Wei Ying es una persona intrépida y sagaz. Astuto la mayoría del tiempo. Si se lo proponía, era el mejor mentiroso del mundo, mas si tenías un sombrero que se veía como a un gato muerto, sin discutir, Wei Ying dirá que tienes un gato muerto en la cabeza. Era una peculiar ambivalencia.

A pesar de que no recordaba sus días de vivo, sentía a la perfección que la timidez, la serenidad, todo lo relacionado con estar quieto y silencioso, no eran lo suyo. Lo intentó, pero si no decía lo que tenía que decir, se terminaba mordiendo la lengua de la desesperación. Descarado, tragón, a veces grosero y aventado. Un desastre andante, ¡eh! Un desastre muy guapo, hay que decir.

En la caminata se despejó la mente, entendiendo que su corazón no estaría tranquilo hasta que hablara con el cultivador de bonitos ojos miel. Esta vez no podría engañarse.

Wei Ying también era demasiado resiliente.

Eran cerca de la una de la madrugada del domingo, ciudad fantasma estaba retumbando de gritos y gritos provenientes de espíritus. Las lámparas desprendiendo luz escarlata.

"Vamos a caminar, chico lindo", le habló a la par que avanzaba, alejándose del palacio Flor de Loto. Escuchó los pasos del cultivador, deteniéndose en un puesto de cachivaches de un hombre pavo.

—¿Cuál es tu nombre?

Wei Ying tomó una peineta de dudosa procedencia, la dejó. El hombre no respondió. Al voltearse, notó que lo detallaba con la mirada, desde la túnica negra que estaba usando hasta el moño púrpura que sostenía su cabello en una cola alta. No poseía una mirada voraz ni de exitación. Wei Ying calculó que era dos centímetros más alto que él.

El cultivador se está cerciorando de su estado. Preocupación detonando de esos orbes inverosímiles. El joven fantasma se sintió acorralado.

—¿Wei Ying?

—¿Sólo sabes decir eso? Sí, mi nombre es Wei Ying. ¿Feliz? ¡Ahora di otra cosa! Por ejemplo, podrías presentarte —Wei Ying alcanzó una diadema de flores—, o hablar, lo que sea.

Wei Ying lo miró, tragó saliva.

—Usted... ¿me conoce?

Su acompañante al escucharlo, se acercó dubitativo a su lado.

—Mn.

Después confirmar, el rostro del cultivador se hizo inescrutable. Wei Ying ya no pudo descifrar lo que escondían las finas facciones ajenas. Se rascó la nuca con exasperación. ¿Qué debía decir? ¿Lo siento por haber muerto? ¿Llorar? ¿Brincar de felicidad por este improbable reencuentro? ¿Alejarlo? ¡Que alguien le diga qué hacer!

—Lan Zhan —dijo el hombre, enfriando la cabeza del joven fantasma a su paso—, me decías Lan Zhan.

¿Era su nombre de cortesía o...? Tranquilo. Con calma. Se aprende a gatear antes de correr.

—¡Lan Zhan! Es un nombre adecuado para ti —Wei Ying le regaló una sonrisa, inspeccionado otros puestos—, bien, bien, querido Lan Zhan. Lamento informarte que no recuerdo nada de mi pasado antes de muerto. ¡Ah, puede que se me haya olvidado! Soy un fantasma.

Wei Ying fue de los pocos fantasmas que tenían una apareciencia humana. El fantasma optaba la forma dependiendo su nivel de resentimiento. Algunos fantasmas eran una flama flotante o tenían características de animalesantropomórficos.

—¿Por qué estás aquí? —adivinó que Lan Zhan no estaba en la ciudad por él, se trataba de una fortuita casualidad.

—Exorcizar fantasmas.

Por alguna extraña razón, ciudad fantasma pareció sincronizarse en el momento oportuno en el que Lan Zhan dijo su motivo de visita. Wei Ying arrugó la cara, sus cejas uniéndose. Se rio escandalosamente, susurrando "qué gracioso, qué gracioso". Tomó la mano de Lan Zhan y casi empezó a correr

—No puedo creer que hayas dicho eso en un lugar que se llama "ciudad fantasma", donde viven fantasmas, ¡llena de fantasmas! ¡Donde cagan fantasmas! —lo escondió en una botánica.

Lan Zhan sólo lo observó.

—¿No tienes nada más por decir?

Sin respuesta. Lan Zhan es un hombre de pocas palabras. El cultivador vio la repisa detrás de Wei Ying. Eran hileras de frascos con pastillas azules.

—Ah, son pastillas para quedar embarazado. ¿Necesitas una? Un amigo las compró para su esposo, ahora tienen tres hijos.

