Brisa de mar
Capitulo 7
El desánimo le mantiene cautivo en cama.
A finales de agosto, será el término del verano y con ello, la cuenta regresiva dará inicio; pues las vacaciones de Tenya son a mediados de septiembre. Poco más de un mes, contando desde ese día. Entonces, aquella hermosa burbuja en la que había flotado las últimas semanas explotaría, aventándolo dolorosamente a la realidad.
Presiona las sábanas, acurrucándose entre ellas.
Su buena educación no le permite maldecir a Izuku y toda la miel con la que había endulzado sus oídos, incitándolo a cometer aquel acto prohibido. De haberlo ignorado en un inicio, aquella situación no se estaría dando, aceptaría su destino como quien camina hacia el cadalso con el rostro en alto.
–¿Shoto? –la voz de su madre suena tras la puerta.
No responde.
La situación con ella es todo menos cómoda. Constantemente le rehúye las miradas e intenta no permanecer a solas en la misma habitación. Sabe que hay dudas revoloteando entre ellos, conversaciones que no se han dado en sus momentos y que Shoto espera no lleguen nunca.
No se trataba únicamente del haberle descubierto a su llegado esa noche y el hecho evidente de que, a diferencia de Fuyumi, ella había olido de cerca el aroma que emanada. Sino que, el día en que su celo llegó, fue su madre quien le cambio la ropa. Una vez más, el aroma a Inasa estaba sobre ellas y, empeorando la situación, traía marcas de sus besos sobre la piel.
¿Cómo podría si quiera mirarla a los ojos ahora?
¿Cómo podría negar algo tan evidente?
–¿Te encuentras bien? –Hay un pequeño golpecito en la puerta y, ante la falta de respuesta, esta se abre– Fuyumi dijo que no quisiste bajar a desayunar. Ayer tampoco cenaste.
–No tengo hambre –responde en un hilo de voz, cubriendo mitad del rostro con las sábanas.
–¿Sucede algo?
Shoto señala hacia su escritorio, en donde la carta reposa hecha una bolita. Oye los pasos de su madre, se dirigen a aquel lugar. El crujir característico del papel al ser moldeado le perturba. Desearía que con la misma facilidad con la que lo había arrugado, aquella situación quedara olvidada. No sucediera.
Sin embargo, el largo silencio que envuelve a su madre, es el peso de la realidad cayéndole encima.
–Es parte de la vida –camina hacia él, tomando asiento a un lado de la cama– crea recuerdos bonitos que atesores cuando estés lejos.
Y no hay consuelo que duela más que ese.
–¿Para qué crear algo que luego deberé olvidar? –responde inconsciente del terreno que comienza a pisar.
O quizás, importándole poco que la verdad salga ahora a la luz. Es evidente a los recuerdos a los que ella se refiere y esperaría de su parte un consejo que le lleve a retomar la compostura de su vida.
–La pregunta sería, ¿en verdad lo olvidarás?
Alza la mirada, observado a su madre recostada en la cabecera Trae la vista perdida en el ventanal, los ojos de quien espera la llegada de alguien.
Shoto podría continuar debatiendo aquello, pero no es insensato y comprende cada palabra y gesto que su madre ha tenido con él. La abraza, recostándose en su regazo; ella acaricia sus cabellos, el aroma materno emana de su cuerpo acogiéndolo. No puede simplemente pensar que hubiera sido mejor nunca conocer a Inasa, si en el mes que llevan juntos, ha vivido más que en sus dieciocho años.
Era triste pensar que un día, en poco tiempo, le tendría que decir adiós. O peor aún, no tendría ocasión, ni corazón, para hacerlo. Seguramente Inasa le odiaría cuando lo supiera y, aun así, no va a permitir que una carta le arrebate la felicidad.
Jamás va a olvidar lo vivido y, los días en los que la monotonía le abrume, cuando la carga de tener hijos sea más de la que pueda tolerar, entonces Inasa rondara su memoria.
Haciendo todo más llevadero.
...
El vivir, no se trata solo de una persona en concreto. Inasa sería solo un ser más con el que ha coincidido en el mundo, de no ser por los momentos que han compartido juntos y que en su mente se entretejen como una cadena de eventos reconfortantes y amenos.
Shoto quiere vivir más de ellos en el tiempo que le queda y no encuentra mejor lugar, que el burdel. Es el único sitio, además del bosque, en el que ha podido compartir momentos agradables junto a Inasa. Un ambiente tan prohibido para él, como lo es el marco en donde se forma su relación.
