Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sin embargo la historia es completamente mía y es sin fines de lucro, solo mero entretenimiento, sin embargo es para personas mayores de edad y para personas de amplio criterio espero por favor discreción al respecto, si no te sientes a gusto con este tipo de lectura o eres menor de edad te pido te retires por favor. COMENZAMOS!
LEJOS DE TI
CAPÍTULO 19
CANDY Y ANNIE SE ENCUENTRAN DE NUEVO
En Lakewood la mansión de las rosas se preparaba para realizar una reunión en donde recibirían a los Cornwell con sus respectivas novias, todos los jóvenes de la mansión Williams habían acudido para ayudar a preparar todo, mientras Anthony y Albert ayudaban también para que todo estuviera listo, Candy y Andy estaban afuera practicando el aprendizaje de la menor en bicicleta.
Andrea había forjado un lazo muy especial con su sobrina y ambas pasaban mucho tiempo juntas y estas a su vez pasaban mucho tiempo con Anthony y Albert, la pareja más joven hacían planes la mayoría de las veces para acercar a sus respectivos tíos ya que no solo se habían dado cuenta del amor y admiración que había entre ellos, sino que también habían descubierto la química tan especial que desprendía la pareja de mayores.
-¡Así se hace Candy! – Gritó Andy emocionada al ver como su joven sobrina después de varias sesiones por fin había dominado aquel artefacto de dos ruedas.
-¡Sí! – Gritaba Candy emocionada por su logro. - ¡Lo hice! ¿Te diste cuenta Andy? - Preguntó a su tía, quien no le decía de esa manera ya que sentía que era muy joven y Andy lo permitía porque la veía más como una amiga. La relación que tenían ambas rubias era muy similar a la que tenían Anthony y Albert quienes parecían más hermanos que tío y sobrino.
-¡Sí Candy! ¡Lo hiciste! – Decía Andrea emocionada brincando como una niña pequeña.
A la distancia Albert observaba como el cabello rubio y rizado de Andy era ondeado por el viento y de cómo sus movimientos alegres y sus brincos de alegría provocaban en él un extraño sentimiento que alborotaba su corazón, sintiendo como con cada paso que daba se sentía más impaciente por llegar a ella.
-¡Albert! – Gritó Andy emocionada una vez más al ver a aquel que últimamente le robaba el sueño y la mantenía despierta provocando muchos miedos en su corazón, sintiendo a veces que tenía posibilidades y otras veces sentía que solo la veía cómo a una amiga. - ¿¡Lo viste!? ¿Viste a Candy dominar la bicicleta? – Preguntó a lo lejos con su excesiva alegría y esa sonrisa tan inocente que poseía. Albert la veía maravillado, su respiración se volvía inconstante y sus latidos se aceleraban al igual que su ritmo cardíaco. Andy salió corriendo para arrojarse feliz a los brazos de Albert, sin importarle que Anthony venía a su lado.
Albert sin dudarlo abrió los brazos para recibir a aquella joven que había puesto su mundo de cabeza, aquella que lo había hecho considerar por primera vez dejar de andar de trotamundos y establecerse en un lugar para formar una familia a su lado.
-Por supuesto que la vi. – Dijo Albert sintiendo el pecho agitado de Andy sobre el suyo.
-Lo siento. – Dijo Andy sonrojada por su atrevimiento, más cuando cayó en cuenta que Anthony estaba a su lado. – Hola Anthony. – Dijo controlando su timidez. - ¿Viste a Candy? – Preguntó al menor sin alejarse de Albert quien había mantenido su agarre por la cintura, mientras observaba aquel rostro pecoso que tenía frente a él, observando sus pestañas abundantes sobre sus ojos azules y sus labios rosados que hablaban una y otra vez palabras que para él pronto no tenían sentido, ya que se había perdido en su imagen.
-Sí Andrea, la he visto. – Dijo Anthony emocionado, viendo a la rubia que tanto amaba acercarse a él para saludarlo. Sus ojos se perdieron en ella y al igual que Albert veía a Andy, él veía a su rubia acercarse a él como si fuera en cámara lenta. Candy desmontó la bicicleta y salió corriendo a los brazos de su amado príncipe, algo parecido a como había salido corriendo Andrea para arrojarse a Albert, la diferencia que los primeros aún no avanzaban de una amistad.
-¿¡Me viste amor!? – Preguntó Candy ya casi para llegar a él, saltando sobre su príncipe para ser recibida con fuerza por su amado, sosteniéndola por la cintura para dar una cuantas vueltas con ella en brazos, nadie podía negar cuanto se amaban.
-Te vi princesa. – Decía Anthony feliz por ella y por la emoción que le causaba aquel logro obtenido. – Pronto serás una experta. – Completó el rubio, seguro de que su princesa lo haría cada vez mejor. Sus miradas se veían llenas de emoción, aquel brillo que desprendían ambos eran muy parecido al brillo que desprendía la pareja a su lado.
Anthony la observaba detenidamente, viendo sus ojos brillar intensamente, sus labios sonreír orgullosa por su logro, sus mejillas sonrojadas por la excitación del momento y sus rizos moviéndose libres cuando el viento los acariciaba, sus pecas sobresalían de su rostro de manera que lo dejaban sin aliento. Las miradas de ambos se tornaron profundas de inmediato, sin embargo sabían que no estaban solos a pesar de que la otra pareja tampoco prestaba atención a ellos. Anthony la bajó de su cuerpo para volver a su realidad. Andy y Albert habían reaccionado un poco antes.
-Ahora es tu turno Andy. – Dijo Candy refiriéndose a su tía quien la miró sorprendida.
-No lo sé Candy, los caballos y yo no nos llevamos bien. – Dijo no muy convencida, ya que cada una había prometido que aprendería la habilidad de la contraria.
