Hola hermosas, continuamos con el penúltimo capítulo de esta historia, espero sea de su agrado. Muchas gracias por leer. Los personajes de Candy Candy no me pertenecen, sin embargo los utilizo para entretener a las fan de Anthony y Candy por un momento, es sin fines de lucro y NO es apta para menores de edad. Comenzamos!

LEJOS DE TI

CAPÍTULO 37

ANTHONY Y CANDY AUMENTAN LA FAMILIA

El corredor se encontraba desierto, y la puerta a la que se dirigía cada vez parecía alejarse, su respiración se contuvo por unos segundos cuando puso su mano en la chapa de la puerta. Entró sin anunciarse, asomando únicamente su cabeza para ver desde su posición la imagen de su esposa que continuaba dormida en la habitación. Una sonrisa melancólica apareció en su rostro cuando vio el rostro de su pecosa, realmente se veía agotada.

Se sentó a un lado de la cama para esperar el momento en el que ella despertara, siendo paciente en el correr de los minutos, los cuales a pesar de parecer eternos los pasaba observándola dormir plácidamente.

Los ojos de la rubia comenzaban a parpadear lentamente, anunciando que estaba despertando de su sueño, ya había oscurecido cuando esto sucedía y el rubio a pesar de no haber descansado ni un minuto permanecía sin sueño a su lado. Había velado las horas de sueño que ella había tenido, aún no conocía a sus hijos porque seguían bajo observación y el médico le había dicho que debía esperar, eso era algo que lo había desanimado bastante.

-Anthony… - Dijo Candy buscando a su esposo mientras sus ojos se acostumbraban a la poca luz que entraba por la ventana, había reconocido su aroma al momento que despertó. - ¿Dónde estás? – Preguntó aún somnolienta. Anthony se levantó de inmediato de su lugar en cuanto escuchó su nombre para sentarse a su lado con el mayor cuidado posible.

-Aquí estoy hermosa. – Dijo con ternura, besando su mano para ponerse frente a ella. - ¿Cómo te sientes? – Preguntó aún angustiado.

-Cansada. – Dijo intentando acomodarse para poder ver a su esposo de cerca. - ¿Y nuestros hijos? – Preguntó inquieta al ver que ya era de noche, no sabía cuánto tiempo había pasado, o cuánto tiempo había dormido y el tener esa pérdida de la noción del tiempo la hizo angustiarse.

-Tranquila. – Dijo Anthony besando su frente. – Ellos están bien. – Dijo sin saber, no quería angustiarla.

-¿Dónde están? – Preguntó buscando a su alrededor.

-Están con el médico. – Dijo Anthony intentando no sonar muy angustiado.

-¿Sucedió algo? – Preguntó Candy, a pesar de que su esposo intentaba no angustiarla el instinto de madre en ella ya había despertado.

-Nacieron antes de tiempo. – Dijo Anthony con un nudo en la garganta. – El médico dice que tendrá que tenerlos bajo observación, pero que están bien. – Dijo no muy seguro de sus palabras, no sabía si realmente lo que decía era verdad ya que nadie había ido de nuevo a darle noticias de sus hijos, se había dedicado a estar con ella al pendiente cada minuto por si despertaba.

-¿Pero están bien? – Preguntó de nuevo Candy, ansiosa, igual que le rubio.

-El médico dijo que todo estaba bien. – Respondió el rubio con las palabras que había utilizado el médico. – Avisaré que ya has despertado. – Dijo Anthony a su esposa. Candy asintió, estaba ansiosa por informarse de sus hijos.

El medico entraba a la habitación con la misma tranquilidad con la que había avisado a Anthony del nacimiento de sus hijos.

-Buenas noches señora Brower. – Dijo con una sonrisa amigable. Candy sonrió sin responder a su saludo. – Me imagino que estará desesperada por saber de sus hijos. – Le dijo nuevamente.

-Así es doctor. – Dijo Candy ansiosa, tomando de la mano a Anthony quien volvía a su lado. – Ambos estamos impacientes. – Dijo de nuevo.

-Me lo imagino. – Dijo sonriendo. – Pero como le había dicho a su esposo, no hay nada de qué preocuparse, ambos gemelos están en perfectas condiciones, lo único que hay que vigilar es su evolución ya que han nacido antes de tiempo. – Volvió a decir lo que ya había explicado a Anthony y sus padres.

-¿Podemos verlos? – Preguntó Anthony un poco más tranquilo, su esposa ya había despertado y el médico volvía a repetir que sus hijos estaban en perfecto estado.

-En un momento los traerán, ya han sido pesados, alimentados y ambos están más que listos para conocer a sus desesperados padres. – Dijo con una sonrisa traviesa, sabía bien que debían estar ansiosos por conocer a sus hijos.

-Muchas gracias doctor. – Dijo Anthony al médico, este le sonrió con la misma paciencia que había manejado desde un principio. – Me gustaría tener la paciencia de este médico. – Dijo Anthony a su esposa. Candy sonrió por sus palabras.

-Siempre ha sido así. – Dijo Candy sonriendo. - ¿Dónde están mis padres? – Preguntó Candy de nuevo, recordando que sus padres habían ido con ellos al hospital.

-La verdad no lo sé. – Respondió Anthony apenado. – En cuanto me dijeron que podía pasar a verte entré y no he salido de la habitación. – Candy le sonrió con ternura, fijándose en sus hermosos ojos azules, los cuales la miraban con infinito amor.

El sonido de la puerta se escuchó casi de inmediato.

-¿Podemos pasar? – Preguntó Roxanne, quien venía seguida de su esposo, Vincent y toda la familia. Andy se había encargado de que los dejaran entrar a todos juntos.

-Adelante. – Dijo Anthony levantándose para recibir a toda la familia.

-¿Cómo te sientes hija? – Preguntó Roxanne desesperada por saber de su hija.

-Estoy bien, mamá. – Dijo Candy con una sonrisa, feliz por ver a todos reunidos. – No te preocupes. – Dijo de nuevo. Roxanne se abrazó a ella comenzando a llorar por las horas de angustia que habían pasado. Joaquín se abrazó a ellas de la misma manera, dando Anthony espacio para que se tranquilizaran al ver que su esposa estaba bien.

-Lo único que tengo de reclamo es por qué no nos avisaron antes. – Dijo Andy quien se acercaba a Candy para darle un breve chequeo como médico.

-No tuve cabeza para más. – Dijo Anthony apenado con la familia. Vincent le palmeaba la espalda comprensivo, él había pasado el mismo miedo cuando él había nacido.

-Te entiendo hijo, además imagino que no esperaban que nacieran antes de tiempo. – Dijo a su hijo.

-¡Aún no puedo creerlo! – Dijo Anthony por fin ya más relajado. - ¡Soy papá de dos niños! – Decía emocionado.

-Ya sabemos Brower, pero te advierto que mi Julieta no puede andar con dos a la vez. – Dijo Terry acercándose a saludar a su amigo.

-Creo que tampoco apreciaría esa idea. – Dijo Anthony en respuesta. – Será mejor que no nos preocupemos de momento por ello. – Dijo el rubio comenzando a reír.

-Estoy de acuerdo. – Dijo Terry riendo con Anthony.

-¿Cuándo conoceremos a mis bisnietos? – Preguntó Elroy quien estaba bastante inquieta porque no había visto a los pequeños y ya estaba desesperada por conocerlos.

-Tranquila tía abuela. – Dijo Anthony a la mayor. – Ni nosotros hemos conocido a nuestros hijos. – Dijo Anthony seguro que así era.

-Son hermosos. – Dijo Candy, quien antes de quedarse dormida había visto a los dos pequeños. Anthony volteó a verla y le sonrió a ver que ya los había visto. – Son idénticos a su padre. – Dijo de nuevo la rubia.

-Entonces deben de ser muy feos. – Dijo Terry, mientras Mack le daba un codazo para callarlo, todos reían por la acción de la castaña, ya nadie se molestaba porque conocían bien a Terry, incluso la vieja Elroy y Julliette habían aprendido a conocer su humor.

-Tranquilo Terry. – Dijo Archie. – Es mejor que vayas viendo con buenos ojos a tus futuros yernos. – Dijo de nuevo el elegante joven.

-Tiene razón Archie. – Dijo Stear. – Hay muchos candidatos para Julieta. – Dijo de nuevo el inventor, recordando que los Ardlay habían tenido puros hombrecitos, salvo Albert, sin embargo Anabelle no entraba como prospecto de ellos al ser tía de los pequeños.

-Mis hijos aún son muy pequeños. – Dijo Anthony sintiéndose despreocupado, dejando que los demás discutieran aquellas diferencias una vez más.

-¡Ya dije que Julieta nunca tendrá novio! – Decía Terry discutiendo con los Cornwell.

-¡Eso dices tú! – Decía Stear. – Imagínate que tu hija hasta en eso saque a ti. – Decía dejando de pronto callado a Terry, quien no había pensado en aquella posibilidad.

Anthony sonrió con la cara que puso Terry y los dejó que continuaran con su alegato, cuando un grupo de enfermeras entraba empujando un par de cuneros que llevaban hasta la cama de la rubia.

