PENSÉ QUE NO LA EXTRAÑABAN, POR ESO NO SUBÍA EL CAPÍTULO XD.

Hola hermosas, aquí estoy nuevamente con el último capítulo de esta historia, una disculpa si me tardé más de lo esperado pero se darán cuenta que es la historia más larga que he escrito y el final también quedó algo largo, ojalá no las aburra. Como ya saben no hay continuación en ninguna de mis historias y no escribo epílogo por lo mismo, porque les hago un viaje en la vida de casados de los rubios y con ello doy por terminada la historia.

Los personajes no me pertenecen sin embargo los que completan la trama son de mi completa autoría lo mismo que la historia es por ello que no esta permitido publicar en otra plataforma, me reservo los derechos de autor. El contenido del siguiente capítulo contiene escenas no aptas para menores de edad, así que como lo digo siempre si no te gusta este tipo de relatos por favor retírate, No acepto el "Bajo tu propio riesgo" La lectura NO es para menores de edad. Comenzamos!

LEJOS DE TI

CAPÍTULO 38

ANTHONY Y CANDY VIVEN EL FELICES POR SIEMPRE

Sentía como su cuerpo vibraba al estar dentro de ella, sentía cómo su piel se estremecía al sentir el suave contacto con su cálido y húmedo interior, sus movimientos eran lentos, sensuales y cada uno de ellos le hacía disfrutar de la misma manera que él disfrutaba aquella sensación que cubría su piel. Ella se había convertido en su refugio una vez más y lo aprisionaba con fuerza alrededor de su hombría, sintiendo como poco a poco la intensidad del calor aumentaba sin tener la intención de soltarlo, el suave vaivén que iniciaba su cuerpo se fundía en ella con lentitud y suavidad, generando emociones en sus cuerpos que los llevaban al borde de un abismo de pasión al que caían envueltos cada noche.

Candy sentía como el cuerpo de su esposo entraba en ella una y otra vez, amoldándose a su cuerpo como el calce perfecto, sintiendo como crecía dentro de ella aún con mayor fuerza y maestría, fundiéndose en su interior como si quisiese formar un solo cuerpo y permanecer unidos para siempre, sus movimientos sensuales la llamaban y la llevan al delirio de una manera que amaba que lo hiciera. Anthony sentía como si en ese preciso momento pudiera morir y revivir y no le importaría si era estando dentro de ella, disfrutando su cuerpo por última vez. Le gustaba ver como su cuerpo comenzaba a buscar su propio placer al simular como si fuese una amazona que lo cabalgaba con destreza encima de él mientras podía observar el lento movimiento circular que emprendían sus senos al ir entrando una y otra vez en ella, aquella candente danza que sus formas disfrutaban presas de la música que él formaba con sus movimientos y su encanto.

Sus hermosas esmeraldas verdes se enfocaron en los azules de él, maravillada, completamente presa de la pasión del momento, suplicando por continuar con aquellos sentimientos que la atropellaban de golpe mientras su esposo le hacía el amor. Anthony la veía de la misma manera, complaciendo sus deseos como si de su ama se tratara y el fuese en esos momentos un esclavo que hacía todo por verla disfrutar, un esclavo que estaba siendo sometido por su dueña y se apoderaba de sus más básicos instintos, pudiendo hacer de ellos lo que le viniera en gana mientras no se apartara de él jamás.

Se aferró con fuerza a su cintura y la atrajo a él para entrar más profundamente en su cuerpo provocando un gemido que salía con fuerza de los labios de su esposa, quien en ese momento olvidaba todo a su alrededor para abandonarse de lleno a la pasión que la envolvía en su cuerpo, sentía como si una vorágine de pasión se apoderaba de ella y la llevaba a la cúspide de la felicidad, disfrutando aquella entrega como disfrutaba cada una de ellas, moviendo sensualmente su cuerpo para intensificar las sensaciones que la golpeaban con fuerza y se aferraban en su interior negándose a dejarlas fluir para retener lo más posible su deleite.

Sus cuerpos se fundían entre sí, disfrutando cada uno su entrega, gimiendo y gozando entre sí, el latido de sus corazones se sincronizaba al momento álgido de su propio placer, acercándose de manera vertiginosa hacia ellos, sintiendo como sus cuerpos se contraían para alcanzar el clímax al mismo tiempo. Candy sintió que Anthony creció aún más dentro de ella y en respuesta su cuerpo se aferró con mayor ímpetu alrededor de él, buscando la manera de aprisionarlo para recibir todo lo que él debía ofrecerle en ese momento, preparándose para recibirlo gustosa, sus caderas se movían con fuerza y él aguantaba estoico cada movimiento, cada vaivén que intentaba retardar para seguir disfrutando de la calidez de su interior, soportando con gusto cada uno de los envites que recibía afanosamente al ella bajar su cuerpo sobre él.

Ambos cerraron sus ojos al momento que llegaban a la cima una vez más, estallando con júbilo uno dentro del otro, gozando al mismo tiempo el placer contenido en sus cuerpos para dejarlo salir de una manera espontánea y maravillosa. Anthony se inclinaba para acercarse al cuerpo de su esposa y envolverlo con sus brazos mientras la llenaba por completo, buscando incrementar más ese maravilloso sentimiento que lo atrapaba mientras su mente viajaba lejos de él, abandonándolo por unos segundos en los que estaba perdido en su propio deleite, disfrutando de manera intensa aquella liberación que se unía a la de su esposa, quien estaba igual que él, perdida entre sus emociones, con los ojos cerrados mientras seguía moviéndose sobre su esposo para controlar aquella pasión que solo él sabía provocarle, rogando porque él estuviera envuelto en el mismo gozo que su cuerpo experimentaba, contoneando sus caderas para obtener todo de él, siendo celosa en ese momento con ella misma por apoderarse de todos y cada una de las sensaciones que provocaba en el rubio. Se sentía su dueña, se sabía su dueña y él era su dueño, su carcelero, el carcelero que la mantenía aprisionada en su corazón y que ella se mantenía felizmente dentro de él.

El canto de los gallos había llegado tarde a aquella entrega, el sonido de los grillos y los animales nocturnos pasaban a segundo plano cuando llegaba la hora de amarse y demostrarse lo mucho que seguían amándose y necesitándose uno al otro, los ruidos de pasión que salían de sus labios y los movimientos de la cama se escuchaban en aquella gran habitación que guardaba cada uno de sus ecos para impedir que los demás visitantes del rancho De la Garza fueran advertidos de lo que acontecía en aquella habitación.

-Buenos días, pecosa. – Dijo Anthony una vez que había podido hablar. Candy sonrió con su comentario, llevaban horas despiertos aprovechando las primeras horas de la mañana para poder demostrarse su amor una vez más. El calor del ambiente los había despertado en medio de la noche con sed, sed del uno por el otro, encendidos por la pasión que aún seguía gobernando sus cuerpos a pesar de los años, como si fueran un par de adolescentes inexpertos que deseaban aprender más sobre aquella maravillosa manera de amarse y demostrar su amor al contrario.

-Buenos días mi amor. – Respondió Candy con una sonrisa de lado, aún encima de él, aún unida a su cuerpo, mientras él la observaba enamorado y aferrado a ella. Sentía como poco a poco su cuerpo volvía a reaccionar provocando una sonrisa traviesa en su rostro. - ¿Aún no tiene suficiente Sr. Brower? – preguntó con travesura la rubia, quien sonreía traviesa al sentir que su esposo volvía a cargar energía, sentía que nuevamente se elevaba erguido dentro de ella, firme y deseoso de continuar una nueva batalla.

-Sabes que nunca tendré suficiente de ti mi amor. – Le respondió besando su boca de manera intensa. Levantándose con ella sin ningún problema para colocarla ahora debajo de él. Candy soltó un pequeño grito de sorpresa al ver como su esposo la levantaba con facilidad para ponerla espaldas sobre la cama y comenzar a moverse una vez más buscando complacerla y complacerse a sí mismo, disfrutando de nuevo de aquella maravillosa sensación que se apoderaba de ellos como un viento intenso que los golpeaba sin control, formando un solo ser al momento de estar unidos.

Un nuevo despliegue de sus cuerpos los llenó de pronto, sintiendo con mayor intensidad la explosión que presentaban sus almas al terminar una vez más, sus respiraciones se sentían agitadas, su corazón latía desbocado, mientras el sonrojo de sus cuerpos se intensificaba al ir liberando el calor que poco a poco comenzaba a abandonarlos dando paso al sudor que aparecía escurriendo por sus frentes y sus torsos que poco a poco se tornaran más húmedos. Una sonrisa de satisfacción apareció en el rostro de Anthony, mientras Candy se enfocaba en sus ojos sonriendo igual de satisfecha por su desempeño, sintiendo que su cuerpo reaccionaba favorablemente a la actividad desempeñada.

-Creo que ya amaneció. – Dijo Anthony volteando a ver hacia la ventana de la habitación. Candy volteó al lugar que él miraba.

-Parece que tienes razón. – Dijo la rubia con una sonrisa, mientras veía a su esposo que aún estaba encima de ella. – Y al parecer tu hija ya tiene quince años. – Dijo con una sonrisa. Anthony volteó a verla de la misma manera, sonriendo por ese hecho que parecía que el tiempo había volado como si tuviese prisa por llegar.

-Quince años... – Dijo Anthony soltando poco a poco a su esposa para abandonar su cuerpo, sintiendo un vacío al hacerlo, un vacío que sentía cada vez que se desconectaba de ella. Candy se sentía igual al sentir vacío su interior, deseando mantener arropado en su refugio a su esposo por siempre. – Parece que fue ayer cuando me dijiste que estabas embarazada de ella. – Dijo recostándose a su lado, para envolverla con la sábana y cubrir su aún hermoso cuerpo, besando su hombro desnudo mientras observaba el techo como buscando en él los recuerdos que había generado con su esposa.

-Aún recuerdo cuando nacieron Alexander y Alexis. – Dijo Candy recordando el día que conoció a sus primogénitos, los cuales tenían 19 años.

-Y yo aún recuerdo la cara del médico cuando me dijo que habíamos vuelto a tener gemelos. – Dijo Anthony sonriendo por la confusión que mostraba el rostro del médico. – Parecía que no podía creer cuando nacieron Andrew y Adrián. – Dijo de nuevo el rubio con una sonrisa, recordando que él también estaba absorto por la noticia. Los otros gemelos ya tenían 16 años y estaban en el racho de los De la Garza para celebrar la fiesta de quince años de Ashley, quien ese día sería presentada ante la sociedad mexicana, costumbre que se hacía cuando las jovencitas llegaban a esa tierna edad.

-¿Qué sucede amor? – Preguntó Candy inquieta al ver que su esposo no estaba muy convencido de aquella presentación.

-Sigo sin estar de acuerdo en que mi hija tenga que ser presentada ante la sociedad. – Dijo sincero. Candy sonrió por los celos que demostraba por su hija a pesar de decir que no era así.

-No te preocupes, no quiere decir que se va a casar. – Dijo Candy con una sonrisa. – Además cuando yo cumplí los quince años mi padre no recibió ninguna oferta de matrimonio. – Dijo Candy segura de que así había sido, lo que no sabía era que su padre había rechazado cada una de ellas porque Roxanne ya tenía el compromiso con Anthony.

-Es muy joven. – Dijo Anthony recordando el dulce rostro de su hija. Candy sonrió traviesa.

-Yo tenía diciséis años cuando ya estaba comprometida contigo. – Dijo como si nada.

-Tú lo has dicho, dieciséis no quince. – Decía como si fuera mucha la diferencia.

-Vamos amor, es una tradición, además regresaremos a Chicago en pocos días, vamos a darle a mi padre el gusto de ver a su única nieta vestida de esa forma. – Dijo tomando su rostro para acercarlo a ella y comenzar a besarlo con cortitos besos para convencerlo. Anthony pronto reaccionó a sus besos y atrapó sus labios con pasión.