—¿Embarazado?

—Sí... Es mágica. Resulta ser muy costosa y efectiva, sin importar el sexo.

Silente.

—¡Bueno, creo que me dio gusto verte! ¡Lamento decir que no puedo ser tu guía! Se me hace tarde para ver qué puso la marrana.

Podría proponérselo e indagar más a fondo sobre su pasado, sin embargo, mentalmente estaba agotado.

Quería preguntar tanto.

Tenía tanto miedo.

Y de tanto en tanto, pereció su valor.

Dispuesto a irse, salió de la botánica.

—Mentiroso —soltó Lan Zhan.

Wei Ying creyó percibir un tono de enojo en la voz, semejante a un capricho de un niño.

—¿Qué dijiste?

—Vamos a comer —pasó de largo a Wei Ying.

Decidió acompañar al cultivador. Lan Zhan se detuvo en un restaurante. Entró. Wei Ying sonrió. Vio al cultivador tomar asiento, este le miró esperando a que se sentara.

—Oh no. Yo como comida real. No sudor de pollo.

Lan Zhan continuó sereno, esperando una explicación.

—Aquí preparan todo con el sudor del hijo del dueño. En estos momentos se debe estar bañando en la olla. ¿Comprendes?

Lan Zhan saltó de la silla. Estuvieron vagando, Wei Ying se rio en silencio cada que llegaban a un nuevo restaurante, cada uno peor que el anterior, podía ver cómo la piel del cultivador cambiaba de verde a amarilla, de amarilla a verde, hasta que Wei Ying se apiadó de él y lo llevó al restaurante de Zheng.

Ordenó sopa.

—Muy bien, querido Lan Zhan. Cuéntamelo todo.

El cultivador lo miró expectante. No era un silencio como los anteriores, se había quedado mudo de la sorpresa.

—¿Lan Zhan?

Este parpadeó.

—Lo siento.

—¡Creí que te habías averiado!

—Ruidoso —la calidez se coló por su mirada.

—Sí soy. No puedo negarlo —Wei Ying cruzó los brazos—, iniciaré yo si no te molesta. ¿Desde cuándo nos conocemos?

—Desde que teníamos quince años, nos conocimos en un lugar llamado "El receso de las nubes".

¡Qué pretencioso!

—¡Vaya! ¿Qué edad tienes?

No respondió.

—¡Qué delicado! Ni mis amigas son como tú.

—Wei Ying —advirtió.

Wei Ying se rio un poco.

—¿Somos amigos?

—Mn.

—Está bien. Voy a creerte. Otra más personal. ¿Quiénes son mis padres?

—Sé que tú padre se llamaba Wei Changze, y tu madre Cangse Sanren. Ambos murieron cuando eras joven y fuiste adoptado por Jiang Fengmian.

Wei Ying miró sus uñas.

—¿Fui adoptado?

Lan Zhan asintió.

—También fuiste discípulo de la secta Yummeng Jiang.

Wei Ying sopló un mechón de su cabello y rio por lo bajo.

—¿Discípulo? ¡Por favor! —cerró los ojos— de discípulo de una secta a chupar pollas, ¿quién lo diría?

No debería de pensarlo así.

—¡Wei Ying!

—¿Qué?

—Desvergonzado.

—Tch, ¿acaso nunca te la han chupado?

Los puños de Lan Zhan se cerraron bajo la mesa.

Wei Ying sonrió malicioso. Esto de molestar a Lan Zhan comienza a ser adictivo.

—Espera... —amplió sus sonrisa—, ¿nunca te han chupado la polla?

Las orejas del cultivador se tornaron de un rosa pastel.

—¡Desvergonzado!

—¡TUS OREJAS ESTÁN ROJAS!

—¡Desvergonzado, desvergonzado!

Se podría acostumbrar.

—Déjame chupártela. ¡TE DARÉ UN DESCUENTO!

—¡WEI YING! —El cultivador se levantó de la mesa con aire airado.

Por su parte, Wei Ying se carcajeó escandalosamente, chocando su palma con la mesa. Haciendo ruido. Lágrimas caían de sus ojos.

—¡Tu cara! ¡Tu cara! —se rio más fuerte—, ¡qué gracioso!

—¡T-tú!

—Lo siento. Sígueme contando sobre Yummeng Jiang.

Lan Zhan lo pensó.

—Ven a Gusu Lan conmigo, te contaré todo.

Pfff, ¿lo estaba chantajeando? ¿No podía hacerlo mejor?

—No. Ven el martes cuando las linternas estén de naranja. Le diré a mi jefa que te deje pasar. Entonces, seguiremos charlando de lo lindo. ¿Bien?

