresca mañana de mayo la Dulce Candy floreció por primera vez. – Decía sorprendiendo a sus amigos.

-¿Sabes cuándo llegó Candy al hogar de Ponny? – Preguntó Joaquín a Albert ya que al parecer sabía más de Candy de lo que él creía.

-Tengo entendido que Candy y Annie llegaron al hogar de Ponny en una nevada tardía que cayó a finales de Mayo de 1898. – Dijo Albert que fue lo que obtuvo de la Srita. Ponny y la hermana María.

-¿Annie? – Preguntó Roxanne extrañada.

-Annie fue adoptada mucho antes que Candy por la familia Britter. – Anunció Albert.

-¿Britter? – Preguntó Roxanne. Albert asintió. – Nunca había oído hablar de ellos. – Dijo recordando que cuando ella vivía en Chicago no había nadie con ese apellido.

-Los Britter llegaron de la costa oeste desde hace algunos años, estableciéndose en Lakewood donde tuvieron a una hija, pero desafortunadamente la perdieron a los pocos años de nacida. – Roxanne sintió su corazón doler por aquella pérdida, una que ella comprendía muy bien. Joaquín se aferraba a su esposa para consolarla y consolarse, sabía bien que aquella historia tan parecida a la de ellos los lastimaba por igual. – Cuando conocieron a Annie y a Candy en una escapada que se dieron ambas niñas, tenían la intención de adoptar a Candy, pero la Sra. Britter prefirió a Annie ya que Candy era mucho más inquieta. – Dijo con una risa que pronto acompañaron los De la Garza, ellos sabían bien a que se refería porque a pesar de que Candy había llegado siendo una adolescente los sustos que les había dado trepando árboles o escalando por la cornisa del techo para escaparse de su habitación alguna vez los había asustado en más de una ocasión. – Roxanne, es necesario que nos digas qué pasó exactamente el día que Camille murió. – Dijo Albert un tanto apenado, sabía que era poner el dedo en la llaga pero era indispensable para saber si todas aquellas sospechas eran reales o simplemente casualidades inexplicables de la vida. Roxanne se levantó con la falta de aire comenzando a caminar por todo el despacho pensando recrear la noche más dolorosa de su vida.

-Cuando Candy nació… - Dijo confundiendo el nombre de su hija como lo había confundido Joaquín días atrás. – Camille… - Dijo corrigiendo tímida su confusión. – Cuando Camille nació, Joaquín no estaba, el parto se había adelantado unos días y él no podía estar aquí, sin embargo había muchas personas para ayudarme. – Dijo para no hacer sentir mal a su esposo que siempre se había reprochado su ausencia. – Todo salió muy bien, la bebé estaba en buenas condiciones, pero yo había quedado con un problema. – Dijo apenada de revelar que había quedado con un sangrado excesivo provocado por una infección al momento de dar a luz por la ayuda de la matrona. – Pero a los días, Camille enfermó de una fiebre muy extraña según me explicó Rocío, ella la cuidaba porque yo no podía levantarme y cuando no tenía fiebre yo la sostenía a mi lado. – Decía cada vez más afectada. Joaquín revivía todo su dolor junto con ella, aquella historia los lastimaba a ambos sintiendo que la herida se abría una vez más como si fuera la primera vez que la escuchaba, al mismo tiempo le daba valor a su esposa para que continuara, necesitaba volver a saber qué había pasado y quitarse aquella duda que le inquietaba el alma desde que Candy llegó a sus vidas.

-Tranquila Roxanne. – Decía para animarla. – Si quieres podemos continuar mañana. – Le dijo para que no se forzara. Roxanne negó ante su ofrecimiento.