-Solo porque espero nuevamente un premio por acceder. – Dijo coqueto, buscando que su esposa volviera a entregarse a él. Candy sonrió traviesa y se recostó una vez más para recibirlo, ansiosa por volver a compartir su cama de esa forma, anhelaba sentirlo y sentirse llena de él una vez más, quería aprovechar el tiempo de tenerlo a su lado antes de que tuviera que levantarse y ser acaparado por su padre y sus hijos, quienes no tardaban en avisar que ya se irían a su cabalgata matutina.

Anthony no lo pensó más y comenzó a besar el cuerpo de su esposa con ternura, lentamente, disfrutando la belleza de su sus formas. Candy comenzó a gemir una vez más al sentir como su esposo comenzaba a recorrerla con su boca, apoderándose de sus areolas con sutileza, con total deleite como si se tratara de un platillo delicioso que debía tomarse su tiempo para saborearlo y degustarlo, estimulando una y otra vez su cuerpo, disfrutándolo una vez más, tranquilamente, con dulzura y pasión al mismo tiempo.

La puerta de la habitación sonó de pronto, interrumpiendo la entrega que estaba a punto de ocurrir entre esas cuatro paredes que formaban su habitación.

-¿Si? – Preguntó Anthony sin despegarse del cuerpo de su esposa, esperando que quien quiera que fuera se alejara para terminar lo que acababan de iniciar.

-Papá iremos a montar. – Dijo Andrew desde el otro lado de la habitación, acostumbrados a que nunca abrían la puerta de inmediato. – ¿Vienes? – Preguntó sabiendo que su padre siempre cabalgaba por las mañanas cuando llegaban al rancho, costumbre que mantenía cuando estaba en Lakewood.

-No me siento bien. – Respondió viendo a su esposa con travesura.

-¿Qué sucede? – Preguntó el joven algo preocupado por su padre.

-El estómago... – Dijo viendo como su esposa le reprochaba con la mirada, mientras él se disculpaba por su mentirilla, una más que se sumaba a las tantas que habían dado como excusa para no abrir su puerta de inmediato. - Pero no te preocupes, estaré bien. - Dijo cuando escucho que su hijo se preocupaba por él.

-¿No te importa si vamos sin ti? – Preguntó Andrew nuevamente.

-¿Quién irá con ustedes? – Preguntó de nuevo el rubio, quería saber si irían acompañados.

-Alexander y Alexis, Adrián, Arthur, Alan, Ángel, en fin puros hombres. – Dijo de nuevo el joven, esperando que su padre lo dejara ir de inmediato para alcanzar a los demás que ya estaban sobre sus caballos, solo esperaban que ellos llegaran para poder irse. – Volvemos en un momento papá, también irán el abuelo y Don Felipe con nosotros. – Dijo impaciente, esperando la autorización de su padre.

-Muy bien hijo, tengan cuidado. – Dijo Anthony a sabiendas que Felipe cuidaría de ellos en caso de ser necesario. Andrew salió corriendo emocionado al haber obtenido el permiso de su padre, sería la primera vez que irían todos juntos sin su padre, aunque sabía que Joaquín y Felipe los cuidarían como si fueran su mismo padre.

-Algo me dice que es mi culpa que no quisieras acompañarlos. – Dijo Candy con travesura, mientras abrazaba a su esposo por el cuello. Anthony sonrió divertido y continuó con lo que estaba haciendo al momento de ser interrumpido. Candy lanzó otro gritito de sorpresa al ser tomada desprevenida nuevamente. -¡Anthony! – Gritó la rubia riendo traviesa por las cosquillas que le provocaba su esposo con sus labios.

-Tengo algo más importante que hacer. – Dijo Anthony sin dejar de acariciar las formas de su pecosa, deleitándose con su figura y de ver como su piel comenzaba a erizarse al ser estimulada con su suave tacto, su respiración chocaba con su piel y podía sentir la desesperación que se hacía evidente en el cuerpo de ella al demostrar las ansias que tenía por él.

Sus ojos se posaban en aquella maravillosa imagen que tenía frente a él, podía sentir como si hubiese un llamado por su cuerpo mientras sentía que aumentaba su tamaño una vez más, el calor de su refugio lo volvía loco y lo hacía tener necesidad de entrar en ella al recordar la suavidad de su interior, húmedo, cálido y abrasador.

-Eres maravillosa pecosa, nunca me cansaré de decírtelo... de demostrártelo... – Decía mientras se colocaba una vez más en su entrada para abrirse paso lentamente, mientras sentía como era absorbido por ella, quien lo recibía gustosa nuevamente.

-Y tú eres maravilloso. – Decía Candy en un gemido, mientras sentía como el cuerpo de su esposo se deslizaba dentro de ella para llenarla una vez más y unirse plenamente en su cuerpo, fundiéndose como si de un solo ser se tratara. – Te amo Anthony… te amo… - Decía mientras su voz se ahogaba al sentir que llegaba hasta lo más profundo de su ser.

Anthony con esas palabras tomaba impulso para salir y entrar de nuevo en ella, hipnotizado por sus esmeraldas, mirándolas fijamente mientras sus movimientos se hacían cada vez más sensuales, más eróticos, más impetuosos y necesitados. Hacer el amor con Candy era maravilloso, le gustaba terminar o iniciar su día con aquella actividad, mientras sus labios se entreabrían para dejar escapar los sensuales sonidos que provocaban sus movimientos.

Salió de ella para colocarla boca abajo, comenzando a besar su espalda lentamente, observando una vez más cómo su piel volvía a erizarse de manera sensual, recorrió con la punta de sus dedos su derrier llegando hasta sus glúteos para después besarlos sin decoro.

Candy se dejaba tocar, se dejaba amar, segura de que estaba en muy buenas manos. Una nueva invasión llegó sorprendiéndola gratamente, haciéndola abrir su boca al momento de que se sintió asaltada. Anthony gimió una vez más, posando sus manos en su cintura para ayudarse en sus movimientos, Candy giró lo más que pudo la cabeza para buscar la mirada de su amado quien se acercó a ella sin soltarla para besar sus labios apasionadamente, mientras sus caderas comenzaron a moverse lentamente. Gemido tras gemido, beso tras beso, envestida tras envestida, el cuerpo de Candy se estremecía de placer, mientras el rubio se acercaba cada vez más peligrosamente a llegar hasta el final, momento que creía no soportaría mucho más al ver aquella parte tan bien proporcionada de su rubia estrellarse con su pelvis una y otra vez, la prisión que Candy formaba con su cuerpo comenzaba a cerrarse ahogándolo cada vez más y ese fue el aviso que tuvo el rubio de que Candy estaba a punto de llegar al clímax, comenzó a acelerar sus movimientos para ayudarla en el proceso y momentos después alcanzarla también.

-¡Candy! – Fue el grito que salió de su boca para detener el grito de placer que estuvo a punto de abandonar sus labios.

El sudor comenzó a recorrer su cuerpo una vez más, la agitación que demostraba en ese momento era compartida por la rubia, quien yacía de espaldas con una sonrisa de satisfacción en sus labios, sonrisa que era compartida por su esposo, quien se desplomó encima de ella sin la intención de sofocarla, besando sus hombros tiernamente.

-Es hora de bañarse señora Brower. – Le dijo travieso, mientras Candy negaba con su cabeza.

-Estoy muy cansada. – Le dijo Candy ya que desde antes del amanecer la tenía haciendo ejercicio. – No tengo fuerzas. – Decía la rubia quien era presa del cansancio en esos momentos.

Anthony la levantó en sus brazos, sin importar que sus cuerpos estaban aún desnudos para llevarla al cuarto de baño.

-No te preocupes hermosa, yo me encargo. – Le dijo con ternura, caminando con ella mientras Candy le sonreía aferrándose a su cuello con pereza.

-¡Señor Brower! – Salió de su boca un grito con asombro que llamó la atención de Anthony. – Que buena vista me ha regalado. – Le dijo mordiéndose el labio inferior enfocándose en el espejo que quedaba de espaldas al rubio, regalándole la perfecta imagen del aún esbelto y fuerte cuerpo de su esposo a todo su esplendor. Anthony no pudo evitar soltar una carcajada por el atrevimiento de su esposa.

-Lo mismo digo señora Brower. – Dijo él mirándola seductoramente, posando sus ojos en el par de voluptuosos senos que tenía frente a él. Candy se sonrojó como si fuese la primera vez que la mirara.


Andrew llegaba feliz al lado de los demás que ya estaban desesperados porque no llegaban.

-¿Dónde está papá? – Preguntó el mayor de los hijos del matrimonio Brower.

-Se siente mal del estómago. – Dijo con una mirada traviesa. Alexander, Adrián y Alexis sonrieron cómplices con Andrew, todos sabían lo que significaba cuando su padre no se levantaba a cabalgar con ellos, sin embargo los cuatro callaban ese secreto que ellos sospechaban sin tener que confirmárseles.

-¿Está bien? – Preguntó Joaquín, quien era la primera vez que sabía que Anthony padecía algún mal que le impidiera montar.

-No te preocupes abuelo. – Dijo Alexander. – Mi mamá está con él, así que está en muy buenas manos. – Dijo de nuevo el atractivo joven con una sonrisa.

-Tiene razón Alexander, abuelo. – Dijo Alexis al ver que su abuelo no estaba muy convencido de la situación. – Puedo asegurarte que la enfermera Brower es la única que puede quitarle su malestar. – Dijo travieso, Alexander le recriminó con la mirada, mientras sus hermanos sonreían por su comentario.

-Bien, es hora de irnos. – Dijo Alexander, quien sabía bien que tendrían que regresar pronto.

El grupo de caballeros emprendió su cabalgata matutina, una cabalgata que se había hecho costumbre gracias a Anthony, quien cada que iba de visita al rancho aprovechaba para recorrer los alrededores y llevar consigo a sus cuatro retoños, quienes al igual que en Lakewood al ir al rancho de México los hacía sentirse libres.

Anthony terminaba de vestirse y se dirigía al establo para comenzar las tareas a las que ya estaba acostumbrado hacer, sin embargo por esta ocasión lo haría más temprano.

-Buenos días patrón. – Saludó Emiliano con una sonrisa, le gustaba tenerlo ahí porque su trabajo se reducía a la mitad.

-Buen día Emiliano. – Respondió Anthony en un perfecto español. Anthony continuó con su labor con una sonrisa, como siempre había comenzado muy bien su mañana.

-Buenos días güerito. – Dijo José quien lo observaba desde la gran puerta del establo.

-Buenos días José. – Respondió Anthony ignorando la manera de llamarlo, con el tiempo se había acostumbrado a su característico saludo matutino, el mismo con el que lo saludaba antes sarcástico y ahora lo hacía amigablemente.

-Veo que ya te sientes mejor. – Dijo José, mientras Anthony lo veía sin comprender su comentario. – El estómago. – Le dijo José, advirtiendo que su malestar había llegado hasta él.

-¡Ah! Mucho mejor. – Respondió Anthony con una sonrisa totalmente despreocupado. José le sonrió y comenzó a ayudarlo.

El desayuno comenzó y como siempre que llegaban se servía en la explanada cercana al jardín principal, y con mayor razón ese día en el que estaba casi toda la familia reunida para festejar al día siguiente con una gran fiesta los XV años de la consentida de la familia De la Garza.

-¿Ya te encuentras bien papá? – Preguntó Alexis intentando ocultar su sonrisa. Anthony lo miró con una sonrisa espectacular, sonrisa que no podía ocultar de su rostro al sentirse maravillosamente bien.

