Hola hermosas, espero que hayan tenido un buen fin de semana. Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, simplemente los utilizo para echar a volar mi imaginación y hacer una nueva historia, una donde los personajes regresan y realizan sus sueños, no es para menores de edad, ni para personas que son sensibles a temas adultos, es sin fines de lucro solo por entretenimiento. Comenzamos!

LEJOS DE TI

CAPÍTULO 33

ANTHONY Y CANDY BENDICEN SU AMOR

Las campanas de la iglesia se escuchaban en lo alto del campanario, una y otra llamada iba anunciando la proximidad de la misa que se llevaría a cabo aquella tarde.

Los días habían pasado de manera apresurada para unos, mientras que para los implicados había sido larga y lenta, después de que Candy había sido titulada como enfermera, llegaba por fin el día que tanto había anhelado junto a Anthony, el día de su boda, el día que para ellos sería el más inolvidable de todos.

La elegancia de aquella impresionante iglesia se hacía presente una vez más, la vez anterior se había engalanado por la boda del patriarca de los Ardlay y de la joven Williams, sin embargo esta vez se había arreglado para la boda de Anthony y Candy, quienes eran los últimos del gran clan que contraerían matrimonio, las campanas anunciaban alegre su melodía, mientras la gente comenzaba a llenar las bancas que había en su interior y los periodistas se arremolinaban para buscar nuevamente el mejor ángulo para la nota principal de la sección de sociales.

Cientos de rosas adornaban el altar y los pasillos por donde caminaría la novia del brazo de su padre, mientras en lo alto del mismo un joven galán de hermosos ojos azules esperaba ansioso la llegada de su prometida. Los elegantes candiles iluminaban con sus luces el interior del recinto, haciendo que la oscuridad de la noche quedara fuera de ella.

-¿Cómo estás hijo? – Preguntó Vincent al ver a su hijo mirar a la entrada de la iglesia, entrada que le quedaba como a unos setenta metros de distancia.

-Bien papá, algo nervioso. – Dijo por primera vez en todo ese tiempo y no porque estuviera nervioso por casarse, sino que la razón de sus nervios se debía a que la rubia no aparecía y ya era la hora en la que habían citado a los invitados, quienes estaban tranquilamente sentados en su lugar en silencio, esperando que la música nupcial resonara en lo alto del coro, anunciando que la novia había llegado.

-Tranquilo hijo, las novias siempre llegan tarde a su boda, es como si fuera una costumbre y una tradición para ponernos nerviosos. – Dijo Vincent con gracia para evitar que su hijo se desesperara. Anthony sonrió no muy convencido, sin embargo intentaba hacerlo y tomarlo con calma.

-¿Qué sucede? – Preguntó Albert, quien vio que Anthony comenzaba a inquietarse.

-Nada grave. – Dijo Vincent. – Nervios del novio. – Quiso sonar a broma, sin embargo Anthony no lo veía de esa manera.

-Tranquilo, sabes cómo es Candy. – Dijo Albert con una sonrisa, sabía bien que Candy era muy impuntual.

-Tal vez ya se arrepintió. – Dijo Terry quien también llegaba al lado del rubio. Anthony lo vio con cara de pocos amigos, indicándole que no estaba de humor para aguantar sus bromas en ese momento. – Tranquilo Brower, ya vi que no estás de humor. – Dijo levantando los brazos en señal de paz.

-Déjalo en paz Terry. – Dijo Archie a favor de su primo. – No te preocupes Anthony, ya no debe tardar. – Dijo dándole ánimos para que no se desesperara.

-Es verdad Anthony, Candy debe de estar a punto de llegar. – Dijo Stear de la misma manera que Archie, dando el ánimo para que el próximo novio se relajara.

-Solo espero que no haya pasado nada malo. – Dijo Anthony sin poder evitar inquietarse.

-No lo creo. – Dijo Stear aparentando tranquilidad, sin embargo también se le hacía raro que la rubia no llegara.

-Es verdad Anthony, Stear trajo se carro. – Dijo Archie queriendo sonar bromista, sin embargo a Stear no le pareció muy gracioso, ni tampoco a Anthony, quien no entendió el chiste al estar al pendiente de la llegada de su novia, el cual indicaba que Candy no iba en el carro de Stear para quedarse tirada en el camino.

Albert se dirigió a su esposa y esta lo miraba con preocupación.

-¿Sucede algo? – Preguntó Andy. Albert negó con un movimiento de cabeza dirigiéndose a la puerta de entrada para averiguar si algo había sucedido. Anthony vio a dónde se dirigía Albert e hizo el intento por alcanzarlo.

-Tranquilo, Brower. – Dijo Terry para evitar que fuera, sabía que con ello se pondría más ansioso. – Ya llegará. – Dijo de nuevo. Los invitados comenzaban a hablar entre si y poco a poco los murmullos comenzaban a subir el volumen.

Por las calles de Chicago, una rubia vestida de novia corría apresurada a punto de llegar a la iglesia que la convertiría en la esposa de su perfecto galán Anthony Brower Ardlay, sus mejillas sonrojadas y su preocupación se veía reflejada en su rostro, mientras un automóvil iba detrás de ella sin la intención de alcanzarla ya que prácticamente habían llegado.

-¡Candy! ¡Candy! – Decía De la Garza para alcanzar a su hija. - ¡Vamos hija ya quedó listo! – Dijo el mayor, sin embargo Candy llegaba a los escalones de la iglesia que la llevarían a la entrada principal.

-Creo que ya no es necesario papá. – Dijo Candy intentando recobrar el aliento perdido por la carrera emprendida.

-¿Qué sucede? – Preguntó Albert al ver que la rubia estaba toda agitada en la entrada de la iglesia.

Joaquín que estaba detrás de ella junto a su esposa, venían igual de agitados.

-Se nos pinchó un neumático. – Dijo Joaquín disculpándose por su descuido.

-Tranquilos, todavía hay tiempo. – Dijo Albert dando la oportunidad de que Candy recuperara el aliento. Roxanne se metió a la iglesia no sin antes bendecir a su hija, quien por la carrera que había dado los nervios se habían quedado atrás.

-Gracias mamá. – Dijo Candy realmente emocionada, acomodando su hermoso vestido una vez más para después tomar la mano de su padre e iniciar la entrada al altar.

Los reporteros se pusieron alerta disparando todas las cámaras al ver que la rubia había llegado por fin a su boda y ya estaba en posición para atravesar el largo corredor que la llevaría junto a su futuro esposo quien continuaba impaciente alejándose del altar.

Albert hacía una seña para que comenzara a sonar la marcha nupcial y Anthony se sorprendía a medio camino ya que él mismo quería saber qué sucedía con la rubia, sin embargo al escuchar que la música comenzaba y que Albert entraba de pronto, respiró más tranquilo al ver a lo lejos en la entrada la imagen de su novia. Albert se lo llevó de nuevo hasta el lugar que le correspondía esperar y los demás tomaron lugar junto a sus parejas.

El silencio se hizo presente en la iglesia y solo la música era escuchada, así como los corazones palpitantes de Anthony y Candy, que si no hubiera sido por la marcha nupcial no hubieran sido los únicos en escucharlos.

Anthony se quedó sin aliento al ver la grácil figura de Candy entrar del brazo de su padre, la cual caminaba con seguridad, lentamente a ritmo de la marcha como si hubiera ensayado cada uno de sus movimientos, su corazón latía impaciente y sus ojos se fijaban en la gallarda figura de su novio, quien lucía espectacular con el traje negro que vestía aquella noche, una imagen que definitivamente recodaría por el resto de sus días.