Toca la puerta del alfa, la que da a la cabina de su bote.
No responde
Vuelve a golpear la puerta, esta vez, con más fuerza. Alguien vocifera un insulto en relación a la bulla que ha ocasionado. Se asusta, observa hacia todos lados, solo para comprender que aquella voz ha venido de otro de los botes.
Exhala con un tono de resignación.
Ha recorrido a solas todo el camino desde casa hasta ahí, en medio de la noche, con apenas alumbrado público en algunas calles y tal parece, que Inasa no se encuentra. O duerme muy profundamente.
Prueba una última vez y antes que sus nudillos golpeen, la silueta del alfa se asoma en la ventana alta. Sus ojos se asombran, Shoto podría apostar que ya está sonriendo de verle ahí.
–Shoto –y gana la apuesta contra sí mismo, Inasa sonríe al abrirle– ¿Qué haces aquí? Es muy tarde.
–Quería ir al burdel.
–Oh... –se lamenta– el show que vimos aquella vez, no se da siempre.
Shoto baja los hombros, desanimado. No debió dejar que la emoción le ganara sin pensar en todas las probabilidades previamente.
–Aunque hay un lugar al que podemos ir –coge sus zapatos del piso, retrocede a tomar la capa que el omega llevó antes– no es tan bonito como el burdel, pero te vas a divertir.
...
Un empujón hace que un beta ebrio derrame cerveza sobre su brazo.
Shoto le observa con desagradado. Aquel no era un bar de los que había visto cerca al burdel, donde, mal que bien, personas con cierto estatus se reunían a beber y pagar por compañía. Ese era parte de una trastienda, a donde se ingresaba por aquellos callejones en donde se aglomeraba la basura. Una taberna seguramente ilegal, con más betas que alfas, todos ebrios y amontonados en un espacio muy pequeño. Incluso hay personas bailando entre las mesas, haciendo que los demás se apretujaran aún más.
–¿Te aburres? –Inasa grita en medio del bullicio. Shoto miente, niega con el rostro; no quiere echar por la borda las buenas intenciones del alfa– ¿Quieres un poco? –le ofrece de su cerveza.
Él la acepta, bebe pequeños sorbitos. El sabor continúa sin agradarle del todo, muy amargo y espumoso, pero logra tolerarlo. Las personas siguen llegando, empujándose a su paso, algunas incluso, resbalando por el piso húmedo de tantos que han derramado sus bebidas. El aroma a cebada es fuerte en el aire, también el tabaco.
Mucho más que en el burdel.
Incluso la música es distinta. No diría que era sosa como la que pone su padre en el tocadiscos, era un burdel, al fin y al cabo. Sin embargo, eran melodías instrumentales, elaboradas con delicadeza. Ahí sonaba la radio, fuerte, tonadas que hacían agitar el cuerpo, era el tipo de música que llamaban vulgar.
Suspira antes de volver a beber.
Sería imposible mantener una conversación sin gritar ahí, más allá de la música, hay carcajadas y gritos de alegría de los demás presentes.
¿A eso se refería su madre con hacer recuerdos?
Bueno, definitivamente, esa no sería una experiencia que viviría con Tenya nunca. Muerde sus mejillas, conteniendo la sonrisa. Incluso pensar en su padre o Fuyumi ahí le resultaba gracioso. Estaba seguro que el único en disfrutar ese ambiente hubiera sido Touya.
Quizás no esté tan mal, si su hermano hubiera podido divertirse, él podía hacerlo también. A parte, algo que llamaba agradablemente su atención de ese lugar, es que, a diferencia de los bares en donde los únicos omegas eran aquellos que ofrecen su compañía, en este los había divirtiéndose. Estaban lejos de lucir provocativos, traían vestimentas casuales, algunos incluso podían notarse venían de trabajar en el campo.
Siente la mirada de Inasa en él, se gira a verlo y dice algo que no entiende.
–¿Qué?
Inasa solo sonríe, deja el vaso en la barra y le toma de la mano, tirando de él hacia las mesas.
–No, no, no. –alza la voz cuando comprende lo que intenta hacer.
Sin embargo, es demasiado tarde, Inasa le toma de las manos, incitándole a bailar como los otros lo hacen. Las personas empujan, golpeado su bebida y derramándola sobre sus mangas y las ropas de quienes están cerca.
–Lo siento, lo siento –procura disculparse aun si no le prestan atención.