-Mucho mejor. – Dijo mirando a su esposa. – Me siento como si tuviera 19 otra vez. – Dijo recordando que esa había sido la edad en la que se había desposado con Candy. Edad que tenían sus gemelos mayores, sin embargo ninguno de los dos había acordado una relación con alguna joven ya que ambos estaban muy entretenidos en sus estudios, sin embargo el asedio del cual eran objeto ambos jóvenes lo tenían muy bien en claro sus padres. Alexis y los demás sonrieron descubriendo lo que sospechaban.

-Me alegro papá. – Dijo Alexis con una sonrisa. Anthony sabía bien que sus hijos intuían sus pretextos, ya eran todo unos hombres, sin embargo no se molestaba por hacerlo ver, así funcionaban bien las cosas para ellos, sus hijos respetaban su intimidad, así como él respetaba la suya, sabía bien igual que Candy que los cuatro eran unos perfectos caballeros.

-¿Qué sucede hija? – Preguntó Candy a su hija, quien desayunaba en completo silencio.

-Ashley está nerviosa porque su compañero de baile no ha llegado. – Dijo Andrew que era el que siempre la molestaba con ese detalle.

-Basta Andrew. – Dijo la joven inquieta.

-¿Eso es verdad hija? – Preguntó Anthony mirando a la hermosa jovencita en la que se había convertido. Ashley sonrió tímida a su padre, en ese momento se le figuró el rostro de su esposa, salvo los ojos azules que quisiera o no eran exactamente como los de él. Anthony hasta ese momento captó que era verdad el "chambelán" de su hija no había llegado. – Ahora que lo dices tienes razón, se me hace raro que no hayan llegado. – Dijo recordando a su amigo, quien le había asegurado que llegarían a tiempo para la celebración de la fiesta.

-No te preocupes hija. – Dijo Candy con cariño, tomando su mano con ternura. – Si por alguna razón no puede llegar a tiempo tienes muchos compañeros de baile para elegir. – Dijo la rubia viendo a sus hijos quienes pusieron cara de desacuerdo ya que ellos querían dedicarse a las jóvenes con la que tenían una conexión especial aquella noche. Candy se dio cuenta de ello y los miró con dureza a los cuatro, sobre todo a los más jóvenes que eran los que más habían protestado.

-Tu madre tiene razón. – Dijo Anthony estando de acuerdo con la solución, sabía bien que si su amigo no llegaba a tiempo era porque algo se le había atravesado, no porque no quisiera llegar. – Además, no solo tus hermanos pueden acompañarte en el primer baile. – Dijo Anthony viendo a sus hijos de la misma manera, obligando a los jóvenes a bajar la vista apenados por su comportamiento. – También están tus primos dispuestos a hacerlo. – Dijo Anthony con una sonrisa.

-Tienes razón tío, yo puedo acompañar a Ashley si ella no tiene inconveniente. – Dijo Arthur con una sonrisa tierna, él veía a su pequeña prima con mucho cariño y a pesar de ser uno de los mayores no le importaba abrir el baile principal a su lado.

-¡Yo también puedo hacerlo! – Dijo Alan de inmediato, secundando a su primo, lo mismo que Ángel y hasta Axel y Adolf intervinieron en la contienda, todo por no ver los hermosos ojos de su prima menor tristes.

-¿Lo ves hija? – Dijo Candy tranquila, tus primos y tus tíos están dispuestos a que tengas tu primer baile de la noche. - Ashley sonrió agradecida, ya que a pesar de tener algunos años de no ver a Romeo, su corazón latía emocionado al recordar que pronto podría volver a verlo.

-Muchas gracias a todos. – Dijo la joven intentando que sus ojos se volvieran a iluminar como lo habían estado haciendo desde que se enteró de la tradición de esa celebración.

Candy y Anthony no podían dejar de observar el verdadero sentir de su pequeña, ambos sabían muy bien que los sentimientos de la joven estaban muy arraigados en el hijo menor de su mejor amigo, uno y otro se miraron para ponerse de acuerdo con solo ese gesto quien iría con ella.

Candy se levantó de la mesa en cuanto vio que su hija se retiraba del lugar, mientras Anthony la veía siguiendo su figura hasta que se perdió detrás de los pilares que la llevaban hacia el interior de la casa grande.

-¿Estás bien princesa? – Le preguntó Candy a su hija una vez que llegó a su habitación. Ashley le sonrió con ternura a su madre, sabía bien que alguno de los dos la seguiría, sabía que tanto su padre como su madre la conocían a la perfección pero creía que no habían descubierto los sentimientos que habían comenzado a surgir en su corazón cuando apenas tenía doce años.

-No lo sé mamá. – Dijo con resignación, suspirando largamente como si con ese suspiro buscara que sus sentimientos se aclararan. – Desde que era muy niña estoy esperando este día. – Dijo con resignación. – Sin embargo en esa época no tenía idea de quién sería mi pareja de baile. – Dijo la joven recordando que en aquel tiempo jugaba con sus dos hermanos menores a que ellos serían los chambelanes que la acompañarían en su quinceañera. – Pero… - Dijo tímida, como si no se atreviera a desnudar su alma frente a su madre.

-Pero… - Le dijo Candy para animarla a continuar. Ashley la miró apenada y Candy sonrió comprensiva. – Pero desde los doce años tu corazón comenzó a latir por un joven que te lleva tres años, que tiene los ojos azul zafiro, y lleva una melena larga y castaña igual que su padre, un joven rebelde y aventurero que tienes dos años de no verlo, sin embargo lo mantienes en tus pensamientos día y noche y nadie más tiene cabida en tu mente y en tu corazón. – Dijo la rubia mayor a su hija, quien la miraba sorprendida por las palabras que su madre le decía.

-¿¡Tú lo sabías!? – Preguntó la menor con sorpresa, apenada porque creía que no era obvia en sus sentimientos.

-Mi amor, eres tan transparente que es imposible que ocultes tus sentimientos por alguien. – Dijo Candy acariciando el rostro de su hija. Ashley estaba verdaderamente apenada al descubrir que su madre sabía su gran secreto, eso quería decir que tal vez había más personas en su familia que sabían la verdad.

-¿Mi papá…? – Preguntó apenada, sabía bien que ella era la debilidad de su padre, y le daba pena que su padre la hubiera descubierto, cuando aún recordaba que muy pequeña le había dicho que nunca tendría novio, que nunca se casaría y que él sería su eterno novio, palabras que Anthony sabía eran dichas por una pequeña de tres años que había descubierto que su primer amor había sido su padre. Candy asintió.

-Tu papá también lo sabe, cariño. – Dijo Candy con dulzura, sin embargo al ver el pesar en la mirada de su hija volvió a hablar. – Y está muy feliz de que su hija viva ese amor dulce y tierno que vivió un día su madre. – Dijo Candy con una sonrisa.

-¿También tú mamá? – Preguntó Ashley sorprendida, sabía de la historia de amor de sus padres, pero desconocía el tiempo en el que se habían conocido.

-Yo me enamoré de tu padre cuando tenía doce años. – Dijo con una sonrisa. – Y tu padre tenía catorce años. – Dijo Candy tranquilamente. – Estuvimos separados por varios años cuando fui enviada a México, así como tú y Romeo. – Dijo Candy acariciando el rostro pecoso de su hija.

-Pero es diferente. – Dijo la pequeña con una sonrisa triste. Candy puso más atención al gesto de su hija. – Romeo no está interesado en una chiquilla pecosa y revoltosa. – Dijo desviando la mirada de los ojos de su madre. Candy la miró con interés.

-No creo que las cosas sean como tú las ves. – Dijo Candy de nuevo, provocando que la mirada azul royal de su hija se posara en los verdes de ella nuevamente. – Yo creo que Romeo es un joven que está enamorado de ti. – Dijo lo que ella pensaba desde que lo había visto sonrojarse el cumpleaños 75 de la vieja Elroy.

-Yo pensaba lo mismo. – Dijo Ashley con tristeza. – Pero desde que se fue a estudiar a Inglaterra no estoy tan segura, sus cartas son frías y distantes, no deja de llamarme pecosa, revoltosa e incluso mencionar a la gran cantidad de amigas que tiene en el San Pablo. – Dijo cruzando los brazos, reconociendo Candy que su hija estaba verdaderamente celosa del hijo del rebelde.

-Bueno. – Dijo Candy sin saber qué decir. – Hace tiempo que no veo a Romeo, y puede que sus sentimientos hayan cambiado. – Dijo con pesar ya que ella creía que el amor del joven para su hija era verdadero. – Pero no es bueno sufrir sin estar segura de lo que realmente sucede. – Le dijo Candy cambiando su semblante uno más alegre, intentando transmitir su positivismo en su hija. – Lo importante eres tú hija, el que tú ames a Romeo habla de que eres una persona capaz de amar, si no eres correspondida no sufras, ya llegará el muchacho que sea tu verdadero amor y como tu padre y yo serás inmensamente feliz. – Dijo Candy animada. Ashley sonrió animada por las palabras de su madre, sabía que tenía razón, sabía que había posibilidades infinitas con respecto al joven Grandchester, pero era algo que no podía controlar, lo que sí podía controlar eran sus sentimientos y la manera en los que los canalizaba, lo mejor sería disfrutar de su fiesta, disfrutar a su familia y sobre todo ser feliz, que era lo que sus padres siempre le habían enseñado, ser feliz y disfrutar la etapa que estaba viviendo.

-Tienes razón mamá. – Dijo Ashley abrazando a su madre con entusiasmo. - ¡Te amo mamá! – Le dijo dando un beso en su mejilla. Candy la besó con la misma ternura que siempre lo hacía, recordando el pequeño rostro pecoso de su hija, recordando las dos coletas que un día había usado igual que ella lo había hecho.

Candy salió de la habitación de su hija y caminó por el pasillo, cuando llegó al pequeño descanso se dio cuenta que sus cinco hombres estaban de pie frente a ella. Candy sonrió al ver a los cinco guapos caballeros que tenía la fortuna de tener, eran su esposo y sus hijos. Los observó a cada uno de ellos, sus hijos eran igual de guapos que su padre, los dos mayores eran su vivo rostro, salvo los pocos rizos que presentaban en sus rubios cabellos, las tres pecas que habían heredado habían desaparecido con el tiempo. Los dos más jóvenes también eran exactamente una copia de su padre, solo el color de los ojos eran lo que habían heredado de su madre, pero todos tenían la misma sonrisa cautivadora y maravillosa de su padre, una sonrisa que sabía bien podía derretir los polos, una sonrisa que una vez que se iluminaba en sus rostros era incapaz de que algo se les negara, Candy sonrió y volvió a compadecer a las chicas que se enamoraran de sus hijos que a pesar de ser unos caballeros eran bastante traviesos y sabía bien que aquella sonrisa era su arma para desarmar a las jovencitas.

-¿Cómo está Ashley mamá? – Preguntaron con ansia los dos pares de gemelos, Alexander, Alexis, Adrián y Andrew, los cuatro preocupados por su hermana, sabían que su actitud la había lastimado y era lo que menos querían hacer. Anthony se acercó a su esposa para estar con ella, la rubia le sonrió y con ese gesto Anthony comprendió que su hija estaba bien.

-Ella está bien. – Dijo Candy a sus hijos, sin embargo no podía dejar de retarlos por su actitud. – Pero tienen que reconocer que hicieron sentir mal a su hermana al no querer ser su pareja de baile. – Dijo Candy realmente molesta con sus hijos, los cuales bajaron la mirada apenados, sabían que su madre tenía razón.

-Tienes razón mamá. – Dijo Alexander, siempre era el que hablaba por los demás cuando habían discutido un tema y habían llegado a un acuerdo. – Era lo que hablábamos con papá, no fue nuestra intención hacer sentir mal a Ashley. – Dijo el joven de mirada azulada, sus cortos rizos estaban despeinados, señal que se había pasado varias veces las manos por su cabeza, lo que hacía cada vez que estaba agobiado. Candy sonrió porque con ese pequeño gesto que pasaba inadvertido para Alexander ella sabía cuándo estaba realmente preocupado por algo.