Sus ojos azules brillaban con intensidad, dilatados, fijando sus pupilas en su amada Candy, en su amada pecosa, la pequeña que había conquistado su corazón siendo tan solo un niño. Un suspiro escapó de sus labios al ver más de cerca a la dueña de su corazón, quien de inmediato le sonrió cómplice por haber llegado tarde y saber que lo había preocupado.

-Lo siento. – Dijo con sus hermosos ojos verdes puestos en los de él.

-Ya estás aquí… - Fue la respuesta que le dio su amado príncipe con sus ojos, miradas que podían hablar sin requerir mover sus labios, sus corazones se entendían a la perfección y mientras uno sabía que había preocupado al contrario otro sabía que no había sido su intención.

La larga caminata por fin llegó a su final y Joaquín se ponía frente a Anthony quien sin querer apartar la vista de su princesa, sonrió feliz a su suegro.

-Aquí te dejo a mi mayor tesoro. – Le dijo Joaquín al rubio. – Cuídala como si tu vida dependiera de ello. – Le dijo de nuevo a modo de súplica, se notaba que Joaquín tenía una batalla interna en su corazón al dejar ir a su única hija. Anthony volteó a verlo fijando su mirada en los verdes de su suegro.

-Mi vida depende de ello, Don Joaquín. – Dijo seguro de sus palabras, provocando una sonrisa de agradecimiento en el mayor, mientras Candy se quedaba sin aliento por unos segundos al escuchar las palabras de su próximo esposo. – Puede estar seguro que siempre velaré por su felicidad. – Dijo para calmar un poco la ansiedad que reflejaba el rostro de aquel que lo veía. Joaquín asintió agradecido y se dirigió a su hija para besar su frente antes de soltarla por completo a su yerno.

-Gracias papá. – Dijo Candy conmovida por la reacción de su padre.

-Te quiero, hija. – Dijo Joaquín, para después dar la vuelta y dirigirse al lado de su esposa, quien también estaba igual de conmovida que él, ya que era su única hija la que se casaba, aunque si lo pensaban bien ambos, no perdían una hija, sino que definitivamente habían ganado un hijo. Vincent volteó a ver a sus dos amigos y ambos sonrieron seguros de que Candy estaba en las mejores manos.

La ceremonia dio inicio, y entre miradas tiernas y llenas de amor Candy y Anthony mantenían contacto con sus manos entrelazadas, mirándose directo a los ojos para hacer las promesas pertinentes ante el altísimo, aquel ser supremo en el cual confiaban sus vidas para comenzar a vivirlas como un solo ser.

-No puedo decirte con palabras lo que haces sentir en mi corazón, ya que cada una de ellas se queda corta con lo que verdaderamente quisiera expresar, sin embargo intentaré hacerlo. – Dijo Anthony ante la petición del sacerdote de decir sus votos. – Candy, mi Dulce Candy… quiero decirte aquí ante Dios que desde el primer día que te vi, mi corazón me avisó que tú serías con quien quería pasar el resto de mis días, quiero decirte que solo me bastó con verme reflejado en tus ojos para identificar lo importante que serías para mí, es por eso que quiero prometerte que día a día me esforzaré por darte la felicidad que te mereces, que haré todo lo posible porque siempre tengas una sonrisa en tu rostro y cuando eso no sea posible, tengas de mí el valor y la fortaleza de seguir adelante, quiero ser tu luz en la oscuridad, tu seguridad en la incertidumbre y tu apoyo cuando necesites de fuerza para continuar. Prometo que te amaré hasta que el último aliento abandone mi cuerpo y te seré fiel con mente y corazón hasta que Dios mismo me lo permita. - Las palabras que Anthony no solo habían llegado a lo más profundo del corazón de Candy, sino que muchos de los presentes habían quedado realmente conmovidos con ellas, escapando algunas lágrimas de los que habían escuchado con claridad aquella sincera promesa que había hecho el rubio.

-Anthony… - Dijo Candy con las palabras atorándose en su garganta por haber sido desarmada por él. – En mi vida nunca pensé encontrar a una persona como tú. – Dijo pasando saliva para tomar valor de continuar hablando. – Siempre fui educada para creer en lo que existía y no en los cuentos de hadas. – Dijo de nuevo. – Sin embargo cuando te vi por primera vez, comprendí que esos pequeños cuentos si existían, comprendí que tú eras como un príncipe que había venido a salvarme en su caballo blanco y que solo tú eras capaz de convertirme en una princesa. – Decía haciendo sonreír al rubio y a los demás con su infantil comparación. – Mi príncipe de las rosas… ese fue el nombre con el que elegí nombrarte en mis sueños, porque eso eres para mí, eres mí príncipe y yo soy tu princesa y en estos momentos te conviertes en el rey que regirá el castillo que juntos construiremos para formar nuestra hermosa familia. – Anthony no pudo evitar que una lágrima corriera por uno de sus ojos. – Seré esa parte de tu vida que completa tu mundo, esa parte que elige ser tu compañera de vida, tu amor, tu soporte en los días difíciles y tu compañera en los felices, gracias por decidir emprender junto conmigo el mismo camino tomados de la mano, gracias por ser parte de mi vida Anthony. – Dijo Candy dejando salir también las lágrimas de sus ojos. Incluso el sacerdote se había conmovido por el amor que ambos rubios habían expresado con palabras, sin embargo como Anthony lo había dicho aquellas simples palabras no demostraban lo que ambos jóvenes demostraban con sus miradas.

Llegó la hora de la bendición, el intercambio de alianzas y el término de aquella ceremonia, mientras Anthony aceptaba el permiso del sacerdote para poder besar la frente de su novia con ternura, sonriendo enamorado a la imagen que veía ante él.

Caminaron juntos de la mano, acompañados ambos con la música nupcial que se volvía a escuchar mientras los fotógrafos se las ingeniaban para colarse entre los invitados y poder tomar así las fotografías para la nota de sociales del siguiente día.

-¡Viva los novios! – Se escuchó ya una vez afuera de la Catedral, todos los invitados habían lanzado pétalos de rosas para desear los buenos deseos a los novios. Juan y José habían repartido entre los Ardlay y los Williams pequeñas cantidades de arroz para poder arrojar a los novios como muestra de los buenos deseos que pedían para ellos, una tradición mexicana que existía y que ellos querían compartir con la rubia.

-¡Viva!– Decían todos a coro, respondiendo a las palabras que habían lanzado Stear.

Anthony se dirigía ya junto a Candy en su automóvil hacia la mansión donde celebrarían con un gran baile aquella unión, el chofer que los llevaba abrió la puerta para que los recién casados se adentraran al interior y pudieran acomodarse para llegar a su fiesta.

-¿Estás feliz amor? – Preguntó Anthony con una gran sonrisa en sus labios.

-Soy la más feliz, Anthony. – Dijo Candy con una sonrisa. - ¿Y tú? – Preguntó tímida a su ahora esposo.

-Soy el más feliz, princesa. – Respondió de la misma manera, ambos reían por sus respuestas, tímidos porque pronto podrían compartir su intimidad, sin embargo debían esperar un poco más, sus rostros estaban enrojecidos al pensar por un segundo lo que implicaría aquella noche.

