Hola, bienvenidas al nuevo capítulo, espero sea de su agrado. Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sin embargo la historia es completamente salida de mi imaginación así como los personajes que son complemento de la misma son meramente ficticios, algún parecido con la realidad es mera coincidencia. Los fines de esta historia son meramente de entretenimiento no con fines de lucro es para personas mayores de edad y para quien no se siente ofendida por temas adultos. Comenzamos!

LEJOS DE TI

CAPÍTULO 21

CANDY SE PONE CELOSA

El terror de los gemelos heló su sangre cuando escucharon la voz de su padre detrás de ellos, en ese momento sintieron verdadero temor ya que ninguno de los dos esperaba ser escuchados por él.

-¡Apá! – Gritaron los dos hermanos, más Juan no tuvo la oportunidad de salir corriendo que Felipe se quitó el sombrero y comenzó a darle con él en la cabeza.

-¿Cómo te atreviste a ofender a María, cabezón? – Decía el buen hombre, golpeando una y otra vez a su hijo con su sombrero. - ¿¡Y tú alcahuete!? ¿¡Por qué no me dijiste lo que este tarugo estaba haciendo!? – Dijo golpeando ahora a José por haber encubierto a su hermano.

-¡Pérese apá! – Decía José detrás de Juan para que él recibiera los golpes. Nadie comprendía las palabras de Felipe, pero podían adivinar que estaba muy molesto.

-¡Qué pérese ni que nada par de zopencos! – Decía muy molesto continuando con los golpes sobre sus vástagos.

-¡Me voy a casar con ella apá! – Decía Juan aguantando estoico los sombrerazos uno a uno, mientras se intentaba cubrir con su antebrazo.

-¡Por supuesto que te vas a casar con ella mañana mismo condenado atarantado! – Decía muy molesto. - ¿Qué va a decir tu amá? – Gritaba sin ocultar su molestia.

A pesar de lo molesto que estaba y de que fuera de Candy, Joaquín y José solo entendían las palabras que decía Felipe, Candy no pudo evitar reír por la manera en la que el gemelo era tratado.

-¿Qué sucede Candy? – Preguntó Anthony confundido por la escena.

-Juan se casará mañana con María. – Dijo Candy traduciéndole un poco lo que Felipe decía. Anthony observaba la escena comprendiendo la risa de Candy y no pudo evitar sonreír también por aquel espectáculo que a pesar de no serlo resultaba chusco ante los ojos de los demás.

-Siento mucho la molestia patrón. – Le dijo Felipe a Joaquín una vez que había descargado su coraje. – Disculpe Sr. Ardlay. – Le dijo también a Albert cuando lo pudo divisar. – Pero necesitamos buscar un cura para que se case este muchacho atarantado, ningun hijo de Felipe González va a embarazar a una joven y quedarse como si nada, mucho menos esta muchachita a quien quiero como una hija. – Dijo Felipe aún alterado, mencionando que él quería a María como si fuese su propia hija ya que la había visto crecer desde que nació.

-No se preocupe Sr. González. – Dijo Albert respetando su decisión. – Podemos organizar todo para cuando usted lo disponga. – Dijo poniendo a su disposición lo que requería para llevar a cabo su cometido.

-¿Pero creen que María se querrá casar? – Preguntó Andy. - Después de todo ella no está presente. – Dijo de nuevo, queriendo dejar en claro que la interesada tenía que estar de acuerdo con las decisiones que estaban tomando para su vida futura.

-¿María? – Preguntó José. – Ella está tan enamorada del tarugo de mi hermano que si pudiera hoy mismo se casaba con él. – Dijo de nuevo y Juan sonrió feliz de que así era, pero que él también la quería bien y si se había atrevido a hacerla su mujer antes del matrimonio fue motivado por el miedo que tenía de que el Sr. Leagan se aprovechara de ella y le había dicho que ella quería elegir al primero que la tomara y ese había sido él el elegido y ahora sabía que el único que elegiría para siempre.


Anthony, Candy y su familia se prepararon para emprender su viaje al hogar de Ponny, la rubia menor iba sumamente emocionada porque volvería ver a aquel par de buenas mujeres que la habían formado en sus primeros años de infancia, la diferencia era que ahora ella podía presentarles a la mujer que la había llevado en su vientre por nueve meses y que en un golpe de suerte para su vida había podido encontrar.

Los ojos verdes de Candy viajaban ilusionados por los paisajes que había recorrido tantas veces de niña, un lugar que tenía años de no visitar y que recordó había abandonado por última vez después de su primer baile en la mansión de las rosas. Un suspiro profundo salió de sus labios y Anthony volteo a verla también conmovido por la reacción de su prometida.

-El hogar de Ponny. - Dijo aspirando el aire, como si el aire que soplaba en ese lugar fuese diferente que en el resto del mundo. - Se siente como mi hogar. - Decía realmente feliz.

-Es tu hogar. - Dijo Roxanne también conmovida, conociendo por primera vez el lugar en el que habían abandonado a su hija hacía 17 años atrás. Los ojos de la mayor comenzaron a llenarse de lágrimas al ver el lugar tan humilde en el que su hija había crecido, era algo que no se había imaginado ya que Candy nunca le había contado de sus carencias. Joaquín la abrazó conmovido de la misma forma que su esposa, suspirando y creyendo que había mucho que hacer en ese lugar.

-¡Bienvenidos al hogar de Ponny! - Dijo Candy extendiendo sus brazos para presentar orgullosa el lugar en donde había pasado sus primeros doce años de vida. Anthony sonrió orgulloso por la manera en la que se expresaba de su lugar de la infancia, su voz era de alegría y completo orgullo. - ¡Señorita Ponny, hermana María! - Gritó como siempre, habían llegado por el lado de la colina y la rubia bajaba corriendo aquella pendiente para encontrarse con las primeras madres que había conocido, ni sus elegantes ropas, ni sus caros zapatos escondían la sencillez y la humildad que la rubia continuaba guardando en su corazón, con alegría bajaba la pendiente deseosa de volver a estrechar en sus brazos a aquel par de buenas mujeres que habían sabido criarla y quererla bien.

-¡Candy! - Decía su abuela, pero como siempre era ignorada por la menor y continuaba su carrera mientras los demás la observaban felices por la manera en la que ella llegaba a su lugar favorito.

-¡Señorita Ponny! ¡Hermana María! ¡He vuelto! - Decía emocionada esperando que ambas mujeres salieran del pequeño edificio.

Cuando ambas encargadas de aquel humilde orfanato escucharon los inconfundibles gritos de Candy, gritos que a pesar del tiempo que tenían de no escuchar se mantenían grabados en sus corazones, al ser la rubia una niña bastante querida en ese lugar. Los ojos de la señorita Ponny se inundaron de lágrimas, lo mismo que los de la hermana María quienes dejaron lo que estaban haciendo y pronto salieron corriendo para recibir a su hija.

-¡Candy! - Dijeron ambas al mismo tiempo. Ninguna de ellas habían reparado en la cantidad de gente que escoltaba a la rubia, y solo a una de ellas conocían aparte de la rubia ya que Anthony era el único que las había acompañado cuando hacía las investigaciones de su origen.

