5: A la miseria le gusta estar acompañada. Parte uno.

La familia Jia se componía por el señor Jia Xiong y la señora Jia Lian. La señorita Qin Lian había sido prometida a los Jia desde antes de su nacimiento. Ambas partes provenían de familias prominentes. Por aquellos días, las sectas reconocidas todavía no existían.

La señorita Qin Lian recibió la mejor educación que una mujer debía recibir, desde administrar el hogar y cuidar a los niños hasta respetar las reglas y a su esposo.

La esposa ideal.

Se casaron cuando tenían quince años. Al principio, el joven Jia Xiong estaba embobado por la belleza de su joven esposa. Jia Xiong era un joven altivo, arrogante y abusador, aunado a su crianza mimada, mientras que Jia Lian era pasiva, introvertida, sumisa, muy dócil, el tipo que le gustaba a Jia Xiong. Su relación se sostenía en dictar y obedecer. Su débil enamoramiento basado en la apariencia duró muchos años, sin embargo, llegado los veinte, el ahora señor Jia Xiong comenzó a desesperarse ya que Jia Lian no concebía un primogénito.

La paciencia hacia su esposa se escurría de las manos. Comenzó a ser más severo, más controlador, más exigente, buscando el más mínimo error en lo que hacía Jia Lian. Más de lo que Jia Lian podía darle. Ser sumisa ya no era suficiente para su marido.

Se rumoreó que Jia Lian era infértil, no es que no lo pensaran antes, pero la actitud del señor a su esposa comenzó a crear conductas ponzoñas alrededor de Jia Lian; como recibir el té frío, encontrar su habitación sin ser atendida por los sirvientes a la hora correcta, risas tras su espalda, sin contar los maltratos de Jia Xiong. La línea del respeto por parte de los trabajadores, sirvientes, amigos y conocidos se quebró.

¿Era culpa de Jia Lian? Su familia siempre le dijo lo que tenía que hacer. La forma en que debería actuar, las metas a seguir para enorgullecer a su familia, dar buenos nietos en agradecimiento. Ah. Es su culpa.

Jia Lian necesitaba un hijo para mantener su estatus, su posición en la familia. Para retornar a su débil paz. Si Jia Xiong le pide el divorcio, ella quedará deshonrada como una mala mujer y nunca podrá casarse. Será la vergüenza de su familia, serían humillados por generaciones.

Un año después, un año de peleas, gritos y desolación, finalmente Jia Lian quedó embarazada. Una niña. Una niña a la que Jia Xiong llamó Jia Li. Se había demostrado su hombría por parte de Jia Xiong y el valor de mujer de Jia Lian, por lo que avenieron días pacíficos.

A finales del mes, vino una mujer a la residencia principal. Era menuda, con ojos pequeños y pelo castaño. Tras su espalda había un niño de dos años. Era la señora Min, la amante de Jia Xiong, y su hijo.

Los ancianos de ambas partes levantaron un escándalo. Rechazaron reconocer al hijo bastardo.

Objetaron que Jia Lian cumplió debidamente con su papel y que fueron los Jia, en específico, Jia Xiong quien falló en respetar el sagrado matrimonio.

Debido a la presión de la familia Qin, Jia Li se convirtió en la heredera de la familia Jia cuando apenas Jia Li sabía caminar. Algo nunca antes visto. Una mujer como la líder, la cabeza principal. Al joven Min, como acto de cortesía y amabilidad, se le permitió vivir en una de las casas de la residencia principal, lejos de la vista de madam Jia Lian. La "compasión" sería retribuida por buenas críticas por parte de la gente.

Marginado. Aislado. Apenas conocido. El oprobio viviente de Jia Xiong.

Rechazado por cada persona que se cruzaba en su camino. La señora Min murió cuando el niño tenía siete años gracias a los débiles esfuerzos de los médicos por salvarla. ¿Quién recordaría a una amante abandonada?

Durante su infancia, Jia Li conoció a MinLing cuando tenía cuatro años y él seis.

