Hola hermosas, continuamos con el siguiente capítulo, espero que les haya gustado mucho el anterior y que esté les guste aún más. Gracias por sus comentarios. Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sin embargo los he tomado prestados para echar a volar mi imaginación y distraerme de los problemas diarios, lo hago sin fines de lucro, solo por distracción, sin embargo es mi deber advertirles que es una historia no apta para menores de edad, ya que es clasificación M, así que te pido de la manera más atenta posible que si no tienes la edad suficiente para leer o comprender el tema adulto no leas, no es para ti y no apruebo el "Bajo tu propio riesgo" NO es apta para menores de 21 años, así que por favor te pido amablemente dejes de leer y te retires. Gracias por tu comprensión. Comenzamos!
LEJOS DE TI
CAPÍTULO 31
ANTHONY Y CANDY DUERMEN JUNTOS
Las mañanas en la hacienda eran muy movidas y mientras los invitados continuaban durmiendo Anthony se había levantado como siempre muy temprano para pasear por los alrededores y respirar así una vez el aroma al campo del rancho "Los Obeliscos", sin embargo se daba cuenta que no era el único ni el primero de la casa grande que se levantaba con el cantar de los gallos ya que pudo observar a su suegro, el cual estaba entre las vacas obteniendo la leche fresca que servirían esa mañana en la mesa.
-Buenos días. – Decía Joaquín al ver que el rubio al igual que él se levantaba temprano y buscaba que hacer en ese lugar.
-Buenos días, Sr. Joaquín. – Respondía Anthony con una sonrisa. - ¿Puedo ayudar? – Preguntaba con ánimo de iniciar el día.
-¿Sabes ordeñar? – Preguntaba incrédulo el mayor. Anthony sonrió de lado y pidió permiso a Emiliano quien era el que le ayudaba a Joaquín, este se levantó para dejarlo ordeñar a la vaca que él tenía.
Joaquín pudo darse cuenta que Anthony era un chico con muchas cualidades, ya que no solo era bueno para montar y dominar a un caballo, sino que también sabía ordeñar y sobre todo era una persona con don de mando con las personas.
-¿Qué más sabes hacer? – Preguntó Joaquín mirándolo de lado. Anthony sonrió complacido con la manera en la que su suegro lo miraba.
-De niño nunca me gustó estar sin hacer nada. – Dijo a su suegro. – Así que siempre que podía ayudaba a los empleados a realizar sus tareas, y así poco a poco fui aprendiendo diversas labores en Lakewood. – Decía recordando su niñez en Lakewood, que si bien no fue difícil tampoco podía decirse que había sido fácil.
-Buenos días. – Dijo una voz que alegró de inmediato al rubio, ya que su amada Candy aquella mañana se había levantado temprano para ir en busca de su príncipe.
-Buenos días hija. – Dijo Joaquín, quien se levantaba de su lugar para tomar el cubo de leche e ir a saludar a su hija.
-Buenos días papá. – Dijo Candy abrazando a su padre como cada mañana lo saludaba. Joaquín besó su frente y salió del establo para dejarlos a solas.
-Los espero en el desayuno. – Dijo Joaquín, cerrando un ojo a su hija antes de retirarse del lugar. Candy sonrió de vuelta y se enfocó en su prometido quien seguía de pie observando la perfecta imagen de su novia, quien vestía un pantalón vaquero con una camisa roja con cuadros blancos atada a la cintura, sus botas vaqueras café y por supuesto una texana a tono con las botas, decidida a llevarse a montar a su novio.
-Buenos días, princesa. – Le dijo Anthony acercándose a ella mientras Emiliano terminaba de hacer lo que estaba haciendo el rubio.
-Buenos días mi príncipe. – Le dijo ruborizándose de inmediato, dando un beso corto en sus labios a manera de saludo.
Emiliano terminó de inmediato y se levantó con los dos cubos de leche que había ordeñado con la ayuda de Anthony para que las cocineras se encargaran de servirla en la mesa de los patrones.
-Con permiso. – Dijo el buen hombre tímido al sentirse mal tercio con los novios. Candy y Anthony no pudieron evitar reír por la reacción del ranchero.
-¿Cómo dormiste? – Preguntó Anthony a su novia.
-Bien… - Dijo ella con una sonrisa radiante, con sus ojos iluminados de felicidad, una felicidad que no cabía en su corazón. - ¿Y tú? – Preguntó impaciente.
-Mal… - Dijo Anthony a modo de puchero. Candy lo observo contrariada porque no tenía idea del porqué había dormido mal aquella noche.
-¿Mal? ¿Por qué? ¿Pasó algo? – Preguntaba la rubia con insistencia al ver que su prometido no había pasado buena noche.
-Porque me hiciste falta. – Dijo el rubio tomándola de la cintura, sintiendo su blanca piel entre sus manos al quedarle la blusa un poco arriba de la pretina del pantalón. Candy se sorprendió con su agarre ya que pudo sentir directamente sobre su piel el calor que desprendían las manos del rubio sobre su cintura. La rubia sonrió complacida por sus palabras.
-Entonces, yo tampoco dormí bien… - Dijo Candy abrazándolo por el cuello con coquetería, acercando su rostro al de él, quien la miraba completamente ilusionado por aquel movimiento que tenía con ella.
-¿No? – Preguntó Anthony siguiéndole el juego que él mismo había iniciado. Candy negó con la cabeza, rozando sus labios en el intento. Anthony sintió su aliento de cerca, bebiendo su aroma al mismo tiempo.
-No… - Dijo Candy en un susurro.
-¿También te hice falta? – Preguntó Anthony con el corazón ya alborotado por tener a tan hermosa rubia entre sus brazos.
-Mucha… - Le dijo Candy cerrando la distancia tan escasa que había entre sus bocas, besando a su novio, tomando la iniciativa una vez más, una de las pocas veces que se había animado a hacerlo.
Anthony rodeó su cintura con mayor fuerza y la oprimió a su pecho sintiendo los senos de la rubia apretarse en su torso, un sentimiento de placer lo invadió de pronto. Continuó con sus besos, acariciando su cintura, besando sus labios con ansiedad mientras poco a poco la fue recostando en la paja que había en el establo. Candy se dejó llevar por aquel movimiento que la prendía y le hacía sentir millones y millones de mariposas volando por su vientre, mientras sentía que su piel comenzaba a quemarse.
Anthony encima de ella comenzó a besar su cuello, dirigiéndose al sur de su escote y comenzar a descubrir poco a poco más piel. Candy jugaba con sus rubios cabellos, agitándolos por la desesperación que sentía al tener la boca de Anthony en aquella zona tan sensible de su cuerpo, mientras sus manos acariciaban una sus piernas y otra se mantenía aferrada a su cintura.