-Vamos, fue la única condición que me pusiste si yo aprendía a andar en bicicleta. – Decía Candy insistente con su tía.
-Es verdad Andrea. – Dijo Anthony. – Además te he conseguido el caballo más tranquilo que puede haber. – Dijo de nuevo el menor para animarla a montar un caballo.
-Además, puedes contar conmigo para aprender más rápido. – Dijo Albert ofreciéndose como voluntario para ser su maestro.
-¿Lo ves? – Dijo Candy para alentarla. – Ya no puedes poner pretexto a ello. – Dijo a su tía, mientras Andy la miraba con una sonrisa ilusionada, por supuesto que le gustaba la idea de pasar la última semana con Albert ya que tal vez en Chicago ya no tendrían la misma oportunidad y tal vez así el mayor se atrevería por fin a dar ese paso.
-Muy bien, pero te advierto que nunca he congeniado con los caballos. – Decía Andy a Albert, recordando que por eso había preferido aprender a andar en bicicleta, un artefacto que iba hacia donde ella le decía y no hacia donde quería. Albert sonrió ilusionado por la respuesta de la ojiazul pecosa que tenía frente a él.
Mientras Candy y Anthony se separaban del grupo para comenzar a dar un paseo por el jardín de las rosas, José y Dorothy se encargaban de limpiar el gran salón para comenzar a prepararlo para la reunión que se llevaría a cabo.
-Faltan los manteles, la vajilla y los cubiertos de plata. – Dijo Dorothy a José.
-Te ayudo a ponerlos. – Respondió el joven a la mucama.
-Iré a la bodega de atrás por ellos. – Dijo la pelirroja dirigiéndose hacia ese lugar, ya que era donde guardaban todos los artículos de lujo que se utilizaban en las ocasiones especiales.
-Voy contigo. – Dijo José caminando detrás de la pelirroja, se habían hecho muy buenos amigos a pesar de que Dorothy estaba comenzando a enamorarse de él.
-María ¿Qué tienes? – Preguntó Juan a su novia, quien tenía días nerviosa porque ese día conocería por fin a Amelia, llevaban días en Lakewood y había sido muy paciente con ello, pero por fin había llegado ese día y temía la reacción de la menor.
-Sabes bien que tengo, Juan. – Dijo mientras él la abrazaba por la cintura acercando su espalda a su pecho.
-Sé que estás nerviosa mi amor, pero necesitas relajarte. – Le dijo el moreno meloso, besando el hombro terso de su amada al llevarlo descubierto.
-Estate quieto Juan, nos pueden ver. – Dijo riendo por las cosquillas que este le provocaba en su piel.
-No hay nadie, no te preocupes. – Decía Juan al verificar a su alrededor antes de tomar de aquella manera tan sensual a su novia, quien se removía ansiosa en sus brazos.
-No Juan… hazte pa´lla. – Decía nerviosa, sin embargo las caricias que su novio le proporcionaba la ponían ansiosa y deseosa de más.
-Vamos María, desde que llegamos no hemos podido estar juntos. – Decía su novio quejándose por ese motivo.
-Lo sé Juan, pero no puedo llevarte a la habitación de la casa. – Dijo la joven, ya que Roxanne le había dado una habitación junto a la de Candy, ya que ahora ella se sentía obligada a cuidar a la hija de Rocío, a pesar de todo sabía que María no tenía la culpa de lo sucedido.
-Lo sé amor, pero te necesito. – Decía cada vez más insistente en su agarre, desviando las manos de su cintura para llevarlas a sus senos, los cuales siempre llevaba libres bajo la blusa campesina que llevaba.
-Aquí no Juan. – Dijo María nerviosa pero comenzando a sentirse necesitada de las caricias que Juan le debía.
-Ven… - Le dijo Juan llevándola de la mano a otro lugar, al sentir que ella también comenzaba a excitarse. – Por aquí hay una bodega. – Dijo llevándola hacia la cocina de la mansión para llegar a la bodega donde habían sacado las cosas para terminar de preparar el salón.
-¿Estás seguro Juan? – Preguntó María también inquieta, pero no podía negar que estaba ansiosa por estar con su novio, tenía días sin retozar con él y el aumento en su libido era más que evidente en su cuerpo y lo había despertado al sentir en su espalda baja aquel artefacto de su deseo.
-Estoy seguro María. – Dijo Juan abriendo la puerta de la bodega para llegar a María a un lugar privado y demostrarle una vez más su amor. Juan cerró la puerta por dentro para evitar que alguien entrara y los sorprendiera en el acto.
-Juan. – Dijo María melosa al sentir como las manos de su novio la atraparon de pronto llevándola a la pared de la bodega, ella pronto dio acceso a su zona al abrazarlo con sus piernas para buscar la unión de sus intimidades, un suspiro necesitado salió de la boca de joven quien se apresuró a acariciar las piernas de su novia para comenzar a estimularla, levantó su falda y liberó su cuerpo invadiéndola de pronto para volver a ser uno.
-María te necesito tanto. – Decía Juan emocionado, mientras María respondía con gemidos y caricias que lo motivaban más y más.
Dorothy y José estaban en el fondo cuando escucharon que alguien entró a la bodega y atrancaba la puerta, sin embargo creyeron que eran Juan y María que los iban a ayudar a llevar las cosas.
-Vamos. – Dijo Dorothy inocente a las voces que comenzaron a escucharse.
-Shhh. – Le dijo José tapando la boca de Dorothy para evitar que hiciera ruido, no en vano había reconocido el ruido que se escuchaba del otro lado de la bodega. Dorothy lo miró confundida y observó a través de los estantes para observar apenada como Juan se abalanzaba sobre María y esta lo recibía emocionada.
Dorothy bajó su mirada y se volteó avergonzada por aquella imagen que había visto y a pesar de que ninguno estaba desnudo sabía bien que era lo que estaban haciendo.