Llegaron a la mansión donde ya todo estaba listo para iniciar aquel baile, la entrada de los novios se dio entre aplausos y buenas vibras, los invitados abrían paso para dejarlos pasar y que se dirigieran al centro del salón principal para comenzar su primer baile como marido y mujer, baile que ellos ya sabían a la perfección al ser un vals ya viejito, más sin embargo al ser su vals no les había importado que fuera con el que los recibieran en su festejo.

El baile inicio, nadie había a su alrededor, todo quedaba en completa soledad, solo existían ellos dos y la música de fondo, ni los músicos, ni los invitados, ni siquiera las paredes de aquel elegante salón eran percibidos por la pareja de enamorados, quienes seguían fijos el uno en el otro, disfrutando su presencia, sintiendo como si de pronto el aire soplara a través de sus cuerpos, acariciando sus rostros y como si la noche fuera testigo junto las estrellas de aquel baile que ambos iniciaban como una pareja ya de recién casados.

-Creo que Brower y su señorita pecas no se han dado cuenta que no están solos. – Dijo Terry a su esposa. Mack sonrió con un poco de nostalgia, no podía evitar pensar que por un tiempo ella creyó que podía conquistarlo.

-Eso es porque están disfrutando de su amor. – Dijo Mack a su esposo con una sonrisa. Terry le sonrió y beso su boca enamorado.

-Así como yo disfruto del tuyo. – Dijo Terry acariciando su rostro.

-Y yo el tuyo. - Dijo Mack tomando su vientre con disimulo.

-Qué hermosa pareja hacen. – Decían las personas que estaban presentes.

-Se parecen mucho al Sr. William y a su esposa. – Decían otras más.

-Creo que ellos se ven más tiernos. – Decía otra joven más allá.

Todos tenían opiniones distintas, sin embargo pensaran lo que pensaran o dijeran lo que dijeran lo único que le importaba a Candy y a Anthony era la presencia del contrario, tener el cuerpo de Candy entre sus brazos y guiarla sobre la pista de baile era lo único que en ese momento le importaba.

Los invitados habían ido de diferentes lugares, Margarita había asistido junto a su esposo Henry como lo había prometido, así como Juan y María, José y Dorothy que habían llegado un día antes para compartir aquella alegría con los rubios. Annie y María eran las que tenían a sus hijos pequeños, sin embargo ambas estaban al pendiente de ellos al tenerlos al cuidado de las nanas.

Elroy veía con ilusión que María había llegado con sus nietas y el tener a Annie ahí con ella le alegraba mucho, decidiéndose a otorgar la cabaña de Lakewood a ella para que no tuviera la necesidad de irse de regreso a México.

La fiesta aún no estaba a punto de terminar y antes de que otra cosa pasara Anthony tomó a Candy de la mano y la dirigió hacia la parte trasera de la mansión.

-¿Qué sucede Anthony? – Preguntó un poco confundida, mirando como su esposo la llevaba hacia la parte trasera de la mansión, y a la vez se fijaba que nadie los viera.

-Nada… - Dijo con travesura. – Solo que quiero irme con mi adorada esposa antes de que los demás se den cuenta. – Dijo saliendo al jardín trasero, en donde se encontraba su automóvil, el cual el chofer había estacionado en ese lugar por pedido de él. Candy lo vio un poco confundida.

-¿No nos vamos a despedir? – Preguntó Candy un tanto insegura. Anthony le sonrió negando con travesura.

-No… nos vamos a ir sin que nadie se entere. – Le dijo de nuevo. Candy se detuvo por unos segundos dudando de hacer eso, sin embargo al ver los ojos de Anthony decidió seguirlo hacia donde él le indicara, ahora él era su esposo, su familia y como siempre había pensado, lo seguiría hasta el fin del mundo si era posible hacerlo con los ojos cerrados, confiando plenamente en sus decisiones. Anthony sonrió al ver que su esposa estaba dispuesta a seguirlo. – Vamos. – Dijo sonriendo. Candy correspondió a su sonrisa y lo siguió hasta subirse al automóvil, para después conducir rumbo a Lakewood.

-¿A dónde vamos? – Preguntó Candy intrigada.

-Es una sorpresa. – Dijo Anthony con una sonrisa radiante, ilusionado por compartir con ella esa pequeña aventura antes de irse de luna de miel. Candy sonrió por su respuesta y se enfocó en el camino, tomando su mano con ilusión, nerviosa porque esa sería su primer noche juntos.

Llegaron a las pocas horas hasta Lakewood, Candy se había dado cuenta por el camino que tomaban hacia donde iban y cuando menos lo pensó el portal de rosas se hacía presente ante ellos, a pesar de la oscuridad el olor que desprendía el jardín pudo advertir que ya habían llegado.

-La mansión de las rosas. – Dijo Candy emocionada.

-Nuestro hogar. – Dijo Anthony con una sonrisa. Candy lo miró sorprendida.

-¿Nuestro hogar? – Preguntó alegre, ella amaba aquella mansión tanto que le daba mucha felicidad que eso fuese cierto.

-Albert nos la dejó como regalo de bodas. – Dijo con ternura a su esposa. – Es nuestra… - Volvió a decir para que Candy se convenciera de ello.

-¡Nuestro hogar! – Dijo Candy con ilusión.

Anthony estacionó el auto en la puerta principal de la mansión, todo lucía en completa oscuridad, ya que los empleados no estaban, solo los vigilantes se habían dado cuenta de su llegada, sin embargo Anthony ya les había avisado solo a ellos que llegaría con su esposa, así que nadie había dentro de la mansión. La tomó entre sus brazos y la llevó dentro de la mansión caminando con ella lentamente para subir las escaleras y entrar a la que era su habitación en aquella enorme casa. Candy comenzó a temblar una vez que cruzaron las puertas de aquella elegante recámara que se abría ante ellos, el aroma a él inundó sus fosas nasales, cerrando los ojos para llenarse de él.

-Huele a ti. – Dijo Candy, mientras disfrutaba el aroma que emanaba de la habitación.

-Pronto será a nosotros. – Dijo Anthony con una sonrisa. Candy se sonrojó aún más al imaginar lo que esas palabras implicaban. – Bienvenida a nuestra habitación pecosa. – Dijo Anthony girando aún con ella en brazos. Candy sonreía tímida porque ahora sí estaban por completo solos y no había impedimentos para que por fin lograran sus deseos. – ¿Quieres ponerte cómoda? – Preguntó un tanto apenado por la pregunta. Candy asintió mientras sentía que el color rojo de su rostro se intensificaba aún más. Anthony la bajó con delicadeza para que ella se quitara aquel imponente vestido que había usado para la boda.

Las respiraciones se escuchaban con dificultad, ya que ambos estaban nerviosos por estar a solas en esas condiciones, ninguno de los dos se atrevía a comenzar o siquiera a hablar de lo que sucedería esa noche. Anthony se acercó a Candy para besar sus labios, acariciando su rostro con una de sus manos, mientras la otra se dirigía a su cintura con un movimiento lento, como si tuviera pena o temiera lastimarla. Candy temblaba ante ese contacto, que si bien no era la primera vez que lo sentía, sabía que ahora sí nada lo detendría a continuar hasta el final, deseo que compartían los dos desde tiempo atrás más sin embargo se habían dedicado a reprimir para no traer consecuencias antes de lo debido.

