Día 10. Mañana
Pareja: Percy/Rabastan
A Percy le dolía la cabeza, fue lo primero que sintió. Después llegó el resto del cuerpo.
Un suave quejido salió por sus labios resecos.
Y lo peor llegó después, un cuerpo a su lado moviéndose, y él no dormía con nadie, con absolutamente nadie, nunca.
—Rojito, ¿no matarías por cinco litros de agua?
La voz era ronca y rasposa, y no la conocía, no la conocía para nada. Percy trató de tirarse las sábanas por la cabeza, pero se dio cuenta de que no había sábanas ninguna, que el calor se lo estaba dando el cuerpo de "voz rasposa".
Y lo notó, cada parte de su cuerpo pegada, sobre todo una muy dura pegada contra una de sus nalgas.
—Suéltame—gritó demasiado bajo para su gusto.
Y la manta cálida se despegó, le dolió todo el cuerpo de golpe.
—Rojito, ¿estás entrando en pánico?—Pero el que parecía estar entrando en pánico era ese alfa que estaba exudando feromonas que le hacían picar la nariz a Percy.
Y entonces Percy sí que entró en pánico, una mano en su cuello, y el ambiente cambió del pánico a la histeria.
Se levantó de un salto, había dado por hecho que habían tenido sexo, ¿pero eso?
—¡Me has marcado!—Le hubiera gustado más si no le estuvieran temblando las piernas y llevara algo de ropa, los dos a ser posible.
—¡Me lo pediste!—El alfa también parecía estar entrando en la histeria apocalíptica.—Me lo rogaste.
Percy iba a responder, y de pronto lo recordó, eso y muchas cosas muy vergonzosas.
—No me lo puedo creer, no me lo puedo creer...
Percy rebuscaba entre una pila de ropas, pero ninguna era suya, ¡qué demonios! Él siempre ordenaba su ropa milimétricamente. Fue hasta el armario y tomó unos pantalones y una camisa.
—No lo puedo creer.—Salió por la puerta, y se la cerró al alfa casi en la cara.
Pero desgraciadamente escuchó como esta se abría.
—Rojito...
—No le llames así.—Se giró venenoso, no lo conocía de nada para que se tomara esas confianzas.
Pero le miró por primera vez bien, era alto, era delgado,y tenía el pelo largo y moreno. Se dio cuenta porque le había gustado la noche anterior. Pero ese no era el punto.
—¡Y vístete!—No podía evitar mirarle de ese modo si no se ponía algo de ropa encima.
Agua, necesitaba agua. Pero lo que encontró fueron todos los recuerdos de la noche anterior.
¿En qué momento pensó que ir a la fiesta del ministerio con sus compañeros era buena idea?
A él las fiestas no le gustaban, y después de esa fiesta, llegó un pub y luego otro, y en uno encontró a ese alfa.
Gimió bajito al recordar como se habían besado delante de todos, solo esperaba que sus compañeros estuvieran completamente borrachos para recordar nada.
Para su mala suerte, seguramente no.
Percy, el serio Percy Weasley, secretario del Ministro de Magia, que nunca llevaba ni una mísera arruga en su túnica ni una sonrisa en sus labios, magreándose con un alfa melenudo en mitad de un bar.
No había gemidos que aliviaran la tensión que sentía, solo un giratiempo. Eso, él conocía de un giratiempo que aún funcionaba.
Se giró pero el alfa greñudo estaba muy cerca, y seguía muy desnudo.
—Tiene que escocerte—le dijo mirándole la mordida en su cuello—, déjame aliviarte.
Percy no tuvo opción ni de empujarle cuando le lamió el cuello, se quedó completamente quieto sintiendo el placer de la saliva y la lengua aliviando el dolor que ni siquiera había notado.
El gemido que salió esta vez no era de angustia, pero era incapaz de dejar de emitirlo, y sintió como el alfa sonreía sobre su piel.