-Con permiso. – Decían las jóvenes. – Den paso a los príncipes más guapos que han nacido el día de hoy. – Decían de nuevo mientras llegaban hasta la cama de Candy.

-¡Anthony! – Lo llamó Candy para que fuera con ella a ver a sus hijos. Todos en la familia habían quedado en silencio, también querían ver a los dos bebés tan inquietos que habían estado molestando a su madre en el vientre por un poco más de ocho meses. - ¡Son hermosos! – Decía Candy una vez más.

-¡Son perfectos! – Dijo Anthony al verlos sobre el cristal del cual no podían salir todavía. Una lágrima se concentró en los bellos ojos de Anthony y comenzó a recorrer su mejilla. Ahora sí podía expresar toda la alegría de ver y saber a sus hijos con bien. - ¡Son tan perfectos como tú mi amor! ¡Ya soy papá! ¡Soy papá! – Decía realmente emocionado. -¡Te amo pecosa, te amo! – Decía realmente conmovido, sus ojos se posaban en sus hijos y en su esposa quien lo veía realmente ilusionada por la reacción que tenía.

-Tan perfectos como tú amor. – Dijo Candy totalmente enamorada de su esposo y de sus hijos.

-Son verdaderamente hermosos. – Dijo Vincent abrazando a su hijo. Roxanne y Joaquín también se habían acercado, abuelos y padres estaban viendo fijamente a los dos rubios que eran exactamente iguales entre sí.

-Son iguales a Anthony. – Dijo Joaquín, siendo completamente parcial en su visión.

-Tienes razón. – Dijo Vincent con una sonrisa. – Son igual a Anthony cuando nació. – Dijo Vincent recordando al pequeño Anthony entre sus brazos.

Los pequeños comenzaron a llorar al mismo tiempo uno y otro, mientras Anthony se acercaba más al cunero con ganas de cargarlos en sus brazos para poder controlar el miedo que creía sentían al estar solos.

-¿No puede ponerlos juntos? – Preguntó el rubio a la enfermera. Candy la vio con súplica y ella asintió.

Cuando los gemelos estuvieron juntos el llanto cesó y ambos rubios se tomaron de las manos observando a sus pequeños totalmente conmovidos por no poder abrazarlos. La voz de Anthony se dejó escuchar junto con la de Candy, haciendo el dueto que cada noche hacían para cantar a sus pequeños y pudieran tranquilizarse, el sonido del canto de sus padres y la cercanía de su gemelo los tranquilizó rápidamente.

Los pequeños rubios eran iguales a Anthony, ambos tenían los ojos azules, nariz respingada y labios delgados, la única diferencia eran los rizos que ambos tenían, habían sacado los cabellos rebeldes de su madre.

-¿Cómo les pondrán? – Preguntó Albert a los rubios, quienes por un segundo se sintieron confundidos, ya que habían pensado solo un nombre si era niño, y uno si era niña, nunca hubiesen imaginado que tenían que pensar en dos nombres de varón al mismo tiempo.

-La verdad que no hemos pensado en ello. – Dijo Candy con pena, mientras los presentes comenzaban a reír por la respuesta. – Pero habíamos pensado en Alexander. – Dijo Candy quien mencionaba el nombre que habían elegido si era niño. - … y Alexis…? – Preguntó a su esposo indecisa de si él estaría de acuerdo con ese nombre.

-Lo que tú decidas es perfecto para mí reina. – Le dijo con una sonrisa, ya no era su princesa, ahora era la reina de su castillo y los pequeños Alexander y Alexis eran los primeros príncipes que llegaban a completar su castillo, convirtiéndose él en el rey de ese reino.

Los días pasaron lentamente para los padres primerizos, hasta que por fin había llegado el día en el que el médico había decidido sacar a los gemelos de la incubadora al ver que no era necesario para mantenerlos sanos.

-Hay alguien que quiere conocerlos. – Dijo una de las enfermeras que entraban a la habitación en donde Candy ya estaba de pie lista para irse a su casa. Anthony la ayudaba a acomodar sus cosas en la pequeña maleta que había llevado. Los dos rubios dejaron de hacer lo que estaban haciendo de inmediato, para voltear hacia dónde venían las enfermeras, ansiosos por tener por fin en sus brazos a sus pequeños.

Las emociones de los jóvenes se vieron sobrepasadas al sentir la fragilidad y suavidad de la piel de sus pequeños, cada uno cargaba a un gemelo mientras se acercaban para tener la cercanía del otro.

-¡Son perfectos! – Dijo Candy realmente conmovida, las lágrimas de sus ojos se asomaban con intensidad, recorriendo sus mejillas sin descanso, totalmente emocionada por sentir por primera vez a sus hijos entre sus brazos.

Anthony estaba igual que Candy, sus emociones se agolpaban en su garganta acumulándose en un nudo que le impedía hablar en esos momentos, sus ojos derramaron también unas cuantas lágrimas de felicidad y emoción por sentir a sus hijos.

-Tan perfectos como tú. – Dijo Anthony a su esposa, admirando la perfección de aquellas dos pequeñas figuras que eran exactamente iguales. - ¿Quién es Alexis y quien Alexander? – Preguntó el rubio a su esposa, comenzando a reír porque ella estaba igual que él.

-Tengo que ver su espalda. – Dijo Candy riendo entre lágrimas. – Tú tienes a Alexis. – Dijo la rubia, quien había tenido que revisar el pequeño lunar que había heredado de su madre, el mismo que tenía De la Garza, la misma forma y en el mismo lugar, cosa que Alexander tenía en la piernita derecha. – Y yo tengo a Alexander. – Dijo de nuevo, quien era el mayor de los dos por unos minutos.

-Creo que debemos encontrar una manera más sencilla de reconocerlos porque más grandes no podremos revisar su espalda. – Dijo Anthony riendo con su esposa. Ambos rubios reían felices por lo dicho por su esposo, llenos de dicha por tener por fin a sus hijos a su lado, felices porque saldrían al mismo tiempo del hospital y no tendrían que dejarlos en observación como les habían dicho en un principio.

Los pequeños comenzaron a llorar de una manera breve, buscando ambos alimento, sería la primera vez que Candy los alimentaría y Anthony le ayudó en el proceso, teniendo que cargar a uno mientras el otro esperaba su turno, el corazón de la rubia se encogía al escuchar que Alexis también estaba desesperado por comer, así que buscó la manera de que se prendiera del otro seno con la ayuda de su esposo.

-Creo que tendremos que alternar el alimento. – Dijo Anthony con una sonrisa, ya que veía cómo su esposa estaba realmente complicada con los dos pequeños. – O buscar una nodriza. – Dijo como solución.

-No. – Dijo Candy decidida. – Yo ayudé a María a hacerlo, podré hacerlo también. – Dijo Candy al darse cuenta que era más difícil hacerlo que decir cómo hacerlo. Anthony asintió estando de acuerdo con su esposa.

La familia estaba reunida en la mansión Brower, habían acordado esperar la llegada de los rubios con sus hijos para no estorbar en el hospital, todos estaban presentes hasta Terry había llegado con su esposa y su hija.

-¡Bienvenidos! – Dijeron al mismo tiempo como si de una fiesta sorpresa se tratara, sorprendiendo gratamente a los rubios.

-¿Puedo cargarlos? – Preguntó Roxanne rápidamente. Candy le entregó al pequeño que llevaba y Elroy se acercó a Anthony para cargar al otro bebé, los abuelos también estaban impacientes y los bisabuelos, que también querían ser de los primeros en cargar a los nuevos miembros de la familia, todos estaban felices, sobre todo Michael que había deseado con tantas ganas tener por fin dos descendientes varones en su familia aunque no llevaran su apellido directo.

La familia festejó aquella tarde, mientras el buen Stear comenzó a sentir un malestar en su estómago.

-¿Qué sucede Stear? – Preguntó Anthony al ver a su primo con el rostro casi verde.

-Nada, solo un mareo. – Dijo el inventor intentando aguantar la náusea que sentía.

-Stear, te he dicho que no es normal esos malestares. – Dijo Patty quien se daba cuenta de lo que pasaba con su esposo, no era la primera vez que tenía esos malestares, de hecho tenía un buen tiempo padeciéndolos.

-¿Desde cuando estás así? – Preguntó Andy como médico, era la primera vez que lo veía en ese estado.

-Lleva meses sintiendo malestares matutinos, es la primera vez que se siente así por la tarde. – Dijo Patty, recordando que cada mañana el inventor se levantaba con ganas de devolver pero que el resto del día se sentía como si nada pasara.

-Solo es por las mañanas querida, además ya me siento bien. – Dijo sonriendo como si nada pasara.

-¿Tú cómo te has sentido Patricia? – Preguntó Andy a Patty.

-Yo me siento bien, así que no creo que sea contagioso, Alan también ha estado muy bien. – Dijo Patty sin preocupación. Andy puso más atención a la joven y después observó su vientre, el cual no había disminuido desde el nacimiento de su hijo, es más si se fijaba bien creía que estaba aumentando de tamaño.