Joaquín y Roxanne, seguidos de Anthony fueron los primeros que alcanzaron a la rubia. Los mayores veían a las dos buenas mujeres con un profundo agradecimiento, no hizo falta presentaciones, no hicieron falta palabras que las tres mujeres cruzaron sus miradas y comprendieron quienes eran. Roxanne podía identificar que ellas habían sido las primeras madres que Candy conoció a pesar de que ella fue la que la había formado en sus entrañas.

Las tres se abrazaron con dolor, agradeciendo todas el tiempo que Candy había pasado con cada una de ellas.

-¡Gracias! - Fue lo primero que pudo decir Roxanne a ambas mujeres, arrodillándose de pronto vencida por el dolor que aún llevaba clavado en su alma, infinitamente agradecida por haber sido las encargadas de velar por la seguridad de su hija. Besó las manos de la señorita Ponny con devoción, al ver que su hija tenía un cariño infinito por ellas.

-¡No es necesario! - Dijo la anciana conmovida por la acción de la que supuso era la madre de Candy. Volteó a ver al fuerte hombre que ayudaba a su esposa a levantarse y le sonrió agradecida por ayudarla. - Fue un verdadero honor cuidar de tan maravillosa niña. - Dijo refiriéndose a Candy, sin importar los años que estuvo resguardada en ese lugar, sin importar los sustos que la pecosa le había provocado, ella había logrado colarse profundamente en su corazón y seguir reinando en él ya que la consideraba como una verdadera hija.

-De todas formas, no tenemos el tiempo suficiente para agradecerle por haber cuidado a nuestra hija todos estos años. - Dijo ahora Joaquín, quien estaba igual de conmovido que Roxanne, se notaba en el esfuerzo que hacía al hablar para dirigirse a ellas con una sonrisa de agradecimiento.

Anthony observaba que aquellos padres miraban con infinito agradecimiento a las dos buenas mujeres ambos con ganas de saber todo al mismo tiempo de la rubia, sus primeros años ahí habían sido fundamentales y a pesar de que aún tenían pena y dolor por no haber sido ellos los encargados de velar esos años ya nada podían hacer al respecto, así que solo podían conformarse con las anécdotas que tenían por relatarles así como los pocas fotografías que había en el expediente que habían formado de la rubia.

Roxanne preguntaba cual había sido su primera palabra, cuando había dado sus primeros pasos, sus primeros gustos por la comida y sus primeras travesuras, todo lo que podía decirles la hermana María quien era la que tenía más fresca la memoria, ya que la señorita Ponny a veces dudaba de lo que decía, después de tantos niños que había tenido a su cargo se confundía con las travesuras de Tom y Candy ya que eran los más traviesos que le había tocado a lo largos de los años.

Joaquín veía junto con Anthony y su suegro las necesidades de ese lugar y a pesar de la ayuda que Albert les proporcionaba sabían que no era suficiente y que necesitaban hacer algo más por ellos, así que decidió no solo contribuir con ese ayuda sino que en su cabeza pasaba la posibilidad de adoptar a uno o dos muchachos no para que lo ayudaran a él, sino para convertirlos en parte de la familia.

Mientras Anthony y la familia de Candy se habían ido al hogar de Ponny otros se disponían a preparar todo lo necesario para realizar la boda lo más pronto posible en la capilla de Lakewood lugar donde todo estuvo listo en dos días.

Candy y su familia habían pasado un día fabuloso en ese lugar, habían reído y convivido con los niños y con sus otras madres, demostrando una vez más que no solo el buen corazón de los De la Garza era el que vivía en el corazón de Candy, sino que sus buenas costumbres habían sido reforzadas en aquel lugar con el cual todos coincidan era verdaderamente mágico.

La despedida de Candy con la señorita Ponny y la hermana María fue como siempre lo había sido, tierna y llena de emociones, prometiendo que pronto volvería de nuevo a ese lugar para visitarlas. Ellas sabían que Candy no mentía con sus promesas y esperaban que pronto se cumpliera el tiempo que ella considerara necesario para volver a visitarlas.

-Siempre serás bienvenida a este lugar Candy. - Dijo la señorita Ponny con lágrimas en los ojos. Estaba conmovida por que Candy por fin había encontrado a su verdadera familia y a pesar de que nunca fue su propósito la vida había sabido recompensarla por ser tan buena persona.

-Siempre me sentiré en mi hogar en este lugar. - Le dijo sincera ya que aquel lugar para ella era un refugio en el que podía ir cada que lo necesitaba, aunque al voltear a ver a Anthony y a su familia quien la miraba con los ojos llenos de emoción pudo darse cuenta que tenía más de un lugar para sentirse amada y protegida. Anthony sonrió con dulzura y Candy suspiró enamorada, sobre todo él era el que le ofrecía ese sentimiento de seguridad y estabilidad para su futuro, un lugar en el que ella deseaba estar por siempre, pero sabía bien que el hogar de Ponny y el rancho de sus padres era un complemento para lograr su verdadera felicidad, ellos formaban parte de su pasado y su presente y sabía que los quería en su futuro, pero Anthony formaba parte de todo al mismo tiempo y quería que fuera así par toda la vida.

Partieron de aquel lugar con los niños corriendo detrás del automóvil que los había llevado hasta ahí, el corazón de Roxanne se encogió al ver las caritas conmovidas que los acompañaban en su recorrido mientras Candy y Anthony les decían adiós emocionados. Joaquín miró a su esposa y supo bien lo que tenía que hacer.


La boda de María y Juan había sido sencilla ya que ninguno de los dos había aceptado que se hiciera algo muy ostentoso, además ni la mamá de Juan ni la de María estaban presentes, no necesitaban de invitados si todos los que apreciaban estaban junto a ellos.

El estilo mexicano que pusieron en el ambiente fue muy agradable para los Cornwell quienes en su vida habían asistido a una fiesta tan colorida y llena de deliciosas comidas, todos estaban felices sobre todo Stear quien tenía que desabrochar su cinturón para poder seguir comiendo, lo bueno que el buen metabolismo del guapo inventor le ayudaba a desechar las calorías que había consumido de más aquella noche.

Después de la boda de los jóvenes, Archie tenía la preocupación de hablar con su tío, así que decidido a llevar a cabo aquella plática con el patriarca se decidió a hacerlo de una vez por todas.

-Tío, necesito hablar contigo. – Dijo Archie a Albert con seriedad. Annie lo miró tímida y Stear y Anthony tuvieron un mal presentimiento ya que habían visto demasiado cariñoso a Archie con ella y un pensamiento pasó por su cabeza.

-Muy bien, tú dirás. – Dijo Albert poniendo su atención en él.

-A solas. – Respondió con la misma seriedad con la que había comenzado a hablar. Albert se extrañó que excluyera a su hermano y a su primo.

-Muy bien, vamos. – Dijo Albert dirigiéndose al despacho. Stear observó a su hermano y después a Annie, quien estaba más roja que un tomate.

-¿Qué hiciste hermano? – Preguntó el inventor pero no obtuvo respuesta.

