Brisa de mar


Capitulo 4


Con los días, ambos idean una señal que sirve para sus encuentros clandestinos. Shoto solo debe acercarse al balcón y hacer brillar un pequeño espejo contra el sol, si recibe una respuesta similar desde el bote de Inasa, es que le ha visto y el encuentro se da en el bosque.

El lago no siempre es el destino final, a veces, solo un acercamiento entre los árboles. Una caricia de Inasa en su mejilla, recogerle el cabello tras la oreja. A veces, Shoto mantiene su mentira de ir con Izuku, otras, solo escapa a hurtadillas sin pedir permiso y el encuentro debe ser tan breve que las palabras están demás. El beso llega rápido, amoldándose a los labios del alfa al instante.

Ya no es el primero, piensa cada que el pudor amenaza con sobrecogerle. Ese mismo pensamiento, le lleva a ser más demandante, moviendo sus labios con ahincó, sintiendo la tibieza de sus lenguas enlazarse y un calor abrumador que aumenta cuando las manos de Inasa recorren su cuerpo sobre la ropa. Acarician su espalda, recorren el contorno de su cintura, un par de veces a presionado sus muslos, que aun sobre la tela, su piel ha quedado marcada con sus dedos.

En ocasiones, Inasa ha besado su cuello, ha movido la tela de su yukata y descendido hacia sus hombros. Shoto se lo ha permitido con sus silencios, no podría aceptar con palabras algo que se le ha enseñado no debería permitirle nunca a un alfa al que no le pertenezca y comprende el por qué, ya que los besos y caricias de Inasa solo le aventuran a pensar en más.

Y ese más, aunque nebuloso en su mente, no lo es tanto para su cuerpo, que corresponde a los acercamientos entrelazando los brazos en su cuello, reprimiendo suspiros entre besos, echando el rostro hacia atrás cuando lame sus clavículas.

–Al...alto...

Inasa detiene sus lamidas y deja un camino de besos hasta su barbilla antes de dar por terminada esa "cita". Acomoda el yukata en sus hombros y, de la mano, caminan de regreso. Aun cuando no llegan hasta el lago, siempre procuran perderse un poco en lo profundo del bosque, lejos del sendero principal que ha quedado marcado por las tantas personas que han caminado por años ahí.

–¿No te gustaría ir a otros lugares? –pregunta Inasa– me gusta el bosque, porque estoy contigo, pero en la ciudad hay algunos bares no tan... públicos.

Nunca ha ido a un bar y tampoco le llaman la atención. Ha pasado fuera de ellos alguna vez, lugares hediondos, llenos de alfas y betas ebrios. No, definitivamente no es un lugar en el que quisiera poner un pie. Sin embargo, sí existe un sitio no tan "publico" al que siempre ha querido ingresar y, siendo un omega, es bastante improbable que algún día lo haga.

–Dicen que los omegas de Madame Kayama bailan bonito.

Inasa se atora.

–¿T-te refieres al burdel?

Asiente.

Touya le ha contado tanto de cómo era ahí dentro cuando aún vivía en casa. No es un lugar al que únicamente se va en busca de placer, sino, entretenimiento en todos los sentidos. Música, baile, poesía, incluso el solo mantener una conversación sofisticada con un omega que ha sido educado para eso.

Aquel burdel, es uno donde solo se permitían omegas hermosos, inteligentes y habilidosos.

–Los omegas no ingresan ahí a no ser que... –hace una pausa, sin saber bien que palabras usar, aunque la idea sea clara–... tú entiendes.

Silencio.

Tiene razón. El único motivo por el que un omega ingresaría a un burdel, sería para trabajar en él. Si alguien le viera o reconociera al intentar entrar, sería su perdición.

Solo queda imaginar aquello que su hermano le contara años atrás.

–Olvida lo que dije.

Adelanta el paso, avergonzado de que esa idea saliera de sus labios.