-Te amo, Candy. – Le decía el rubio seguro de que no la tomaría en ese lugar, pero aprovechando un momento aquella soledad en la que habían caído ya que las últimas dos semanas se la habían visto rodeados de gente al tener casa llena.
-Y yo a ti Anthony. – Decía Candy con los ojos cerrados, jugando cada vez más con fuego, queriendo quemarse con aquellas caricias que él le regalaba.
Anthony por fin comenzó a descubrir los botones de la blusa que cubría su cuerpo, desabrochó uno, dos, llegó al tercero y pudo observar el corpiño de encaje que llevaba debajo, una prenda de color blanco que dejaba entre ver por su transparencia su par de rosadas areolas que coronaban su busto. Sus ojos se dilataron aún más con aquella vista, era la primera vez que tenía acceso a tan ansiado y hermoso lugar. Candy no podía respirar por la agitación que sentía mientras los ojos de Anthony seguían absortos en ese lugar.
El ruido de las vacas y los caballos que había ahí los interrumpieron una vez más, provocando que se asustaran al momento de escucharlos. Anthony se detuvo en secó y su mirada se posó en los ojos de Candy, quien lo veía totalmente apenada. Anthony fue el primero en levantarse de su lugar y ofreció su mano para ayudar a su dama a pararse, viendo como ella comenzaba a abrochar su blusa para volver a cubrir su pecho. Anthony sonrió apenado, disculpándose con la mirada por su atrevimiento, quitó la paja que se había enredado en los cabellos de su novia y sacudió su espalda para luego volver a besarla pero esta vez con más delicadeza.
-¿Quieres ir a montar? – Preguntó una vez que terminó de besarla.
-Vamos. – Dijo sonriendo. Anthony la tomó de la mano y la dirigió hacia donde estaban los caballos. Él mismo preparó ambos y salieron de ahí lentamente para recorrer los alrededores de la hacienda.
El paseo había sido tranquilo, nada como los paseos anteriores, ya no temían encontrarse con la gente de Liam, mucho menos con este, desde que se había ido los mismos empleados decían que estaban mucho más felices trabajando para el nuevo administrador de "Los Buitres".
Cuando regresaron de su paseo, pronto vieron un alboroto en la hacienda, sin embargo no tenían ni idea qué era lo que podría estar sucediendo.
-¿Qué sucede Annie? – Preguntó Candy aún desde su caballo. Anthony veía a Archie con el mismo semblante de preocupación.
-¿Qué sucede Archie? – Preguntó también a su primo.
-Es María. – Dijeron al mismo tiempo. Annie estaba muy asustada por su hermana y Archie por ella, ya que quería que nada le afectara a su esposa ni a su futuro bebé.
-¿Qué sucede con María? – Preguntó Candy, mientras Anthony la ayudaba a bajar de su yegua.
-Entró en labor de parto. – Dijo Archie impaciente. Candy abrió los ojos de inmediato.
-¿¡Dónde está!? – Preguntó la rubia de inmediato.
-En su habitación, Juan está con ella. – Decía Archie, ya que Annie no se atrevía ni a hablar por la preocupación.
-Vamos. – Le dijo Anthony a su novia, quien comenzó a caminar con paso apresurado hacia la casa grande para dirigirse a la habitación que ahora usaba María y su esposo.
-¡Adelante! – Dijo Juan con impaciencia. - ¡Candy! ¡Qué bueno que llegaste! – Dijo Juan corriendo con la rubia para llevarla con María. Anthony se quedaba en la entrada apenado por la situación de la morena.
-Anthony, llévate a Juan por favor. – Dijo Candy. - ¿Ya le hablaste a la partera? – Preguntó Candy a Juan. La rubia sabía que necesitaría ayuda para asistirla.
-La Sra. Roxanne fue por ella. – Dijo Juan antes de que Anthony se lo llevara del lugar.
-¿Cómo te sientes? – Preguntó Candy a su amiga.
-¡Me duele Candy! – Decía con expresión de dolor. Candy sentía el dolor de su amiga, pero sabía que si se dejaba llevar por él no la ayudaría en nada. En ese momento entró Roxanne junto a la vieja matrona que vivía en la hacienda.
-Dentro de ocho horas tráiganme agua caliente, lienzos, alcohol, algodón… - Comenzó con calma la mujer. Roxanne de inmediato salió a pedir lo necesario al personal, mientras veía a los demás que estaban esperando afuera de la habitación. – Será mejor que se relajen. – Dijo la mujer mientras comenzaba a palpar el vientre de María.
Candy observaba nerviosa cómo la mujer se dedicaba a cuidar a María, pudo ver que aquella mujer sabía bien lo que hacía, y que no solo los conocimientos que había aprendido en el hospital eran los únicos que existían para apoyar a una mujer embarazada.
-Son dos bebés los que traes contigo. – Le dijo a María. Candy se sorprendió con lo dicho ya que solamente había requerido tocarla para saber cuántos eran.
-¿Dos? – Preguntó María asustada. La mujer asintió con calma.
– Señorita Candy. – Le dijo a la rubia. – Ayúdeme por favor. – Dijo después de pasado el tiempo en el cual le traían lo que pedía y como si hubiera medido el tiempo, María comenzó a acelerar sus contracciones. – Ahora si ya es hora. – Le dijo a Candy, quien la miró asintiendo decidida a ayudar a la matrona.
Las horas pasaban y tanto Juan como los demás habitantes de la casa estaban impacientes por saber cómo estaba María y los bebés, nadie había comido bien y todos esperaban ansiosos por tener noticias de nuevo, ya que Candy cada hora salía a decirles cómo estaba María. Anthony la observaba orgulloso por la dedicación y profesionalismo con el que su novia atenía a María.
El llanto de un bebé se escuchó por todo lo alto, siendo alcanzado a escuchar por los reunidos afuera de la habitación.
-¡Mi hijo! – Dijo Juan emocionado, sintiendo cómo su corazón se aceleraba ansioso de poder entrar con su esposa y ayudarla en el proceso.
Candy sudaba frío por los nervios que la estaban invadiendo, era la primera vez que participaba en un parto en esas condiciones y sus manos temblaban un poco con impaciencia.
María lloraba y gemía de dolor al aguantar con heroísmo el dolor provocado por la salida de su bebé por el canal de parto. Candy era la única que la animaba mientras la anciana mujer hacía su trabajo.
-Vamos María, ya falta poco. – Decía Candy cuando sostenía a la primera bebé que había nacido, mientras María hacía un nuevo esfuerzo para expulsar al siguiente.
-¡Más fuerte! – Decía la sabia mujer, mientras ayudaba a María para que lograra tenerla.
El grito de María volvió a ahogarse en su garganta, pujando con mayor fuerza para hacer el último intento, el cual fue el que pudo darle vida a su segunda bebé, una niña más había tenido la morena, sin embargo en los ojos de la partera y de Candy había algo que extrañó a María, quien a pesar de lo exhausta que estaba notó aquella inquietud.