-Lo siento. – Dijo José a Dorothy en voz baja. Cuando los sonidos de la pareja fueron más audibles, la vergüenza de Dorothy y José iba en aumento, ya que quisieran o no aquellos gemidos los excitaban de una manera inexplicable para Dorothy. José sonrió y observó el rostro sonrojado de Dorothy, encontrándola hermosa por primera vez de una manera diferente.
-Esto no es algo que alguien quisiera ver. – Decía al oído de la pelirroja. – Mi hermano es un bruto. – Dijo de nuevo verdaderamente apenado por aquella situación.
-Están enamorados. – Dijo Dorothy apenada, intentando comprender qué lo que hacían era producto del amor.
-¿Alguna vez te has enamorado? – Preguntó a la chica intentando distraerse un poco de lo que sucedía en el lado contrario de aquella bodega. Dorothy negó a su pregunta.
-Nunca. – Respondió apenas audible. Ambos estaban sentados en un rincón oscuro de la bodega para evitar ser vistos, mientras los ruidos de la otra pareja incrementaban, ellos hablaban para mantenerse distraídos.
-¿De verdad? No puedo creer qué ciegos son los gringos. – Decía José a Dorothy ya que reconocía que la dulzura y la inocencia de la pelirroja lo cautivaba.
-¿Ciegos? – Preguntó Dorothy confundida y sorprendida por las palabras del gemelo.
-Eres muy hermosa Dorothy. – Dijo José acariciando su rostro, sin embargo Dorothy bajó su rostro al sentir su mano en el, no cabía duda que le agradaba ese contacto, sobre todo la manera en la que le hablaba motivado por lo que sucedía al lado contrario de la bodega, pero a pesar de ello su voz suave y queda, más los sonidos de fondo comenzaban a despertar algo más allá del enamoramiento que sentía por aquel chico, pero que a pesar de ello estaba consciente que José amaba a Candy. – Lo siento. – Dijo al ver la incomodidad de la pelirroja apenado por su movimiento. Dorothy lo observó a los ojos y él correspondió a esa mirada, ninguno de los dos dijo nada y sus labios se unieron en un beso apasionado, un beso que era el primero que Dorothy recibía, muy al contrario de José el cual ya era un chico con mucha experiencia, aprovechando aquella situación para besar a aquella linda chica que no podía negar le gustaba y de la cual disfrutaba mucho su compañía, cuando el beso terminó escucharon al mismo tiempo un grito ahogado y contenido que María lanzaba, seguido por el de Juan quien llegaba a su meta acompañado de su amada.
Dorothy abrió los ojos apenada, por el beso y por lo que acababa de escuchar, refugiándose en los brazos de José quien la acercó a su pecho y no pudo evitar comenzar a reír, cubriendo su boca para no ser descubierto, aquello provocó la risa de Dorothy que reía avergonzada igual que él, eso hizo que el beso compartido no se tornara vergonzoso.
-Eres maravillosa. – Dijo Juan a María totalmente relajado y extasiado por el momento compartido con su mujer.
-Te amo Juan. – Le dijo con una dulce sonrisa, sus ojos desprendían una inocencia que le recordaba justo el día en el que se había enamorado de ella, lo recordaba como si fuese ayer y ese recuerdo golpeó su mente una vez más, siempre que hacían el amor ella lo miraba con aquella ternura e inocencia que no podía ocultar.
-¿Te sientes mejor? – Preguntó a su novia. María asintió con una sonrisa traviesa.
-Me siento más tranquila. – Dijo riendo con picardía y él la besó aliviado, para después desmontarse de ella y acomodar sus ropas. María hizo lo mismo y pronto salieron de la bodega como si nada hubiese pasado.
-María ¿Dónde están todos? – Preguntó Candy quien ya los buscaba en compañía de Anthony, mientras el par de enamorados se sobresaltaban y se ponían nerviosos al sentirse por poquito descubiertos.
-Venimos a buscar los manteles… - Dijo Juan rascando su cabeza.
-¡Y los cubiertos…! – Dijo María para sacar a su novio de aquel apuro.
-¿Dónde están? – Preguntó Anthony ante la evidencia de que ninguno de los dos traía nada.
-A eso íbamos. – Dijo María, ambos rubios los vieron extraño ya que ninguno de los dos llevaba nada en las manos.
Anthony se dirigió a la puerta de la bodega y la abrió, encontrándose de frente con Dorothy quien se sintió sorprendida y a la vez asustada al creer que era de nuevo María y su novio.
-Bien Dorothy, te ayudo. – Dijo Anthony a la pelirroja al ver que llevaba unos manteles en sus manos y detrás de ella venía José ayudándola con lo demás.
-Yo puedo joven Anthony. – Respondió la pelirroja y el rostro de María se puso amarillo de pronto para volverse después casi morado al escuchar la voz de Dorothy dentro de la bodega.
-Juan ayuda a tu hermano. – Dijo Anthony y Juan se movió motivado por los nervios, no alcanzaba a comprender qué sucedía cuando llegó con su hermano y se topó de frente con él comprendió que ambos habían por lo menos escuchado su unión.
Ninguno dijo nada, tan solo caminaban yendo Anthony con Candy, Dorothy detrás de ellos, luego María quien parecía avestruz con la cabeza gacha y detrás de todos Juan y José.
-¡Debes tener más cuidado! – Decía José a su hermano en voz baja, sin embargo él podía advertir que estaba molesto.
-¿Qué hacían ustedes ahí? – Preguntó ofendido como si su hermano y Dorothy tuvieran la culpa de sus calenturas.
-¡Veníamos por lo que hacía falta para arreglar el salón! – Decía en voz baja.
-¿Por qué no me advertiste? – Preguntó ofendido.
-Porque saltaste sobre María en cuanto cerraste la puerta. – Dijo José regañando a su hermano.
