Hola hermosas aquí seguimos con otro capítulo más de esta historia que se acerca cada vez más rápido a su fin, espero que la sigan disfrutando. Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, solo los tomé prestados para hacer una nueva historia donde los muertos reviven y las metas se alcanzan, gracias por seguir atentas a su desarrollo, lo hago simplemente por entretenimiento es sin fines de lucro, sin embargo no está permitido publicarla en otras plataformas.
La clasificación es M así que no es para mayores de 21 años así como para personas que no se sienten ofendidas con los temas adultos, así que por favor les pido discreción y de la manera más atenta te pido que te retires si no llenas todos los requisitos, gracias por tu comprensión. Comenzamos!
LEJOS DE TI
CAPÍTULO 30
ANTHONY Y CANDY ANUNCIAN SU COMPROMISO EN MÉXICO
El tiempo continuaba su curso y la boda de Archie y Annie se llevaba a cabo, había sido muy esperada por la pareja que sin pensarlo pronto ya estaban bailando su primer baile como marido y mujer. Había sido celebrada primero que la de Stear y Patty a pesar de que esta había sido anunciada mucho tiempo antes. Ambos se veían emocionados e ilusionados por comenzar aquella nueva vida juntos y de poder compartir de nuevo en la intimidad, habían sabido esperar esos meses que se había preparado la boda para poder así volver a estar juntos.
Pronto llegó la boda de Stear y Patty y al igual que Archie y Annie bailaban su primer vals como marido y mujer al centro del salón principal de la mansión Ardlay. La tía abuela veía cómo el mayor de sus nietos bailaba ilusionado con su ahora esposa.
La matriarca seguía de luto a pesar de los meses que habían pasado de la muerte de su hijastro, sin embargo no había querido aplazar ninguna de las bodas que ya habían sido anunciadas, las más lejana era la de Candy y Anthony y no había sido porque ella así lo hubiese decidido sino por la tonta idea de que Candy había decidido estudiar un carrera de enfermería, cómo si ella lo necesitara. Pensaba la vieja Elroy quien era la única que estaba de acuerdo con la matriarca de los Williams.
-Te amo Patty. – Decía Stear sin dejar de guiar a su esposa en el baile.
-Y yo a ti, Stear. – Decía Patty con una sonrisa tímida, sus ojos miraban a un lado al sentir la mirada intensa de Stear buscar sus labios una vez más, ansioso porque todos se fueran de la mansión y poder llevarla a su habitación y comenzar esa vida que tanta curiosidad le causaba y comenzar a entablar esa "charla" como él le llamaba, quería hablar el mismo lenguaje que ella en la intimidad de su cama y que ella comprendiera ese idioma a la perfección.
Una vez que todos se habían ido, Stear y Patty estaban en su habitación ambos sentados en la cama, nerviosos, sin saber qué hacer o cómo comenzar y a pesar de que Stear tenía una idea, no se atrevía a moverse por temor de asustar a Patty, ella ya había sido despojada de su vestido de novia, la habían ayudado un par de mucamas a prepararse para su noche de bodas, sin embargo seguía sentada en la cama, tensa, sin poder moverse, cubierta con un camisón de noche.
-Te ves muy hermosa… – Dijo Stear con una sonrisa de lado, él tampoco vestía el smoking que había usado en la boda, vestía un pijama a rayas que cubría por completo todo su atractivo visual, unas pantuflas que hacían juego con las rayas de dicha vestimenta y un gorro rosa que debería cubrir su cabello, más sin embargo lo traía entre manos ahorcándolo porque lo que menos tenía intención era de dormir.
-Gracias. – Decía Patty sin poder hablar, con el corazón acelerado, era la primera vez que estaba con un hombre a solas en la habitación que sería la de ellos a partir de esa noche.
-No temas Patty. – Dijo Stear frustrado por no tener el valor de tomar la iniciativa sin asustar a su tímida esposa. – Si quieres podemos dejarlo para otro día, debes estar cansada y… - Decía Stear apresurado, casi sin aire. – Y no quiero que me temas… - Dijo bajando la mirada al ver que Patty no respondía a su alegato. Patty asintió y se metió bajo las sábanas. Stear sonrió frustrado, se puso el gorro que martirizaba sobre sus cabellos y se metió también debajo de las sábanas para dormir su primera noche de casados, su noche de bodas que anunciaba con irse a la borda cuando él estaba más que ansioso por comenzar su primera "charla" marital.
-Buenas noches Stear. – Dijo Patty haciendo a un lado las sábanas que el servicio había acomodado, las sábanas nupciales que le habían dicho cómo funcionaban y que le daba pena usarlas.
-Buenas noches cariño. – Le dijo con ternura. - ¿Puedo darte un beso de buenas noches? – Preguntó Stear con timidez y Patty asintió.
Stear la besó en la boca con mucho cuidado y ternura, mientras Patty cerraba sus ojos para recibir el beso que él le proporcionaba. Cuando vio que ella no se hacía a un lado para dormir, continuo con aquella caricia, decidido a disfrutar por lo menos de los besos que ella decidía regalarle, pero sin atreverse a ir más allá.
El calor del cuerpo de Stear comenzó a aumentar y Patty seguía recibiendo los cortos besos que él le regalaba.
-Hace calor. – Dijo el de anteojos, intentando así que ella se desinhibiera por fin ante él.
-Sí. – Dijo Patty al sentir que su cuerpo también reaccionaba a los besos de Stear. – Buenas noches. – Dijo Patty a su marido, temía sus reacciones y estaba bastante nerviosa no se atrevía a hacer algo que la hiciera quedar en vergüenza ante él al no tener ni la más mínima idea de qué hacer.
-Buenas noches. – Respondió Stear con una sonrisa de lado, frustrado en el fondo por ser tan tímido y no saber cómo convencerla de entablar aquella "charla" de la que había hablado con su hermano. – Hasta mañana... – Dijo suspirado con pesadez esperando que con el correr de los minutos el sueño lo arrullara ya que Patty no había querido hacerlo.
Un rayo cayó de pronto y Patty se levantó de la cama de golpe. Stear, quien ya estaba casi dormido se volteó a ver a su esposa quien se había quitado el ensamble de la bata de noche y había quedado con un ligero camisón de tirantes, para ver qué era lo que había sucedido.
-¿Qué sucede Patty? – Preguntó Stear al escuchar el grito de ella.
-Me dan miedo los rayos. – Dijo con un puchero y Stear sintió ternura por su expresión.
-Ven, no tengas miedo, estoy contigo. – Le dijo haciéndose más al centro de la cama para acercarla a él y abrazarla con ternura y protección. Patty por un momento olvidó que debajo de su camisón no llevaba nada ya que así la habían preparado y era el motivo de su pena. Stear la acercó a él tomándola entre la cintura y su cadera, mientras que el otro brazo lo pasaba por debajo de su espalda para acercarla por los hombros. – Tranquila amor. – Le dijo tierno, comenzándola a besar en su rostro, poco a poco los besos se hacían más cercanos a su boca y los truenos no cesaban afuera de la mansión. Patty brincaba cada vez que escuchaba uno y Stear con sus besos comenzaba a tranquilizarla. – Relájate. – Le decía intentando que ella no pensara en los ruidos de los truenos y los relámpagos que de pronto iluminaban la habitación.
Una de las luces que alumbraban el interior de la habitación iluminó la mirada de Stear, quien por su intento de calmar a su esposa su cuerpo había reaccionado favorablemente. Patty jamás había visto aquella mirada en los tiernos ojos de Stear, y sintió algo de temor al ver aquellos destellos, sin embargo se acercó más a él motivada por sus caricias y por el miedo que tenía de la tormenta eléctrica que se había desatado de pronto.