Inasa luce feliz y él intenta seguir el paso, pero solo logra pisar los pies de otras personas. Algunas gritan, asustándolo y se disculpa cuantas veces sean necesarias. Tarda en comprender que no lo hacen en serio, solo para burlarse de él.
Aquello le hace un poco de gracia.
–¡Solo muévete! –es el consejo que le da Inasa.
Y es más fácil decirlo que hacerlo. Siente que va descoordinado, como si todos supieran una coreografía y él recién se enterara. La música cambia y las parejas también. Inasa toma a una joven castaña, a él le toca un viejo beta. El hombre se limita a bailar, mantiene su distancia; no como el adolescente que le toca después y se pega demás. Incluso pregunta si es un omega.
–Es mi omega.
Interviene una alfa en sus cuarenta, invitándole de su cerveza después. Le recordaba un poco a Fuyumi y con ella se divierte más que con los otros. Entiende que, no hay paso en específico en ese baile, como dijo Inasa, solo debe moverse.
Y lo hace libre. Girando y riendo.
Para cuando vuelve a manos de Inasa, se ha acostumbrado tanto a ese movimiento que no necesita que le guie.
El alfa aprovecha el tumulto del baile para besarle. Shoto no se resiste, en el tiempo que llevan ahí, ha visto a más de una pareja besarse en público. O tal vez solo sea producto del alcohol, pero cruza los brazos alrededor de su cuello y recibe el beso con voracidad.
De pronto, la música se apaga, un grito alerta algo y todo se ve envuelto en caso. Las personas corren, gritan. Shoto no comprende, sujeta fuerte la mano de Inasa y también salen del lugar corriendo con la estampida.
Su corazón se acelera nervioso cuando ve a los uniformados en el pasaje. Algunos se inmolan, lanzándose sobre ellos y abriendo paso al resto de personas. Corren por las calles, con los oficiales pisándole los talones hasta llegar al malecón. Ahí se dispersan del grupo con el que han huido, ellos se ocultan en el bote de Inasa, directo a la cabina y cierran la puerta, solo observando por la ventanita superior a los demás correr.
Ambos intentan regularizar sus respiraciones, mas no pueden cuando a la agitación se le suma la risa. Shoto ríe a carcajadas de los nervios por haber estado a nada de ser descubierto.
–Nos salvamos –Inasa presionando bajo su costilla, adolorido.
–Quiero volver a hacerlo –dice aun entre risas. A sabiendas de que es una locura.
–Para ser un omega que se prohíbe muchas cosas te atrae el peligro –se burla y le abraza por la cintura– me gusta.
Por un instante, solo se miran fijo. Shoto no sabe si es el alcohol o la simple comodidad que siente ahora al lado de Inasa, que encuentra tranquilidad ahí, a pesar de todo el disturbio que oyen de afuera. Lento, sus labios se juntan, un beso como tantos otros que se han dado. Un beso, en perfecta sintonía que poco a poco, se torna pasional. Inasa muerde su labio, el omega suelta un jadeo que rápidamente es aniquilado por la lengua del otro.
Los cuerpos se juntan como piezas de engranaje, teniendo como única barrera la ropa. Sus bocas se mantienen devorándose con ansiedad, con anhelo. El calor empieza a emerger del fondo de sus cuerpos, las feromonas revolotean en el pequeño ambiente.
Shoto siente el muslo de Inasa rozar su entrepierna que empieza a despertar, se aferra a la espalda ancha y ahora es el, quien mueve el muslo sobre la erección del alfa. Detiene el beso un instante, necesita respirar, enfriar su cabeza. Quedan con las frentes juntas, Inasa observa sus labios rojizos entreabiertos, jadeando.
El roce de sus muslos se vuelve un movimiento constante, como un baile delicioso en medio del mar. Entonces, Shoto percibe su yukata un poco suelto y no le toma mucho notar que Inasa ha desatado su obi. Un acto que debería de indignarle por lo atrevido y, sin embargo, a la temperatura de su cuerpo le sabe a paraíso. Su raciocinio enciende las alarmas, alertado del significado de ello.
No es correcto aquello.
Y es totalmente inconsecuente que durante su celo haya tenido suficiente fuerza de voluntad para alejarlo y ahora, solo quiera seguir adelante.
Llegar hasta el final.
Inasa tira del obi, primero con cautela, luego, al no recibir negativas, con desesperación. El lazo de seda cae al piso, detienen el movimiento de sus cuerpos y el alfa retrocede dos pasos. Observa a Shoto, le brinda tiempo de pensar las cosas, pero él no hace nada. No recoge el obi, no intenta cerrar la pequeña abertura que ha dejado el yukata.