-Patty, creo que debes de dejarte examinar. – Dijo de nuevo Andrea.

-¿Yo? – Preguntó Patty confundida. – Pero si es Stear el que está mareado. – Dijo de nuevo sin comprender lo que le decía Andy.

-Pero se me hace que los malestares de Stear es porque tú estás esperando de nuevo. – Agregó la mayor quien miraba a Patty detenidamente.

-¿Qué!? – Preguntó Stear sorprendido. - ¿¡Cómo es posible!? – Dijo de nuevo. – Si el médico dijo que no era posible que eso pasara. – Dijo recordando que el médico de Patty le había dicho que mientras no tuviera su periodo no volvería a pasar.

-No es una regla Stear. – Dijo Andy. – Deberían ir al hospital los dos para hacerse unas pruebas. – Dijo de nuevo la joven, ambos asintieron quedando de ir al día siguiente para sacar las dudas que tenían.

La familia se despidió de los Brower, los cuales se quedaron solo con los padres de Candy y Vincent, quien se había quedado también con ellos para disfrutar a sus nietos.

-Es mejor se vayan a descansar hijo. – Dijo Vincent a la pareja, ya que ambos se veían realmente cansados.

-Creo que si papá, ha sido un día lleno de emociones. – Dijo con una sonrisa de lado. – Buenas noches. – Dijo el rubio a sus suegros y a sus padres.

-Buenas noches. – Dijo Candy también con una sonrisa cansada, llevando ambos a sus hijos hacia la habitación, ambos pequeños dormidos plácidamente.


La primera noche como padres no fue muy cómoda que digamos, ya que los pequeños demandaban mucha atención de sus padres, sin embargo la ayuda que Anthony le proporcionaba a la rubia, así como la de su madre y ambos abuelos era significativa.

Cada noche Anthony y Candy volvían a cantar juntos aquella canción de cuna que un día la Srita. Ponny y la hermana María le habían cantado a Candy para que se durmiera por las noches, así como las canciones que Rosemary le cantaba a su hijo.

-Creo que ahora nos hemos quedado solos. – Dijo Anthony a sus hijos, quienes lo veían con una angelical sonrisa mientras les hablaba. – Esta será una plática entre caballeros. – Les dijo volteando a ver a Candy quien yacía dormida en la cama presa del cansancio que tenía. - ¿Ven lo hermosa que se ve su madre dormida? – Comenzó a hablar con ellos. – Pues es necesario que ella descanse para que pueda atenderlos con mayor fuerza, no es bueno que se estén desvelando tanto, debemos cuidarla porque ella es nuestra reina, y como tal debemos cuidarla. – Les decía como si los pequeños entendieran las palabras de su padre, ninguno sabía lo que les decía, sin embargo la manera tan dulce y tierna de hablarles los tenía atentos al sonido de su voz, sonriendo y moviéndose alegres con las expresiones que Anthony les hacía. – Les prometo que siempre estaré con ustedes, pero ahora es hora de que se vayan a dormir. – Dijo Anthony besando a cada uno de ellos, mientras los arrullaba a ambos entre sus brazos. A los pocos minutos los dos pequeños quedaron completamente dormidos, recostándolos en sus cunas para después irse a descansar. – Descansen mis pequeños, mañana será otro día. – Dijo con una sonrisa, deseando que esa noche dejaran dormir a su mamá.

El tiempo poco a poco pasaba su curso, y mientras los rubios disfrutaban a sus hijos Stear y Patty anunciaban que nuevamente serían padres en menos de cuatro meses, lo que quería decir que tendrían a su nuevo bebé un poco después de que Alan cumpliera un año, a todos había sorprendido aquella noticia, sin embargo fue muy bien recibida por los padres del inventor y la tía abuela quien decía que entre más conociera mejor para ella.

Dorothy había tenido también dos gemelos muy parecidos a su padre y a su tío, eran casi de la misma edad de los de Anthony y Candy, por eso no habían ido al nacimiento de los rubios, enviando solo los mejores deseos para la pareja.

Terry y Mack continuaban criando a su hija entre las tablas, ya que él continuaba con su carrera y a pesar de que Mack había decidido tomarse un tiempo para cuidar a la pequeña Julieta aún la llamaban para que hiciera pequeños papeles y no perdiera aquel toque tan especial que tenía con sus dotes de actriz de teatro. Terry se sentía pleno, feliz, jamás en su corta vida se había sentido tan completo. Había formado su propia familia, tenía a una esposa maravillosa que amaba por sobre todas las cosas, una hija pequeña que lo tenía vuelto loco y el éxito que se merecía en su carrera, el dinero comenzaba a fluir en su cartera y si bien no era lo que hubiera gozado de haber seguido las reglas de su padre, si era algo que le permitía dar a su esposa y a su hija una vida llena de comodidades.

Los padres de Mack eran los que se habían rendido a los encantos de su pequeña nieta y a pesar de que los nuevos Grandchester no aceptaban la herencia para sí mismos los Rockefeller habían decidido heredar en vida a su pequeña nieta, así que una gran mansión era lo que había obtenido la pequeña, una mansión en Chicago muy cerca de la de los Brower, sin embargo las constates giras que tenía Terry los obligaba a permanecer más tiempo viajando ya que los tres iban siempre juntos. Con el tiempo tuvieron un niño que también había nacido igual que su padre, al cual le nombraron Romeo, ambos niños eran igualitos a su padre y si no fuera por la diferencia de edad parecerían gemelos.

Albert y Andrea, después de Anabelle tuvieron dos niños más, uno llamado Axel y otro llamado Adolf, los dos eran rubios de ojos azules, muy parecidos a su mamá, el abuelo Michael era el más feliz de todos ya que los niños en la familia seguían aumentando, rompiendo la tradición como él decía de tener solo niñas, aunque ahora deseaba que Candy tuviese una para poderla consentir de la misma manera como lo hacía con ella.

Archie y Annie habían decidido esperar para tener más familia, así que a los cinco años de Arthur se decidieron por volver a intentarlo y tuvieron a una niña más que se llamó Alysa, la pequeña era morena clara con los cabellos de su madre así como sus ojos, tan azules como los de ella los cuales resaltaban por el tono curioso de su piel, aquella pequeña fue el orgullo de Archie quien veía a través de sus ojos, la pequeña era dulce y tierna como su madre, pero valiente y decidida como su padre, una combinación que llamaba mucho la atención a quien la conocía.

Stear y Patty, tuvieron después de Alan otro niño más al cual llamaron Ángel, un niño igual de inteligente que su padre pero con el físico de su madre, este pequeño se había encontrado muy bien con las ideas que su padre tenía y desde muy corta edad se convirtió en su ayudante, el cual iba con él a todas partes, mientras Alan se divertía viendo como ambos seguían fallando con sus inventos, sin embargo algo con lo que no había vuelto a fallar fue con el Stear móvil, ya que Stear después del nacimiento de Alan le había dedicado todo su empeño y dedicación para que no volviera a dejarlo tirado ni siquiera por un pinchamiento de llantas. Así cómo Alan y Ángel se llevaban un año de edad, lo mismo había pasado con el tercer embarazo de la pareja que había nacido igual al año del nacimiento del último. Esta vez había sido una niña la cual resultó igual que la madre de Stear y Archie, rubia y de ojos azules, pero con el cabello semiondulado como el de Stear, a esta pequeña le pusieron el nombre de Amelí y un año después llegó Anaís, completando con esta última la familia del inventor siendo cuatro hijos en total, Alan, Ángel, Amelí y Anaís, convirtiéndose en una de las familias más numerosas de los Ardlay.

María y Juan ya no habían tenido más familia, se habían quedado con sus dos hijas, ya que María al parecer ya no había podido tener más, sus hijas habían crecido en Lakewood en la cabaña que Elroy les había regalado, viajando continuamente a México para visitar a José y a Dorothy, lo mismo que Anthony y Candy quienes viajaban casi al mismo tiempo que viajaban los morenos.

Los Leagan ya no habían vuelto a Chicago, después de haber sido desterrados de la ciudad, prefirieron establecerse definitivamente en Florida, ni cuando fueron informados del fallecimiento de la tía abuela muchos años después tuvieron la intención de ir a despedirla. A los pocos años de su llegada a Florida Neal fue atrapado por la policía al haberse involucrado en el contrabando de alcohol, resultando muerto en un enfrentamiento con la justicia, la tía abuela había sufrido nuevamente sola por lo sucedido al igual cómo había sufrido por Liam. Elisa por su lado no había conseguido un pretendiente digno o siquiera al gusto de ella y por la referencia que había dejado su hermano se quedó sola con sus padres en la gran mansión en la que se habían recluido, quedándose por completo en soledad cuando la pareja Leagan había pasado a mejor vida, viviendo solo con los intereses de la fortuna que ellos le habían dejado y con los gatos que recibía para no sentirse tan sola.

Anthony y Candy disfrutaban sus vidas junto a sus gemelos, los cuales eran igual de hiperactivos que su madre, hacían travesuras casi a diario y la pobre rubia quien había decidido criarlos sola sin la ayuda de una nana se las veía a veces negras para poder controlarlos.