-Alexander tiene razón mamá. – Dijo Andrew, quien al igual que Alexander era el primero que hablaba de él y su gemelo. – Sentimos mucho haber hecho sentir mal a Ashley. – Dijo de nuevo. – Pero la verdad creí que si Romeo no era su acompañante ella no querría a alguien más. – Dijo sincero, Candy sabía que sus hijos también estaban al tanto de los sentimientos de su hija, sin embargo todos habían sabido respetar su intimidad y sus sentimientos. Candy sonrió con las palabras de su hijo.

-Sé que no quisieron hacerla sentir mal. – Dijo Candy a sus hijos, acariciando el rostro de cada uno de ellos, mientras la rodeaban para abrazarla. – Pero sería bueno que le dieran un abrazo como este a su hermana. – Dijo mientras reía feliz por aquella muestra de cariño. – Después que terminen con su hermana vienen a verme. – Dijo Candy con una sonrisa traviesa. Anthony la vio curioso una vez que sus hijos se fueron a la habitación de su hija.

-¿Qué está tramando esa linda cabecita? – Dijo besando los labios de su esposa con dulzura. Candy se abrazó a su cuello para acercarlo más a ella.

-Ya lo verá usted Sr. Brower. – Le dijo con su voz suave, profunda, una voz que utilizaba en la intimidad de su cuarto y que hacía reaccionar aquella parte que la hacía tan feliz cuando se unía a ella. Anthony sonrió cómplice con su esposa. - ¿Cuento con usted? – Preguntó con travesura.

-Sabes que siempre puedes contar conmigo y que estaré a tu lado para secundar tus ocurrencias. - Le dijo con una sonrisa, besando nuevamente a su esposa, con un beso apasionado lleno de ternura y amor, beso que Candy correspondía perdiéndose entre la calidez de su abrazo.

-No es que me guste interrumpir. – Dijo Stear. – Pero creo que tenemos derecho a saber qué ha pasado. – Dijo el inventor acomodándose sus anteojos con pena. Candy y Anthony sonrieron de lado.

-En un momento les explico. –Dijo Candy llevando a su esposo de la mano. – Ven Stear, tú también estás incluido. – Dijo Candy jalándolo por el mismo lugar que había llegado. Stear los siguió sin comprender qué era lo que iba a hacer la rubia.

En pocos minutos Candy tenía reunidos a todos los hombres de la familia entre ellos se encontraban por supuesto su apuesto Anthony, Alexander, Alexis, Andrew, Adrián, Albert, Axel, Adolf, Allistear, Alan, Ángel, Archivald, Arthur, Pedro y Pablo, que eran los gemelos de Dorothy y José, así como todos los caballeros estaban al centro del salón, alrededor estaban todas las damas que estaban un poco confundidas al igual que los caballeros, todos menos Anthony quien ya estaba al tanto de lo que su esposa intentaba hacer.

-Annie, ve por Ashley por favor. – Dijo a su hermana, quien de inmediato fue por la joven que seguía en su habitación sumida en sus pensamientos.

-¿Ya nos puedes decir? – Dijo la vieja Elroy, quien estaba sentada en un sillón estilo Luis XV donde podía ver a todos de frente, la edad de la anciana le evitaba estar mucho tiempo de pie.

-En un momento tía abuela. – Le dijo Candy con cariño.

-¿Qué pasa mamá? – Preguntó Ashley sorprendida de ver a su padre, a sus hermanos y al resto de la familia en el centro del salón, todos vestidos muy elegantemente con un frac negro de cola, zapatos de charol y una pequeña rosa en la solapa del traje. Candy sonrió al ver a su hija tan sorprendida. - ¿Qué están haciendo papá? - Preguntó la joven a su padre. Anthony sonrió haciendo una reverencia a su hija.

-Hija, te presento a tus quince chambelanes. – Dijo Candy emocionada por la idea que había surgido en su mente. – Como no estamos seguras si llegará Romeo a tiempo. – Dijo sin querer poner triste a su hija. – Ellos bailarán contigo tu primer vals. – Dijo emocionada la rubia mayor, mientras su hija veía con cariño a su padre y a todos los demás, agradecida porque siempre estaban dispuestos a ayudarla para ponerla de buen humor.

-A sus órdenes bella dama. – Dijeron todos casi al mismo tiempo, mientras veían a la joven con los ojos arrasados de lágrimas, conmovida por la unión de su familia.

La tarde pasó rápidamente, los ensayos para la nueva coreografía que Candy ayudada por Annie y las demás jóvenes habían inventado había sido un éxito, Ashley ya no recordaba que su Romeo no llegaría a tiempo para la celebración y si lo hacía de todas formas ya tenía un plan alternativo, uno que si lo pensaba bien era mucho más tierno que el primero ya que implicaba que cada una de las personas más importantes de su vida estaban a su lado.

-Gracias mi amor. – Dijo Anthony acercándose a su esposa con cariño. Candy lo miró sin comprender su agradecimiento. – Gracias por saber qué hacer en este tipo de situaciones. – Dijo una vez más para advertir a su esposa lo feliz que lo hacía con sus detalles y las soluciones que daba para que todo girara mucho mejor con la familia.

-Es nuestra pequeña quien tiene que estar feliz Anthony. – Dijo Candy correspondiendo a la mirada tierna de su esposo. – Y si Terry y Mack no pueden llegar a tiempo con Romeo, no por eso vamos a cancelar la fiesta de nuestra hija. – Dijo paciente. Anthony sonrió estando de acuerdo con ella, mientras le daba un casto y rápido beso en sus labios. – Solo espero que estén bien. – Dijo Candy al final. Anthony le sonrió con ternura.

-No te preocupes, están bien, simplemente deben de estar ocupados. – Dijo Anthony, quien sabía bien que su amigo debido al éxito que seguía teniendo se mantenía muy ocupado, más ahora que se había dedicado a ser él mismo el productor de sus propias obras.

El día de la fiesta llegó y desde muy temprano Candy y Anthony estaban de pie junto a los demás integrantes de la familia, quienes ayudaban a los sirvientes a poner todos los adornos en su lugar, las decoraciones eran de colores claros esta vez ya que reflejaban la pureza y la inocencia de la jovencita.

El vestido de Ashley era rosa tierno, tan ancho como sus movimientos podían soportarlo, largo y lleno de holanes, su peinado era alto y los adornos delicados, la chica se veía realmente hermosa, se parecía mucho a su madre cuando había celebrado ese gran día.

-Luces hermosa hija. – Dijo Candy orgullosa de ella.

-Luces igual de hermosa que tu madre. – Le dijo Anthony con una lágrima a punto de salir de sus lindos ojos, emocionado al recordar que apenas ayer la tenía entre sus brazos llorando de hambre y en ese momento se daba cuenta que ya era una mujercita.

-Gracias papá, gracias mamá. – Dijo la jovencita realmente ilusionada.

-¡Oh no! Nada de lágrimas. – Dijo Candy aguantando las propias, no quería que ese día fuese un día triste a pesar de que el chambelán principal no había llegado.

La misa se celebró y al terminar entraron al salón principal de la casa grande en donde los catorce guapos chambelanes, estaban en su lugar listos para iniciar el baile, Anthony entraba con ella del brazo y al otro lado a su esposa, quien se hizo a un lado al llegar al centro de la pista para que su esposo iniciara ese primer baile con su hija, mientras los demás jóvenes comenzaban a bailar la coreografía del vals que habían elegido para protagonizar esa noche. Los invitados observaban con agrado la maravillosa idea que habían tenido los Brower y disfrutaban la cadencia y la simpatía que derrochaba la familia en general.

Ashley bailaba feliz, disfrutando en brazos de su padre sus pasos eran seguros, al ser él un excelente bailarín sus hijos habían heredado aquella gracia y la joven seguía los pasos de su progenitor.

-¿Llegamos tarde? – Preguntó una voz que era bastante conocida para Candy, una voz que tenía años sin escuchar pero que reconocería en cualquier lugar al haber sido él el mejor amigo de su esposo por tantos años.

-¡Terry! ¡Mack! – Dijo Candy aliviada al ver que llegaba Julieta y Romeo junto a sus padres. - ¡Llegaron! – Dijo Candy volteando a ver que su hija bailaba realmente feliz e ilusionada ajena a que había llegado el joven que la hacía suspirar. Pudo ver que los bellos ojos azul zafiro del joven rebelde se ensombrecían al ver que la chica de la cual estaba enamorado bailaba en brazos de su padre y que alrededor un grupo de jóvenes que sabía bien eran de la familia la escoltaban mientras ella con su dulce y tierna sonrisa disfrutaba su momento.

Romeo veía embelesado a la rubia pecosa que lo había flechado siendo simplemente un niño, estando siempre detrás de ella en cada momento, sin embargo se había dado por vencido al ver que ella no le hacía el menor caso, y cuando se fue al Colegio insistió en molestarla y contarle de sus falsas conquistas para ver si lograba ponerla celosa, sin embargo al verla ahí frente a él feliz y orgullosa a pesar de que él no había llegado, le hacía que su corazón doliera porque parecía que no lo necesitaba. Candy adivinó el sentimiento del muchacho al ver que tenía la mirada llena de tristeza, sonriendo al comprobar que aquel apuesto joven seguía enamorado de su hija y si bien a su pequeña le había tomado más tiempo enamorarse de él, sabía que así era.

-Vamos. – Le dijo Candy al joven sacándolo de su estado. – Ven, tienes que bailar el siguiente baile con mi hija. – Le dijo sonriendo. Romeo sonrió a su futura suegra y ella comenzó a caminar con el joven, quien la seguía con una sonrisa llena de ilusión.

Candy llegó hasta su esposo y su hija, posicionándose detrás de ella para que Anthony se diera cuenta de lo que sucedía, lo mismo que los demás chambelanes que abrían paso para que Candy entrara junto a Romeo, todos sonreían al saber la sorpresa que se llevaría la joven heredera de los Brower.

-¿Me permite, caballero? – Dijo Romeo a Anthony, quien sonrió haciendo una reverencia aceptando con esto que aceptaba el cambio de pareja. Candy sonrió enamorada a su esposo tomando su mano, mientras Ashley sentía que el corazón había dejado de latir de pronto al escuchar la voz del chico de sus sueños. Romeo la tomó delicadamente de la cintura, sintiendo su cuerpo reaccionar nervioso, lo mismo que la chica quien tenía las mejillas sonrojadas y el corazón completamente alborotado, azul royal y azul zafiro volvieron a encontrarse después de tantos años, unidos uno al otro enamorados sin decirlo con palabras, solo sus almas enamoradas se encontraban entusiastas de lograr enamorar al otro, creyendo que no eran correspondidos, sin embargo aquel momento tan especial que compartían los hacían sonreír creyendo que el otro los veía como a un amigo más, pero esa noche, ese momento ninguno que los observara bailar de esa manera pensaría que así era, provocando los celos de varios jovencitos que habían asistido desde Chicago con tal de tener una oportunidad con la joven rubia.

Candy y Anthony continuaron con su baile para poco a poco ir saliendo y dejar a la pareja principal de la noche bailar en su burbuja mágica, burbuja en la que habían caído así como ellos caían cada vez que estaban uno en brazos del otro.

-Hacen una hermosa pareja. – Dijo Candy a su esposo, sonriendo traviesa al ver que a Anthony no le agradaba mucho la idea de que su princesa estuviera enamorada a tan corta edad.

-Sigo pensando que es muy joven. – Dijo el rubio a su esposa, externando sus sentimientos. Candy sonreía traviesa.

-Sr. Brower, usted se enamoró de la Sra. Brower cuando era una chiquilla de doce años. – Dijo Candy como respuesta a su comentario. Anthony volteó a verla a los ojos con una sonrisa iluminada, con el fuego que acostumbraba a verla cuando lo llamaba de esa manera, recordando la primera vez que había visto ese par de hermosos ojos verdes cual esmeralda y que a partir de ese momento se habían quedado en su corazón grabados para siempre.