-¿Qué sucede? – Preguntó mirando a la rubia, quien era la que sostenía a la primera niña.
-¡Son hermosas! – Dijo Candy emocionada por lo tierno y lo pequeño que era aquel par de gemelas que habían nacido de su gran amiga.
-¡Quiero verlas! – Dijo María intentando sentarse para poder ver a sus hijas.
-En un momento. – Dijo la matrona. – Necesito terminar mi trabajo. – Dijo de nuevo, entregando la otra pequeña a Candy quien la tomó en sus brazos, una a cada lado, la pobre rubia no sabía qué hacer con aquel par de recién nacidas ya que nunca había cargado dos al mismo tiempo.
La anciana terminó su trabajo con María, envolvió las sábanas que había utilizado y ayudó a Candy a limpiar a las pequeñas, enseñándole cómo debía de hacerlo. Candy aprendía lo que le decía y con cuidado repetía sus instrucciones, mientras María con los ojos entreabiertos buscaba la manera de ver a sus pequeñas.
Cuando una de las niñas extendió su pequeño brazo, María pudo ver el color de piel de aquella extremidad que sobresalía por un lado de Candy.
-Candy… - Dijo María inquieta al ver que nadie le decía nada. Candy volteó al escuchar su nombre y volteó a ver a la matrona quien volteo por un segundo suspirando y continuó con la limpieza de la pequeña.
-¿Sí María? – Preguntó Candy nerviosa al escuchar en la voz de su amiga la misma impaciencia y ansiedad que ella mostró al ver a las dos niñas que habían nacido de su amiga.
-Mis hijas… - Decía con el corazón acelerado. Candy no sabía qué decir, no sabía cómo explicar lo que sucedía y sabía bien que María le pediría explicaciones.
-Están bien. – Dijo la matrona. – Son tus hijas ante todo. – Dijo la mujer con tono firme, como ordenando que a pesar de su aspecto tendría que amarlas y defenderlas por sobre todas las cosas.
Candy caminó con una de las pequeñas y la anciana llevaba a la otra. María estaba débil, sin embargo su corazón latía azorado por el miedo que se posaba en su corazón. Cuando Candy puso a la pequeña que había nacido primero en los brazos de su madre los ojos de María se abrieron con sorpresa y al tener a la otra por el lado contrario su boca se abrió de la misma manera.
-¡Son blancas! – Dijo María sorprendida al ver que sus dos hijas no habían heredado el color de piel de su madre o de su padre. - ¡Son blancas Candy! – Decía asustada. Candy comprendía el temor de su amiga.
-Yo… lo siento María. – Dijo Candy pensando el por qué ambas pequeñas eran de piel blanca. – Nunca pensé que ese hombre… - Dijo Candy sintiéndose culpable por no haber podido hacer nada para salvar a su amiga de aquel nefasto hombre.
-¡Juan! – Decía María sin pensar en nada más, más que en su esposo, no sabía cómo iba a reaccionar él por el aspecto de sus hijas, ya que ninguna de ellas se parecía a ninguno de los dos. En ese momento una de las pequeñas abrió los ojos y la sorpresa de las tres mujeres que estaban en aquel cuarto fue aún mayor, ya que los ojos de aquella niña eran de un color azul intenso y profundo, la pequeña parpadeó y comenzó a emitir un chillido de hambre, buscando con sus pequeños y finos labios alimento para saciar su hambre. Candy la miró completamente enternecida.
-Son hermosas María, ellas no tienen la culpa de lo sucedido. – Dijo Candy comprendiendo el miedo de María. – Juan entenderá lo que pasó. – Decía de nuevo la rubia, mientras María continuaba en silencio y la matrona salía de la habitación llevándose con ella lo que había visto dentro de ella.
María no dijo nada y decidió alimentar a sus hijas, ya que ambas comenzaban a llorar de hambre. Candy le ayudó a colocarlas de la manera que la habían enseñado a hacerlo en el hospital y poco a poco la leche había comenzado a bajar por su conducto para saciar a las pequeñas.
La matrona salió en silencio, ella no podía decir lo que había sucedido dentro de la habitación, mientras Candy comenzaba a hablar con la morena sin buscar una explicación.
-¿Ya nació mi hijo? ¿Qué fue? – Preguntaba Juan impaciente, tenía bastante rato que había escuchado llorar a su bebé y nadie había salido a decirle que podía pasar a conocerlo.
-Niñas… dos niñas han nacido el día de hoy. – Dijo la mujer sin decir nada más.
-¿Dos? – Decía emocionado, brincando de gusto para ver a todos los que estaban en el corredor de la mansión esperando noticias de su esposa. - ¡Dos niñas! – Decía feliz. - ¿Cómo son? ¿Cómo están? ¿Mi esposa? – Preguntaba sin dejar avanzar a la anciana mujer.
-En un momento saldrá la señorita Candy, ella te dirá cuando puedes entrar. – Dijo dirigiéndose a las escaleras, Roxanne la acompañaba para indicar que la llevaran a su casa.
-¡Tengo dos hijas! – Decía Juan emocionado, no le había extrañado la manera en la que la mujer había actuado y todos se acercaba a él a felicitarlo, todos felices por la manera en que él había reaccionado al saberse padre no de una, sino de dos niñas.
En la habitación María estaba bastante asustada, no sabía de qué manera le iba a decir a Juan lo sucedido, era un secreto que había querido mantener oculto de él y de todos, un secreto que solo ella y su madre sabían y como su madre, ella había decidido llevarlo a la tumba al igual que lo había hecho Rocío.
-¿Qué le voy a decir a Juan? – Dijo María viendo a Candy a los ojos.
-La verdad María. – Dijo Candy con una sonrisa. María observaba a sus hijas y sonreía con ternura.
-La verdad es lo que nunca quise que nadie supiera. – Dijo acariciando los negros cabellos de sus hijas, las cuales dormían después de haber sido alimentadas. Ambas niñas eran de piel blanca, con los cabellos negros y rizados, una de ojos azules y la otra con los ojos tan negros como María.
-Tengo que salir a avisarle a Juan. – Dijo Candy con temor, sabía que lastimaría a su amigo, ya que él estaba muy ilusionado por conocer a sus hijas. María asintió comenzando a derramar lágrimas por el miedo que la embargaba al esperar la reacción de su esposo.
Juan caminaba de un lado a otro por lo largo de la habitación de María, terminando en un lado y dando la vuelta para volver a recorrerlo.
-Tranquilo hermano. – Decía José para darle ánimo a ser aún más paciente.
-¡Pero llevan horas dentro! – Decía Juan impaciente, no podía controlar su ansiedad y el miedo que se iba acumulando en su corazón al no tener la indicación de que podía pasar a ver a sus mujeres.