-¿Estás bien Annie? – Preguntó Candy a su hermana, acercándose a ella al igual que Patty, acompañándola a su habitación al sentir que la ojiazul comenzaba a temblar por los nervios que sentía al saber el motivo de la plática que solicitaba su novio.

-Sí Candy, estoy bien. – Respondió un tanto nerviosa mientras se dejaba guiar a su habitación.

-¿Tú dirás? – Preguntó Albert a su sobrino, mientras se colocaba en el sillón que le correspondía.

-Tío, hace unos días hablé con los padres de Annie para solicitar su permiso y adelantar nuestra boda. – Albert lo miró fijamente, con una mirada de interrogación que buscaba adivinar sus pensamientos.

-¿Algo que deba saber? – Preguntó el patriarca sin dejar de verlo a los ojos.

-No de momento. – Respondió Archie. – Pero no quiero exponer a Annie a un escándalo. – Dijo delatándose en lo que había hecho.

-¿Desde cuándo? – Preguntó Albert sin dejar de mirarlo fijamente.

-Cuando hablé con Annie sobre su origen, las cosas se descontrolaron. - Dijo apenado, mientras Albert lo veía un poco contrariado.

-Bien, hablaremos pronto con la tía abuela. – Dijo Albert apoyando como siempre a su sobrino. Archie le sonrió agradecido ya que sabía que él siempre estaría para ellos. – Por lo pronto intenta mantenerte bajo control. – Agregó de nuevo y Archie sonrió apenado con su comentario.

-¿Qué sucede Archie? – Preguntó Stear y Anthony una vez que estuvieron a solas.

-Vamos a adelantar nuestra boda. – Dijo Archie a ambos quienes al momento lo miraron extrañados y con cierta incertidumbre en el rostro.

-¿Adelantar? – Preguntó Stear sorprendido. - ¿Acaso tú y Annie…? – Preguntó Stear observándolo detenidamente.

-El día que hablé con Annie… - Dijo avergonzado, pero sabía que eran unos caballeros y que ninguno hablaría de más.

-Por eso llegaste tan tarde… - Dijo Stear reflexionando. Archie asintió, sabía que no debía pensarla mucho para descubrirlo, ambos eran muy transparentes entre sí. – Ni hablar hermano, si no quieres que el Sr. Felipe te agarre a sombrerazos por haberte aprovechado de Annie. – Dijo Stear intentando bromear para cambiar el ambiente un tanto tenso que se había generado de pronto.

-Y que lo digas, bastante difícil fue hablar con el Sr. Britter. – Dijo el gatito.

-¿¡Le dijiste!? – Preguntó Stear sorprendido.

-¡Ni de loco! – Respondió apurado. – No estuviera aquí, le dije que ya me consideraba lo suficiente maduro para casarme y hacerme responsable de Annie y ella le dijo que estaba de acuerdo, si él sospechó algo fue todo un caballero y nos apoyó desde el principio. – Dijo advirtiendo que Elena Britter ya estaba ilusionada por emparentar con los Ardlay, ya que tenía casi todo listo. – La verdad que la Sra. Britter lo tomó con más ilusión que Annie. – Dijo sonriendo por eso hecho.

-Pues en hora buena hermano. – Dijo Stear para felicitar a su hermano.

-Felicidades Archie, espero también casarme pronto con Candy. – Dijo Anthony también ilusionado por que llegara el día de su boda con su amada.

-Pero más vale que dejes al pequeño Anthony a dieta o el Sr. Joaquín es capaz de dejarte imposibilitado. – Dijo Stear a su primo. Los tres comenzaron a reír, pero Anthony sabía bien que eso era cierto.


En Chicago, Elroy regresaba de Florida, había permanecido cerca de un mes en aquel caluroso lugar, buscando una joven de buena familia que se comprometiera con Neal, Elisa y Sara la habían acompañado y por fin estaban en su hogar después del nulo éxito obtenido.

-Por fin llegamos. – Dijo Elisa quejumbrosa. – Tía abuela, espero que el no haber encontrado una prometida para Neal no sea pretexto para anunciar mi compromiso. – Dijo cruzando los brazos.

-No te preocupes hija. – Dijo Elroy. – Pronto llegara William y hablaré con él. – Elisa sonrió con malicia mientras veía como la anciana se retiraba a descansar.

-Sra. Leagan, la buscan. – Dijo el mayordomo a Sara.

-¿A mí? – Preguntó confundida. - ¿Quién es? – Preguntó de nuevo extrañada porque nadie sabía que ya habían llegado.

-Su hermano, el Sr. Liam Briand. – Dijo de nuevo el mayordomo.

-¿Qué esperas que no lo haces pasar? – Preguntó de mala manera al buen hombre, quien de inmediato se dirigió a la puerta principal para permitir el paso al recién llegado.

Sara vio como aquel alto hombre de tez blanca, ojos azules y cabello castaño muy parecido al de ella se acercaba con su paso elegante y firme, mirando a los lados como si el suelo que pisaba no lo mereciera igual que ella.

-¡Liam! – Dijo emocionada al verlo, abrazándolo por el cuello. Liam la abrazó por la cintura y la apegó a su cuerpo estrechamente.

-Hola hermana, tan hermosa como siempre. – Dijo en su oído sin soltarla. Sara se retiró de él discretamente, viéndolo a los ojos con picardía.

-Nunca cambiarás. – Le dijo divertida por la manera en la que la había abrazado.

-Sabes que no. – Dijo sonriendo con malicia.

-¡Tío! – Dijo Elisa cuando reconoció al hombre que de pequeña los sentaba en sus piernas para jugar con ellos.

-¿Dónde están mis sobrinos consentidos? – Preguntó abrazando a ambos, sobre todo a Elisa quien ya no era la niña que él recordaba.

-Bienvenido tío. – Dijo Neal y Elisa le sonrió feliz de verlo.

-Eres tan hermosa como tu madre. – Le dijo recorriéndola de pies a cabeza. – Debes de tener a tu prometido comiendo de tu mano. – Le dijo con malicia. Elisa sonrió de lado orgullosa por el halago, irguiéndose de pronto para resaltar sus atributos. Cosa que Liam no pudo dejar de notar.

-Elisa estará pronto comprometida con alguien muy poderoso. – Le dijo Sara feliz haciendo un hecho aquel compromiso.

-Es un tipo afortunado. – Dijo de nuevo observándola por completo.

-Niños, retírense, yo hablaré con su tío. – Dijo Sara ya que sabía bien que cuando su hermano la visitaba no era por algo grato.

Liam siguió a Sara hasta el despacho, donde la iba observando a cada paso que daba, observando su cadera moverse al caminar frente a él. Cuando entraron al despacho Liam la abrazó por la espalda y la tomó por la cintura, sorprendiendo a su hermana.

-Basta Liam, ya no somos unos niños. – Le dijo Sara tranquila.

-Por eso mismo. – Le dijo besando su cuello, haciendo que Sara se estremeciera, subiendo sus manos hasta alcanzar sus hombros. Aquel movimiento hizo que Sara se descontrolara y se alejara de él. Liam sonrió de lado por la actitud de su hermana.