Stear continuó besándola y cuando menos lo pensó ya estaba encima de ella bajo las sábanas, ignorando el uso de las telas que los cubrían, sintiendo Patty el cuerpo de Stear sobre ella y a pesar de la pena sabía que debía cumplir con su deber de esposa por muchos nervios que tuviera de hacerlo.
-No quiero que te sientas forzada a hacerlo. – Dijo Stear al sentir el temblor de su cuerpo, besándola con ternura alrededor de su rostro, mimándola para que su miedo disminuyera lentamente.
-No lo estoy. – Dijo Patty curiosa por descubrir qué era lo que su cuerpo le estaba pidiendo al sentir que su zona íntima comenzaba a pedirle atención. Stear sonrió cual niño pequeño al que le acababan de dar permiso de hacer una travesura.
-Te amo Patty. – Le dijo besando sus labios sin dejarla responder, él sabía que ella lo amaba no era necesario una respuesta. Poco a poco fue viajando hacia el sur, dirigiéndose a su cuello para convencer por completo a su amada esposa de entregarle su virtud aquella noche.
-Stear. – Decía Patty en cada beso que sentía en su cuello, cada caricia de sus manos las cuales viajaban por sus brazos y pronto lo hicieron por sus piernas, descubriendo pronto el inventor que no llevaba nada debajo de aquellas finas telas. Una sonrisa surcó el rostro del guapo inventor y su mirada volvió a iluminarse llena de deseo, un deseo que Patty compartía ahora que lo sentía sobre ella.
Stear quitó su camisón sobre su cabeza y la dejó completamente como Dios la trajo al mundo, maravillado por lo maravillosos que eran sus senos, grandes y voluptuosos, perfectos para poder terminar de criarse, pensó el inventor. Patty se sonrojó cual tomate e intentó cubrir su desnudez, aprovechando que Stear no podía ni moverse por lo impactado que estaba por descubrir sus sutiles encantos.
-¡NO! – Dijo Stear ansioso quien sentía que su cuerpo estaba por estallar debajo de su pantalón. – Déjame verte por favor. – Le dijo con súplica. Patty se quedó inmóvil al ver su desesperación, aceptando a pesar de que estaba completamente nerviosa por exponerse así por primera vez ante él, ni ella misma se había visto en esa situación ante un espejo, tímida por descubrir su cuerpo. Stear comenzó a besarla con dedicación, acariciando su par de voluminosos senos, jugando con ellos, decidiéndose a besarlos una y otra vez, disfrutando la suavidad y volumen de aquellas formas gemelas que ella poseía, mientras Patty sentía que la cabeza le iba a estallar por el placer y la pena que sentía al mismo tiempo.
-¡Stear! – Decía con una voz sensual, una voz que ni ella misma reconocía.
-¡Patty! – Decía el inocente inventor, el cual en ese momento también perdía su inocencia al mismo tiempo que su amada. Recordó los consejos de su hermano y guío sus manos hacia el sur de su cuerpo, comenzando a estimularla con su mano derecha. Patty pegó un respingo al sentir que la mano de Stear comenzaba a explorarla, pero antes de que pudiera poner alguna objeción Stear comenzó a besar sus senos con desesperación, provocando que aquellos movimientos propiciaran la necesidad de Patty de seguir siendo explorada. Stear con una sonrisa pilluela en sus labios se dio cuenta que ya nada lo detendría. Exploró con su mano aquella parte delicada de su cuerpo, preparándola para poder por fin unirse a ella y formarse como un solo ser, algo que su cuerpo le reclamaba, sin embargo Archie le había dicho que para las damas era más incómodo que para los caballeros y quería retrasar un poco su sufrimiento.
Continuó con sus besos, con sus caricias y pronto sintió como el cuerpo de Patty comenzó a convulsionar comenzando a liberarse al llegar al clímax por primera vez en su vida.
-¡Stear! – Gritó Patty complacida, provocando un pequeño susto en Stear quien succionó con mayor fuerza sus senos y hundió más su mano en el cuerpo de ella. Patty sintió que iba a morir de placer y una sonrisa apareció en su rostro al sentir que aquellas reacciones que había experimentado por primera vez no eran como se las habían descrito.
-¿Estás bien? – Preguntó Stear algo tímido. Patty asintió feliz. Al escuchar su respuesta el inventor raudo y veloz se quitó como de rayo la pijama, arrojando por algún lugar el gorro de viejito que portaba y sin pena alguna se mostró ante ella, firme, erguido, orgulloso de lo mucho que poseía, su cuerpo era esbelto, atlético y sin nada de grasa abdominal, sus proporciones eran bastante buenas y estaba listo para entrar en acción una vez más.
Volvió a colocarse encima de ella y Patty separó sus piernas para recibirlo de nueva cuenta, mientras ofrecía sus pechos para que los tomara una vez más. Stear así lo hizo, beso su boca, su cuello y definitivamente besó sus grandes senos, aquel par de montes que acababa de conquistar y que le encantaba estar en la cima. Poco a poco fue entrando en ella, sintiendo como por los fluidos de ambos el acceso no era tan difícil hacerlo, hasta que llegó a un punto que algo lo detenía sin estar por completo dentro de ella, supo que había llegado la hora y que tal vez pronto lo odiaría la tímida muchacha.
-¿Estás lista? – Preguntó Stear, quien ya no podía regresar, su cuerpo le exigía continuar con su danza de amor y Patty quería volver a sentir aquella maravillosa sensación que su esposo le había proporcionado.
-Sí. – Dijo tensa aferrándose con fuerza a sus hombros, sabía que le dolería, se lo había dicho su abuela.
Stear comenzó a moverse, lentamente entraba y salía con precaución, sintiendo que poco a poco se abría su camino, el cuerpo de Patty se estaba preparando para recibirlo, cuando menos lo pensó él estaba por completo dentro de ella y el último movimiento fue lo que hizo que Patty se tensara, sin embargo aquel movimiento no se había sentido como le habían dicho, el dolor había sido mínimo y el placer máximo. Stear estaba completamente aliviado de no haber hecho llorar a su amada.
-Te amo Patty… te amo, hermosa... – Decía besando su rostro, acariciando su cuerpo con impaciencia con ambas manos. – Eres completamente mía Patricia Cornwell... mía... – Le dijo con amor. Patty sonrió por ese hecho y asintió feliz, besándolo apasionadamente para que terminara con aquella noche de pasión que él le regalaba. La lluvia no cesaba y los relámpagos y los rayos seguían cayendo sin cesar, sin embargo nada importaba ya, lo único que importaba era el desfogue que sus cuerpos alcanzaban aquella su primera noche juntos.
Stear comenzó a mover su cuerpo poco a poco, sintiendo que aquella protección que le ofrecía Patty con su cuerpo era el mejor refugio que había encontrado en su vida, entrando y saliendo de ella con entusiasmo, repitiendo sin cansancio cada uno de sus movimientos, mientras con su boca se dedicaba a hablarle al oído incitándola con mayor entusiasmo por sus palabras románticas que solo ella le inspiraba. Patty se entregaba como nunca se había imaginado lo haría, disfrutando cada una de las caricias que Stear le proporcionaba, sintiendo la necesidad de obtener más de él, algo que si bien no sabía qué era, si era algo que requería de inmediato.
El momento cumbre había llegado Patty había llegado al clímax de manera intensa y Stear sentía que ella quería devorarlo al irlo succionando cada vez más que ella se abandonaba a su placer, su cuerpo se tensó por unos segundos y su vista se nubló por completo, su mente se alejó de su cabeza y cerró los ojos para abandonarse a aquella maravillosa sensación que lo envolvía por completo, los espasmos de su cuerpo se apoderaban abruptamente de él y de pronto comprendía cómo su hermano había sucumbido con Annie y de cómo Terry había vivido esa vida de placeres con Elisa.