Traga hondo.
Coge un lado de la seda brillosa de los bordes, desliza las manos en esa suavidad, ascendiendo por la prenda.
–¿Puedo? –pregunta finalmente, cuando sus manos están a la altura de los hombros.
Shoto asiente.
La prenda se abre completamente y se desliza por sus brazos. Inasa le mira detenidamente, de pie, solo en ropa interior. Su piel blanca es a penas chispeada por la luz de luna, su pecho sube y baja en un suave movimiento. Percibe sus nervios cuando mueve los ojos a algún punto de la cabina. Avanza, la respiración de Shoto es más acelerada. Posa las yemas sobre su piel y empieza a tocarla, la textura es tan similar a la seda.
El omega continua estático.
–¿Te incomoda que haga esto?
–También quiero hacerlo.
Inasa esboza una sonrisa sentida. Coge los bordes de su camiseta y esta sigue el camino de la ropa del omega. Lo mismo sucede con sus pantalones. Entonces, Shoto finalmente hace un movimiento: su palma tibia toca el abdomen del alfa. Suben despacio, recorriendo cada musculo que el hombre mar ha forjado en años. El pecho de él también se mueve agitado, nervioso.
El alfa coge la mano que le toca, besa los nudillos con paciencia y luego le guía hacia la cama. Los resortes le dan la bienvenida a su cuerpo con un chirrido que se esparce en cada rincón de la cabina. Inasa se arrodilla entre sus piernas, admirándole. El omega más bonito con el que va a estar nunca. Coge el borde de la ropa interior de Shoto y de inmediato, nota una pequeña reacción en sus manos. Se queda inmóvil, esperando alguna palabra suya, pero al no llegar, el decide preguntar nuevamente.
Esta dispuesto a detenerse en el momento que él lo pida.
Sin embargo, antes de que cualquier palabra escape de sus labios, alza las caderas y logra deslizar la ropa interior.
Ahora desnudo, es como una escultura frente a sus ojos. La piel blanca forma sombras rosadas en cada articulación. Coge una de sus piernas y la alza, besando su tobillo sin dejar de apreciarlo. Succiona y lame la piel que aún lejos de sus glándulas de omega, poseen una tibia dosis de feromonas.
Shoto suelta un suspiro largo, todo el aire que ha contenido por los nervios es liberado de sus pulmones. Las manos de Inasa bajan por delante de sus labios, amasan su pantorrilla, su muslo, su ingle. Los besos siguen de largo por su cadera, pero su mano se detiene en su zona intima. Los dedos se deslizan entre sus nalgas, en busca de su centro. Un gemido fuerte escapa del omega a la vez que un dedo ingresa en él, deslizándose fácil por la humedad.
Su boca sube por el abdomen plano, raspa sus costillas con los dientes. Inasa juega con sus pezones con una mano, al otro lo atiene con su lengua. Shoto se retuerce bajo sus caricias, dentro suyo siente como los dedos se van sumando y entreabren expandiéndole. La humedad es tanta que siente las sábanas bajo él mojadas.
Inasa deja sus atenciones, toma distancia, Shoto está por quejarse, pero entonces el alfa retira su ropa interior. Shoto le observa fijo, con un leve rubor calienta su rostro. Inasa se coloca entre sus piernas y embiste despacio, solo dejándose resbalar. Dura así unos minutos antes de tomar una mejor postura, ayudándose con sus muslos para alzarle las caderas y lleva los codos a cada lado del omega.
Le mira a los ojos, quiere volver a soltar una pregunta.
–No puede terminar dentro –es todo lo que puede decir con el poco raciocinio que le queda.
Y el poco conocimiento que tiene sobre el tema.
–No lo haré.
Traga hondo, se ubica en posición y empieza a empujar. Se abre paso lento en el canal estrecho. La humedad y preparación han ayudado a facilitar si entrada, sin embargo, aún lo siente apretado. Pronto, tiene las manos de Shoto presionando sus bíceps con fuerza, el cuerpo tenso.
Ninguno de los dos dice nada el tiempo que dura aquello.
Inasa permanece quieto una vez ha entrado completo. Las uñas continúan clavadas en su piel, Shoto se mantiene tenso y el alfa empieza a regarle el rostro con pequeños besos cortos, los dedos tamborileando a cada lado de sus costillas.