-Nunca cambiarás. – Le dijo con una sonrisa de lado.

– No te preocupes, soy incapaz de hacer algo indebido. – Dijo con malicia. – Por lo menos no contigo… - Agregó al saber que ella misma sabía de todo lo malo que había hecho, todo menos la desaparición que había hecho con su propia hija y la hija de los De la Garza.

-Eso espero Liam. – Le dijo Sara, sabía que su hermano era un galán y siempre usaba sus atributos con las mujeres y a pesar de que no le habían funcionado con Rosemary o con Roxanne, a veces sentía que si ella lo hubiese permitido su hermano se hubiera olvidado que compartían lazos de sangre.

-Antes no te quejabas. – Respondió el hombre acercándose a ella de nueva cuenta. – Al contrario te movías frente a mí para que yo pudiera observarte con detenimiento. – Dijo provocando una mirada de enfado y sorpresa en Sara, quien recordó también que ella alguna vez lo había provocado.

-Ya te dije que éramos unos niños. – Dijo sin dejarle de dar la espalda, nerviosa porque sabía bien que eran ciertas las palabras de su hermano, sin embargo ahora era una señora casada, una dama y no una chiquilla que no comprendía algunas cosas en el pasado.

-Pero sabíamos lo que hacíamos. – Dijo Liam de nuevo, provocando el sobresalto de su hermana.

-¡Cállate! ¡Nadie debe saber eso! – Dijo sintiéndose acorralada.

-Nadie lo sabrá. – Le respondió cómplice y ella se ponía más nerviosa que nunca.

-¿A qué viniste? – Preguntó Sara de nuevo para poder controlar su enojo.

-¿Dónde está tu marido? – Preguntó Liam a su hermana, ya que nunca se habían llevado bien y el rancho lo llevaba gracias a que Sara había intervenido para lograr ese beneficio, de esa manera lo mantendría lejos de ella.

-De viaje. – Respondió después de un largo silencio, en el cual él le había exigido responderle con la pura mirada.

-¿Por eso estás aquí? – Preguntó refiriéndose a la mansión Ardlay. Sara asintió sin dejar de ver su rostro. - ¿Y la vieja? – Preguntó de nuevo dirigiéndose a Elroy.

-Subió a su habitación, está cansada, vamos llegando de…

-Lo sé. – Dijo interrumpiéndola en su respuesta. – Fueron a Florida a buscar una novia para el afeminado de mi sobrino. – Dijo sin importarle la mirada de reproche de su hermana. – Sabes que es verdad, lo criaste como a una niña. – Le dijo con una sonrisa de lado. – En cambio con Elisa has hecho un gran trabajo. – Dijo de nuevo sonriendo.

-Elisa siempre fue tu favorita. – Dijo Sara incómoda, sabía que su hermano no toleraba a Neal desde que era un chiquillo.

-Neal tiene el carácter débil de tu esposo. – Dijo de nuevo, a pesar de que el moreno se esforzaba en ser como su hermana y su madre, pero lo único que había logrado era ser un títere entre sus manos.

-¡Eres un tonto! – Le dijo molesta por la opinión que tenía de su hijo. – Neal es capaz de cosas que ni te imaginas, es muy parecido a ti. – Dijo Sara como si fuera un gran acontecimiento ese hecho.

-Somos familia, traen nuestra sangre. – Dijo con una sonrisa orgullosa, demostrando que le agradaba que su sobrino tuviera algo de él y sabía que Elisa tenía mucho de su hermana.

-Sabes bien que éramos unos niños. – Dijo Sara de nuevo, justificando su adolescencia. – No sabíamos lo que implicaban nuestras acciones. – Dijo de nuevo, aquella relación inusual entre hermanos que habían llevado cuando jóvenes fue la principal decisión de su padre para volverse a casar ya que los veía demasiado unidos, una relación que no era normal entre dos hermanos de sangre.

-Tal vez, pero sabíamos que no estaba bien y si nuestro padre no hubiera intervenido tal vez hubiera sucedido algo irreparable. – Sara lo observó nerviosa, sabía bien que su hermano tenía razón, habían atravesado muchas barreras juntos y si no habían llegado más lejos fue porque su padre había intervenido al casarse con Elroy y buscar la manera de que ella se convirtiera en su madre.

Los hermanos Briand habían mantenido una historia entre ellos que si bien no se había concluido en un incesto si tenían una especial emoción cuando estaban juntos y más cuando se abrazaban entre sí, su padre se había dado cuenta de ello y se esforzó por terminar casándose con Elroy, convencido de que una figura como ella, recta y digna sus hijos aprenderían de ella y se detendrían de segur avanzando en su "juegos" de adolescentes como ellos decían.

El Sr. Briand al quedar viudo muy joven, se dedicó a sus excesos y fiestas privadas que organizaba con las empleadas de la mansión, fiestas que al principio a sus hijos les parecían extrañas ya que nunca invitaba a hombres o siquiera a ellos, ambos crecieron solos sin la guía de una madre o un padre, porque el que tenían estaba sumido en su propio placer tanto así que no le importó siquiera una educación adecuada, pronto no tuvo para pagar las institutrices, pero si para sus fiestas, fiestas que eran cada vez más prolongadas hasta que la curiosidad natural de sus hijos los hizo observar por la puerta todo lo que su padre hacía y le hacían las "doncellas" que trabajaban para ellos, de no haber sido descubiertos por su padre los hermanos Briand hubieran llegado a practicar lo que su padre practicaba todas las noches, horrorizado de que eso llegara a pasar golpeó a su hijo hasta el cansancio culpándolo de todo por ser el mayor, separándolos para siempre de sus retorcidas intenciones. Se decidió casar con la joven Elroy Ardlay a pesar de su poca belleza, no solo por su fortuna, sino porque con su elevada moral y rectitud creía que ayudaría a que sus hijos siguieran el camino del bien.

Elroy había acogido con amor al par de adolescentes, brindando su amor y buenos modales, convirtiendo a Sara en una joven recta, toda una dama y a Liam en un hombre trabajador, sin embargo ambos habían aprendido a manejar a la joven Elroy quien al no tener hijos vio en ellos aquella posibilidad y creyó que así era, que la amaban y respetaban más de lo que su esposo le respetaba, ya que continuamente se encerraba en el despacho de la mansión, trabajando en proyectos que nunca funcionaban. Aquel hombre evitaba íntimamente a la joven Elroy lo más posible ya que la consideraba una mujer frígida por estar acostumbrado a otro tipo de placeres, aun así mantuvo la pantalla todo ese tiempo ante ella hasta que murió.

Elroy nunca se dio cuenta de las veces que se aprovechó de las mucamas, obligándolas bajo amenazas a complacerlo, sus hijos aprendieron bien aquella manipulación y también le daban a Elroy un poco de cariño para que ella los complaciera. Liam pronto se olvidó de lo que estuvo a punto de suceder con su hermana y pronto se centró en las jóvenes que se fijaban en él y aprovechando su atractivo se hacía de ellas formándose una fama de mujeriego en muy poco tiempo. Cuando quiso pretender a Rosemary, Elroy lo apoyó creyendo que amaba a su sobrina y que ella lo haría sentar cabeza, pero a pesar de su insistencia su hermano nunca estuvo de acuerdo ni Rosemary tampoco.