-No… necesito decir todo lo que siento, llevo años sintiéndome una loca por pensar que Candy tiene tus ojos y que se parece a mi abuela. – Decía sin respirar. Joaquín pensaba lo mismo y él mismo Albert y Anthony habían pensado lo mismo cuando vieron los ojos de Joaquín y más dudas surgieron al ver la fotografía de la difunta abuela de Candy. – Candy llena de alegría mi corazón de una manera inexplicable, fue una hermosa coincidencia que llegara a nuestras vidas, regresando la alegría que había perdido y poco a poco no solo sus ojos eran lo único que coincidía, sino sus gestos, hasta sus travesuras eran parecidas a las mías. – Decía Roxanne. Albert la veía triste porque le dolía su sufrimiento, más cuando recordaba que una de las cosas que más admiraba de Roxanne en su infancia era su alegría y su entusiasmo, su forma de bailar cuando estaba feliz y la manera en la que animaba a Rosemary para que se animara y estuviera de buen humor, sobre todo cuando era pretendida por Liam Briand.

-Es lo mismo que yo sentí cuando la conocí. – Dijo Joaquín descubriendo su sentir.

-No supe que pasó. – Dijo Roxanne para continuar su historia. – No recuerdo en qué momento Rocío se llevó a Camille, ella la amamantaba porque tenía una hija casi de la misma edad de Camille y ella alimentaba a las dos. Cuando volvió llegó llorando, pidiendo perdón pero que Camille había muerto que se había puesto mal, que la fiebre no había cedido y que había muerto ¡Así de pronto! – Decía sin dejar de llorar. Albert se sintió fatal por su relato sobre todo por las lágrimas gruesas que corrían por el hermoso rostro de aquella dama.

-Roxanne, podemos continuar mañana. – Dijo para tranquilizarla, pero Roxanne volvió a negarse a aquella sugerencia.

-¡No! ¡Estoy bien! – Decía de nuevo, quería terminar con eso de una vez por todas. – Ya no vi más a Camille, dijo que la había sepultado en el cementerio familiar… solo vi una pequeña tumba que nunca me atreví a profanar… – Terminó de relatar la historia, era todo lo que sabía, a partir de ahí su mente se perdió por mucho tiempo, parecía ida, muerta en vida.

-¿María es la hija de Rocío que nació casi al mismo tiempo que Camille? – Preguntó Albert, ya que no quería dejar algún cabo suelto.

-No, María es mayor. Rocío la tuvo antes de que yo llegara a la hacienda, ella era sola con María y después quedó embarazada, pero nunca reveló el nombre del padre de su hija. – Dijo Roxanne.

-Rocío quedó viuda cuando esperaba a María, por eso nos extrañó bastante cuando resultó embarazada ya que según nosotros no tenía a nadie, pero lo que más nos sorprendió fue el aspecto de su hija. – Dijo Joaquín externando lo que había sucedido aquellos años, Albert lo miró extrañado.

-¿Su aspecto? ¿A qué te refieres? – Preguntó Albert curioso por aquel comentario.

-Rocío es de tez morena, cabello negro igual que María y la mayoría de los peones, incluso que el difunto esposo de Rocío, sin embargo la pequeña que dio a luz era de piel muy blanca y de ojos azules. – Dijo Joaquín recordando el aspecto de aquella pequeña.

-¿Y nadie conoció al padre? – Preguntó Albert. Joaquín negó a su pregunta.

-Todos decían que era hija de Liam. – Dijo sorprendiendo a Albert, sin embargo tenía lógica, era uno de los pocos de la región sino el único que tenía esas características.

-¿Y esa niña también murió? – Preguntó extrañado.

-Es lo que supusimos cuando de pronto ya no apareció un día. – Dijo Joaquín ya que era lo que él había deducido.

-Rocío dijo que su padre se la había llevado. – Dijo Roxanne. – Pero nunca reveló el motivo ni mucho menos quien era, y como Liam nunca ha tenido a una niña con él pensamos que eran solo inventos de las personas. – Dijo de nuevo. Albert la escuchaba atento e intrigado, pensando que ya eran demasiadas coincidencias todo lo que había descubierto.

