Hola hermosas, seguimos con un nuevo capítulo, espero hayan tenido un excelente fin de semana. Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sin embargo los utilicé para echar a volar mi imaginación y escribir una historia sin fines de lucro, solamente por diversión. NO es apta para menores de edad ni para personas que son sensibles a temas adultos, así que sin ánimo de ofender te pido por favor atentamente que te retires. COMENZAMOS!
LEJOS DE TI
CAPÍTULO 35
ANTHONY Y CANDY CELEBRAN LA NAVIDAD
Terry entraba a la habitación en la que descansaba su esposa, quien lo esperaba con una sonrisa en su rostro, una sonrisa que a pesar de mostrar signos de cansancio no opacaba la felicidad que sentía en su corazón en esos momentos.
-¿Cómo te sientes? – Preguntó Terry sintiendo como su corazón se estrujaba al ver las condiciones en las que había quedado su esposa.
-Como si me hubiera pasado un tren por encima. – Dijo Mack intentando bromear con su esposo. Terry sonrió no muy convencido que lo dicho por ella fuese una broma, ya que su gesto evidenciaba que así era. – Debo de verme terrible después de tantas horas de sufrimiento. – Dijo de nuevo la joven. Terry se acercó a ella con tranquilidad.
-Para mí te ves aún muy hermosa. – Dijo con sinceridad, su belleza en esos momentos no se basaba en su aspecto, sino en la manera en la que él la veía con los ojos del alma.
-Sé que no es cierto, pero te creo porque me conviene. – Le dijo sin dejar de arrullar al pequeño bulto que tenía entre sus brazos. - ¿Quieres conocerla? – Preguntó como si hubiera posibilidad de decir que no. Terry sonrió bribón de lado. Mack destapó el rostro de su pequeña, quien yacía completamente dormida entre sus brazos. La enfermera que estaba junto a ella le ayudó a ponerla en los brazos al inexperto padre que la miraba con temor de lastimarla.
-Tómela con cuidado. – Le decía la enfermera explicándole cómo era que debía de agarrar a la recién nacida.
-¿Así? – Preguntó Terry algo tenso, no quería moverse por el miedo de según él lastimar a su hija.
-Si se relaja es mejor. – Dijo la enfermera burlándose de él, al igual que Mack quien lo miraba con una mirada tierna mientras él le sonreía nervioso. – La bebé no se romperá. – Le decía para que la agarrara con menos miedo.
-Es tan pequeña, tan frágil. – Decía Terry completamente enamorado de su hija, la bebé era verdaderamente hermosa, era la viva imagen de su padre, parecía que se le había sacado copia y había vuelto a nacer cambiando solamente un pequeño detalle.
-¿Pequeña? – Preguntó Mack con ironía. – Entonces la hubieras tenido tú. – Dijo quejándose aún por la manera que había sufrido al salir por aquella estrecha zona. Terry rio por el comentario de su esposa.
-El próximo lo tendré yo… - Le dijo guiñando un ojo, mientras Mack cruzaba los brazos en desacuerdo al saber perfectamente lo que quería decir su esposo con su comentario burlesco. – Es perfecta… - Dijo sin quitar su vista de ella. - ¿Cómo le pondremos? – Preguntó Terry a su esposa, quien le sonrió cómplice comprendiendo el nombre que pondrían a la pequeña bebé, asintiendo para que ella supiera que estaba de acuerdo con su decisión.
La pequeña comenzó a removerse en los brazos de su padre, quien seguía sin poder moverse, seguía en el mismo lugar desde que la había tomado en brazos incapaz de cambiar de posición. La bebé abrió los ojos, enfocando los ojos de su padre, cruzando azul zafiro con azul zafiro, ambos conectaron en ese cruce de miradas, Terry sonrió emocionado al perderse en los ojos de su hija, cuando de pronto la pequeña comenzó a llorar de improviso.
-¿¡Qué le hiciste!? – Preguntó Mack cuando escucho llorar a su hija de aquella manera tan incontrolable.
-¡Nada! – Decía Terry alejándola de su pecho al ver que comenzaba a llorar, como si trajera un bulto radioactivo entre sus manos y no supiera donde ponerla al caminar de un lado para otro como buscando donde soltarla.
La pequeña continuaba pataleando inquieta sin dejar de llorar.
-Creo que es hora de comer. – Dijo la enfermera tomándola entre sus brazos para llevarla fuera de la habitación y comenzar a alimentarla. – Despídete de tus papás, pequeña. – Le decía como si aquel llanto tan intenso y fuerte fuese normal.
-Vaya… - Dijo Terry rascando su cabeza, al momento de que la enfermera salió con su hija en brazos. – Veo que sacó el carácter de su madre. – Dijo enfocando su vista en Mack quien lo miró recriminándole por su atrevimiento.
-Algo tenía que sacar de mí. – Dijo Mack ya más despreocupada. – Porque en lo físico es idéntica a ti. – Dijo sonriendo a su marido, quien se sentó en la cama para acercarse a darle un beso en los labios.
-Nuestra pequeña Julieta es perfecta justo tal cual es. – Dijo Terry orgulloso de la pequeña que había formado junto a su amada Mackenzie. Mack sonrió tierna a su esposo, estaba de acuerdo a lo que decía el rebelde.
-Perfecta. – Dijo la pobre joven quien realmente se sentía cansada, quedando poco a poco dormida en los brazos de su esposo, quien se recostó junto a ella para protegerla con la calidez de su cuerpo.
Los demás esperaban en la sala de recepción para poder conocer a la pequeña y al poco tiempo tuvieron la oportunidad de hacerlo, cuando Andy les dio la indicación para que lo hicieran.
-¡Es hermosa! – Decían todas las damas que veían a la pequeña dormir plácidamente en el cunero, la pequeña dormía tranquilamente, sin embargo a los pocos minutos comenzó a llorar, primero de una manera que se veía muy tierna, pero al momento de que sentía que no era atendida comenzó a llorar de una manera más y más intensa, los que la observaban del otro lado del vidrio pronto reconocieron el carácter de la pequeña.
-No cabe duda que se parece a su padre. – Dijo Stear al ver a la pequeña Julieta.
-Hasta en el carácter. – Dijo Archie sorprendido de ver como la pequeña difícilmente se tranquilizaba en los brazos de la enfermera.
-Bien dicho elegante. – Dijo Terry quien estaba detrás de él. – Mi hija tiene mi carácter y mi belleza. – Dijo presumiendo las cualidades de su hija.
-Cómo negarlo. – Dijo Anthony mientras también veía como la pequeña continuaba llorando, hasta que la misma enfermera la sacaba de los cuneros para entregarla en brazos de su padre. – Veo que ya estás aprendiendo a cargar a un bebé. – Dijo de nuevo el rubio con un poco de burla, ya que Terry se ponía tieso de nuevo al sentir el pequeño y frágil cuerpo de su hija en brazos.
-¡Cállate Brower! – Dijo Terry, reclamando a Anthony su comentario.
-Debes cargarla con seguridad. – Le dijo Candy en cuanto vio como cargaba a la pequeña, explicándole a detalle la manera en la que debía hacerlo, poco a poco Terry se relajó y comenzó a pasear con la pequeña quien lentamente comenzó a dormirse y calmar su berrinche. – Gracias enfermera pecas… - Le dijo ante la mirada de reto de Candy. Terry sonrió travieso.
-Te lo paso únicamente porque traes a tu hija en brazos. – Le respondió la rubia, acomodando a la pequeña en los brazos de Terry.
-Lo bueno que Anthony no batallará en aprender a cargar a sus hijos. – Dijo Terry de nuevo a la rubia. Candy volteó a ver a su esposo con el rostro completamente sonrojado. Anthony le sonrió ilusionado por aquel comentario.
-Déjame decirte cómo se hace. – Le dijo Anthony a Terry, tomando entre sus brazos a la pequeña Julieta quien sin inmutarse cambio de brazos, sintiendo como Anthony comenzó a arrullarla para que no se sobresaltara.
Candy observaba como el rubio arrullaba a la pequeña hija de Terry y de Mack y el mismo sentimiento que tuvo Anthony cuando la vio a ella cargando a las hijas de María, se instaló en su pecho al ver a su amando príncipe de las rosas con la pequeña Julieta en brazos, más cuando su bella sonrisa era dirigida a ella, de inmediato se quedó sin aliento al momento que sus miradas conectaron una con la otra.