Vio a la madre de MinLing haciendo quehaceres en su pequeño hogar y preguntó a su madre de quién se trataba. Al comienzo le prohibieron que se acercara a esa casa. Después sencillamente lo ignoraron, la señora Min y el pequeño MinLing no pretendían herirla. No existía peligro. Ella era, al final del día, la heredera, la futura matriarca.

Jia Li no logró entender los motivos por lo que los adultos rechazaban a su medio hermano. No hizo mucho por evitarlo, era una niña. Iba a visitarlo una vez a la semana, como era tratada como la futura cabeza de la familia, su itinerario casi nunca estaba vacío.

Traía comida, bonitas flores, libros y curiosidades a la pequeña choza de MinLing.

Jia Li fue la única que estuvo a lado de MinLing cuando su madre falleció.

MinLing no hacía nada para evitar que Jia Lin se le acercara. Era una aparente indiferencia.

No obstante, sus tripas se revolvían de ver la linda cara de su media hermana. La odiaba. La odiaba muchísimo. Ella poseía todo lo que él jamás podrá tener. Ni siquiera en sueños. Era bondadosa, bonita y amable porque lo había tenido todo en bandeja de oro. Mientras que él era su antónimo, inmundo, feo y de mal carácter.

Sus encuentros no eran significativos para MinLing, y Jia Li encontró en MinLing una persona que no le tenía miedo al verle ni una excesiva veneración. Era la curiosidad lo que la impulsaba a visitar a MinLing y una vaga simpatía que no ejercía en su ajetreado día a día. Para Jia Li, MinLing era un escape, un escape de sus obligaciones como heredera, de las exigencias de su padre y madre, de los ancianos y de su propia conciencia.

Jia Li, con diecisiete años, sonrió cuando encontró a su hermano. Era tan hermosa, igual a su madre, un poco altiva, reservada e inteligente. Usualmente obediente, pero no hoy, hoy iba a ser mimada y desenfrenada con MinLing, quien le ha enseñado a jugar cartas, a mentir, a bromear y a reír. Con el pasar de los años, Jia Li le tomó cariño a MinLing al grado de considerarlo un amigo. Lo cual nunca sucedería. Jia Li no tenía permitido abrirle las puertas a MinLing porque sería admitir que ella no estaba capacitada para ser quien debería ser, además de aceptar los errores de su padre y desobedecer a los ancianos.

MinLing odiaba a Jia Li. Anhelaba su lugar. Envidiaba el respeto que cada ser viviente le tenía, mientras que Jia Li deseaba la libertad de MinLing, esa de hacer lo que sea y que le valiera un pepinillo lo que los demás pensaran.

MinLing le detestaba, también pensó que se volvería loco si no recibía el mínimo contacto que tenía con Jia Li, ya que esta le regalaba a MinLing ese trato humano que a él se le negó. Para los pueblerinos, MinLing era una equivocación que respiraba. Era evitado por mujeres y hombres. Jia Li veía en él más que un error.

Sí. Realmente odiaba lo que Jia Li le había hecho. La confusión que le provocaba.

No estaba en su choza como todos los viernes ni en el bar que habían mencionado las sirvientas. Se encontraba en un restaurante, lejos de la mansión. Este conversaba con un hombre pálido, parecía muerto. Tenía tatuajes del cuello a los pies a excepción de su rostro. Los brazos marcados con líneas que se cruzaban.

El hombre con tatuajes la vio escondida, Jia Li se estremeció. El mismo hombre le hizo una seña a MinLing para avisarle de su pequeña intrusión.

—¿Qué haces aquí? —la voz de MinLing fue rasposa, imitando un susurro. Grosera—, chismosa. ¿Ahora escuchas discusiones privadas?

Jia Li ya estaba acostumbrada a su carácter.

—Me prometiste que jugarías mahjong conmigo.

—Espera en la choza. Iré cuando termine esto.