Mientras tanto la pareja de enamorados seguía en el jardín y ninguno de los dos parecía que se había percatado de que estaban completamente solos.

-Creo que nos han dejado solos. – Dijo Anthony con una sonrisa tierna al darse cuenta que los adultos los habían abandonado.

-Creo que sí. – Dijo Candy sonriendo tímida. Anthony ofreció su mano para guiarla hasta las flores del jardín que estaban al frente de la hacienda, rodeando el patio trasero por un largo pasillo lleno de arcos que los llevaba al frente del lugar.

Anthony la ayudó a sentarse en la fuente que estaba en el jardín, admirando las flores tan rojas que combinaban con las hojas verdes tan intensas que estas tenían, cada parte de aquel jardín era muy colorido junto a los colores con los que estaba pintada la hacienda. Los obeliscos y las buganvilias variaban sus colores alegrando el ambiente.

-¿Es lindo no? – Preguntó Candy, observando que el rubio admiraba el panorama nocturno.

-Todo es muy lindo. – Dijo sincero, no era nada parecido a lo que conocía, sin embargo admitía que le gustaba lo que veía, sobre todo la hermosa rubia en la que se había convertido Candy.- Sin embargo, tú eres lo más bello de este lugar. – Candy abrió los ojos sorprendida y los colores subieron repentinamente a su rostro. Anthony comenzó a reír por la reacción de la rubia. – Veo que aparte de convertirte en una linda señorita también te has vuelto más tímida. - Dijo Anthony admirando las reacciones de su dama.

-Y tú te has vuelto un hombre muy guapo y fuerte. – Dijo Candy con la misma timidez, pero sin dejar de admirar que era cierto lo que decía, incluso se atrevía a verlo rápidamente para esconder de nuevo su rubor. Anthony sonrió por su halago, era un hombre y quisiera o no esos piropos le gustaban, más si venían de la chica que más amaba.

-Candy… - Dijo acercándose a ella poniéndose a su lado para sentarse y así hacerla voltear hacia donde él estaba. Candy atendió a aquel llamado que le hacía el rubio. – Todo el paisaje que nos rodea se ve iluminado por tu presencia, incluso estas bellas flores son menos bellas si tú no estás. – Decía admirando su rostro, cada centímetro de él era una invitación para marcar con sus labios aquella suave zona. – Ni la Dulce Candy más hermosa puede compararse con tu belleza pecosa. – Le decía meloso, acariciando su rostro mientras los ojos de Candy brillaban con intensidad. Anthony la miraba de la misma forma, intercambiando su mirada entre sus ojos y sus labios, los cuales temblaban nerviosos por la manera en la que eran observados.

-Todo me parece un dulce sueño. – Dijo Candy completamente ilusionada y enamorada por las palabras y la presencia de Anthony, quien se esforzaba por volver a llegar al corazón de Candy y asegurarse así que ella realmente deseara casarse con él, así como él estaba dispuesto a hacerlo con ella.

-No es un sueño pecosa, si así fuera tú estuvieras en un campo rodeado de montones de Dulce Candy, con tus dos coletas de niña y conmigo sosteniendo tus manos para que no te alejaras de mí. – Dijo el rubio revelando las veces que había tenido ese sueño que en un principio era hermoso, pero que después se convertía en una pesadilla cuando ella comenzaba a desvanecerse, mientras los pétalos de las rosas se deshojaban y él comenzaba a buscarla desesperado por todo el jardín, los pétalos lo envolvían junto con las espinas de las rosas para impedirle que la alcanzara. – Y después te alejarías de mí en mi desesperación. – Decía tomándola de ambas manos para asegurarse que no fuera así. – Aquí no hay Dulce Candy, solo estas hermosas flores coloridas y tú sigues aquí conmigo. – Dijo tierno acariciando con dulzura sus manos.