-Te amo Candy… - Dijo Anthony sin dejar de besarla, dedicándose a su boca mientras sentía que el calor de su cuerpo aumentaba lentamente. Los besos se hicieron cada vez más profundos, sus labios se encontraban uno al otro buscando la manera de continuar sin interrupciones, jalando aire entre besos para continuar saboreando la del contrario.

-Y yo a ti… Anthony… - Dijo Candy en cuanto él se despegó de su boca para continuar con sus besos por su cuello, llenándola de húmedos besos por todo lo largo de su hermosa piel, buscando provocarla para que no tuviera miedos o se sintiera incapaz de continuar. – Te amo… - Decía con la voz entrecortada, sintiendo que las manos de Anthony ardían por debajo de las telas que llevaba, sintiendo que el deseo comenzaba a despertar en ella misma, un deseo que comenzaba su cuerpo a exigir en esos momentos.

Anthony se alejó de ella un momento para observar en sus ojos el permiso que requería para poder continuar, encontrando unos ojos verdes completamente dilatados, un sonrojo que mostraba en su bello rostro pecoso y unos labios tan rojos que pedían aire para que llegara a sus pulmones, parecía que él mismo se había robado todo el oxígeno que había en la habitación que por más que jalaba aire este no era suficiente, el calor del ambiente se arremolinaba a su alrededor intensificando el calor de sus cuerpos, el clima parecía haber cambiado en tan solo unos minutos ya que no tenía nada que ver con el viento que soplaba afuera de la mansión.

Comenzó a avanzar con ella lentamente hasta que toparon con el dosel de la cama que pertenecía al rubio, girando a su amada de espaldas para que ella se tomara de él mientras él comenzaba a librar los ojillos que ajustaban su vestido por la parte de atrás. Anthony había decidido que él sería el único que se encargaría de preparar a su esposa para su noche de bodas, impidiendo que las mozas la prepararan para él, quería ser el único que la viera de esa manera que había soñado desde que sus instintos comenzaron a despertar dentro de él.

Candy jadeante se aferraba al dosel de fina madera que estaba en el borde de la cama para aguantar la debilidad que iba sintiendo en su cuerpo al sentir como las manos de Anthony trabajaban con delicadeza a sus espaldas.

-Tranquila mi amor… - Decía Anthony, mientras se dedicaba a besar sus hombros mientras sus manos continuaban con la labor de aflojar sus ropas. – No temas… - Decía al sentir sobre sus labios el estremecimiento que provocaba en su cuerpo.

-No… - Dijo Candy cerrando sus ojos, sin soltarse del dosel. – No… temo… - Dijo totalmente acalorada, disfrutando las suaves caricias que él le prodigaba. Anthony sonreía por las palabras de su esposa, feliz de que ella le confiara con tranquilidad su pudor.

-Eres hermosa, princesa… - Le decía mientras comenzaba a desprender el corsé del vestido que cubría su parte superior.

Candy suspiró al sentir que esa parte de su cuerpo era liberada, ayudando al rubio a deshacerse de tan estorbosa prenda, sintiendo como iba bajando para deslizarse sobre sus piernas y así levantarlas una a una para que pronto aquel amplio vestido compuesto por varias capas de tela, terminara lejos de ellos, una vez que Anthony lo llevó a un rincón de la habitación.

Al volverse pudo apreciar a su amada en la misma posición tímida, de espaldas a él, con lo único que cubría ahora su cuerpo, el corpiño que se unía a largo calzón que cubría hasta sus rodillas, los zapatos también aún estaban en su lugar. Anthony no pudo dejar de quedarse sin aliento al ver tan maravillosa escena, no había necesidad de verla sin ropa para que su cuerpo reaccionara a su favor, el cual ya estaba más que listo para convertirse en hombre y hacerla a ella una mujer, su mujer.

El cuerpo de Candy temblaba de nervios, sin embargo la ansiedad que tenía sobre su cuerpo la alentaba a dejar que Anthony continuara con sus caricias, lo observó observarla y le sonrió con timidez. Anthony se acercó a ella lentamente, para llenarse de su imagen, de su cuerpo, el cual era esbelto pero firme, su cintura era breve y su cadera sobresalía a sus lados dejándolo apreciar lo perfecto que era.

Anthony se terminó de acercar por fin y puso ambas manos en su cintura, mientras con su boca se dedicó a besar sus hombros, lentamente, con ternura, pasando su lengua por ese lugar para lograr grabar en su memoria el sabor de su piel.

-Te amo Candy… te amo… - Decía sin dejar de besarla, acariciando su cuerpo con ternura, para después comenzar a desabotonar su corpiño y sacarlo de la misma forma que había sacado el vestido, bajó el gran pedazo de tela que formaban sus interiores al mismo tiempo, con lentitud, mientras iba despejando su cremoso cuerpo, su blanca piel alumbraba el lugar que iba descubriendo, besando cada pedazo de él sin reparo. Candy sentía que la fuerza la estaba abandonando al sentir sobre su espalda los labios de su amado, teniendo que aferrarse nuevamente al dosel de la cama. Pronto llegó a aquella marca que la había identificado como una De la Garza y que era la primera vez que él admiraba, una marca que deseo como nunca poder reconocer la noche que le revelaron su ubicación.

-¡Anthony…! – Dijo Candy aferrándose con fuerza al dosel, mientras Anthony continuaba con la exploración de su cuerpo. La timidez de la rubia amenazaba con detener su cometido.

-No temas mi amor… por favor… - Dijo Anthony con súplica, mientras se mantenía hincado en una rodilla besando los glúteos de su amada, observando lo hermosos y carnosos que eran. – No te haré daño… - Le decía con súplica, pidiendo entre jadeos que lo dejara continuar.

-¡Anthony…! – Decía Candy en un susurro apenas audible para su esposo, sin embargo su intención no era detenerlo, sino advertirle con sus sonidos que estaba disfrutando tanto sus caricias.

El cuerpo de Candy quedó completamente descubierto, mientras Anthony la observaba maravillado, disfrutando la belleza que ella le regalaba desde esa perspectiva, cubriendo sus senos con uno de sus brazos, no atreviéndose a descubrirlo ante él que estaba admirando todo su esplendor desde la parte de atrás.

Anthony se levantó y se aferró al cuerpo de Candy, dejando que ella sintiera su cuerpo sobre sus ropas, que eran lo único que los separaban.

-Eres verdaderamente hermosa. – Le dijo en su oído, provocando que saliera un suspiro ahogado de su boca. Candy no se atrevió a volverse frente a él, cubriendo aún sus pechos. Anthony le sonrió y acaricio su rostro para después besarla con delicadeza. – Mía mi amor… mía… - Decía Anthony mientras la besaba dulcemente, besando poco a poco su boca, temiendo que ella decidiera apartarse de él por la vergüenza que se veía tenía. – Déjame verte toda… - Le dijo sin dejar de besarla, con los ojos cerrados, centrándose en ella y solo ella. Candy se giró para abrazarse a él y cubrirse con su torso sus senos.

Anthony la tomó entre sus brazos y la terminó de llevar a la cama, recostándola sobre ella para lentamente tomar su brazo y alejarlo de ese lugar que cubría con timidez.

-No tienes nada que temer… eres hermosa… - Le dijo con ternura, animándola para que ella misma descubriera lo que tapaba. Su brazo se hizo a un lado y él pudo observar con detenimiento la belleza total de su cuerpo, recorriéndola lentamente hasta llegar al lugar donde tenía que terminar su cometido.