Aquella "charla", su charla con Patty había resultado de lo más maravillosa, sentía que un millón de fuegos artificiales se habían apoderado de su cuerpo y estallaban sin control al mismo tiempo, teniendo dificultad para centrarse en cada uno de los estallidos que escuchaba en su mente, cuando todos se accionaban al mismo tiempo.
-¡Stear! – Decía Patty removiéndose ansiosa al sentir que sus fuerzas la abandonaban mientras el inventor terminaba de llenarla de su amor.
-¡Patty! – Decía con entusiasmo en cuanto pudo recuperar el aliento. - ¡Te amo Patty! – Decía convencido más que nunca de que así era. - ¡Esto es maravilloso! – Dijo Stear al sentir que su cuerpo ya se había relajado y que Patty yacía debajo de él con el rostro sonrojado y una sonrisa complacida.
-¡Eres maravilloso! – Decía Patty entusiasmada a su amado, sin importar que su voz sonara bastante alta por la emoción del momento, segura de que nadie escucharía sus gritos por los ruidos de la lluvia que caía afuera.
Stear besaba a Patty con pasión una vez más, demostrándole que no había sido suficiente y que necesitaba más de aquella maravillosa experiencia. Patty sonrió cansada, sin embargo Stear se dedicó a besar su cuerpo para volver a convencerla, llegó hasta sus piernas y las separó para observar lo que había entre ellas, quería conocerla como todo hombre de ciencia, quería ver que era lo que iba a usar para su experimento y aquello que veía era lo mejor que le había tocado ver en su vida, la timidez de su esposa había pasado a segundo plano, ya no tenía caso esconderse detrás de las sábanas, él la había visto y palpado toda y en ese momento lo que ella quería era ser satisfecha una vez más.
Se recostó en la cama y cerró los ojos cuando sintió que Stear comenzaba a estimularla con sus labios, provocando en pocos segundos volviera a llegar a la cúspide del placer para después unirse de nuevo a ella y llegar también nuevamente a sentir el placer en su cuerpo. Quería pasar así toda la noche, toda la vida, quería dormir con ella todas y cada una de las noches que le restaban de vida, besar su cuerpo hasta que el mismo le pidiera descanso. Los gemidos de placer de aquella habitación se habían confundido con los ruidos de la lluvia, animándolos a hacerlos más audibles en la noche.
La pasión demostrada por la pareja era una que podía respirarse en el ambiente, sus rostros reflejaban las noches pasadas cuando las ojeras y la pérdida de peso se presentaba en ellos como muestra que hacían ejercicio a diario, la luna de miel había durado poco para ellos, más sin embargo se habían dedicado a hacerla más larga con el trato que se daban en el día a día.
La boda de Albert se celebraba una vez que Patty y Stear regresaban de su luna de miel, la boda del patriarca había sido organizada con todo el cuidado del mundo, los titulares de los periódicos se habían llenado del gran acontecimiento, anunciando con bastantes días de anticipación la celebración de aquel importante evento. El día de la boda había llegado y la entrada de la iglesia así como de la mansión estaba llena de reporteros decididos a llevarse la mejor fotografía para la exclusiva. Aquella celebración había sido muy importante, y al igual que la boda la luna de miel de los nuevos Ardlay Williams había sido muy comentada.
Andrea estaba en la habitación nerviosa porque había llegado el momento de entregarse a su marido, habían pasado algunos días de la boda y por motivos de trabajo de ella, no habían podido estar a solas hasta que iban en el barco rumbo a su luna de miel.
-¿Estás nerviosa? – Le preguntó Albert al ver que se frotaba las manos entre sí. Ella asintió tímida. – No tienes por qué temer. – Dijo de nuevo el rubio, acercándose a ella decidido a tomarla. Ya era su esposa, tenían días casados y había esperado pacientemente hacerla suya y convertirla mujer en sus brazos. Andy sonrió nerviosa, asintió dispuesta a complacerlo y complacerse.
Albert comenzó a besarla en los labios para recostarla después en la gran cama que adornaba el centro del camarote, mientras con el movimiento de las olas el gran trasatlántico que abordaban mecía con movimientos sutiles el paisaje marino. Andrea sonrió al ver la mirada de deseo de su esposo quien comenzaba a despojarla de sus ropas para poder iniciar su entrega.
Albert estaba impaciente por hacerla su mujer, sin embargo se tomaba su tiempo para hacerlo, acariciando y reconociendo cada parte de su cuerpo para poder relajarla y disfrutarla. Quería que ella gozara lo mismo que él lo estaba haciendo, mientras sentía que poco a poco Andrea comenzaba a cooperar con él y con sus manos desesperada y temblorosa intentaba desnudar el cuerpo de Albert, quien aún lo ocultaba bajo sus ropas.
-No es justo que yo nada más esté sin ropas. – Le reclamó coqueta, pronto se había deshecho de la timidez, sus estudios en medicina la habían hecho un poco más desinhibida, sin embargo no podía negar que no era lo mismo saber la teoría y realizar la práctica, una práctica que había mantenido lejos de su cuerpo.
-Eso tiene solución. – Dijo Albert coqueto encima de ella, alejándose por unos cuantos centímetros para así comenzar a quitar su pijama que le estorbaba en ese preciso momento. Andrea pudo observar directamente el perfecto cuerpo del patriarca el cual se mostraba ante ella fuerte y esbelto, sus músculos marcados se definían a la perfección y su blanca piel deslumbraba su mirada, dilatándose al momento que lo observó sin ropa, parecía que aquel cuerpo había sido esculpido por artesanos que se habían entregado a realizar su obra maestra. Albert sonrió complacido al ver que a ella le agradaba lo que también tenía para ofrecerle.
-Eres perfecto. – Le dijo ella acariciando su pecho para después acercarlo hacia ella y besarlo apasionadamente, necesitada, necesitaba tener su cuerpo en ese momento. Albert no se hizo del rogar y comenzó a corresponder con la misma intensidad, acariciando su cuerpo con ambas manos.
Su cuerpo comenzó a prepararse para entrar en acción y más pronto de lo que imaginaba Andrea se ponía en posición para ser invadida, aquella invitación no pudo ser obviada y él aprovechó para convertirla en su mujer. Un suspiro de alivio salió de la boca de Albert al sentir la calidez del refugio que Andrea le proporcionaba a su cuerpo, sintiendo que aquel estrecho lugar que habitaba y lo cubría era el lugar más cálido que hubiese conocido antes, su humedad le proporcionaba una sensación cómoda y confortable.
-¿Estás bien? – Preguntó Albert cuando descubrió que ella tenía un par de lágrimas saliendo de sus ojos, unas lágrimas que delataban que había dolido aquella intrusión en su cuerpo. Albert se preocupaba al ver que no había sido muy delicado por la emoción y la impaciencia del momento.
-Estoy bien. – Dijo Andrea, soportando heroicamente y sin queja aquel dolor agudo que había sentido cuando él la convirtió en mujer. – Es normal. – Le dijo dándose ella misma ánimo para continuar con su cometido. Albert la observaba respirar intentando tranquilizarse y él la besaba con amor para relajarla, quedándose quieto por un momento no por saber qué hacer, sino porque sentía que era necesario que ella se acostumbrara a sus dimensiones, quería que su cuerpo se amoldara al de él y se formara el calce perfecto para mantenerse unidos como un solo ser.