-¡Debiste advertirme! – Dijo Juan molesto al enterarse que no había sido tan discreto como había creído.
-Eres un tarado ¿Qué querías que te dijera? ¿Búsquense un cuarto de hotel? – Decía José quien no había podido advertirle porque ya estaba muy emocionado encima de maría.
La morena por su parte quería que la tragara la tierra al saberse descubriera por Dorothy y su cuñado y más porque la pelirroja ni siquiera la miraba.
-Dorothy… - Le dijo apenada. – Lo siento, no me di cuenta que… - Decía la morena intentando disculparse por lo que había sucedido minutos atrás.
-No te preocupes… - Dijo Dorothy tímida. – No vi nada. – Dijo bajando su rostro, sin embargo María sabía que eso no era cierto por la manera en la que se comportaba.
Candy se dio cuenta del extraño comportamiento de las jóvenes y las llamó hacia la cocina mientras los caballeros terminaban de acomodar el salón. Anthony a pesar de que tenía mucho personal a su disposición prefería ayudar en vez de dar solo órdenes, los gemelos lo observaban y cada vez les agradaba más al ir viendo día con día que no era un niño bonito únicamente, sino que era un hombre que no le temía al trabajo, mucho menos a ensuciarse las manos para ayudar a los demás, lo mismo que Albert quien después del paseo con Andrea volvía con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
-Alguien está enamorado. – Dijo Anthony cuando lo vio entrar.
-¡Cállate! – Le dijo Albert bromeando. – Que tú no te quedas atrás. – Le decía con gracia.
-Tienes razón tío, a mí también me traen por la calle de la amargura, pero muy feliz. – Dijo Anthony comenzando a reír con su tío. - ¿Dónde está Andrea? – Preguntó de nuevo estirando su cuello para ver si veía a la tía de su prometida.
-La dejé en la mansión. – Dijo Albert mientras le ayudaba con la organización a Anthony.
En la cocina tanto Dorothy como María estaban en silencio ante la presencia de Candy, quien las miraba a ambas como esperando que le contaran lo sucedido.
-¿Y bien? – Preguntó Candy a ambas jóvenes.
-¿Y bien que…? – Preguntó María, mientras volvía a sentir que su rostro se incendiaba de vergüenza.
-¿Qué pasó en la bodega? – Preguntó Candy de nuevo, sabía que había pasado algo ahí dentro más no tenía idea de qué era.
-¿En la bodega…? – Preguntó ahora Dorothy mientras sentía que su cara empezaba a arder de vergüenza.
-En la bodega… - Candy volvió a hacer énfasis en eso. – Anthony y yo los vimos salir de ahí y José y tú Dorothy estaban dentro. – Dijo Candy quien no entendía la actitud de las chicas. – Bien, entonces llamaré a José y a Juan para que me expliquen qué es lo que está pasando. – Dijo la rubia, haciendo el ademan de dejar la cocina para averiguar lo que había sucedido, no era que fuera una entrometida, sino que temía que hubieran hecho algo que le provocara un problema a Anthony en la mansión.
-¡No! – Dijo María reaccionando mientras Dorothy sentía que los colores iban a su cabeza cada vez más intensos, frotando sus brazos entre si al sentir vergüenza ante la rubia. Candy volteó hacia ella y después a María. – Lo que sucede es que… - Decía nerviosa la morena sin saber cómo explicar aquel suceso.
-Te escucho. – Decía Candy cada vez más intrigada por lo sucedido, no tenía idea qué era lo que había pasado y quería saberlo.
-Es difícil decirlo. – Decía María observando a Dorothy, quien la veía apenada de verdad.
-No te preocupes María, sabes que puedes confiar en mí. – Dijo Candy sin imaginarse el motivo de su pena.
-Es que Juan y yo… - Dijo mirando a Candy apenada. – Fuimos a la bodega para estar a solas… - Dijo apresurada para darse valor. Dorothy se puso aún más roja si eso era posible. Candy parpadeó un poco antes de comprender a su amiga.
-Y José y yo estábamos en la bodega porque habíamos ido a buscar lo que hacía falta para terminar el salón. – Dijo Dorothy con dificultad para que Candy comprendiera el motivo de su vergüenza.
-¿María tú y Juan…? – Preguntó Candy sin imaginarse hasta dónde habían llegado las cosas. María asintió.
-Juan y yo estamos juntos desde hace mucho tiempo. – Dijo para sorpresa de Candy, quien aún no entendía lo que implicaba la palabra "juntos". – Nos amamos y nos vamos a casar, así que no pensamos que alguien estaba en la bodega… y teníamos tiempo sin estar juntos que no pudimos aguantar más… - Decía mientras Dorothy callaba y Candy de pronto comprendía la situación.
-Juan y tú… - María asintió. – Y tú y José estaban dentro de la bodega… - Dijo a Dorothy que también asintió sin dejar de ver el piso.
-Dorothy y José escucharon todo. – Dijo María bastante avergonzada.
-¡Pero no vimos nada! – Dijo Dorothy quien recordaba los sonidos y lo que había provocado al escucharlos.
-¡María! – La reprendió Candy. - ¿Por qué aquí en la mansión de los Ardlay? – Preguntó bastante avergonzada. – Si Anthony o alguien más aparte de Dorothy se hubiese enterado… - Decía nerviosa caminando de un lado a otro por el atrevimiento de María y Juan.
-¡Lo sé! ¡Lo siento, no lo pensé! – Decía angustiada. Candy se quedó pensativa, imaginando lo que diría Anthony o Albert si se enteraran de lo sucedido. – Pero no es tan fácil detenerte cuando tu cuerpo te lo pide. – Dijo ya más resignada. Candy volteó a verla sin comprender el significado de sus palabras ya que nunca se había dado esa situación con Anthony. María creyó que la juzgaba por la actitud que tenía, sin embargo la rubia unía cabos desde que estaban en México y comprendía que había sido muy inocente en varias ocasiones.