-Yo no tengo la culpa de que usted haya sido tan encantadoramente hermosa Sra. Brower. – Le decía con coquetería, sin importar que no eran los únicos en el salón, sin embargo como siempre para ellos el mundo desaparecía por un segundo.

Alrededor del salón estaban las demás personas invitadas, observando a la pareja de jóvenes que danzaban en el centro del salón, rodeadas por los chambelanes quienes pronto terminaron su rutina y dejaron a la hermosa cumpleañera terminar su vals junto a su Romeo.

-Creo que esta vez no te escaparás Anthony. – Dijo Stear quien llegaba a acompañar a los rubios junto a Archie y Albert, quienes lo miraban de la misma forma que lo miraba el inventor.

-Creo que esta vez tienen razón. – Dijo Anthony con una sonrisa, ya no le quedaba otra más que ser feliz como en esos momentos estaba su hija, supo reconocer en la joven la mirada de enamorada que tenía su madre cuando lo miraba a él y en el joven Romeo, pudo ver los ojos de su gran amigo mirando a su esposa en los años de colegio. – Mi pequeña princesa ya no es una niña. – Dijo resignado, mientras Candy se acomodaba en su pecho como si quisiera consolarlo con su gesto. Anthony volteó a verla con ternura y la atrajo con fuerza hacía su cuerpo, suspirando resignado.

-Tranquilo Brower. – Dijo Terry, una vez que se acercó a la pareja. – Te entiendo perfectamente. – Dijo volteando a ver al otro lado del salón en donde se encontraba su hija Julieta platicando muy cerquita de Arthur Cornwell. Archie volteó a ver a su hijo con orgullo, le gustaba que su primogénito hubiese sido el que hubiera callado la boca del aquel impertinente. - ¡No sé qué le ve a tu hijo, elegante! – Dijo con su característico tono sarcástico. – Es exactamente igual a ti. – Dijo cruzando sus brazos. Archie sonrió orgulloso, sabía que su hijo era una copia de él, un muchacho guapo y elegante, de modales finos y educados.

-Es algo que se lleva en la sangre Grandchester. – Respondió el gatito tomándose el traje por las solapas para hacer gala de su orgullo.

-No te sientas tan superior a nosotros. – Dijo Terry sonriendo con malicia en cuanto se dio cuenta de algo, algo que sabía bien no le gustaría al dichoso elegante. Archie lo volteó a ver sin comprender lo que decía. – Creo que tu hija está muy entretenida con alguien. – Dijo apuntando hacia donde estaba la heredera más joven de Archivald. La joven Alysa Cornwell estaba siendo asediada por algunos jovencitos que la veían con asombro por la delicadeza de sus facciones, el color un poco bronceado de su piel y lo azul de sus ojos era como un imán para los caballeritos que comenzaban a despertar a su pubertad.

-Alysa no tiene interés en ningún chico. – Dijo Archie seguro de sus palabras, sin embargo el tercero en la línea de sucesión de Anthony, llegaba haciéndose paso entre los jóvenes para poder salvar a su hermosa prima, quien al verlo iluminó sus ojos de una manera intensa que dejó a Archie con la boca abierta.

-¿No me digas que no te habías dado cuenta de ello? – Preguntó Stear con travesura. – Andrew está muy interesado en Alysa desde hace algún tiempo. – Dijo mirando a su hermano con burla. Archie entrecerró los ojos para ver a su hermano.

-No lo había notado, tal vez porque estaba muy entretenido viendo como Amelí le sonríe a Adrián. – Dijo Archie para vengarse de su hermano. Stear volteó a buscar a la rubia que tenía como hija encontrándose que la jovencita comenzaba a bailar con su travieso sobrino, sonriendo ilusionada entre los brazos de aquel joven de mirada verdosa.

-¡Amelí! – Dijo Stear sorprendido cuando vio que su hija realmente estaba enamorada del joven Brower. - ¡Quedamos que nada de novios! – le decía como si la jovencita escuchara con el escándalo que la música comenzaba a sonar.

-Tranquilos, mis hijos son unos caballeros. – Dijo Anthony seguro de ello, él los había sabido educar muy bien a pesar de que sabía que Andrew y Adrián eran dos traviesos jóvenes que hasta hace poco acababan de demostrar el interés en las chicas.

-Además aún son muy jóvenes para hablar de un compromiso. – Dijo Candy de pronto, mientras los demás volteaban a verla con burla ya que ahora que eran sus hijos los implicados los veía muy jóvenes.

-Ya son unos hombres mi vida. – Le dijo Anthony sonriendo para que ella también comprendiera que sus hijos ya habían crecido. Candy sonrió también resignada. – Es la ley de la vida. – Dijo de nuevo Anthony, recordando un día las palabras del abuelo Michael, quien los veía desde lejos sonriendo travieso al ver que se le había cumplido el deseo de ver llegar ese día.

-Tienes razón Brower. – Dijo Terry también resignado al ver a sus hijos ya estaban en edad de casarse, sobre todo Julieta quien le había salido muy enamorada y a pesar de que un tiempo estuvo enamorada de Alexander el joven no había mostrado interés en la jovencita más que el de un amor fraternal, así que no le quedó de otra más que regresar su mirada hacia el joven Cornwell quien había sido su primer novio a los ocho años de edad. – Aunque me hubiera gustado que Alexander se hubiera enamorado de Julieta y no Arthur. – Dijo mirando a Archie, quien lo miró realmente con burla.

-En el corazón no se manda. – Dijo Candy en respuesta a lo que decía Terry. Terry sonrió y suspiró con el comentario de la rubia, quien más que él para saber que eso era cierto. – Además Arthur es un excelente muchacho. – Dijo de nuevo Candy. Terry sonrió aceptando que así era, sin embargo era algo que no aceparía delante de Archie, quien sabía perfectamente su juego y él tampoco daría su brazo a torcer por más que estuviera de acuerdo con esa relación, el odioso Terry Grandchester nunca escucharía esas palabras de su boca.

Candy y Anthony dejaban a los jóvenes para comenzar a convivir con los demás invitados quienes estaban maravillados con la fiesta ofrecida por los rubios, en esta ocasión habían sido invitadas familias de ambos lados de la frontera y el rancho "Los Obeliscos" se llenaba de visitantes y vigilantes como nunca antes lo había hecho.

La fiesta por fin había terminado y Ashley estaba mucho muy feliz, le era imposible esconder tanta felicidad, así que al momento que la mayoría de los invitados se había ido a sus habitaciones se acercó a sus padres para agradecer tan magno evento.

-¡Muchas gracias papá! ¡Gracias mamá! – Dijo emocionada, con una sonrisa tan especial que con ello pagó a su padres el esfuerzo que habían pasado todo ese tiempo para lograr el resultado obtenido. - ¡Soy tan feliz! – Dijo emocionada, girando sobre su eje.

-Y a nosotros nos alegra verte tan feliz. – Dijo Candy con una sonrisa, mientras Anthony sonreía conmovido por ver a su hija tan feliz.

-Lo bueno que ya terminó todo esto y ahora si podremos descansar y relajarnos. – Dijo Anthony abrazando a ambas rubias, una de cada lado.

-¿Qué dices papá? – Preguntó Ashley sin bajar la emoción del momento. – Falta festejar mis dulces dieciséis. – Dijo emocionada, girando nuevamente para salir casi corriendo del lugar e irse a su habitación.

-¿¡Dulces dieciséis!? – Preguntó Anthony confundido, mientras Candy comenzaba a reír porque el martirio de su esposo aún no terminaba. Así que se dedicó a ver a su esposa para que fuera ella la que le dijera qué era lo que estaba sucediendo ya que su pequeño torbellino ya estaba muy lejos de ellos. - ¿Eso qué significa? – Preguntó una vez más.

-Significa que ahora sigue la presentación de tu hija en Chicago. – Dijo Candy mirándolo con ternura, sabía bien que no le gustaría lo que tenía qué decirle.

-¿Qué no es hasta los dieciocho? – Preguntó confundido, mientras continuaba caminando hacia su habitación.

-Eso era antes mi amor. – Dijo Candy con una risita traviesa. – Ahora las jovencitas se festejan los "Dulces dieciséis". – Dijo Candy con travesura, viendo como el bello rostro de su esposo se sorprendía con lo dicho.

-¿Entonces tendremos que comenzar los preparativos? – Preguntó un tanto cansado. – Que bueno que solamente tenemos una hija. – Dijo abriendo la puerta de la habitación para dejar entrar a su esposa y después seguirla para poder asegurarla como si algunas manitas traviesas fuesen a abrirla como antes era costumbre que lo hicieran, por ello les había quedado la costumbre de asegurar su puerta para evitar sorpresas.

-No es necesario que comencemos ya. – Dijo Candy abrazándolo por el cuello mientras acariciaba con su nariz la nariz de su amado. Anthony sonrió con aquella sonrisa tan maravillosa de la que era dueño y miró con deseo a su esposa, quien lo miraba de la misma forma, sus miradas estaban hambrientas de los besos y las caricias del contrario, sus cuerpos comenzaban a encenderse con la cercanía de la persona amada, mientras sus bocas se refugiaban una entre otra, comenzando un duelo con sus lenguas para explorar detenidamente la boca del ser amado.

Un suspiro salió de la boca de Candy, quien buscaba aire para poder respirar y continuar con aquella apasionada caricia que su esposo le prodigaba.

-Me vuelves loco pecosa. – Le dijo mientras sus labios se dirigían a su cuello, buscando encender en su esposa la llama del deseo, deseo que no necesitaba ser prendido, sino simplemente continuar con aquel mar de caricias que él le proporcionaba. – No me canso de hacerte mía… - Le decía acariciando sus formas mientras comenzaba a sentir que su cuerpo ya reaccionaba para entrar en acción, sintiendo como una fuerte erección se apoderaba nuevamente de él, intentando contenerla para que ella disfrutara una vez más de sus candentes demostraciones de amor.

El roce de las manos de Anthony sobre sus costados, viajaban hasta los perfiles de sus senos, provocando que sus areolas se endurecieran sobre la ropa, no era necesario que él las viera reaccionar, sabía perfectamente el efecto que causaba en su esposa, así que se apresuró a desvestirla para ser testigo en vivo de lo que su cuerpo experimentaba con sus caricias.

-¡Maravillosa! – Le dijo una vez que la tuvo a su merced completamente desnuda. Los ojos de Candy estaban encendidos de deseo, deseosa de que él la volviera a invadir y la hiciera gozar nuevamente, necesitaba sentirlo dentro, la diosa que llevaba dentro de su ser le pedía emerger de su cuerpo para tomar posesión de ella y comenzar a disfrutar aquella noche una vez más.

-¡Te amo Anthony! – Decía Candy entre gemidos, mientras acariciaba los rubios cabellos de su esposo quien se encontraba hincado frente a ella explorando su intimidad una vez más. Candy ponía una de sus piernas en sus hombros, mientras la otra hacía el esfuerzo por mantenerse completamente de pie. - ¡Anthony! – Decía Candy con sensualidad al sentir como la lengua de su esposo se adentraba en ella explorando cada rincón de su zona, regalándole las más maravillosas sensaciones, mientras él disfrutaba al máximo aquella muestra de amor que le obsequiaba. Sintió que el cuerpo de su esposa comenzaba a debilitarse por sus caricias y la dejó por un momento para comenzar a deshacerse de sus ropas, quitando una a una cada prenda, con lentitud, como una ligera y discreta danza, ofreciendo a la mirada encendida de su esposa aquellos movimientos sensuales que hacía al ir descubriendo la maravillosa forma que poseía su cuerpo.