-Veo que serás un experto cuando tengas los tuyos. – Dijo Terry volteando a ver a Candy, quien de inmediato se sonrojó por el comentario, mientras Anthony sonreía ilusionado porque ese momento llegara pronto para ellos. – Me da mucho gusto que hayan regresado antes. – Dijo de nuevo Terry, agradeciendo la presencia de su gran amigo. Anthony sonrió de lado, con travesura, de una forma que sabía bien Terry que algo le respondería.
-No hemos regresado. – Respondió el rubio, entregando de nuevo la bebé a Terry para extender la mano a su esposa, quien de inmediato la tomó y sonreía al debutante padre. – Nosotros solo hicimos una excepción por tratarse del nacimiento de tu hija, pero regresaremos hoy mismo a Lakewood para terminar nuestra luna de miel. – Dijo besando la mano de su esposa. Candy seguía como un tomate por la manera en la que su esposo decía las cosas.
-Pensé que se quedarían. – Dijo Archie al escuchar lo dicho por su primo.
-Todavía nos quedan algunos días antes de que Candy se incorpore de nuevo al hospital. - Dijo de nuevo el rubio, mientras Candy asentía que era cierto lo que Anthony decía.
-Déjalos Archie, ellos tienen que trabajar en la fabricación de mi nuevo sobrino. – Dijo Stear con gracia, cosa que provocó la risa de los caballeros y la pena de Candy y Patty.
-Por eso no te preocupes, Stear. – Dijo Anthony con travesura. Terry le dirigió una mirada pícara y Candy ocultó su rostro en bajo el brazo de su príncipe.
-¡Anthony! – Le dijo abochornada, Anthony rio por el comentario de su esposa.
-Tranquila amor, no hay nada que este trío no sepa. – Dijo de nuevo, comenzando todos a reír por cómo se había puesto la rubia.
-Tranquilos, tranquilos. – Dijo Terry de nuevo. – Brower, hay algo que no te he dicho hermano. – Dijo dirigiéndose una vez más al rubio, quien lo esperaba atento a lo que tendría que decir, sin embargo algo le decía que no era nada serio lo que le diría. - ¡Eres mi héroe! ¡Mi ejemplo a seguir! – Decía exagerando sus ademanes. Anthony lo veía incrédulo por sus palabras.
-¿Apenas te vas dando cuenta? – Le preguntó de la misma manera en la que Terry le decía las cosas. Stear y Archie ya sabían qué era lo que Terry le diría ya que tenía semanas diciendo que era lo primero que le iba a decir en cuanto lo viera, ambos contenían sus risas esperando que el rebelde hablara.
-No Brower, ya en serio. – Dijo intentando poner su rostro con seriedad. – Excelente jugada la de robarte a la señora pecas el día de la boda, ¡Ni a mí se me hubiera ocurrido hacer eso! – Dijo exagerando en el tono de su voz.
Mientras platicaban caminaban hacia la habitación para ver cómo estaba Mack.
-¡Silencio es un hospital! – Dijo Andy quien entraba en ese momento junto a Albert.
-Perdón. – Dijo Terry un poco apenado, sin embargo Andy se rio por su comentario y Terry le sonrió de lado. Anthony suspiró aliviado porque gracias a la entrada de sus tíos, pudo evadir el comentario que Terry había hecho.
-¿Cómo está la mamá? – Preguntó de nuevo Andrea, acercándose a la cama para preguntarle a Mack cómo se sentía. – Bueno es necesario que me dejen a solas con ella por favor. – Dijo de nuevo la joven médico para que toda la gente que estaba haciendo un gran alboroto por el nacimiento de la pequeña saliera de la habitación.
Anthony y Candy como lo habían dicho, esa misma tarde salieron rumbo a Lakewood una vez más, aún les faltaban diez días para el término de su luna de miel, y después de ello Anthony se dedicaría a buscar la casa adecuada para ellos, una que no estuviera muy lejos del hospital y el corporativo Ardlay, así como de la mansión de Chicago, porque sabía bien que la tía abuela pondría el grito en el cielo cuando se diera cuenta que no compartirían la mansión al igual que el resto de la familia.
Los días que les faltaban por pasar en la mansión de las rosas se habían ido rápidamente, y pronto llegaba el día que tenían que regresar a Chicago, sin embargo las semanas que habían vivido en Lakewood eran días que nunca olvidarían y que ambos guardarían en lo más profundo de su corazón.
-¿Eres feliz? – Preguntó el rubio a su esposa.
-Soy muy feliz. – Le respondió Candy tomando sus manos que la rodeaban por la cintura. Anthony colocó su rostro en su hombro y se enfocó en los ojos de su pecosa sobre el reflejo del espejo. Candy lo veía realmente enamorada, sus ojos no podían mentir en sus palabras y el sofoco que subía lentamente por su cuerpo le anunciaba que aquella cercanía la excitaba de verdad.
Anthony comenzó a besar su cuello, sin perder las expresiones que Candy hacía al momento de hacerlo. Sus ojos se cerraban para poder concentrarse en lo que él le transmitía con sus labios al irla recorriendo lentamente, mientras con sus manos comenzaba a recorrer su cuerpo sin desverstirla, era el último día que pasarían en la mansión de Lakewood, el último día de su luna de miel para volver a su antigua vida, no, no a su antigua vida a su nueva vida, ya que ahora eran un matrimonio y nada ni nadie los separaría de ahora en adelante, siempre juntos, en las buenas, en las malas y en las peores, aunque ellos esperaban que fuera siempre en las buenas, dispuestos a amarse con la misma intensidad con la que lo hacían cada noche, cada mañana o cada tarde.
-Vamos a la habitación. – Dijo Candy cuando vio las intenciones de su esposo, cuando sintió que sus manos comenzaban a acariciarla tan sensualmente y con sus labios jugaba con su cuello, al mismo tiempo que se aferraba por su espalda para anunciarle lo dispuesto que estaba a tomarla una vez más.
-No… - Le dijo en un susurro, enfocando sus ojos sobre el reflejos de los de ella. – Quiero ver como disfrutas cuando te hago el amor… - Le decía con una voz ronca, una voz que la invitaba a pecar y complacerlo en ese preciso momento.
-Pero… estamos en el salón. – Dijo Candy sin evitar suspirar por sus caricias.
-No importa. – Decía Anthony sin desistir de su intento. – No hay nadie. – Decía seguro de que no había nadie en la mansión, llevaba semanas desierta solo para ellos. Candy se aferró a la pequeña consola al momento que Anthony la soltó para comenzar a levantar su vestido. – Eres hermosa, mi amor. – Le decía sin dejar de ver su rostro, veía a la perfección la manera que ella disfrutaba cuando comenzaba a provocarla.
-Yo… - Decía Candy queriendo poner aún un poco de resistencia, la vergüenza que le daba por sentirse demasiado expuesta en el salón principal de la mansión la hacía no estar muy convencida de ello.
-Tú… - Le decía Anthony sin dejar de acariciarla, lentamente el vestido que portaba estaba en su en su cintura, sostenido por las manos del rubio quien seguía buscando la manera de entrar en ella sin problemas, bajó sus interiores, mientras Candy sentía el frío que atravesaba al sentir descubierta aquella parte de su cuerpo. Anthony sonrió complacido al ver el rostro sonrojado de Candy y al mismo tiempo como su piel se erizaba por su atrevimiento. Los besos por sus hombros comenzaron y sus manos se aferraron al corsé que oprimía sus senos y afinaba su cintura. – No ocupas todo esto, sin embargo no me estorba. – Le dijo con travesura, mientras Candy volteaba a verlo por el reflejo del espejo. Le gustó verlo de esa manera, su mirada no era tierna, era puro fuego, se había convertido en ese momento en alguien salvaje dispuesto a tomarla y no aceptaría un no por respuesta, ella sintió en ese momento que toda la pena y la vergüenza se iban junto con las caricias que él iba subiendo de intensidad cada vez que la tomaba.