-¿O sea que tú y él…? – Decía apenada por lo que aquello significaba. María asintió lentamente.
-Candy, para una mujer como yo no es igual que para ti. – Dijo María mirando a los ojos a Candy. Candy puso atención a su mirada, sin comprender a qué se refería con eso.
-¿Una mujer como yo? – Preguntó inquieta y María asintió, indicándole que se sentara. Dorothy hizo lo mismo aún apenada, con la mirada puesta en el suelo.
-Candy, tal vez si hubieras vivido en el rancho de los Leagan hubieras comprendido mejor mis palabras. – Candy veía aún sin comprender lo que decía. – Pero una muchacha de servicio como yo no tiene muchas opciones. – Decía melancólica. – Yo amo a Juan y él me ama, así que decidí entregarme a él hace algún tiempo. – Decía cada vez más melancólica. – Así por lo menos puedo decir que me entregué al hombre que amo y que nadie me tomó a la fuerza. – Dijo de nuevo. Candy hasta ese momento comprendió a qué se refería, volteó a ver a Dorothy y ella también asintió a lo que esta decía.
-Tiene razón Candy. – Dijo la pelirroja estando de acuerdo con lo que María decía.
-¿Tú también? – Preguntó la rubia sorprendida a su otra amiga.
-Aquí también se dan cosas así Candy, si eres del servicio corres el riesgo de que uno de los patrones se aproveche de ti, más si eres bonita. – Explicó la mucama. Candy la veía sorprendida pensando en los patrones que tenía cuando vivía con los Leagan, definitivamente Neal sería uno de lo que se encargaría de hacer eso con las mujeres de servicio.
-¿Alguien de aquí…? – Preguntó asustada.
-¡No! – Dijo Dorothy rápidamente para que no pensara mal de ninguno de los Ardlay ya que todos habían sido unos completos caballeros. – Los jóvenes son muy respetuosos al igual que el Sr. William, pero en otras mansiones las chicas no corren con la misma suerte y la mayoría son ultrajadas por los dueños, cuando lo consiguen las echan si piedad, más si tienen la desfortuna de quedar preñadas. – Decía Dorothy ante el horror de Candy. – En la mansión de las rosas no hay ese problema, tal vez porque la Sra. Elroy los enseñó a respetar a las mujeres, aunque la trabajadoras más antiguas dicen que el antiguo patrón era muy respetuoso con todas y que amaba mucho a su mujer. – Decía la pelirroja, repitiendo las palabras que escuchaba con sus compañeras de trabajo. – Pero pienso que si el joven Leagan estuviera en la mansión tal vez no correríamos con la misma suerte. – Dijo apenada.
-¿Neal te hizo algo? – Preguntó Candy mientras María al escuchar el apellido de aquel que intentó forzarla tantas veces se tensó de inmediato.
-No. – Respondió Dorothy, pero recordaba que más de una vez había entrado a su cuarto en el momento justo que se estaba cambiando y lo había hecho siempre en ese momento, observando cómo terminaba de vestirse con el pretexto de apurarla, por ello cuando se fue al San Pablo descansó bastante con su ausencia.
-¿Todos los Leagan son malos? – Preguntó María.
-Al parecer sí. – Respondió Dorothy.
-Aunque el Sr. Leagan realmente es un Briand. – Dijo Candy. María asintió. - ¿Te hizo algo María? – Preguntó asustada. María negó, pero en su rostro había el asco que le producía siquiera mencionarlo.
-No pudo… - Dijo recordando las veces que lo había intentado, sintiendo asco al recordar las manos de aquel individuo sobre su cuerpo. – Juan y José me salvaron en dos ocasiones y mi mamá una tercera… - Dijo con dolor en sus palabras. Candy la veía sorprendida. – Por eso decidí estar con Juan, prefería estar con mi novio a que ese asqueroso me tocara, por lo menos así yo decidiría a quien entregarme y saber que fue por amor y no a la fuerza. – Decía triste. Candy la escuchaba de la misma manera pensando lo afortunada que había sido todo este tiempo, ahora todo tenía sentido para ella si Felipe no la hubiera salvada aquella noche, García se hubiera aprovechado de su inocencia y tal vez su historia hubiese sido diferente y ella no tuviera la fortuna de estar al lado de Anthony porque ya no se sentiría merecedora de su amor.
-La Sra. Jane me ha dicho que cuando vivía el marido de la Sra. Elroy ninguna de las empleadas más jóvenes quería atenderlo a solas. – Recordó Dorothy que alguna vez le habían contado, específicamente la primera vez que Neal se había adentrado a su cuarto para pedir su ropa, encontrando a Dorothy semidesnuda en su habitación, provocándole llanto e indignación, contándole a la Sra. Jane lo sucedido. – Todas le tenían miedo más cuando por las mañanas siempre llamaba a una para que lo acompañara en su lectura con el pretexto que quería compartir su sabiduría con ellas. – Decía Dorothy comprendiendo lo que tal vez sucedía aquellas ocasiones ya que a ninguna chica de servicio le interesaba el tipo de lectura que leían los ricos. – La Sra. Jane era una niña cuando eso pasó y no podía asegurar que aquel hombre se aprovechaba de la servidumbre, pero era notorio que era así ya que ninguna joven mayor de quince años quería atenderlo, sin embargo la orden determinante de la matriarca quien confiaba en su marido era ejecutada a pesar de su resistencia.
-Era un hombre malo. – Dijo Candy. - ¿Entonces Neal y Elisa sacaron la maldad de su abuelo? – Preguntó Candy segura de que así era.