-Tranquila. – Le decía mientras besaba sus labios y con sus manos acariciaba sus glúteos para instarla a continuar.
Con movimientos lentos y tranquilos comenzó a mover su cuerpo dentro de ella, saliendo una y otra vez en un vaivén lento y tortuoso, mientras veía como Andrea comenzaba a relajar su rostro, comenzando a sentir que toda aquella incomodidad se estaba desvaneciendo. Albert sentía que no podía más con todo lo que sentía, su cuerpo estaba reaccionando de una manera intensa, su mente se perdió en sus movimientos y de ser tierno y delicado pasó a ser un amante apasionado, haciendo sus movimientos más intensos y rápidos, perdiendo un poco el control de su cuerpo el cual comenzaba a buscar la manera de intensificar su propio placer.
Andrea intentaba seguir su ritmo, sin embargo su nula experiencia hacia que se quedara detrás mientras él seguía perdido en su propia pasión, moviéndose con insistencia dentro de ella, buscando terminar mientras Andrea buscaba identificar el placer.
Hubo un momento en el que ella sintió que no sabía lo que estaba haciendo, más cuando sintió que el cuerpo de Albert se tensó, aferrándose a ella de una manera firme para después lanzar un alarido que salió con fuerza de su boca al terminar por primera vez dentro de ella. Albert no había podido controlar sus instintos y se había dejado llevar por el deseo que ella despertaba en su cuerpo, llegando primero que ella al Clímax, mientras la joven comenzaba a respirar agitada al ser interrumpida en su intento de alcanzar a su marido para pisar al mismo tiempo la cima del placer.
Andrea sintió que su corazón se aceleró al momento que sintió que él se liberaba dentro de ella, abrazándose con manos y piernas a su cuerpo para evitar que se alejara de ella, buscando también su propio placer instando a su cuerpo a moverse para así llegar después que Albert al clímax que buscaba también sus ganas de sentir la misma satisfacción que reflejaba el rostro de su esposo. Una sonrisa apareció en el rostro de Albert una vez que se recompuso de su liberación.
-Eso fue maravilloso. – Dijo con una sonrisa boba, mientras Andrea lo observaba con una sonrisa traviesa.
-¿De verdad? – Preguntó con ternura. Él asintió.
-De verdad. – Dijo besándola de nuevo. Andrea lo besó de nuevo y lo giró sobre su cuerpo quedando ella encima de él, comenzando a besarlo para volver a incitarlo a un nuevo encuentro, pero esta vez para ella llegar al mismo lugar que él ya había visitado. El rostro de Albert se iluminó al ver la posición que ella tomaba y la iniciativa con la que lo dirigía, besándolo de nuevo para que él comenzara a reaccionar nuevamente, una vez logrado su objetivo se comenzó a mover primero hasta llegar a un orgasmo intenso por primera vez.
Albert comprendió lo que había hecho y lo tomó como nota para la próxima vez, maravillado por sus movimientos y por su forma de estimularlo, su belleza era grandiosa y su forma de amarlo era mucho mejor, la sensualidad que desprendía su cuerpo se fusionaba con la de su mirada, una mirada que lo tenía atrapado y que sabía que de ahora en adelante regiría su mundo. Había aprendido que no solamente él tenía que enseñarle a ella, sino que ella también tenía mucho que enseñarle a él, principalmente la manera en la que ella necesitaba ser tocada para disfrutar lo mismo que él.
Andrea lo veía de una manera diferente ya no tenía la misma mirada inocente y tímida de antes, ahora era una mirada llena de pasión y deseo, un deseo que había despertado desde hace tiempo, pero que aquella noche, su primera noche había tomado verdadera forma, habían descubierto lo que era amar, lo que era entregarse a los límites del placer y era un descubrimiento que ambos habían disfrutado y sabían que nada los haría dejarlo de lado.
-Te amo Albert. – Dijo Andrea con la respiración entrecortada, sintiendo la necesidad de repetirlo una vez más mientras Albert sonreía como bobo por aquella maravillosa experiencia, sentía que ella lo enseñaba a amar en vez de que él como todo hombre debía hacerlo, ella le mostraba como amarla, como tocarla, como hacerla reaccionar al placer con sus besos y sobre todo como esperar para que ella fuera satisfecha primero antes de que él lo hiciera.
Mientras Albert y Andy estaban de luna de miel, Archie y Annie anunciaban que serían padres, María y Juan estaban a punto de tener a su hijo. Mack se había retirado por un tiempo de las tablas mientras esperaba a su bebé y Terry comenzaba a tener éxito en la nueva obra que estaba ensayando, donde le habían dado un papel mucho más importante que el que obtuvo junto a Mack, desafortunadamente el suceso con Susana lo había hecho retirarse de aquella compañía y había conseguido un lugar junto con Mack en una de Chicago. Gracias a su profesionalismo y entrega pronto era reconocido entre las jóvenes que lo iban a ver cada noche en el teatro.
-¡Vamos Stear! – Dijo Terry apresurando al inventor que seguía despidiéndose por enésima vez de su esposa.
-¡Voy! – Gritó el joven de antojos, besando nuevamente a su esposa con ternura. – Vuelvo más tarde amor. – Le decía enamorado. Patty le sonreía tímida por la manera en la que se despedía de ella. – Si te vuelves a sentir mal me avisas. – Decía impaciente, ansioso, no quería irse a aquella reunión que habían planeado desde días atrás.
-Tranquilo, solo fue un mareo. – Le decía Patty ilusionada, ambos estaban igual de ilusionados al creer que por fin habían atinado al blanco después de tantos disparos que había realizado para lograrlo. Stear sonrió ilusionado y su esposa le correspondió.
-¡Hasta que llegas! – Dijo Terry fastidiado de esperar.
-¡Mira quién lo dice! – Dijo Stear defendiéndose por los comentarios del rebelde. – El señor que no puedo ir porque tengo ensayo y todos sabemos que es porque Mack no te ha dado permiso. – Le decía mientras el rebelde se ofendía por el comentario y los demás se reían de lo dicho por el inventor.
-¡Pero yo tengo que estar al pendiente de Mack! ¡Ella espera un hijo mío! – Decía defendiéndose de los ataques que le daba el inventor.
-¿¡Y quién te dice que Patty no está esperando un hijo mío!? – Dijo Stear debatiendo de nuevo ante los demás.
-¿Patty está embarazada? – Preguntó Anthony ilusionado al escuchar a su primo decir aquel comentario el cual se le había salido sin querer ya que no quería ilusionarse con ello y quedar como un tonto ante la familia.
-¿Eso es verdad Stear? – Preguntó Archie a su hermano con una sonrisa, le daba tanta ilusión tener un sobrino, casi tanta como la que sintió cuando supo que sería padre.
-Aún no lo sé. – Les dijo rascando su nuca en señal de ansiedad. – Patty últimamente no se ha sentido muy bien, ha estado con mareos y mucho sueño. – Explicó Stear a sus receptores.
-Así empezó María y como sabes ya pronto nacerá el primer González que continuará con el apellido familiar. – Decía Juan emocionado al saber que pronto María sería madre.
-¿Cómo sabes que no será una niña? – Preguntó José al escuchar la seguridad de su hermano. – Tal vez será una tierna niña que pronto andará corriendo y llamando la atención de algún chamaco mocoso de la misma manera en la que su padre andaba detrás de su madre. – Dijo recordando que Juan desde muy pequeño estaba enamorado de María.