-Son dos niñas. – Dijo Anthony con una sonrisa. – Me imagino que es más trabajo para la madre y la enfermera. – Dijo con una sonrisa refiriéndose a Juan. Juan asintió intentando tranquilizarse.
En ese momento Candy salía de la habitación y Juan corría hacia ella. Los ojos de Candy se posaron primero en su prometido quien la veía con una gran sonrisa que delataba no solo su amor, sino el orgullo que sentía por ella, lucía exhausta, sus hermosos ojos verdes estaban emocionados y un par de ojeras enmarcaban su mirada.
-Puedes pasar Juan. – Le dijo con dificultad al moreno. Anthony no fue el único que se dio cuenta de la manera en la que hablaba Candy, lo que hizo que Juan temiera que algo malo estuviera pasando con sus hijas o con su esposa. José se puso al pendiente de su hermano al ver que dudaba entrar a la habitación.
-Tranquilo hermano, todo estará bien. – Le dijo para darle valor de entrar.
Anthony observaba como Candy comenzaba a humedecer más sus ojos, así que rápidamente se dirigió a ella para abrazarla y ser ese apoyo que se veía necesitaba en esos momentos.
-¿Qué sucede mi amor? – Preguntó impaciente al ver que la rubia no reaccionaba de manera normal. Los presentes se acercaron a Candy para saber qué era lo que la tenía en ese estado.
Juan se armó de valor y entró a la habitación para por fin descubrir qué era lo que se le había estado ocultando.
-Las niñas. – Dijo Candy apenas audible.
-¿Qué sucede con las niñas, princesa? – Preguntó Anthony, mientras José se acercaba lo mismo que Felipe y su esposa. Candy miró cómo todos comenzaban a rodearla esperando ansiosos una respuesta.
-Ellas… - Decía con miedo. Anthony esperaba que hablara y ella buscaba en sus ojos el apoyo que necesitaba para hacerlo.
-¡Juan! – Se escuchó de pronto, mientras Juan cerraba la puerta de golpe detrás de él - ¡Espera! – Decía María angustiada, mientras el moreno intentaba alejarse de ahí.
-¡Espera Juan! – Le dijo Candy para detenerlo de un brazo. Anthony se hizo a un lado para que su novia pudiera hacer lo que tenía en mente. – María no tiene la culpa de lo que sucedió. – Dijo Candy.
-¡Lo sé! ¡Pero no puedo evitar sentirme mal por ello! - Decía Juan desesperado. - ¡Yo juré protegerla, y le fallé! – Decía Juan culpándose por ello.
-¿De qué estás hablando? - Preguntó Candy sin entender las palabras de su amigo.
-¿Qué sucede Juan? – Preguntó José, todos querían saber qué estaba sucediendo. Annie estaba asustada, lo mismo que Patty, hasta Elroy había ido para ver que sucedía.
-¡El imbécil de Liam se aprovechó de María! – Dijo Juan con los puños apretados, la mandíbula tensa y las lágrimas recorriendo sus ojos de manera abundante.
-¿Qué dices? – Preguntó José sorprendido.
-¡Las niñas son blancas igual que él y una de ella tiene los ojos azules igual que ese malnacido! – Dijo Juan dejando en silencio a todos los presentes. Felipe decía maldiciones en español, mientras su esposa lloraba por lo sucedido.
-¿Eso fue lo que ella te dijo? – Preguntó Candy, quien fue la única que pudo hablar.
-¡No hace falta que me lo explique! – Dijo Juan furioso, no había dejado hablar a María y había salido de la habitación cuando al haber entrado y ver al par de chiquillas junto a su madre la sonrisa que tenía en su rostro se había esfumado y de inmediato se había dado la media vuelta sin explicación alguna, solo preguntando ¿Por qué no le había dicho nada?
-¡Juan, María también es hija de Liam! – Dijo Candy ante el asombro de todos. Elroy se levantó de golpe de su lugar sorprendida por lo que decía Candy.
-¿Qué dices? – Preguntó Juan sorprendido por lo que la rubia había dicho de golpe.
-Lo que escuchas, María me acaba de confesar que su madre le confesó la verdad el último día que él la intentó forzar. – Dijo Candy de nuevo.
-Eso no puede ser. – Decía Juan pensando que el padre de María era algún campesino que había muerto hacía tiempo.
-María dice que su madre quedó embarazada de Liam porque ella trabajaba en el rancho "Los Buitres" pero al tener a María y ver que no era hombre y que no era como él la echo del rancho diciendo que no era su hija. Cuando llegó a pedir trabajo a mi padre él la contrató, pero les dijo que su marido había muerto en una disputa. – Decía Candy contando la historia que María le acababa de contar.
-¿Por qué no lo dijo antes? – Preguntó Juan sorprendido y sintiéndose culpable por la manera en la que había dejado a María.
-Por vergüenza. – Dijo María detrás de él, la pobre chica se había levantado a duras penas para alcanzar a su esposo y explicarle lo sucedido. – Me daba vergüenza ser su hija y más cuando había intentado abusar de mí en varias ocasiones. – Decía la morena llorando de dolor.
Elroy la veía de lejos y comenzaba a llorar al sentir la necesidad de abrazar a aquella sencilla joven que al parecer era también su nieta, una sensación de conocer a las pequeñas nació en su corazón.
Juan abrazó a María y la levantó en sus brazos para llevarla a la habitación y que descansara. Candy entró detrás de ellos para ayudar con las pequeñas que comenzaban a buscar el calor de su madre. La rubia tomó a ambas niñas mientras Juan recostaba a María. Poco a poco todos los presentes fueron entrando a la habitación. Anthony se quedó sin aliento al ver a la hermosa rubia sostener a ambas pequeñas en sus brazos.
-Te ves hermosa, princesa. – Pensó pasando saliva con dificultad, emocionado al imaginar a su pecosa sosteniendo a un hijo de ellos. Candy sonrió enternecida por la reacción de su novio, sintiendo la misma emoción que él había sentido al verla así, su maravillosa sonrisa le demostraba que ella también tenía el mismo pensamiento que lo había asaltado a él.
-Se parecen a la mamá de Liam. – Dijo Elroy quien supo reconocer en aquellas pequeñas la sangre Briand. – Son mis bisnietas. – Dijo emocionada, acercándose a ver a ambas pequeñas, mientras Juan lloraba arrepentido, pidiendo perdón a María por no haberla dejado explicar lo sucedido.
Juan se acercó a sus pequeñas y las tomó entre sus brazos, besando la cabeza de ambas quienes sintieron el amor de su padre al acurrucarse en su pecho buscando escuchar el latir de su corazón.
Después de unos minutos, ya cuando todos habían visto a las pequeñas nuevas integrantes de la familia, comenzaron a salir del lugar, dejando solos a la pareja que recién debutaba como padres.