-No… - Le dijo como en trance, sin dejar de ver sus pupilas dilatadas. Anthony sonrió satisfecho al saber que ya no habría ninguna objeción por parte de ella, sino que ya estaba convencida de ser amada en ese lugar.
La soltó unos momentos para desabrochar su pantalón, bajando lentamente su interior con movimientos sensuales, movimientos que no estaban estudiados, sino que nacían del deseo que ella le provocaba. Candy lo veía aumentando su deseo al ir viendo aquella parte descubierta de su amado, su espalda tan ancha, su torso perfectamente esculpido y marcado por el ejercicio, su piel blanca que en esos momentos se tornaba rojiza y sudorosa por el deseo que comenzaba a martirizar cada poro de su piel, todo él estaba grabado en su memoria y no necesitaba verlo por completo para saber lo que había debajo de sus prendas. Él le sonreía complacido por lo que sabía provocaba en ella. Candy posó sus ojos por fin en el motivo de su estímulo y Anthony pudo ver claramente como sus pupilas se dilataban ante aquella vista que él le ofrecía orgulloso.
Comenzó a besarla por la nuca, mientras Candy se removía ansiosa por sentir la calidez de los labios de su esposo, quien lentamente la recorría toda hasta llegar a su parte baja, las manos de Candy se aferraban con fuerza al fino mueble que la sostenía, mientras Anthony debajo de ella comenzaba a acariciarla, los ojos de Candy se abrieron de golpe, pero esa reacción no fue advertida por el rubio quien seguía concentrado en su labor al sentir tensarse el cuerpo de Candy. Sonrió para sí mismo y continuó con sus caricias, sus manos la estimulaban y su boca ayudaba en el proceso, invadiendo con destreza aquella parte sensible que ella poseía y poco a poco comenzaba a lubricar con mayor fuerza que nunca.
-Anthony… - Dijo Candy con una voz tan sensual que ella nunca se había escuchado hablar así. Anthony no respondía a su llamado, simplemente sonreía y profundizaba el movimiento de su mano. – Anthony… - Volvió a decir una vez más. El rubio respondió sin dejar de besar su zona.
-¿No te gusta? – Preguntó sin dejar de estimularla, sabía bien que le gustaba por la manera en la que gemía sin ella ser consciente de ello.
-Sí… - Decía Candy, apenas audible. – Pero… - Decía de nuevo con pena. Anthony no la dejó continuar con sus dudas y continuó con mayor entusiasmo, entrando y saliendo de ella con sus labios y su mano, provocando mayor placer en la rubia quien comenzó a gemir de una manera bastante audible, gemidos que a él lo alentaban al saber que eran de puro gozo y placer que él le provocaba.
Candy se resistía a dejarse llevar por aquella deliciosa estimulación, mientras con pena abría los ojos para ella misma ver en su rostro el deseo que la consumía en esos momentos, su rostro lucía enrojecido, sus manos aferradas al mueble que soportaba al espejo y sus labios se entreabrían para jalar aire a sus pulmones. De pronto no pudo más, se había contenido desde que sintió la calidez de los labios de Anthony sobre su zona íntima, pero las constantes caricias que él le prodigaba la habían hecho perder la batalla con su negación a terminar en su rostro, sin embargo era más el placer que le daba el rubio con su boca que la cordura que se alejaba de ella cada vez más.
Un grito salió de su boca en ese momento, un grito que transmitió eco por la inmensidad del salón, un grito que se grabó en la memoria del rubio con orgullo por lo logrado en el cuerpo de ella, recibió todo lo que Candy liberaba, bebió ansioso de ella y continuó con sus besos hasta que sintió que el cuerpo de Candy se recostó sobre el mueble que la ayudaba a sostenerse. Sus besos se hicieron más lentos lo mismo que sus movimientos, levantándose para volver a su antigua posición.
-¿Te gustó? - Preguntó con su sensual voz. Candy no podía responder, bastaba verla en el estado que la había dejado para comprender la respuesta que ella le daba con la mirada. Anthony sonrió satisfecho con el resultado.
Volvió a besar su cuello, haciendo a un lado sus largos cabellos, enfocándose de nuevo en ella para acomodarse en esa posición y tomarla desde la espalda, sin importar las ropas que a él no le estorbaban para lograr su cometido, se dio cuenta que desde esa posición era fácilmente tener acceso a ella. Candy abrió los ojos complacida al sentir que Anthony entraba en su cuerpo de un solo movimiento, un movimiento firme y certero que la obligó a emitir un nuevo gemido de placer. Sus ojos se encontraron, ambos completamente perdidos en el deseo, disfrutándose mutuamente en la entrega que realizaban aquella mañana en el salón de la mansión de las rosas, la última de su luna de miel ya que esa misma mañana saldrían con rumbo a Chicago.
Comenzó a moverse rápidamente, con movimientos seguros, entrando y saliendo de ella con intensidad, mientras sus ojos seguían puestos en los de ella, Candy lo veía complacida, le gustaba ver ese rostro salvaje en su esposo, le gustaba la manera en la que la estaba tomando aquella mañana, no era una manera brusca, pero si era una manera mucho más intensa y salvaje, una diferente a la manera tierna y cuidadosa en la que la había tomado todas las noches.
Con una mirada le anunció que estaba lista para alcanzar la meta que su cuerpo le solicitaba, y él asintió como permitiendo que lo hiciera. Candy cerró sus ojos y se dejó llevar por el sentimiento de placer que la consumía llegando al clímax una vez más para ser alcanzada a los pocos segundos de su liberación por su esposo, quien se aferró a su cintura para llegar con mayor profundidad a su hermoso cuerpo, quería llenarla toda, quería complacerla al máximo, hacerla vibrar con su manera de hacerle el amor, aquella mañana había sentido la necesidad de hacerla suya una vez más antes de salir de la mansión, sabía que tenían que irse, pero no pudo aguantar las ganas de volver a amarla aun cuando momentos antes ya la había tomado en su habitación y la noche anterior y las noches y los días anteriores, se habían dedicado a amarse todos los días, a todas horas, disfrutando la juventud que le ofrecían sus cuerpos, encontrando que cada vez que se entregaban a su amor, la pasión no disminuía, sino que al contrario iba en aumento, cada vez tenía más ganas de ella y ella tenía más ganas de él, ninguno de los dos tenía suficiente con demostrarlo continuamente.
Los días que vivieron en la mansión Ardlay antes de encontrar la que sería su nuevo hogar, había sido un verdadero martirio, ya que sus encuentros se limitaban solo a las noches o a las mañanas, se habían habituado a hacerlo a cualquier hora, sin embargo sus obligaciones lo habían impedido, eso y el temor a ser escuchados en medio del silencio que se establecía en la mansión cuando las luces se apagaban y debían hacer el amor en silencio, observándose solamente con ganas de gritar y gemir alto.
-Eres maravillosa. – Le dijo Anthony en un susurro una vez más que la había hecho su mujer.
-Tú eres maravilloso. – Le dijo Candy besando sus labios una vez más.
-Te amo princesa. – Le decía Anthony con ternura mientras la besaba una y otra vez.
Anthony había avisado aquella noche que habían encontrado el lugar perfecto para iniciar su familia, la tía abuela disgustada recibía la noticia ya que no creía que era necesario que se apartaran de ellos para iniciar su vida aparte.
-Tía abuela, ya sé que no estás de acuerdo. – Dijo Anthony tomando su mano con ternura. – Pero es algo que Candy y yo ya hemos decidido y así lo haremos. - Le dijo firme, sin la intención de cambiar de opinión a pesar de la mirada de súplica que le dirigía la anciana.
-Anthony tiene razón tía abuela. – Dijo Albert, quien como siempre apoyaba las decisiones de su sobrino. – Ellos han decidido formar su familia y ser independientes, eso no tiene nada de malo. – Decía el patriarca con una sonrisa que no era bien recibida por la mayor.
-No se preocupe tía abuela. – Dijo Candy para intentar aminorar el desacuerdo de la vieja Elroy. – Le prometo que vendremos seguido a verla y no sentirá que no vivimos aquí en la mansión. – Dijo con una sonrisa y a pesar de que sabía que Candy era sincera en sus palabras aquella idea no terminaba de convencerla.