Sara por su lado fue comprometida con un hombre diez años mayor que ella, quien a pesar de ello nunca había estado casado en su vida, aceptó a Sara enamorado de verdad y le dio su apellido y dos hijos a los cuales adoraba a pesar de sus caprichos, aceptó que su cuñado manejara su propiedad en México porque no lo toleraba junto a ellos y se tranquilizaba al saber que rara vez los visitaba.

-¿A qué viniste? – Preguntó Sara de nuevo, acomodando su cabello mientras su hermano se sentaba frente a ella.

-Tengo una hija. – Dijo de pronto. Sara lo vio sorprendida al revelarle aquella noticia así de pronto.

-¿Una hija? – Preguntó de pronto molesta, recordando una cláusula que decía el testamento de su padre y del cual solo ella y Elroy sabían. Liam asintió.

-Por eso no te lo había dicho sabía que te molestaría. – Dijo con una sonrisa cínica.

-No me molesta, lo que se me hace extraño es que no me lo hayas dicho antes. – Dijo Sara excusando su mal carácter. Liam sonrió, sabía que su hermana siempre lo había celado, creía que ese era el motivo de su enojo.

-¿Quién es ella? – Preguntó intrigada por saber la identidad de la madre de aquella que proclamaba su hija.

-Ella ya no importa. – Respondió Liam, sabiendo que su hermana le preguntaba por la mamá de su hija.

-¿Y tú bastarda? – Preguntó irónicamente al referirse a la hija de su hermano.

-¿Recuerdas que te insistí para que recibieras a Elena Britter en tu casa? – Preguntó Liam mientras se acomodaba en el sillón que adornaba el despacho. Sara lo observó confundido. – Quería que tus hijos convivieran con la hija de ella. – Agregó ante la mirada de confusión de su hermana.

-¿Para qué querías eso? – Preguntó seria. – Esa chiquilla es una niña tonta y sosa, ni siquiera me gustaría para prometida de Neal. – Dijo de nuevo con cara de hastío, nunca había tolerado a Elena y mucho menos a la poca cosa de hija como a ella le parecía.

-No la quería para prometida de Neal, a menos que quisieras una relación incestuosa en la familia. – Dijo mirándola fijamente.

-¿Elena y tú? –Preguntó sorprendida. - Liam negó sin entender su hermana que acababa de pensar que Elena y su hermano habían tenido una relación ya que no le había dicho que la madre de su hija había muerto.

-¿Qué más quisiera yo? Elena es una mujer verdaderamente hermosa y deseable. – Dijo provocando una mirada de asco en Sara. – Tanto o más que tú. – Le dijo divertido. Sara se ofendía por su comentario.

-¿Entonces? – Preguntó ignorando el último comentario de su hermano.

-Annie es mi hija, pero no es hija de los Britter. – Dijo de nuevo.

-¿Annie es adoptada? – Preguntó sorprendida. Liam asintió.

-Así es. Tuve a Annie con una criada mexicana. – Confesó sin culpa alguna como si lo que había dicho fuera muy normal.

-¿Cómo terminó en un orfanato? – Preguntó Sara sorprendida por lo que su hermano le revelaba después de tanto tiempo.

-Yo la envié ahí. – Dijo nuevamente sin culpa. – No la quería, no podía tener una hija con una criada, pero tampoco podía deshacerme de ella, así que se la quité a su madre y la envié a un orfanato. – Dijo ante la mirada de Sara quien estaba un poco sorprendida de lo que su hermano había hecho.

-¿Hiciste que la adoptara una familia rica? – Preguntó incrédula de lo que decía su hermano.

-Eso fue coincidencia, la verdad no me importaba quien la adoptaba. – Sara asintió dándole la razón, después de todo era hija de una criada, sería una vergüenza que la gente se enterara que su hermano aparte de quedarse soltero y haber sido rechazado por dos jóvenes de buenas familias había terminado reproduciéndose con una mujer muy inferior a ellos.

-¿Y has venido a recuperarla? – Preguntó burlona. Liam la observó de la misma manera.

-He venido a esconderme un tiempo. – Respondió sonriendo de la misma manera ya que a él lo único que le importaba de su hija era la herencia que recibiría al ser hija única y la que obtendría al casarse con aquel joven hijo de Janice Ardlay.

-¿Qué hiciste ahora? – Preguntó Sara de nuevo, con una sonrisa que evidenciaba que tenía ganas de escuchar una más de las maldades de su hermano.

-Desaparecí a la hija de un par de imbéciles. – Dijo tranquilamente.

-Eso ya lo sabía. – Dijo rodeando los ojos.

-Sí, pero estaban a punto de enterarse. – Dijo sin remordimiento. – Así que decidí esconderme aquí por un tiempo hasta que se calmen las aguas. – Dijo para informar a grandes rasgos a su hermana el motivo de su llegada.

-¿Cuándo llegaste? – Preguntó de nuevo la Sra. Leagan.

-Hace como un mes. – Respondió Liam, evidenciando que había llegado casi casi desde que llegaron las De la Garza, sin embargo Joaquín no se había enterado ya que había dejado dicho que iría a la capital, más cuando se enteró que no había sido así viajó de inmediato a Lakewood.

-¿Y qué has hecho desde entonces? – Preguntó Sara, ya parecía más un interrogatorio.

-Negocios. – Respondió malicioso, observando el cuerpo de su hermana con agrado.

-Más vale que nos vayamos a mi casa. – Dijo Sara para asegurarse de estar enterada de todo lo que su hermano tramaba.

-Como quieras. – Dijo Liam despreocupado. – Mientras no esté tu marido. – Decía, ya que no soportaba a Louis a pesar de que vivía en su rancho.

-No está. – Respondió Sara con una sonrisa maliciosa, sabía bien que su hermano y su marido no se toleraban en lo absoluto.

Elroy recibió a Liam gustoso ya que aquel hombre era experto en darle lo que quería y el amor de un hijo era lo que ella ansiaba con desespero.

-Hola mamá. – Dijo cuando vio que Elroy aparecía frente a él cuando dejaba el despacho. Liam era el único que la llamaba así.

-¡Liam! – Dijo abrazándolo y besándolo en su frente repetidamente. – Hasta que me visitas. – Dijo emocionada de volver a verlo después de tanto tiempo.

-Sabes que tengo mucho trabajo en el rancho. – Dijo disculpando su ausencia. Todos se sentaron en la mesa para la cena y Liam se sentaba junto a su hermana y a Elisa del otro lado. Elisa observaba a su tío, le gustaba su forma de ser caballerosa y sabía bien que era manipuladora para la tía abuela.

-Liam ¿Tú conoces a la hija de Roxanne y Joaquín? – Preguntó Sara con curiosidad a su hermano.

-Tuve el placer de verla un par de veces, por cierto también me tocó ver a William allá. – Dijo a su madre.

