Día 12. Beta
Pareja: Oliver/Percy
¿Qué puede ocurrir cuando eres un beta, tu mejor amigo es un alfa y estás totalmente enamorado de él desde tercero?
Que tengas que ir a su boda con un bonito omega y te quieras morir por dentro mientras no dejas de sonreír. Al menos, eso era lo que sentía Percy viendo a Oliver casarse.
Percy no pudo evitar mirar el cuello del Harry, donde lucía una bonita mordida. Percy no poseía ninguna glándula donde ser mordido y enlazado, no emitía olores que atrajeran a un alfa, y nunca podría quedar embarazado.
Los betas no se relacionaban con alfas y omegas, podrían ser amigos, incluso amantes esporádicos, pero las uniones siempre se daban entre alfas y omegas. Siempre.
Percy ya había visto como la relación de Oliver y Harry evolucionaba desde que el niño-que-vivió entró en Hogwarts. Todos se habían vuelto locos por él, podría incluirse.
Era toda una leyenda, y además era un niño encantador, que más tarde se convertiría en un omega magnífico.
Pero ver cómo se convertía en el interés romántico de su amigo, de su amor, fue muy duro. Fue más duro no poder odiarle, porque en el fondo Harry no se lo merecía. En su casa era uno más, un Weasley de pelo negro como todos le llamaban.
Tampoco ver como tras la guerra, Oliver iba a visitarle con la excusa bastante evidente de ver a Harry.
Percy quería a Oliver, pero nunca le había dicho lo que sentía, nunca se atrevería a estropear su amistad por algo que irremediablemente nunca podría ser.
Cuando anunciaron su compromiso, Percy estuvo días en Cornualles ahogado en una pila de trabajo ministerial, cualquier cosa para quitarse de en medio.
Decían que la esperanza era lo último que se perdía, y sus tontas esperanzas no querían hundirse.
Percy las tuvo que ahogar.
—Hacen una pareja tan linda—escuchó a Angelina decirle a Hermione.
Percy apuró completamente su copa y fue a servirse otra.
Y a medida que la boda iba avanzando, Percy estaba más borracho, y cada vez odiaba más la risa tonta de Harry. O quizás el único tonto fuera él.
Pero algo no cuadraba cuando Percy escuchó la risa de Harry viniendo de un lugar que no le correspondía, miró a su amigo que le guiñó un ojo desde lejos.
Maldito Oliver y maldita túnica de gala que le sentaban de maravilla.
Pero la risa de Harry le estaba poniendo enfermo, y estaba harto de él, de él y de esa boda. Cuando dobló el seto no podía creer lo que veía, Harry y Draco besándose.
Después de un fuerte empujón para apartarlo de sí, Harry trató de irse, pero Draco le suplicaba que se quedara, y el que era incapaz de irse era Percy al que el alcohol se le había evaporado de las venas.
Nunca había visto a dos omegas juntos, incluso pensaba que eso era biológicamente imposible. Pero las lágrimas de uno, el enfado de otro, y la nueva tanda de besos le confirmaban que no había nada imposible en esa vida.
Ni siquiera que te fueran infiel en tu propia boda.
Percy dudó, todo le hacía querer ir corriendo a su amigo y contarle toda aquella traición, pero cuando lo vio a su lado, se dio cuenta de que allí el único que no lo sabía era él.
—Ninguna relación es perfecta—se encogió Oliver de hombros. Quizás fuera por lo absurdo de la situación, pero Percy le besó.
Por primera vez hizo lo que había querido hacer siempre, y no fue rechazado. Oliver le devolvió el beso, mucho más fuerte de lo que él jamás hubiera esperado.
Salvo que después fue hasta Harry que parecía desolado tras la marcha de Draco y le abrazó.
Percy se sintió estúpido, ¿qué diablos había hecho? Pero tanto Harry como Oliver le miraron, y ambos le sonrieron.
Percy se fue, durmió hasta bien entrado el día, algo completamente extraño en él, y cuando bajó a la cocina encontró una lechuza de Oliver que le invitaba a cenar con ellos.
Dudó, dudó completamente sobre qué había ocurrido en la boda. No podía verse a dos recién casados más felices, más compenetrados, como hechos el uno para el otro y detrás ocurrir todo ese show bizarro de besos robados.
Pero fue, porque Percy no había dejado de ir nunca que su mejor amigo le había llamado.
—¿No está Harry?—preguntó extrañado.
—Está con Draco.
—No lo entiendo, Oliver, no entiendo lo que tenéis.
Oliver se lo contó todo. Como se había enamorado de Harry, y como este aunque le quería era incapaz de no amar a Draco, pero como ellos nunca podrían estar juntos.
Draco ya se había comprometido con un alfa, en breve tendría su propia boda, sus propios cachorros y como Oliver no fue capaz de dejar a Harry y ofrecerse como tapadera para ellos.
—Pero le quieres.
Oliver asintió
—¿Y él te quiere?—preguntó siguiendo sin comprender mucho.
—A su manera sí, me quiere.
—Te mereces algo mejor, no es justo para ti.
Oliver le besó, y Percy necesitó de verdad hacer un sobre esfuerzo para separarse. Eso era lo que siempre había querido, pero no así.
—Lo entiendo—dijo Oliver levantándose y separándose de Percy.
—No, no entiendes nada. Yo siempre me mantuve al margen porque creí que lo vuestro era de verdad.
—Es de verdad—se quejó Oliver.
—Lo que tú digas.—No le creía tan estúpido.
—No te das cuenta que lo nuestro nunca podría haber sido posible.
—¿Y lo de ellos sí?—se quejó por primera vez Percy—. Ellos al menos lo han vivido. ¿Qué me has dejado tú a mí?
Aquello se estaba volviendo de un melodramático insoportable para alguien como Percy.
—Te quiero, te he querido siempre, pero no así, no para tapar los huecos que deja tu esposo cuando se va con su amante.
Por primera vez vio al siempre fuerte, siempre decidido, al capitán de Quidditch desmoronarse ante sus ojos.
Una parte de él le decía que se fuera, pero otra, la que le quería llegó hasta él y le abrazó, le abrazó hasta que Oliver volvió a besarle, y entonces no tuvo fuerzas para separarse.
Si pensaba que el peor sentimiento había sido ver al amor de su vida casarse con otro, se había equivocado.
Entrar en aquella extraña relación de cuatro, cuatro personas que no estaban destinadas a estar juntas, se convertiría en el mejor y el peor sentimiento de su vida.
Lo siento, creo que es la cosa más tóxica y con peor final que he escrito nunca. Pero ha salido así.
Mañana esperemos que salga algo más monis.
Besitos.
Shimi.