Inasa suspira. No ha querido hacerle sentir mal, solo acotar aquello que él, como omega, siempre le recuerda y que esta vez, era necesario mencionar. Hacerlo ingresar seria... ¡No! ¡Imposible! En sus dieciocho años nunca había visto que un omega ingresara a un burdel únicamente de "visita" y llevar ahí, a su omega, eso era...

Vuelve los ojos hacia Shoto, que va delante suyo. El chico es una persona de muy pocas palabras, arraigado a la idea de lo que deben y no hacer los de su género; el hecho de hubiera mencionado esa propuesta a todas luces descabellada, le daba la sensación de que, de una u otra manera, había confiado en él.

No podía simplemente ignorar su deseo ahora.

Balancea el rostro exasperado, suelta un gruñido bajito y avanza rapido hasta ir a su lado.

–Tampoco es que esté prohibido el ingreso de omegas como espectadores –capta la atención Shoto, que le mira expectante. Inasa sonríe al ver ese ligero cambio de ánimo en él– creo que, mientras camuflemos bien tu olor, nadie te notara.

–Si ven mi rostro, podrían reconocerme. –vuelve los ojos al camino.

–Dentro es lo suficientemente oscuro.

–¿Has ido?

–E-eh –se sonroja, rasca su nuca y suelta una risita nerviosa.

No pregunta más. Sabe que, como alfas, no están impedidos de hacerlo. Incluso, muchas veces son llevados por sus padres alfas, como fuera el caso de sus hermanos. Lo entiende como algo parte de su género y aunque le incomode saberlo de Inasa, solo reprime el sentimiento mentalizándose de que todos los alfas han ido al menos una vez por curiosidad.

–Shoto –se detienen a metros de la salida. Inasa le gira frente a él, las manos en su cintura. – No me has dado una respuesta.

–Quiero ir.

–Entonces nos vemos mañana pasadas las diez.

...

Viste un yukata negro sin estampados, una prenda que solo ha usado una vez en un funeral y hoy servirá para camuflarlo en la noche. Acomoda las almohadas en su cama, asemejando su cuerpo dormido. Fuyumi siempre ha tenido la mala costumbre de ingresar sin avisarse y esperar que le permita entrar, al menos de esta manera creerá que duerme y se retirará.

Sale al pasillo, se encuentra oscuro, salvo la luz que escapa de la habitación cerca a la escalera. Traga duro, con los nervios instalados en su ser. Su familia es de dormir temprano y, aunque su padre aún permanece en su estudio, trae el tocadiscos prendido. Camina de puntillas, pisando los tablones que sabe no rechinan. De pequeño, solía jugar de esa manera con Touya y Natsuo, el que menos ruido hacia hasta llegar a la puerta, ganaba un helado en el malecón.

Ahora que lo piensa, ese juego debió servirle al mayor el día que huyó de casa sin que nadie lo notara.

Cuando pone un pie en la calle, se siente más tranquilo. A esa hora, por esa zona, no hay nadie. La calle esta oscura y solo se oye el tenue chirrido de algunos insectos. Avanza apresurado, lo más lejos que pueda de la vista de casa y cuando está por terminar la curva, ve a Inasa esperándole.

El alfa lo recibe con un abrazo y un gran beso que Shoto corresponde sin timidez, luego, desciende a su cuello, inhalando su aroma. Shoto, de manera inconsciente, frota su mejilla en la sien de Inasa.

A penas nota lo hecho, rompe el abrazo, pone distancia entre ellos. No puede creer que haya intentado marcarle con su aroma.

–Ten –Inasa extiende una capa, sin haberse percatado del acto –Lo he usado toda la mañana, debería oler a mí y camuflar tu olor. –le coloca la prenda, amarrándolo en el cuello y cubriendo su cabello, hasta parte de sus ojos. –¿Puedes ver?

–Sí.

–Bien.

Toma su mano y caminan adentrándose en el cada vez más poblado centro de la ciudad. Mientras se acercan a la zona roja, las personas en la calle empiezan a verse. También algunos omegas y betas de la noche, aquellos que, a diferencia del burdel, solo venden sexo. Sus ropas poseen únicamente una capa de tela, el obi amarrado adelante delata su profesión y los hombros expuestos. Un par de ellos se les acercan e Inasa les rechaza amable.