-No puedo hacer nada para evitar lo que Anthony ha decidido. – Dijo la matriarca con su voz indignada. – Así que no me queda más que aceptar su decisión, sin embargo quiero que sepan que este siempre será su hogar y el día o momento que quieran las puertas permanecerán abiertas siempre para ustedes y sus hijos. – Dijo ya más resignada con aceptar la mudanza de sus nietos. Anthony sonrió agradecido por la manera en la que la tía abuela había por fin aceptado su decisión.
Llegó el día en el que iban a mudarse y tanto Candy como Anthony estaban bastante ilusionados por estar en su nuevo hogar juntos los dos, querían volver a recrear los días que habían pasado en Lakewood y que en la mansión Ardlay de Chicago era muy difícil de hacer y no solo limitarse a los fines de semana que se escaparían a la mansión de las rosas.
La nueva mansión que habían adquirido era mucho más pequeña que la mansión de los Ardlay o de los Williams, sin embargo era bastante grande para que Candy se hiciera cargo del servicio, así que habían contratado a un pequeño grupo de personas que los ayudaran con el mantenimiento del lugar, solo que los cuartos de servicio estaban distribuidos fuera de la pequeña mansión, y eso aunado a la cercanía con el consorcio, el hospital y la mansiones de sus familias había influido para que se decidieran por ella.
-¡Es hermosa Anthony! – Decía Candy girando emocionada al ver aquella mansión que de ahora en adelante le pertenecía a ella, ya que Anthony se había decidido por ponerla completamente a su nombre.
-¿No se te hace muy pequeña? – Preguntó el rubio una vez más.
-No… - Dijo Candy abrazándose a su cuello para ponerse de puntillas y besar sus labios con un beso dulce y tierno. – Es perfecta para nosotros tres. – Le dijo en un susurro en su oído, un susurro que si bien había sido eso para Anthony resonó en sus oídos llegando de golpe a su cerebro para procesar sus palabras y quedar en su cabeza resonando por varios segundos.
-¿Tres? – Preguntó con el aliento contenido en sus pulmones. Candy asintió feliz por la reacción que tenía su esposo. Sus ojos desprendían un hermoso brillo que jamás había percibido en ella hasta ese día que le revelaba el pequeño secreto que estaba guardando para sí misma los últimos días. - ¿Estás segura? – Preguntó aun dudando de tan maravillosa sorpresa.
-Estoy segura. – Le dijo Candy besando de nuevo cuenta sus labios, cerrando sus ojos para abandonarse al dulce sabor de sus sensuales labios. Anthony la recibió con gusto, besando su boca con ternura, con dulzura y pasión al mismo tiempo, dedicando todo el amor que tenía concentrado en su corazón a ella y a aquella semilla que había puesto en ella y que había germinado para formar un mismo ser, un ser que era parte de ella y de él y que dentro de nueve meses estaría llenando sus vidas de más amor y cariño.
-¿Cuándo? ¿Cómo? – Decía Anthony un poco confundido, no podía hilar las palabras que quería decir por la emoción que lo embargaba. Candy sonreía traviesa por la manera en la que su esposo reaccionaba.
-No sé exactamente cuándo… - Respondió traviesa. – Pero si sé cómo… - Dijo besándolo una vez más. Anthony sonrió travieso a su respuesta indicándole con la mirada que no se refería a eso lo que preguntaba. Candy sonrió de nuevo, ella entendía lo que quería decir pero le gustaba bromear con él. – Hace días me comencé a sentir un poco extraña. – Comenzó Candy a relatar cómo había descubierto su embarazo.
-¿Por qué no me lo dijiste? – Preguntó Anthony un poco preocupado por aquella revelación que Candy le hacía.
-No quise ilusionarte hasta estar segura de lo que pensaba sucedía. – Dijo Candy advirtiéndole a su esposo que ella ya había sospechado de su estado. – Así que me hice unos exámenes en el hospital y hoy me los entregaron. – Dijo con una sonrisa ilusionada.
-¡Vamos a ser padres! – Dijo Anthony feliz e ilusionado, pensaba que el haberse casado con Candy era la mayor felicidad que podría experimentar en su vida, después creyó que el hacerle el amor era lo más grande que le podría pasar, pero ahora al recibir la noticia de que sería padre a pesar de los miedos que implicaba la felicidad que sentía en su pecho era realmente enorme y sentía en esos momentos que no cabría en su pecho. - ¡Voy a ser papá! – Decía con una sonrisa que no podía ocultar la felicidad que sentía.
-Eso fue el cuándo… - Dijo traviesa continuando con las preguntas que había formulado el rubio minutos atrás.
-El cómo es la parte más divertida. – Dijo Anthony tomándola en brazos para ayudarla a subir la escalera, hasta la habitación principal, la cual era la más grande de la mansión. – Y en este momento se me antoja seguir practicando ese "cómo"… - Dijo cambiando su voz por una más ronca y sensual. Candy reía coqueta ante sus palabras, y el brillo que tenía momentos antes cambiaba a uno más sensual casi casi en automático.
Anthony abrió la puerta de la habitación con un poco de dificultad, sin embargo no la soltó de sus brazos, entrando por fin a la hermosa alcoba que había sido decorada con colores claros, colores que le daban mayor brillo y luminosidad al espacio. Candy abrió los ojos sorprendida por el lugar, le había gustado aquel lugar desde que cruzó la puerta en brazos de su esposo.
-Esta será nuestra habitación. – Dijo Anthony con una sonrisa, bajando a su esposa al suelo quien de inmediato se dirigió a cada rincón de la alcoba para verla detalladamente, las ventanas eran muy grandes y todas se dirigían a un hermoso jardín trasero que había en la mansión.
-¡Es muy hermosa! – Decía Candy mientras abría las puertas de las ventanas para que el aroma a naturaleza invadiera el cuarto. Anthony la abrazó por la espalda, acariciando su vientre con cuidado.
-Yo me encargaré después del jardín. – Dijo para advertirle a su esposa que él sería el encargado de cuidarlo. Candy le sonrió y volvió a besarlo agradeciendo una vez más el amor que él le demostraba en cada uno de sus actos, en cada gesto que tenía se veía reflejado el amor tan inmenso que sentía por ella. - ¿Andy sabe? – Preguntó Anthony, refiriéndose a su embarazo.
-No. – Dijo Candy abrazándolo por el cuello una vez más. – Quise que fueras el primero en enterarte. – Le dijo de nueva cuenta. Anthony sonrió agradecido por su gesto.
-Nunca pensé que podría ser aún más feliz de lo que ya era. – Dijo mientras acariciaba su rostro y se perdía en sus hermosos ojos verdes. Candy tenía las lágrimas a punto de salir de sus ojos. – No llores por favor pecosa… eres mucho más linda cuando ríes que cuando lloras… - Le dijo besando sus ojos para limpiar las lágrimas que salían de ellos con sus labios.
-No puedo evitarlo… - Decía Candy quien sentía todas sus hormonas revoloteando en su interior, las cuales le causaban diferentes sentimientos dentro de ella, estaba tan feliz que quería llorar, y no podía evitar que aquel líquido salado saliera de sus ojos. - ¡Soy tan feliz Anthony! – Decía dejándose llevar por lo que fluía de su mirada.
-Yo también Candy… - Dijo realmente enamorado. – Soy el hombre más feliz del mundo… - Le dijo en un susurro mientras despejaba su rostro. – Me has hecho el hombre más feliz del mundo pecosa. – Le decía sincero, feliz por tenerla a su lado, porque fuera la mujer que él había elegido siendo un chiquillo y la próxima madre de sus hijos.
Los besos tiernos poco a poco fueron aumentando su ritmo, y con delicadeza y total ternura la recostó en medio de la cama sin importar que no era siquiera el medio día, ni que los criados aún no terminaban de acomodarse en su nuevo empleo. Besó su cuerpo con lentitud y detenimiento hasta llegar a su vientre y comenzar a hablar su pequeño que comenzaba a vivir en el vientre de su esposa. Descubrió su cuerpo con delicadeza y volvió a admirar y acariciar el vientre de Candy, tocándolo con delicadeza, como si fuera de cristal, besando una y otra vez la morada de su hijo.
-Te amo… los amo… - Decía como si aquel pequeño ser que apenas comenzaba a formarse dentro de ella pudiera escuchar sus palabras.
