Día 8. Nido

Pareja: Harry/Draco


—¡La llevo puesta!—se quejó Harry mientras Draco le arrancaba la camiseta que había conseguido llevar por más de dos horas.

—La necesitamos—le gruñó letal.

Llevaba semanas actuando de una forma extraña, aunque en honor de la verdad, su omega siempre actuaba de un modo extraño. Pero eso era mejor no sacarlo a relucir en esos momentos.

Se habían dado cuenta de que estaba embarazado cuando los calzoncillos de Harry comenzaron a desaparecer. Había ocurrido lo mismo cuando habían esperado a su pequeño Orión. Pero Draco había tardado más en montar el nido.

—Amor, ¿no sería más fácil si me froto contra toda nuestra ropa y ya está?—dijo Harry molesto.

Los ojos de Draco lo taladraron como hielo puro.

—¡¿Qué he dicho ahora?!—bramó Harry cuando Draco se fue llevándose la camiseta.

—Papá, no eres muy listo—dijo Orión mientas tomaba un vaso de leche con chocolate y galletas.

Orión tenía 7 años, los mismos que hacía desde que Sirius le había dado demasiados sabios consejos sobre cortejo de omegas.

Habían sido demasiado efectivos, eso y que dos adolescentes encerrados juntos antes de una batalla tenían las ideas de como matar el tiempo limitadas.

Harry nunca se arrepintió, pero con un listillo en casa tenía más que suficiente.

Harry fue el primero en darse cuenta de que Draco andaba raro, el embarazo de Orión había sido complicado por su edad, por haber estado secuestrado y en condiciones infrahumanas, por el estrés de la guerra. Una vez nació los medimagos les dijeron que era posible que Draco no pudiera concebir más.

Se casaron al día siguiente de la noticia, siete años después los había tomado por sorpresa de nuevo.

Harry fue en búsqueda de su omega, estaba colocando su camiseta entre un amasijo de sus ropas. Draco estaba de rodillas, y ni le miró cuando Harry se le acercó.

—Es pronto, mi vida—le abrazó Harry—. El olor se irá de aquí a que nazca.

Draco suspiró, y se dejó caer sobre Harry.

—¿Y si no nace? Acuérdate de lo que nos dijeron cuando Orión nació.

Sus ojos no eran ya dos pequeños icebergs, sino dos charquitos donde Harry vivía.

—Eso no lo sabemos, de momento toda va bien, y si no pudiera ser, lo superaremos juntos.

Harry besó el pelo de Draco, y sintió como este suspiraba.

—¿Crees que mis calcetines le gustarán?—preguntó para destensar el ambiente.

—No, eso ni se te ocurra acercarlo a mi nido—se rio Draco cuando Harry hacía el amago de quitárselos.

—Tengo miedo—le miró Draco—. Ni siquiera cuando Voldemort me tenía preso con Orión en mi vientre temí tanto por nuestro bebé. Pero ahora, ahora estoy muerto de miedo.

—Somos más mayores, y ya sabemos lo que es ser padres.

Draco asintió, y Harry le besó.

El omega tomó una camiseta y se la llevó a la nariz, las feromonas de tranquilidad inundaron la habitación, y ambos se sintieron mejor.

Seis meses después Dalia nació, sana, preciosa y entre un hermoso nido lleno de los olores de su casa.


Una estrella y una flor.

Hasta mañana.

Besitos.

Shimi.