-Son obeliscos y buganvilias. – Dijo Candy con una sonrisita traviesa. – Y la Dulce Candy solo crecen en mi balcón. – Dijo para sorpresa del rubio.

-¿En tu balcón? – Peguntó sorprendido, había olvidado lo que Joaquín le había dicho de la rosa de su hija, no se imaginaba que Candy hubiese cuidado todo ese tiempo aquel rosal que le había obsequiado con tanto amor tiempo atrás. La primera Dulce Candy que había florecido aquella mañana que le otorgó su nuevo cumpleaños y que él creía perdida la tenía Candy en el balcón de su habitación. Candy asintió feliz.

-¿Quieres verlas? – Preguntó Candy inocente. Anthony sonrió al recordar las veces que se vieron a solas en el granero de los Leagan el cual fungía como su habitación, así como las veces que montaron a Pegaso juntos por los bosques de Lakewood.

-No sería correcto pecosa. – Respondió lo que ahora era evidente, él no podía ya estar con ella a solas en una habitación sin que se mal interpretase y mucho menos pasar delante de todos en dirección a ella. Sus manos seguían acariciándola, sus mejillas seguían sonrosadas por las miradas fijas que recibía de él.

-¡Sé una manera! – Dijo Candy levantándose de pronto y tomándolo de la mano. Anthony la observaba curioso y divertido por su reacción.

-¿Una manera? ¿A qué te refieres? – Preguntó curioso al no comprender lo que aquella hermosa joven tenía en su cerebro.

-Ven conmigo. – Dijo observando que la mayoría de los empleados ya se habían retirado a sus dormitorios y llevó al rubio hacia la parte trasera de la hacienda, haciendo que este la siguiera con sigilo. – Ven… por aquí. – Decía Candy cual niña traviesa, lo había hecho una infinidad de veces cuando se escapaba por las noches al jardín para soñar bajo las estrellas con su príncipe, el mismo chico que iba detrás de ella siguiendo sus pasos.

-¿Estás segura Candy? – Preguntó Anthony cuando la vio trepar por unos barriles y alcanzar lo alto de la cornisa trasera.

-¿Tienes miedo? – Preguntó con una sonrisa de lado retando al rubio al mismo tiempo, quien sonrió de la misma manera en respuesta y ágilmente subió a la cornisa que Candy quería subir para extenderle la mano y así ayudarla a subir. Candy sonrió sorprendida por su habilidad y tomó su mano una vez más para asirse bien a ella y alcanzar su meta.

-Tú dices a donde. – Le dijo seguro que iría con ella. Candy asintió y comenzó a caminar semi agachada, de la misma manera que había entrado el día que había llegado Anthony, éste la seguía de cerca haciendo los mismos movimientos sin poder evitar admirar el cuerpo de la joven con aquella ropa que llevaba. De un salto pronto estuvieron en el balcón de Candy y de un brinco ella estaba del otro lado. Anthony dudándolo un poco de hacerlo o no también brincó colocándose así dentro del balcón de la cual al parecer era la habitación de Candy, sus ojos azules viajaron por aquel espléndido lugar girando sobre su mismo espacio para admirar de lleno todas las Dulce Candy que había en ese espacio, era un balcón bastante grande, mucho más grande que el balcón en el que habían cenado en su primer baile en Lakewood.

-¡Es hermoso! – Dijo Anthony maravillado por la belleza y el olor a rosas, encontrando a Candy con la mirada, extendiéndole los brazos para tomarla de las manos, Candy hizo lo mismo tomando de inmediato sus manos y ambos giraron emocionados.

-¿Te gusta? – Preguntó Candy al rubio al ver su rostro tan feliz por ver las rosas que ahí se habían multiplicado.