-Al parecer sí, ya que ninguno se porta como el verdadero Sr. Leagan. – Dijo Dorothy a Candy. Y realmente así era la mala sangre venía del viejo Sr. Briand que había educado un par de hijos caprichosos y buenos para nada y se había sacado la lotería con Elroy cuando se casó con ella, sin embargo a la matriarca siempre ocultó su gusto por las jóvenes de servicio obligándolas a callar para ocultar sus perversiones, los dos hijos habían sido criados de la misma manera que Sara había educado a Neal y a Elisa, resultando un par de inútiles igual que ellos, la única diferencia era que la relación entre Neal y Elisa era de complicidad entre hermanos, Elisa decía y Neal ejecutaba y la relación de los hermanitos Briand había llegado un poco más allá de los límites morales.
Elroy era la que había logrado que Sara educara a sus hijos con buenos modales y así ella había conseguido a un excelente marido, Louis Leagan un hombre rico, de buena familia y excelentes modales, pero nada de eso había bastado para componer a sus hijos, ya que a pesar de todas sus cualidades era muy débil con Sara y esta se había aprovechado de ello para hacer y deshacer a su antojo, favoreciendo a sus hijos y a su hermano en todo lo que hacían para su beneficio pero enlodando el apellido de su esposo.
-Pues sea Leagan o Briand, ese hombre es un asqueroso. – Dijo María con asco una vez más, refiriéndose a Liam Briand.
Candy la escuchaba dándole la razón, ella sentía un escalofrío cada vez que lo veía y más cuando su mirada extraña se posaba en ella y eso le daba mucho miedo.
Annie y Archie viajaban junto a Stear y Patty quienes habían obtenido el permiso de ambas familias para viajar rumbo a Lakewood, venían ambas muy emocionadas por aquel voto de confianza obtenido a pesar de que la primer pareja ya había pasado aquella línea tan delgada hacia lo prohibido, nadie sabía su secreto y la Sra. Britter les había permitido viajar juntos a sabiendas que Patty los acompañaría.
-¿Estás bien damita? – Preguntaba Archie a su novia. Desde que había estado con ella su actitud sobreprotectora y cariñosa había aumentado, y era algo que Stear no podía dejar de notar, sin embargo lo atribuía a la noticia que había recibido de su verdadera familia.
-Sí amor, estoy bien. – Respondía con un brillo muy especial en su mirada, acurrucándose en sus brazos para recibirla Archie de la misma manera protectora.
-¿Falta mucho? – Preguntó Patty quien sentía un poco de cansancio al ir al frente con su novio.
-Ya casi llegamos querida. – Respondió el inventor con una sonrisa dirigida a su novia, mientras tomaba su mano izquierda y la besaba con ternura, la mirada de Patty se llenó de brillo cuando observó la manera en la que la miraba su novio, sonriendo un tanto tímida al sentir que su cuerpo se estremecía con aquella caricia. Minutos después pudieron visualizar el portal de las rosas.
-¿Este es el portal? – Preguntó Patty emocionada, al ver a lo lejos el gran arco que estaba repleto de rosas delante de ellos.
-Así es. – Respondió Stear feliz. – Y pronto conocerás a la Dulce Candy. – Dijo orgulloso del logro de su primo como si fuese un invento de él que hubiese funcionado.
-¡La Dulce Candy! – Dijo Patricia emocionada por conocer aquella linda flor de la que tanto había escuchado.
A diferencia de Patty, Annie se sintió más nerviosa que nunca, pronto llegaría y conocería a su hermana y eso le preocupaba bastante, no sabía cómo reaccionar o cómo reaccionaría ella al estar frente a frente.
Una vez que atravesaron el portal, las miles de rosas que había en el jardín desprendían su aroma como dando la bienvenida a los visitantes, pareciendo que pequeños cristales llenaban sus pétalos por el reflejo del sol que bañaba sus hojas.
-¡Qué belleza! –Decía Patricia emocionada, posando sus ojos en la flor más bella de todas. Annie también estaba sorprendida ya que nunca había entrado a ese lugar a pesar de haber vivido un tiempo en Lakewood.
-Esta es la Dulce Candy. – Dijo Anthony quien venía a recibir a los recién llegados junto a Albert. Juan y José se quedaban atrás.
-Buen día Anthony. – Saludó Stear al ver a su primo, dándole un abrazo lo mismo que Archie. Patty y Annie lo observaban tímidas. – Tío. – Dijo a Albert abrazándolo de la misma manera. Ambos rubios saludaron de un beso en cada uno de los dorsos de las damas y ambas se sonrojaron por el gesto de los caballeros.
-¿Y Candy? – Preguntó Stear al saber el deseo que tenía Patty de conocer a la chica que había inspirado tan bella flor, y más cuando por fin aquella había tomado forma ante sus ojos y no solo en su imaginación. – Patty está ansiosa por conocerla. – Dijo ante la pena de Patty, sin embargo con una sonrisa pudo demostrar que eran verdad las palabras de su prometido.
-Stear. – Dijo apenas audible. Anthony sonrió a su futura prima.
-Iré por ella. – Dijo el rubio menor para dirigirse hacia la cocina, que era el lugar en donde había visto que ella se dirigía en compañía de Dorothy y María.
Archie caminaba con Annie del brazo, quien se aferraba a él cada vez más fuerte y cuando llegaron cerca de los gemelos Archie se detuvo un poco.
-Damita, ellos son Juan y José González. – Dijo amable. – Ambos son los escoltas de Candy. – Dijo presentando a los muchachos, quienes de inmediato fijaron la vista ante la hermosa y elegante dama que tenían al frente, quien les sonrió tímida por la manera en la que la observaban, sobre todo Juan quien no pudo evitar mirarla de la misma forma que Archie había mirado a María por primera vez, comprendiendo Archie hasta ese momento la incomodidad que había sentido Juan cuando él miraba a su novia, sintiendo celos en aquel escrutinio.