Candy y Anthony salían tomados de la mano, con la ilusión en su corazón de que algún día ellos también comenzarían su familia al igual que su tío y sus primos. Terry y Mack también se veían ilusionados ya que ellos también estaban próximos a tener a su bebé, lo mismo que Annie y Archie quienes a pesar de que tenían menos tiempo que María, algo les decía que tenían más tiempo del que aparentaban. Patty continuaba con sus ascos y sus mareos, ya había confirmado su embarazo y aquellos síntomas se habían acrecentado con el paso de los días, sin embargo aún no tenía el suficiente tiempo para que se notara.
La pareja de rubios se había adelantado a los demás tomados de la mano, dejando a cada una de las parejas detrás para que comenzaran a soñar con sus futuros hijos.
-Aun no comprendo por qué esta niña nunca dijo nada. – Decía la tía abuela todavía con duda, estaba sorprendida porque tenía otra nieta y ella no se había enterado.
-Creo que debes comprenderla tía abuela. – Dijo Anthony quien estaba caminando junto a ella y su novia. – Para ella no es tan fácil reconocer que es hija de un hombre que intentó forzarla en varias ocasiones. – Dijo el rubio aún con malestar dentro de él, todavía no podía evitar que ese sentimiento de ira apareciera dentro de él al recordar todo lo que Liam había hecho. La tía abuela lo escuchaba también con incomodidad y dolor en su corazón ya que ella siempre consideraría a aquel desalmado como a un hijo. – Además, eso habla bien de ella, porque además de saber que podría tener una vida con mayores comodidades, no le importó con tal de ocultar su verdadero origen. – Dijo de Nuevo el rubio, quien veía con buenos ojos el desinterés de María.
-Tienes razón Anthony, María siempre fue una chica humilde pero desinteresada. – Decía Candy, quien conocía mejor a María que todos.
-Es verdad, por eso no estoy de acuerdo con que se queden a vivir en este lugar. – Dijo la tía abuela queriendo controlar todo como siempre.
-Eso es una decisión que ellos deberán tomar, tía abuela. – Dijo Anthony intentando hacer ver a la matriarca que ella no tenía que decidir al respecto.
-Tienes razón hijo. – Dijo la tía abuela más tranquila, sin embargo ella quería tener a sus dos nietas a su lado, tenía que repartir la herencia que supuestamente le correspondía únicamente a Annie. – Pero me gustaría que mis dos bisnietas crecieran a mi lado, no me queda mucho en este mundo y quisiera disfrutarlas al máximo. – Dijo de nuevo la matriarca.
-Creo que tendrás que hablar con María y José y hacerles ver tu punto de vista. – Dijo Anthony, para que la anciana viera que no era lo mismo decidir que opinar y proponer. La vieja Elroy asintió con una sonrisa, sabía que a pesar de que eran sus nietas no podía obligarlas a nada, mucho menos cuando no la conocían realmente como era.
-Gracias hijo. – Le dijo agradecida por comprenderla y por no juzgarla, le estaba costando bastante trabajo intentar ser de una manera más relajada, cuando estaba acostumbrada a dirigir a su antojo todo a su alrededor. Anthony le sonrió y continuó con Candy su camino.
Candy veía a Anthony orgullosa por lo que había hecho, había ayudado a María y a Juan con la tía abuela, porque a pesar de que ella aceptaba ahora a María, tenía que entender que no eran unos títeres más a quienes mover a su antojo, sino que era una persona casada y con dos hijas ahora por las que velar y en base a ello tomar sus propias decisiones.
-Gracias Anthony. – Dijo Candy abrazándose de su amado. Cansada por la faena que había realizado a lo largo del día.
-¿Gracias? ¿Por qué? – Preguntó Anthony abrazándola con ternura.
-Por ayudar a María y a Juan, ellos son muy nobles. – Dijo Candy recordando el carácter de sus dos grandes amigos. – Pero no les gusta que alguien más decida por ellos. – Dijo de nuevo la rubia.
-La tía abuela tiene que ir aprendiendo poco a poco que las personas no somos objetos. – Dijo Anthony suspirando. – Y que una cosa es decir lo que piensa y otra ejercer su autoritarismo. – Dijo de nuevo, él mejor que nadie entendía lo que era ser obligado a hacer lo que no quiere, tantos pleitos y tantas discusiones se hubiera ahorrado con la tía abuela si ella desde un principio hubiera respetado sus opiniones.
-Tienes razón amor. – Dijo Candy bostezando sin querer, se sentía bastante cansada y quería dormir antes que comer.
-Vamos, te acompaño a tu habitación. – Dijo Anthony con una sonrisa, comprendiendo que su prometida había tenido un día muy complicado. Candy sonrió con ternura a su novio.
-Pero también tengo hambre. – Dijo cuando sintió quejarse a su estómago. Anthony comenzó a reír a escuchar aquel leve sonido que venía desde lo más profundo del estómago de su novia.
-Ahora que lo dices, yo también. – Dijo Anthony quien también escuchó la queja del suyo. Candy comenzó a reír con él al mismo tiempo que escuchaba el rugir de sus tripas. – Vamos, hermosa. – Dijo llevándola hacia su habitación, para después salir de la recámara e ir por un aperitivo para ambos.
Poco después Anthony llegó con una charola acompañada con comida para que pudieran alimentarse.
-Con permiso. – Dijo abriendo la puerta lentamente para poder entrar a la habitación de la rubia.
-Pasa. – Dijo Candy tímida a su novio, sus mejillas se sonrojaron al ver cómo él entraba a su habitación cargando una charola para que pudiera alimentarse. – No debiste molestarte. – Le dijo levantándose de la cama, ya que se había recostado un poco para relajarse.
Anthony sintió sus mejillas arder al ver el cuerpo de su novia levantarse del sitio en el que estaba, recordando de pronto los momentos vividos en el establo aquella mañana.
-No es molestia. – Dijo poniendo su vista en la charola que llevaba, con el pretexto de no derramar lo que llevaba encima de ella. – Le dije a la señora de servicio que yo mismo te traería la merienda. – Dijo de nuevo el rubio, poniendo la charola en la mesita que estaba en la habitación de la rubia. Candy se dirigió al lugar para ayudarle a colocar todo en su sitio.
-Acompáñame. – Le dijo Candy tomándolo de la mano para evitar que se alejara de su habitación. Él la miró quedándose un momento sin aliento, la imagen de sus mejillas sonrojadas lo transportaban al momento en el cual la tenía recostada sobre la paja de establo. Anthony asintió sin decir palabra y se sentó frente a ella.
Una vez que terminaron de cenar, Candy volvió a bostezar, no podía evitar el cansancio que le llegaba a su cuerpo con mayor intensidad después de haber saciado su hambre.