-¿Qué sucede? – Preguntó Anthony divertido al ver que sus dos pequeños de tan solo dos años venían corriendo sin nada de ropa por los pasillos de la mansión.

-¡Esperen! – Decía Candy quien corría detrás de ellos un tanto divertida pero a la vez acongojada porque no tardaba en llegar Anthony del trabajo. – Amor ¡llegaste! – Dijo Candy sorprendida al ver a su esposo frente a ella, mientras miraba como sus dos pequeños corrían como Dios los trajo al mundo, divertidos por haberse escabullido una vez más a su madre.

-Hola hermosa. – Saludó Anthony con un beso en los labios de su esposa mientras dejaba que sus hijos continuaran con su travesura. - ¿Qué sucede? – Preguntó sin dejar de sonreír.

-Nada. – Respondió Candy con la misma sonrisa que su esposo. – Que ni Alexander, ni Alexis quieren que los cambien de ropa. – Decía con la ropa de ambos en las manos. Anthony tomó las prendas para ir por sus hijos.

-¿Quién quiere salir a pasear? – Preguntó el rubio como si se dirigiera al aire.

-¡Yo papá! – Dijo Alexander de inmediato.

-¡Yo! – Gritó Alexis de la misma manera ilusionado con la propuesta que había hecho su padre.

-Creo que no es así. – Dijo Anthony mirando a sus dos pequeños quienes lo miraban desde su pequeña estatura con el cuello totalmente estirado al tener que hacer la cabeza hacia atrás para alcanzar a ver el rostro amable de su padre, confundidos por sus palabras. – Solo su mamá y yo estamos listos para salir. – Dijo de nuevo, indicándoles a ambos que ellos si portaban ropa, por lo tanto podrían salir de la mansión en cualquier momento.

-¡Cámbiame a mí mamá! – Dijo Alexander de inmediato, el pequeño había comprendido el por qué no podría salir con sus padres a pasear.

-Creo que ya no hay tiempo. – Dijo Candy, simulando que veía el reloj y debía apresurarse para salir. – Su papá ha llegado y tenemos que salir. – Dijo de nuevo ante la mirada de angustia de los pequeños quienes pensaban que sus padres se irían sin ellos de paseo.

-¡No mamá! – Decía Alexis quien ya creía que los dejarían solos. – Cambia a Alexis. – Decía refiriéndose a él mismo como si hablase de su hermano.

-Cambia a Alexander papá. – Dijo Alexander acercándose a su papá al ver que era él el que tenía la ropa consigo.

-Bien, yo me encargaré esta vez de cambiar a ambos. – Dijo el rubio con una sonrisa a sus hijos. – Pero de ahora en adelante quiero que obedezcan a su mamá cuando ella quiera cambiarlos. – Les dijo acercándose hasta la altura de ellos para enfrentar sus rostros y con ternura reprenderlos. - ¿Muy bien? – Preguntó a los dos pequeños, quienes sonrieron asintiendo que así sería. – Bien, vamos. – Les dijo llevándolos a ambos de la manita para poder vestirlos. Candy observó como el cuerpo rellenito de sus hijos caminaba de la mano de su esposo, dispuestos a ser vestidos sin objetar nada, muy al contrario de lo que ella había tenido que hacer momentos antes, ya que ni el "premio" por portarse bien había funcionado esta vez, el cual consistía en un helado de chocolate, sin embargo ambos sabían bien que de todas maneras obtenían ese premio por parte de su madre, así que se divertían un rato antes de obedecer.

-Gracias. – Dijo Candy con un movimiento de labios al ver que su esposo volteaba a verla para sonreírle de manera amorosa, guiñándole un ojo coqueto al mismo tiempo que desplegaba su maravillosa sonrisa. Candy se sonrojó por el gesto y quedó sin aliento al ver el rostro de su guapo esposo. A pesar del tiempo juntos, Anthony poseía aún el toque de estremecerla con tan solo un pequeño gesto.

Todos esos pequeños detalles que tenía Anthony con ella eran los motivos por los cuales la llama del amor se mantenía encendida. Candy sabía cuánto amaba a su príncipe y cuanto la amaba él a ella, por eso siempre intentaba tener todo bajo control para que él al llegar pudiera disfrutar de la tranquilidad en su hogar, sin embargo a veces las situaciones la sobrepasaban en algún momento, siendo él el encargado de controlar la situación.


Tres años después de que tuvieron a sus dos gemelos, Candy volvió a darle la sorpresa al rubio, mientras los demás ya llevaban varios hijos, ellos apenas anunciaban su segundo embarazo.

-Buenas noches Sr. Brower. – Dijo Candy mientras lo abrazaba por el cuello para besar sus labios con delicadeza. Acababan de acostar a los pequeños quienes ya dormían en la habitación contigua. Anthony la abrazó por la cintura y suspiró enamorado.

-Buenas noches Sra. Brower. – Le dijo correspondiendo al beso que ella le daba, comenzando a besar después sus mejillas para ir bajando poco a poco y recorrer así con cortos besos su suave cuello.

Candy lo miraba con un brillo muy particular en sus ojos, un brillo que escondía la felicidad, el deseo y el amor al mismo tiempo.

-¿Sucede algo Sra. Brower? – Preguntó con picardía mientras comenzaba a quitar la bata de noche que llevaba puesta la rubia. Sus manos comenzaban a acariciarla mientras esperaba que ella respondiera a su pregunta. Candy rió traviesa por las cosquillas que él le provocaba.

-Nada Sr. Brower. – Dijo traviesa, Anthony dejó de besarla y acariciarla y se enfocó en sus ojos, sabía que algo escondía y quería saberlo. Ella sonrió iluminando el rostro de su marido con aquella sonrisa.

-¿Positivo? – Preguntó emocionado. Candy asintió de la misma manera.

-Positivo. – Dijo feliz por la noticia que había recibido horas antes.

-¡Vamos a ser padres de nuevo! – Dijo emocionado, feliz por la noticia que le confirmaba su esposa, noticia que tenían días sospechando pero al haber sido antes presa de los mismos síntomas no habían querido ilusionarse al haber salido negativas en dos ocasiones anteriores.

-Vamos a ser padres. – Dijo Candy ilusionada por su embarazo y por la felicidad que veía en su esposo.

Anthony la levantó entre sus brazos para girar con ella ilusionado, su familia crecía y se sumaba un próximo integrante para llenar más de alegría a la que ella junto con sus gemelos le habían regalado esos años juntos.

-¡Te amo tanto! – Le dijo ilusionado, feliz, pleno por todas las emociones que la noticia le generaba.

La familia de los Brower festejó por lo alto el nuevo anuncio, como lo hacía cada que un nuevo integrante era anunciado, los abuelos estaban felices, sobre todo el abuelo Vincent quien se había quedado a vivir definitivamente en Chicago para poder disfrutar de sus nietos, quería vivir todo lo que no había vivido al lado de su hijo, disfrutar de la inocencia y alegría de sus nietos, quienes cada vez que estaban a su lado lo hacían reír y divertirse.

Los pequeños se habían dedicado junto con su padre a cuidar y consentir a su mamá, les gustaba cómo su papá llegaba todas las tardes con alguna sorpresa nueva para ellos o para su esposa, dedicándoles tiempo y sobre todo su amor a su familia.

-¡Papá! – Dijo Alexis feliz al recibir a su padre. - ¡Hoy el bebé ha pateado con fuerza en mi mano! – Decía el pequeño emocionado.

-¿De verdad? – Preguntó Anthony mientras recibía a su hijo entre sus brazos, cargándolo para buscar a su linda esposa y a Alexander. - ¿Dónde está tu mamá y Alexander? – Preguntó de nuevo a su pequeño.

-Mamá está en la habitación recostada, estaba muy cansada. – Dijo el pequeño con inocencia. – Y Alexander se quedó a cuidarla mientras yo vine a recibirte, junto con el abuelo. – Dijo como si se tratara de un niño mucho mayor a lo que era. Anthony le sonrió agradecido, besando su mejilla, con el corazón preocupado por lo dicho por su hijo, mientras saludaba y sonreía a Don Joaquín.

-¿Se ha sentido mal? – Preguntó con impaciencia a su suegro, quien lo miró tranquilo.

-No, lo que sucede es que estuvo haciendo muchas cosas. – Explicó Joaquín. – Ya sabes cómo es. – Dijo de nuevo, refiriéndose a que su hija era un torbellino a pesar de estar esperando de nuevo, ya que su trabajo a pesar de ser tan solo unas horas la agotaba de verdad.

-Vamos con ellos. – Le dijo sin bajar a Alexis de sus brazos.

-¿Qué nos trajiste hoy? – Preguntó Alexis demostrando que tan solo era un chiquillo. Anthony le sonrió con dulzura a su hijo.

-Hoy traje un dulce para cada uno. – Dijo extendiendo una pequeña bolsa que contenía los dulces para su pequeño y su esposa.

