Cuando una persona se muere, el alma es sometida a un juicio con base a sus experiencias, en consecuencia, ser partícipe en el ciclo de la reencarnación, o, ser un alma muy obstinada y quedarse en la Tierra; volverse un fantasma y acabar viviendo —irónicamente hablando— en la bulliciosa "Ciudad Fantasma". Nadie le ha dado un nombre mejor, su actual rey, el señor Fong, no tiene imaginación para ponerle otro nombre. Wei Ying ha pensado en varios, ojalá llegue un nuevo rey fantasma y le pateé el culo al actual.
Wei Ying está muerto. Wei Ying fue obstinado. Wei Ying es un fantasma.
Wei Ying sonreía con los brazos en la espalda, analizando qué desayunar. Con frecuencia desayunaba con las chicas. Hoy no, ya que, en específico, hoy se sentía bonito, quería que los fantasmas lo viesen. Que lo admiraran y supiesen de ante mano que pocos podían tenerlo por una hora. A veces menos, pero eso no era su culpa. La resistencia de algunos clientes es precaria.
No traía adornos en el cabello a excepción de una sencilla cinta blanca con adornos de nubes que sujetaba su largo pelo negro como la tinta, y un hanfu bruno con un cinturón gris. Exacto, se veía hermoso sin tantos artilugios encima. Pensarlo lo puso de buen humor, ensanchó su sonrisa. Estaba orgulloso, varios fantasmas de muchas formas y colores lo miraron, algunos de reojo y otros más del tiempo permitido. Infló el pecho, caminó alegre al único restaurante decente del lugar.
En ciudad fantasma, las veinticuatro horas del día se estaban a obscuras, por lo que para diferenciar del día y la noche, la ciudad estaba repreta de linternas de papel de arroz colgados en puestos, a veces sobrevolando en las calles.
Por la mañana, las linternas se encendían de un agradable amarillo como el de una antorcha temblando y apenas refulgente.
Wei Ying siguió caminando por unos veinte minutos, llegó a un restaurante semi vacío, el dueño era un hombre con cabeza de perro llamado Zheng, era el único lugar donde la comida no se veía sospechosa o contenía piernas humanas. El dueño, que lo conocía de años, le sirvió tofu picante. Wei Ying le agregó más ají y se lo comió gustoso. Habló un poco con Zheng y se rio de las anécdotas de uno de los cachorros del tendero.
—Estoy ahorrando —dijo Zheng, era demasiado temprano, por lo que no tenía que atender a muchos—, un día voy a ir al Palacio Flor de Loto, estando allí, pediré tus servicios.
—Que no te oiga tu esposa —le respondió Wei Ying con una tensa sonrisa—, no quiero que venga gente ruidosa a molestar al palacio. Puedo sentir la mirada asesina de tus siete hijos apoyando a su madre.
El hombre con cabeza de perro se rio a carcajadas, también Wei Ying.
—Incluso si me deja infértil de una patada, lo vale.
Internamente, deseó que Zheng jamás lograra reunir el dinero para verlo, porque sabía que su pequeña amistad se quebrajaría. Él no lo quería.
Durante la tarde, las linternas cambiaban de amarillo a un color naranja atardecer. Wei Ying decidió dejar su partida de mahjong con una viejita con patas de pájaro y emprendió su partida devuelta a casa.
A estas horas apoyaba a sus compañeras a arreglar sus cuartos, a limpiar, o les ayudaba a elegir un vestuario y maquillaje. No era su responsabilidad. Mas siempre lo ha sentido como tal. Wei Ying era una persona privilegiada dentro del Palacio Flor de Loto. Tenía su propia habitación en el quinto piso, libertades que las demás no poseía y tenía permitido abstenerse a realizar tareas o quehaceres.
—Dos clientes han solicitado mis servicios —le dijo Xin qian, feliz, mientras colgaba la ropa.
Xin qian era una mujer bajita de tez clara y ojos tristes. Wei Ying la conoció al mismo tiempo que madam, llegaron juntos a Palacio Flor de Loto. Xin qian era en extremo tímida e introvertida, por lo que no tenía muchos clientes. Que tuviese dos en una misma noche era motivo de alegría.
—Wei Ying —llamó una dulce voz.
El mencionado se dirigió con el cesto en las manos y se acercó a la alta mujer.
—Madam Jia Li —saludo Xin qian solemne.
—¡Madam Jia Li! —reconoció el joven fantasma, quien distaba de Xin qian por su melodiosa voz, mas que saludar a su jefa, parecía que saludaba a un amigo que se topaba por la calle.
Madam Jia Li era una mujer con apariencia joven, apenas rozando los cuarenta años. Su cabello canela estaba ornamentado por bellas flores en un estético moño y los labios pintados de un apasionante escarlata. Vestía un traje tradicional y caminaba con la espalda recta, elegante y tranquila. Madam Jia Li era quien administraba el Palacio Flor de Loto.
—Xin qian, recuerda usar la loción que te di ayer. No quiero que te roces como la última vez.
—Sí —avergonzada, asiente.
—Wei Ying —se dirigió hacia el joven—, hoy vendrá el señor MinLing.
La sonrisa de Wei Ying casi se rompe. Casi.
—No está muy feliz si viene un viernes —a su lado, la joven Xin qian comenzó a temblar.
—Por lo mismo, seré yo quien te prepare esta noche —avisó madam Jia Li— me retiro.
Al verla alejarse, Wei Ying gritó:— ¡¿No me va a decir que use loción?!
Madam Jia Li se detuvo, giró un poco su lindo rostro bañado en maquillaje, le sonrió.