-Ven. – Le dijo Anthony tomándola de la mano para llevarla hasta la cama. – Es hora de que duermas. – Le dijo de nuevo y ella se aferró a su brazo, deleitándose con el aroma de su amado. Candy sonrió de nuevo y asintió, no podía negar que estaba cansada, su cuerpo le dolía por haber estado tanto tiempo junto a la matrona ayudando a María a dar a luz.
Anthony la recostó en la cama y cubrió su cuerpo con las sábanas, así sin despojarse de sus ropas, únicamente las botas que calzaba eran las que él le había retirado de su cuerpo, para levantar sus piernas y colocarlas en la cama para después taparla hasta su pecho y que así descansara.
-Hasta mañana mi amor. – Le dijo besando su frente con ternura, sin embargo Candy ofreció sus labios para que él la besara. Anthony de inmediato obedeció a su pedido y la beso lentamente y con dulzura, un beso húmedo con el cual pudo saborear perfectamente la dulzura y suavidad de sus labios.
-¿Puedes quedarte hasta que me duerma? – Preguntó Candy con inocencia una vez que él hizo el intento por salir de su habitación. Anthony la vio sorprendido por aquella petición ya que él también estaba muy cansado, sin embargo ¿Cómo decir que no a sus hermosos ojos verdes que lo veían con súplica? ¿Cómo negarle algo a la dueña de su corazón? Si ella y solo ella era lo único que lo mantenía realmente vivo.
-Claro que si princesa. – Le dijo sonriendo, tomando su mano para sentarse en un sillón que estaba cerca de la cama. Candy negó cuando vio sus intenciones.
-Acompáñame. – Le dijo haciéndose a un lado para hacerle espacio en la cama. Anthony sonrió nervioso cuando vio qué era lo que ella deseaba.
Se colocó en el lugar que ella le había despejado y se abrazó a ella, pasando su brazo izquierdo por debajo de sus hombros y el derecho sobre su cintura. Candy se apegó a su pecho, y colocó una de sus piernas sobre él. Anthony sintió que el aire de sus pulmones se iba de su cuerpo, sin embargo a los pocos segundos sintió que Candy quedaba completamente dormida.
Anthony se quedó observando a su novia por varios minutos, deleitándose con su bello rostro, suspirando enamorado por tener la dicha de poder velar su sueño. Podía observar que su novia confiaba plenamente en él ya que en su rostro se reflejaba la calma y la placidez plasmada en su gesto, ¿Cómo no corresponder a ese enorme cargo que ella le proporcionaba? Quería ser todo para ella, quería ser aquel guardián que protegiera no solo su cuerpo, sino su alma, quería corresponder a aquella confianza que ella le demostraba una vez más le proporcionaba.
Anthony se sentía cada vez más relajado al percibir la respiración tranquila y relajada de su novia, sintiendo como poco a poco él también era vencido por el cansancio y comenzaba a quedarse abrazado del bello cuerpo de su novia. Antes de ser vencido por completo por el sueño besó su frente una vez más, para así dormirse abrazado a ella por primera vez juntos.
-Buenas noches mi amor. – Le dijo en un susurro para después caer en un profundo sueño.
La mañana llegaba rápidamente, y como era su costumbre Anthony se levantó muy temprano, incluso antes de que el gallo cantara. Sus hermosos ojos por un segundo se sorprendieron al ver que el lugar en el que se encontraba no era en el que regularmente lo hacía, sin embargo el peso de su novia lo hizo regresar a la realidad abruptamente, sintiendo una calidez en su pecho al ver que ella seguía durmiendo plácidamente, su rostro aún reflejaba la paz con la que se había dormido y una ligera sonrisa adornaba su rostro.
-Eres muy hermosa aun cuando duermes. – Le dijo en su mente, como si ella lo escuchara la sonrisa se ensanchó aún más en su rostro, eso hizo que Anthony también sonriera feliz por aquella imagen matutina que había obtenido en primer plano.
Se levantó con cuidado, evitando que su bella durmiente se despertara y continuara su descanso, así que sigilosamente se escabulló por la pesada puerta de roble y metal que resguardaba el cuarto de la pecosa. Antes de salir suspiro una vez más, sintiendo un vacío en su alma al tener que dejarla en ese estado, cuando lo que deseaba hacer era besarla para despertarla cuidadosamente y ver su dulce mirar por la mañana y con ello tener el aliento para continuar con su día.
Cerró la puerta con el mayor cuidado posible y dirigió sus pasos al final del pasillo, para llegar a la recámara que le habían asignado, la misma que la vez anterior. Con sigilosos pasos llegó hasta la puerta que le correspondía, y se adentró estirando su cuerpo sin borrar la sonrisa que había mantenido toda la noche.
-Buenos días Romeo. – Le dijo Terry a sus espaldas. Anthony se sorprendió con el saludo de su amigo, soltando casi las botas que llevaba entre sus manos, volteando rápidamente hacia donde había escuchado su voz.
-Buenos días. – Le respondió sin borrar su sonrisa.
-Me gustaría tener tu valor. – Dijo Terry con una mueca pícara de lado. Anthony lo observó no muy convencido de comprender lo que le decía. – Yo nunca me atrevería a pasar la noche con mi novia en la misma casa donde están mis suegros, y menos sin estar casados. – Dijo explicándose el motivo de su comentario. Anthony sonrió apenado por haber sido descubierto por su amigo.
-¿Qué haces levantado tan temprano? – Preguntó Anthony para cambiar de tema, mientras Terry se adentraba a la habitación del rubio sin cerrar la puerta.
-Mack despertó de nuevo gracias a mi revoltoso hijo. – Dijo el rebelde con una sonrisa divertida.
-Veo que será igual que su padre. – Dijo Anthony sonriendo al imaginarse cómo saldría aquel pequeño al tener al par de padres que tenía.
-Y qué su madre. – Dijo Terry abriendo los ojos inquieto. Anthony sonrió por su comentario.
-¿Qué sucede aquí? – Preguntó Archie quien venía también somnoliento, tallando sus ojos acercándose a la habitación del rubio. – Escuché ruido y salí a ver qué sucede. – Dijo bostezando, mientras Anthony y Terry se reían de él.
-¿Hay reunión? – Preguntó Stear detrás de su hermano. Él también había escuchado voces y al estar al pendiente de sus esposas embarazadas no podían dormir como cuando estaban solteros o sea a pierna suelta.
-No, solo vine a preguntarle a Anthony ¿Cómo fue dormir con su novia? – Dijo Terry para sorpresa de Anthony. Stear quien era el que estaba más cerca de la puerta, empujó a Archie hacia el interior y cerró la puerta detrás de él para que nadie más escuchara aquella conversación.
-¿Qué? – Dijo Stear sorprendido por lo dicho por Terry, mientras Anthony rodaba los ojos por el comentario fuera de lugar que había hecho el rebelde.
