Día 8. Embarazo

Pareja: Fred/George


—Nunca lo he hecho con unos gemelos, menudo morbazo—dijo el alfa con fuerte acento americano, George le acarició la espalda a Fred, a ese ritmo se iba a ir todo a la mierda.

—Ya, somos únicos—sonrió George, Fred aún tenía cara de pasa.

—Totalmente.—El alfa del que ni siquiera recordaban el nombre, decidió que era buen momento para meterle la lengua hasta la garganta a George.

Aunque la idea había sido de Fred, ya no le estaba haciendo la más mínima gracia ver a SU gemelo en brazos de nadie más.

—Dos gemelos omegas, voy a recordar esto toda mi vida.

—No hables, solo hazlo—se acercó Fred separándolos, lo que el alfa entendió por que Fred quería también su parte.

Y la tuvo, tuvo una buena dosis de alfa por toda su boca, pero las manos eran las de George desnudándolo.

Lo notó pegado a su cuerpo, quitándose su propia ropa, acariciándole como tan bien sabía, metiendo sus dedos en su interior y haciéndole gemir de placer.

Y pronto estaban delante del alfa, completamente desnudos y más insinuantes de lo que lo habían estado en su vida con otra persona.

Con uno en cada brazo y un culo en cada mano, los llevó a la cama. Ese alfa americano había llegado y triunfado, esos gemelos eran un pecado, todo pecas y pelo rojo.

Al principio no se lo había podido creer, nunca había conocido a un omega tan lanzado, mucho menos a dos. Pero ese viaje a Inglaterra estaba siendo todo un acierto.

Estaban ya lubricados, los tumbó sobre la cama, bocabajo, y la visión de los dos alzando sus nalgas y abriéndolas como invitación era una imagen que recordaría hasta que fuera viejo, viejo y no se le levantara.

—Alfa—gimió uno, eso era un reclamo, él estaba perdiendo el tiempo ahí mirando, por mucho que fueran un placer para la vista.

El baile de posturas en las que un alfa se montaba a dos omegas fue de lo más variado, pero el final, el final fue como ellos quisieron. Con George sobre Fred, cara a cara, frotándose uno contra el otro, mirándose y siendo penetrados indistintamente por detrás.

Fred acabó anudado, y George le besó, mientras el alfa se dejaba caer sobre ellos quedados unidos como un único bloque.

La noche fue larga, y mentirían si dijeran que no fue placentera, porque ese alfa cuando no hablaba era todo un portento sexual.

Pero no le echaron de menos cuando se fue de la habitación del hotel que habían reservado esa noche.

—No hay marcha atrás—besó Fred a George.

—No, lo hemos hecho.

Ni Fred ni George habían estado nunca con un alfa, sus celos siempre los habían pasado juntos, y habían encontrados modos de satisfacerse muy eficaces.

En su sociedad había demasiadas cosas mal vistas, como el incesto; otras eran prácticamente imposible, como dos omegas juntos.

Ellos los sumaban todos, y no pensaban dejar de hacerlo. No iban a separarse, nunca.

Nueve meses después, Fred dio a luz una bonita niña pelirroja; George a un niño con el pelo rubio de su padre. Nunca dijeron quién era el padre, nunca lo buscaron, y delante de la sociedad, solo eran dos hermanos abandonados por sus alfas, dos omegas que iban a criar juntos a sus cachorros.


Están los placeres culposos y luego están estos dos.

Hasta mañana.

Besitos.

Shimi.