-¡Que rico! – Dijo Alexis emocionado. - ¡Alexander, papá nos trajo un dulce! – Dijo bajándose de los brazos de Anthony para acercarse a su hermano, quien se encontraba junto a su mamá y su abuela Roxanne.

Joaquín y Roxanne habían llegado unos días antes, decididos a ayudar a Candy y a Anthony con los gemelos, ya que a pesar de que Vincent y la tía abuela les ayudaban bastante, sabían que nunca era de más tener ayuda extra. Anthony sonrió agradecido al ver que su suegros se retiraban de la habitación para dejarlos solos.

-Buenas tardes mi amor. – Le dijo besando sus labios con ternura.

-Buenas tardes mi amor. – Respondió Candy con el mismo amor que le expresaba su esposo. - ¿Cómo te fue? – Preguntó cuándo lo vio sentarse junto a ella.

-Bien, todo marcha de maravilla en las empresas. – Dijo comenzando a frotar su vientre. - ¿Cómo te sientes? – Preguntó sin dejar de acariciar su pancita.

-Bien. – Respondió con una sonrisa, ocultando el cansancio que sentía. Conforme iban pasando los meses este se hacía más pesado.

-Alexis dijo que te sentías cansada. – Dijo delatando que su hijo lo había informado. Candy sonrió de lado.

-No te preocupes. – Dijo tranquilizando al rubio. – Me siento bien. – Volvió a decir mientras con su mano acariciaba el rostro de su esposo.

-¿De verdad? – Preguntó Anthony una vez más. Candy asintió. - ¿Me dirías si no es así verdad? – Preguntó de nuevo.

-Sabes que si… - Dijo Candy sin dejar de acariciar su rostro y mirar sus bellos ojos. – No quiero que algo salga mal. – Dijo sincera la rubia. Anthony sonrió agradecido por sus palabras.

-No quiero pasar otro susto. – Dijo Anthony de nuevo ya que días atrás Candy había sufrido una caída y se había asustado tanto que ya no quería ir a trabajar, sin embargo su padre y sus suegros lo convencieron de que ellos cuidarían de Candy, sin embargo la rubia continuó con sus actividades cotidianas normales como si nada hubiese pasado. –Tú y mis hijos son lo más importante para mí pecosa, y no quiero volver a sufrir esa angustia jamás. – Le decía besando su vientre, cerrando sus ojos mientras sentía como su pequeño comenzaba a patear con fuerza.

-Ya ves. – Dijo Candy. – Hasta él te dice que está bien. – Dijo Candy con travesura. Anthony sonrió por sus palabras.

-Y así quiero que continúe. – Le dijo nuevamente. – A partir de mañana me quedaré junto a ti. – Dijo para sorpresa de Candy. – Así que usted Sra. Brower tendrá que soportar no solo a un Brower en la casa, sino a tres al mismo tiempo. – Dijo como amenaza de tener a los tres sobre ella todo el tiempo.

-Dirás a cuatro. – Dijo Candy señalando su vientre, anunciando que sería niño el que tendría.

-Tienes razón, cuatro… – Dijo Anthony divertido, al igual que ella sentía que el bebé que esperaban era también un niño.

Después de la caída Andrea había dado la instrucción de que permaneciera en reposo, sin embargo la necedad de Candy la había llevado a no seguir las instrucciones, pero con el paso de los días se decidió a aceptar al sentir que su movilidad no era la misma que los primero meses.

A partir de ese día Anthony se quedó junto a ella, mientras ayudaba a sus suegros a cuidar a sus hijos y al mismo tiempo a atenderla a ella, le llevaba el desayuno, comida y cena hasta la cama y no se le permitía bajar las escaleras.

-Creo que voy a quedar bastante consentida. – Dijo a modo de queja la pecosa.

-Eres nuestra consentida. – Dijo Anthony besando a Candy en la boca.

-¡Papá besó otra vez a mamá! – Dijo Alexander cubriendo con sus manitas su hermoso rostro, sus cortos rizos se movían de un lado a otro mientras movía su cabeza como negando lo que había visto.

-Alexander, eso hacen los papás cuando quieren a las mamás. – Dijo Alexis quien era más formal en sus comentarios. - ¿Qué no has visto a los tíos? – Preguntó tranquilamente.

-Es algo que no me gusta ver. – Respondió Alexander de nuevo. Candy y Anthony reían por la inocencia de sus hijos, alegres de compartir cada detalle con ellos.

-Eso es verdad hijo. – Dijo Anthony a modo de enseñanza. – Cuando uno ama hay que demostrar los sentimientos a esa persona, hay que cuidarla, y demostrarle lo importante que es para ti, pero sobre todo hay que respetarla mucho. – Dijo mirando a su esposa con cariño, mientras sus hijos escuchaban atentos a las palabras que su padre les decía y a la manera en la que él cuidaba y amaba a su madre.

Los días continuaban y Candy tuvo que aguantar todas esas semanas con tres Brower revoloteando a su alrededor y si bien era divertido Anthony entendía que tenía que tener sus momentos a solas para estar con ella misma, aunque a veces ella quería disfrutarlos solamente con él, pero era difícil hacerlo cuando sus hijos no querían desprenderse de ellos.

-Anthony. – Dijo una noche Candy moviéndolo con fuerza para despertarlo.

-¿Qué sucede amor? – Preguntó angustiado, sentía que ya era el momento de ir al hospital con ella, ya que tenía días que había llegado al número de semanas en las que habían nacido los gemelos. - ¿Ya? – Preguntó intentando contener sus emociones. Candy asintió sin responder con su boca, al momento de que se movió sintió como la cama comenzaba a mojarse.

-Creo que rompí fuente. – Dijo Candy con dificultad. Anthony se levantó de inmediato, y antes de avisar a sus suegros o a su padre como la vez anterior, se dirigió a cambiarse de ropa, despojándose de su pijama lo más rápido que le permitía su nerviosismo.

-Vamos. – Le dijo una vez que se había asegurado de cambiar a su esposa.

Anthony avisó a sus suegros y a su papá de que había llegado la hora y mientras los suegros decidían acompañarlo, Vincent se quedaba a vigilar a los pequeños y el matrimonio De la Garza acompañaba a Anthony quien llevaba en los brazos a su esposa.

Llegaron al hospital y a pesar de que ya habían pasado por eso anteriormente los nervios seguían a flor de piel con los rubios, sobre todo en Anthony quien tenía que quedarse nuevamente del otro lado de la puerta a esperar el resultado.

-Tranquilo Anthony. – Dijo Joaquín. – Ya hemos pasado por esto. – Dijo de nuevo el buen hombre, enfocando sus ojos verdes en Anthony, quien lo miró conmovido por sus palabras, sin embargo ninguna de ellas era un consuelo para él.

-Creo que nunca me acostumbraré a este sentimiento. – Dijo Anthony con melancolía, le daba gusto saber que pronto tendría a su hijo en brazos, pero le dolía en el alma no poder hacer nada para evitar el dolor de su esposa, así que a Anthony le tocaba sufrir la angustia en la sala de espera mientras Candy sufría en labor de parto, dos sufrimientos diferentes pero que ambos eran parte del proceso para lograr dar vida a un nuevo ser.

-Yo tampoco lo haría, créeme. – Le dijo Joaquín nuevamente, aclarando que solo había hablado para intentar reconfortar a su yerno, no le quedó otra más que sentarse a su lado y orar ambos por el bienestar de Candy y su hijo.

Como en el embarazo anterior los minutos parecían horas y pronto Anthony comenzó a caminar como un día lo había hecho Albert de un lado a otro por la sala del hospital, mientras todos los hombres de la familia estaban al tanto de sus movimientos, en esta ocasión habían sido avisados por Vincent y llegaban para darle ánimos.

-Tranquilo Brower. – Le dijo Terry, quien esta vez sí llegó al nacimiento del hijo de su amigo. – Todo estará bien, recuerda que está en muy buenas manos. – Decía el rebelde con buenas intenciones, él estimaba mucho a Anthony lo había demostrado infinidad de veces, pero también había llegado a apreciar a Candy de una manera muy especial. Anthony le sonrió agradecido por sus palabras, pero dijeran lo que dijeran nadie le quitaría su angustia hasta saber que ambos estaban fuera de peligro.

-Tómatelo, te hará bien. – Le dijo Albert extendiendo un café a su sobrino. Anthony lo tomó por inercia, extendiendo su mano para tomar la taza ofrecida.

-¿Aún nada? – Preguntó Stear quien había ido a comer algo. De nuevo andaba con antojos, iba por su cuarto hijo.

-Nada hermano. – Dijo Archie quien lo vio divertido cuando veía que el lindo rostro del inventor venía manchado de comida, decidiéndose a limpiarlo para que se viera presentable. - ¿Qué diría la tía abuela si te viera así? – Le dijo con gracia, haciendo reír a todos por el comentario.

-Lo mandaría lavar de inmediato. – Dijo la matriarca que llegaba en compañía de Vincent. Anthony los observó preguntándose dónde estaban sus hijos.