Lan Zhan lo pensó. Resignado a aceptar.

—¡Excelente decisión! ¡Este ha sido un encuentro memorable! Espero su cooperación a este pobre fantasma. Nos vemos pronto.

Estaba ansioso por irse, ¡adiós, adiós, valor! Miró la espalda recta del cultivador y se cuestionó la forma en que ellos se convirtieron en amigos.

—Wei Ying, ¿qué hay de Wen Yuan?

¿Quién?

—Suena que es una persona interesante, cuéntame de él el martes.

Durante el trayecto a casa, no dejó de pensar en las cosas que le había dicho Lan Zhan. Diferentes nombres y ninguna imagen clara se coloreaba en su cabeza. En la propuesta de acompañarlo a su clan. Wei Ying se detuvo rumbo a las escaleras. Se preocupó. Le perturba el sentimiento menestoroso de ir con él, de la confianza que irradiaba sus palabras.

¿Estas extrañas emociones son provocadas por los residuos de su memoria perdida? Como una huella en una piedra que no se borra.

¿Qué tan grande es la huella que marcó Lan Zhan en su opaca reminiscencia para lograr ese efecto?

Susurros. Wei levantó la vista. Cuchicheos con tintes agresivos. En el quinto piso, a un par de metros del sentido contrario de su habitación se escucharon murmullos. Era la habitación de Bing qing. Todavía era domingo en la noche. Wei Ying sabía que Bing qing trabajaba los martes, miércoles y sábados. Es decir, no debería haber un cliente en su recámara. Bing qing no era una fantasma que aceptaba trabajar horas extras, mujer orgullosa.

Bofetada.

Wei Ying deslizó la puerta con un azote. El usual arreglado cabello rojo de Bing qing estaba siendo sostenido de forma violenta por un hombre gordo de aspecto sudoroso, algunas lágrimas se escapaban de sus ojos verdes. Su vestido apenas puesto. Wei Ying sintió su pecho arder.

—¡Fuera! —gritó molesto el hombre.

Segundos después se vio expulsado de la cama con una patada marcial de Wei Ying. Tirado en el suelo como una muñeca. Lo tomó del cuello y le propinó un golpe en la quijada, luego otro, y otro, cada uno cargado con ira, coraje llameante en sus ojos.

Para ser un cliente en el palacio Flor de Loto, existen tres requisitos escenciales que se deben cumplir: primero, respeta los horarios que se pagaron por adelantado; segundo, prohibido amenazar o manipular con destruir el alma de los trabajadores para fines egoístas o metas personales del cliente; tercero, pero no menos importante, prohibida la violencia física hacia los trabajadores sexuales, incluído fetiches. Castigo para la violación de las anteriores normas: ser vetado del palacio para siempre.

Sencillas reglas que mantenían la paz dentro del Palacio.

—¡Para, para! —le gritó Bing qing.

La cara en sus manos sangra por todos sus hoyos, no tenía dientes y apenas se quejaba del dolor. Inconsciente. Lo dejó caer. Wei Ying no había defendido a Bing qing porque creyera que se estaba rompiendo las normas, lo hizo porque no toleraba ver a sus compañeras destruidas por dentro. Puede que existieran las reglas para su protección, mas algunos, incluso con los años, no asimilaban por completo el fin de su trabajo, agregarle un peso como la humillación de ser violadas sólo ocasionaría devastación a sus corazones.

Conocía casos de otros prostíbulos. ¿Quién le creería a una prostituta que fue violada? Wei Ying lo odiaba. Odiaba la falta de respeto que se tenían a personas como ellos. Algunas chicas llegaban al palacio sin saber nada y tenían que ganarse el pan del dia. Porque sí, puede que fuesen fantasmas, empero, tenían las mismas cargas de un maldito vivo. Morir y ser un espíritu no era diferente de la vida humana. También entendió que no podía cambiar nada. El palacio Flor de Loto tenía la suerte de ser un lugar prestigioso, de tener una administradora benevolente y protección garantizada a sus empleados. Algunos prostíbulos trataban a sus trabajadores peor que a los esclavos.

—¿Por qué no tocaste la campana? —preguntó cuando su furia menguó.

—Eso no es asunto tuyo —. La linda mujer con rostro de corazón se arregló el vestido, al igual que Wei Ying, ella era una cinco estrellas—, ¿qué entendería un mocoso como tú qué está aquí por elección?

Bing qing laboraba en el prostíbulo antes de la llegada de Wei Ying. Soltó un suspiro.

—Aun si no te caigo bien, jamás permitiría, si está en mis manos, que te hicieran daño, Bing qing. Somos compañeros.