-Fue a organizar el compromiso de Anthony con esa joven. – Dijo Elroy orgullosa de ello.

-¿Cómo es la prometida de Anthony? – Preguntó Elisa a su tío con cierta molestia y celos en su voz.

-Es una chica verdaderamente hermosa. – Respondió Liam sin imaginarse que era lo que pasaba realmente, quería investigar bien qué sucedía en aquella relación ya que Sara nunca le había explicado bien los motivos que había tenido para alejar a Candy de Lakewood. – La conocí siendo una chiquilla, y puedo decir que el hijo de Rosemary tiene bastante suerte. – Dijo de nuevo, sin embargo dentro de él tenía bastante rencor por el joven rubio ya que también él representaba su primer rechazo amoroso.

-¿Es más bonita que yo? – Preguntó Elisa ofendida por las palabras que había dicho su tío.

-¡Por Dios hija! – Dijo Elroy un tanto molesta. - ¿¡Eso qué importa!? ¡Tú te casarás con William! – Dijo de nuevo reprochando a Elisa su comportamiento, le molestaba que continuara celando a Anthony cuando él ya estaba comprometido y ella estaba a punto de serlo.

-¿Con William? – Preguntó Liam. Elroy asintió. - ¡Vaya! Veo que también es un hombre muy afortunado. – Dijo besando la mano de Elisa quien lo miró agradecida por ese comentario, sin embargo aquella flor no era del todo sincera sino simplemente era una manera de tener a la maldosa de su sobrina en total calma y completamente de su lado.

La cena transcurrió sin mayor problema. Liam no mencionó del origen de la joven De la Garza ya que era algo que convenía a sus intereses, primero sería bueno que anunciaran aquel compromiso, además primero tenía muchas cosas qué averiguar para saber qué más podía obtener de ello.

A pesar de las negativas de Elroy, Liam se fue a la casa de su hermana para así poder hablar libremente sin tener la necesidad de estarse cuidando de la anciana y revelar así su verdadera cara frente a ella, no les convenía a ninguno de los dos que ella los dejara de apoyar de pronto.

Después de la boda de Juan y María y la visita al hogar de Ponny, donde Joaquín había dejado un generoso donativo para los niños que vivían en aquel humilde lugar, habían regresado a Lakewood, donde todos se preparaban para regresar a Chicago.

Albert les había prestado la cabaña a los recién casados y José había quedado solo con su padre quien seguía molesto por la acción de Juan.

-¿Cuándo te irás? – Preguntó Dorothy a José sin poder evitar sentir tristeza en su corazón.

-Todavía no lo sé. – Respondió el gemelo, a pesar de todo no quería irse, había formado una bonita amistad con Dorothy y tenía curiosidad por saber si ella sentía algo por él después del beso que habían compartido o si bien era el momento que embarazosamente habían vivido juntos.

-¿Por qué no te quedas? – Preguntó Dorothy ante la mirada de asombro de José.

-¿Quedarme? – Preguntó José y Dorothy asintió.

-Puedes pedirle trabajo al Sr. William. – Dijo emocionada. José pudo ver en ella un brillo muy especial, un brillo que jamás había visto en los ojos de una mujer que se dirigiese a él, eso provocó una pequeña luz de esperanza, una de que alguien lo amara por fin, un deseo que tenía de niño desde que veía a sus padres, sin embargo a pesar de saber que María lo había elegido antes que a su hermano no le provocaba los sentimientos que Candy le generó al conocerla y que Dorothy comenzaba a despertarle. No era Candy, pero tenía cierta inocencia que él siempre había buscado en una mujer, así como su blanca y tersa piel que era algo que le llamaba la atención de una chica.

-¿Tú quieres que me quede? – Preguntó sonriente. Dorothy se puso de todos colores, sin embargo asintió.

-Solo si tú quieres. – Respondió Dorothy tímida.

-Si quiero. – Dijo con una sonrisa tierna, fijado su vista con ella, encontrando que verdaderamente era hermosa, el recuerdo de aquel beso llegó a su mente y sonrió una vez más con timidez.

A lo lejos Candy y Anthony veían felices aquella escena.

-Se ven tan bien juntos. – Dijo Candy emocionada por los dos.

-Tengo que admitir que es la primera vez que veo tan feliz a Dorothy con un chico. – Dijo Anthony con una sonrisa, al ver a la joven mucama sonreír de esa manera, era la primera vez que la veía ilusionada con alguien a pesar de los años que llevaba trabajando para ellos.

-Ojalá que puedan enamorarse. – Dijo Candy sincera. - ¿Verdad que se ven muy bien juntos? – Preguntó a su amado con una gran sonrisa.

-Se ven bien juntos. – Dijo Anthony. – Pero creo que nos vemos mejor nosotros. – Dijo coqueto acercándose más a ella para tomarla por la cintura y acercarla a él, movimiento que hizo que Candy lo abrazara por el cuello.

-Y aunque no nos viéramos bien juntos, lo importante es lo que sientes y siento por ti mi príncipe de las rosas. – Dijo Candy con una sonrisa ilusionada observando los ojos de su amado. Anthony se emocionó con sus palabras y dio un beso corto en su boca.

-Tienes razón amor, no importa cómo nos ven los demás, lo importante es que nos amamos. – Dijo Anthony acariciando con la punta de su nariz la de ella. Candy sonreía con su caricia y se dejaba llevar por el aroma de su amado, un aroma que disfrutaba tanto desde que lo vio por primera vez.

-Joven Anthony. – Dijo James interrumpiendo el momento de los rubios. Candy se sorprendió apenada y se escondió en el pecho de Anthony, quien con una sonrisa la recibió y volteó a ver a aquel que había interrumpido su escena romántica.

-¿Qué sucede James? – Preguntó con una sonrisa amable. James se notaba apenado por haber interrumpido.

-Le acaba de llegar una carta. – Dijo de nuevo ya más formal.

-Muchas gracias James. – Le dijo para después este retirarse de su lugar.

Candy se separó de Anthony para darle la libertad de que leyera el contenido de aquella carta que acababa de recibir. Anthony le sonrió y de nuevo besó su boca antes de romper el sello de la misiva.

Conforme iba leyendo la cara de Anthony se iluminaba feliz por lo que leía en aquellas líneas que le habían escrito, mientras Candy curiosa esperaba que terminara de leer lo que decía, observando como el rubio sonreía e ilusionaba conforme avanzaba en su lectura.

-¿Buenas noticias? – Preguntó Candy curiosa y hasta un poquito celosa de ver la alegría que le había provocado aquella carta en su novio.

-Excelentes diría yo. – Respondió Anthony sin decirle más y la curiosidad de Candy se incrementó en el acto.

-¿Alguna admiradora? – Preguntó como no queriendo darle importancia, sin embargo su inquietud estaba a prueba.