-Tranquilo hijo, los llevé a la mansión y están con Annie y Patty. – Dijo tranquilizando al rubio, quien sonrió agradecido. - ¿Cómo estás? – Preguntó con ternura a su hijo.

-Nervioso papá. – Dijo solamente en respuesta, siendo abrazado por su padre quien lo consoló un momento.

-¿Señor Brower? – Preguntó el médico que venía junto a la enfermera. Anthony se acercó a el con duda.

-¿Cómo está mi esposa y mi hijo, doctor? – Preguntó directamente, no quería saber nada más solo saber cómo estaban ambos.

-No sé cómo decirle esto. – Dijo el médico sosteniendo la mirada en el rubio, quien sintió que el miedo se apoderaba de su cuerpo. – Pero lo que ha sucedido no es algo muy común. – Repitió de nuevo algo sorprendido, ya no con la misma tranquilidad que lo había hecho la vez anterior.

-¿Qué sucede doctor? ¿¡Están bien mi esposa, mi hijo!? – Volvió a preguntar de nuevo angustiado, los demás integrantes de la familia permanecían en silencio, esperando que respondiera aquel hombre que se había quedado callado por un segundo, pero que para todos ellos era una eternidad.

-Están en perfecto estado. – Dijo el médico para tranquilizar a los presentes. – La doctora Ardlay me asistió en esta ocasión porque no esperábamos nuevamente la llegada de dos niños. – Dijo para asombro de Anthony y los demás, quienes se miraron unos con otros felices por la noticia.

-¿Dos? – Preguntó Anthony una vez más, entre confundido y feliz. - ¿Han sido dos? – Preguntó nuevamente como si no estuviera muy seguro de ello ya que el vientre de Candy esta vez no parecía estar tan grande como la vez anterior.

-Dos caballeritos de nuevo. – Dijo el médico. - Ambos sanos y fuertes, pero de menor tamaño que los anteriores. – Dijo al recordar a los primeros hijos de la enfermera Brower. – Así que ya sabe que tendrán que permanecer en observación por el tiempo de gestación. – Dijo de nuevo el médico sonriendo con simpatía. – Pero no se preocupe, todo estará muy bien, se lo digo porque no quiero que se vaya a preocupar como la vez anterior. – Le dijo riendo despreocupado.

-¿¡Puedo pasar a ver a mi esposa!? – Preguntó reaccionando ya a las palabras del médico.

-Un momento más estará en su habitación y la enfermera vendrá por usted. – Dijo para retirarse por fin del lugar.

-¡Vaya Brower! ¡Resultaste un semental! – Dijo Terry palmeando su hombro, mientras Anthony reía por su comentario.

-¡Hermano, tendrás que pensarla bien si quieres tener otro más! – Dijo Archie abrazándolo.

-Qué envidia, yo voy por el cuarto y solo ha sido de a uno por viaje. – Dijo Stear con gracia. – Sería mejor se hubieran venido dos por uno. – El comentario hizo reír a todos, sobre todo a Anthony quien no sabía si reía más de felicidad o por los nervios que sentía.

-Creo que ahora sí necesitarán ayuda. – Dijo Roxanne acercándose a su yerno. Anthony le sonrió por el comentario.

-Creo que ahora sí necesitaremos ayuda. – Dijo Anthony con una gran sonrisa, pensando en cómo estaría su esposa.

-Felicidades. – Dijo Albert con una sonrisa. – No te preocupes, con ayuda todo estará bien. – Dijo de nuevo palmeando la espalda de su sobrino.

-Lo sé tío, ahora lo sé. – Dijo ya más relajado.

Joaquín, Vincent, Elroy, Juliette y Michael, se acercaban a felicitar al rubio, todos felices porque tenían a dos nuevos integrantes, eso los ponía más felices, sobre todo a los mayores quienes veían en las nuevas generaciones a los futuros encargados de la familia.

-La familia crece Anthony. – Dijo Joaquín con una gran sonrisa.

-Yo siempre quise tener una familia numerosa junto a tu madre. – Dijo Vincent abrazando a su hijo quien se había sentado por un momento, agotado por tanto ir y venir. Anthony lo escuchó con tristeza. – Sin embargo el destino nos tenía preparada otra cosa. – Dijo melancólico. – Me alegra que tú si hayas tenido la oportunidad de ser padre y tener esa familia con la que ahora cuentas. – Anthony le sonrió conmovido, feliz por las palabras de su padre, palabras que lo alegraban al entender lo que buscaba hacer, sin embargo la emoción que sentía no era negativa al contrario era una de completa felicidad, y como había dicho Archie había llegado la hora de plantearse si sería bueno buscar la niña que deseaba, sin embargo sabía que el riesgo era mucho, el dolor de Candy al momento de parir y la angustia que padecía él en la espera a pesar de ser recompensados eran mucho que pensar.

-Jamás me imaginé tener cuatro hijos de pronto. – Dijo a todos los que lo escuchaban. – Sin embargo estoy feliz de tener a Candy y a mis hijos a mi lado, pero también estoy muy agradecido por contar con todos ustedes. – Dijo viendo agradecido a todos los que estaban con él que nunca lo abandonaban en las buenas ni en las malas. – Gracias por apoyarme siempre. – Les dijo una vez más, todos comenzaron a agradecerle a él también ya que siempre había estado para ellos.

-Señor Brower. – Dijo la enfermera que había salido momentos antes con el médico. – Acompáñeme por favor. – Le dijo con una sonrisa. Anthony volteó a ver a todos y se dirigió hacia la habitación de su esposa, esta vez el corredor le parecía largo, pero por la emoción que tenía por ver a su esposa. – Estaba a punto de dormirse, pero no quiere hacerlo hasta verlo a usted. – Dijo la joven antes de abrir la puerta. Anthony asintió con una gran sonrisa, sonrisa que reflejaba la felicidad de saber que su esposa tenía la misma necesidad que él de verlo.

-¿Se puede, hermosa? – Preguntó el rubio asomando su cabeza primero para asegurarse de no hacer ruido en caso de que ella se hubiese dormido.

-Adelante mi amor. – Dijo Candy con una gran sonrisa, su estado no le impedía sonreír al ver el rostro bello de su esposo. Anthony cerró la puerta con delicadeza, quedándose un minuto de pie para observar la belleza de Candy, quien lo miraba con ese brillo tan especial que surgía de sus ojos cuando lo tenía frente a ella, un brillo que él sabía identificar muy bien al anunciarle todo el amor que ella destilaba por él, sus ojos brillaron de la misma manera en respuesta a su mirada. La veía hermosa, sus cabellos caían sobre sus hombros, la simple bata de hospital no le restaba belleza a su imagen, sus hermosos ojos verdes, sus pecas, su nariz pequeña y respingada así como sus suaves y finos labios seguían siendo lo más hermoso para su vista.

-¿Cómo te sientes? – Preguntó Anthony acercándose a ella. Candy sonrió tímida.

-Cansada… - Respondió Candy. – Pero bien. – Añadió acomodándose el cabello con sus manos, quería verse bien siempre para él, sabía que las madres terminaban muy desaliñadas después del parto y ella quería que su príncipe de las rosas siempre la viera hermosa. - Debo de verme…

-Hermosa… preciosa… - Le dijo Anthony interrumpiendo sus palabras, sentado frente a ella para comenzar a besarla con ternura. – Eres la mujer más bella para mí mi amor, y no me importa si es de mañana, de madrugada, tarde o noche, yo siempre te veré hermosa… - Le dijo besando con recato su boca una y otra vez, con una ternura que hacía que Candy se derritiera, no solo por sus palabras, sino por la manera en la que la trataba.

-Te amo Anthony… te amo… - Le dijo comenzando a llorar de pronto.

-No llores por favor pecosa… - Le dijo en un susurro muy cerca de su rostro, besando sus mejillas, por donde corrían sus lágrimas para así secarlas con sus labios. – Eres mucho más linda cuando ríes… que cuando lloras… - Le dijo una vez más aquella frase que marcó el inicio de su gran amor. Candy sonrió por su comentario.

-No puedo dejar de llorar, pero no es de tristeza. – Dijo la rubia aún con el llanto copioso bajando por sus pecosas mejillas. – Soy muy feliz Anthony, soy tan feliz. – Le dijo abrazándose a su cuello. Anthony la recibió con ternura, protegiéndola entre sus brazos como antes, como siempre.

-Y yo… soy el más feliz de todos pecosa… el más feliz… - Le dio Anthony también emocionado, sintiéndose tan conmovido por las palabras de su esposa que también comenzó a llorar emocionado. – Me has dado cuatro hijos maravillosos, me has rescatado de la soledad, me has dado la familia que creí se me había negado. – Decía sin poder dejar de mostrar sus sentimientos. – Te amo pecosa… te amo… y nunca me cansaré de decírtelo.

-También te amo… - Le dijo Candy feliz. – De nuevo son dos… - Dijo por fin Candy. Anthony se separó un poco de ella para mirarla a los ojos y acariciar su rostro.