Hacia el burdel, la calle se hace más clara con la luz de las farolas de los restaurantes que mantienen abiertos hasta esa hora y algunas cantinas de donde sale el aroma a alcohol. La casona donde funciona el burdel también luce iluminada por lámparas rojas, baja la capa que le cubre, sus ojos solo logran ver el suelo.

Una vez dentro, se topa con un piso alfombrado, bastante peculiar siendo la mayor parte de construcciones de madera expuesta. De las paredes cuelgan farolas que iluminan bajo, haciéndole distinguir la cubierta en terciopelo que traen los muros. El lugar huele a canela, azafrán y, como es de esperarse, a un cúmulo de feromonas de omega.

A Shoto se le ha enseñado que ese aroma fuerte a feromonas es agradable únicamente para el alfa que le marque. El baño diario ayuda a que su cuerpo mantenga un perfume tenue y, luego de los celos, debe guardar reposo en su habitación por unos días más en los que su cuerpo termina de limpiarse del hedor de las feromonas. Sin embargo, lo que huele ahí dentro, le resulta tan aromático como la primera vez que sintió el perfume de Izuku.

Toman asiento en una mesa del fondo, donde la luz es menos intensa. Ve a algunos omegas ir tomados del brazo de alfas, otros solo caminan llevando bandejas. Las ropas siempre son llamativas, de sedas importadas con dibujos brillantes, bien puestas, no como los que viera fuera de ahí. Todos son tan hermosos, con el cabello amarrado en la nuca muy bien arreglado y maquillaje que tiñe sus labios y resalta los ojos. Le resulta imposible diferencias quien es hombre y quien mujer.

Dos omegas se acercan con sake y toman asiento, uno al lado de cada uno.

–No, estamos bien solos.

–Oh – por el tono, descubre que se trata de una mujer. Observa al otro, vuelven a ponerse de pie, se retiran entre murmuros: –son de "esos" alfas.

Shoto ignora el comentario, si han pensado que es alfa, ya está, la capa con aroma a Inasa cumplió su función. Coge el sake que le han servido.

–No tienes que beberlo si no quieres.

–Quiero probarlo –lo acerca a su nariz, huele mucho más fuerte que la cerveza, casi alcohol puro.

Bebe.

Su rostro hace que Inasa ría fuerte.

–Supongo que eso acabó con tu curiosidad.

El omega asiente, limpiando con su yukata los restos de sake en sus labios.

De pronto, las farolas en la pared se apagan, quedando únicamente iluminado un punto al otro lado del salón. Un telón que le recuerda al teatro, aunque de tamaño más pequeño. Suenan unos tambores y este empieza a abrirse, la luz se hace más focalizada, justo en el medio, en donde aparece una omega con el cabello recogido con flores. Su piel es canela, trae una falda larga de seda, con una abertura que baja desde su muslo. En el cuello, lleva puestos muchos collares de perlas, largos, casi rozando su ombligo.

Y nada más que eso. Tiene los pechos al aire y, aun cuando debería encontrarla vulgar, Shoto la ve magnifica.

Los tambores cesan, la omega inicia una melodía suave. Su voz aguda, no desafina y poco a poco se le unen otros instrumentos musicales. Mientras las notas cambian la intensidad de suave a sensual, aparecen más omegas en escena. Visten semejantes a geishas, aunque sus kimonos sean seda transparente. Bailan en torno a la tarima y los asistentes les silban.

Shoto piensa, que son unos brutos que no aprecian la puesta en escena tan hermosa que están dando. Es distinto a cuando ha ido al teatro donde todos los actores solo son alfas y betas, es entretenido, pero carente del erotismo que poseen los omegas.

Dos luces se encienden en el techo captando la atención de varios, de ahí bajan dos aros con una mujer en cada uno, haciendo piruetas.