-Me da pena… - Dijo la rubia, cubriendo de nuevo sus senos, los cuales eran más grandes de lo que se aparentaba con la ropa.

-No… - Dijo Anthony en un susurro. – No te avergüences por favor… - Le dijo deteniendo con delicadeza su mano atreviéndose a acariciarlos directamente, un jadeo se escapó de los labios de Candy al sentir el contacto cálido de la mano de Anthony cubriendo sus senos. Anthony también dejó escapar un pequeño gemido que se ahogaba en su garganta, pidiendo permiso a la rubia para ir más allá de un simple contacto. Ella terminó de retirar su brazo para dejar que él continuara con sus caricias. – Te amo Candy… - Dijo antes de tomar con sus labios la areola que coronaba la punta de sus pechos. Candy se estremeció de pronto y sintió la necesidad de juntar sus piernas de golpe al sentir una descarga eléctrica que se agolpaba entre sus piernas.

Anthony al mismo tiempo sintió la necesidad de entrar en ella, sin embargo él seguía vestido, así que continuó con las caricias con las que su boca estaba llenando a la pecosa, sintiendo como el cuerpo de ella comenzaba a moverse inquieto debajo de él, mientras sus labios le pedían más de aquella maravillosa sensación. Sus pechos eran suaves y firmes, y ambos reaccionaban de manera favorable ante el contacto con su boca, animándolo a hacer aquella caricia más atrevida utilizando no solo sus labios sino su lengua para provocarla aún más.

-¡Anthony…! – Gritó Candy de pronto, sin embargo el rubio no podía ya detenerse, sus gritos eran llenos de pasión y fuego y eso despertaba aún más la necesidad del rubio de convertirla en su mujer.

-¡Te amo pecosa! – Decía sin detener sus caricias, cautivado con la belleza de la rubia, con sus gemidos que cada vez salían más intensos y con los movimientos que ella comenzaba a hacer debajo de su cuerpo, abrazándolo por instinto con ambas piernas para sentir entre ellas la virilidad de su esposo que ya estaba lista para entrar en acción.

Los besos de él continuaron descendiendo lentamente, llenando su pecho, su vientre, deteniéndose en ese lugar que tanto anisaba y a la vez temía conquistar, lugar que si bien le habían dicho era la meta, también le habían dicho que era donde más incomodidad sentiría ella la primera vez, pero que valía la pena para poder continuar con su entrega.

Anthony la observaba hipnotizado, jadeando con ansiedad por continuar con sus caricias, quería volver a escuchar gemir su nombre mientras le hacía el amor. Decidió comenzar a desvestir sus ropas, mientras veía sobre su cama a la hermosa rubia que adornaba las sábanas azules con sus largos rizos, sus verdes se posaron dilatados sobre su figura, la cual no se había quitado de encima de ella, aun esperando continuar con su entrega, esa entrega que tenía tiempo deseando y que por fin ese día llegaría a su fin.

Candy quedó sin aliento cuando vio que Anthony comenzaba a desvestir su cuerpo, el observar su blanco y fuerte torso al descubierto provocaron una especie de deseo y timidez al mismo tiempo, sin embargo aquella mirada que ella le dirigió fue un aliento en la vanidad del rubio, que si bien no era vanidoso, si supo identificar que su pecosa estaba satisfecha con lo que él tenía para ofrecerle.

El cuerpo de Anthony pronto estuvo bajo las misma condiciones que el de Candy, su ancha espalda, sus estrechas caderas y carnosos glúteos, su vientre plano y marcado, así como sus fuertes piernas fueron un deleite para la mirada apenada de Candy, quien se enfrentaba por primera vez a una imagen tan perfecta ante ella, nada que ver con las personas que le había tocado atender en el hospital. Anthony era la viva imagen de la perfección en hombre, así como ella para él era la imagen más perfecta que habían visto sus lindos ojos.

-Eres perfecto… - Le dijo Candy en un susurro. Anthony sonrió complacido y se colocó encima de ella.

-Tú eres perfecta… - Le dijo logrando que su cuerpo se estremeciera por la manera en la que le había hablado tan cerca de su oído.

Comenzó a besarla una vez más, pero esta vez sintieron como sus intimidades chocaron entre sí provocando que los dos sintieran una fuerte descarga en el centro de sus cuerpos, provocando que ambos cerraran los ojos complacidos por las nuevas sensaciones que estaban descubriendo.

-Maravillosa… eres maravillosa Candy… - Decía en un susurro, mientras con su boca atrapaba una vez más su par de senos, deleitándose una vez más su sabor, con su suavidad y su firmeza.

-Anthony… te amo… ¡Anthony…! – Decía con la necesidad de gritar que quería más, que no quería que se detuviera en su camino, quería gritar que continuara con las caricias que le proporcionaba, que la tomara y la volviera mujer de una vez por todas, pero las palabras se ahogaban en su mente, suplicando que él advirtiera lo que realmente necesitaba.

Poco a poco comenzó a frotarse contra ella, mientas Candy apartaba sus piernas para darle acceso a ese lugar, centrándose en lo que sentía al ir él preparando el camino para poder explorarla por completo.

-¿Estás lista? – Preguntó con impaciencia, tenía la necesidad de entrar de una vez en ella, sin embargo aún las palabras de "tómalo con calma" y "Ella sufre más que tú" resonaban en su mente, buscando lo más posible de retrasar aquella tan anhelada entrega.

-Ya… - Dijo Candy ansiosa por sentir por fin aquel instrumento que él poseía entre sus piernas. – Estoy lista… Anthony… - Decía deseosa, suplicante porque él se concentrara en su zona y terminara de invadirla por completo, quería sentirse llena, quería descubrir que era lo que sus amigas le habían dicho que se sentía tan bien y que su abuela le había dicho que era sumamente doloroso y que las hermanas del orfanato le habían dicho que era pecaminoso.

Anthony se colocó en su entrada dispuesto a llenarla con su cuerpo, entrando poco a poco, lentamente. Entraba y salía a lentitud, mientras Candy se aferraba a sus hombros y él continuaba besando su cuello y sus senos para estimular más aquella zona, podía sentir que la lubricación de la rubia iba en aumento, lo mismo que la de él que cada vez mojaba más su trayecto. Un vaivén lento comenzó, entrando y saliendo para preparar su camino hasta que sintió un pequeño obstáculo, uno que le proporcionaba el cuerpo de su amada, uno que le decía que nadie más había estado en aquel lugar y que él y solo él sería el que por fin lo conquistaría, él sería el único afortunado de adueñarse de su cuerpo y de su virtud, él sería el único digno que ella había decidido así fuera para regalarle aquel honor, se sintió poderoso por tan alto privilegio y con ese pensamiento terminó de entrar en ella para hundir por completo su virilidad en ella.

Un jadeo se escapó de la boca de Candy al sentir aquel cuerpo extraño dentro de ella, una parte que sabía no le pertenecía pero que en ese momento se hacía parte de ella, al sentir como se iba amoldando a su forma para ser ahora ella el refugio que buscaba como morada. Anthony sintió que terminaría en el preciso momento que llegó hasta el centro de ella, pensando que la calidez con la que había sido recibido era realmente cómoda y reconfortante, aquel lugar húmedo y cálido a la vez era lo que su cuerpo le pedía para saciar sus deseos.

-¿Estás bien princesa? – Preguntó en cuanto pudo hacerlo, haciendo un esfuerzo sobrehumano para vencer sus propios deseos y centrarse en los de ella, quien permanecía callada por unos cuantos segundos que a él le parecieron eternos.