Anthony sabía que su esposa estaba igual que él admirando su cuerpo, podía sentirse orgulloso de que todavía podía llenar todos los sentidos de su esposa, el gusto porque con sus labios saboreaba cada pedazo de su piel, el tacto porque con sus manos recorría y hacia estremecer su cuerpo con las caricias que le proporcionaba, el olfato porque se llenaba del aroma de su cuerpo cada que estaban en la intimidad, el oído porque se estremecía con los sonidos que salían de su boca incitándola a continuar y la vista porque con sus hermosos ojos verdes reflejaba de una manera intensa que le gustaba lo que estaba observando, y en ese momento lo que observaba una vez más con deseo era su cuerpo, aún esbelto y atlético que se posaba ante ella firme y vigoroso.

-Eres perfecto. – Le dijo Candy enamorada por completo de él, viendo Anthony como sus pupilas se dilataban ante su perfecta anatomía.

-Tú eres perfecta… - Le dijo para tomarla en brazos y llevarla a la pared junto a la puerta, sintiendo que esa mirada que ella le había dedicado sacaba una vez más su lado salvaje, ese lado que solo ella había sabido despertar en sus noches de pasión y que una vez más pedía emerger de su cuerpo para poseerla con lujuria sin importar que alguien pudiera escucharlos.

La levantó por la cintura y la puso a la altura de su pelvis, esperando que la rubia lo abrazara con sus piernas por sus caderas para poder entrar en acción de un solo movimiento, lo cual sucedió casi de inmediato, lanzando un alarido de placer al mismo tiempo, como si fuera la primera vez que estuviera dentro de ella, como si fuera la primera vez que él invadiera su cuerpo, sintiendo como sus interiores comenzaban a arder de una manera intensa, el cuerpo de Anthony comenzó a moverse de una manera lenta y firme, asegurándose de entrar por completo en ella, quería llenar todos los requisitos y las exigencias que su esposa le demandaba, entrando una y otra vez en ella mientras sus manos se entrelazaban entre sí para compenetrarse aún más, los cálidos labios de su esposo la recorrían por su cuello y se pasaban a su areolas haciendo que su cuerpo se estremeciera de placer, sintiendo necesidad de que acelerara su ritmo, pidiendo con sus caderas que acelerara sus movimientos, deseando con su interior que la asaltara con mayor ímpetu y energía. Anthony comprendió lo que su esposa le pedía y a pesar del temor de lastimarla por la posición en la que la tenía, cumplió con lo que ella demandaba.

Comenzó a mover su cuerpo con mayor fuerza, entrando en ella de manera salvaje, sintiendo como el mirar de sus ojos se hacía cada vez más profundo, compenetrándose uno y otro en sus deseos. Candy gemía aún más audible y Anthony la callaba con sus labios para evitar que los escucharan, sin embargo los sonidos de la noche en el rancho no eran discretos ya que afuera aún festejaban, cayendo en cuenta con ello, dio la libertad a su esposa para que lo llenara de sus dulces gemidos una vez más.

-Así preciosa. – Le decía mientras la animaba a terminar por primera vez en la noche. Candy obedecía su súplica, dejándose guiar por el sonido de su voz que alimentaba su pasión y su deseo. Se dejó envolver por el inmenso mar de fuego y pasión por el que se sentía atrapada, la firmeza de la pared no le molestaba en ese momento, la dureza de su esposo era en lo único que podía concentrarse, pidiendo cada vez más de aquella deliciosa sensación.

El cuerpo de Candy comenzó a convulsionar contra su voluntad, ya que deseaba seguir envuelta en aquella nube de sensaciones, sin embargo los rápidos movimientos que Anthony le proporcionaba la hacían acercarse de manera peligrosa al final de su jornada.

-¡Anthony! – Gritó ahogada de pasión, mientras el rubio sentía como el cuerpo de su esposa comenzaba a removerse de una manera intensa.

-¡Candy! – Decía Anthony de la misma forma sin detener sus intensos movimientos, entrando y saliendo de ella con rapidez, las uñas de Candy se enterraron en la espalda de su esposo al momento que sintió que su corazón dejaba de latir y su respiración se mantenía suspendida unos segundos, pudo sentir con exactitud el momento en el que su esposo comenzaba a llegar al clímax después de ella, mientras el latido de su corazón traspasaba su pecho y chocaba con su vientre. Los segundos se podían sentir como si todo sucediera en cámara lenta, sus cuerpos se abandonaban por completo a esa maravillosa sensación que la naturaleza les regalaba y que ellos habían aprendido a utilizar a su favor.

El sudor poco a poco fue haciéndolos sus presas, cubriendo por completo sus pieles escurriendo por cada poro de su cuerpo, cumpliendo con la función que tenía aquel líquido salado que salía para enfriar el calor al que habían sido sometidos por su sensual actividad.

Los mechones de sus cabellos se adherían a sus frentes mientras sus miradas aún dilatas se encontraban entre sí, iluminándose nuevamente al verse, una sonrisa de satisfacción apareció en ellos y pronto se transformó en ternura y en disculpas por parte de él, quien sin bajarla de sus caderas la llevó a la cama para recostarla boca abajo y comenzar a lamer las marcas que habían quedado en su espalda por el intenso momento compartido.

-¿Te encuentras bien? – Preguntó sin dejar de besar las pequeñas marcas rojizas que había dejado la pared, mientras se dedicaba a acariciar su cuerpo.

-Estoy bien no te preocupes. – Dijo Candy con una sonrisa tierna. - ¿Y tú? – Preguntó refiriéndose a los aruños que le había hecho con sus manos.

-Estoy bien mi amor. – Dijo Anthony sin dejar de besar su espalda y sus hombros. No era la primera vez que sucedía una entrega así de salvaje entre ellos, era algo habitual cuando estaban solos, pero también era habitual que ambos se preocuparan por las heridas sufridas en el acto. – Estoy muy bien. – Dijo besando su cuello. Candy sonrió al sentir que su esposo comenzaba a reaccionar una vez más, era común en ellos una segunda entrega después de la primera, sobre todo cuando había estado tan intensa y ella se había quedado con ganas de más, así que comenzó a frotar sus glúteos contra su esposo para que él entendiera que necesitaba más de él.

Anthony sabía que no debía pedirlo así que en la misma posición que estaba se apoderó de su cuerpo, gimiendo una vez más al sentir como ella lo aprisionaba posesiva una vez más, esta vez con mayor cuidado pero con la misma intensidad de sentimientos y sensaciones.

La mañana llegó de nuevo y a pesar de que estaba realmente desvelado, Anthony salió muy temprano para dar su paseo habitual, dejando esa mañana descansar a su esposa por los hechos ocurridos el día anterior. Algunos de los invitados ya se habían marchado y otros más permanecían dormidos ya que se irían después del desayuno.

-Buenos días Brower. – Dijo Terry, quien era el que se había levantado temprano para encontrarse con su amigo.

-Pensé que no llegarías. – Dijo Anthony al ver a su amigo montado en su caballo.

-Nunca te fallaría. – Dijo con una sonrisa. – El barco llegó tarde y no paramos hasta que llegamos. – Dijo contando el motivo de su retraso.

-Lo importante es que llegaron a tiempo. – Dijo sonriendo al rebelde. – Pero no creo que por eso te hayas levantado tan temprano. – Dijo Anthony de nuevo, sabía que Terry no era muy madrugador que digamos.

-Tienes razón. – Dijo Terry a su amigo. – Lo que pasa que no pude dormir. – dijo Terry captando la atención del rubio.

-¿Pasó algo? – Preguntó Anthony curioso al comentario de su buen amigo.

-Nada, solo que los ruidos de la habitación continua eran muy intensos. – Dijo Terry sorprendiendo a su amigo, ya que la habitación continua a la de él era precisamente la de ellos. Terry comenzó a reír por su indiscreción. – No te preocupes Brower, solo bromeo. – Dijo el actor de nueva cuenta. – La verdad es que estaba tan cansado por el largo viaje que si hubieras estado enseguida de mí haciendo ruido ni lo hubiera notado. – Dijo con una sonrisa tranquila, quería molestarlo y lo había logrado, pero tenía razón al decir que él y Mack habían caído completamente dormidos.

-¿Entonces? – Preguntó Anthony para saber el motivo para haber madrugado.

-Lo que pasa es que mi hijo me pidió que fuera el primero para hablar contigo. – Dijo seriamente. Anthony sintió que la sangre le bajó hasta los pies, sabía lo que significaban esas palabras, él las había dicho un día a su tío Albert y era mucho más joven que Romeo cuando lo había hecho.

-Entiendo. – Dijo Anthony resignado.

-Brower, mi hijo es un buen muchacho. – Dijo para respaldar a su hijo. – Es un joven trabajador, responsable, nada que ver conmigo te confieso. – Dijo un tanto divertido. Anthony lo vio con una sonrisa de lado, recordando los días de colegio.

-No tengo inconveniente que se traten. – Dijo Anthony. Terry lo observó sin comprender.

-Mi hijo quiere entablar un compromiso con tu hija. – Dijo sin tapujos.

-Terry, tienen dos años sin verse. – Dijo Anthony expresando sus motivos. – No tengo nada en contra de Romeo, sé que es un buen muchacho. – Dijo de nuevo. – Pero mi hija tenía trece años cuando lo dejó de ver, tu hijo era un joven de dieciséis años cuando la dejo de ver. – Dijo de nuevo el rubio. – Démosle la oportunidad de que se conozcan de nuevo y que ellos mismos decidan si están listos para ese paso. – Dijo el rubio sin preocupación.

-Lo dice el joven que desde los catorce años quedó enamorado de una pecosa. – Dijo con sarcasmo, la mirada de Anthony no fue de agrado. – Mi hijo está convencido de que ama a Ashley, Anthony y sé que tu hija también ama a mi hijo. – Dijo de nuevo el actor.

-Como te digo no tengo inconveniente en aceptar a tu hijo, pero debo hablar con ella también. – Dijo el rubio, sin dejar de ver a los ojos a su amigo, quien sonrió agradecido por su respuesta.

-Gracias. – Dijo Terry feliz. – Solo quería asegurar que nadie más se me hubiera adelantado a pedir la mano de tu hija. – Dijo de nuevo, Anthony rodó los ojos por su comentario.

-No sé qué decirte, ahora me he enterado que tengo que festejar los Dulces dieciséis en Chicago. – Dijo el rubio mientras seguía montando.

-¿Dulces dieciséis? – Preguntó Terry. – Que significa eso? – Dijo confundido.

-Parece que es una nueva moda. – Dijo de nuevo el rubio. - ¿No le festejaste a Julieta? – Preguntó con un tono de broma.

-En Inglaterra no se usa este tipo de modas… Razón de más para que aceptes a mi hijo, quien sabe qué tipo lujurioso y pervertido ponga los ojos en tu hija. – Dijo siguiendo al rubio en su caballo. Anthony lo miró sorprendido.

-Por mí ya está comprometida. – Dijo Anthony comenzando a reír con Terry, bromeando con él como en los viejos tiempos.

-Me alegra que uno de mis consuegros me caiga bien. – Dijo Terry con travesura.

-Amas a Archie, no lo niegues. – Le dijo Anthony travieso, mientras Terry lo veía como reprochando su comentario.

-No se lo digas nada más por favor. – Respondió bromeando, aceptando que era cierto lo que el rubio decía.

La pareja de jinetes continuaron su paseo entre bromas y planes a futuro, hablando de sus hijos y de los miedos que surgían con el paso de los años, tenían tiempo de no verse, sin embargo su amistad era tan fuerte como siempre. Llegaron al rancho a unirse con los demás después de una tranquila y relajada caminata.

-Papá, hablaste con el Sr. Brower. – Dijo Romeo inquieto al ver que su padre entraba a la casa grande, aprovechando que Anthony se había acercado a su esposa nuevamente.