-¡No le hagas! - Dijo Juan sorprendido comenzando a expresar su miedo en un completo español. - ¡No había pensado que podría ser una niña! – Decía poniendo sus manos en la cabeza, mientras solo su hermano comprendía sus palabras y los demás lo observaban confundidos. - ¿¡Y si sale igual de bella que su madre!? ¡Tendré muchos zopilotes a su alrededor! – Decía angustiado al temer que su primogénito no fuera uno sino una primogénita.
-No te preocupes, cuando yo me case con Dorothy tendremos nuestro primer hijo y te ayudaré a cuidar a mi sobrina. – Decía José burlándose de su hermano, sin embargo Juan si había quedado asustado por el hecho de convertirse en suegro de algún mocoso.
-Gracias hermano. – Le dijo poniendo una mano en el hombro de su hermano y la otra en su propio pecho.
-Tranquilos, falta mucho para eso. – Decía Anthony intentando calmar los alegatos que se habían desatado alrededor de todos, a pesar de no entender lo que decía Juan se imaginaba que estaba entrando en una especie de ansiedad por las expresiones y movimientos que expresaba su rostro y cuerpo, mientras él además de José eran los únicos solteros aún veían como todos estaban complicados con sus próximas paternidades. – Stear, sería bueno que llevaras al hospital a Patty para que estén seguros si realmente van a tener un bebé. – Dijo de nuevo el rubio siendo un poco más centrado en la situación en la que estaba su primo.
-Tienes razón Anthony, es lo mejor que podemos hacer. – Dijo el inventor, después de haber escuchado todas las opiniones de los que estaban presentes y creer que lo único que habían logrado era ponerlo más nervioso de lo que estaba.
-Bueno, por lo pronto es mejor que nos vayamos a celebrar la próxima boda de la familia. – Dijo Archie con una sonrisa, abrazando por los hombros a su primo. Anthony sonrió por aquella acción y salieron todos juntos por las amplias puertas de la mansión de los Ardlay.
La salida que habían organizado aquella noche había sido precisamente para celebrar que pronto Anthony dejaría la soltería ya que al siguiente día partirían a México para celebrar de nuevo el compromiso de los rubios. Joaquín y Roxanne habían insistido en que harían una fiesta de compromiso al estilo mexicano para anunciar a sus amigos del otro lado de la frontera que su única heredera se uniría en matrimonio con el heredero de los Ardlay.
Terry había tenido la idea de salir a celebrar ese hecho, quería celebrar con su amigo una vez más y celebrar como en los tiempos de Colegio. Anthony, Stear, Archie, Terry, José y Juan eran los que se habían citado para ir a cenar juntos aquella noche.
-Quiero brindar por mi amigo. – Decía Terry de pie con la copa en mano para brindar por la felicidad de su mejor amigo. – Quiero decirle que espero que tenga una vida llena de alegría y felicidad, deseo que esta nueva etapa borre todas y cada una de las noches que pasó separado de su prometida. – Decía sonriendo y recordando con nostalgia los días en lo que Anthony le había confesado sus sentimientos. – Que los años nuevos por venir sean más alegres y llenos de esperanza. – Dijo levantando su copa. Anthony lo veía agradecido con una gran sonrisa en sus labios, ilusionado por imaginarse su vida de ahora en adelante, una vida que si bien después de haberse reencontrado con Candy lo había pasado más acompañado aún no había olvidado los años en soledad que había pasado gracias a la idea de la tía abuela de mantenerlos apartados en el Colegio.
-¡Salud! – Dijeron todos los presentes, haciendo lo mismo que Terry, levantando su copa hasta lo más alto para chocarla una contra las otras.
-Muchas gracias. – Decía Anthony conmovido por las palabras de su amigo. Terry lo abrazó sincero y no se hicieron esperar los demás abrazos y buenos deseos que el grupo de caballeros le deseaba en esa noche.
Las horas iban pasando poco a poco y entre bromas y plática entre ellos celebraban que pronto Anthony sería uno más que dejaría la soltería para colocarse entre el nuevo grupo de hombres casados que comenzaba a formarse para la nueva dinastía Ardlay.
-¡Por Anthony! – Gritó Terry de nueva cuenta, el cual ya estaba más tomado qué otra cosa. - ¡Todavía podemos decir que hay un señorito entre nosotros! – Decía con burla, su estado de ebriedad no le ayudaba a callarse la boca.
-Tranquilo Grandchester. – Dijo Anthony para tranquilizar a su amigo. – Pronto estaré en las mismas condiciones que tú, solamente que no tendré que ahogarme en el alcohol para intentar olvidarlo. – Dijo como broma el rubio.
-¡Yo soy muy feliz! – Decía Terry sin bajar su copa de vino, queriendo brindar nuevamente sin haber escuchado un brindis de nuevo. - ¡Por Mack! – Decía sin control. - ¡Por mi hijo! – Decía de nuevo.
-¡Ya cállate Terry! – Decía Archie, quien era otro que estaba alegre también por el vino que había tomado. – No eres el único que será papá. – Le alegaba el gatito recordándoles que él también pronto sería padre.
-¡Mi concuño tiene razón! – Decía Juan para apoyar lo que decía Archie. - ¡Yo también seré papá! ¡Aunque ya no sé si será niño o niña! – Decía también algo ahogado.
Anthony, Stear y José pronto se dieron cuenta que era mejor terminar con aquella reunión ya que tanto Terry como Archie y Juan habían bebido más de la cuenta y los tres deberían estar en sus cinco sentidos para poder estar al tanto de sus esposas y cuidarlas así en el viaje que emprenderían.
-Bien, creo que es hora de irnos. – Dijo Anthony para poder terminar con aquel relajo.
-¡Todavía falta mucho! – Decía Terry queriendo seguir la juerga como en sus días de soltero.
-Ya Terry, es hora de irnos. – Dijo Anthony tomándolo por debajo del hombro, igual cuando lo sacaba de las cantinas de Inglaterra a dos rayas.
-¡No Brower! – Decía necio. - ¡Todavía hay que festejar! ¡Pronto te casarás amigo! – Decía emocionado, imitando el brindis de nuevo como si llevara una copa en su mano, copa que Anthony le había quitado antes de levantarlo de la mesa.
-Sí, pronto me casaré. – Le decía Anthony paciente. – Pero ahora es bueno que vayas con Mack. – Decía de nuevo el rubio. – Tal vez ella te está esperando y no es bueno que se trasnoche. – Volvió a decir al rebelde quien seguía necio de no irse.
-¡Mack! ¡Mi hijo! – Decía intranquilo. - ¿¡Ya nació!? – Preguntó a Anthony con impaciencia.
-No tranquilo, solo es hora de irnos. – Dijo Anthony paciente, caminando con él a la salida del lugar. José cargaba a Juan y Stear se encargaba de Archie, cada uno había agarrado a uno para ayudarlos a caminar.
Las chicas habían hecho algo similar ya que sabían que sus respectivas parejas llegarían un poco tarde aquella noche. Se habían reunido en la habitación de Annie, y Candy era la se encontraba entre todas ellas recibiendo muchos consejos para su noche de bodas, provocando un sonrojo muy notorio en la rubia al escuchar cada cosa de sus amigas.
-¡Chicas por favor! – Decía Candy con timidez, ella era la única soltera al igual que Dorothy, sin embargo la pelirroja se encontraba en silencio incómoda porque a pesar de haber sido invitada por Candy no se sentía en su ambiente.
-¡Vamos Candy! Pronto serás una señora casada y es bueno que vayas aprendiendo lo que debes hacer tú noche de bodas. – Decía María quien era la más experimentada de todas.
-Tal vez, pero no puedo evitar que me dé pena lo que dices. – Decía Candy a su amiga, quien reía de la inocencia de la rubia.