Se unió a ella una vez más con total ternura, tomándola para sí mismo de una manera lenta y profunda, sintiendo como su cuerpo comenzaba a vibrar con intensidad al estar dentro de ella y poder sentir cómo reaccionaba con su fusión. Candy se movía lentamente debajo de él, buscando complacerse por primera vez, ya que en su cuerpo comenzaba a sentir la necesidad de sentirse saciada una vez más. Anthony pudo sentir su necesidad y se dedicó a estimularla con maestría, buscando la manera de no ser brusco y no tomarla tan intensamente, aunque a los pocos minutos de estar amándose Candy era la que aceleraba sus movimientos. Anthony comprendió su necesidad y se dedicó a complacerla.
El clímax llegaba una vez más en ambos de una manera intensa y plena, sintiendo como sus cuerpos se vencían a la lluvia de pasión que golpeaba sus cuerpos desde dentro y que salía expulsada hacia afuera para hacerlos caer exhaustos uno encima del otro, totalmente vencidos por el placer proporcionado.
-Mi Dulce Candy… - Decía Anthony besando sus labios una vez más, colocándose a un lado de ella para no dejar caer su peso sobre su cuerpo, no quería lastimarla, creía que debía ser más cuidadoso con ella de ahora en adelante al hacerle el amor.
-¿Sabes que no pasa nada verdad? – Dijo Candy cuando sintió cómo su esposo salía de ella y se colocaba a su lado, cosa que nunca sucedía antes de saberla embarazada, ya que dejaba caer su cuerpo lacio y complacido sobre ella mientras dejaba que su propio cuerpo la liberara de manera natural. Anthony la vio un poco confundida. – El bebé… - Le dijo de nuevo. – El bebé está bien dentro de mí y no le pasará nada si su padre le demuestra su amor a su madre. – Le dijo sonrojándose por lo dicho. Anthony sonrió con ternura por la inocencia que a veces mostraba cuando hablaba de ello.
-Lo sé, pero es algo que no pude evitar. – Dijo Anthony con ternura. – No quiero que les pase nada malo. – Decía con un cierto temor que se instalaba en su pecho.
-No nos va a pasar nada. – Le dijo Candy besando de nuevo su boca. – Tú nos cuidarás a los dos y ambos estaremos bien. – Le dijo con ternura. Anthony sonrió y asintió a sus palabras, él los cuidaría y haría todo para que estuvieran bien hasta que llegara el día de su nacimiento.
-¿Cuándo les anunciaremos a la familia? – Preguntó Anthony al recordar de pronto a su padre, sus suegros, la tía Elroy y los demás.
-¿Cuándo quieres hacerlo? – Preguntó Candy cubriendo su cuerpo con la sábana mientras se recostaba acurrucada al cuerpo de Anthony. Anthony la abrazó y calló por unos segundos. - ¿Qué te parece si hablamos esta noche con Albert y los demás y a mis padres les enviamos un telegrama? – Dijo la rubia emocionada por anunciarles a todos su embarazo. Anthony continuaba pensando.
- ¿Qué te parece si invitamos a todos esta navidad con el pretexto de conocer la mansión? - Dijo Anthony con verdadera ilusión. – Y ya que estemos todos reunidos les damos la noticia. – Dijo Con una sonrisa. Candy sonrió ilusionada por la manera en la que había ideado su novio avisar a todos al mismo tiempo.
-¡Me parece perfecto! – Dijo Candy emocionada.
-Así lo haremos entonces. – Dijo Anthony con una sonrisa, mientras besaba la coronilla de su esposa quien se acercaba aún más a su cuerpo.
Aquella había sido una mañana llena de buenas noticias, habían llegado su nueva casa, Anthony se había enterado que sería padre y habían inaugurado su habitación de la mejor manera que conocían, se habían amado intensamente una vez más en aquel que ahora podían llamar su espacio, sin temor a ser escuchados, sin temor a expresar lo que sus cuerpos gritaban cada que se fusionaban en uno mismo, tanta felicidad no cabía en ellos y querían demostrárselo una y otra vez.
Las invitaciones para el día de navidad habían sido enviadas, y a pesar de que veían casi a diario a la familia ninguno de los dos había dicho nada de su próxima paternidad, ambos habían quedado en decirlo ya que los padres de Candy y el padre de Anthony estuvieran presentes y así celebrar todos juntos, aunque ellos celebraban cada noche, cada mañana o cada tarde que tenían para sí mismos.
Los adornos navideños habían sido elegidos con total cuidado, Candy se había dedicado a comprar cada uno de los detalles con los que adornaría su hogar para las fiestas navideñas. Había comprado tantos adornos, entre listones, piñas, luces y por supuesto ramitas de muérdago que pondría debajo de las puertas y en lugares estratégicos para continuar con la tradición, la cual recitaba que la mujer que fuera besada debajo de una ramita de muérdago encontraría el amor con esa persona o conservaría por siempre al que ya tenía, una tradición que tal vez era superstición, sin embargo a Candy le llenaba de ilusión al ser la primera vez que ella era la encargada de adornar su propio espacio.
El gran árbol de navidad que Anthony había comprado entraba por la gran puerta de fina madera que resguardaba la mansión Brower, mientras los empleados del rubio le ayudaban a colocarlo muy cerca del gran ventanal que alumbraba el salón principal de aquella mansión. Candy de inmediato percibió el aroma a pino fresco que atravesaba las puertas de su hogar.
-¡Huelo delicioso! – Dijo Candy maravillada con el aroma que pronto llenaba los rincones de la mansión.
-¿Te gusta princesa? – Preguntó Anthony a la rubia quien juntaba las manos entre si emocionada por todo lo que acontecía en esos momentos.
-¡Está hermoso! ¡Y es enorme! ¿Cómo lo voy a decorar yo sola? – Preguntó Candy contrariada, dándose cuenta que ella no podría llegar hasta la punta para poder adornarlo.
-No se preocupe señora Brower. – Dijo Anthony abrazándola por los hombros. – Aquí está su marido que la va a ayudar a terminar todo a tiempo. – Le dijo sonriendo. Candy sonrió en respuesta asintiendo ilusionada.
Anthony, junto a los empleados se dedicó a ayudar a la rubia a adornar el gran pino navideño, y en pocas horas terminaron de hacerlo. Había quedado maravilloso, todo el ambiente en la mansión Brower, todo lucía muy navideño, las paredes y los rincones reflejaban que pronto llegaría la tan ansiada fecha. El aroma a pavo que salía de la cocina había inundado el ambiente y pronto Candy demostraba que tenía hambre, lo mismo que Anthony quien comenzaba a reír porque últimamente estaban muy sincronizados a la hora de comer.
-Vamos señora, señor. – Dijo el ama de llaves quien era la única que se había dado cuenta del estado de su patrona, sin embargo había sabido callar para no arruinar la sorpresa que se imaginaba querían dar a su familia. – He apartado un poco de comida para que puedan alimentarse antes de que llegue el resto de la familia. – Dijo en complicidad con ellos. Candy sonrió agradecida por aquel detalle.
-Muchas gracias señora Jane. – Dijo Candy a su ama de llaves, quien sonrió enternecida por el joven matrimonio.
Llegó la hora en la que la familia comenzaría a llegar con los Brower, quienes emocionados bajaban la escalera para poderlos recibir. Los padres de Candy y Anthony habían llegado un día antes, sin embargo no los habían visto ya que Candy temía que su madre se diera cuenta de su estado antes de que ella pudiera decírselo.
-Bienvenidos a nuestro hogar. – Dijo Anthony como buen anfitrión recibiendo a todos al mismo tiempo, ya que habían llegado todos juntos puntuales a la cita que los Brower les habían hecho.
Todos comenzaron a observar el acogedor hogar de los Brower, una mansión que si bien no era tan grande como la de los clanes, sin duda era bastante cómoda y elegante, en ella se respiraba el verdadero aroma de un hogar, se respiraba amor y calidez en cada rincón de ese espacio.
-¡Mamá! ¡Papá! – Dijo Candy abrazándose a sus padres, quienes ya tenían ganas de volver a ver a su pequeña. Ambos De la Garza la abrazaron con ternura, para después saludar a su yerno. Vincent hizo lo mismo y después saludaron a los demás, ya que a ellos si los veían casi a diario.