-Lo que escuchas. – Dijo Terry de nuevo. – Anthony se decidió a tener una "Charla" con su prometida bajo el mismo techo de sus suegros. – Dijo divertido ante la situación.
-¿Qué hacen todos levantados tan temprano? – Dijo Anthony al ver que tenía a los tres jóvenes en su habitación y aún no eran ni las seis de la mañana, y todos comenzaban a hacer conjeturas por su situación con la rubia.
-¿Tuviste una "charla" con Candy? – Preguntó nervioso el inventor.
-¿Qué les pasa? – Preguntó Anthony cansado de ello. – Sí, dormí con Candy en su habitación, pero no por lo que están pensando. – Dijo Anthony a los tres, quienes lo miraban con cara de incredulidad al no creer el motivo de haberse quedado a pasar la noche a su lado. – Únicamente dormimos juntos. – Dijo Anthony con una sonrisa boba al recordar a la rubia entre sus brazos.
-Tan bonito que es "Charlar" con la chica que amas. – Dijo Stear recostándose en la cama mientras estiraba sus brazos a lo amplio del espacio.
-Tiene razón el inventor. – Dijo Terry sonriendo de la misma manera.
-Y qué lo digas… - Dijo Archie también, de pronto los tres tenían sus mentes en la dama a la que pertenecía su amor.
-Candy estaba muy cansada después de los eventos de ayer. – Dijo Anthony recordando el rostro cansado de su novia.
-Sí, Annie también estaba muy cansada. – Dijo Archie, recordando también que su esposa había sufrido como si fuese ella misma la que estaba teniendo a su bebé.
-Igual Mack. – Dijo Terry también recordando lo que había pasado. – Después de los gritos y quejas de María la verdad me arrepentí de haber puesto eso ahí. – Dijo Terry refiriéndose a haber embarazado a su esposa.
-Candy dice que María no gritó nada comparado con las que ella ha escuchado en el hospital. – Dijo Anthony recordando la plática que había tenido con su pecosa.
-¿De verdad? – Dijo Terry incrédulo a lo que el rubio decía.
-Imagínate cómo debe de sentirse que te saquen una sandía por el lugar que ha entrado un limón. – Dijo Stear con la misma preocupación que mostraba Terry y Archie.
-Habla por ti. – Dijo Terry. – En mi caso sería un naranja. – Dijo Terry bromeando con ellos. Stear rodó los ojos a modo de fastidio.
-Bueno pues, qué sería de ti si te sacaran una sandía por el lugar donde ha entrado una naranja. – Dijo Stear bromeando con Terry, a quien no le gustó que lo utilizaran de ejemplo.
-¡Oye! – Dijo Terry ofendido, mientras los demás comenzaban a reírse por ese comentario.
-Lo que más me sorprendió. – Dijo Archie después de que habían dejado de reírse de Terry. – Es que cuando Annie conoció a las pequeñas, todo miedo se fue de ella. – Dijo el gatito, quien aún estaba asustado por el proceso que tendría que pasar su esposa también para lograr convertirse en madre.
-Es verdad. – Dijo Terry apoyando lo que decía Archie. – Mack también después de haber estado tan asustada en la noche me comentó que ya no veía la hora de cargar a nuestro hijo. – Dijo Terry aún sin creer que eso fuera posible, el mismo miedo de Archie, de Stear y por supuesto de Anthony surgía en su mente, al creer que sus esposas sufrirían mucho por convertirlos en padres.
-Bien, ya es hora de que se vayan, me voy a bañar. – Dijo Anthony quitándose la camisa para poder tomar un baño, apresurándose para poder comenzar su día fresco y revitalizado.
-Vaya Brower, no cabe duda que la señorita pecas se llevará una grata sorpresa cuando te vea. – Le dijo bromeando con él al ver el torso del rubio. Anthony sonrió de lado y lanzó la camisa a la cabeza de Terry quien de inmediato se la devolvió, sin embargo la prenda cayó encima de Stear quien solo la hizo a un lado para poder arrojar el cojín que había puesto en su cabeza a la cabeza de Terry.
-Bien, mejor vayan a molestar a sus esposas. – Dijo Anthony de nuevo, mientras los demás se reían por la manera en la que lo habían dejado. El pobre rubio tuvo que aceptar que estaba desesperado por comprobar lo que su amigo y sus primos decían con respecto al matrimonio, sin embargo también temía el dolor que sufriría su amada pecosa el día que tuvieran la dicha de ser padres.
Los tres jóvenes salieron de la habitación de la misma manera en la que habían entrado, primero Terry, luego Archie y a lo último Stear, mientras Anthony los ayudaba un poco empujándolos para cerrar la puerta de su habitación, sin embargo a los pocos segundos volvieron a tocar y Anthony torció los ojos regresando sobre sus pasos para abrir y saber qué era lo que querían de nuevo.
-Buenos días. – Dijo la voz de su suegro que era el que estaba frente a él esta vez.
-Buenos días, Don Joaquín. – Dijo Anthony algo nervioso, al pasar por su mente que había pasado la noche en la recámara de su hija.
-¿Estás listo? – Preguntó Joaquín al rubio.
-Deme unos minutos y enseguida estoy con usted. – Dijo Anthony un poco contrariado por que no era quienes él había creído. Joaquín asintió y se retiró de la habitación del rubio, quien de inmediato se metió al cuarto de baño para estar listo lo más pronto posible.
Joaquín saludó a los otros tres caballeros que estaban afuera de la habitación de su yerno, con la amabilidad que lo caracterizaba, los tres habían respondido de la misma manera a su saludo.
-Veo que traen cortito a Brower. – Dijo Terry al ver que el suegro de su amigo llegaba muy temprano por él para que le ayudara a iniciar en las tareas del rancho.
-Un rancho necesita de mucho tiempo y cuidados. – Dijo Archie continuando con la plática de Terry.
-Tienes razón hermano, lo bueno que Anthony es una persona muy dedicada a ello. – Dijo Stear, quien sabía bien que su primo hacía lo que hacía no solo por el amor a Candy, sino porque siempre había sido así de activo y dedicado en lo que amaba hacer.
-Pues si yo fuera a ser heredero de algo como esto, también sería dedicado. – Dijo Terry sincero, ya había conocido todos los terrenos que un día heredaría Anthony al ser el futuro esposo de Candy.
Anthony salió a los pocos minutos, dándose cuenta que los tres jóvenes seguían afuera de su habitación.
-¿Siguen aquí? – Preguntó con travesura, viendo cómo los tres chicos se sorprendían al ver que el rubio se había arreglado demasiado rápido. – Como veo que no tienen nada qué hacer, vengan conmigo. – Dijo Anthony dispuesto a llevarse a sus tres molestos guardias a las labores del rancho.