-¿Celosa? – Preguntó Anthony mientras la llevaba al salón del té para conversar con ella a solas. Candy se puso de mil colores al saberse descubierta, sin embargo no respondió y Anthony la guió hasta la sala del lugar para acomodarla en sus piernas sutilmente. – No tienes por qué estar celosa, mi amor. – Le dijo fijando su frente con la de ella, mientras con su nariz acariciaba dulcemente la de ella, buscando una caricia más allá de ese roce. La abrazó por la cintura y la besó con lentitud, como si temiera aquel contacto, tierno, dulce, sutil, besando lentamente su boca abandonándose poco a poco a su caricia, degustando el sabor de sus labios. Candy seguía el beso con la misma intensidad que Anthony lo hacía, y lentamente se sintió más segura en aquella posición que él la había colocado, abrazándolo por su cuello para besarlo más apasionadamente. Anthony recibió con gusto la pasión demostrada por Candy para así recorrer su cuello con su boca, pasando a sus labios dejando un camino húmedo alrededor.

Candy se removía ansiosa por su caricias sujetándose con fuerza por los hombros para sostenerse al hacer su rostro hacia atrás y dejarlo que la acariciara con su boca.

-Te amo Candy, te amo por siempre. – Decía con su voz jadeante y con poco aire, ansioso por demostrarle cuanto la amaba y que los celos que había tenido no tenían razón ni fundamento.

-Yo también te amo y no soportaría si por algún motivo nos separásemos. – Decía Candy si dejar de ofrecer su cuello para que él continuara marcándolo con sus labios.

-Nada amor, nada me separará de ti. – Decía seguro, emocionado por el aumento de la pasión por el ritmo que había cambiado en sus caricias. Sus manos recorrieron sus formas palpando sus caderas hasta llegar a sus glúteos, en los cuales se detuvo por unos segundos dudando acariciarlos. Candy lanzó un suspiro ahogado y él volvió a su boca para acallar lo que salía de ella, ingresando su lengua una vez más para llegar hasta el fondo de su cavidad y dejar que ella explorara su boca con la misma curiosidad que sentía por él, sabían que pisaban un terreno desconocido y era un terreno frágil que aún no se ponía firme en su pies, más sin embargo ambos estaban ansiosos por pisarlo a pesar del riesgo que existía. La cordura llegó a Anthony quien al acariciar sus glúteos y decidir subir sus manos hacia su cintura sintió el despertar de su deseo.

-Te necesito mi amor. – Decía con verdaderas ganas de seguir. – Pero aún no es tiempo. – Decía besando su cuello, boca y acariciando su cuerpo.

-Lo sé. – Decía Candy quien a pesar de aquel pequeño descontrol aún estaba asustada por el embarazo de María. – Pero quiero que sepas cuanto te amo. – Decía agitada intentando controlar lo que había despertado en su cuerpo.

-Lo sé mi amor, me lo dicen tus ojos, me lo dicen tus besos, me lo dice tu boca con cada caricia… me lo dice tu cuerpo cada vez que reacciona con mis besos, con mis caricias. – Decía en su oído, provocando que su piel se estremeciera, hecho que hizo que cruzara las piernas para controlar aquel deseo que él le provocaba. – Me lo dices tú sin necesidad de decirlo. – Dijo besándola una vez más tierno, calmando su respiración.

-¿Y quién es tu admiradora? – Preguntó una vez más necia. Anthony sonrió de nuevo.

-Terry Grandchester. – Respondió Anthony para tranquilizar la inquietud de su novia. – Muy guapa por cierto. – Dijo a modo de broma provocando la risa de la rubia.

-¿Tu amigo de colegio? – Preguntó Candy un tanto apenada por la sospecha que había tenido, pero ella no tenía la culpa de que su novio fuese tan guapo y que le provocara un poco de inseguridad que le llegara una carta que lo pusiera tan feliz, temiendo que fuera alguna joven que se hubiese enamorado de él sin estar enterado.

-El mismo. – Dijo sonriente ya más relajado por la sesión de besos que había habido entre ellos.

-Lo siento mucho. – Dijo Candy apenada por su actitud. Anthony la observó con ternura.

-Me gusta saber que también puedes estar celosa por causa mía. – Dijo Anthony en respuesta a lo dicho por la rubia, quien volteó a verlo algo sorprendida. – Pero no tienes por qué estarlo, eres la niña de mis sueños y nadie me ha hecho sentir lo que tú has provocado en mi corazón. – Candy lo miró enamorada, ansiosa por volverlo a besar por las palabras tan bellas que le dedicaba, segura de que él la amaba tanto como ella a él.

-¿Y qué dice tu amigo? – Preguntó nuevamente después de haber sido ella la que le propinó un tierno beso.

-Dice que vendrá a Chicago. – Dijo Anthony feliz de pensar en volver a ver a su gran amigo.

-¿Vendrá a verte? – Preguntó la rubia curiosa de saber acerca de la amistad que tenía con aquel joven.

-No, es actor, vino hace unos meses para estudiar teatro en Nueva York. – Respondió Anthony. – Y al parecer es tan bueno que lo llamaron para hacer una obra donde tiene un pequeño papel. – Decía feliz por el logro de su amigo. – Quiere que vaya a verlo… - Dijo mirándola fijamente. – Mejor dicho que vayamos, porque quiero que lo conozcas. – Dijo de nuevo el rubio sin borrar su sonrisa. Candy lo miró ilusionada, quería conocer todo de él y a pesar de que sabía que sería difícil que su padre diera el consentimiento para dejarla ir le gustaría hacerlo. - ¿Quieres ir conmigo? – Preguntó emocionado mirándola a los ojos.

-Sí. – Respondió Candy emocionada. – Me gustaría acompañarte y conocer a tu amigo. – Anthony sonrió ilusionado por su respuesta.

-Dice que me tiene una sorpresa. – Dijo Anthony sonriendo feliz a la rubia. – Pero creo que la sorpresa que le tengo yo es mucho mejor. – Dijo observando como Candy lo veía un tanto confundida por saber a qué se refería.

-Desde que nos conocimos le hablé de ti, me decía que estaba loco por estar enamorado de alguien que no había visto por mucho tiempo. – Explicaba Anthony a su novia. – Cuando le enseñé tu fotografía comprendió mi amor por ti y me ayudó a buscarte. – Decía recordando la ayuda que había recibido de él.

-¿Mi fotografía? - Cuestionó Candy, pues no recordaba haberle dado una a su novio, mucho menos en aquellos años que ni siquiera tenía acceso a una cámara fotográfica. Anthony sonrió a su hermosa rubia, sacando de su saco una vez más aquel dibujo hecho por él mismo el cual no se había atrevido a mostrarle antes, más sin embargo siempre lo llevaba con él. Extendió el dibujo algo gastado a su novia. Candy lo tomó entre sus manos observándolo directamente a los ojos.

-¡Es hermoso! – Dijo maravillada por la habilidad que su novio poseía para dibujar.

-No más que tú. – Respondió Anthony. Candy lo miró más enamorada que nunca, veía a los ojos a su amado príncipe y no podía evitar admirar sus capacidades, no solo era un joven apuesto y noble sino que además de ello era inteligente y muy talentoso.

-Creo que me plasmaste mucho más bonita en tu dibujo. – Dijo Candy humilde, ella misma no reconocía su belleza al creer que era una chica como las demás.

