Curso 75-76
En las mazmorras hacía mucho frío. Severus tenía la sensación de estar a punto de perder un dedo por congelación. Obviamente nunca lo hablaba con nadie, el estoicismo de ser un Slytherin y además un Snape.
Sentado en una mesa de la sala común, escribía en un largo pergamino su tarea de pociones. Estaba solo, como siempre, y concentrado en su tarea, cuando alguien dejó una taza cerca de su libro.
Levantó la mirada, su gesto huraño en su lugar habitual, y se encontró con un muchacho algo más joven. Cabello muy negro, pulcramente peinado, y ojos grises.
— ¿Qué quieres, Black? —preguntó, volviendo a su tarea.
— Te he traído un té caliente, tienes cara de frío —repuso Regulus con calma, sentándose frente a él y soplando su propia taza.
— No tengo frío.
— Tienes los labios azules.
Severus levantó la mirada con el ceño fruncido. La postura de Regulus era relajada, o al menos todo lo relajado que puede estar un sangrepura: espalda recta, tobillo sobre rodilla y el mentón ligeramente alto. Cogía la taza con elegancia y enfriaba la superficie con pequeños soplidos.
— Es Earl Grey, sé que te gusta.
—¿Qué quieres, Black?
El tono de Severus no podía ser más desagradable. Aún con todas las aparentes diferencias de estilo, Regulus le recordaba dolorosamente a su hermano. No necesitaba otro Black cerca.
— Tomarme un té contigo, quizá hablar de pociones un rato.
Severus cruzó los brazos sobre el pecho y le miró con suspicacia.
— No soy mi hermano, Severus —tomó la punta de su corbata y la llevó hacia delante—. ¿Ves? Verde.
Tomó la taza de nuevo y ocultó una sonrisa tras ella al ver a Snape acercar la suya a los labios, aún con gesto desconfiado.
— Gracias —gruñó.
— De nada.
Regulus le sonrió, una sonrisa victoriosa tan parecida a la de su hermano que a Severus se le revolvió el cuerpo. Dejó la taza sobre la mesa y comenzó a recoger sus cosas.
— ¿Qué pasa?
Intentó pararle cogiéndole de la muñeca al pasar junto a él, pero Severus se escurrió con habilidad y desapareció rápidamente camino a los dormitorios.
Regulus maldijo mentalmente a su hermano. Siguió tomando su té a pequeños sorbos, mientras reflexionaba.
Jamás un Black dejó escapar algo que deseaba.