-Candy tiene razón. – Dijo Patty con timidez, a pesar de estar casada seguía siendo muy propia con sus comentarios.
La noche continúo y los respectivos maridos llegaron de su celebración, cada uno entregó al paquete ebrio y pronto se retiraron a sus habitaciones. Anthony se encontró con los ojos de su princesa.
-Hola. – Le dijo con una mirada intensa, llevaba un aspecto casual y despreocupado aquella noche, se había desatado su corbata por el cansancio y su cabello lucía despeinado. Candy se perdió en su atractiva imagen y una vez más en sus ojos, aquellos ojos que desde pequeña la habían hipnotizado.
-Hola. – Respondió con un furioso color rojo instalándose en su rostro, recordando todas las recomendaciones que le había hecho María. - ¿Cómo les fue? – Preguntó para intentar calmarse.
-Bien, ¿Y a ustedes? – Preguntó Anthony extendiendo su mano para que ella la tomara y caminaran juntos en lo que él la acompañaba a su habitación.
-Bien, las chicas platicaron mucho. – Dijo Candy con timidez, sin dejar que el color rojo abandonara su rostro, cosa que se le hizo curiosa a su novio, sin embargo no lograba adivinar el motivo de aquel sonrojo.
-Cómo habrás visto, nosotros lo pasamos bien, sobre todo Archie, Terry y Juan. – Dijo Anthony un tanto divertido por la manera en la que se habían emborrachado, ya que realmente no habían tomado mucho alcohol lo que quería decir que su amigo Terry ya había perdido la práctica que tenía antes.
-Sí, ya vi. – Dijo Candy sin dejar de lado la timidez, no podía evitar pensar en los consejos previos. – María está muy emocionada por volver a México. – Dijo para cambiar un poco el tema y comenzar a divagar de aquella plática que se había tornado algo atrevida.
-¿De verdad? – Preguntó Anthony. – Me imagino que extraña su casa. – Agregó. - ¿Tú no extrañas el rancho pecosa? – Preguntó acercándose a ella, tomándola por la cintura para acercarla más a él. Candy contuvo el aliento al sentir el cuerpo de su novio tan cerca de ella.
-También. – Respondió apenas audible. – Hace tiempo que no voy. – Dijo recordando que tenía meses que había salido abruptamente por huir de Liam.
-Cuando nos casemos, podremos ir cuantas veces quieras. – Le dijo seguro que él la acompañaría siempre para que no extrañara tanto a sus padres y al lugar en donde había nacido y vivido por un tiempo.
-¿De verdad? – Preguntó Candy emocionada.
-De verdad hermosa. – Dijo Anthony con una sonrisa dulce. – Me gustaría que nuestros hijos tuvieran ambas culturas, que crecieran libres en ambos lados y que sus abuelos puedan disfrutarlos el tiempo que quieran. – Dijo ante el rubor de Candy al mencionar las palabras "nuestros hijos".
-¡Sí! – Dijo Candy emocionada. – A mí también me gustaría que crecieran en ambos lados. – Decía ilusionada a pesar de saber que el camino no era tan seguro, sabía que sería bueno para sus hijos que conocieran las raíces mexicanas de su madre, que a pesar de que ella las había descubierto siendo casi una adolescente quería que sus hijos crecieran con ellas.
-Pronto serás mi esposa... – Le dijo deteniéndose frente a la puerta de la habitación de Candy, acorralándola en la pared para despedirse de ella.
-Sí… - Dijo Candy sin poder respirar bien, nerviosa por su cercanía, ansiosa por besar sus labios antes de irse a dormir. – Pronto lo seré… - Dijo abrazándolo por el cuello, rodeándolo con sus manos para ofrecer sus labios tímida. Anthony sonrió porque sabía que ella tenía la misma necesidad de él, sería tonto negar que ambos estuvieran preparados para comenzar una nueva vida juntos.
La abrazó con firmeza por la cintura y la acercó a él para comenzar un beso tierno y dulce, buscando la manera de calmar una vez más su necesidad.
-Te amo pecosa… - Le decía besando su rostro con suavidad. Dando cortos besos en su rostro, llenando de caricias tiernas la suave piel de la pecosa.
-Y yo a ti… - Decía Candy con los ojos cerrados, dejándose querer con aquellos delicados besos que él le proporcionaba.
-No me quiero ir… - Le decía abrazándola a su pecho, sentía la necesidad de quedarse con ella, quería pasar esa noche a su lado a pesar de que había prometido que compartirían su primer noche juntos ya como marido y mujer.
-Mis padres están en la habitación contigua… - Dijo Candy con travesura, provocando que Anthony suspirara profundamente al recordar que así era, ya que saldrían muy temprano rumbo al rancho De la Garza para celebrar con otra fiesta de compromiso al estilo mexicano.
-Lo sé… - Decía sin abrir los ojos, besando su frente y sus cabellos para no pensar. – Pero aun así no me quiero ir. – Decía sonriendo con travesura, besando su cuello con maestría, mientras la rubia le daba permiso al hacerse un lado para que pudiera saborearlo sin obstáculos.
Su despedida fue un poco larga, sabían que ambos debían descansar para salir temprano por la mañana, todos estaban muy ansiosos por salir y sabían bien que las embarazadas tendrían que viajar con mayor cuidado, y eso los obligaba a tener más paradas de lo normal, lo mismo que la tía abuela quien por su edad no podía viajar tampoco de un solo tramo.
La mañana llegaba y pronto la caravana había iniciado su curso, la tía abuela viajaba con los Williams y George y Felipe encabezaban la fuerte vigilancia que llevaba al gran clan que se había formado con familias tan poderosas.
Anthony viajaba con Candy, Archie iba con Annie, Stear con Patty, Terry con Mack, Juan con María y Dorothy había sido invitada por José quien quería que conociera el lugar en donde viviría en cuanto estuvieran casados. El padre de Anthony y los de Candy, así como los Cornwell, los Williams y la tía abuela llegaban al cabo de unos días al rancho "Los Obeliscos" el cual había sido decorado para recibir a los patrones una vez más, los únicos que habían faltado eran Albert y Andrea, quienes seguían de luna de miel y aún no tenían planeado regresar.
La celebración del compromiso se había organizado para el primer fin de semana que pasarían en el rancho y Roxanne y Joaquín se habían encargado meses atrás de enviar las invitaciones a las personas más nobles e importantes del país. Gente muy importante de la ciudad de México asistiría a ese evento y de todos ellos Candy y Anthony eran los homenajeados. Los preparativos para aquella noche estaban muy adelantados y pronto se comenzaron a ver los avances.
Elroy veía como el estilo de vida era muy diferente al que estaba acostumbrada a vivir, sin embargo a pesar de que así era no le disgustaba el estilo campirano y relajado, sino muy al contrario le gustaba la paz que se reflejaba por las tardes, sin embargo por las mañanas el canto de los gallos y los animales la despertaba antes de lo que estaba acostumbrada a hacerlo, lo único que le había molestado era el excesivo calor y la necesidad de traer consigo un abanico continuamente para poder combatir el calor y por las noches la baja de la temperatura se iba al extremo necesitando traer un chal para cubrirse del frío y de los malditos mosquitos que salían al caer la tarde.
La fiesta comenzó muy temprano, y entre las coloridas decoraciones y la música del lugar Elroy observaba todo a su alrededor complacida por los invitados que se reunían en ese lugar. En "Los Obeliscos" parecía que había dos fiestas desarrollándose en ese momento, dentro de la hacienda en el salón principal había una orquesta que tocaba música clásica, los invitados eran de la clase alta, entre condes y regidores que se habían presentado para celebrar el próximo enlace de la Srita. De la Garza.