-Son dos amor… - Le dijo con ternura. – Creo que ahora si necesitaremos ayuda. – Le dijo sin dejar de verla a los ojos, mientras Candy sonreía agradecida, él sabía bien lo difícil que había sido la primera vez, y ahora sabía bien que el trabajo se intensificaba con la llegada de los nuevos pequeños. - ¿Quieres elegir los nombres? – Preguntó de nuevo. Candy asintió, ya tenían uno de ellos ya que siempre habían dicho que sería niño, pero igual que la vez anterior no esperaban dos. – Andrew y Adrián. – Dijo Candy después de un momento de pensar el segundo nombre.

-Andrew y Adrián. – Dijo Anthony repitiendo los nombres de los que serían sus nuevos hijos.

Los días pasaron y salieron del hospital junto con sus pequeños, quienes iban en brazos de sus padres, mientras Alexander y Alexis los esperaban en la mansión, ansiosos por conocer a sus dos hermanitos.

-¡Alexander, ya llegaron! – Dijo Alexis emocionado, corriendo hacia donde estaba su hermano en compañía de sus abuelos.

Cuando Candy y Anthony entraron cada uno con un bebé en brazos el pequeño Alexis miró extrañado a uno y después a otro.

-¿Dos? – Preguntó extrañado. - ¿Cuál de ellos es mi hermanito? – Preguntó una vez más, intrigado porque ellos esperaban solamente uno.

-¡También son dos! – Dijo Alexander que era más intuitivo que su gemelo. - ¡Son gemelos Alexis! – Dijo sin esperar respuesta por parte de sus padres.

-Así es Alexander, son gemelos. – Dijo Anthony agachándose a la misma altura que su hijo para poder mostrarles a uno de los bebés, mientras Candy le daba al otro bebé a su suegro para que hiciera lo mismo con él. – Alexander, Alexis, ellos son Andrew y Adrián. – Dijo Anthony con una sonrisa al ver los lindos rostros de sus hijos mayores, maravillarse con el rostro de sus hermanos.

-¡Son iguales! – Dijo Alexis emocionado.

-¡Son gemelos! – Dijo Alexander una vez más. - ¡Cómo tú y como yo! – Decía ansioso de que su hermano estuviera tan sorprendido por ese hecho.

-¡Se parecen a ti Alexander! – Dijo de nuevo Alexis, quien seguía haciendo desatinar a su hermano, mientras Anthony reía con ellos.

-Así es Alexis, tus hermanitos también son igual a tu papá. – Dijo Candy orgullosa de ello, le gustaba que sus cuatro hijos se parecieran a su príncipe de las rosas.

-Solo que ellos tienen los ojos de mamá. – Dijo Anthony haciendo referencia que los pequeños tenían los ojos verdes.

Ambos niños eran rubios de cabellos lacios como su padre, ojos grandes y expresivos como su madre y sin pecas, un detalle que sus hermanos habían heredado aunque en menor cantidad.

-¡Ahora seremos más para cuidar a mamá! – Dijo Alexander emocionado de contar con más ayuda, y así era Candy se convertía en la reina entre tanto caballero, sus hombres como llegó a decir más de una vez cuando se refería a sus cinco amores.

Era un día de fiesta, la mansión se había engalanado aquella tarde para celebrar el 75 aniversario de la vieja Elroy, mientras la mansión se cubría de manteles largos para celebrar en un elegante baile por la noche, la comida sería servida en el jardín. Ahí se encontraba Candy sentada con sus cuatro hijos quienes corrían de un lado a otro junto a sus demás primos, incluidos los niños de Terry, María y Dorothy, quienes jugaban haciendo del jardín una especie de parque por tanto niño corriendo alrededor.

Elroy los veía orgullosa, todos esos niños que hacían un gran alboroto eran su familia, una familia ruidosa y numerosa que jamás en la vida se había imaginado tener. Le gustaba ver cómo los pequeños jugaban entre sí y de pronto se acercaban a ella para agarrarla a besos, recordando cuando Anthony, Albert, Archie y Stear hacían lo mismo, solo que ahora eran muchos más los que se habían agregado al gran Clan de los Ardlay.

-¡Mamá, ahí viene papá! – Dijo Alexis emocionado al ver a su padre caminando lentamente, tomando de la mano a la pequeña princesa que apenas aprendía a caminar. Candy lo vio nuevamente con esos ojos llenos de amor e ilusión, pensando que se veía realmente guapo de papá y con su pequeña princesita de la mano. - ¡Ashley! – Gritó de nuevo el inquieto Alexis.

Ashley era el nombre de la hija menor de Anthony y Candy, una pequeña pecosa de rizos rubios y mirada azul royal como su padre, llevaba su cabello adornado con dos coletas y un par de grandes moños las adornaban. Como le había pasado a Stear de tener cuatro hijos seguidos uno tras de otro, de esa manera le había pasado a Candy y Anthony, después del nacimiento de Andrew y Adrián a los pocos meses había quedado embarazada de la pequeña Ashley, llegando para completar aquella familia tan bella que habían formado los dos rubios, la pequeña era la consentida de todos, sobre todo de Anthony quien veía en aquella niña a su propia esposa ya que nunca había podido olvidar aquella imagen que había visto en el hogar de Ponny de la pequeña Candy quien a pesar de no tener padres en ese momento tenía una mirada feliz y optimista, a pesar de ello él sintió en corazón la necesidad de protegerla y de consolar su alma al causarle una ternura infinita, ahora tenía a la princesita que tanto había deseado y sentada sobre una manta tenía a la que gobernaba su reino junto a él, quien los miraba orgullosa desde su lugar.

El llamado de Alexis hizo que Ashley se emocionara, ya que adoraba a sus hermanos, sobre todo a Alexis y Alexander que al ser los mayores la consentían mucho, ya que Andrew y Adrián solamente tenían un año de diferencia con respecto a ella. La pequeña se soltó de la mano de su padre intentando llegar con rapidez hasta donde había escuchado la voz de su hermano, sin embargo sus aún torpes pasos la hicieron caer antes de llegar a su objetivo.

Anthony, Candy y por supuesto sus hermanos de corrieron a auxiliarla, pero al caer a los pies de Romeo el pequeño de cuatro años se inclinó a extender su mano para ayudarla a levantar. La pequeña que iba a comenzar a llorar, se detuvo por un segundo al ver que quien le extendía la mano no era ninguno de los que ella había pensado. Romeo sonrió al ver la mirada azulada y acuosa de la pequeña pecosa, azul zafiro y azul royal se encontraron y el pequeño Romeo se sonrojó sin percibirlo, pero los demás incluso Terry se dieron cuenta de todo.

-No llores. – Le dijo a la pequeña. – Todo estará bien. – Dijo con una sonrisa, sin embargo la pequeña Ashley no lo sentía así y comenzó a llorar buscando el refugio de su madre, quien agradeció con un beso a Romeo y tomó en brazos a su hija para consolarla.

Romeo se había quedado apenado porque no había logrado consolarla.

-Tranquilo campeón. – Dijo Terry a su hijo. – Ella estará bien. – Le dijo de nueva cuenta, esas palabras hicieron que el pequeño castaño sonriera ilusionado, retirándose a jugar con los demás niños.

-¡Alexis, Alexander! – Gritó a sus dos grandes amigos, quienes lo esperaban para continuar con el juego que habían armado antes de comer.

-Creo que alguien se ha enamorado. – Dijo Terry queriendo molestar a Anthony.

-No digas tonterías, tu hijo es muy pequeño al igual que mi hija. – Dijo Anthony sonriendo, sin embargo no podía negar lo que había visto en el rostro del hijo de Terry, algo muy parecido a lo que él había sentido cuando vio a Candy por primera vez.

-Sabes Brower… - Dijo Terry mirando a su hijo correr junto a los hijos de Anthony y los demás niños. – No me molestaría que mi hijo se fijara en la pequeña pecosa. – Dijo sincero. – Es más creo que sería lo mejor que me pudiera pasar. – Dijo de nuevo con una sonrisa. Anthony sonrió no muy convencido de ello, no porque no apreciara a Terry, sino porque estaban hablando de su pequeña princesita y como todo padre había celo en ello, sin embargo Anthony sabía que era la ley de la vida y que alguna vez, algún día que él esperaba muy lejano su hija y sus hijos deberían formar su propia familia.

-Pues por lo pronto tendrás muchas niñas para escoger. – Dijo Stear quien advertía que el pequeño hijo de Terry tenía un don especial con las demás niñas que estaban en el jardín.

-¿Qué te digo? – Dijo Terry orgulloso de su vástago. – Sacó en lo guapo a su padre. – Dijo una vez más. Nadie podía negarlo, sus dos hijos eran su vivo retrato, ninguno había heredado a su madre solamente el carácter, pero al ser tan rebelde como el de su padre ya ni se sabía a quién habían heredado.

-¡Arthur no! – Se escuchó de pronto la voz de Julieta, quien al parecer estaba discutiendo con el hijo mayor de Archie y todo parecía indicar que Arthur la estaba molestando. Terry se puso al tanto de la situación de inmediato, lo mismo que Archie, quien no toleraba que su hijo fuese un malcriado mucho menos si había una niña implicada.