Shoto cubre su boca de asombro. Recuerda que Tenya le conto en una de sus cartas sobre un circo al que había ido en Sídney y es tal como lo describió. Las mujeres giran en los aros y algunos omegas en el estrado también se contorsionan, hacen ver todo tan fácil, tan mágico. El corazón se le acelera emocionado.

La mujer del centro continúa cantando y un coro se le une. Suelta un agudo muy finito que retumba en el salón, aun sobre los silbidos horrorosos del público, y las luces se apagan de pronto.

Entre el bullicio, Shoto es el único que aplaude el espectáculo.

...

El camino entero de regreso, Inasa no puede hacer más que sonreír. Shoto nunca ha sido una persona muy habladora y ahora no se ha limitado palabras para comentar lo hermoso que ha sido el espectáculo, las luces, los trajes, las voces.

Habla maravillado, cree incluso, a ver sentido su voz temblar de la emoción.

No podría haber tomado mejor decisión que llevarlo.

–Me queda claro que te gustó.

–Mucho.

–En ese caso, deberíamos volver otra vez.

–Sí –Shoto presiona su mano– Muchas gracias por llevarme.

–Si en verdad quieres agradecerme, deja que te acompañe hasta tu casa –Shoto ralentiza el paso. Inasa siente el rechazo cerca –Es tarde, no hay personas en la calle, puede ser peligroso para ti.

Y tiene razón. Las pocas veces que Shoto ha salido pasado el atardecer, lo ha hecho con sus padres o alguno de sus hermanos y ha sido a reuniones en casa de otras familias.

Asiente.

Al fin y al cabo, es tarde, todos duermen, nadie debería de verle.

Mantienen el paso por las calles solitarias que suben la colina. Sus manos entrelazadas, la luna visible y el aroma a mar a su alrededor. El camino es corto en contraste al tiempo que ambos quisieran permaneces juntos.

–Llegamos. –dice Shoto frente al portón de su casa.

Inasa observa la vivienda, bastante ostentosa, tal como imaginaba cuando veía su balcón desde el bote. Sus ojos viajan al rostro de Shoto, desciende, el omega se pone de puntillas. El beso se da de manera natural, sin oposición de ningún lado. Los brazos de Shoto sujetándole del cuello, las manos de Inasa, de la cintura.

Hay un fuerte sabor soju en los labios del alfa y Shoto ya no lo siente más desagradable. Las manos de Inasa se deslizan por su espalda, por el centro de su espalda hasta la curva que se forma en ella al terminar. Es tan casual, tan consecuente a la intensidad del beso, que Shoto le permite pose sus manos en esa zona.

El beso se rompe despacio, entre algunos más cortos.

–Debo entrar –suspira contra sus labios.

Se miran sonrojados, el abrazo se deshace a la par que Inasa le quita la capa. Shoto hace una pequeña reverencia e ingresa. El primer portón es el arribo al jardín, un espacio de metro y medio empedrado hasta la puerta principal. Abre muy despacio, dentro esta oscuro.

Cierra lo más silencioso que puede, colocas las getas en su lugar. Retoma el juego de Touya, pisando en donde la madera no suena hasta llegar a la escalera.

–¿Shoto?

Se paraliza.

Voltea despacio, en la oscuridad reconoce a su madre. Viene de la cocina, con un vaso en la mano.

–¿Qué es ese olor? –se aproxima olisqueando el aire cerca de él– Hueles a tabaco y...

Shoto retrocede hasta golpear con la pared. Siente que las piernas le tiemblan, el corazón en la garganta.

–Lo siento –dice sin más. Agacha la cerviz, esperando el llamado de atención.

Silencio.

–Ve a cambiarte y hecha esa ropa a la basura.

Su madre regresa a la cocina, bebiendo de su vaso.

Shoto suspira aliviado, sin creerlo.

¿Acaso no sintió el aroma a Inasa?

Prefiere no averiguarlo y simplemente obedecer lo que le ha dicho.

...


Nota de la autora:

Y las cosas se van calentando entre Shoto e Inasa (guiño, guiño) cabe mencionar, que por momentos me confundo y pienso que Inasa es el omega jajajaja es mi fetiche por los pasivos fortachones xD