Día 6. Enlace

Pareja: Neville/Theodore

Doce horas después

La marca en el cuello de Neville quemaba, pero de un modo que se ramificaba por todo su cuerpo. Sentía el calor de la mordida como si le recorriera las venas, fundiéndose con la suya propia.

El enlace había sido precioso, Theodore era el alfa más bueno e inteligente que Neville había conocido en su vida. Que además fuera furiosamente atractivo solo le hacía enrojecer cuando este había comenzado su cortejo en la escuela de medimagia.

Neville nunca había sido el omega más vistoso, ni el más encantador, ni siquiera era el más inteligente. Y sin embargo, Theodore Nott solo había tenido ojos para él.

Sabía de otras parejas que pasaban años en una relación antes de enlazarse, pues una mordida y el vínculo que luego se establecía era algo serio.

Pero ellos dos lo habían tenido tan claro que estaban hechos el uno para el otro que su relación solo duró pocos meses antes de pasar por el rito de unión.

Aún notaba los dientes de Theo, aún su lengua y su saliva lamiéndolo para aliviar un poco del dolor, aún como su cuerpo había respondido efusivamente a la mordida de su alfa, y como nunca imaginó que el sexo sería de ese modo.

No es que Neville repudiara a los omegas que practicaban sexo libremente con alfas, cada quién era libre de hacer lo que le apeteciera, pero a él nunca le había apetecido pasar sus celos con ninguno. Al menos hasta que llegó Theo y lo quiso todo con él.

El nudo de su alfa era firme, y alternó las mordidas en su glándula con su saliva sanadora; lo hizo sentir bien y protegido, amado y deseado, y le hizo pertenecer a esa unión.

Había leído muchísimo sobre ello, pero no era fácil de describir, era como si uno entrara en la sangre del otro, o al menos así lo sintió Neville, sintió a Theo más allá de su cuerpo, más allá de sus brazos, su besos, y su nudo. Más allá de las palabras, estaban ligados en sus esencias.

Dos años después

Neville nunca había tenido una discusión tan fuerte con su marido, nunca habían llegado a enfrentarse del modo en el que lo hicieron.

Y a pesar de que Theodore se había ido a casa de Harry y Draco, Neville podía sentirlo, podía sentirlo perfectamente. Su tremendo enfado, su decepción y su agonía. Y estaba seguro de que Theo sentía la suya, ya se encargaba él de no ocultar ni la más pequeña de sus emociones en ese momento.

—Estúpido alfa orgulloso, todos son iguales—gritó Neville, sabía cuanto le llegaría su sentimiento, sabría cuanto le dolería como a él le estaba doliendo su intransigencia.

Neville iba a ser medimago, iba a irse a una residencia en Belfast y de momento no iba a tener ningún cachorro, el Neanderthal de su marido se oponía.

Neville estaba haciendo su maleta llena no solo de su ira sino de la de su marido, esa conexión nunca se había sentido tan abierta, tan cargada y tan molesta.

Al día siguiente Neville tomó un ferri, y Theo no fue a despedirlo.

Catorce años después

Neville y Theo estaban en el andén 9 y 3 1/4 despidiendo a sus gemelos, era tan increíble que ya tuvieran once años y empezarán esa nueva etapa.

Sintió el mismo orgullo y la misma pena que su marido cuando los chicos subieron y se giraron a la misma vez para sonreír a sus padres.

Theo le tomó la mano y se la apretó con fuerza, pero ambos a través de su vínculo lo podían sentir.

Once años sin estar ellos solos, completamente solos y sin la responsabilidad de los niños. Cuando el tren partió se desaparecieron lo más rápido posible, ambos pidieron un par de días libres en San Mungo. Todos los planes que crearon se redujeron a no salir de la cama salvo para ir al baño, y salir a recoger la comida a domicilio a la chimenea.

El cuello de Neville ardía como cuando solo era un jovencito y su alfa lo anudó por primera vez. Ambos alegaron una malísima indigestión para poderse quedar un par de días más encerrados.

Treinta años después

La abuela había muerto rodeada de sus seres queridos a los 135 años. Pero aunque su vida había sido larga, y como ella decía plena, Neville sentía que se iba una parte de sí mismo. La única madre que tuvo, severa pero justa.

Los niños ya no eran tan niños, y ellos comenzaban a entrar en esa edad complicada en la que muchas uniones comienzan a flaquear.

Hacía años que su marca estaba seca, y llegó un punto donde le daba igual si Theo se iba con otros omegas.

Algunos de sus amigos habían roto sus vínculos y se habían vuelto a enlazar. Neville estuvo tentado en más de una ocasión en proponérselo a su alfa.

Ser libres, aún eran jóvenes, podrían volver a amar. Pero quizás la costumbre, quizás lo que habían creado y ese pozo remanente de amor no les dejaba separarse.

No lo sabía, pero sí supo que Theo no se separó de él durante semanas. Una taza de té, una conversación tonta, cualquier excusa para estar a su lado.

Quizás sólo fuera una racha, quizás pudieran superarlo.

Cincuenta años después

Theo tenía a la pequeña Lucrecia en sus piernas, sus manos aún fuertes sujetaban a su nieta con amor. Su marido nunca lo reconocería, pero aquella preciosa alfa era la niña de sus ojos, y la consentía como a ninguna para desaprobación de sus modernos padres.

La edad había teñido de blanco completamente el cabello de su alfa, pero sus ojos seguían siendo oscuros e inteligentes. Su amor no había sucumbido a la vida, a la monotonía, al atractivo de lo nuevo y emociónate.

Solo hacía un año que finalmente Theo se había retirado de San Mungo. Neville lo había hecho dos antes.

Era tiempo de estar con la familia, de disfrutar de aquellos años en los que aún tenían muchas cosas que hacer.

Theo le miró, pero la pequeña alfa requería toda la atención de su abuelo, y su el alfa volvió a sus juegos.

Sesenta años más tarde

Theo se había marchado mientras dormía solo unos meses antes, había incumplido la promesa que le hizo el día que se enlazaron.

"Yo velaré tu sueño y seré testigo de tu partida" pero él se había ido antes, demasiado pronto y se había ido sin avisar. Neville no se lo perdonaría hasta muchos meses después.

Cuando la rabia y el dolor se fueron, cuando su olor se disipó. Cuando Neville hizo las paces con su alfa.

Había sido un día tan bonito, con sus hijos y todos sus nietos, con los recuerdos de todos sus amigos, los que estaban y los que ya se habían ido. Y cuando se metió esa noche en la cama sonrió.

—Ya voy contigo, mi amor.

Neville murió esa noche, y su marca se enrojeció como la primera noche en que fue hecha.

Una historia agridulce, pero qué más bonito que una buena vida, sea como sea esta.

Ayer vi que muchas queríais continuación del OS de Lucius y Remus , y que los notáis relatos muy cortos.

Os entiendo, pero también tened en cuenta que los estoy escribiendo al día y que no puedo hacer OS kilométricos o fics completos de todas las historias.

Más adelante ya veremos si rescatamos alguna idea, de momento os pido paciencia y que los disfrutéis en la medida de lo posible. Yo me lo estoy pasando requetebién escribiéndolos.

Hasta mañana.

Besitos.

Shimi.