-Sí hijo, no te preocupes. – Dijo el actor.

-¿Y? – Preguntó impaciente, quería hablar con él antes de que otra cosa pasara, era como si intuyera que la belleza de Ashley hubiera cautivado a más de uno la noche anterior, y no se equivocaba ya que él mismo había sido testigo de las miradas que tenían muchos jóvenes invitados de buenas familias, tanto de México como de Estados Unidos.

-Tendrás que hablar con él personalmente. – Dijo Terry para que su hijo se hiciera responsable de sus actos, creía que ya era un hombre con la edad suficiente para enfrentar a su futuro suegro. Romeo lo vio decidido, había descifrado en la mirada de su padre cierta complicidad que ambos disfrutaban, sabía que lo estaba alentando a hacer lo que le decía a sabiendas que obtendría un resultado favorable. – Pero antes quiero saber si tú has hablado con Ashley. – Dijo Terry a su vástago.

-¿Con Ashley? – Preguntó confundido. Terry lo miró sin poder creer lo que preguntaba.

-Por supuesto, es la joven que te interesa, ella debe estar de acuerdo con tu propuesta. – Dijo Terry a su hijo un tanto impaciente. - ¿No has hablado con ella? – Preguntó nuevamente.

-No… - Dijo el muchacho nervioso con las preguntas de su padre. – Quería hablar primero con el Sr. Brower para después hablar con ella. – Dijo un tanto inocente en su plan de conquista.

-Creo que es al revés… - Dijo Terry ironizando sus palabras. – O por lo menos antes así era… - Dijo sin dejar de ver a su hijo. Romeo sonrió como bobo al volver su mirada hacia Ashley quien platicaba amenamente con algunos jóvenes que estaban por abandonar la hacienda, eran de los pocos invitados que quedaban y al parecer eran muy cercanos a ella. Terry observó que el rostro enamorado de su hijo se transformaba a uno de celos al ver que los jóvenes mostraban su mejor sonrisa a la chica de sus sueños, no pudo evitar verse reflejado a sí mismo cuando él padecía los espantosos celos con Anthony. – Habla con ella hijo. – Dijo nuevamente Terry, palmeando su hombro para darle el valor que él necesitaba para hacerlo. Romeo sonrió con la misma sonrisa de ánimo que tenía su padre, parecían dos gotas de agua, los mismos gestos, el mismo cabello largo y rebelde, los mismos ojos azules y desafiantes.

Romeo caminó decidido hacia donde Ashley se encontraba sonriendo como si él no estuviera presente.

-Buenos días Ashley. – Dijo Romeo saludando con su gallarda y atractiva sonrisa, una sonrisa que tenía cautivadas a varias chicas incluso de las invitadas, quienes habían querido saber la noche anterior quién era el chambelán que había hecho acto de presencia a última hora, haciendo una entrada triunfal a la fiesta.

-Buenos días Romeo. – Respondió Ashley intentando controlar el ritmo acelerado de su corazón, el cual se había presentado en cuanto sintió su presencia a sus espaldas y escuchó su voz.

-¿Podemos hablar un momento? – Preguntó sin más, a pesar de que veía que la joven estaba despidiendo a los invitados, los cuales posaron sus ojos en quien los miraba desafiante, los ojos de los tres caballeros se encontraban y no necesitaban decir más, en sus ojos se encontraba la contienda por ganar el amor de la joven heredera de Anthony y Candy Brower.

-Espérame un segundo. – Dijo Ashley tranquilamente, deseando que nadie se diera cuenta del nerviosismo y la impaciencia que se había apoderado de ella. Romeo asintió con su sensual sonrisa y eso hizo que las piernas de ella temblaran de pronto, intentó tranquilizarse para seguir mostrando la sonrisa que tenía antes con sus amigos. – Me dio gusto que vinieran. – Les dijo a ambos, quienes sin dejar de ver a Romeo de reojo ponían atención a la joven rubia.

-No me perdería por nada del mundo este día tan importante. – Dijo uno de ellos haciendo una reverencia para besar la delicada mano de la chica, quien se sonrojó por el gesto del muchacho, cosa que molestó a Romeo.

-Lo mismo digo yo hermosa. – Le dijo un poco más atrevido el otro joven, quien le guiñó un ojo coqueto en señal de complicidad, los colores de Ashley subieron más intensamente a su rostro, avergonzada de que Romeo pudiera ver aquella escena. – Pronto tendrás noticias de mi padre. – Le dijo nuevamente para poder abordar la elegante diligencia que los llevaría de vuelta a Chicago. Romeo estaba también rojo pero del coraje e impotencia que tenía por no haber puesto en su lugar a aquel par de impertinentes.

-¿Sucede algo? – Preguntó Ashley a Romeo al verlo tan rojo como un tomate.

-Me parece que tus amigos son muy atrevidos e impertinentes. – Dijo molesto, no podía negar que era hijo de Terry, tenía sus mismas reacciones y los mismos arranques de celos que había hecho en su juventud.

-Son muy buenas personas, siempre están cuando los necesito. – Dijo Ashley con una sonrisa de lado. – Cosa que no puedo decir de todos… - Dijo de nueva cuenta, aprovechando para hacer sutilmente un reproche ya que se había sentido abandonada cuando se fue a estudiar a Londres y las cartas que le escribía no eran suficientes para su corazón enamorado. Romeo entendió su indirecta y sonrió de lado acongojado.

-Sé que yo no he estado contigo estos últimos años. – Respondió para avisar que había entendido su indirecta. Ashley abrió sus ojos sorprendida al ver el rostro apesumbrado de su dolor de cabeza. – Sin embargo quiero que sepas que nunca he dejado de pensar en ti. – Dijo sin tapujos, directo, ocasionando que la joven se detuviera de pronto en su camino hacia el jardín.

-¿Qué es lo que has dicho? – Preguntó sorprendida, por un momento el temor se apodero del joven al creer por un segundo que su pregunta se refería a un rechazo de su parte. Hasta ese momento Romeo comprendió porqué su padre le sugirió hablar primero con ella.

-La verdad. – Dijo deteniéndose frente a ella, girándose para ver hacia el lugar donde ella se había detenido. La joven parecía que iba a llorar por un momento. – Que siempre te he llevado en mi corazón a pesar de mi ausencia. – Dijo seguro de sus sentimientos.

-¿Y las jóvenes con las que siempre hacías referencia en tus cartas? Y las palabras de burla acerca de mis pecas y mi comportamiento revoltoso? – Preguntó recomponiéndose de nuevo, su carácter era igual al de su padre, no se andaba con rodeos y quería saber todo lo que él pensaba. - ¿Tampoco has dejado de pensar en ellas? – Preguntó nuevamente, fijando su mirada azulada en la de él. Royal-Zafiro se volvían a encontrar pero con un sentimiento diferente a la ternura que habían tenido la noche anterior.

-Fui un tonto al creer que dándote celos y molestándote de esa manera iba a conseguir llamar tu atención. – Dijo Romeo arrepentido, su falta de madurez lo había hecho cometer el error de provocarle celos para ver si la joven daba alguna muestra o indicio de que lo amaba, pero al verla la noche anterior en sus ojos había visto el amor que ella le tenía, dándole con ello el valor para decirle a su padre que hablara con el padre de ella. – Pero creo que también fui un tonto al creer ver en ti una mirada de amor hacia mi parte. – Dijo realmente apenado por haber hecho que su padre solicitara un compromiso de su parte.

-¿Nunca te diste cuenta? – Preguntó la joven cuando vio la mirada de frustración en el chico de sus sueños, aquel joven inquieto y rebelde que la había flechado siendo tan solo una preadolescente, igual que su madre había quedado enamorada de su padre, aquella joven había caído en las garras del amor por el joven Grandchester. Romeo puso cara de interrogación a su pregunta.

-¿De qué? – Preguntó esperanzado, buscando los ojos de aquella joven que si bien siempre le había provocado un sentimiento desconocido no fue hasta que estuvo lejos que se convenció de que realmente era amor lo que había despertado en él siendo tan solo un crío. – Ashley, yo te amo. – Le dijo tomando sus manos entre las suyas. – Y fui un tonto al no darme cuenta antes, pero desde que era solamente un niño tuve estos sentimientos, solo que no supe descifrarlo a tiempo, creí que era amor fraternal lo que sentía por ti, pero después me di cuenta que no era así. – Decía mirando los ojos de la pequeña pecosa que lo miraba con los ojos acuosos emocionada por las palabras que aquel joven le dedicaba, palabras que pensó nunca iba a escuchar de sus labios. – Ashley… dime algo por favor… - Decía el joven inquieto, saliendo la inseguridad que mostraba a flote. – Dime si tú me amas o simplemente me ves como a uno de tus primos. – Dijo con el corazón latiendo a mil por hora, esperanzado de que su respuesta fuera favorable y no solo una ilusión de su enamorado corazón.

-Yo también… - Dijo Ashley con dificultad, estaba un poco turbada por la repentina declaración. – También te amo… - Dijo en un susurro, como si se estuviera diciendo a sí misma la respuesta, respuesta que a pesar del volumen tan bajo usado llegó a los oídos necesitados del joven rebelde, alegrando inesperadamente su corazón que comenzó a latir de manera diferente, su ansia se había convertido en felicidad y su latido tenía ahora el ritmo del amor.

Un beso tierno y dulce llegó a los labios de Ashley, un beso que si bien era ansiado por mucho tiempo, era inesperado, jamás había sido besada por un chico y este chico era precisamente el que era dueño de sus pensamientos. Romeo se alejó de ella un tanto tímido al creer que recibiría una bofetada por su atrevimiento.

-Lo siento. – Dijo el joven sin sentirlo, porque la verdad estaba maravillado por la suavidad y el dulce sabor de sus labios. Ashley sonrió por su reacción y ahora fue ella la que tomó la iniciativa, poniéndose de puntillas sobre sus pies para poder alcanzar la boca de su ahora novio una vez más.


Mientras los jóvenes entablaban aquella plática, los demás invitados terminaban de retirarse de la casa grande y pronto solamente la familia había quedado habitando el lugar, comenzando a hacer planes para los días que aún tenían pendientes por estar ahí, días que serían aprovechados al máximo una vez más ya que incluso los mayores como Elroy, Michael y Juliette podían descansar del bullicio de Chicago.

Candy y Anthony habían visto con buenos ojos el romance que había iniciado su pequeña hija con el menor de Terry, ya que sabían bien que el amor que ambos se tenían era sincero y verdadero y que solamente su necedad era lo que los había mantenido alejados, no cabía duda que el carácter de ambos al ser igual al de sus padres había hecho que sufrieran innecesariamente.

-Me alegra ver a Ashley tan feliz. – Dijo Candy viendo desde el balcón de su habitación cómo su hija paseaba con Romeo. Anthony sonrió feliz.

-Es verdad amor. – Dijo suspirando resignado. Candy lo miró con travesura, fijando su vista en el atractivo rostro de su esposo.

-¿Qué es lo que escucho Sr. Brower? – Preguntó Candy traviesa al ver que su esposo aclaraba resignado que estaba de acuerdo con que su pequeña princesa hubiese encontrado el amor.

-No puedo evitar que nuestra hija siga creciendo. – Dijo con una sonrisa, sin soltar de su abrazo a su esposa a la cual mantenía aferrada por su cintura. – Así que qué mejor que el hijo de Terry para hacerla feliz. – Dijo con una sonrisa sincera, sabía bien que el tiempo no perdonaba y sabía que su princesa se estaba creciendo y que eso era inevitable.

-Solo faltan Alexander y Alexis. – Dijo Candy extrañada porque sus hijos al ser los mayores aún no tenían un compromiso pactado y no era porque no tuvieran cientos de jóvenes a su alrededor, porque así era, sino porque ellos mismos habían marcado una línea con aquellas jóvenes casaderas.