-No es tan grande como la mansión Ardlay… o la de las rosas… - Dijo Elroy viendo con detenimiento el lugar. – Pero tengo que admitir que tienen muy buen gusto. – Dijo con su ojo crítico, cosa que divirtió a Anthony al escucharla hablar.
-Pues qué bueno que te ha gustado tía abuela. – Dijo Anthony abrazándola con ternura. – Porque sé que la disfrutarás tanto como nosotros lo hacemos. – Dijo refiriéndose a que al enterarse de que sería bisabuela una vez más, querría ir a visitarlos más a menudo.
-Felicidades Anthony. – Dijo Albert acercándose a la pareja, observando el lugar que había comprado, él lo había acompañado cuando la compró pero el cambio que habían hecho con ese lugar era verdaderamente maravilloso. – Le han dado a estas paredes la vida que se respira en un hogar. – Dijo con una sonrisa.
-Es verdad primo, me gusta mucho tu casa. – Le dijo Archie observando la arquitectura con la que había sido diseñada. - ¿Cuántas habitaciones tiene? - Preguntó el elegante joven mientras Annie llegaba con su pequeño en brazos, quien de inmediato le dio los brazos a su padre.
-No es muy grande. – Respondió Anthony. – Tiene diez habitaciones, cada una con su baño particular. – Dijo Anthony recordando todo lo que la casa poseía. – Aparte de la habitación principal, abajo hay otra habitación también con su baño, salón de música, sala de lectura, biblioteca, salón de té, el salón principal, la cocina, cinco baños distribuidos en el piso principal.
-¿Y los empleados dónde duermen? – Preguntó Stear al escuchar también atento a lo que decía su primo.
-Las habitaciones de los empleados están en la parte trasera. – Dijo Anthony con naturalidad.
-¿Y quién los atiende cuando necesitan algo en medio de la noche? – Preguntó la tía abuela escandalizada.
-Nosotros mismo tía abuela. – Dijo Anthony tranquilamente.
-¡Eso no puede ser! – Dijo Elroy con alarma. – Un Ardlay no puede…
-Tranquila tía abuela. – Dijo Anthony para calmar la sorpresa de la tía Elroy. – Soy lo suficientemente capaz de atender a mi esposa cuando ella lo necesite y ella también es capaz de atenderme a mí. – Dijo mirándola a los ojos. – Además tú nunca nos educaste como unos niños mimados e inútiles. – Le dijo para suavizar las cosas, cosa que funcionó ya que la ex matriarca sonrió con orgullo por el reconocimiento que le daba su sobrino, como siempre adulándola para que se tranquilizara un poco.
-Tienes razón Anthony. – Dijo Joaquín. – Me alegro por ustedes dos. – Dijo con una sonrisa sincera, le gustaba que su yerno no se dejara manipular por nadie aun así fuese por su propia familia. Vincent lo veía orgulloso, ya no era el niño que según él se había casado meses atrás, ahora era un hombre de familia y le demostraba una vez más que sabía bien lo que quería en su vida.
La cena inició y todos los presentes se sentaron alrededor del lugar principal que esa ocasión Anthony presidía junto con Candy, ella se había encargado por primera vez de asignar los lugares para los invitaos. Sus padres, su suegro, sus abuelos, la tía abuela, Albert, Andy, Stear, Patty, Archie, Annie, Juan, María y hasta José y Dorothy estaban presentes junto con sus hijos, las gemelas y Arthur, los únicos que habían faltado eran Terry y Mack junto con Julieta quienes habían dicho que irían a Inglaterra para que su familia conociera a su nieta. Anthony hubiera deseado que estuviera con él en ese momento tan importante, sin embargo no podía privarlo de aquella reconciliación con su padre.
El timbre de la puerta sonó en medio de la cena, mientras todos comían, bebían y departían entre sí.
-¿Esperas a alguien más? – Preguntó Albert a su sobrino. Anthony negó esperando que le anunciaran quien era la persona que había llamado a la puerta.
-¿No habrás empezado sin mí, Brower? – Preguntó Terry llevando en brazos a su pequeña bebé, mientras Mack estaba aferrada de su brazo.
-¡Terry! – Dijo Anthony levantándose de su asiento para ir a saludar a su gran amigo. Terry le dio la pequeña a su esposa para poder abrazarlo con la efusividad del momento. – Pensé que llegarías hasta el nuevo año. – Dijo de nuevo el rubio, sin embargo le daba gusto que estuviera ahí con su familia.
-Eran los planes, pero los Grandchester no nos llevamos muy bien que digamos. – Dijo con una sonrisa resignada. Anthony le sonrió con nostalgia, le daba pena que su amigo no tenía una buena relación con su padre. – Así que nos decidimos regresar antes de tiempo al no haber llegado a un acuerdo con el Duque. – Dijo de nuevo el rebelde. Anthony sintió que las palabras de su amigo ya no sonaban nostálgicas como antes, alegrándolo inmensamente por ello.
-Me alegra que estés aquí. – Dijo Anthony, asignándole él a su amigo y su esposa un lugar en la mesa familiar, mientras una de las mucamas se llevaba a la pequeña Julieta a donde dormían los demás bebés. – Ahora sí está toda la familia completa. – Dijo Anthony quedándose de pie en su lugar, mientras veía con una sonrisa a su amigo quien le sonreía agradecido por ello. Candy lo veía con orgullo observar a toda la familia con tanto amor, después posó sus ojos en ella y le sonrió anunciándole que ya era hora de dar aquel aviso que habían guardado tantas semanas para sí mismos.
Anthony extendió su mano para que Candy la tomara, acercándose a él mientras le sonreía. Todos los invitados observaban con una sonrisa a la joven pareja, quienes miraban a cada uno de los presentes con una gran sonrisa.
-Familia, hemos invitado a todos ustedes esta noche tan especial, no solo para celebrar en familia y compartir con ustedes. – Dijo Anthony con una sonrisa cómplice a su esposa. – Sino que queremos anunciar nuestra dicha que pronto seremos padres. – Dijo Anthony sin dejar de sonreír.
-¿Padres? – Preguntó Joaquín con ilusión al escuchar que su pequeña hija tendría un bebé. Candy asintió a la pregunta de su padre y a mirada ilusionada que tenía su madre.
-¿Vamos a ser abuelos? – Dijo Roxanne totalmente conmovida por la noticia, comenzando a llorar casi de inmediato.
-¡Felicidades! – Decía Stear y Archie, dirigiéndose a los rubios para abrazarlos, lo mismo que sus esposas quienes compartían la felicidad que ellos tenían.
Vincent se acercó a su hijo y lo abrazó visiblemente conmovido por aquellas palabras, comenzando a llorar sin importarle que los demás estuvieran presentes, sin importar que los demás fueran testigos de su emoción y que pensaran que era debilidad aquellas emociones.
-Tu madre estaría muy feliz hijo. – Le dijo abrazándose a su pecho, ya que Anthony era mucho más alto que él.
-Lo sé padre, lo sé… - Dijo Anthony abrazando a su padre con ternura, conmovido también por el dolor que sentía aún a pesar de los años transcurridos. – Y ella está entre nosotros celebrando con la misma felicidad. – Dijo una vez más a su padre.
-Ya era hora que se aplicaran Brower. – Dijo Terry palmeando su hombro con algo de fuerza. – Una amiga más para Julieta. – Dijo el rebelde con seguridad.
-Dirás un novio. – Dijo Archie con travesura, sabía que así molestaría al rebelde.
-¡De ninguna manera! Julieta no tendrá novio. – Dijo Terry celoso de su hija.
-No creo que tu hija piense igual. – Dijo Mack sonriendo imaginando el carácter que tenía su hija, ya que siendo una bebé manipulaba completamente a su padre.
-Eso ya lo veremos después. – Dijo Terry confiando en que faltaba mucho tiempo para ello.
-No te creas. – Dijo Michael entrando en la plática. – Un día las ves pequeñas y al otro ya están frente al altar, y anunciando que te harán abuelo. – Dijo con travesura al rebelde.