-Buen día. – Respondió Annie tímida. Juan sonrió de una manera muy especial al ver los ojos de la pelinegra, reconociendo lo bella que era y a pesar de ser tan diferente a María tenía algo que inevitablemente los hacía recordar una a la otra.
-Vamos amor. – Dijo Archie llevándose a la joven a su lado, pensando que él no había sido tan obvio con su dama.
Stear lo miraba divertido al pensar que su hermano estaba celoso de aquel joven, mientras Patricia seguía observando en el jardín las Dulce Candy. Anthony llegó de la mano de Candy quien al ver a su amiga de la infancia no pudo contener las lágrimas, sobre todo cuando estuvo de frente con ella, sin embargo Candy no sabía cómo actuar frente a ella, ya que no sabía si Annie seguía en la misma posición de no reconocer que ya se conocían de antes, no sabía que Archie la había puesto al tanto de toda la situación.
-Buen día. – Dijo Candy apenas audible, viendo a Annie nerviosa. Annie la veía de la misma forma y Patricia la veía con una sonrisa amable, pensando que realmente era muy hermosa igual que Mack pero la dulzura que aquella rubia desprendía quedaba mejor con la ternura que Anthony tenía, no en vano le había regalado una flor especialmente para ella.
-Cariño, ella es Candy. – Dijo Stear primero.
-Mucho gusto Candy. – Dijo Patty con una sonrisa amigable.
-Candy, ella es Patricia O´Brian. – Dijo Stear con una sonrisa. – Mi prometida. Mencionó con orgullo.
-Mucho gusto. – Respondió Candy también con una sonrisa.
-Candice White De la Garza. – Respondió Candy con una sonrisa sincera, sin dejar de observar a la pelinegra a su lado.
-Candy. – Dijo Annie por fin, quien llamó su atención posando su mirada en ella y descubrió que al igual que ella Annie estaba totalmente conmovida, no hacía falta decir nada que ambas jóvenes se abrazaron necesitadas por volverse a ver, sintiendo que recuperaban una parte importante de su vida. Anthony observó conmovido a su novia quien lucía bastante feliz de volver a encontrarse con Annie y podía apreciar que la pelinegra estaba igual de feliz de volver a ver a su amiga de la infancia.
-¡Annie! – Decía Candy llorando ahora sí fuertemente, liberando todos los sentimientos que tenía en su corazón, siendo ambas partícipes de aquel engaño al cual habían sido sometidas por la pasión mal sana de un solo hombre. - ¡Te extrañé tanto! – Decía Candy aún aferrada a Annie, sin embargo Annie no podía ni hablar sobrepasada por sus sentimientos, mientras las lágrimas seguían el curso de su rostro.
-Lo siento. – Dijo Annie por fin para sorpresa de los presentes. Candy se separó de ella al escuchar esa disculpa. – Siento que hayas salido lastimada por culpa de mi madre. – Dijo Annie descubriendo su sentir, su mirada suplicante se conectaba con la de Candy para recibir aquel perdón que necesitaba su alma.
-Annie… tú no tienes la culpa de eso. – Le dijo Candy mirando sus ojos azules que estaban inundados de lágrimas, sincera con sus palabras queriendo darle aquella paz que sabía necesitaba su hermana de la infancia.
-Pero parece que siempre estoy destinada a lastimarte. – Decía Annie sin detenerse. –O por lo menos mi familia. – Decía tímida, conmovida por lo que había pasado.
-Mi madre fue obligada por las circunstancias. – Dijo María de pronto, quien había permanecido a lo lejos, observando tímida a la que era su hermana, sintiéndose menos al ver a la elegante joven que estaba ante Candy. Annie y todos los demás pusieron su vista en aquella que había hablado, sobre todo Annie quien sintió que su corazón dio un vuelco al escucharla hablar y suponer quién era. – Mi madre fue una víctima de aquel hombre. – Decía mientas se acercaba a Annie lentamente. – Tuvo la desgracia de enamorarse de él y fue traicionada, confiaba en él y no sabía que solo era la venganza lo que lo había motivado a acercarse a ella. – Annie guardó silencio al escuchar las palabras de María.
-Yo… lo siento… - Dijo Annie tímida a María. – Yo no la conocí… y no puedo tener una opinión de ella… - Dijo defendiendo su posición, y era verdad ella no conoció a la mujer que la había traído al mundo y sin embargo sabía que había hecho mal a pesar que le debía la vida.
-Yo también lo siento… - Dijo María más tranquila, comprendía que Annie no podría tener el mismo amor que ella tuvo por su madre, pero a pesar de ello sabía en el fondo que Annie tenía razón, su madre había actuado mal a pesar de las circunstancias y había lastimado a las personas que habían confiado en ella al callar tantos años lo que sabía, ella misma la había juzgado y criticado y no podía reprochar a Annie su comportamiento, lo único que podía hacer era contar la verdadera historia de su madre. – Tú no tienes la culpa de nada, lo mismo que Candy y los Sres. De la Garza, todos fuimos víctimas de la maldad de Liam Briand. – Dijo María por primera vez llamándolo por su verdadero nombre. Annie sintió un estremecimiento en su corazón al saber que aquel hombre indeseado era quien le había dado la vida.
-Es un hombre sin escrúpulos. – Dijo Anthony abrazando a su novia. Archie hizo lo mismo con Annie y Juan no se quedó atrás al ver que María lo necesitaba también.
Albert les indicó que pasaran al salón para que estuvieran más cómodos y todos, incluido José llegaban al hermoso salón el cual pisaban por primera vez, observando el lujo con el que vivían los Ardlay.
