Brisa de mar


Capitulo 5


Observa el muelle desde su balcón, codos apoyados en el muro bajo y un suspiro desganado mientras ubica el bote de Inasa.

Luego de que su madre le viera llegar esa noche, imaginó lo peor. Casi podía oír los gritos de su padre, su voz furiosa rasgándole los oídos, si es que no recibía algún golpe por su comportamiento inadecuado. Fue imposible conciliar el sueño, sin embargo, a la mañana siguiente el desayuno en familia había sido tan silencioso como siempre, sin preguntas ni malas vibras. Apenas y había rozado miradas con su madre.

Comprendido que ella le había guardado el secreto.

No por eso, estaba tranquilo. Había preferido pasar los siguientes días en casa, no levantar sospechas que llevaran a su madre querer tocar el tema.

Pero cuatro días se le hacían eternos ahora. Nunca echó a la basura el yukata de ese día, era un pequeño tesoro que guardaba receloso y había olido durante las tardes interminables en casa. Ahora solo lo hacía por las noches y el resto del día permanecía oculto en un rincón de su armario, pues Fuyumi había dado con él en una ocasión. Para suerte suya, el fuerte aroma a mar le dio a pensar que solo se trataba de prenda sucia.

Shoto cree que de haberlo olido muy cerca, hubiera detectado las feromonas de alfa que se escondían tras el aroma marino. Agradecía que Inasa oliera igual que la brisa que cubría a la ciudad.

–Inasa –formula en un susurro por primera vez el nombre del hombre con el que está conociendo tantas cosas nuevas.

Sonríe suave.

– ¿Shoto? –ingresa Fuyumi, Shoto vuelve a la habitación– es día de correo.

Entorna los labios en sorpresa al ver que ha olvidado ese día y, más importante aún, que no ha escrito la carta que enviará.

–Voy a vestirme –es lo único que atina a decir para ganar tiempo.

Una vez Fuyumi se va, viste lo primero que encuentra, no espera combinar yukata y obi, solo cambiar su ropa y empieza con la carta.

"Querido Tenya."

Inicia...

Y es todo lo que logra escribir por muchos segundos. Su mente no puede pensar más que en los días que ha pasado al lado de Inasa y es que incluso cuando no han estado juntos, solo ha pensado a él. Sería imposible cambiarle el nombre por Izuku, comentar que ha salido tantas veces de casa podría encender las alertas de su alfa.

–¿Estás listo? –vuelve a ingresar su hermana, encontrándolo con la pluma en la mano –¿Estás escribiendo recién?

–No –dobla el papel– solo estaba terminando un punto –lo mete en un sobre, escribiendo el nombre de remitente encima y pone la estampilla– listo.

...

En el malecón, ve a Inasa limpiando su bote mientras él avanza junto a su hermana hacia la oficina postal. Intenta disimular, aunque sus ojos terminen por verle y captar su atención. Ambos se miran escasos segundos hasta que Shoto ingresa a la oficina postal.

Ya dentro, toma asiento en lo que el encargado termina de atender a un anciano y Fuyumi conversa con Nejire, la hija omega del dueño, la razón de que le acompañe siempre ha recoger su carta. Shoto mira por la ventana, los ojos fijos en Inasa, que finge limpiar la misma zona de su bote una y otra vez, esperando verle salir.

–¿Estás bien?

–¿Eh? –gira hacia su hermana, ella le señala su pierna y nota recién que la ha estado moviendo ansioso. Se calma– Sí.

Fuyumi continua su conversación. No vuelve a observar la ventana, espera quieto a que termine con el anciano. Su turno llega, debe firmar un cuaderno, entrega su carta y recibe la de Tenya. Que no es solo una carta, sino una caja pequeña.

Agradece y vuelve hacia su hermana, continúa entretenida cortejando a la omega. Mira hacia Inasa, que ha dejado de limpiar y ahora solo espera sentado en una de las bancas del malecón. A diferencia del resto, no se encuentra viendo el mar, sino hacia las casas.

Hacia donde esta él.

–Fuyumi –le toca el hombro– ¿Puedo ir con Izuku?

–Mmm –Ve la hora– es tarde.

–Será rápido –ruega– quiero abrirlo con él –muestra el paquete.

–Déjalo ir con su amiguito –le apoya Nejire con voz tierna.

Fuyumi ríe.

–Puedes ir, en una hora nos vemos aquí mismo.

Asiente, una reverencia y se retira.

Apenas sale por la puerta, Inasa se pone en pie.

Cruzan miradas.

Shoto empieza a caminar por el malecón hacia la entrada más cercana, una especie de callejón que recorre las espaldas de las viviendas. Se adentra por la zona oyendo los pasos de Inasa tras él. Ambos continúan por unos metros más y cuando parecen estar lo suficientemente ocultos de la vista de los transeúntes, los brazos de Inasa le atrapan por la cintura.

–Han sido muchos días sin verte. –murmura ronco, dejando un beso en su cuello.

–Solo fueron cuatro –gira entre sus brazos.

–Muchos días –besa sus labios– ¿Qué es esto? –sujeta la caja que tiene.