-¡Pero Julieta, yo quiero jugar con mis primos! – Decía Arthur también defendiendo su punto. En ese momento los dos rebeldes, elegante y actor pusieron más atención a la pequeña discusión que protagonizaban sus primogénitos.

-¡Pero tú debes estar conmigo! – Dijo de pronto la pequeña, llamando la atención de Archie y la pena de Terry. - ¡Tú eres mi novio y debes estar conmigo! – Decía la pequeña sorprendiendo a todos de inmediato.

-¡Soy tu novio, pero quiero jugar! – Decía Arthur viendo como los demás niños jugaban riéndose divertidos.

-¡Los novios siempre están juntos! – Decía la pequeña nuevamente. Archie vio a Terry de lado. - ¿Qué no has visto a nuestros papás? ¡Todos están siempre juntos! – Arthur puso sus dos manitas en sus mejillas y las jaló hacia abajo en señal de desesperación.

-¡Julieta si me sigues presionando mejor dejamos de ser novios! – Dijo Arthur ya desesperado.

-¿Eso quieres? – Preguntó Julieta con sus dos manos en la cintura.

-¡Quiero jugar! – Dijo Arthur impaciente, mientras Alan, Alexander y Alexis los llamaban para formar equipo junto a Juanita y Julia y los gemelos de José y Dorothy.

-¡Bien! – Dijo Julieta cruzando sus brazos, mientras Arthur salió corriendo hacia los demás, ilusionado porque podría jugar un rato.

El incidente no había pasado desapercibido para nadie, quienes miraban a Terry divertidos porque decía que su hija nunca tendría novio y por lo que habían visto la pequeña de tan solo 8 años se había flechado con el hijo de Archie y Annie y al parecer el pequeño estaba igual, sin embargo las ganas de jugar propias de su edad le habían ganado aquella vez.

-¿Qué les digo? – Dijo Terry sonriendo de lado. – Saca a su madre. – Dijo sintiendo como un pellizco le llegaba a su brazo, era Mack quien había escuchado todo también y se acercaba a su hija para consolarla a ver que se había quedado bastante molesta. -¡Au!- Gritó Terry al sentir el pellizco, siguiendo a su esposa para hablar con la pequeña.

-¿Qué sucede hija? – Preguntó Mack a Julieta.

-Arthur no quiere estar conmigo. – Decía molesta, Mack recordó en su hija los berrinches que ella hacía de pequeña.

-No es eso hija. – Dijo Terry intentando comprender aquel hecho. – Lo que sucede es que están muy pequeños para estar de novios, primero deben de divertirse, jugar. – Decía Terry explicando a su hija la situación. La pequeña observaba con atención a su padre y después de un rato salió corriendo a jugar con los demás con una gran sonrisa en sus labios.

-¿Qué le dijiste? – Preguntó Anthony al ver que la pequeña jugaba feliz con los demás.

-Nada. – Dijo Terry con una sonrisa. – Simplemente le dije que cuando ella fuera mayor Arthur sería el que iba a querer estar con ella en todo momento. – Dijo a su amigo, quien sonrió por lo dicho por el rebelde. - ¿Qué hago? Salió enamorada como su padre… - Dijo de nuevo resignado.

-Veo que ya aceptaste que tu hija y mi hijo son muy unidos. – Dijo Archie orgulloso porque su hijo había resultado ser un rompecorazones.

-No cantes victoria elegante, aún falta que crezcan y tu hijo andará detrás de mi hija, pero no te aseguro que ella le haga caso. – Dijo Terry muy digno.

-Pues por lo pronto es tu hija la que sofoca a mi sobrino. – Dijo Stear apuntando hacia donde estaban los pequeños jugando y pudieron ver como ambos niños estaban tomados de la mano. Archie y Terry sonrieron ante aquella escena, viendo en sus hijos a un Mini Archie y a una Mini Terry tomados de la mano.

Candy llegó junto a su esposo e hizo lo mismo, lo tomó de la mano sorprendiéndolo gratamente, sonriendo con dulzura al ver que su esposo la recibía con ternura, abrazándose a su cuerpo con delicadeza, fundiéndose cada vez más.

-¿Cómo está Ashley? – Preguntó Anthony a su esposa.

-Se quedó dormida. – Dijo la rubia para tranquilizar a su esposo. – Está bien, no te preocupes. – Le dijo sonriendo. Anthony sonrió tranquilo, sabía que su esposa le decía la verdad.

-¿Y Adrián y Andrew? No los he visto. – Dijo Anthony buscando entre los niños a los pequeños diablillos que habían resultado los del medio. Candy sonrió y apuntó hacia el lugar donde se encontraban los pequeños, sentados en las enaguas de la tía abuela.

-Escuchando las anécdotas de la tía abuela. – Dijo con una sonrisa. Anthony sonrió de la misma manera que lo había hecho su esposa, mirando con ternura la dulce escena que protagonizaba la matriarca con sus hijos.

Por la noche, solo los adultos habían asistido al baile, mientras los más pequeños habían permanecido unas horas y antes de las diez de la noche se habían retirado a dormir, Julieta entre todos era la más molesta ya que insistía en bailar con Arthur una vez más.

Candy y Anthony bailaban en la gran pista de baile, mientras a su alrededor bailaban los demás integrantes de la familia, Albert y Andy, Stear y Patty, Archie y Annie, María y Juan, José y Dorothy y Terry y Mack, así como Roxanne y Joaquín, Janice con el Sr. Cornwell, mientras Vincent, Michael y Juliette platicaban amenamente entre ellos y la matriarca. Los invitados estaban realmente divertidos con la gran fiesta, mientras Elroy veía a todos agradecida por haber disfrutado tanto a su familia. La noche transcurrió rápida y pronto terminó, retirándose cada uno a sus habitaciones. Las luces de la mansión de Chicago una vez se apagaban después de una gran fiesta y el silencio comenzaba a reinar en cada una de las paredes que resguardaban a sus habitantes.

Continuará…

Hola hermosas, espero hayan disfrutado de este capítulo, muchas gracias por leer. Espero estén al pendiente del último capítulo el cual no tengo idea cuando vaya a publicar porque la verdad no me convence como ha quedado, espero que sea para el próximo viernes, sino será para el próximo lunes. Muchas gracias por comprender. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

Mía811. Hola hermosa, que bueno que te gusta la historia, espero que continúes hasta el final. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

TeamColombia. Hola hermosas, muchas gracias por sus comentarios, agradezco que sigan al pendiente de la historia. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes.

Julie-Andley-00. Hola hermosa, aquí ya concluyeron cada uno con su familia, me quedó bastante largo, espero no te aburra. Los Leagan como te había mencionado anteriormente ya no tenían cabida en la historia, solo una mención así que más o menos fue lo que pasó con su triste vida. Muchas gracias por leer hermosa, saludos y bendiciones.

Mayely León. Hola hermosa, me da gusto que estés muy bien al igual que tu familia. Muchas gracias por darte el tiempo de leer mis historias, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Rose1404. Hola hermosa, buenas noches. Espero que aún estés despierta y puedas leer el capítulo, el cual también espero disfrutes como los anteriores. Muchas gracias por ser tan fiel a la lectura. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

lemh2001. Hola hermosa, que bueno que te gustó el capítulo anterior, espero que este también te haya gustado mucho. La verdad que me pasé en lo largo, espero no te aburra y puedas leerlo completo. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones!

Leidy. Hola hermosa, que bueno que te han gustado los capítulos, gracias por comentar y seguir al pendiente de las actualizaciones.

Aminaabud. Hola hermosa, tienes razón antes los padres se quedaban afuera esperando el resultado del nacimiento de sus hijos, al igual para saber el sexo del bebé y solo tenían que esperar hasta que saliera. Muchas gracias por leer amiga hermosa, te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Clint Andrew. Hola hermosa, ya te extrañaba, me da gusto que sigas con la lectura y a pesar de que aún no llegas a esta capítulo espero pronto lo hagas y puedas dejarme un comentario para saber qué piensas de él. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

María José M. Hola hermosa! Dirás de cinco! en este capítulo cierran la fábrica jajaja ya era hora, después de cinco espero ya no no tengan otra sorpresa más jajaja. Saludos hermosa gracias por leer.

Ster Star. Hola hermosa! siento mucho haberte metido en aprietos con el capítulo anterior, espero que con este no hayas hecho muchos gestos y no te hayan sorprendido jajaja aunque en este no hay escenas "juertes" muchas gracias por leer sé que es difícil para ti y agradezco mucho que lo hagas. Te mando un fuerte abrazo.

Muchas gracias a cada una de las lectoras que esperan cada capítulo, como dije más arriba el último capítulo lo tengo en edición pero no estoy aún muy convencida, así que tengo que volver a leerlo y leerlo hasta que me guste como quede, así que no se desesperen llegará también y con ello el final de esta historia. Muchas gracias por leer y sobre todo por haber recibido tan bien esta historia, me alegra saber que les ha gustado y sobre todo ver que se lee por varios países, gracias de verdad.

GeoMtzR.