-Estoy bien… - Respondió después de un rato, una vez que había recobrado el valor para volver a hablar, se sentía extraño tenerlo dentro de ella, sin embargo no era una sensación incómoda, por el contrario era como si esa parte de él fuera lo que le hacía falta a su cuerpo para sentirse plena, como si aquella parte era la que le faltaba para ser un todo en el mundo.

Permanecieron por unos minutos sin moverse, amoldándose ambos a sus cuerpos, acostumbrándose a aquella grata sensación que los estaba gobernando en esos momentos. Sus ojos se encontraron y sus respiraciones comenzaron a ir al mismo ritmo, lo mismo que el latido de sus corazones que palpitaban acelerados por la adrenalina que descargaban sus almas al sentir el calor que producía esa unión al formarse un solo ser con sus cuerpos.

Anthony comenzó a moverse de manera lenta y pausada, intentando no lastimar a su princesa, sosteniéndose con el antebrazo mientras con el otro brazo la acercaba más a él por las caderas sin dejar de mirarla, sin dejar de perderse en sus bellos ojos que lo buscaban con súplica al sentir como aquella fricción que iniciaba dentro de ella le causaba sensaciones jamás sentidas, sensaciones que no creía que fueran tan maravillosas al creer que lo mejor que podía sentir eran los labios de su príncipe sobre los labios de ella.

-Eres perfecta… - Le dijo en un susurro, haciendo que las mejillas de Candy se colorearan de un intenso color rojo que iba incrementando conforme él entraba y salía de ella, de manera lenta, de manera tortuosa para su cuerpo, una manera que se exigía a sí mismo para evitar lastimarla.

-Tú… también… eres perfecto… - Se apresuró a decir mientras iba sintiendo que poco a poco aquella extraña sensación se le hacía cada vez más familiar, sintiendo como su placer aumentaba con el pasar de los segundos. Su cuerpo comenzaba a reconocer aquella parte que su amado le entregaba y al mismo tiempo comenzaba a reclamarla.

-¿Te duele…? – Preguntaba impaciente, atento, buscando la manera de aguantar sus impulsos para frenar su dolor.

-No… ya no… - Respondió Candy sincera, su cuerpo le comenzaba a exigir más de aquel contacto, quería sentir cada vez más, quería reconocer qué era lo que su cuerpo experimentaba cuando él entraba y salía de ella y definitivamente sentía un mayor placer cuando el chocaba contra su cuerpo. Anthony sonrió por la respuesta que ella le daba y continuó con mayor seguridad con sus movimientos, haciéndolos un poco más rápidos, sin embargo había descubierto que a pesar de la lentitud de ellos él se sentía plenamente complacido.

Candy le sonrió de vuelta al ver en su rostro que la preocupación que mostraba al principio se iba disipando, al ver que su temor era lastimarla, se acercó a él para besar sus labios, buscando aquella caricia con anhelo, una caricia que Anthony recibía sin dejar de lado sus movimientos pélvicos, ambos descubrieron que el placer incrementaba al momento de que unieron sus labios y pronto los besos soltaban gemidos de placer en busca de más.

La temperatura de la habitación estaba aumentando, sus cuerpos desprendían más y más calor y el sudor que difícilmente podían sentir en aquella época del año comenzó a salir de su piel. Anthony seguía aguantando la cúspide de su placer para hacer que ella siguiera gimiendo y suspirando de aquella manera, era un deleite para sus oídos y sus ojos que la veían tan bella y hermosa sobre las sábanas azules que cubrían su cama, resaltando su figura sobre ellas apreciándola de una mejor manera.

Candy sentía que algo dentro de ella quería salir, sentía que todo se concentraba en el centro de su cuerpo, ahí precisamente en la zona que Anthony estimulaba cada que chocaba con ella, sin embargo su inexperiencia la obligaba a reprimir aquella sensación que nacía dentro de ella, mientras el rubio al mismo tiempo continuaba con su lento vaivén, quería terminar de una vez, pero al mismo tiempo quería seguir sintiendo ese placer que sentía al entrar y salir de su ahora refugio, la calidez que Candy le proporcionaba con su cuerpo era maravillosa y no quería perder aquello, así que se aguantaba sus ganas de explotar al mismo tiempo que ella reprimía ese deseo.

Los besos y las caricias tiernas no estaban de más en sus demostraciones de Amor, Anthony le hablaba al oído mientras la rubia sonreía complacida por lo que le decía, sus palabras eran sensuales y llenas de amor, diciéndole lo mucho que le gustaba escuchar los sonidos que salían de su boca, lo mucho que amaba cuando lo miraba con aquella intensidad y lo maravilloso y perfecto que era su cuerpo cuando estaba debajo de él.

-Eres más de lo que merezco Candy… - Le decía mientras acariciaba sus cabellos y se centraba en sus ojos, continuando con su vaivén, centrándose en ese movimiento mientras entrelazaban ambas manos por encima de su cabeza, había decidido soltar su cuerpo sobre el de ella para continuar con su lenta danza. Candy agradeció aquello ya que se pudo concentrar en sus ojos y pudo evitar la pena que sentía cuando pudo posar libremente sus ojos en el movimiento de sus senos los cuales hacían un movimiento tan sensual al estar siendo invadida, movimiento que llevaba a Anthony hasta la locura. – Eres todo para mí princesa… eres lo que más amo en este mundo… - Decía en un susurro, hablando como si temiera que alguien más lo escuchara a pesar de que sabían que estaban completamente solos en aquella inmensidad de mansión.

-Tú también eres más de lo que yo esperaba… Anthony… más de lo que merezco… - Dijo cerrando sus ojos al sentir que aquel contacto comenzaba a complacerla más. Anthony pudo notar que aquel punto era de gozo para su pecosa, así que cuando entraba en ella imprimió un poco más de fuerza, siendo benéfico para ambos ya que sintieron que pequeños impulsos eléctricos se encendían en esa zona. - ¡Anthony…! – Dijo Candy en un grito y por muy extraño que parezca aquel llamado que le había hecho su princesa accionó en él un mayor placer.

-¡Candy…! – Dijo cerrando los ojos con fuerza, aumentando los movimientos que iba haciendo, presionando con mayor fuerza en su centro al momento de unirse, Candy comenzó a sentir que aquellos impulsos eléctricos que sentía iban en aumento y que la velocidad de los movimientos de Anthony tenían mucho que ver con la reacción de su cuerpo. Anthony sentía como el cuerpo de Candy comenzaba a vibrar, y a aprisionarlo con mayor fuerza que antes sintiendo que dentro de ella se encogía su espacio y que él sentía más placer cuando ella comenzaba a jalarlo a su interior, como si no quisiera que saliera nunca más de ahí, reclamándolo como suyo y entregándose él como suyo, demostrándole que así era que él le pertenecía y que ella le pertenecía a él.

Anthony no pudo más y besó sus senos en ese preciso momento para detener sus ganas de culminar en ella, no soportaba más aquel placer pero quería que ella siguiera disfrutando, en ese momento Candy sintió que ya no pudo retrasar más aquella agonía, así que al sentir la boca de Anthony sobre sus areolas se detuvo de pronto, abrazó a Anthony con una de sus piernas y arqueó su cuerpo hacia atrás para abandonarse por fin a aquella estimulación que el rubio le proporcionaba, dejándose llevar por todos los impulsos eléctricos que comenzaban a llenar sus extremidades con una fuerza verdaderamente única al sentir como se expandía desde su centro hacia todo su ser.