-¡Abuelo! ¡Yo no seré abuelo! - Decía Terry necio en el tema. Los demás comenzaban a reír por lo fácil que podían molestar a Terry con ese tema.
-¿Estás contenta tía abuela? – Preguntó Anthony acercándose a la tía abuela, quien había permanecido sentada en un rincón observando todo desde ahí. La vieja Elroy abrió los ojos sorprendida al ver que la pareja se le había acercado.
-Soy muy feliz Anthony. – Dijo la matriarca sincera, conmovida por la llegada de un nuevo integrante. – Solo me faltaban ustedes. – Dijo con tranquilidad, serena, disfrutando aquella noticia que había sido anunciada momentos antes. – Ahora sí puedo decir que estoy completa. – Decía la ex matriarca. – La familia crece Anthony, los Ardlay crecen cada vez más. – Decía orgullosa por ello.
-La familia crece tía abuela. – Dijo Anthony con una sonrisa a la anciana.
La noche transcurrió lentamente, los regalos fueron abiertos uno por uno, encontrando sorpresas para cada uno, las embarazadas esperaban pronto a los nuevos retoños y pronto celebraban la llegada del año nuevo, entre risas y mucho amor transcurrían los días lentamente.
Stear llegaba cansado a la mansión, sus pies le dolían por haber caminado hasta el lugar ya que su automóvil una vez más lo había dejado tirado en medio del centro de Chicago.
-Buenas noches hermano. – Lo saludó Archie cuando lo vio entrar por la puerta principal.
-Buenas noches hermano. - Respondió Stear con desánimo.
-¿Qué te sucedió? – Preguntó de nuevo el elegante.
-Mi auto, una vez más me dejó tirado. – Dijo Stear sentándose en un sillón de la sala principal.
-¿Por qué no te deshaces de él Stear? – Preguntó Archie, quien no entendía la razón por la que Stear se aferraba en mantener aquel pedazo de chatarra que él mismo había construido.
-No me atrevo a hacerlo hermano. – Dijo Stear sintiéndose aferrado a aquel pedazo de metal, le tenía un aprecio especial por ser el único invento que no había explotado como los demás.
-No entiendo tu necedad hermano, no te pido que lo tires, o te deshagas de él, sino que por lo menos utilices uno de los otros carros y solo lo uses en ocasiones especiales. – Decía Archie para convencerlo de que dejara de usar aquel cacharro. Stear lo vio desanimado, sabía que Archie tenía razón con lo que decía, sobre todo cuando el día del parto de su esposa se estaba haciendo presente.
-Stear. – Dijo Patty bajando con cuidado las escaleras. Stear volteó a donde era llamado y sonrió ampliamente al ver a su esposa caminar como un patito hacia él.
-Hola querida. – La saludó sin levantarse de su lugar. – Ya he llegado. – Dijo sin dejar de admirar su forma de caminar. Patty se detuvo antes de llegar a él y tanto Archie como Stear observaron ese hecho. - ¿Qué sucede querida? - Preguntó Stear al ver que ya no avanzaba a él.
-Creo que ya. – Dijo Patty una vez que pudo hablar.
-¿Ya? – Dijo el inventor sin captar las palabras de su esposa. - ¿Ya que Patty? – Preguntó de nuevo.
-¿Ya? – Preguntó Archie quien comprendió de inmediato al ver que Patty comenzaba a sudar de pronto. - ¡Ya va a nacer, Stear! – Gritó Archie para que reaccionara su hermano.
-¡Mi hijo! – Dijo Stear desesperado comenzando a caminar hacia Patricia quien lo veía algo asustada. – Tranquila querida, todo estará bien. – Dijo Stear intentando tranquilizar a Patty, sin embargo la joven tenía más miedo por la reacción de su esposo que por lo que venía para ella.
-¡Vamos Stear, hay que llevarla al hospital! – Decía Archie al ver que su hermano no reaccionaba adecuadamente.
-¡Es verdad! ¡Archie, mi auto! – Decía al recordar que estaba averiado.
-¡Vamos! – Dijo Archie tomando control de la situación, al no ser su esposa podía pensar más en frío y comprendía totalmente al atolondrado de su hermano.
Archie tomó el control del volante de su auto y se dirigió al hospital, nadie en la mansión se había dado cuenta de lo que sucedía, solo Archie se había encargado de dejar dicho al mayordomo para que avisara a Elroy y a los demás.
En el hospital Stear caminaba de un lado a otro preocupado por su esposa y su hijo, mientras Archie intentaba calmarlo, al poco tiempo llegó Albert y Anthony, quienes habían sido alertados por el mayordomo, las damas se habían quedado en la mansión, incluso Candy estaba junto con ellas.
-¿Ya nació? – Preguntó Anthony a su primo, quien se mordía las uñas impaciente.
-¡NO! – Decía Stear. - ¡Y nadie sale a advertirnos algo! – Decía nervioso.
-Tranquilo Stear, pronto habrá noticias. – Decía Albert para intentar calmar a su sobrino.
Los cuatro Ardlay esperaban ansiosos noticias de Patricia, ya era casi de madrugada cuando Terry se hizo presente en el hospital.
-Vine en cuanto pude ¿Cómo está Patty? – Preguntó el rebelde.
-Aún no tenemos noticias. – Dijo Anthony a su amigo.
-Llevan muchas horas dentro. – Dijo Stear nervioso.
-Tranquilo hermano, María duró más tiempo. – Decía Archie.
-Igual Mack, Stear. – Decía Terry para darle ánimo al inventor.
Unos momentos después el médico que se había hecho cargo de Patty, salía para avisar el nacimiento.
-¿El Sr. Alistear Cornwell? – Preguntó buscando entre los caballeros que se encontraban fuera, pero al ver que el más nervioso y con los anteojos chuecos en su rostro se enfocaba en él adivinó quien era.
-¿Cómo está mi esposa doctor? – Preguntó con nerviosismo. El médico sonrió por el miedo que reflejaba el inventor.
-No se preocupes Sr. Cornwell. – Dijo palmeando su hombro. – Su esposa está completamente bien. – Dijo el médico con tranquilidad.
-Gracias al cielo. – Dijo Stear respirando con detenimiento.
-Stear, no se te olvida algo. – Dijo Archie a su hermano. Stear lo miró sin comprender qué era lo que había olvidado. – ¿Preguntar qué ha sido? – Dijo de nuevo el menor para que Stear comprendiera lo que quería decir, sin embargo no comprendía.
-¿Qué ha sido? - Preguntó de nuevo Stear confundido. - ¡Mi bebé! – Dijo de pronto sobresaltando a los demás al momento que lo hacía, provocando la risa del médico al ver que no le había tocado un padre tan distraído como aquel. - ¿¡Qué ha sido doctor!? – Preguntó por fin con los nervios de nuevo acrecentándose.
-Tranquilo Sr. Cornwell. – Dijo de nuevo el médico con una sonrisa. – Su hijo y su esposa están en perfecto estado. – Le dijo sonriendo.
-¿Niño? – Preguntó Stear realmente emocionado, sus ojos se abrían felices al enterarse que había tenido un varoncito al igual que su hermano. - ¡Es un niño! – Gritó volteando a ver a su familia quien festejaba igual de emocionada que el inventor. - ¡Es un niño! – Decía emocionado de verdad.
-Felicidades. – Decían todos mientras lo abrazaban. – ¡Felicidades hermano! – Decía Archie realmente emocionado. - ¡Felicidades Stear! – Decía Anthony también emocionado por la felicidad que tenía su primo.
-Felicidades Stear. – Dijo Terry mientras lo abrazaba. – Pero mantenlo lejos de mi Julieta. – Le dijo con travesura.
-Será al revés Terry… mi hijo es menor que tu hija, así que tendrás que controlarla cuando no pueda soportar su galanura. – Dijo Stear dejando a Terry un poco descolocado, mientras Stear dejaba que Albert y luego Anthony lo felicitaran. - ¿Cuándo puedo verlos doctor? – Preguntó Stear impaciente al médico.
-Un momento más llegará la enfermera para que pueda ver a su esposa y su hijo. – Dijo el médico para retirarse unos momentos después al dejar a la enfermera para que llevara a Stear junto a Patty.