-Creo que Alexis y Alexander ya tienen establecido su camino. – Dijo Anthony quien enfocaba su mirada hacia donde estaban sus primogénitos. Llevaban varios minutos observando cómo los jóvenes habían aprovechado la mañana para cabalgar en grupo. Candy dirigió la mirada hacia donde su marido la tenía fija, descubriendo de pronto algo que en lo que nunca había prestado atención.

-¿Crees que estén interesados en Julia y Juanita? – Preguntó Candy con una sonrisa, la verdad es que la idea le agradaba, ella conocía muy bien a las gemelas de María y Juan, les tenía un cariño muy especial al haber sido las primeras niñas que trajo al mundo y al ser la primera que las cargó en brazos.

-Alexander y Alexis hablaron conmigo hace unos días. – Explicó Anthony a Candy, quien no tenía idea de que esa charla había acontecido.

-¿Acerca de qué? – Preguntó Candy extrañada de que su esposo no le hubiese dicho nada, él comprendió la extrañeza que se reflejaban en sus expresivos ojos verdes.

-No te había dicho porque los muchachos me pidieron no lo hiciera hasta que estuvieran seguros de ser correspondidos. – Dijo el rubio a su esposa, quien se sorprendía por lo dicho por él. – Lo que sucede que ellos pensaban que al ser menores que ellas no los tomarían en cuenta y temían que la atención que ambas ponían sobre ellos fuese algo fraternal. – Explicó el rubio, quien entendía bien el temor de sus hijos quienes eran menores que las jóvenes por casi un año.

-¿Y crees que ya hablaron? – Preguntó Candy nuevamente.

-Pues el que estén tomados de la mano mientras cabalgan es algo que nunca había visto. – Dijo Anthony sonriendo con picardía, orgulloso de que sus hijos a pesar de haberse tomado el tiempo para decidirse por las chicas que amaban por fin se habían decidido a tomar la iniciativa.

-Creo que sacaron a su madre en lo insegura. – Dijo Candy apenada. Anthony le sonrió sabiendo que ese no era un adjetivo que la definiera, ni tampoco a sus hijos.

-Te amo tal cual eres pecosa. – Le dijo Anthony besando sus labios con ternura. Candy se sintió completamente plena en esos momentos, tenía al esposo perfecto a su lado, tenía unos hijos maravillosos que ya comenzaban a volar con sus propias alas, unos padres que la amaban, abuelos y tíos que siempre la habían apoyado, así como mucha familia que la querían y estimaban de verdad, ¿Qué más podía pedir a la vida? Tenía Amor, Salud y dinero, tenía todo aquello de lo que había carecido en su niñez, salvo el amor ya que siempre tuvo gente que la amaba como la Señorita Ponny y la hermana María.

-¿Cambiarias algo de lo que hemos vivido? - Preguntó Candy a Anthony con su mirada encendida, sus ojos dilatados reflejando el amor que tenía por él. - ¿No te arrepientes de algo? – Preguntó refiriéndose a la manera en la que se habían dado las cosas en su vida.

-Nunca me arrepentiré de haberte entregado mi corazón siendo un chiquillo. – Respondió Anthony con una sonrisa de enamorado. – Ni siquiera los años que estuvimos separados cambiaría si con ello cambiara nuestro presente. – Dijo seguro de sus palabras, observando los hermosos ojos de su pequeña pecosa. – Si esos años de sufrimiento fueron el precio por vivir a tu lado el resto de nuestras vidas, es poco comparado con la felicidad que he vivido a tu lado y que me falta por vivir. – Dijo de nueva cuenta. Candy le sonrió enamorada, asintiendo para demostrarle que ella también estaba de acuerdo con lo que decía, ella tampoco se arrepentía de nada de lo que había vivido, no se quejaba de los años separados, ya que en ese tiempo a pesar de haberlo extrañado había encontrado a su verdadera familia, esos años habían servido para conocer realmente el lugar de su origen y eso era algo que no cambiaría por nada del mundo, porque como lo había dicho Anthony eso había valido para que estuvieran juntos y construyeran a la familia tan hermosa que habían logrado construir.

Anthony volvió a besar a su esposa con ternura, mientras el viento fresco de la mañana mecía sus cabellos, sus manos la aferraban por la cintura mientras las de ella se posaban en su cuello para atraerlo más a su cuerpo, disfrutando una vez más las sensaciones que él le despertaba, envueltos en una atmósfera romántica en la cual caían cada vez que estaban juntos, mientras el aroma de las dulce Candy era liberado por la brisa matutina para colarse entre el par de enamorados, quienes aspiraban su olor extasiados sabiendo que todo iría bien mientras se tuvieran el uno al otro.

FIN

Y con este capítulo terminamos la última parte de esta historia que la verdad me tomó trabajo en terminar, no por falta de ideas, sin por falta de tiempo, la verdad incluí muchos personajes que me llevó mucho tiempo desarrollar y eso hizo que se extendiera de una manera que hasta yo misma me sorprendí, sin embargo cada uno de los personajes robó mi corazón, los inventados y los que ya existen en la trama, disfruté cada una de las líneas que escribí y cada uno de los comentarios que me dejaron en ella. Gracias a cada una de ustedes por haber leído y por haber agregado a sus favoritas la historia, gracias por demostrar que de verdad les gustaba lo que escribí y no solo pusieron comentarios por compromiso, agradezco su sinceridad y sobre todo su paciencia por este capítulo. Espero lo hayan disfrutado tanto como yo lo hice al escribirlo y al leerlo una y otra vez hasta que quedó creo yo bien, a pesar de que sé que pude haber desarrollado más la trama.

Muchas gracias a cada una de las personas que dejaron un comentario a mis amigas virtuales como yo les digo, ya que así las considero al haber entablado una relación más allá de la lectura.

Gracias.

TeamColombia. Gracias por estar siempre al pendiente y sobre todo por tomarse ese tiempo valioso que sé que no es mucho para dejar un comentario aunque breve nunca faltó en hacerlo. Les mando mis sinceras bendiciones y mejores deseos.

Rose1404. Hermosa tú también te convertiste en una fiel amiga a través de esta historia, gracias por sus comentarios siempre amables y sobre todo por mostrar tus ansias por continuar con la lectura, gracias por dejarme conocer tu opinión al respecto. Te mando un fuerte abrazo, saludos y mis mejores bendiciones.

Mayely León. Tú también has sido una parte importante de cada una de mis historias, me has animado a continuar con mis locuras gracias a tus comentarios positivos y tu emoción al leer cada uno de ellos, con ello me te has convertido en una amiga muy especial que siento que conozco en persona, gracias por estar siempre ahí para una historia de mi rubio bello, gracias por leer siempre y por dejar tu lindo comentario. Te mando un fuerte abrazo, saludos y por supuesto bendiciones.

Julie-Andley-00. Que te digo hermosa? Las palabras de agradecimiento no son suficientes para expresar la manera en la que tus comentarios me alientan a seguir escribiendo, te considero una amiga especial. Muchas gracias por leer cada una de mis historias y por estar siempre al pendiente de cada capítulo, gracias por confiar en lo que escribo. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y por supuesto bendiciones.

lemh2001. Hola hermosa, muchas gracias como siempre por tus cumplidos, cada uno de tus mensajes y PM me han ayudado mucho ya que aprecio que leas cada detalle, me hace esforzarme más en lo que escribo, ya que se que siempre hay alguien que no pasa por alto el esfuerzo que se hace por crear una historia. Gracias por leer todas y cada una de mis historias, gracias por releerlas y comentarlas a pesar de que ya han sido completadas, espero que sigas pendiente de las próximas que escriba (si lo hago) gracias por ofrecerme tu amistad aunque sea virtual. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Clint Andrew. Hola hermosa, miles y miles de gracias por darle la oportunidad a esta historia a pesar de no ser Anthonyfan, gracias por leer y comentar cada capítulo es un gran aliciente para mí saber que te atrapó esta historia y te agradezco enormemente ese honor. Espero en un futuro te animes a leer otra historia y si no créeme que tienes mi amistad para cuando la requieras. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

María José M. Hola hermosa, mi única vecina del norte (creo yo) muchas gracias por tus comentarios, como siempre agradezco ser yo una de las pocas afortunadas (como tú lo has dicho) a las que dejas un review, gracias por leer y hacer una crítica de mi pasatiempo favorito, espero al igual que las demás estés en el próximo proyecto. Te mando un fuerte abrazo y mis sinceras bendiciones. Hasta pronto hermosa.

Mia8111. Hola hermosa, quiero agradecerte tus comentarios en esta historia, gracias por leer y dedicarme un tiempo, agradezco que hayas estado acompañándome a lo largo de la historia, quiero que sepas que seguiré la historia de tu prima hasta que decida terminarla, por lo pronto espero que termines de leer esta y me des tu visto bueno. Te mando un fuerte abrazo, saludos y bendiciones.

Carolina Benítez. Hola hermosa, otra amiga más a la cual agradecer su fidelidad, también eres de las más fieles seguidoras que desde un principio apoyaron mis lecturas y a pesar de la distancia he llegado a apreciar sinceramente. Me da gusto saber que sigues leyendo y comentando mis ocurrencias. Te mando un fuerte abrazo mi estimada amiga, saludos y por supuesto bendiciones para ti y los tuyos, espero un comentario por este capítulo también. Saludos y un fuerte abrazo amiga.

Ster Star. Hermosa! Amiga bella tu también te has convertido en una de mis más fieles lectoras y en una de las que más disfruto leer sus comentarios, aprecio mucho cada palabra que me dedicas ya que sé que tu tiempo es muy limitado, sin embargo haces el esfuerzo por leer y disfrutar de la lectura. Gracias por leer y analizar cada párrafo, gracias por comentar y darme tu punto de vista, agradezco enormemente que me consideres una amiga más a pesar de la distancia, aprecio mucho la amistad que me ofreces y que con gusto he aceptado. Te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Aminaabud. Hola hermosa, por demás esta aclarar que también te considero una amiga más a la distancia ya que tu también eres de las pioneras en mis lecturas, agradezco que siempre estés al pendiente de mis historias y te des tiempo de comentar y analizar. Quiero decirte que el saber que eres una más que lee mis locuras es un aliciente para seguir escribiendo, gracias por leer y comentar, te mando un fuerte abrazo hermosa, saludos y bendiciones.

Cla1969. Ciao bella, voglio ringraziarti profondamente per essere stata a conoscenza di questa storia, grazie mille per aver letto e lasciato un commento, che dimostra che la lingua non è un impedimento e che le mie storie hanno varcato più confini di quelli che pensavo realizzare. Grazie per la lettura, spero che tu mi lasci la tua opinione sull'ultimo capitolo, dal momento che ho apprezzato ogni tuo commento, ti mando un grande abbraccio, saluti e benedizioni mia bellissima amica.

Gracias a cada una de las personas que agregaron la historia a sus favoritas, gracias por seguir cada día las actualizaciones, gracias por estar al pendiente de ellas. Les mando un fuerte abrazo a cada una de ustedes, así como a cada una de las personas que leen y no se atreven a comentar, pero que el registro de lecturas me anuncia de su presencia. Gracias infinitas por leer, me gustaría saber sus nombres para hacer más personal mi agradecimiento sin embargo espero que igual les llegue mi sinceridad. Un abrazo a cada una de ustedes.

Gracias a especiales a:

judithtorres,

Julie-Andley-00,

Clint Andrew,

Flor Mares,

Silandrew,

Gabbs G.,

lemh2001,

Ster star,

alesandraP,

Lune-Foncee,

chica vampiro 92,

daliladcbj,

Cla1969,

Miyoya,

StephanySchreave,

yanicasti0206,

eccogris061010,

mia8111,

Mercedes Rafael,

Yakushiji y

daide luct.

Les deseo lo mejor a cada una de mis amigas virtuales hoy y siempre.

GeoMtzR.