-Buenas noches. – Dijo una voz que ella recordaba no con mucho agrado del Colegio. Candy volteó con el mismo ánimo que tuvo que atender a la dueña de aquella voz, ella y Anthony eran el centro de atención aquella noche y debían saludar a todos los invitados. Ahora era turno de Anthony de departir con gente que jamás había visto en su vida, como le había tocado a Candy hacerlo la noche de su compromiso en Chicago, lo único que los había salvado a ambos era la presencia de sus primos y sus prometidas.
-Buenas noches, Isabel. - Respondió Candy dando la cara a aquella que la miraba de frente.
-Buenas noches. – Dijo Anthony también como saludo con una bella sonrisa, sin soltar de su agarre a Candy.
-Amor, ella es Isabel. – Dijo Candy con tranquilidad, sin embargo no le gustaba que ella estuviera presente en ese festejo tan importante para ellos. – Una ex compañera de Colegio. – Dijo la rubia presentando a su antigua compañera, quien la veía sorprendida al poner los ojos en tan guapo caballero.
-Anthony Brower. – Se presentó el rubio con amabilidad a aquella dama, quien no podía creer lo que escuchaba, al recordar la noche en la que ella misma había puesto en duda las palabras de la pecosa.
-Mucho gusto, joven Brower. – Sonrió con coquetería al ver lo atractivo que era él. Candy puso sus alertas de inmediato al ver la manera en la que ella sonreía, sabía bien que siempre la había molestado y no entendía qué hacía ella de invitada a su celebración de compromiso tan lejos de la Cd. De México.
-¿Cómo es que estás aquí? – Preguntó Candy sin importarle parecer maleducada, no era algo que le importaba mucho, menos con alguien que había sido cruel con ella y sus demás compañeras.
-Buenas noches Señorita De la Garza. – Dijo un hombre de pronto detrás de Isabel. Candy puso sus ojos en aquel que la saludaba con una sonrisa extraña. Era un hombre gordo, algo chaparro y bastante panzón, de poco pelo y mirada lujuriosa la cual se instaló en Candy de inmediato.
La rubia vestía un atuendo color verde esmeralda que mostraba sus hombros con sutileza, se ajustaba a su cintura y terminaba en vuelo con varios holanes formando su falda.
-Buenas noches. – Saludó Anthony de inmediato al ver como aquel individuo observaba a su prometida.
-Señor Brower, supongo. – Dijo de nuevo aquel poco caballero. – Yo soy el regidor de la Ciudad de México, dijo mencionando primero su cargo para anunciar su importancia. – Ruperto Rojas. – Mencionó con orgullo, mostrando en su dedo anular de la mano izquierda un ostentoso y de poco gusto anillo de matrimonio. De pronto abrazó a Isabel y esta puso cara de desagrado, se notaba que le molestaba ser tocada por ese individuo. – Esposo de la Sra. Isabel Rojas. – Dijo extendiendo su mano para saludar a la pareja de jóvenes que celebraban su compromiso. – Un placer conocer a tan suertudo caballero. – Dijo de nuevo. Anthony sonrió no muy convencido de poder decir lo mismo de la joven.
-Sean ustedes bienvenidos. – Fue lo único que pudo decir Anthony en respuesta. – Adelante por favor. – Dijo una vez más para alejarse de ellos y apartar a su Candy de aquel que osaba mirarla de aquella forma, al igual que aquella chica se atrevía a mirarlo a él.
-Con permiso. – Dijo Candy a Isabel con una mirada tranquila, no le había deseado nunca un mal, pero mentiría si no sentía un poco de gusto en aquella imagen que veían sus ojos, al recordar cómo en el pasado ella misma la había acusado de estar comprometida con un hombre que podía ser su abuelo.
-¡Candy! – Se escuchó de nuevo. La rubia volteó ahora de manera ilusionada al reconocer la voz de su amiga Margarita quien emocionada por volver a ver a la rubia caminaba rápidamente entre los invitados para poder saludarla, seguida de un apuesto caballero que la tomaba de la mano sin perderla de vista.
-¡Margarita! – Dijo Candy emocionada de la misma manera en la que era llamada. Candy se abrazó a ella con un verdadero gusto, sintiendo Anthony la diferencia entre una chica y otra. Los caballeros que quedaban de frente, se saludaron con un gesto de amabilidad mientras esperaban que sus damas terminaran de saludarse.
-¡Candy, él es Henry mi esposo! ¿¡Te acuerdas que te lo mencioné!? – Decía emocionada con la alegría y la mirada encendida de una joven enamorada.
-¡Por supuesto que sí! – Dijo Candy emocionada. – Y él es Anthony, mi prometido. – Dijo con una sonrisa llena de ilusión al mencionar y presentar orgullosa al dueño de su amor.
-Encantado. – Dijo Anthony al mismo tiempo que Henry hacía lo propio con Candy.
-¿¡Es el que creó una rosa para ti!? ¿¡La Dulce Candy!? - Decía emocionada, se notaba realmente que aquella chica era bastante feliz en su matrimonio, y se advertía que su marido era igual de feliz con ella ya que su sonrisa no lo dejaba mentir, mucho menos el brillo de sus ojos que estaban puestos en la manera tan fresca e inigualable de ser de su esposa.
-Sí. – Dijo Candy viendo a su novio con orgullo. Anthony le sonrió enamorado.
- El mismo. – Reafirmó Anthony con una sonrisa correspondiendo al amor que ella le manifestaba.
-¿¡Puedo verla!? – Decía Margarita como niña chiquita que quiere ver algo.
-Por supuesto. – Dijo Candy llevándola hacia donde estaban las hermosas rosas, rosas que habían utilizado para la decoración del salón principal ya que los empleados sabían que aquel detalle ella lo agradecería. Anthony observaba al igual que Henry que aquellas dos jóvenes se estimaban de verdad.
-¡Es hermosa! – Decía Margarita aspirando el aroma de la rosa. - ¡Qué suerte tienes! – Decía sonriendo a la rubia, quien sonreía emocionada de verdad. Ambas chicas conversaron animadamente por un rato, quedando de acuerdo que Margarita y Henry asistirían a la gran boda de los rubios que se celebraría en Chicago.
Poco a poco el salón se llenó de invitados, todos hechos por los De la Garza, habían elegido a las personas más importantes de México, así como a las compañeras de Candy, solo Isabel era la que había ido porque su marido era un regidor importante.
El anuncio se había dado ahora por parte de Joaquín, quien al centro de las escaleras había hecho su podio para atraer la atención de los invitados, anunciando con orgullo y por todo lo alto el próximo enlace de la familia Brower Ardlay De la Garza Williams. Juliette y Elroy veían con orgullo a cada uno de sus herederos, ambas matriarcas con su elegancia y su porte firme ante todos los demás, disfrutando por primera vez una fiesta como aquella.
Anthony y Candy comenzaron a bailar su vals favorito "Un baile de ensueño" era el primero que habían bailado y esa música se había hecho su canción, pieza que él mismo había solicitado tocar a la orquesta para iniciar el baile. Una vez que abrieron la pista los invitados comenzaron a bailar por todo lo ancho, disfrutando la noche como nunca lo habían hecho. La feliz pareja bailaba rodeada de sus amigos, quienes al igual que la pareja central estaban un poco perdidos con tanta gente que no conocían.
Juan, José y María, junto con Dorothy, se habían pasado de un lado para otro en la fiesta, saliendo y entrando a la casa grande, mientras Candy los veía intrigada por la manera en la que se perdían por un largo período de tiempo.