Stear llegó junto a Patty a la habitación y la emoción que sentía por conocer a su pequeño era cada día mayor, ya que se sentía muy emocionado por tenerlo por fin en sus brazos. Llegó lentamente hasta el cunero que estaba enseguida de su esposa quien dormía cansada por la larga labor que había pasado, sus ojos lucían cansados y un par de ojeras enmarcaban su tierno rostro. Los ojos de Stear se conmovieron al verla en ese estado.
-Hola campeón. – Dijo el inventor en apenas un susurro a su pequeño, quien yacía dormido al momento de que él lo levanto entre sus brazos para conocerlo. – Eres muy guapo. – Dijo con una sonrisa, sus labios sonreían de una manera que podía iluminar la habitación que lucía a media luz. - ¿Ya viste como dejaste a tu mamá? – Le preguntó con ternura, mientras el pequeño se removía ansioso entre los brazos de su padre, el cual se sentía seguro al haber identificado la voz de aquel que noche a noche le leía un sinfín de cuentos para tranquilizarlo. – Bienvenido al mundo hijo. – Le dijo de nuevo con ternura, sonriendo porque por fin había conocido a aquel pedacito de carne que lo pateaba por las noches. – No puedo creer que algo tan pequeño sea capaz de mover todo mi mundo. – Decía mientras caminaba con él en sus brazos, meciéndolo para no despertarlo y despertar así a su amada Patricia.
El pequeño hijo de Stear era un niño de cabellos negros igual a los de su padre, blanco y bastante regordete, la abuela Janice diría que era igualito a Stear cuando estaba pequeño y su marido diría que tenía los ojos azules de su esposa, lo compararan con quien lo compararan la verdad era que el pequeño Alan tenía el mismo rostro de su padre con los ojos de su madre, haciéndolo muy parecido al hijo de Archie, salvo el sobrepeso del pequeño Alan.
Anthony entro con cuidado a la habitación en la que dormía su esposa, y la vio removerse en la cama. Se sentó a un lado para quitar sus zapatos y recostarse enseguida de ella.
-Buenos días dormilona. – Le dijo con dulzura muy cerca de su oído.
-Buenos días amor. – Le dijo con pereza. Anthony le tocó el vientre, sintiendo una emoción muy grande al hacerlo.
-Ya ha nacido el pequeño Alan. – Dijo Anthony con una sonrisa en su rostro, muy cerca del oído de su esposa.
-Qué bueno… - Dijo Candy aún somnolienta, sin captar mucho lo que Anthony le decía, era mayor el sueño que tenía que lo que su cabeza podía reaccionar a esa hora por la mañana. Anthony sonrió al comprender ese hecho. - ¿Alan? – Preguntó Candy de pronto al captar que no conocía a nadie con ese nombre. Anthony asintió sobre su oído.
-Alan… - Volvió a decir una vez más. – El hijo de Stear y Patty. – Dijo de nuevo para sacarla de su duda.
-¿¡Ya nació!? – Preguntó Candy, por un momento había olvidado que todas las mujeres de la familia se habían quedado en la mansión mientras los hombres habían ido al hospital para acompañar a Stear mientras esperaba el nacimiento de su hijo. - ¿Cómo está? ¿Cómo está Patty? – Preguntó Candy ya más despierta a su esposo, encontrándose con su rostro muy cerca del de ella. - ¿Ya lo viste? – Preguntaba ansiosa. Anthony sonrió por su emoción.
-Aún no lo conozco. – Respondió Anthony. – Quise esperar hasta que tú me acompañaras. – Le dijo una vez más besando sus labios. Candy quería seguir preguntando, sin embargo se abandonó a los besos que le daba su marido, quien se iba colocando encima de ella para continuar con sus caricias. - ¡Señor Brower, ya ha despertado! – Dijo Candy traviesa, mirándolo a los ojos con picardía.
-Cuando estoy a tu lado no puede dormir. – Dijo Anthony con travesura. – Creo que Alan tendrá que esperar más tiempo para conocer a la más hermosa de sus tías. – Dijo besándola con mayor dulzura, comenzando a estimularla para volver a fundirse en ella una vez más.
-Creo que dejaremos que descansen un rato. – Dijo Candy recibiendo al rubio nuevamente, aprovechando una vez más las ganas que nacían dentro de su cuerpo por él. Anthony sonrió y la hizo suya una vez más.
Continuará…
Buen día hermosas, espero les haya gustado este nuevo capítulo y sobre todo hayan disfrutado la lectura. Gracias a cada una por leer y estar al pendiente de la historia.
Mia8111. Hola hermosa, me da gusto saber que estás bien y sobre todo que continues con la lectura y me dejes un comentario. Yo soy Anthonyfan desde muy pequeña, al igual que mis hermanas, sin embargo soy la única que sigue siendo fiel a esa historia ya que ellas no leen fics como yo, no he leído Terryfics hasta el momento ya que no soy fan de él, ni de Albert a pesar de que me cae mejor Albert que Terry, no veo a ninguno de los dos como pareja de Candy. No te preocupes, seguiré leyendo y recomendando la historia de tu prima sobre todo como te dije si es Anthonyfic. Gracias por leer y sobre todo por comentar, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Julie-Andley-00. Hola hermosa, que bueno que te gustó el capítulo pasado, espero este igual. Yo también pude imaginarme a mi pobre y guapo Stear todo preocupado y mortificado por hacer todo lo posible para que las cosas salieran bien y el auto, amo usar ese auto como problemas para el maravilloso inventor, uno que de niña no entendía porque no se compraba otro si tenían tanto dinero, sin embargo se ha convertido en un buen argumento para mis historias. Gracias por comentar como siempre hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Cla1969. Ciao bella, sono molto felice di leggerti, pensavo non avessi più letto la storia, ma sono felice di sapere che l'hai ripresa. Grazie per il commento, sono felice che la storia ti piaccia. Ti mando un grande abbraccio, saluti e benedizioni.
Rose1404. Hola hermosa, buenas noches, espero que estés muy bien y que tu fin de semana haya sido maravilloso, espero que tu inicio de semana sea igual. Gracias por comentar, me da mucho gusto que la historia sea de tu agrado. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
TeamColombia. Hola hermosas, ahora se durmieron en sus comentarios. Muchas gracias por comentar como siempre y sobre todo por seguir al pendiente de la historia.
lemh2001. Hola hermosa, y por supuesto que el casado casa quiere, y los rubios no fueron la excepción, aunque si fueron la excepción para los Ardlay que viven como conejos jajaja me acordé la las pantuflas de Albert jajaja. Fue un deleite para mi escribir el capítulo me da mucho gusto que lo hayas disfrutado, gracias por comentar hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones. P.D. gracias por tus buenos deseos, ya vamos cerca de los 1000.
Mayely León. Creo que aquí está cumplido tu deseo hermosa, espero que te haya gustado el capítulo. Muchas gracias por leer como siempre y sobre todo por comentar. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Aminaabud. Hola hermosa, que gusto leerte y saber que estás bien. Gracias por tu opinión de la escena romántica en los rubios, me alegra que te haya gustado. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.
María José M. Hola hermosa, tienes razón, ese Terry cuida mucho a Anthony jajaja lo que son los buenos amigos. Muchas gracias por comentar, me alegro mucho que te haya gustado el capítulo y sobre todo que lo hayas disfrutado, ese es el fin de la historia que la disfruten y puedan imaginar cada uno de los pasajes que describo. Gracias por leer y dejar tu comentario.
Ster Star. Hola hermosa, creo que eres la única que puso atención a las pantuflas de Albert jajaja, la verdad que me dio ternura imaginarlo. Tienes razón Stear es el más goloso jajaja luego verás por qué... Gracias por leer hermosa, la verdad que valoro mucho que te des el tiempo para leer a pesar de que sé tienes mucho trabajo, y tienes razón, que no te lea tu esposo jajaja no te preocupes, de aquí no sale jejejejeje. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.
Muchas gracias a todas y cada una de las lectoras que están al pendiente de la historia, gracias porque con sus lecturas va aumentando el número cada vez más y me da mucho gusto saber que a pesar de que no dejan sus comentarios la ha sido bien recibida. Les mando mis más profundos y sinceros agradecimientos a cada una de ustedes. Dios las bendiga.
GeoMtzR.