Bufido.

—¿Sabes artes marciales? —risa sarcástica—, como era de esperarse del hermoso y perfecto hombre de madam Jia Li.

Wei Ying aspiró de súbito. Sí, él sabía artes marciales. Sin embargo, nunca se lo ha revelado a madam Jia Li o a cualquier otra persona. Lan Zhan mencionó que vivió en una secta. Otro misterio de su pasado. Pretender que no sabía nada ayudaba mucho para situaciones como la recién sucedida a Bing qing. Los clientes que sobrepasaban los límites con Wei Ying estaban demasiado avergonzados como para decirle a los demás que fueron vencidos por un prostituto.

Bing qing pareció graciosa.

—Vete. No le diré a nadie. Así no te deberé nada. Ya está saldado. Yo arreglo esto.

—No lo hice para que me debieras algo. Anhelo que nos llevemos bien. Que haya paz entre nosotros —sinceró.

Wei Ying admiraba a Bing qing, ella se había mantenido como una cinco estrellas a lo largo de treinta años. Era fuerte, un poco soberbia, orgullosa de su oficio. Wei Ying encontró consuelo en ella en sus momentos más obscuros. No tenía que saberlo, claro.

—La única paz que tendré es cuando encuentre al tipo que me asesinó y lo destruya con mis propias manos.

—Bing qing...

—Te puedes ir —Bing qing hizo sonar la campana. Los centinelas subieron.

Wei Ying lo entendía. Bing qing lo odiaba, ya que él tenía algo que ella no. Posibilidades. Y él escogió quedarse en Flor de Loto. Lo pensó. ¿De verdad tuvo la oportunidad de elegir?

Al comienzo, Wei Ying no trabajó en el palacio como prostituto. Era un simple sirviente. Limpiaba los cuartos, lavaba la ropa. No se le permitía entrar a la cocina. Una lástima, adoraba cocinar. Ayudaba con las cuentas si madam Jia Li se lo permitía.

Madam Jia Li lo encontró deambulando en un bosque a las afueras de la ciudad. Lo bañó, lo cuidó y le dio un trabajo sin siquiera conocer un céntimo de él. Le explicó que no recordaba nada de su persona. Madam Jia Li le dijo que el palacio Flor de Loto es un lugar para fantasmas que olvidaron su vida de vivos. Le ofreció un sitio al cual pertenecer.

Trabajó como un humilde sirviente para sus compañeros alrededor de cinco años. Las chicas que llegaban fueron, al igual que Wei Ying, mujeres con amnesia. Un fantasma sólo olvidaría su pasado por una razón: por una muerte violenta. Siendo asesinados.

Con paciencia, algunos conseguían sanar la amnesia. No importa.

Wei Ying es un coqueto, pero las chicas notaron que Wei Ying nunca las tocaría. No había malicia en sus intenciones, pronto le permitieron la entrada a sus habitaciones para jugar.

No era malo. Aprendió cosas interesantes. A maquillar a sus compañeras, como a su amiga Xian qian. A combinar colores, vestuarios y joyas. A tocar un instrumento musical, a recitar poesías y canciones que le dedicaba a sus amigas. A bailar. Aprendió que la señora Jia Li es una incógnita, así está bien. Ella era buena. Aprendió a consolar, a reí y llorar. A ignorar el pasado.

Vivir en el palacio Flor de Loto era divertido. Hasta que lo conoció.

—¿Estás perdido? —Wei Ying estaba regando las rosas que crecían en el jardín privado de madam Jia Li.

Una sonrisa traviesa en su rostro.

El hombre lo vio. Tenía un rostro simple, ojos pequeños como dos chinches, cabello largo color castañas. Su semblante serio. Parecía un grillo. Se trataba del señor MinLing.

—¿Se refiere a mí?

—¿Hay alguien más aquí? Yo creo que no —Wei Ying hizo como que buscaba a alguien, agitó la regadera y susurró— al menos que haya alguien que se hace invisible.

El señor MinLing lo miró con profundidad. Durante tres semanas, el señor MinLing visitó el palacio. Wei Ying le contaba algunos chistes para entretenerlo. Rápidamente, Wei Ying percibió el nerviosismo de las chicas al ver por el rabillo del ojo a MinLing.

Un día de su regreso a la cocina, Wei Ying pretendía jugar una partida de mahjong con madam Jia Li.

—¡Basta! —suplicó tras la puerta la señora Jia Li.

—¡Lo quiero, lo quiero ahora! ¡Sé dónde escondes tu alma! La tomaré, la destruiré y entonces realmente desaparecerás.