Al término de la fiesta, Juan y José llegaban por Candy y Anthony, llevándose al par de enamorados a escondidas de los demás. Los gemelos se los llevaban a la parte trasera de la hacienda en donde una nueva celebración se llevaba a cabo, Candy se sorprendía con lo hecho por sus amigos, sin embargo sabía bien que no era de su gusto una fiesta tan elegante como la que acababan de asistir en la casa grande.
-¿A dónde vamos? – Preguntó Candy emocionada, tenía una idea pero jamás se imaginó que Annie, Archie, Patty, Stear, María, Dorothy y por supuesto los gemelos habían preparado otra celebración.
La mirada de los rubios fue de completa sorpresa al ver que el patio lateral de la hacienda estaba completamente decorado por papel picado de todos los colores. Los faroles de papel que adornaban el centro de cada una de las uniones iluminaban tenuemente el ambiente nocturno que ofrecía el término de la noche.
-¡Es hermoso! – Decía Candy emocionada al ver la manera en la que habían adornado las mesas. Los demás empleados que vivían en la hacienda estaban presentes, ya que todos ellos querían celebrar también con la rubia su próxima boda, todos la estimaban porque siempre se había portado muy bien con ellos y querían demostrárselo de esa manera.
La comida que se sirvió en esa celebración eran antojitos mexicanos que variaban desde tamales, gorditas, tacos dorados hasta flautas y chimichangas, las jóvenes embarazadas fueron las más agradecidas al degustar tan deliciosos platillos, lo mismo era con las aguas frescas con la que eran acompañados. Stear era uno de los más felices con aquella variedad de comida, quien nunca había visto semejantes platillos, con tanto sabor y colorido, lo único que había sido su queja era que no podía comer más, ya que ni el exceso de picante con el que acompañaban la comida le había impedido comer a sus anchas, queriendo desabrochar su pantalón para continuar saboreando la comida.
Terry y Archie jugaban un divertido juego llamado "La lotería" que consistía en ir poniendo finchas, monedas o semillas en una carta compuesta por varios personajes y cosas mientras las mencionaban al azar.
-¡Gané! – Gritaba Terry emocionado al escuchar la última carta que le hacía falta.
-¡Hiciste trampa! – Decía Archie, pidiendo le verificaran la carta para cerciorarse que no había dicho mentiras y así ganarle.
-¡Vamos elegante! ¡Yo no soy un tramposo! – Decía Terry ofendido por la duda del gatito.
-¡Eso lo veremos! – Decía Archie insistente en que tenían que revisar su juego. - ¡Te falta el gallo! ¡El gallo no ha llegado! - Decía Archie insistente de que el actor había hecho trampa.
Patty y Mack solo rodaban los ojos y ambas seguían observando cómo era aquel entretenido juego. Mientras los dos rebeldes seguían peleando, José se acercaba a Anthony para volver a retarlo en una competencia de rodeo.
-Veo que aún no puedes creer que Anthony te ganó limpiamente. – Le dijo Candy a José al oponerse a que Anthony volviera a montar de esa manera.
-Vamos Candy, ¿Qué puede pasar? – Preguntó José cruzándose de brazos. Candy lo veía con coraje por su manera de retar a su prometido.
-Muchas gracias. – Decía Anthony amble a José. – Pero creo que esta vez pasaré a tu invitación. – Le dijo mirando a su novia con ternura, no quería preocuparla y sabía que la vez anterior ella había sufrido bastante por verlo montar de esa manera. José no tuvo otra más que reír y aceptar que el rubio había declinado a su propuesta.
La fiesta siguió su curso y hasta muy entrada la mañana terminó por fin aquella celebración, los rubios y los demás invitados se retiraron a sus habitaciones cansados por no haber dormido nada en toda la noche. Poco a poco los invitados comenzaron a retirarse de la hacienda, unos primeros que otros, entre los que se retiraron primero habían sido Isabel y su gordo esposo quien había recibido un telegrama donde le decían que lo requerían urgentemente en la Cd. de México, cosa que resultó un alivio para Candy y Anthony a quienes no le había gustado la manera en la que cada uno de aquel peculiar matrimonio observaba a la pareja de enamorados. Margarita y Henry quedaron formalmente de ir a la boda, mientras se despedían con cariño en un tierno abrazo, los rubios agitaban sus manos para despedirse de ellos, observando como poco a poco la hacienda quedaba nuevamente despejada.
Continuará…
Hola hermosas, hasta aquí llegamos con este capítulo, otro largo también, creo que me estoy pasando en lo largo de los capítulos... espero no aburrirlas.
Julie-Andley-00. Hola hermosa, que bueno que te gustó el capítulo. Gracias por leer como siempre y dejarme un comentario. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
TeamColombia. Hola hermosas, tenía que salir Terry, ya sabemos cómo es su carácter y pues no puede perder su esencia, sino no sería Terryto. Muchas gracias por leer, les mando un fuerte abrazo.
Mayely León. Hola espero que estés bien y que te guste el capítulo cuando lo leas, saludos hermosa.
lemh2001. Hola hermosa, fíjate que la amistad de Anthony y Terry ha sido una de mis favoritas en esta historia, sobre todo porque ambos personajes son como un complemento, creo que hubiera sido algo así si se hubieran conocido, sin que Candy estuviera de por medio (aclaro) porque de otra forma los pleitos serían buenísimos. No podía dejar de lado que Terry en la historia original se enamoró de Candy, aquí no la conoció antes, así que no se enamoró de ella, pero quise dejar en claro que si no hubiera sido así si lo hubiera hecho. También quise darle la oportunidad a Terry de que alguien lo defendiera como no lo defendieron en la original, creo que se dejó manipular por la culpa y al ser bastante joven la mamá de ella pudo manejarlo a su favor. Muchas gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Rose1404. Hola hermosa, bienvenida de nuevo aquí seguimos con la historia. Susana y Liam ya se fueron de la historia, no tengo contemplado que regrese Susana, ya que ella nunca fue importante. Me alegra que te haya gustado el capítulo anterior, espero que este también haya sido de tu agrado. Te mando un fuerte abrazo hermosa y una excelente noche.
Leidy. Hola hermosa, que bueno que te gustó el capítulo, Cuídate tú también, te mando un fuerte abrazo.
Ster Star. Hola hermosa!, Sí! Anthony tiene que apechugar porque si no capaz que Felipe y Joaquín lo agarran a sombrerazo limpio jajajaja mejor que se lo tome con calma y solo respire y se tranquilice jejejeje. Tienes razón, con tanto embarazo será difícil contenerse... no lo pensé así... jajaja. A Terry le gustó Candy, se perdió por un segundo en sus ojos, pero como ya estaba enamorado de Mack ya no pudo poner mucha atención a la rubia, aquí si salió más respetuoso jajaja. Yo también extrañé sus comentarios, todo estuvo muy tranquilo esa semana y en cuanto fue lunes los comentarios volvieron a aparecer jajaja lo bueno que fueron "pacientes" jajaja. Gracias por comentar hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Mia8111. Hola hermosa, ¿Cómo estás? Ni que decirte de que amo a Anthony ¿no? para mí es el único para Candy... y Stear para mí jajaja. Me comentas de tu prima que está escribiendo un Anthonyfic, por supuesto que puede contar conmigo siempre y cuando sea Anthony-Candy la pareja jajaja porque ya me he topado con una que otra sorpresa por ahí, puedes decirme el nombre de la historia y del usuario de tu prima para buscarlo y comenzar la lectura. Muchas gracias por leer y comentar hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Muchas gracias a todas las demás lectoras que están al pendiente de la historia, ya que pude darme cuenta que realmente extrañaron las actualizaciones, gracias por estar al pendiente de ella, les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.
GeoMtzR.