–Una encomienda –no da detalles.

Inasa la toma, ayudándole a cargarla y vuelve a besarlo.

–Quiero que vayamos a un lugar.

–¿Ahora?

–Sí, ¿estás con el tiempo?

Observa al final del pasaje. Fuyumi solo le ha dado una hora y tiene a su madre con ciertas dudas.

–Sera rápido –toma su mano– es cerca a tu casa, ¿Sí?

Shoto suspira.

Es arriesgado, pero acepta.

–Tiene que ser rápido.

Inasa deja otro beso es sus labios y empieza a caminar por ese callejón hasta salir a la calle trasera y tomar otra callecita similar. Van en dirección a la colina, no es un punto tan cerca, Shoto se percata cuando toman una bifurcación a su casa, hacia un templo bastante antiguo que está en lo más alto. Ha ido con regularidad, suele acompañar a su madre, visitas rápidas en las que ella prende incienso y pide protección para sus hermanos. La mujer siempre se ha preocupado por ellos y sabe, lo hará también cuando llegue el turno en que él se vaya. El de Fuyumi igual.

Es bastante triste, si ve que la relación con su padre carece de todo lo que en tan poco tiempo ha logrado con Inasa y, poco a poco, debe ir despidiendo a sus hijos.

Respira agitado luego de haber subido cerca de cien escalones sin detenerse. Inasa ríe de verlo cansado, seca el sudor de su frente con la manga de su camiseta.

–Falta poco –tira de él, ayudándole a seguir.

Quedan pocos escalones, Shoto se esfuerza en llegar a la cima cuanto antes. Sin embargo, una vez están a la altura del templo, no ingresan; sino que lo bordean.

–No creo que esté permitido andar por aquí.

–Ya hiciste muchas cosas que no están permitidas para ti.

Shoto calla, mejillas coloradas.

El otro extremo del templo está poblado por arbustos y árboles que atraviesan con un poco de dificultad. Cuando finalmente salen de esa maraña de vegetación, solo queda un área libre frente a un precipicio.

Y la vista de la playa a al que Izuku solía invitarle.

El agua mansa, refleja sobre su inmensidad los colores cálidos del crepúsculo. Al fondo, logra visualizar las sombras de unos barcos y botes más pequeños.

–De este lado no se logra ver el atardecer, pero sí el amanecer y es hermoso en altamar. –posa una mano en la espalda baja de Shoto– algún día iremos a verlo.

–Sí quiero.

Inasa le mira, los colores bonitos reflejando en su perfil. Deja un beso en su mejilla, sin separarse tanto luego de eso. Le huele, el sudar incrementa la intensidad de su aroma. Shoto le presta atención entonces, girando en su dirección, las narices se rozan. Sube las manos hacia el cuello del alfa, acaricia sus orejar y patillas. El beso llega pausado, apenas presionando sus labios. Poco a poco, aumenta la intensidad y las feromonas ayudan a eso, explotando ante el calor del verano. Atrayéndose como miel a las abejas.

Los brazos de Inasa presionan el cuerpo del omega contra el suyo, mientras Shoto afirma su agarre en la nuca del más alto. Sus bocas se devoran, las lenguas luchan contra el calor de la otra. Inasa jala de las mangas de Shoto, haciendo que la tela se deslice hasta sus hombros y su boca libera la del omega para saborear su piel.

Mordiendo con anhelo.

Shoto suelta un suspiro acalorado, una pierna de Inasa se abre espacio entre las suyas y los cuerpos terminan de encajar entre movimientos extraños. El alfa tienta un poco su suerte, baja por las clavículas, roza la punta de su nariz con el centro de su pecho, suspira contra la piel pálida y Shoto no le aleja. Nuevamente, tira suave de la tela de las mangas.

–Ahh... –gime al sentirle lamer un pezón– No pued... Mmm... –sujeta el rostro del alfa en ese mismo lugar, presionándole contra su pecho y el alfa besa rudo, muerde y lame.

Las manos de Inasa se aventuran a bajar, cogen con firmeza el trasero de Shoto, empujan contra él y sus piernas entrelazadas hacen el resto frotándose. Ambos jadean, ambos están duros.

–Es... espera –Shoto intenta detenerle. Empuja suave, necesita espacio y aire que sofoqué la ola de calor que le ha envuelto.

Pero el alfa a penas y suaviza su agarre.

–No puedo –continúa dando negativas, girando entre sus brazos, dispuesto a alejarse.

Inasa vuelve a tomarlo. Le abraza por la espalda y devora su cuello. Shoto apoya la cabeza sobre sus hombros, incapaz de negarse más. Las manos de Inasa continúan inquietas, dibujando caricias sobre sus muslos, enredándose con la tela y, para cuando comprende que es lo que hace, es tarde, tiene sus palmas calientes tocándole la piel de los muslos.

–Hueles muy bien –habla ronco contra su oído.