Anthony sintió aquel movimiento maravilloso, el ver a su amada retorcerse de placer por primera vez y reclamarlo con su cuerpo para no dejarlo salir lo obligó a dejarse llevar por fin por su propio placer sintiendo como su corazón dejaba de latir por unos segundos, mientras todo su cuerpo se tensaba y mandaba todos los impulsos eléctricos que emitía hasta el centro de su cuerpo para salir de él y situarse dentro de ella.

-¡Anthony…! – Gritó Candy sin importar ya su volumen de voz, había dejado la vergüenza a un lado y se había abandonado a su propio placer, gritando no una sino varias veces su nombre para anunciar que ya no soportaba seguirse contendiendo.

-¡Candy…! – Gritó Anthony en respuesta con la misma intensidad que ella había imprimido en su voz, con la misma pasión que había escuchado de ella al sentir como el cuerpo de la pecosa lo reclamaba más y más adentro.

Por unos segundos sus miradas se encontraron al mismo tiempo que explotaban al clímax de su amor, sintiendo como sus cuerpos ardían en llamas y al mismo tiempo se sincronizaban como en cámara lenta al pisar juntos aquel jardín prohibido del que tanto habían escuchado, ese placer que juntos habían descubierto al mismo tiempo, sin proponérselo, ambos habían recorrido el campo del placer y se habían fundido en un solo ser con el calor de sus cuerpos, a partir de esa noche Candy pertenecía a Anthony no solo en alma, sino que ahora su cuerpo era de él y solo de él al haberle permitido que la convirtiera en mujer, en su mujer. Anthony pertenecía a Candy también y aquella promesa en el altar hecha horas atrás comenzaba a tener forma "Serte fiel hasta que la muerte nos separe" habían sido las palabras que ambos recitaron frente al altísimo, una promesa que ambos sabían podrían cumplir al haberse vuelto esclavos de sus sentimientos en esos momentos.

Sus cuerpos poco a poco regresaban del paraíso, bajando de la nube en la que se habían trepado y con el pasar de los minutos se salían del mar de pasión por el cual se habían dejado atrapar y arrastrar, sumergidos aún en sus ardientes aguas como si de lava se tratara, sus sonrisas de felicidad aparecían y los besos tiernos comenzaban a aparecer de nuevo.

Anthony aún seguía encima de Candy, besando sus labios con devoción como si le agradeciera aquella mágica experiencia, sintiendo que su cuerpo estaba más relajado que nunca, había caído en una paz que le era imposible de explicar, una paz que sintió que solamente con ella era capaz de experimentar. Candy estaba igual, su cuerpo había caído en una especie de relajación que la había llevado al cansancio, sintiendo como sus extremidades antes torturadas por el placer ahora se sentían sin fuerzas, sin embargo se aferró a su amado para recibir con gusto sus besos.

-Te amo Candy… te amo… te amo… - Le decía completamente emocionado, llenando su pecoso rostro de besos, agradecido por aquella confianza que ella había depositado en él aun sabiéndolo inexperto.

-También te amo Anthony… te amo… siempre te he amado… y siempre te amaré… - Le dijo en respuesta aferrada a su cuello mientras él sentía que poco a poco su virilidad comenzaba a perder su fuerza y salía de ella a pesar de su negativa de hacerlo. Candy le sonrió cuando sintió que era liberada y pronto un vacío se instaló en sus cuerpos, una necesidad de estar dentro de ella había nacido y una necesidad de ella de sentirse llena por él había surgido.

Las respiraciones agitadas comenzaban a cesar y el frío hacía presencia en sus cuerpos, comenzando a enfriarlos para volver a la realidad del clima que había en el lugar.

Ambos sonrieron enamorados, entrelazando sus manos. Anthony se colocó en seguida de ella sin dejar de observarla detenidamente, cautivado por sus formas, deleitándose con la belleza que ella poseía.

-¿Estás bien? – Preguntó Anthony al ver una pequeña mancha entre las sábanas, una que no se tornaba rojiza por el color de las sábanas. Candy sintió que el calor se posó en sus mejillas por la pena que sintió. Anthony sonrió y besó su mejilla. – No pasa nada amor… solo quiero saber si estás bien… - Dijo con ternura.

-Estoy bien… - Dijo sonriendo tímidamente, ambos sabían lo que aquella mancha representaba, era la prueba que muchos caballeros buscaban en los cuerpos de sus mujeres como si de un sello de garantía se tratara, un sello que les indicaba que nadie se había atrevido a tomarla, uno que otros tantos reclamaban cual trofeo solo para saciar sus instintos, pero que para Anthony había representado la prueba de que tal vez la había lastimado.

-¿De verdad? – Preguntó de nuevo. Candy sonrió con dulzura al ver la preocupación que él demostraba.

-No te preocupes… fuiste muy tierno y cuidadoso… - Dijo besando sus labios. – Fue maravilloso… - Dijo con una sonrisa, inflando el ego de Anthony sin que este lo buscara.

-Fue maravilloso mi amor… - Le dijo besándola con mayor ternura, agradeciendo nuevamente la confianza que había puesto en él. Los ojos de la rubia comenzaron a cerrarse, ambos habían caído en una relajación total de sus cuerpos y el cansancio los tomaba abruptamente, sobre todo a Candy quien sentía la necesidad de dormir en ese momento. – Descansa pecosa… - Le dijo besando con delicadeza sus labios para acercarla a su pecho y cubrirla con las sábanas para que descansara. – Gracias por confiar en mí… - Le dijo por último. Candy solo sonrió sin poder responder que cayó en un profundo sueño de pronto. Anthony sonrió con el cansancio de su ahora esposa, sonriendo por la seguridad que ella demostraba sentía entre sus brazos.

Poco a poco el cansancio también hizo presa de él, comenzando a sentir que sus fuerzas lo abandonaban, besando nuevamente la coronilla de la rubia para cerrar los ojos y poder dormir a pesar de la negación que solo se hacía.

Despertó sintiendo la necesidad de algo, una sensación que se alojaba en su bajo vientre y que con el pasar de los minutos iba incrementando, obligándola a apretar sus piernas confundida por aquella necesidad que aumentaba cada vez más. Anthony que estaba enseguida de ella sintió como el cuerpo de su pecosa comenzaba a removerse y despertó en el acto, sintiendo que su piel comenzaba a transpirar y como la temperatura de su cuerpo aumentaba lentamente, por un momento pensó que tenía fiebre, sin embargo al tocar su frente sintió que no era así, abrió los ojos por completo y volteó hacia la ventana, el sol aún no salía y llevaban pocas horas dormidos.

-¿Estás bien princesa? – Preguntó un tanto angustiado. Candy asintió avergonzada al identificar qué era lo que su cuerpo le estaba exigiendo.

-Sí… - Contestó en un susurro. Anthony observó sus ojos verdes y encontró en ellos la respuesta, más cuando ella se abrazó a él y sintió como un leve roce con su intimidad y en este se podía apreciar como de su cuerpo emanaba un calor atrayente. Sus ojos estaban dilatados, sus areolas se habían erguido al momento de encontrarse con la mirada sorprendida de Anthony, su respiración se tornó pesada y a la vez agitada. El cuerpo de Anthony respondió a sus deseos y de inmediato se preparó para tomarla de nuevo, no hubo necesidad de palabras, ambos estaban en la misma sintonía, ambos deseaban explorar de nuevo sus cuerpo, querían saciar la necesidad que tenían de sí mismos y ya no había barreras que los detuvieran, estaban ahí uno al lado del otro, desnudos, eran marido y mujer y ella lo deseaba como él a ella.