-Me gustas más tú. – Le respondió de pronto, dejando de girar para caer una vez más en aquella burbuja romántica que habían caído en la fuente. Anthony se fue acercando a ella y Candy lo veía admirada, sus hermosos ojos azules eran fantásticos. Anthony se atrevió a rozar con su nariz la de ella, acercando sus labios con delicadeza a unos milímetros de los de Candy, respirando su aliento, llenándose de su respiración y de la calidez que emanaba de su exhalación.

Candy dejó de respirar por unos segundos, cerrando sus ojos para ofrecer sus labios, nerviosa porque sería la primera vez que lo haría, pero esperando con ansias que aquella distancia mínima terminara por fin. Anthony deseaba lo mismo así que lentamente posó sus labios por fin sobre los cálidos labios de Candy, suavemente, con delicadeza y dulzura, rosando con lentitud con un beso húmedo y tierno, sintiendo como sus labios se unían por unos segundos, unos segundos que parecieron detenerse en el preciso momento que Candy sintió que su cabeza explotaba, que sus piernas temblaban y que un sinfín de mariposas volaban por su estómago interrumpiendo aquella deliciosa sensación que se instalaba en su pecho.

Continuará…

Hola hermosas, espero que hayan disfrutado el capítulo anterior y sobre todo que hayan pasado un excelente fin de semana, espero me dejen un comentario al respecto. Les mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

TeamColombia. Hola hermosas, espero que estén muy bien y sobre todo que hayan pasado un excelente fin de semana tranquilas y relajadas en su hogar. Muchas gracias por continuar con la lectura, espero que les haya gustado también este capítulo y sobre todo que lo hayan disfrutado. La trama como ven se complica un poco y hasta veces yo me enredo, ojalá que no me confunda mucho jajaja. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes, saludos y bendiciones.

Mayely León. Hola hermosa, ¿Cómo estás? Espero que muy bien. Cómo puedes ver en este capítulo no tuvieron más interrupciones y por fin se demostraron su tierno amor ahora solo falta ver como sigue desarrollándose la historia. Muchas gracias por comentar y sobre todo por leer amiga, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Julie-Andley-00. Hola hermosa! Espero que estés muy bien, muchas gracias por tu comentario, me da mucho gusto saber que te gustan mis historias sobre todo el saber que las lees y las sigues, la verdad que cuando no se reciben tantos comentarios o no la siguen muchos hay ocasiones en los que nos bajan el ánimo y me han hecho cuestionar si vale la pena escribir y continuar con ello, pero la respuesta que obtengo es que me gusta escribir sobre Anthony y Candy y ese fu el motivo principal que me motivó a hacerlo, así que aquí sigo publicando y manteniendo mínimo otras tres más dedicadas a ellos. Gracias por leer y comentar hermosa, te mando un fuerte abrazo amiga, saludos y bendiciones.

arleniferreyrapacaya. Hola hermosa, ¿Cómo estás? Espero de corazón que muy bien y que tu fin de semana haya sido tranquilo y relajado. Me da mucho gusto que te emocione esta historia la verdad y me da más gusto que me dejes un comentario. Te mando un fuerte abrazo bella, saludos y bendiciones.

Leidy. Hola hermosa, muchas gracias por dejarme tu comentario y sobre todo por leer la historia. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

María José M. Hola hermosa, otra vez llegaste al límite para mis agradecimientos personales jajaja. Me da mucho gusto que comentes, aprecio que lo hagas. Tienes razón, Anthony y Candy merecían un ambiente más romántico para compartir el primer beso y no solo hacerlo porque si, como si no supieran controlar sus hormonas jajaja. Te aviso que Annie no será negativa en esta historia así que puedes estar tranquila, aunque pensé que te caía mal como a la mayoría de los fan la pelinegra. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones hermosa.

A las demás lectoras también quiero agradecer su lectura, gracias por estar al pendiente de la historia, gracias por tomarse ese tiempo y dedicarme unos minutos que sé son valiosos para todas. Les mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones para cada una de ustedes mis amigas a la distancia.

GeoMtzR.