Los tres jóvenes se dirigieron hacia dónde Anthony los llamaba, muy obedientes de lo que el rubio les pedía.
Al final de la pequeña jornada, los cuatro volvían para recibir su primer alimento del día, Anthony veía cómo los otros tres se quejaban que les dolía todo el cuerpo, mientras él reía internamente por la manera en la que los había hecho trabajar.
-Te pasaste con el trabajo, Brower. – Le dijo Terry como queja, mientras soñaba uno de sus hombros.
-No te quejes, es lo que hago todas las mañanas mientras ustedes siguen durmiendo plácidamente. – Les dijo tranquilamente.
-Pero nosotros no vamos a obtener como herencia este paraíso. – Dijo defendiéndose el actor. Anthony sonrió de lado.
-No es por eso que trabajo en él. – Dijo tranquilamente. – Me gusta aprender cosas nuevas, sentirme útil, me gusta levantarme temprano y ver el amanecer en este lugar. – Dijo con una sonrisa, su suegro lo escuchaba hablar y sentía orgullo del joven que sería su yerno y como había dicho el rebelde, futuro dueño del rancho "Los Obeliscos" sabía que el día que él tuviera que dejar todo a cargo de Anthony estaría en muy buenas manos.
Los días pasaron rápidamente y ya estaban listos para regresar a Chicago, tenían que continuar con los preparativos de la boda de los rubios y además Candy tenía que terminar su curso de enfermería, le faltaba poco para el examen que tendría que presentar antes de obtener el título como enfermera titulada que tanto le estaba costando cursar, y sin querer uno de los temas que más se le había complicado era el de un parto, y gracias a la vieja partera del rancho había aprendido más de lo que había aprendido en el aula que le impartieron el tema.
Elroy viajaba con una sonrisa en sus labios, estaba feliz de haber asistido a ese lugar ya que así pudo conocer que tenía otra nieta y ahora dos bisnietas más a quien cuidar, debía organizar todo para poner a su nombre el dinero que le correspondía por ser hija de Liam.
Candy y Anthony estaban muy juntos, ilusionados por que pronto terminaría aquella distancia que debían tomar cada noche, la cual les costaba mucho trabajo realizar cada día, solo la noche que habían nacido los hijos de José y María habían obtenido una probadita de lo que sería compartir su noche juntos. Candy lo veía con timidez después de recordar lo que había sucedido esa noche, que a pesar de no haber sucedido nada él se había dedicado a velar su sueño. Las miradas de los rubios se encontraban con complicidad al recordar ese hecho, mientras los demás viajantes iban cada uno con su pareja y entretenidos con diferente razón.
Pronto llegaron a Chicago, todos los que habían ido a México habían regresado, menos María y Juan, así como Dorothy y José que se habían quedado en México hasta que la pequeñas crecieran un poco antes de regresar para la boda de los rubios, los cuales eran los más ansiosos por realizar aquel maravilloso sueño.
Continuará…
Hola hermosas, sé que están desesperadas por la boda de los rubios, pero creo que tengo que dejar unas cosas conclusas antes de que se realice ya que como saben ya estamos en la recta final, creo que hasta el 35 más o menos terminaremos las historias, y no creo que sea corta o pocos capítulos ya que sería la más larga que he escrito hasta el momento, esto por lo largos que me resultaron la mayoría de los capítulos, así que espero que no se molesten por mi decisión les prometo que el capítulo que será dedicado únicamente a los rubios va a ser pronto y espero que les guste tanto como a mí. Gracias por comprender.
TeamColombia. Hola hermosas ustedes son las más desesperadas por el encuentro de los rubios, les prometo que está mucho más cerca. Gracias por su paciencia y por continuar en la lectura.
Julie-ANDLEY-00. Hola hermosa que bueno que te gusto el capítulo, la verdad que esta historia me está gustando mucho y me estoy esforzando en no dejar cabos sueltos, espero que no sea así y si queda alguno no sea importantes para la trama. Te mando un fuerte abrazo hermosa.
Rose1404. Hola hermosa, muchas gracias por tus lindas palabras, aprecio mucho que te guste la historia y que continúes pendiente a las actualizaciones. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Lemh2001. Hola hermosa! Me alegra el saber que no te aburres con mis escritos y que puedes leer sin problema, la verdad que es una preocupación que tiene cada autor cuando escribe. El vals tengo entendido que ese es el nombre real, si lo buscas en YouTube encuentras la melodía interpretada de diferentes formas, con violín se escucha maravilloso, ojalá puedas escucharla, de hecho el nombre del capítulo del baile así se llama. Gracias por seguir leyendo hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Mayely León. Hola hermosa, sé que estás ansiosa por la boda, ya casi llega no te desesperes, mientras disfruta el camino que ya pronto llegaremos a nuestro destino ;) Te Manzo un fuerte abrazo hermosa.
María José M. Hola hermosa, gracias por continuar leyendo ya se me hacía raro no leer tu comentario, gracias por seguir y no olvidarme. Me da gusto que te haya gustado el relato y no lo sintieras pesado. Te mandó un fuerte abrazo hermosa!
Ster Star. Hola hermosa, que gusto que te haya gustado el apasionante capítulo. Creo que Albert si estaba ansioso por eso se dejó llevar y no supo controlarse al principio jajaja pobre, también era virgencito pero no regaba las flores jajaja. Así que estaba muy desesperado, lo bueno que Andy tenía una idea de lo que quería y no le dio pena dar instrucciones jajaja. Me han preguntado mucho si no me da vergüenza relatar ese tipo de escenas, creo yo que me ayuda mucho el que no conocen mi rostro jajaja además de que creo yo que intento utilizar palabras sutiles y no bruscas u ofensivas (creo yo) además de que soy fiel a que una pareja que se ama tiene todas las facultades para entregarse de esa forma, en la época era mucho más difícil hacerlo que ahora es por ello que vacilo en hacerlo sin que estén casados a pesar de que ya lo he hecho en varias de mis historias, la Candy liberada y el Anthony irrespetuoso no son de mi agrado XD. Gracias por leer hermosa, te mando un fuerte abrazo.
Guest. Hola hermosa, bienvenida a la historia, que bueno que te haya gustado el relato y que no te hayas sentido ofendida ¿O sí? Espero que no. Como ya me di cuenta que eres mexicana, fíjate que hace mucho que no recordaba a los famosos Huevos jajaja me encantaba ver esos cortos animados. Muchas gracias por tu comentario, espero no sea el primero o el último? Te mando un fuerte abrazo, saludos!
Hermosas, hoy actualicé de mi celular, espero que no hayan quedado algunos errores o palabras de más, muchas gracias a las personas que leen y que no dejan algún comentario si surge alguno y estás inscrita te responderé personalmente para agradecer tu tiempo. Gracias a cada una de ustedes.
GeoMtzR.