—Eres primitivo. Incluso si te lo recomiendo, sé que harás oídos sordos y harías lo que quisieras.
Wei Ying siguió riendo cuando madam Jia Li desapareció tras la esquina, Xin qian soltó un suspiro. Sus manos sudaban frío.
—Vendrá el señor MinLing —susurró con tristeza, aunando a que sus ojos se volviesen más tristes.
—Sí... Tendré que usar mucha loción —el joven fantasma bromeó.
Xin qian le pegó con una toalla que estaba apunto de colgar, ambos rieron.
Llegada la noche, las linternas se encienden de un color rojo sangre, Ciudad Fantasma se convertía mucho más ruidosa que en el día. Desde el quinto piso de una pagoda, Wei Ying admiraba aquella transición de naranja a rojo. La puerta fue deslizada, madam Jia Li entró con dos mujeres.
Le arreglaron el cabello, colocando horquillas para el pelo con borlas plateadas, el sutil maquillaje hizo resaltar sus ojos color plomo y sus delicados labios; se puso un hanfu de mangas largas color verde lima y un cinturón brillante como una perla, lo llenaron de perfume y joyas. Wei Ying parecía brillar igual que la luna. Un ser fuera de este mundo, hermoso.
—Es hora —le dijo madam Jia Li.
—¿Me veo lindo? —Wei Ying lo dijo a modo de broma, él sabía cómo se veía, pero la mirada triste de Jia Li lo hizo sentir incómodo y quería deshacerse de ella.
—Cómportate, ¿está bien?
—¿Cuándo no me he portado bien?
—La respuesta es cuándo no.
El señor MinLing llegó media hora después. Apenas un par de velas iluminando el recinto. Deslizó la puerta, recibido por Wei Ying mirando la eterna noche de ciudad fantasma.
—¿Mal día? —preguntó Wei Ying.
Con pasos presurosos, el hombre de rostro olvidable abrazó a Wei Ying de la cintura.
—No tienes idea.
—Tu ropa está manchada.
—Estoy bien, la herida ya sanó.
Wei Ying no comprendía porqué las chicas le temían al señor MinLing. Para él, aquel hombre le provocaba lástima.
—Wei Ying —dijo el hombre, restregando su cuerpo con el de Wei Ying—, te necesito. Te necesito tanto.
El mencionado lo miró, las cuencas vacías del hombre lo reflejaban a él y solamente a él. Una mano traviesa se colocó ente los pliegues de su hanfu verde, el brillo labial se repartió en pedazos de piel. La cama se hundió con el peso de ambos.
—Mi Wei Ying, mi hermoso Wei Ying —decía el señor MinLing con desespero.
—Sí... Tuyo —»al menos por un par de horas«.
Las linternas de ciudad fantasma continuaron de rojo. El señor MinLing se estaba vistiendo del lado contrario de la habitación.
—Debo irme —le avisó el hombre, a Wei Ying realmente no le importaba—. Regresaré el lunes.
Wei Ying mostró una sonrisa amplia. Labios rosados y vibrantes como una peonía en el punto cúspide de la vida, sus colmillos blancos haciendo juego con su grácil caminar. Le dio un beso en la mejilla y acomodó su ropa.
—Vuelva pronto.
Estaba un poco impaciente, el desgraciado había llegado antes que él, por lo que tenía que usar a sus cinco amigas. El señor MinLing estaba reticente a irse. Al final se fue.
Wei Ying tomó un baño, tenía otras cuatro reuniones esta noche. Oyó pasos.
Una bata blanca y el cabello húmedo, saliendo del biombo. Fue como lo encontró el siguiente cliente.
—Llegó antes de lo previsto —se quitó la bata con parmisonia.
Cuando se dignó a voltearse, había un hombre atractivo vistiendo túnicas de funeral, una cinta blanca cruzaba su frente y sus ojos dorados se fijaban en él de pies a cabeza, era la primera vez que lo veía.
—¡Vaya! Me equivoqué, el señor Fong tiene cara de zorro —Wei Ying sonrió seductor—. Eres más guapo que mis habituales clientes. ¿Es tu primera vez aquí, cariño?
Debes hacer sentir seguro al cliente. Que esta sea su casa por un rato. El único lugar en el que será bienvenido tal y como es. Así es el Palacio Flor de Loto. Wei Ying dio un par de pasos lentos en dirección al invitado inesperado.
Entonces el hombre lo vio con horror. El oro se hizo turbio. Sucio. Desagradable. Indignante.
Wei Ying vaciló sus andadas. Se arremangó la bata, cubriendo sus desnudos hombros y el cuerpo.
—O quizá te equivocaste de lugar —intentó decir para extinguir el pesado ambiente, se dirigió a un mueble a lado de la cama, donde descansaba una campana para emergencias y la hizo sonar— vendrá alguien a... Ah... Ja, Ja...
El hombre seguía viéndolo, podía sentirlo. Se puso nervioso.
Wei Ying se sintió feo.
—Deberías irte.
Regresó al biombo.
—¡Wei Ying!
¡Chan, chan! Primer capítulo. ¡QUÉ EMOCIONANTE! ¿Qué les pareció? A mí me encantó.
Mini teatro (los mini teatros no interfieren en la historia original):
Entrevistador: señor fantasma, ¿qué es lo que más odia de ser prostituto, además de las cosas típicas? Por favor, cuide su lenguaje, esta es una sección para jóvenes.
Wei Ying: ¡Los perros! Los hombres perros son lo peor. ¡Babean todo! Y cuando digo todo, ¡es todo! *toma el micrófono del entrevistador* una vez...
Entrevistador: ¡censura, censura!
¡Nos leemos pronto!