Anthony la tomó por la cintura y la colocó encima de él, sin dejar de mirarla a los ojos, sus miradas dilatadas decían todo, mirándose como si en un sueño se encontraran, callando la conciencia en esos momentos como si nada más existiera alrededor, solo su deseo y su placer. Cerró ambas manos en la cintura de ella y la levantó sin dificultad para después sentarla sobre su cuerpo. El cuerpo de Candy lo recibió sin necesidad de varios intentos, sino que a la primera él entró hasta el fondo arrancando un gemido en los labios de la rubia, un gemido que sonó tan sensual a los oídos del chico, mientras él abría sus labios para gemir su propio placer al volver a sentir la calidez del interior de Candy.

-Me vas a volver loco princesa… - Le dijo enamorado, más enamorado que nunca. Candy lo veía turbada de placer, muda por las sensaciones que él le provocaba, era como si estuviera dentro de su cabeza y adivinara lo que su cuerpo pedía en esos momentos y su cuerpo lo había reclamado a él, necesitaba sentirlo una vez más dentro de ella y esa necesidad la había despertado en medio de su sueño, invitándolo a poseerla una vez más.

Candy comenzaba a despertar su femineidad, sintiéndose verdaderamente hermosa ante la mirada de deseo que Anthony depositaba en ella, sintiendo como él buscaba hacerla gozar con sus movimientos, poco a poco comenzó a moverse levantándola un poco para poder entrar y salir de ella, moviendo su pelvis con mayor destreza, como si siempre hubiese hecho ese sensual movimiento, sus fuertes piernas se sostenían sobre la cama mientras Candy comenzaba a sentir una nueva manera de ser amada, poco a poco ella se dejó llevar por aquellas emociones y empezó a moverse suavemente sobre él, provocando que Anthony detuviera por un momento sus movimientos para abandonarse a los que la rubia le otorgaba.

-¿Te gusta? – Preguntó Anthony en un susurro al ver como en su rostro se reflejaba la imagen misma del placer.

-Sí… - Dijo Candy cerrando sus ojos, dejándose llevar por aquella maravillosa sensación, su marido dentro de ella, sus manos recorriendo sus glúteos, su mirada intensa sobre ella la hacía reaccionar y sentirse verdaderamente hermosa y deseada. Candy nunca hubiera imaginado que aquel placer que se había negado tantas veces con su amado sería algo que su mismo cuerpo le exigiría como lo había hecho para su sorpresa.

-Disfruta pecosa… - Le decía Anthony dejándola que ella misma se meciera encima de él, mientras el rubio la miraba maravillado por su belleza y su sensualidad, aquella rubia se mecía sobre él y gozaba con sus sutiles movimientos mientras él se deleitaba con verla gozar de esa manera, verla como se apartaba de prejuicios lo volvía loco y lo tenía sin vida, sin embargo podía retrasar todo lo que él sentía con tal de verla complacerse de esa manera.

-Te amo Anthony… - Decía Candy sin dejar de mecerse sobre él. Anthony sintió que poco a poco el calor dentro del cuerpo de Candy aumentaba, obligándola a comenzar a moverse con mayor intensidad, ayudándola con sus fuertes brazos para ayudarla a subir y bajar sobre él, pronto aquel ritmo lento y pausado que ella llevaba comenzó a incrementarse con su ayuda, subiendo y bajando al mismo tiempo que él le ayudaba a cabalgarlo, cada vez aumentaba más la intensidad y el ritmo acelerado descubriendo que no solo ella debajo de él era placentero, sino que aquella posición en la que ella lo dominaba era bastante erótica y le gustaba tanto o más que la anterior. - ¡Anthony…! – Gritaba Candy al momento de sentir que se acercaba una vez más a la cumbre del placer.

-¡Vamos hermosa…! – Pensaba Anthony mientras con su fuerza de voluntad se animaba a aguantar un poco más, quería sentir como ella alcanzaba su clímax para después abandonarse al propio placer. – Eres verdaderamente hermosa… - Decía Anthony con su mirada totalmente perdida en ella. Candy no respondía, solo escuchaba como él le hablaba, veía como él la veía y se centraba en lo que su propio cuerpo estaba experimentando. De pronto Candy se aferró a sus hombros y él sintió que su espacio era más estrecho, reconociendo que estaba a punto de terminar, así que se decidió a ayudarla a llegar con mayor intensidad al besar sus areolas con sus labios y rodearlas con su lengua, humedeciendo aquella parte de su cuerpo que lo estaba enloqueciendo con sus circulares movimientos. Candy sintió que no podía más y se abandonó de nuevo al sentimiento de placer que él le proporcionaba, haciendo su cabeza hacia atrás para terminar de soltar toda la energía que había acumulado en su interior y comenzar a esparcirla por sus extremidades. Anthony la veía maravillado, feliz por haber experimentado de frente las reacciones que había tenido su cuerpo cuando llegó al clímax total, mientras él continuaba con el vaivén de su cuerpo para ahora sí tomar su turno, no pasaron muchos segundos que él la acompañó a ese mismo lugar, subiéndose a la cima que ella ya había alcanzado, llenándola por completo de toda excitación, sintiendo como ella seguía estremeciéndose con su contacto, gimiendo con sensualidad mientras se abrazaba a él para chocar con sus pechos desnudos que se erizaban al estar en contacto con el contrario.

Sus respiraciones poco a poco se calmaban, sus cuerpos nuevamente se relajaban, el sudor los volvía a sorprender y los besos y las caricias continuaban. Anthony la giró de nuevo para ponerla debajo de él, sin soltarla aún, seguía dentro de ella y su masculinidad seguía erguida, negándose a salir de ella. Candy sintió que aún tenía más que dar y más que recibir así que lo incitó a moverse nuevamente dentro de ella, él obedeció completamente complacido y volvió a moverse con ganas una vez más, deseoso de complacerla no pasó mucho tiempo que Candy volvió a sentir un intenso orgasmo y a los pocos minutos Anthony otro, mientras ambos reían por la manera tan intensa que sus cuerpos los habían despertado.

-Te amo. – Dijeron al mismo tiempo que sus cuerpos se sintieron agotados y ambos cayeron nuevamente en un profundo sueño.

Continuará…

Hola golosas, espero que estén muy bien y que hayan disfrutado el capítulo, ojalá que no se les haya hecho muy largo, la verdad no tuve tiempo de verificarlo, así que esta vez no tengo tiempo de agradecer a cada una de ustedes por haber leído el capítulo anterior, así que quiero hacerlo en general, muchas gracias a todas las que leyeron y dejaron un comentario, espero que sigan al pendiente de la trama, también a las que no se animan a dejar un comentario público. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

Gracias a: Julie-Andely-00, TeamColombia, Mayely León, Rose1404, lemh2001, María José M. Ster Star y Leidy.

No me gusta dejar así mis agradecimientos así que en cuanto tenga tiempo los voy a cambiar, solo que quería actualizar antes de que me colgaran por tardarme tanto, espero me comprendan que no es lo único que tengo que hacer y hoy si se consumió mi tiempo.

GeoMtzR.