Lame desde su clavícula hasta la barbilla y a eso, le sigue un leve movimiento de caderas. Inicia lento, casi una caricia interior. Sus labios y manos miman la piel del omega, buscando relajarle, aunque aquello sea tarea difícil.
Poco a poco, tras el dolor y la incomodidad, Shoto empieza a encontrarle el gusto en la fricción generada. El placer nace como una flama de sus entrañas, siendo las caricias de Inasa su combustible, avivándolas a que consuman su cuerpo entero.
La humedad, que aprecio estancarse por un instante, vuelve a fluir haciendo de las embestidas más ligeras. Comienzan a oscilar entre lentas y rápidas. Profundas y superficiales.
Shoto pronuncia su nombre, derritiéndose en la última vocal. Inasa sonríe gustoso, pocas han sido las veces que ha dicho su nombre. Mantiene la constancia en sus embestidas hasta dar con el punto de placer del omega. La cama rechina bulliciosa compitiendo con los gemidos de Shoto. Siente que se le va a quedar la garganta en ellos, pero el placer que le inunda es superior a cualquier otra estimulación anterior.
Ni siquiera el celo le ha parecido tan placentero antes.
Cruza las piernas a su alrededor, atrayéndolo más profundo. Quiere más de lo que está sintiendo, quiere más de Inasa, de su alfa. Y él lo complace, entra de lleno arrancándole el gemido más agudo de la noche.
Un grito se oye de afuera, de otro barco seguramente, pues pide silencio. Ambos ríen entre jadeos. Son pocos los pescadores que habitan en sus embarcaciones, por lo que Inasa sabe que, a la mañana siguiente, ellos sabrán que el de la bulla era su bote.
Intentan besarse y apaciguar con ellos sus voces; pero termina en un ejercicio torpe, con choque de dientes y mordidas. Finalmente, Shoto solo decide contener su voz. Inasa lamenta no poder oírlos más, con lo hermoso que salían sus gemidos.
Las embestidas toman un ritmo acelerado, dejando atrás los cambios de velocidad. Inasa se aferra al cuerpo del omega, abriéndose paso con ferocidad.
Shoto prevé el final cerca cuando su vista se nubla llorosa. Las piernas se mueven inquietas, fluctuando entre empujar a Inasa contra sí o aferrar sus dedos en la cama. De sus caderas hace mucho perdió el control, moviéndolas incluso en esa posición tan complicada para hacerlo.
–Ina... Mmhng...
Finalmente, la marea le vence y el orgasmo le inunda como tsunami, recorriendo cada centímetro de nervios en su cuerpo. Sus extremidades se relajan, las comisuras de sus ojos lagrimean.
–Shoto... te amo... –jadea ronco, casi un gruñido. Sale de su interior, desbordándose de inmediato sobre su abdomen– te amo...
Incapaz de responder por el cansancio, solo le abraza y besa su coronilla.
...
Suben la colina tomados de la mano.
Aunque aún es de noche, la oscuridad del cielo empieza difuminarse en mínimo; a pesar de ello, avanzan despacio. Ha sido una experiencia bastante placentera, pero eso no quita el dolor con el que ha quedado, lo ha sentido recién al levantarse.
Una sonrisita le cosquillea en la comisura de sus labios al recordar todo. Mira a Inasa de soslayo, él parece percibirlo y devuelve la mirada. Ambos sueltan risitas nerviosas con mejillas coloradas.
Y luego, más silencio.
Tan incomodo como mágico.
–Llegamos. –detiene el paso frente a su puerta.
–¿Estas muy adolorido? –suelta de pronto– podría conseguir algun...
–Estoy bien –le corta– solo quiero descansar.
–Ah... claro.
A Shoto le reconforta saber su preocupación. Es un sentimiento cálido que le enternece. Sujeta su camiseta, jalando suave de ella mientras se empina y le da un beso corto.
–Nos vemos –se despide finalmente.
–Nos vemos –contesta con una sonrisa, más tranquilo.
...
Nota de la autora:
Yyy... no se suponía que esto terminara así jajajaja este capítulo era bastante tranquilo, solo el preludio al sex, pero la música sensualona mientras escribo no ayuda a que un beso solo quede en un beso xD
En fin, llegamos a este punto y debo dar el dato curioso que encontré mientras buscaba Japón de los años 50 y es que hasta antes de los 90, uno de los métodos anticonceptivos más populares era este.
Por otro lado, quería hacer a Inasa más agresivo, pero no pude. Si solo le falta derretirse por tomar la mano de Shoto.