-Y yo pienso que me quedé corto. – Dijo besando su mano. – Hablaré con tu padre para ver si puedes ir conmigo. – Dijo sin pensar en que la tía abuela no sabía aún su identidad. Candy sonrió por su gesto y ambos salieron del salón del té dispuestos a pedir permiso.

-¿Dónde estaban? – Preguntó Albert al ver a la pareja de enamorados que caminaban tomados de la mano para salir de la mansión.

-Estábamos platicando en el salón del té. – Respondió Anthony. - ¿Pasa algo? – Preguntó a su tío, quien negó a su pregunta.

-No, solo quería avisarte que saldremos mañana para Chicago. – Dijo Albert a su sobrino ante la sorpresa de Candy.

-¿Mañana? – Preguntó Anthony.

-¿Algún problema? – Preguntó Albert a su sobrino.

-Pensaba convencer al Sr. Joaquín para que Candy nos acompañe a Chicago. – Respondió el menor.

-No será necesario. – Dijo Albert observando que su sobrino se había olvidado de la tía abuela. – Joaquín y Roxanne irán a Chicago junto a Andy, recuerda que necesitamos saber por qué está Liam en Chicago. – Dijo Albert de nuevo recordándole a su sobrino la presencia de aquel hombre.

-Tienes razón. – Dijo Anthony serio.

-Además no podemos exponer aún a Candy ante la tía abuela, por eso se quedarán en su mansión, así Andy no estará sola. – Dijo Albert de nuevo.

-Había olvidado lo de la tía abuela. – Dijo fastidiado. – Creo que será mejor que se entere de todo de una vez tío. – Dijo desesperado. Candy veía como se frustraba su novio por tener que ocultarla de ella.

-¿Ella puede negarse a nuestro compromiso? – Preguntó Candy asustada.

-¡Por supuesto que no! – Respondió Anthony de inmediato.

-No puede hacerlo. – Dijo Albert tranquilamente. – Ya todo está firmado, incluso ella misma firmó el contrato matrimonial, para asegurarse que tu padre o tu madre no se negaran a cumplirlo. – Dijo de nuevo. – En caso de que piense hacer algo puedes demandar a Anthony para que cumpla con la palabra dada. – Dijo a modo de broma. Anthony lo vio con queja y Candy rió por el comentario.

-Eso no será necesario. – Dijo Anthony seguro.

-Bien, entonces mañana partiremos. – Dijo Albert despidiéndose de ellos.

-¿Te fijaste como le brillaron los ojos cuando habló de mi tía? – Preguntó Candy traviesa.

-Creo que no cabe duda de que está enamorado. – Dijo el rubio con una sonrisa cómplice con Candy.

-¿Te gusta mi tía como tú tía? – Preguntó de nuevo la rubia a su novio, mientras él la veía divertido por el juego de palabras.

-Me gusta la pareja que hacen. – Respondió Anthony tranquilamente, sin embargo el rubio sabía bien el problema que tenía su tío para poder declararle su amor abiertamente y eso era un problema que tenía que ayudarle a resolver así que urgía más que nunca la presencia de su padre en ese lugar.

Continuará…

Bueno hermosas, aquí les dejo el siguiente capítulo de esta historia. Espero que les esté gustando y la sigan disfrutando. Agradezco su entusiasmo por leerla. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

TeamColombia. Hola hermosas, que bueno que les gustó el capítulo anterior, espero este también les guste. Muchas gracias por comprender que todo tiene su tiempo, gracias por comentar y sobre todo por leer la historia, les mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones para cada una de ustedes.

Rose1404. Hola hermosa, estoy bien gracias a Dios, gracias por preguntar, espero tú también estés muy bien. Me encanta que estés disfrutando cada capítulo que voy actualizando, espero sigas al pendiente de la historia y siempre puedas dejarme tu opinión al respecto. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Mayely León. Hola hermosa! Gracias por leer, porque a pesar de todas tus obligaciones siempre estás al pendiente de la historia. Ya leí el capítulo de Amienemigas, una historia bastante entretenida, sin embargo me perdí un poco en el capítulo y tuve que volver a leer capítulos atrás para comprender, sin embargo aún no comprendí el último capítulo jajajaja. En fin luego lo aclarará la autora. Gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo.

Leidy. Hola hermosa, gracias por seguir la lectura. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

StephanySchreave. Hola hermosa, cómo ves con estos chicos tan ansiosos, era de esperarse que resultara algo de esa relación, como ves hay unas más adelantadas que otras y Albert y Andrea son los más lentos, pero todo es porque Albert esta amenazado por la tía abuela con la necesdad de que se case con Elisa. Andrea es mucho mejor partido que Elisa aunque a la vieja Elroy no le parezca de momento, pero ya verán sus viejos ojos que así es jejejeje. Muchas gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Julie-Andley-00. Hola hermosa, en este capítulo se vio la reacción de Felipe con sus hijos y la verdad que me divertí mucho escribiéndola, espero que te haya gustado este capítulo. Liam también ya apareció y por supuesto que no se preocupó por esconderse mucho que digamos, pudimos conocer un poco de su vida al igual que la de su ambiciosa hermana. Muchas gracias por leer hermosa, y por ser paciente con mi lectura XD. Te mando un fuerte abrazo hermosa.

lemh2001. Candy y Anthony se la viven todo el día juntos parece que el guapo heredero de los Ardley no toma muy en serio su cargo en el consorcio de la familia jajaja. Lo bueno que son ricos y se puede tomar unos días para aprovechar y pasearse a gusto con su novia, y así poder estrechar más sus lazos. Annie es una buena chica a pesar de que a veces actúa de forma egoísta creo yo una forma de ser muy humana. Recibo con gusto tu abrazo hermosa y espero recibas el mío, bendiciones.

Guest. Hola hermosa que bueno que te gustó la historia, bienvenida a la lectura. Saludos y bendiciones.

Ster Star. Hola hermosa, como siempre un placer leer tu comentario, que bueno que te gustó el capítulo la verdad que me divertí mucho al escribirlo, iba a profundizar más en es punto, pero creo que sería más paja que de relevancia para la historia, así que lo dejé solo en ese párrafo pero de que me divertí imaginándolo me divertí jajaja. Creo que los embarazos en esta historia van a ser varios ya que hay demasiadas parejas, creo que ahora si me pasé en el número de ellas. Candy y Anthony, Albert y Andrea, Stear y Patty, Archie y Annie, Terry y Mack, María y Juan y Dorothy y José. Válgame! si que será grande la próxima generación de los Ardlay ya con los hijos de todos hacemos una fiesta jajaja. Un placer haber contribuido con tu des estrés la verdad algo que se necesita hoy en día. Recibo gustosa tu abrazo de oso y te envío uno de igual magnitud para que tu estrés sea aún menor. Bendiciones amiga bella.

Millones de gracias a las lectoras que cada día de actualización están al pendiente de ella, gracias por leer y sobre todo por seguir la historia sin falta. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes, hasta ese rincón que hacen propio para su lectura. Dios las bendiga.

GeoMtzR.