Las feromonas son un problema, siempre lo ha sabido a pesar de su aroma tenue. Es la razón por la que ni Tenya ni su padre se han preocupado de que otro alfa se le acercarse. Ahora, estas habían sido intensificadas por el abrumador calor en que le sumergían las caricias de Inasa. Lo mismo sucede con el alfa, que ahora libera un aroma potente, marea y nubla el juicio.

–Mmmh –jadea con los labios cerrados. Los dedos del alfa rozan su ingle.

Shoto agita las caderas, necesitado de que ese roce se extienda más a su centro, pero el alfa continua con los toques indecisos sobre su muslo e ingle, disfrutando de más el roce que de su trasero contra la erección. Cuando finalmente se cansa de esperar, toma la mano de Inasa y guía hacia su miembro. Muerde sus labios, la sensación le abruma, las piernas le tiemblan.

Ambos empiezan a acompasar el ritmo en el que se han volcado. Inasa embiste sobre la ropa, Shoto restriega su trasero en él.

Los jadeos del alfa ondulan en sus oídos, erizan sus vellos y el calor en su vientre aumenta. No es suficiente con lo que siente, su cuerpo anhela más de sus besos, de su tacto. La ropa le molesta y esas embestidas le enloquece.

Hace mucho que esta húmedo y necesitado de que lo tome entero, ahí mismo de ser necesario.

–No... –murmura, siendo un poco más consciente de lo que sucede. Sus muslos están húmedos, el pecho agitado y la temperatura haciéndole ebullición en cuerpo. –detente.

Empuja las manos del Inasa. Este vuelve a atraparlo.

–Mi omega... –gime contra su nuca y aquello termina por romper el hechizo.

Alza un brazo, golpeando con su codo el rostro del alfa. Le hace trastabillas, logra su objetivo, se libera y corre.

Oye a Inasa llamarlo, ya no fundido en el calor, sino dentro de sus cinco sentidos; mas no se detiene. Corre reacomodando sus ropas a cómo puede, el pecho acelerado, el calor aumentando a cada paso.

Es su celo, tiene casi certeza de ello. Aquel pensamiento solo ha podido tenerlo por el calor que esa temporada provoca, al igual que la reacción de Inasa al llamarlo como lo hizo. Era increíble que unos toques hubieran sido capaces de adelantarlo cuando aún le quedaba una semana.

Se crispa ante esa idea. Si es su celo en verdad, teme que algún alfa pueda atacarlo en el camino. Su casa no es tan lejos de ese punto, pero aun así es peligroso. Detiene el paso, duda. Puede seguir adelante, arriesgándose en el trayecto, o volver con Inasa.

Y que sucediera básicamente lo mismo.

–¡Shoto! –entonces, oye una voz familiar y el miedo empieza a esfumarse incluso si se oye molesta– ¿Dónde te has metido? He estado esperándote en el... ¿Que sucedió? –Fuyumi se acerca a su hermano.

Olfatea su alrededor.

–¿Alguien te hizo algo? –se preocupa al verlo intentar arreglar su yukata, subiéndolo hasta su cuello.

El menor niega.

Le abraza de la cintura y ayuda a caminar, sintiendo por momentos que quiere desvanecerse. Venia molesta por no haber retornado a la hora que le dijo, ni siquiera había encontrado a Izuku en su puesto, pero no hubiera imaginado por lo que estaba pasando su hermano.

–Tranquilo, ya casi llegamos –le calma cada que presiona fuerte su kimono.

El poco camino que queda, se le hace eterno con el calor llegando a niveles que no ha sentido antes. Siempre ha tomado sus supresores con el tiempo necesario para que los síntomas sean los mínimos posibles, ahora, duda que estos hagan efecto hasta en muchas horas.

Cuando finalmente llega a casa, Fuyumi termina por cargarle hasta su habitación. Luego, es su madre quien se toma la tarea de hacerle beber los supresores y cambiar sus ropas, él poco puede hacer.

Una vez solo, no hace más que moverse de un lado a otro sobre su cama. No sabe cuánto tiempo pasa, pero se le hace eterno con el calor sofocándole, le quema incluso el camisón delgado que le ha puesto su madre.

La puerta al balcón está abierta, buscando que no se concentren sus feromonas dentro, sin embargo, la brisa ingresa inquietándolo más. Su mente empieza a rememorar los besos de Inasa recorriendo su rostro, cuello, pecho. Sus manos grandes acariciándole, erizando sus vellos.

–Mi omega...

No es como si nunca se hubiera tocado, pero siempre los sintió como una manera de calmar el celo, un paso en el manual. El sexo en general, lo ha visto como algo meramente mecánico que, en algún momento, debería realizar al lado de Tenya, del cual nacerían niños y así sucesivamente.

Ahora en cambio, estaba en su cama, tocándose mientras olisqueaba el yukata con aroma a Inasa, imaginando que era él quien le tomaba con rudeza.

...


Nota de la autora:

Ahhh... no se si me apresuré mucho con este capítulo. Quise poner uno antes, pero lo sentí como mucho relleno xD

Muy bien, las cosas se van calentando. Veamos cuanto duran con solo besitos y tocaditas...

Capitulo dedicado a Ruka Jimotoraku por ser el primer comentario 3