Wei Ying guardó silencio. Si su corazón latiera, latiría desembocado.

—MinLing... Hermano... Por favor, me haces daño.

—¡Lo quiero! ¡Dámelo! ¡Dámelo ya!

—Él no se dedica a eso. Puedo darte el doble de dinero que te doy, el tripe. Olvida a Wei Ying.

—Entonces despídete de tu alma.

—MinLing, espera...

—Tienes dos días para reflexionar, mi querida hermana.

Wei Ying sintió su cuerpo entumecido. Esa misma noche, vino sonriente a la oficina de madam Jia Li. Madam Jia Li siempre ha sido bueno con él. Generosa y amable. Le dio un hogar. Amigas. Un objetivo. Sintió que era buen momento de retribuirle su amabilidad.

—Perdón. ¿Que quieres ser qué...?

—Permítame ser prostituto, madam Jia Li.

Wei Ying no quería pertenecer a una persona. Se pertenecía a él mismo y a nadie más. Menos aún quería que Jia Li muriera.

Insistió mucho. Con resignación, aceptó.

—Madam Jia Li, sé que sonará absurdo, más con lo insistente que he sido —pausó un segundo, sus manos temblaban—, aunque tengo que admitir que... No quiero que mi primera vez se venda.

Madam Jia Li abrió los ojos al grado de que parecía que se saldrían de sus cuencas.

—¿Qué propones, Wei Ying?

—Umh, eh... Lo pensé y si no es mucha molestia... Usted —. Suplicó a los cielos que la tierra lo tragase.

—Entiendo.

El cuarto estaba a obscuras. Wei dejó caer su bata y entró a los brazos de madam Jia Li. Nervioso. Asustado. No obstante, sin arrepentimientos.

Era saber que caías de picada hasta la profunda desesperación. Sabías cómo y dónde, excepto cuándo. Entonces, Wei Ying decidió ignorar la desesperación, decidió sonreír, magníficar su pérdida hasta que no se sienta. Glorificar su oficio, sentirse orgulloso de lo que era.

Así su dolor se desvanecerá.

El señor MinLing no llegó a la hora acordada. Faltando una hora para el amanecer del lunes, la figura fatigada del señor MinLing aterrizó en su alféizar.

Wei Ying acababa de tomar una ducha, Lan Zhan estuvo en mente toda la velada.

—Señor MinLing, siento decir que ha perdido su cita —ayudó al hombre a subirse a su cama.

—Wei Ying, mi hermoso Wei Ying —lo abrazó, una mano sostenía una botella de vino y en la otra dos copas.

Sus ropas estaban manchadas de tierra.

—Te ves cansado.

—No importa, ya estoy aquí —dijo MinLing—, lamento mi retraso, traje vino como compensación, sé que te encanta tomar.

Wei Ying le sonrió afirmativo. No podía negarse. Abrió la bebida y tomaron un par de copas juntos. El señor MinLing lo empezó a besar, a tocar y lamer. Wei Ying sintió humedad en sus manos.

Estaba sangrado. El señor MinLing está sangrado. Detuvo las caricias.

—Creo que debería llamar a mi señora.

—¡No! No lo hagas —MinLing lo miró aterrorizado—, ¡mierda!, mierda, mierda. Me tengo que ir, volveré el miércoles.

Asintió, viendo a MinLing escapar. Wei Ying alejó el obscuro pensamiento que arribó su mente.

Pronto, apreció su cuerpo cansado. Optó por dormir. Con el pasar de las horas, su cuerpo sufrió calentura. ¿Cómo un fantasma sufría calentura? Se quejó, soltó algunas maldiciones. Ciertas zonas de su cuerpo estaban hirviendo, sentía cosquillas en el estómago. Le era difícil respirar.

Alguien tocó la puerta.

—Wei Ying, ¿no ibas a jugar con nosotras? —era la voz de Xian qian.

Wei Ying se arrastró de su cama hacia la puerta. La deslizó un poco, dejó ver su rosado rostro.

—Lamento decir que estoy indispuesto ahorita, mi querida Xian.

—¿Debería decirle a madam? —preguntó con notoria preocupación.

—No. Estaré bien en un par de horas. No la preocupes. ¿De acuerdo? Tienes que prometerlo.

A regañadientes, Xian qian aceptó.

Esperó hora y horas, pero la calentura sólo parecía aumentar en su cuerpo.

También tuvo la imperiosa necesidad de chocar sus nalgas con el borde de la cama, frotarse con cualquier cuerpo caliente.

—Wei Ying.

El mencionado abrió los ojos adormecido. Deslizó la puerta y jaló a Lan Zhan a su habitación.