María, Juan y José, permanecieron de pie al no sentirse a gusto en ese lugar a donde claramente ninguno pertenecía, sus ropas sencillas eran un claro reflejo de la humildad que tenían, sin embargo a pesar de que todos los presentes los trataban como si fuesen iguales en ese momento los tres se sintieron cohibidos, más María quien no podía dejar de observar a Annie tan bella y elegante, sus modales eran distintos a los suyos y su forma de hablar y comportarse era evidente que había vivido siempre en una burbuja de cristal, hasta ese momento se dio cuenta de que tal vez no era apropiado revelar lo que había pasado si de todas formas podía ver que ella no pertenecía al lugar donde nació, ella había nacido para vivir en la riqueza, ya que si su padre hubiera sido diferente se hubiera encargado de darle todo lo que ella careció.
-Adelante, tomen asiento. – Invitó Anthony a los tres chicos con verdadera amabilidad. – Pero creo que es preferible que hablen a solas. – Volvió a decir refiriéndose a Annie y a María, sin embargo ninguna de las dos quería quedarse a solas, sobre todo Annie quien no se sentía segura más que con Archie y Candy a su lado.
-No se vayan, por favor. – Dijo Annie a su novio y a los demás. Archie le sonrió con ternura y besó su mejilla para tranquilizarla.
-A mí no me molesta hablar delante de ustedes. – Dijo María, de todas formas era una historia que debían conocer para que todos aprendieran a cuidarse de aquel tipo.
-Tampoco me molesta. – Dijo también Annie. Archie sonrió besando su mano y Candy se acurrucó con Anthony porque sabía que lo que escucharía no sería agradable ya que sería la primera vez que escucharía cuando se había fijado su desgracia.
Continuará…
Hola hermosas, una vez más les dejo el capítulo nuevo de esta historia que espero les haya gustado. Muchas gracias por leer espero me dejen muchos reviews para continuar actualizando.
TeamColombia. Chicas cómo están? como siempre espero que muy bien, y de nuevo agradecida con ustedes por sus comentarios, espero este capítulo también haya sido de su agrado. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.
arleniferreyrapacaya. Hola hermosa, en este capítulo ya pude cumplirte uno de tus deseos ya que por fin se encontraron las huérfanitas espero te haya gustado el capítulo. Te entiendo Anthony es un amor y difícilmente alguien lo supera hasta hoy en día desde la primera vez que lo vi nadie ha podido superarlo ni real ni en la ficción. Te debo las escenas entre los rubios, aún no están escritas. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones y muchas gracias por leer.
Mayely León. Hola hermosa, deberías adoptar un perro para que estés como yo jajaja no te creas, no te lo recomiendo así te organizas mejor y puedes leer y comentar mis historias. Muchas gracias por mantenerte al pendiente de la lectura, te mando un fuerte abrazo.
StephanySchreave. Hola hermosa! Yo también estaba preocupada porque no salieran los Britter cuando escribía como Archie convencía a Annie o Annie a Archie, creo que ahí si que es un dilema saberlo jajaja. Yo también opino que Annie fue el premio de consolación de Archie, algo así como "pues esto me tocó" y aunque no lo creas siento mucha pena por ambos ya que ninguno se merece algo así, insisto la autora fue muy cruel con los personajes ya que todos se enamoraron de Candy y ninguno pudo olvidarla de verdad, sufriendo todos su desamor, así que en la mayoría de mis historias intento que este par por lo menos sea feliz a sabiendas que no fue así. Tienes razón hay que tener cuidado en no poner reacciones muy sobreactuadas o bruscas en el comportamiento de los personajes ya que he leído historias en las que pienso... "Anthony no actuaría así" o "Candy no haría eso" sin embargo sé que también yo lo he hecho en mis historias a pesar de que busco que no sea tan violento el cambio. Opino igual para llegar a perderse el respeto hay que ir poco a poco ;). Gracias por dar tiempo a mis historias. Te mando un fuerte abrazo hermosa.
Rose1404. Hola hermosa! Gracias por tu constancia en los comentarios, amo que hagas eso y sobre todo me encanta que te guste la historia, espero que este capítulo también te haya gustado. Muchas gracias por leer, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones hasta la hermosa Francia.
Julie-Andley-00. Hola me extraño que tu comentario no fuera de los primeros en el capítulo anterior, sin embargo sé que estás atareada con tu adaptación (muy buena por cierto) muchas gracias por leer y comentar, agradezco que te sientas cautivada por la historia y sobre todo que continúes dándote tiempo para leer. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
María José M. ¿Cómo ves con Annie!? Así es la lectura de la época no era tan atrevida como la de ahora pero si había libros en los que había erotismo y eso era lo que Annie leía en la intimidad de su cuarto y no podía evitar imaginarse a su novio como protagonista de la historia. Muchas gracias por darme permiso para tardarme en actualizar lo estaba esperando jajaja. Te mando un fuerte abrazo hermosa.
DULCE CANDY. Hola hermosa, no sabes como me halagas con tu comentario y sobre todo al leer que no haces comentarios regularmente. Me agrada que hayas leído mis historias y que estés actualizándote con esta, espero la sigas hasta el final y sobre todo espero poder seguir con las actualizaciones seguido como hasta ahora. Te mando un fuerte abrazo y por supuesto la bienvenida a la lectura, ojalá no sea el único mensaje que me dejes. Gracias por tus halagos, Dios te bendiga.
Ster Star. Hola hermosa! ¿Quién lo diría verdad? El gatito creo que se sintió sobrepasado por las ganas que tenía de hacer olvidar a su dama y se dio cuenta que cuando estaban tan entretenidos en sus caricias ella no pensaba en ello, así que no le importó llenarse de tierra sus pantalones jajaja. Los rubios todavía tendrán que esperar un poco más para su noche de pasión XD. Muchas gracias por tu comentario hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Muchas gracias a las personas que no se atreven a dejar su comentario sin embargo leen puntual cada uno de los capítulos, les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes, saludos y bendiciones.
GeoMtzR.