Percy lo había abrazado por el cuello, y los brazos del alfa lo alzaron para ponerlo sobre la encimera de la cocina.
Se le había olvidado todo lo referente a lo del giratiempo, al menos hasta que el alfa habló.
—¿Me haces un café?—Sus ojos eran del todo oscuros, y a Percy le costó reaccionar.
—Háztelo tú—se quejó.
Percy trató de bajarse de la encimera, pero el alfa le besó antes, para dejarle bajar después.
—¿No vas a vestirte?—volvió a preguntar nervioso.
—¿No te gusta lo que ves?—Quizás sí debería preparar él el café si quería seguir teniendo cafetera al día siguiente pensó viéndole manejarla.—Porque a mí me encantó todo lo que vi de ti.
Se iba al baño, y después al Ministerio a tomar prestado el giratiempo, pero primero necesitaba que se le bajara el sonrojo.
En el baño respiró por primera vez tranquilo, se miró al espejo, la marca estaba en su cuello completamente visible. La tocó con algo de miedo, pero la verdad era que no le dolía y seguía húmeda por la saliva del alfa.
Su trasero traicionero se lubricó solo con la imagen mental. Se metió en la ducha sin volver a mirarse la marca.
Gritó como solía gritar Ron cuando los gemelos le asustaban cuando la cortina de la ducha se abrió, y el odioso alfa se metió dentro de su ducha.
—No hay espacio para dos—se quejó Percy, ese tipo no entendía nada de espacios personales, quizás no lo tuvieron horas antes, pero ahora era ahora, era la mañana siguiente. Y en ese mañana había espacio personal.
—Es por el medio ambiente—le besó, ¡qué pesado con los besos!—¿No te has enterado que hay que ahorrar agua?
—Nos vamos a caer—dijo poco convencido, sobre todo porque el melenudo le había empezado a acariciar con la excusa de enjabonarle.
El medio ambiente no se lo agradeció, porque el agua corrió demasiado tiempo mientras ellos recordaban algunas de las posturas de la noche anterior.
—Muérdeme—gimió Percy mientras el alfa le anudaba bajo el agua.
Total, ya le había mordido, un poquito más no importaría mucho.
Cuando salieron de la ducha, la cafetera había estallado y ellos ni siquiera se habían enterado. El techo de su cocina era un completo desastre.
El alfa puso cara de perrito regañado, y debía ser por la saliva en su herida, porque a Percy que hubiera montado en cólera en cualquier otro momento, solo le hizo encogerse de hombros.
Con un giro de varita, todo volvió al orden.
—¿Un té?
El alfa asintió, y Percy se dio cuenta de que no se acordaba de su nombre.
—¿Me dijiste tu nombre?
—Rabastan, Rabastan Lestrange.
—¿El criminal?—el tarro del té se le cayó entre los pies.
—Ex criminal.—Se agachó Rabastan para recoger los trozos de la cerámica—Tuve un juicio, yo era inocente, nunca estuve allí.
Percy volvió a pensarse seriamente en lo del giratiempo, nunca salía, nunca bebía, nunca iba de fiesta, y sobre todo nunca se acostaba con alfas en líos de una noche. Y sobre cualquier otra cosa, nunca estaba con alguien que hubiera estado en Azkaban.
En menos de 24 horas había hecho todo lo que no hacía nunca. El alfa, se apoyó contra la encimera.
Todo aquel rastro de diversión que había habido antes se fue, completamente.
—¿Quieres que me vaya?—preguntó serio por primera vez.
Tenía que haber dicho que sí, que se fuera, pero se dedicó a hacer té.
Y durante otras 24 horas se le olvidó todo lo que no hacía, y lo hizo sin parar.
Total, el giratiempo seguiría en su sitio si necesitaba ir a por él.
Esta parejita ya es una de mis habituales, da igual lo que hagan. Me encantan.
Hasta mañana.
Besitos.
Shimi.