Jia Li le sonrió y se fue dando brinquitos devuelta a casa.

—¡Ten cuidado! ¿A quién crees que regañarán si te lastimas?

Jia Li esbozó su sonrisa.

Pasaron horas. La luna asomándose por el cielo.

Jia Li dejó escapar un suspiro. No iba a llegar.

—¡¿Por qué Jia Li tiene que ser la heredera?!

Apunto de salir del pequeño jardín de MinLing, Jia Li escuchó la voz arrastrada de su medio hermano. Pronto lo vio tambalearse en su dirección.

—¿MinLing?

—Jia Li. T-tú... ¡Tú! ¿Por qué estás aquí?

—¿D-de qué hablas? Cómo sea, es claro que no jugaremos hoy. Me voy.

Jia Li nunca vio un hombre ebrio, no en su presencia, ella era una joven la cual las únicas dimensiones que había visitado era su casa y el pueblo. Sin embargo, sintió que algo no cuadraba y que tenía que huir antes de lamentarlo.

—¡Oye!

La joven Jia Li fue detenida por su medio hermano al apretar la muñeca. MinLing nunca la ha lastimado. Palabras ligeramente despectivas sí, no golpes.

—¡Todo es culpa tuya!

Jia Li le miró esperando una explicación por su comportamiento.

—Min...

—¡Caminando a tus anchas! Siendo venerada, ¿por qué tenías que ser tú? ¿Por qué eres así? —silencio incómodo—, dime Jia Li, ¿me respetas? —, parecía que MinLing estaba en un sueño, Jia Li desvió el rostro, asustada, deseando escapar.

MinLing la miró segundos eternos.

—Sabes, ni siquiera puedo tener una mujer decente en mi cama. Todas la prostitutas de la ciudad me rechazan, ¡ja, ja! Adivina cuáles puedo despacharme —se tambaleó—. Las que medio me toleran ya están muertas, ¿sabías lo fácil que es ir al mundo de los muertos? —la observó, sus ojos de canica borrosos, el aroma a alcohol exudando de sus poros—. Deberías compensarlo.

Los vellos de la nuca de Jia Li se erizaron de repente.

—N-no, ¡suéltame! ¡Suéltame! ¡AYUDA!

Pánico. Terror. Miedo.

—¿¡Por qué!?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?, ¿¡POR QUÉ!?

La choza en la que vivía MinLing se ubicaba en soledad, no hay sirvientes. Grandes manos la tomaron del cuello, cayó sobre tierra. Intentó luchar, pero ella era pequeña y delgada, MinLing era grande en comparación y fuerte.

El aire dejó de viajar por sus pulmones. El mundo se desvanecía como una pintura vieja. Finalmente, murió, por lo que no pudo sentir el fugaz beso de MinLing en su cuello.

MinLing se volvió loco después de matar a su media hermana. Solo, sin una pizca de amabilidad, segregado de la sociedad, terminó por suicidarse.

Cuando Jia Li despertó, recordaba dos cosas: su nombre y que estaba muerta. Empero, no estaba sola. A su lado se hallaba un hombre con cara simple y ojos pequeños. Este le sonrió y dijo:

—Hola, hermana.

Jia Li no se pudo resistir. El humo la obligó a dormirse. No podía abrir sus ojos, no podía moverse o respirar.

—Está bien, Jia Li. Es por tu bien. No volverán a separarnos.

Sintió que la amarraban con pesadas cadenas de hierro, minutos después, sintió la presión de mil ladrillos sobre su cuerpo.

Cuando abrió los ojos, detalló con desconcierto y terror miles y miles de tatuajes que se regaban por su cuerpo. Sin voluntad para pelear, se convirtió en madam Jia Li.

Mini teatro.

Wei Ying: ¿Por qué no aparezco en el capítulo? ¡Exijo una explicación, autor!

Jia Li: shh, comparte el protagonismo.

*La autora en una esquina con una pila de tareas*.

BelSBC_1: inició el semestre en la universidad, cállense.